Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19: Un silencio mortífero

Kemi no sabía cómo era capaz de caminar con el desastre natural que había a su alrededor. En su momento, cuando vivía en Ineas, había visto la destrucción de los bosques, pero no había sido tan grande como en este caso.

Cada paso que daba era lento mientras sujetaba a Ànima como si fuera una princesa. Escalofríos le inundaban porque era como si la Muerte estuviera presente a su alrededor, un mensaje tan tenebroso que solo hacía que agarrara a Ànima con más atención.

—Ella no ha muerto —se decía convencido—, solo perdió la consciencia.

Se sentía horrible consigo mismo, creía que no había hecho nada en este conflicto. Detuvo a Kersmark, y aún así porque cuando se acercó a él, vio que el cuerpo empezaba a desintegrarse. Era una situación muy rara para él porque no comprendía la tecnología, pero algo le decía que él no podía estar muerto del todo.

—Tendría que haber estado sangrando y ni siquiera lo hizo, ¿tanta obsesión tenía por la tecnología? —se preguntó en alto, frunciendo un poco el ceño hasta que recordó algo que le hizo frenar sus pasos —. Como mi padre.

Una vez más, escalofríos le inundaron, pero eran peores que antes. Pensar en su padre era odiar toda su historia y la de su raza. El rencor le inundaba, pero intentaba mantenerse firme por los consejos que la naturaleza le había dicho.

—Espero que no te molestara mis acciones —susurró, alzando su cabeza—, y que me dejes compensarlo cuidando de estos bosques.

Suspiró y siguió avanzando. Querría ayudar, pero antes tenía que irse hacia aquella choza donde vivían las dos Elinas. Con cuidado y sujetando bien a Ànima, se adentraría a los profundos bosques llenos de desesperación hasta que por fin podría encontrarse con Aspaura en la lejanía.

Pero no se le veía muy bien por como tenía manchas de sangre en su ropa o como le costaba estar de pie en el sitio.

—No, no, otro más no —susurró Kemi.

Dejó a Ànima por un momento al suelo para ayudar a Aspaura. Logró sujetarlo a tiempo antes de que cayera, viendo como su energía blanca fluía a su alrededor. No le dolía ni le afectaba a Kemi, pero si se le hacía tan inusual verla tras tanto tiempo sin usarla.

—¿Qué ha pasado, Aspaura? ¿Es algo grave? ¿Necesitas algo?

—N-No... —susurró Aspaura un poco cansado—. Yo estoy bien, ella no.

Kemi frunció el ceño para luego mirar a la derecha, viendo a Christel con varias heridas en su cuerpo, pero la peor estaba en su estómago.

—Luchamos. No mucho tiempo, pero lo suficiente para que me dejara débil. No me esperaba su manera de pelear tan agresiva y cuando creí que iba a morir. —Tomó aire, apretando sus dientes—. Frenó sus acciones, sus pupila se volvieron rojas y se perforó el pecho a modo de suicidio. Pude detenerla más o menos a tiempo

Kemi abrió los ojos con asombro y prestó más atención al cuerpo de Christel. Era increíble como aun podía respirar, pero no parecía estar contenta de ello ya que lágrimas caían de sus ojos.

—Vi unos hilos en su cabeza —explicó Aspaura—. Algo me dice que es el poder de esa maldita loca.

Kemi sintió escalofríos en su espalda.

—¿Hilos? ¿Cómo es posible eso? —preguntó Kemi.

—Sí, salieron de pronto y desaparecieron. No sé bien qué hacen, es la primera vez que veo algo así, aunque las acciones que tomaba me hacía recordar a mi pasado.

—¿Qué acciones?

Aspaura miró a otro lado con sus ojos.

—Es una historia demasiado larga, Kemi. Creo que es mejor explicarla después cuando hayamos calmado todo —pidió Aspaura, para luego mirar a Ànima—. ¿Está bien?

—No del todo —contestó Kemi—, no sé qué le pasó.

—Sé que se fue a por Pyschen —recordó Aspaura, retomando poco a poco el aliento—. Algo me dice que no ha ido bien ese encuentro.

Kemi soltó un suspiro muy largo, poniéndo su mano en su cabeza.

—Hay otro problema —comentó Aspaura mientras miraba el cielo—, aparte de que mi hermana está aún recuperándose porque pidió poder a Sensibilidad como yo lo hice, aún está la órbita experta de Christel y no sabemos su paradero.

—No puedo dejarte aquí solo —pronunció Kemi, recibiendo una mirada cansada del contrario.

—Y a mí no me apetece que alguien más destroce Claimia, aunque sea una órbita experta —contestó Aspaura—. Ve, tú tienes aun fuerzas, yo puedo recuperarme y dejarlas en un lugar seguro.

—Pero tú solo...

—Yo no estoy solo, Kemi —interrumpió Aspaura. Kemi frunció un poco el ceño para al final suspirar—. Luego nos reunimos aquí.

—Bien...


Aspaura vería como aquel Drasino se marchaba, respirando un poco más aliviado para cerrar sus ojos y respirar con profundidad, tumbándose en el suelo para mirar el cielo despejado. Aquellas nubes rojas habían desaparecido y el caos ya no existía.Por un momento pudo relajar sus hombros mientras cerraba sus ojos.

—Pittura, sal de ahí, traviesa, necesito tu ayuda.

No hubo una contestación de vuelta.

—Enana, no me seas tonta. Necesito tu ayuda o le voy a decir a Cordura los Números —amenazó con un tono suave, sabía que no iba a recibir el castigo. Esa niña de cabellos azules y ojos estrellados era una mimada al igual que las demás—. ¡Pittura! ¿¡Quieres salir?!

Sus nervios aumentaban al no obtener esa respuesta, y eso le dejaba un mal presentimiento en su cuerpo, uno que le permitió escuchar las pulsaciones de su corazón mientras miraba el cielo.

—No, no puede ser —pronunció Aspaura con una risa nerviosa—. ¿Pittura? Dime que me estás gastando una broma.

Seguía sin esa respuesta.

—No, no, no. E-Esto es peor de lo que creía.

Levantó su cuerpo con dolor, sintiendo los miles de cortes en su abdomen mientras miraba a su alrededor. No la veía, ni siquiera veía ese brillo tan peculiar que solo los de categoría sistemaria o superior podrían detectar.

El silencio era abrumador, tanto que Aspaura empezó a llorar sin querer

—Esto es horrible, ¿dónde está esa enana? —se preguntó de nuevo intentando aclarar sus ideas—. ¿Se la llevó? ¿Ahora sin avisar? La muy desgraciada podría ayudarnos.

Recapacitó sus palabras por un rato. Se quedó en silencio hasta que por fin recordó todo.

Cordura no ha venido —pronunció con cierta dificultad—. Ellos nos han encontrado.

Nunca sintió tantas ganas de vomitar, ni de llorar ni gritar, pero podía controlarlo.. Aún así no quitaba su pánico, lo que le obligó a girarse por unos minutos con aquel rostro horrorizado.

—H-Hermana, no quiero morir...



Kemi fue hacia el único lugar donde suponía que encontraría a Lihuco. Pasaría por los edificios derrumbados ante el horrible terremoto que provocó Christel junto a las muertes que causó Kersmark.

Quería ignorar la masacre que le rodeaba, pero el olor a sangre junto al ambiente tenebroso, hacían que Kemi tuviera que cerrar sus ojos y apretar sus dientes, lamentando la muerte de los que le rodeaban junto aquellos Criseis que lloraban por la pérdida de los que más querían.

«Si hubiera sido más fuerte. Si mi padre no me hubiera impuesto esta maldición», se lamentó en silencio.

Siguió caminando hasta que a lo lejos pudo ver la figura de una mujer con la cabeza apuntando el suelo, de sus manos sujetaba dos abanicos ensangrentados, viendo como enfrente suya había un civil que acababa de morir por culpa de un robot que a ella le costó derrotar.

—Eres un desgraciado —pronunció la mujer con odio—. Confió en ti, dio todo por ti ¿y a cambio le das esto? Matas a su hija y a la gran mayoría de sus seres. Eres un cerdo asqueroso.

—Lihuco...

La mencionada giró su rostro, viéndose a la perfección sus ojos rojos llenos de ira mientras sangre caía de sus brazos por culpa de los daños que recibió de ese robot. Atenta, preparó sus abanicos para otra pelea.

—¡¿Tú también vas a traicionarla?!

—Yo solo vengo a hablar, Lihuco —respondió Kemi, quedándose quieto en el sitio sin hacer nada.

—¡Me niego! ¡No confío en nadie más que en Christel! ¡¿Qué le habéis hecho?!—gritó enfurecida, lista para agarrar el hacha que tenía a sus espaldas.

—La han manipulado, Lihuco.

—¿¡Eh?!

Kemi pudo ver el dolor en aquella mujer que servía fielmente a Christel, se notaba el miedo y la confusión, pero no lo admitía ante esos ojos rojos y las marcas de sus piernas que demostraban que había activado su poder para hacer frente a esos robots.

—A tu diosa la han controlado y manipulado junto a su marido —continuó—. Pyschen controló sus acciones y provocó todo este caos, ni uno ni otro son culpables de nada, solo se han dejado llevar por su poder.

Lihuco abrió su boca para luego apretar sus dientes.

—¡Sabía que no podía confiar en ella! ¿¡Qué es ese poder?!.

—Uno que al parecer actúas como un muñeco sin voluntad ni control de nada, como les ha pasado a ellos.

Lihuco soltó sus abanicos contra el suelo para luego caer de rodillas. Kemi solo pudo soltar un suspiro mientras miraba hacia el suelo.

«Lo curioso es que no me afectó tanto a mi o a los demás. Puede que no le interesamos o porque no estábamos mucho tiempo a su lado —pensó en silencio, cruzando sus brazos—. Si es así, no me extrañaría que Cin cayera rendido y confiara en ella ciegamente sin darse cuenta de nada».

Levantó su rostro, viendo a Lihuco con sus manos cubriendo su rostro. Kemi tuvo que soltar un suspiro más, acercándose a Lihuco.

—Tu diosa está inconsciente —aclaró Kemi—. Cuando fue liberada de la locura, quiso suicidarse, pero se lo impedimos.

—¿¡Qué?!

Levantó su cabeza con asombro, viendo una esperanza inusual que para Kemi le fue incómoda.

—Se ha rendido y con ello también debes hacerlo tú, ya no hay un sentido para seguir luchando, esta guerra ha terminado —concluyó.

Y vio lo que nunca pensó que se encontraría, obediencia. Lihuco se había arrodillado ante él, creándole varias sensaciones negativas en su cuerpo

«Yo... yo no voy a ser como mi padre. No voy hacer lo mismo», se dijo, sintiendo el pánico en su pecho.

—Descansa —pidió Kemi. Lihuco se levantó poco a poco con la cabeza aún agachada—. Ve ahora a por los supervivientes y llévalos a una zona segura, luego adéntrate en los bosques cercanos a la cascada, nos reuniremos allí.

—Si, señor.

Dos palabras que para Kemi se le quedaron grabadas en su cabeza para toda su eternidad.

Caminaba con un gran cansancio mientras intentaba prestar atención a su alrededor por si encontraba algún superviviente. Le angustiaba demasiado ver que su alrededor se había vuelto un mundo destrozado en donde la maldad había ganado como ocurrió en Sinea. Le dolía ver lo que se juró una vez impedir, que los bosques donde ahora caminaba, se quemaran y se volvieran en polvo.

Y lo peor era que aún no debía bajar la guardia.

Siguió con su caminata hasta que pronto pudo encontrarse con Aspaura apoyado contra uno de los árboles mientras respiraba con una gran dificultad. Su rostro dejaba en claro un gran miedo que Kemi era incapaz de comprender, por ello mismo se acercó rápido para ver si necesitaba algo.

—No te veo nada bien. ¿Qué ha ocurrido?

—Por mí no te preocupes, me estoy recuperando aún al igual que mi hermana y Ànima —aclaró Aspaura—. Es posible que tarden en reaccionar, así que estaré vigilando a Christel, ¿sabes algo de Lihuco?

—Se ha rendido y parece que me obedecerá en este tiempo en el que Christel siga inconsciente.

—Comprendo.

Aspaura suspiró y miró hacia el suelo. No podía parar de temblar y eso ponía muy tenso a Kemi.

—Hay un problema muy grave.

—No me digas eso —murmuró Kemi, cansado de haber más problemas.

—Lo siento, sé que todo esto se ha salido de control, pero me temo que este problema viene de alguien que no podemos frenar —explicó Aspaura. Kemi frunció un poco el ceño, tragando saliva—. Debo explicarte algo importante.

—¿Qué estás diciendo Aspaura? —preguntó Kemi—. ¿Cómo que un problema que no podemos frenar?

—Si quieres saberlo, debo explicarte un detalle importante que solo unos pocos saben, entre ellos mi hermana —respondió y tomó aire como mejor pudo a pesar de la debilidad—. Nosotros estábamos cuidando de una niña.

—¿Era hija de...?

—No —interrumpió Aspaura, rápidamente—, mi hermana cuidaba a un tipo de... ¿copia? Si es que se le puede llamar así.

—¿Copia? —repitió Kemi, confundido, viendo como afirmaba su amigo—. No te estoy entendiendo.

—Nosotros nos encargamos de cuidar de una niña, quédate con eso.

Kemi afirmó con su cabeza-.

—Solo unos pocos pueden verla, aquellos que pueden llegar a ser parte de la categoría sistemaria —continuó.

—¿Y qué pasa con esa niña? ¿Ha desaparecido? —preguntó Kemi.

—La han matado —respondió, viéndose la preocupación en sus ojos—, y ha sido un grupo cuyo poder nos supera, muy posiblemente.

—Me estás gastando una broma.

Negó, lo que provocó una gran ansiedad en el pecho de Kemi y que diera un paso hacia atrás sin dejar de ver a Aspaura.

—Hay alguien que ha venido a este código y ha matado a la niña sin piedad alguna, ni siquiera ha dejado rastro, por lo que esto solo me deja pistas de que sea una deidad sistemaria, un brillo galaxial... o peor —susurró esto último.

—¿Por qué querrían estar aquí? ¿Qué tiene este planeta de especial? —preguntó Kemi.

Aspaura soltó una risa triste.

—Supongo que las copias tienen un elemento que logran llamar la atención. Desprenderán alguna luz o algo que nosotros no vemos, lo que provoca que dioses simples ven un planeta ideal cuando en verdad os dejasteis llevar por el encanto de una niña que puede influenciar todo un planeta —explicó Aspaura, dejando boquiabierto a Kemi—. No estoy bromeando, esas niñas no son una broma. Tienen el poder similar a un destello extremo.

—Eso...

—Es la categoría de poder más alta que se conoce actualmente —terminó Aspaura las palabras de su compañero—. Por eso mismo estoy diciendo que hay un problema muy grave y que no podemos detenerlo a no ser que obtengamos ayuda de otros seres igual de poderosos.

Kemi se puso las manos en la cabeza, dando vueltas de un lado para otro. Aspaura soltó un suspiro, cruzando sus brazos.

—Creo que en esta guerra no solo hemos intervenido nosotros —supuso Aspaura—. Y por desgracia han ayudado a Pyschen.

Kemi frenó sus pasos para mirar a Aspaura. Deseaba hablar, pero nada salía de ahí.

—Kemi, entiendo el pánico que tienes ahora mismo. No tiene ni un sentido que alguien tan peligroso esté aquí y quiera no solo formar el caos, sino que destrozar a una copia.... Y me temo que tendremos que avisar de ese grupo.

—¿Cómo que avisar? ¿Qué grupo? —preguntó Kemi.

—Según sabemos son los elegidos de Caos —comentó Aspaura—, por lo que tendremos que avisar a alguien que en principio podría hacerlos frente. El problema es que tendríamos que avisar a nuestra diosa, y como sabrás no tenemos acceso.

—¿Cómo que no? ¿Cómo llegasteis aquí?

—Por su poder y por obligación.

Kemi soltó un largo suspiro. Era gracioso que algo similar le había ocurrido con su padre.

—No todo está perdido —continuó Aspaura—. Si Ànima y Urchevole se despiertan, podemos hablar con ellas y ver si hay alguna forma de movernos. Avisar a nuestra diosa y con ello evitar que el problema vaya a peor.

—Yo... no puedo ayudar en algo como eso, Aspaura —murmuró Kemi.

—Lo sé, por ello creo que lo mejor sería que por ahora busquemos a las demás razas o vigilar a Lihuco y ayudarla a restablecer su ciudad. Como veas más ótpimo.

Kemi cruzó sus brazos, afirmando con su cabeza.

—Me haré cargo de Lihuco, si no te es demasiado peso.

—No, no te preocupes. —Aspaura, levantandose con cuidado, se acercó a Kemi para ponerle una mano en su hombro—. Aunque no lo creas, Kemi, estoy cansado y para que llegue a este punto donde me junte con un Drasino, creeme que es mucho decir.

—No soy un Drasino por completo.

—Pero si usas solo su poder —añadió Aspaura.

Kemi chasqueó su lengua.

—Porque no me quedaba otro remedio, Aspaura. No iba a abusar del poder de la Naturaleza cuando era la que estaba sufriendo junto a los demás.

Aspaura afirmó con calma y con una media sonrisa.

—No te culpo, Kemi. Esta vez puedo entenderlo a pesar de mi odio a vosotros.

—No eres el único —respondió Kemi, mirándole de reojo con arrepentimiento.



Cuando terminaron de concretar todo, Aspaura vería como Kemi regresaba con Lihuco, lo que le dejaría solo una vez más. A duras penas empezó a caminar en busca de posibles supervivientes que hubiera cerca de la montaña.

Con una rama bastante larga y gruesa en su mano derecha, lo usaría como bastón para apoyarse cuando estuviera cansado. En su trayecto, miles de recuerdos del pasado le envolvían, provocando que en más de una ocasión negara con su cabeza y se enfadara conmigo mismo.

«Tantos recuerdos del pasado. Parece que todo se repite. Parece que se burlan de nosotros».

Con la mayor atención posible, miró por todos los lados, encontrándose con el inicio de la montaña donde unas pocas cuevas eran visibles para él. Se acercó a estas, viendo una luz bastante brillante. Esperanzado, se acercó a ellos, viendo a varios Lumos escondidos que no sabían controlar la luz.

Aspaura se acercó a ellos hasta que vio como cubrían su cabeza y se agachaban.

—¡No nos hagas daño, por favor!

Palabras que a Aspaura le eran un puñal en su pecho.

—Vine a salvaros, la guerra ya ha terminado.

Los Lumos lo analizaron con esperanza en sus ojos. Sus cabellos blancos estaban bien peinados a la vez que aquella vestimenta sofisticada y de seda que le gustaba llevar. Era alguien que portaba ropa elegante, propia de un bibliotecario, de hecho, se comparaba con ellos porque de pequeño siempre estaba encerrado en la biblioteca de su escuela.

Recordar aquello le hizo sonreír por dentro, pero no se dejó distraer. Les dio la mano a los Lumos, ayudándoles a salir con cuidado para indicarles un lugar seguro mientras tanto.

—Señor —llamó uno de los Lumos, provocando que Aspaura le mirara con calma—, ¿podría buscar a Luminem? N-No sentimos su presencia.

—S-Sí, la última vez que la sentimos fue por ahí. —Señaló uno de los Lumos hacia la izquierda, el oeste.

Aspaura frenó en seco, abriendo sus ojos de golpe para girar su cabeza y cuerpo hacia sus espaldas. Su corazón bombeó con fuerza.

—Id todo recto, os encontraréis con los demás —pidió.

Aspaura nunca dudó en correr lo más rápido posible. Era el único del que no tenía noticias, pero si su raza decía que no sentía su presencia, lo más probable era que hubiera muerto por culpa de Kersmark o Pyschen.

Siguió corriendo y buscándole por todos los lados posibles hasta que encontró una luz pequeña brillando en el suelo. Frenó en seco, viendo como esa luz perdía su belleza hasta ir desvaneciendo en el cielo. Aspaura, caminando ligeramente, pudo ver el cuerpo de Luminem tumbado en el suelo, con un rostro tranquilo, pero con heridas graves en todo su cuerpo por culpa de las agujas que habían atravesado sin compasión alguna.

Aspaura temblaba sin parar, apretando sus puños.

—Cuis, Luminem y Cin —susurró mientras ponía la mano en su cabeza—. Maldita sea.

Su mirada se centró solamente en el cuerpo de Luminem. Cada herida que tenía eran de las agujas que Pyschen había creado, y todas ellas habían perforado su cuerpo sin compasión alguna.

—Vuestra muerte no quedará en vano —aseguró Aspaura—. Pienso detener todo esto de alguna forma. Os salvaré y no seré el único en esto.

Y tras eso, junto sus manos para ponerlas en su pecho, justo donde estaba su corazón.

—Arriesgado, pero capaz Sensibilidad me permita esto como tradición a nuestra raza —susurró Aspaura.

Cuando una Elina moría, Aspaura sabía que se tenía que dar una bendición. Daban parte de su magia hacia ellas, parte de su música. En este caso, Aspaura, al poner las manos en su corazón —que en su raza estaba en el lado derecho—, crearía una esfera blanca llena de energía donde varias notas musicales se movían a su alrededor. Aspaura estaba dispuesto a darle parte de su energía hacia Luminem para que tuviera la opción de revivir en otro cuerpo.

—Luminem, en nuestra raza cuando alguien te da una bendición, significa una forma de pedir clemencia a la Muerte. Nosotras creíamos que cuando una Elina moría, se le tendría que dar al alma más fuerzas para que la Muerte no fuera injusta —explicó Aspaura—. Yo te daré mi bendición, y espero que sepas aprovecharla para que tengas un descanso correspondiente. Para que en la otra vida puedas descansar sin dolor..

La esfera voló hacia Luminem, volviéndose así en un alma luminosa que poco a poco desaparecería en lo más alto. Aspaura, respirando con una gran angustia, giró su cabeza hacia la derecha.

—Y ahora tenemos que retomar la vida aquí e intentar que Christel sea una humana —decidió Aspaura para luego abrir sus ojos en asombro—. Tenía un destello, ¡es verdad! A lo mejor con ello podemos acceder a otros planetas. Incluso llegar a nuestros hogares.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro