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Capítulo 17: Una sonrisa honesta.

Lejos de todo conflicto, los Cineos y Cineis huían sin mirar atrás, buscando esa supervivencia a pesar de las dificultades que pudieran surgir en medio. Todos corrían, incluso el propio dios del ruido.

¿Miedo? Sí, eso es lo que sentía Cin. Se negaba a luchar, tenía muy claro que ir allí era morir, sabía que la acción más prudente era proteger a los suyos y esperar a que algún milagro ocurriera. Era cobarde de su parte, pero tampoco era un idiota. Prefería morir protegiendo a los suyos antes que meterse en esa pelea.

Cin se quedaba atrás ya que algunos no podían correr tan rápido. Los bellos bosques que una vez admiró, iban volviéndose más oscuros por culpa del caos que había llegado al planeta, apareciendo esa destrucción que le hacía sentir culpable.

«Si me hubiera dado cuenta antes».

Negó con su cabeza y miró hacia atrás, viendo a lo lejos a alguien incapaz de seguir. Estaba en el suelo, respirando con dificultad y soltando unas pocas lágrimas.

—No, no puedes rendirte ahora —susurró Cin. Frenó sus pasos y corrió hacia su dirección. Al llegar, se agachó hacia la joven—. Venga, no hay tiempo que perder, dame tu mano.

Tocarla con la punta de sus manos hizo que su cuerpo temblara como si hubiera tocado hielo. Al verla, reconoció su sonrisa y su mirada. No era una Cineo, no era una de las suyas, era alguien que fingía ser una débil e indefensa.

CIn no dudó en alejarse, pero no demasiado al verse rodeado por varias agujas

—¿No vas a ayudarme? Qué cruel.

«Maldita sea...», pensó Cin mientras miraba a Pyschen, tragando saliva con dificultad.

—La verdad es que no tendría que ser cruel contigo —admitió Pyschen mientras flotaba en el aire, moviéndose poco a poco hacia él—. Me aceptaste, confiaste en mí y, ¿sabes? No fue tanto trabajo, no tuve que manipularte porque creías en mí plenamente. Pocos hacen eso y admito que me sorprendiste cuando eso ocurrió.

—Creía en ti porque eras la única que parecía ser responsable y entender mis pensamientos —respondió Cin, mientras apretaba sus puños. Pyschen sonrió levemente mientras le escuchaba—, eras de las pocas que lograba calmar mis miedos y me entendía, pero a estas alturas no sé si es porque somos dos razas vinculadas, me leías mi mente o me manipulaste.

—Puede ser —comentó Pyschen con una ligera risa—, pero quiero que me seas sincero, querías matar a Christel, ¿no es así?

No hubo una respuesta, pero para Pyschen lo era, mostrando una gran sonrisa mientras se acercaba a Cin con interés, viendo como tenía la cabeza apuntando al suelo. Su cuerpo aun temblaba, creyendo por un momento que en sus manos caía la sangre de inocentes, como si los hubiera asesinado.

—No tienes porqué avergonzarte, tenías unas ideas que eran interesantes. —Mientras hablaba, Pyschen daba vueltas alrededor de Cin, mirando con detenimiento sus expresiones—. Me dijiste varias cosas que me parecieron curiosas. Después de todo no somos tan distintos.

—Lo sé.

Cin miró de reojo a Pyschen, lo que la obligó a detenerse y que se miraran por unos segundos.

—¿Quién te dio ese poder? —preguntó Cin.

—Alguien —respondió Pyschen sin dar mucho detalle, soltando una risa pequeña—, alguien que posiblemente te caería bien.

Sabía que Pyschen no era una diosa por sí sola, sino que alguien le dio ese capricho.

—¿Qué objetivo tienes?

Esa pregunta hizo que Pyschen le mirara con más interés.

—Es un tema complicado, ¿sabes? Mi objetivo aquí es ser una de las más poderosas, pero no por un motivo vacío para conquistar el universo —explicó, calmada—. Hay una historia injusta, una verdad oculta que nadie quiere asimilar y yo, curiosa como siempre, quise ayudar.

—¿Una historia oculta? —preguntó Cin.

—El universo es mucho más complejo de lo que crees, Cin. Lo sabes bien ante la historia de Tréla, la conoces, ¿verdad? —comentó Pyschen.

Cin tragó saliva con dificultad.

—Tréla hizo las cosas bien hasta que todo el desastre ocurrió.

—Si bueno, eso es lo que algunos dicen —respondió Pyschen con una ligera risa—. En general, crees que sabías todo cuando ahí fuera hay miles de problemas

—Y tú me dabas pequeñas pistas.

—Exacto. —Pyschen movería sus brazos, enseñando sus agujas de las manos—. Mi objetivo aquí es obtener un poder que luego será usado para decir la verdad, todo lo demás es algo que surge sobre la marcha —explicó, para luego mirar a Cin con curiosidad—. Tú me enseñaste muy bien el poder del ruido, pero no me esperaba que estuvieras tan dispuesto a trabajar conmigo. Eres interesante.

—Lo hice porque tenía miedo de lo que pudieran hacer, no confío, menos cuando ellos están tan unidos y me dejaron solo con tanto cargo, dejándome a un lado —admitió Cin—. No es divertido saber que tú causaste eso, confié en ti y me engañaste como ellos.

Los ojos de Pyschen se movieron hacia la izquierda como si le molestara esa contestación.

—No exactamente —respondió mientras movía su mano derecha, haciendo pequeños círculos con sus dedos—. A diferencia de ellos, siempre me mantuve leal a ti y nunca te mentí, nunca lo hice. Esconder un secreto no es mentir.

«Eso depende de muchos factores», pensó Cin.

La mirada discreta de Pyschen junto a su sonrisa malévola dejaba en claro que era una mujer que no conocía la compasión. Los gestos suaves que hacía con su mano derecha cesaron, apretándola en forma de puño para escucharse miles de almas gritando por ayuda. Una sinfonía que dejó aterrado a Cin.

—Si quisiera te habría matado, Cin, pero fuiste el único al que de verdad me arrepentí de herir porque, ciertamente, me importabas —admitió Pyschen. Cin se quedó atónito sin saber bien qué decir o pensar—. No confío en nadie más que en él, y ahora, en ti. Siento si tuve que mentir, pero ahora soy totalmente honesta con la información que pueda darte.

—¿Por qué haces esto? Tiene que haber un motivo real aparte de esa historia —preguntó Cin.

—El motivo es ese, Cin —respondió Pyschen con seriedad—. A mí no me gusta que me escondan la verdad, que estén en mi contra cuando hago todo el trabajo, ¿sabes? Él vio en mí parte de su pasado.

—¿A quién te refieres?

Pyschen se quedó en silencio, mostrando una leve sonrisa.

—A alguien que me dio la oportunidad de ver la debilidad en esas máscaras, ¿crees que no me di cuenta? Esos amigos que tú dices desconfían de ti por tus acciones, por lo que dices, ¿o es que acaso no ves que te han dejado solo? Ellos dos comparten un mismo interés, uno en el que tú no tienes importancia. Y mientras te dejan todo el trabajo, ellos disfrutan sin importarles nada —explicó Pyschen—. Él ve eso, y nos ayuda.

Cin no podía negar esas palabras, cuando ocurrieron los asesinatos fue cuando empezaron a separarse. Nunca se sintió incluido o querido como podían hacer ellos dos. Siempre cargaba todo el peso de la preocupación, miedo y paranoia, pero en cambio la única que estaba a su lado y siempre estaba dispuesta ayudar era Pyschen, la que dio todo, aun teniendo otros planes a sus espaldas.

Y eso le hacía sentir horrible, pero a la vez empezaba a comprender a Pyschen.

—Vi en ti una parte de mi pasado y no podía dejar que te sintieras tan mal, entendía tus miedos y preocupaciones, me daba asco que ellos te respondieran de esa forma —explicó Pyschen—. ¿En qué mundo puede haber una opción tranquila? Ninguna, siempre hay mentiras y máscaras que nunca revelan la verdad.

» Por eso estoy tan cansada de esas falsedades, por eso mi poder me permite saber la verdad, conocer lo que ellos ocultan. —Una sonrisa maligna iba apareciendo en su rostro, una que a Cin no le asustó—. Si querían hablar siendo dioses, me temo que hay una triste noticia, todo dios tiene una parte violenta y si hablas con las palabras equivocadas, tendrás que enfrentarte a él o morir.

—Tú conoces bien las palabras correctas.

Esa contestación hizo sentir halagada a Pyschen, se notaba por la sonrisa honesta que tenía.

—Conozco las palabras que un dios quiere escuchar, el hecho de estar frente a él ya es saber una parte de su historia —explicó Pyschen y enseñó sus manos. Sus dedos eran agujas que mostraban varios hilos, unos que controlaban las acciones de los dioses que formaban en caos—. Mi presencia hace que poco a poco pierdan la cordura, ¿por qué crees que siempre sé cómo hablar y actuar? Mi poder hace que, una vez que los conozca siempre tenga un hilo, la mentira. Claramente esto no siempre funciona, por desgracia algunos son muy resistentes,como ese maldito zorro —susurró esto último.

Ocultó sus manos y vio su rostro pensativo. Cin debía ir con cuidado porque dijera lo que dijera iba a morir, y lo tenía muy claro.

El ruido que había a su alrededor era descomunal, uno que aceleraba su corazón por el poder que podría tener si lo deseaba, pero ¿para qué? Estaba en un punto en donde estaba amenazado e hiciera lo que hiciera no podría hacer nada.

Tampoco era que quisiera dañarla.

Respiró hondo mientras abría las palmas de sus manos, recibiendo ese poder que tenía a su alrededor. Pyschen, sin entender qué estaba haciendo, se alejó un poco solo por si acaso.

—Con esa acción me has demostrado que no estabas leyendo mis pensamientos —comentó Cin, calmado—. Así que realmente has dicho la verdad en todo este momento.

—Miento en aquellos que esconden la verdad, contigo no tenía un motivo. Pude confiar en ti, al igual que tú en mí —respondió Pyschen—. Tenía intención de revelar la verdad, pero aparte de que no me dejaban, ese vigilante de la naturaleza...

—Kemi, ¿verdad? —interrumpió Cin—. Ya, tampoco me cae muy bien, pero tengo un plan para ello.

De pronto, se escuchó un grito desde la lejanía, proveniente de una voz que ambos conocían. Cin sentía una rabia inexplicable, ¿qué hacía Luminem yendo a por él?

—Comprendo un poco tu visión, Pyschen —murmuró Cin.

Dando una palmada, creó a su alrededor una gran esfera de ruido, una que a Pyschen le sorprendió por completo, mirando todo lo que la rodeaba hasta que sus ojos se dirigieron hacia el dios. Cin daba pasos lentos mientras mantenía sus manos juntas.

—El ruido es un elemento, un poder que te enseñé bien y que aprendiste a utilizar —explicó Cin. Se quedó enfrente de ella con una mirada calma, incluso de confianza—. Y aún te queda mucho por aprender de ella, más si somos dos razas vinculadas, dos razas que durante cientos de años estuvieron aliadas.

—¿Cin? —Pyschen no comprendía sus acciones, pero su cuerpo estaba temblando de preocupación.

—Confío en que sepas utilizarla bien, que puedas completar la tarea y acabar con todos ellos.

Separando las manos y poniéndolas en los hombros de Pyschen, desprendió todo el ruido mientras su cuerpo desaparecía poco a poco. Tenía claro su misión, ella iba a absorber todo el ruido que había, ceder todo su cuerpo y energía para que obtuviera un nuevo poder, uno que le permitiera controlar a aquellos falsos y mentirosos que existieran. Cin sabía que estar a su lado no iba a ser fácil, era débil, dependía del ruido, pero ella no ya que poseía el poder de la locura.

Y juntar esos dos elementos era un peligro que nadie quería hacer frente.


Desde lo lejos, Luminem pudo ver lo que ocurría y, por mucho que quisiera, no podría avanzar por culpa del poder que había alrededor de ellos.

Escuchó un grito, uno que provenía de Pyschen. Estaba desesperada ante los sonidos y voces que escuchaba a su alrededor, perdiendo la consciencia ante esa cantidad de poder que tenía que procesar. A los ojos de Luminem veía un tétrico y horrible espectáculo de humos negros y grises seguidos, siendo rodeado poco a poco en un escenario perturbador en el que era incapaz de mantenerse de pie.

En sus ojos veía líneas negras que destrozaban todo lo que él vivió, veía versiones horrendas de escenarios que no existían, haciéndole llorar desesperado. Pedían ayuda y sufrían sin parar mientras le pedían que hiciera algo, pero le era imposible.

En medio de ese caos, escucharía una risa, una que iba aumentando cada vez más hasta que resonó en los bosques, posiblemente más.

—¡Llegaste tarde como hiciste con Cuis! ¡Eres tan inútil, ¿acaso te has vuelto tan débil?!

Quería levantar su cabeza, pero no podía por culpa de la presencia que tenía enfrente. Además, las agujas que le rodeaban se movían cerca de su cabeza, jugando con su cabello, rasgando con cuidado su cuello. Riéndose de su posición tan débil y denigrante.

—Has perdido todo lo que querías en este mundo, ¿harás algo al respecto o simplemente te rendirás?

Cuando giró un poco su cabeza, pudo verla. Su apariencia seguía igual, pero el aura que desprendía era mortal. Ese humo gris y negro, esas líneas de esos mismos colores y los gritos de desesperación la rodeaban mientras estaba con una gran sonrisa que nadie se la podía quitar.

—¿Qué has...?

—Cin quiso ayudarme dando todo su poder —respondió Pyschen con una risa—. Ahora ya no solo tengo un título, sino dos. Conoce a tu nueva diosa, a la única que debes respetar y temer. La diosa del ruido y la locura.

Ante esas palabras llenas de orgullo, Pyschen no dudó ni un segundo en atacar a Luminem. Sus manos mostraron las agujas que se escondían, apareciendo hilos que irían directos a él.

Luminem pudo esquivarlos de milagro. Aunque fuera veloz, tendría que estar siempre atento porque los hilos se movían a una velocidad abrumadora y Pyschen trataría presionarlo con varias lanzas de ruido que atacaría hacia sus órganos vitales. No iba a tener compasión, y más si necesitaba formar todo el caos posible.

Trataba de pensar en algo, pero con la presión que tenía encima le era imposible. Sus ojos dejaban atrás un río de lágrimas que mojaban su visera, dejando que sus ideas se mezclaran con el temor, creyendo que la mejor opción era actuar con violencia y rapidez.

A una absurda velocidad, llegó a estar frente de la diosa, dándole un golpe directo en su rostro, empujándola hacia atrás. La siguió con esa velocidad, brillando más su cuerpo para que Pyschen se cubriera con sus brazos.

—Te recomendaría no seguirme tanto.

Sorprendido por sus palabras, se vio obligado a frenar y esquivar a duras penas las lanzas que iban a su cuerpo. Estas romperían parte de su vestimenta, entre ellos sus pantalones y su visera, que a duras penas cubría esos ojos blancos.

—¡Aunque seas más rápido que yo, no voy a permitir que me toques, querido! —gritó Pyschen entre risas—. ¡Ja! Para ser luz, tus ojos no brillan tanto como pensaba.

Luminem sonrió de forma burlona, agarrando la visera de sus ojos para retirarla.

—Si tanto quieres verlo, entonces te daré ese placer.

Y al abrir sus ojos, la luz de sus ojos sería capaz de dejar ciega a Pyschen en menos de un segundo. Había iluminado todo aquel bosque que los rodeaba, creando así una columna de luz como si fuera un faro iluminando la noche más oscura.

Con la mirada determinada, vio como Pyschen intentaba cubrirse mientras se quejaba de dolor. Luminem, respirando profundamente, se posicionó para atacarla una vez con sus brazos.

No era fuerte con sus golpes, pero con su velocidad y luz en combate, le podía dar una serie de golpes encadenados que le harían sufrir a Pyschen, impactándola contra los árboles.

Ver como escupía lo que parecía ser sangre hizo que Luminem sintiera la confianza y esperanza. No era inmortal o fuerte como quería hacer creer a los demás. Pyschen, después de todo, era el títere.

—¿Por qué? —preguntó Luminem, observando cada movimiento que hiciera para golpearla en caso de que hiciera algo—. Cin confiaba en ti... no, todos confiábamos en ti. ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué motivos tienes para actuar de esta forma?

Pyschen, con la sonrisa cruel ensangrentada, observó a Luminem para escupirle y mirarle con desprecio.

—¿Quién sabe? Cada uno tiene sus motivos, tú por ejemplo tenías la cegada obsesión de buscar una paz.

—¡Por qué sabía que el universo era peligroso! ¡Deseaba que este planeta fuera un refugio para ellos! —gritó.

—¡Menudo ignorante eres, Luminem! —chilló Pyschen—. ¡El universo...! ¡No! ¡La galaxia en la que estamos es la más peligrosa que puedes conocer! ¡Fue la última en crearse bajo las manos de una mimada que se piensa que con su poder puede controlarlo todo! ¡Es una ignorante!

Luminem la miró con detenimiento, frunciendo un poco el ceño.

«Sabe. Sabe demasiado».

—Buscar la paz en una galaxia tan caótica... No, ¡ni siquiera es uno sino todos los que nos rodean! ¡Maldita sea! —Molesta, trató de levantarse, pero Luminem la retuvo pisándola en su pecho—. ¿¡Qué haces!?

—Tú hablas más de lo que deberías, sabes algo que los demás desconocemos —murmuró Luminem—. Kemi no se equivocaba contigo, ¿qué ocultas, Pyschen?

—¡Ja! Si piensas que te lo diré fácilmente, te equivocas —aseguró Pyschen—. Mis palabras dan pistas, siempre lo hago con esa intención, porque sé que al final vuestra vida no será la suficiente para decirlo a los demás. Es como jugar con la comida, ¿lo entiendes?

Luminem la analizó con detenimiento, aquella sonrisa mostraba una confianza que no le gustaba, tanto que le obligó a girarse y ver miles de lanzas amenazándolo mientras los hilos atravesaban en medio de ellos.

—Y a mí me encanta jugar con todos y cada uno de ellos.

Tuvo que apartarse, pero varias de las lanzas atravesaron sus brazos y piernas. En medio de esas lanzas, los hilos se movían poco a poco como si fueran serpientes, amenazándole con ahorcarle o cortarle sus brazos si se movía.

Pyschen se levantó del suelo, quejándose del dolor y la luz, pero mirandoa Luminem con una sonrisa que jamás olvidaría.

—¿Qué quieres saber, Luminem? —preguntó con excesiva confianza—. ¿Qué esta galaxia se creó por un conflicto caótico? Creo que eso muchos lo saben, pero lo cuentan como leyendas. Los conoces, galaxias con seres de gran poder, que asemejan e interpretan los elementos de distinta forma, como la luz y la oscuridad.

» Oh claro. Tu idea tan utópica de ser amigo de todos y promover la paz es tan estúpida. En tu interior sabías que eso no iba a ser posible, estabas atento y tenías miedo, se veía cuando estabas con Christel junto a esas mentiras piadosas.

—Y tú a las espaldas tratabas de alterarnos —añadió Luminem.

—¡Exacto! ¡Qué listo eres cuando quieres, Luminem! —se burló, mirándole con curiosidad—. ¿Sabes? Conocer demasiado no es algo que me guste, no quiero tener la boca callada como me obligan, pero tampoco me puedo quejar, ¿sabes? Al menos tengo un poder y con ello puedo cumplir un deseo que tenía oculto.

—O sea que trabajas para alguien más, nunca obedecías a Cin.

—Claro que lo hacía, por ello me tuvo tanta confianza —explicó Pyschen—, pero sí, claro que lo hago, por ello tengo este poder y mis ventajas.

Luminem soltó una risa suave, sintiendo un ligero escalofrío en su piel.

—Jamás tuviste elección propia, una mandada. ¿Siempre fuiste así? —preguntó Luminem, desafiando, provocando.

Pyschen le miraría con desprecio.

—No hables con esa confianza si no tienes ni la menor idea.

—No. Algo de idea tengo, ¿sabes? —explicó Luminem, observándola con detenimiento mientras respiraba angustiado—. Matar a Luminosa capaz no fue una buena idea, solo tienes que mirar a Ànima y ver que tu propia hermana irá a por ti.

Pyschen le observó impactada, viendo la sonrisa confiada de Luminem.

—Luminosa fue leal a mí, pero dejaba que actuara por sí sola porque contaba con que fuera la próxima diosa de la Luz, lo mismo ocurriría con Ànima con su poder y contigo, aunque ahora lo seas, pero no por tus propios esfuerzos —continuó—. Es despreciable lo que haces, pero a la vez penoso saber que jamás podrás moverte ni hablar de lo que quieras porque ese alguien estará vigilando todo lo que haces.

Pyschen movería su brazo izquierdo para atacarle, pero por alguna razón tenía miedo de actuar.

—¿Qué tan libre eres, Pyschen? Conoces todo, podrías ser alguien tan cruel, tan despreciable, pero no con esa libertad que deseas porque alguien estará controlando tus acciones. ¿Eres realmente el títere o acaso eres un muñeco que hace las tareas sucias del verdadero títere?

Apretando sus dientes con rabia, movió sus hilos para que cerraran su boca a la vez que cortaba sus brazos y piernas, provocando que Luminem llorara de dolor y cayera contra el suelo, sangrando sin parar mientras Pyschen empezara a gritar:

—¡No tenéis ni la menor idea de las palabras que pronunciáis! ¡Oh! ¡Claro que soy consciente de ello! ¡Lo acepté con gusto porque creía que todo salía a mi gusto con el poder que tanto ansié! ¡Como deseaba acabar con todos sin importarme nada porque es algo que pedía en mi anterior vida!

Luminem, mirándola de reojo, vio como respiraba angustiada mientras las lágrimas caían de sus ojos.

—¡Pero con lo que no contaba es que esa maldita idiota lograra una nueva vida! ¡No tiene ningún maldito sentido! ¡Nada lo tiene! —Su voz quebró en sus palabras, provocando que sus manos temblaran—. ¡Ella es mi debilidad! ¡La veo y recuerdo lo que hice! ¡Si todo fuera más distinto no me importaría nada más que cumplir mi misión!

Cuando las lágrimas cayeron de sus mejillas, su mano dejaron de temblar. Sus ojos miraron desesperadamente el suelo hasta encontrarse con Luminem, demostrándole el odio que le tenía.

—Y es lo que haré si con ello puedo tener la vida que tanto he deseado.

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