Capítulo 16: Respirar una última vez.
Los terremotos no pasaron discretos. Las ciudades estaban en alerta, tratando de poner a salvo a los habitantes antes del desastre.
En el exterior, todos estaban escondiéndose a un lugar más seguro, tenían intención de meterse en las cuevas profundas de la montaña, unas distintas donde estaban los Cutuis. Una idea arriesgada, pero que Luminosa aceptó por órdenes de su dios.
Por lo que ahora se encontraría por la zona baja de la montaña, llevando a los Lumos hacia las cuevas, donde contaba que serían protegidos por sus mejores guerreros. Deseaba ver a Ànima también, porque la última vez que se vieron, se prometieron verse antes de todo el desastre.
—Por Luminem, que siga viva —susurró, mirando a su alrededor hasta que vio a un pequeño niño alejarse de los demás—. ¡Eh! ¡Frena!
Corrió en su dirección para intentar detenerse. El pequeño quería explorar en el peor momento posible, adentrandose hacia los bosques otoñales. Las hojas iban cayendo, formando montones de hojas que uno desearía tirarse y mancharse de barro, de no ser que la situación era de vida o muerte.
Este bosque en concreto era uno cercano a Seriu, por lo que fue normal para Luminosa ver como algunos Cineos o Cineis estuvieran escondiéndose y huyendo hacia una zona más segura.
Pronto alcanzaría al pequeño, agarrándolo de la mano.
—No te metas en este sitio, vuelve arriba y regresa con tu familia en la cueva, ¿entendido?
El pequeño, sorprendido por las lágrimas de Luminosa, aceptó y se movió, dejándola sola.
Una vez ahí, Luminosa intentó respirar hondo. No quería entrar en desesperación, ya lo había hecho varias veces cuando escuchó esos terremotos que la obligaron a moverse con rapidez para evacuar a los demás.
Se sentía mal porque Luminem le pidió eso en vez de luchar a su lado.
—Soy una inútil —susurró Luminosa.
No pudo ser capaz de entender bien sus poderes por todo lo ocurrido ese día. Esa mujer que perturbaba su mente, dispuesta a matar a todo aquel que se interpusiera en su camino.
Pensar en ello hizo que bajara la guardia, y para cuando quiso avanzar, sus piernas no reaccionarían.
—¿Y tú eres la pareja de mi hermana?
El corazón de Luminosa parecía estar rodeado por varias agujas. Un mal gesto, sería su muerte. Respiraba angustiada, sintiendo esa presencia que la obligó a girarse, cayendo de espaldas al suelo para ver a Pyschen enfrente suya.
—Esto puede ser muy divertido, ¿no crees?
Su figura fantasmal, junto el ruido que la rodeaba hacían una mujer imponente, una que Luminosa era incapaz de detenerle porque Pyschen era una diosa.
—La niña que perdió a sus padres. ¿Quién sería el culpable de ese acto tan atroz? —preguntó burlona—. ¿Tú me lo podrías decir?
La mirada llena de odio de Luminosa dejó en claro la respuesta para Pyschen.
—Tu cabeza tiene que preguntarse ahora mismo, "¡¿por qué lo hiciste?!" —imitó la voz de Luminosa—. Muy simple, quería que los dioses se pelearan entre ellos.
—¡¿Cómo?! ¿¡Por qué?!
—Es muy simple. ¿Sabes cuando Luminem le dejó a Cin entrar a su ciudad? Fue al principio del todo, cuando el ruido y la luz se conocieron por primera vez. Fui testigo de ello y pude ver muchos sentimientos que me enfermaron, pensé que jamás tocaría esa ciudad, pero al final cambié de opinión cuando vi la triple alianza que hicieron esos dioses.
» A partir de ahí me presenté, logrando que Cin me hiciera caso y me considerara como una órbita novata ya que era de las pocas que podía controlar a los animales con mi poder. —Miraba con atención a Luminosa, viendo sus ojos temblorosos—. Soy una persona muy paciente, Luminosa. No sabes cómo me encanta moverme según actúa el tiempo porque parece que me entiende y que me permite actuar con cabeza. Fue muy fácil adentrarme en Linee, dormirte y que te enviaran hacia Custió.
—¡Fuiste tú! —gritó Luminosa, pero, por un momento, vomitaría una gran cantidad de líquido amarillo de su boca ante la ansiedad que sentía.
—¡Claramente! —Rio mientras ponía su mano en la cabeza de Luminosa, acariciando su cabello mientras se burlaba de su vulnerabilidad—. Fui yo quien te envió allí para que tus padres creyeran que los Cutuis querían atacar a los Lumos, fui yo quien los llevó al bosque para que, al final, murieran. El problema fue ver cuando sus almas se volvían en luces que podían darle información a su dios, así que no me quedó otra que destrozar todo lo que les quedaba de ellos para que mi plan funcionara.
Luminosa, a pesar de saber esa información que la dejaba destrozada, sonrió victoriosa al ver que esa idea que tuvo Pyschen no había funcionado.
—¿Por qué sonríes? —preguntó Pyschen—. ¿Te crees que no funcionó? Que tonta, si solo era uno de los varios planes que tenía pensado, aparte, si funcionó, más cuando Cin temía a los Cutuis y me mandó atacar a Ànima para saber información sobre ellos. —Su respuesta hizo que Luminosa temblara una vez más—. Admito que no me esperaba que esos Luminem y Cuis se enamoraran, ni menos que Kemi interviniera, ese maldito Drasino me fastidió una parte de mis planes.
—No eres tan lista como crees, Pyschen —contestó Luminosa, mirándola de reojo como mejor podía porque su cabeza apuntaba al suelo sin poder moverla.
—Que osada eres de decirme eso aun sabiendo que vas a morir al igual que tus padres —respondió Pyschen mientras se agachaba un poco para mirar a Luminosa—. Dime una cosa, ¿por qué amas a mi hermana? ¿Por qué confiaste tan rápido en ellos? Son maldad, de ella solo sale un solo elemento, oscuridad, un poder que desea para ser admirada y con ello pisotear a los demás, ¿qué no lo ves? Tendrías que haberte quedado a mi lado.
—No es mi culpa que jamás tuvieras la atención que deseabas —respondió Luminosa con asco. Aun con el miedo, aun siendo incapaz de moverse, no iba a dejar que insultaran así a la persona que más quería—. Deberías apreciar lo que ha hecho ella por ti, lo que ha sacrificado para salvarte y, en vez de eso, decides formar el mayor caos del mundo, riéndote como si de verdad lo disfrutaras, cuando no es así.
—Ah, sabes mi historia con mi hermana —murmuró con una pequeña risa.
—Sé todo sobre ti, Pyschen, se incluso tu verdadero nombre.
—Como si eso me asustara. —Pyschen sonreía, al menos por un momento—. ¿Y qué vas hacer diciendo que sabes mi historia? No me conoces, no vas a convencerme de nada.
—Como te dije, sé toda tu maldita historia porque me lo dijo, al igual que tú se lo explicaste en tu momento más desesperado —aseguró Luminosa, pero su confianza fue retirada cuando varias agujas aparecieron a su alrededor.
—Te equivocas, la locura se lo dijo, no es algo que yo su-
Luminosa se dio cuenta que Pyschen había frenado sus palabras de forma abrupta. Tal hecho la confundió, mirándola de reojo para ver cómo el rostro de Pyschen pasó a terror. ¿Por qué? Luminosa no lo tenía claro más que una sola suposición, alguien estaba a su lado, hablándole.
—Estoy perdiendo el tiempo contigo —murmuró Pyschen.
Levantó su brazo izquierdo para intentar atacar a Luminosa, pero no haría ni un gesto más, solo la miraba, dándose cuenta que Luminosa levantaba poco a poco su cabeza mientras la miraba sin miedo a nada, ni siquiera a la muerte.
—¿Por qué haces esto? —se atrevió a preguntar Luminosa, viendo como Pyschen apretaba sus dientes—. Radow me dijo que tú no eras así, que, a pesar de tener esa dificultad para caminar, seguías con la intención de seguir con vida. Te retiraron la esperanza, toda, incluso la que tu propia hermana te daba.
Sus brazos temblaban mientras intentaba levantar el brazo izquierdo. Luminosa, atenta a todo lo que podía, veía como al lado de su brazo izquierdo había alguien observando, una presencia de gran altura atento a todo.
—¡Tú no me conoces! ¡No sabes nada sobre mi ni cómo decidí ser una diosa! ¡No quise morirme por gusto ni placer, sino porque una mejor vida me esperaba! ¡Penoso es suicidarse con la esperanza de salvar a alguien, a tu hermana!
—Ahora dilo sin llorar.
Una contestación osada, pero cierta. Pyschen estaba con lágrimas en sus ojos. Su sonrisa había desaparecido mientras soltaba la lanza poco a poco.
—Tu hermana se preocupa horrores por ti y la ignoras como si hubiera hecho algo terrible, ¿quién te ha engañado de esa forma? —preguntó Luminosa.
—¿E-Engañado? No, ella te está mintiendo —respondió, y de pronto giró su cabeza hacia la izquierda, como si alguien le hablara.
«Esa actitud es la de alguien que está siendo controlada. Nadie se gira así, nadie se asusta al ver a alguien que... —pensó Luminosa, pero por un momento hizo billar todo su cuerpo, encontrándose una silueta que hablaba hacia Pyschen con un rostro cabreado. Un hombre de gran altura que lograba imponer con tan solo su presencia—. ¿Quién es él? No está sola, ella, ella tiene...».
—Pero eso no te importa.
La presión y presencia de Pyschen desaparecieron de golpe al igual que todas las agujas que la rodeaban tanto dentro de su corazón como fuera de su cuerpo. Se esfumaron como humo grisáceo, dejando una gran confusión a Luminosa quien miraba a su alrededor con una respiración angustiada. Tembló, intentando dar unos pocos pasos para darse cuenta que, si no se movía ahora, iban a matarla.
Eso, o a lo mejor Pyschen iba hacia la persona que más quería.
—Ànima —murmuró, aterrada—, va a por ella, ¡va a por...!
El sonido de un arma cortando sin piedad la carne y los huesos de una persona hizo que Luminosa se quedara ciega para toda su vida, que su mente fuera incapaz de procesar ese dolor que había recibido mientras sus piernas fallaban y caía contra el suelo.
«No ahora... ¡No ahora!»
Con la cabeza apuntando hacia los árboles, intentó estirar su mano derecha, intentando lanzar algún elemento para avisar del peligro, pero incluso su mano sería destrozada sin compasión alguna ante el corte limpio de un arma que desconocía.
—No iba a dejarte vivir, ¿qué te esperabas? —preguntó Pyschen mientras miraba todo encima de la cabeza de Christel—. Te ilusionas demasiado, eres demasiado positiva, ves el mundo de un color que no corresponde. Espero que en otra vida seas totalmente lo contrario, seas la Negatividad que inunde tu mente. Si es que logras mantenerte con vida.
Antes de que Pyschen la rematara, el grito de un hombre cegado por la ira y el odio hizo que la diosa de la locura se pusiera en alerta. Justo en ese tiempo, Luminosa lanzó toda la luz de su cuerpo para que se moviera entre los bosques sin que a Pyschen le diera tiempo a reaccionar.
—Ah, encima eres una chivata —susurró Pyschen—. Una niña inmadura que nunca se calla la maldita boca.
Ànima y Cuis corrían hacia en dirección a Linee. Tenían claro que ir a esa ciudad era complicado por la luz que aún lograba emitir, pero aun así iban porque la situación lo requería, aunque para su sorpresa, su encuentro sería mucho más temprano, viendo el rostro angustiado y preocupado de Luminem.
—No la encuentro —pronunció Luminem—. No sé dónde está, no está en el refugio.
—No me digas eso... —susurró Ànima.
Cuis pudo reaccionar, yendo hacia los bosques que había cerca de Seriu, mientras que Ànima se quedó quieta en el sitio, escuchando una voz que perturbaba su mente y paz. Una voz que se burlaba de ella.
«Deberías ver a tu novia. Capaz se ha encontrado con alguien».
Luminem se dio cuenta que Ànima no reaccionaba, intentó moverla con sus brazos, pero no pudo cuando vio una luz débil adentrarse en su cuerpo. Abrió sus ojos en demasía, para luego mirar a Ànima y agarrarla de la muñeca.
—Tenemos que ir a por ella. ¡Ya!
Se movieron a una gran velocidad, a la cual Ànima lograba mantener un ritmo parecido al dios porque iba por las sombras del bosque. Ambos trataron de avisar a Cuis, pero todo era en vano porque la diosa se enfocaba en buscar a Luminosa.
De un lado a otro, moviéndose entre los árboles con una gran velocidad, Luminem siguió avanzando, encontrándose con CUis, pero no le daría tiempo a decirle nada cuando sintió una presión poderosa, una que le recordó al primer encuentro que tuvieron con Christel.
Sin dudar, iría hacia Christel para pronto encontrarse con aquello que le destrozó por dentro, sin ser capaz de pronunciar ni una sola palabra.
—Oh, parece que tengo visita —murmuró la voz de Christel, girándose un poco junto su espada.
Sangre blanca caía de su arma, la misma que había utilizado para matar, para arrebatar la vida de una joven que brillaba con una positividad que todos envidiaban. Luminem veía como esas gotas iban lentamente hacia el suelo, manchando poco a poco la hierba que a Christel no le parecía importar.
—Encima no solo de uno, sino varios —se burló Christel.
Luminem abrió los ojos al darse cuenta y se giró para intentar detener a Ànima.
—Un gusto verte Ànima, ¿te gusta el regalo que he hecho?
Pero demasiado tarde.
Le dolía demasiado ver el cuerpo de Luminosa en el suelo, saliendo un montón de sangre que manchaba la hierba, hojas y tierra sin control alguno. Christel empezó a reírse sin parar.
—¡Sorpresa! —gritó Christel con una sonrisa, haciéndose a un lado para ambos vieran lo que había hecho al cuerpo de Luminosa—. Hoy es un día muy bonito por el que recordar, ¿no? Algo así como un cumpleaños.
No hubo palabras, tampoco era que hicieran falta. Ànima veía el corte que iba desde la cabeza, cruzando el cuello, destrozando el pecho, arrancando su cadera y con ello sus piernas. El cuerpo de la chica que más amaba y apreciaba, había muerto sin opción alguna a ser curada. Solo veía como Luminosa, en su último intento antes de morir, había estirado su brazo derecho para pedir ayuda.
—Te es divertido —murmuró Ànima, agachando la cabeza mientras apretaba sus puños—. Muy divertido.
—La verdad, es que ha sido muy-
Las palabras de Christel se interrumpieron al ver a Luminem atacar con sus manos desnudas. Gritaba mientras intentaba lanzar una gran cantidad de luz con intención de cegarla, pero por desgracia, su velocidad no era nada comparable con la de Christel, quien ya estaba lista para cortarle por la mitad con unos de sus mandobles que tenía a sus espaldas.
El problema fue que ese corte no lo recibiría Luminem.
—¡Cuis!
Sino que la diosa de la oscuridad, que moviéndose a tiempo, agarró la camisa de Luminem para empujarlo hacia atrás, recibiendo el corte lateral por toda la zona de su pecho.
El grito lleno de angustia y dolor se podía escuchar en los bosques proveniente del dios de la luz.
—¡No! —chilló con tanta fuerza que sacudió los bosques.
—¡Penoso! ¡Tan penoso! —se burló Christel, viendo como Luminem agarraba el cuerpo de Cuis con sus manos—. ¡Tendrías que ser más previsor! ¡Más listo! ¡Más...!
—¡Callate!
No supo bien cómo lo hizo. Tampoco era que tuviera la conciencia para ello, pero Ànima logró tener el valor de acercarse a Christel para darle un puñetazo en su rostro. Ante esto se alejaría, dando varios pasos hacia atrás mientras respiraba con dificultad.
—Como si tú pudieras hacer algo al respecto.
El golpe brusco y rápido en su lateral derecho hizo que Ànima impactara contra el suelo, escupiendo sangre por su boca. Intentó levantarse de nuevo, sin importarle el dolor que sintiera, pero no podía hacer nada. Solo verlo todo mientras perdía poco a poco su vista.
—Bien, un estorbo menos. Quedas sólo tú.
Las palabras de Christel carecían de valor para Luminem. Solo miraba los ojos de su amada, aquella que no reaccionaba ante su voz ni hacía un solo gesto. Solo veía como sus ojos consumidos por la oscuridad iban desapareciendo para moverse por el suelo en donde ellos se encontraban.
En un gesto desesperado, la abrazaría con todo el cariño y amor que le tenía, cerrando sus ojos mientras le susurraba palabras llenas de dolor. Unas que a Christel no le importaba, es más, le hacía sentir asco.
—Incluso ahora, cuando puedes hacer algo, decides ser así de inútil —contestó.
Levantó su mano izquierda que sujetaba un mandoble. Aquel que sería el final de Luminem. Como mejor pudo, movió su cabeza en dirección a Christel con los ojos llorosos, recordando todo lo que había vivido, en concreto esos buenos momentos que tuvo con Cuis.
Cerró sus ojos, esperando ese momento que tanto odiaba.
—Creo que te olvidas de alguien, Christel.
Pero no llegaría, no ante esa voz que logró dejar atónitos a los presentes.
—Yo no he muerto aún.
Christel se quedó impactada ante lo que veía, siendo incapaz de reaccionar ante unos tentáculos que agarraron su mano izquierda, destrozándola en un solo gesto que la hizo chillar de dolor. Soltaría el mandoble y se alejaría de este, mirando con atención hacia aquella mujer consumida por la oscuridad.
—¿En qué te has vuelto? —preguntó Christel.
—En tu mayor pesadilla.
Luminem no pudo evitar girar su cuerpo en cuanto notó la abrumadora presencia oscura. Tembló sin parar cuando la representación de un ser marino aparecía a espaldas de Ànima, una tan grande y monstruosa que deseaba acabar con la vida de Christel sin importar las consecuencias que hubiera de por medio.
Christel, aun impactada por su abrumadora presencia, se reiría de ella.
—¿Qué va hacer una órbita novata como tú? —preguntó Christel con una pequeña risa—. Sigues siendo una...
Sin aviso previo, Ànima aparecería enfrente de Christel, perforándo su estómago con un solo puñetazo, dejando detrás de ella un gran charco de sangre que manchó todas las flores y pasto. Christel no se creía lo que se veía, pero poco tardó en analizar y ver que Ànima era el animal que Cuis controlaba, un ser lleno de tentáculos que potenciaban su fuerza. Un animal lleno de odio y rencor.
—Interesante... ¡Muy interesante!
Christel se alejaría de aquella batalla, lo que obligó a Ànima seguirla por donde fuera, dejando solos a Luminem y Cuis.
—¿Q-Qué ha sido eso?—preguntó en alto Luminem, agarrando las manos de CUis, hasta que la escuchó toser—. ¡Cuis!
—Ha-Hazme un favor —pidió Cuis. Apenas podía hablar bien—. Ve a por Cin, ve antes de que Pyschen tome su poder.
—¿Cómo voy a hacer eso? No voy a dejarte sola. No, Cuis. Me quedo a tu lado, déjame ayudarte, déjame decir-
—Lumen —susurró Cuis, cansada—. Salva a los que puedas antes de que sea tarde, es lo único que te pido.
—¡Me niego! ¡Me quedaré aquí contigo! ¿Entiendes?
—Déjame sola, déjame morir sola, no quiero tu compañía, ¿no lo entiendes? —preguntó, quejándose de dolor mientras intentaba abrir sus ojos, pero a estas alturas era imposible—. Di mi poder a Ànima porque sabía que iba a ocurrir algo así.Me mentalicé para ello, así por favor, Luminem, te pido que me olvides
—Pero Cuis...
—Salvalos, Lumen. Salva a todos los que puedas antes de que sea tarde. Y olvídate de mí.
Antes de que Luminem pudiera contestar, Cuis le apartó, creando una esfera de oscuridad en todo su cuerpo. En ese último movimiento, Luminem vería como le sonreía con ternura, susurrándole unas palabras que se le quedarían grabadas en su cabeza, siéndole imposible evitar las lágrimas en sus ojos
Se quedó sentado en la hierba ensangrentado. Apretó los dientes con ira mientras ponía sus manos en la cabeza, deseaba estrujarla y hacerse daño, se sentía tan inútil que lo único que quería era que todo acabara, pero por desgracia si no hacía algo, no podría solucionarse de inmediato.
—Cin... —recordó mientras levantaba su cabeza hacia enfrente—. No, tú no, a ti no voy a dejar que te maten.
En el otro lado de los bosques, Ànima estaría peleando contra Christel, demostrando que la fuerza que tenía ponía en apuro a la contraria, aunque no por mucho tiempo cuando movió sus manos para clavar todas armas en los tentáculos de Ànima, inmovilizandola en el sitio.
—Te tengo —murmuró Christel con una sonrisa satisfactoria.
Ànima no paró de gritar, moviendo su cuerpo con desesperación, sin importar el daño que se hiciera. Sus chillidos monstruosos y distorsionados resonaban en los bosques, siendo para Christel una melodía caótica.
—Estás muerta, Ànima.
Estaba lista para cortarla con una de sus armas, pero tuvo que apartarse rápido al ver como Ànima arrancaba sus tentáculos sin importar el daño, logrando la libertad y que su cuerpo regenerara las heridas con la oscuridad que los bosques creaban con sus hojas.
—Si la naturaleza te ayuda a dar esa oscuridad, entonces destruiré todo lo que nos rodea —aseguró Christel con una sonrisa confiada.
Aunque antes de poder dar un solo golpe, su espalda sería cortada por dos guadañas, haciendola gritar de dolor. Giró su cuerpo de golpe, encontrando dos sujetos a lo lejos.
El primero lo identificaba por esos colores verdes en su vestimenta y esas orejas de zorro, le sorprendía ver esas guadañas que las giraba con decisión mientras iba hacia ella. La segunda no la reconocía, caminaba descalza mientras notas musicales la rodeaban, siendo envuelta en una magia blanca al igual que su vestimenta de decorados dorados.
—Esto no me lo esperaba, ¿tuviste que pedir ayuda de una señora como esa? —preguntó Christel con una risa escandalosa.
—No subestime mi poder, señorita Christel —comentó Urchevole mientras a su alrededor sonaba una sinfonía relajada—. Frente a ti tienes a una verdadera Luz Impactante junto a dos Lunas Crecientes. Esta pelea está perdida para ti, Christel.
Christel río con fuerza y saltó para mantenerse en el cielo, desplegando su ala izquierda a la vez que mostraba varias armas ensangrentadas.
—Vuestro problema no es solo conmigo —recordó Christel—. ¿Quién se hará cargo de Kersmark?
—Déjamelo a mí, vosotras enfrentarnos contra Christel —pidió Kemi mirando de reojo a Ànima y luego a Urchevole—. Me temo que tendrás que controlarla una vez que acabéis con el problema.
—No hay fallo —respondió Urchevole. Dando una patada al suelo, creando una sinfonía sonó en todo el campo de batalla, en específico unas campanas sonando a un ritmo lento a la vez que unas voces la rodeaban—. Si tengo que bailar en esta batalla, será con la mejor elegancia posible.
Kemi no conocía bien la forma de luchar de las Elinas, decían bailaban a un ritmo de una canción que solo ellas conocían, pero que vencían a cualquiera si el enemigo se dejaba llevar por el ritmo o si no comprendía su patrón de ataque.
Decidido, marchó a toda velocidad a por Kersmark, quién estaba formando el caos matando a todos los seres que habitaban en Claimia.
Había que detenerlo todo antes de que fuera a peor, antes de que Pyschen obtuviera el mayor poder posible.
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