Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1: Orígenes.

Las risas resonaban en medio de las calles de la gran ciudad iluminada. No había silencio, y si existía, era llenado por la alegría. Los espectáculos predominaban cada semana y no había un descanso para los que vivían del arte de la música.

Linee destacaba en lo más alto de la grandiosa montaña. Islas flotantes se encontraban a su alrededor, conectadas por puentes. En ocasiones eran acompañados por los seres místicos que sobrevolaban la ciudad. No eran hostiles, lo que traía un ambiente relajante al lugar tanto de día como de noche. La luz no solo existía en sus cuerpos, sino en todo lo que les rodeaba.

Así eran los Lumos o Lui, seres que se adaptaron a su nueva vida en el planeta Claimia. Eran tan rápidos que podían hacer tareas en cuestión de minutos. Se dedicaban al espectáculo, pero también a la agricultura, la recolección de alimentos y la construcción, entre otros.

—Hoy era... ¿El décimo espectáculo? —se preguntaba mientras daba vueltas por su hogar—. Hoy es el día donde demostraban su devoción, casi se me olvida.

Se miraba en el espejo, acomodando su cabello amarillento que se suspendía en el aire. Se movía presumido de un lado a otro, viendo la vestimenta ligera y cómoda. Muchos imitaban su estilo, pero no le importaba porque eso le hacía saber que era admirado y apreciado.

Ajustaba su visera de colores dorados y blancos que cubría sus ojos, ¿podía ver? Claro, pero si se la retiraba, cegaba a los demás porque su luz era muchísimo más brillante que los demás habitantes de Linee.

—Mi señor, siento interrumpirle, pero pronto empezará el espectáculo —informó uno de los guerreros leales.

Girándose con cuidado, sonrió con una amabilidad y cariño que a cualquiera le podía enamorar. Ajustaba su chaqueta dorada mientras ponía sus manos en la cintura de su pantalón ancho de colores blancos.

—Podría estar más tiempo mirando que ropa escoger, pero sería faltarles el respeto —murmuró, mirando al guerrero.

—Usted siempre está radiante, señor Luminem.

—No hacía falta tus palabras, pero se agradece —respondió Luminem—. Pongámonos en marcha, hoy será un día inolvidable.

Sus pasos eran delicados como si estuviera flotando en el aire. Se movía con gracia y diversión, siendo un contraste para aquellos que fueron como él hace cientos de años atrás. Sabía bien en qué puesto estaba, pero ¿por ello tenía que ser un gruñón? ¿Por ello siempre tenía que estar en su templo sentado en su trono viendo como pasaba el tiempo?

Siempre le encantaba ver que sorpresas le guardaban, deseaba ver qué era lo que habían hecho a la ciudad. Se habían instaurado hace poco en las islas flotantes. Su velocidad era tan abrumadora que pocos se creerían que una nueva civilización se había instaurado. 

Siempre mostraba esa sonrisa la cual lograba captar la atención. Era una luz que no pasaba desapercibida. Su poder y presencia destacaban entre los demás, siendo respetado y alabado. ¿Se sentía cómodo por ello? En parte no, porque no había nacido con ese rol, sino que fue aprendiendo por su padre Reio.

Él era Luminem, el reciente dios de la luz.

—¡Enamorarme! ¡Hacerme sentir miles de emociones con vuestro espectáculo!



Así eran los días, Lumos que vivían en paz tras varios años huyendo de los peligros del universo. Se sentían bendecidos porque su dios les había encontrado un planeta para vivir en paz.

El propio Luminem admitía que el planeta generaba un aire inusual. Era como si la brisa le susurrara historias con un encanto que le dejaban ensimismado. No las entendía, pero eso no le desmotivaba.

En ocasiones salía, encontrándose con animales que vivían desde la tierra hasta los aires. Sus favoritas eran las aves blancas de cinta roja en su pata derecha que sobrevolaban la ciudad.

—Dicen que la Ikuria conocen todo el planeta. Son expertas mensajeras, por lo que pueden ayudarnos mucho a futuro —informó uno de sus bibliotecarios.

—¿Y hay alguna ave o bestia más que hayáis descubierto? —preguntó Luminem mientras miraba el cielo.

—Dragones, señor, pero aparecen rara vez y no sabemos si son hostiles —explicó, poniendo sus manos en su espalda y mirando al cielo.

—¿Y cree que hay más seres como nosotros?

—Es una pregunta arriesgada, señor —respondió con prudencia—. Hablamos razas desconocidas y sabe bien lo que nos ocurrió en el pasado.

—Lo sé muy bien, por ello mismo quiero cambiar ese destino —aseguró Luminem, bajando su cabeza—. Si hay más razas, pienso presentarme a ellas con intenciones amistosas. Estoy harto de esas guerras, son miles de años que han ocurrido siempre ese mismo bucle. Quiero detenerlo.

—Comprendo Luminem, pero con esas ideas no podríamos presentarnos, menos si es la oscuridad.

—Tonterías —declaró Luminem con una risa suave—. ¿Cuántas veces habré escuchado o leído que la oscuridad es el peligro para nosotros? Eso son nada más que mitos y leyendas.

—Pero, mi señor...

—Entiendo que hay que ir con cautela —interrumpió Luminem—, pero confío en que eso no serán nada más que mitos fáciles de romper.

El bibliotecario soltó un leve suspiro, afirmando con su cabeza.

—Como usted diga, mi señor.

Los días para Luminem le serían cada vez más monótonos, pero su suerte cambiaría pronto cuando visitó los bosques. Cerca de unas cascadas grandiosas, se encontraría una nueva civilización, si es que se podía considerar como una.

—Seriu. Así se llama su ciudad, o bueno, intento de ciudad —murmuró Luminem, sonriendo con emoción—. No puedo evitarlo, quiero verlo en persona.

Se movió con rapidez para aparecer en los bosques que parecían formar un laberinto. Era rodeado por los colores otoñales donde el camino le llevaba hacia Seriu.

Al llegar, se daría cuenta del choque cultural. Sus hogares no serían tan altos y de materiales resistentes como Linee, sino que eran cabañas hechas de madera y paja. Todas, curiosamente, estaban cerca del río.

Su estilo de vida no era tan divertido y frenético. Se dedicaban a la ganadería, pesca, agricultura y la recolección de alimentos, pero eso no era lo más extraño. Sus cuerpos parecían estar compuestos por una materia gris que se movía según el ruido que había a su alrededor. Cuanto más hubiera, más estable era su apariencia, si no, se iba desvaneciendo como polvo o humo.

—Dependen del sonido —susurró, atónito.

—Veo que la luz ha detectado nuestra presencia.

Luminem se giró al sentir una presencia a sus espaldas. Abrió sus ojos al ver a alguien de su especie cuyo poder resaltaba, aunque no tanto como el suyo.

—Lo malo es que no somos tan impresionantes ni llamativos como ustedes —continuó.

—He de imaginar que eres el gobernador de tu raza, ¿no? —preguntó Luminem con calma.

—No se equivoca. Mi nombre es Cin, dios del ruido, cuidador de los Cineos y Cineis —respondió con educación—. Tenía intención de conocerlos más adelante, ya que nos hemos instaurado recién, pero me temo que no ha podido ser.

Luminem lo miraba con interés. Había oído rumores, pero creía que era imposible porque su presencia no era tan llamativa como esperaba. Ahora, al verlo enfrente suyo, se hacía una idea del porqué.

—Eso es culpa de mi impaciencia. Los rumores hacían que mis ansias no pudieran ser controladas —respondió Luminem con una sonrisa cordial.

—Es entendible, después de todo este código tan extenso puede ser aburrido si solo vive una sola raza —contestó Cin—. Es un gusto conocerle.

Le fue escalofriante para Luminem ver como Cin daba su mano. Se movía de forma irregular al haber poco ruido a su alrededor. El sonido de las hojas moverse y su voz era lo que le daban vida a Cin.

Luminem había visto muchas razas, pero era la primera vez que conocía una como el ruido. Aun con ello, dio su mano para después conversar con Cin, dándose cuenta de una verdad escalofriante.

—Somos una raza muy antigua del cual no pudo sobrevivir. Nos fueron matando hasta ser los únicos supervivientes —reveló Cin con sinceridad.

—N-No sabía eso —murmuró Luminem—. ¿Cómo es posible?

—Los años que tuvimos no fueron agradables con nosotros —admitió Cin—. Al menos este sitio parece ser nuestra oportunidad para vivir en paz.

Algo dentro de Luminem empezó a tomar calidez. Miró a Cin determinación, sonriendo con dulzura.

—Me aseguraré de ello. Quiero que os sintáis cómodos en Claimia —respondió Luminem, viendo como Cin abría un poco sus ojos.

—No tiene porqué...

—Digo la verdad, Cin. Estoy harto de la hostilidad —interrumpió Luminem con una clara decisión en sus ojos—. Os ayudaré en lo que haga falta.

Para Cin le fue inusual esas palabras, pero fueron verdaderas cuando, con el paso de los días, Seriu fue creciendo. Y no solo eso, sino que pronto serían conocidos por los Lumos. Todo gracias a Luminem, quien cada día los visitaba para ayudarlos en lo que podía.

Cuando descansaban, Cin y Luminem compartían sus visiones del mundo. Los dos eran un contraste claro.

—Pronto quiero crear una defensa alrededor de mi ciudad —admitió Cin—. Solo así me sentiré tranquilo.

—Previsor siempre por lo que veo —supuso Luminem.

—Uno siempre tiene que estar listo para lo peor, señor Luminem —respondió Cin con educación.

—Ya te dije que no hacía falta que me dijeras señor —contestó Luminem con una leve risa—. Y lo comprendo, pero a pesar de lo sufrido, no deberías estar tan paranoico y disfrutar de lo que tienes en cada momento.

—Comprendo su visión, pero no podré compartirla con usted —contestó Cin, observando Seriu—. Al menos sí puedo decir que disfruto de esta paz, y que siga prosperando si es posible.

—Créeme que lo mantendré siempre así, Cin —aseguró Luminem.

—¿Y podría, si no es de mala educación, saber el porqué de esa idea tan aferrada? —preguntó Cin con interés.

—Porque algo similar me ocurrió contigo, Cin. Porque a mi raza no le quedó otra que huir cuando el brillo de los códigos llamó la atención de amenazas ocultas en el espacio. Nos obligó a movernos en diversas naves hasta llegar algunos aquí —explicó Luminem—. Por suerte, en este sistema, nadie se ha acercado por la mala fama que ha conseguido.

—Lamento que haya sufrido las consecuencias de la señal obligada en medio del espacio —habló Cin con pesar—, pero en el sistema omega podemos estar a salvo. Su mala fama nos da cierta ventaja.

—Sí, lo sé bien —susurró Luminem, mirando hacia el suelo—. Por ahora es mejor disfrutar de esto y ver que nos deparara el futuro. Después de todo, Claimia ya es un código. Dudo que llamemos la atención de otros seres hostiles.

Cin tragó en seco, pero no dijo nada. Solo afirmó mientras caminaba junto a Luminem.

Había que admitirlo, aquel lugar era la armonía perfecta junto a la naturaleza. Seriu se volvió la ciudad de la música, escuchándose canciones que iban desde las más tradicionales hasta las más divertidas. Estas últimas habrían sido gracias a la Luz, que habían compartido algunas de sus costumbres.

Pero, ¿cómo pudieron congeniar tan bien el ruido con la luz al ser tan temerosos? Todo fue gracias a Cin cuando tuvo la oportunidad de conocer Linee. Vio lo que nunca pensó que se haría realidad en sus sueños. Una ciudad llena de emociones fuertes.

—Luminem, déjame decirte que cumpliste un sueño que jamás vi posible. Creí que jamás vería algo tan impresionante como esto —admitió Cin, caminando cerca del templo de la luz.

—Yo no miento con mis palabras, Cin. Yo no propuse esa alianza en vano. Juntos podemos con todo, más si nuestras razas empiezan a respetarse y convivir a pesar de existir ese temor.

—Comprende, Luminem, que es la primera vez en años que nos encontramos en un planeta que no es hostil —recordó Cin.

—Y seguirá siendo así, créeme.

Las acciones que tomaba Luminem hacían que Cin se diera cuenta que la suerte por fin le acompañaba. Al final, dejó atrás esos temores y aceptó esa alianza, una que se fortalecería en cuestión de días.

Hasta que descubrieron que la oscuridad estaba en el código.

Intentó ser discreta, pero no logró su objetivo porque Cin siempre escuchaba todo. Pronto se dio cuenta que en las profundas cuevas de la montaña había alguien. Sin dudar, avisó a Luminem.

—¿Es cierto lo que me dices? —preguntó Luminem, intrigado.

—Mis sentidos jamás me fallan —aseguró Cin.

Luminem, con una sonrisa cálida, puso sus manos en sus caderas.

—Pues habrá que darles una visita, ¿no?

—¡Pero eso sería demasiado arriesgado! —gritó Cin un poco angustiado.

—No te preocupes, Cin. Cualquier cosa os protegeré. Os lo prometo.

Cin le impresionaba como Luminem no se dejaba intimidar, ¡era oscuridad! Algo que la luz temía. Lo que no sabía era que Luminem no se dejaba llevar por aquellos mitos que rondaban por las galaxias lejanas.

Esta vez iba a cambiarlo. Costara lo que costara.

Irían a las profundas cuevas, pero no veían nada ni a nadie, dándose cuenta que la oscuridad no era agresiva. Todos se escondían o huían porque la luz estaba interrumpiendo su hogar. En ningún momento se presentó alguien para saludarles.

—Luminem, creo que al ser luz, te temerán por mucho que intentes hablar las cosas. Es mejor no molestar, por ahora —sugirió Cin.

Luminem soltó un suspiro lago.

—Tienes razón, quizás en otro momento.

El tiempo fue transcurriendo. Luminem y Cin tenían un lazo imposible de romper. Esto también afectó en sus ciudades y con ello surgir rumores. Nombres que resonaban cada vez más, pero tanto Cin como Luminem tenían claro que no era el momento.

—Buscan ser Órbitas Novatas —comentó Cin— y no saben que eso requiere de tiempo, experiencia y madurez.

—No les culpes, Cin —respondió Luminem con una ligera risa—. Dejalos que al menos lo intenten, capaz entre ellos sale alguien que si capte tu atención.

—Es posible, pero en su momento esto era impensable y se consideraba como un tipo de maldición.

—En vuestra raza lo consideráis todo malo. Relajaros un poco y pensad de otra forma más positiva —sugirió Luminem.

Cin no diría nada, agachando un poco su cabeza.

—Entiendo tus motivos, Cin —continuó Luminem—, pero el pasado del que hablas tiene miles de años. Millones posiblemente. Eso ya quedó pisado, borrado. Eso ya no existe. Sé el dios que lo cambiará todo. Sé el dios que les dará la esperanza.

La sonrisa de Luminem hacía que Cin tuviera esperanza, al menos era lo que veía con sus ojos brillantes.

—Lo tendré en cuenta, Luminem, y gracias por todo lo que has hecho por nosotros —respondió Cin con sinceridad.

Luminem le sonrió con dulzura.

—Sabes bien mis objetivos. Ver que vosotros estáis bien y tranquilos, hace que mi felicidad crezca cada vez más.

Cin se lo creía, después de todo habían pasado meses juntos, aunque aún les quedaba saber qué ocurriría con la oscuridad oculta en las profundidades.



Un día, Luminem no podía dormir bien por culpa de los próximos espectáculos, por lo que decidió dar vueltas en la entrada de Linee. Decidió por un momento mirar las estrellas y con ello sonreír sin querer.

No le gustaba estar en la oscuridad, le debilitaba, pero no le importaba tomar ese riesgo. Ahí fuera veía belleza cuando la oscuridad era acompañada por las estrellas.

—Algún día podremos conocernos. Algún día se darán cuenta —susurró con pena—. En fin. Que Soal me de fuerzas, mañana es un...

Sus palabras se interrumpieron ante una presencia débil que caminaba cerca por las montañas. Intrigado, se giraría para ver a una mujer que miraba temerosa su alrededor

La emoción impactó en Luminem y apareció enfrente de ella con cuidado. Le sonrió con amabilidad y cordialidad mientras escondía sus manos en su espalda.

El cabello grisáceo de la mujer se movió con brusquedad y soltó un pequeño quejido ante su aparición. Al mover su cabello, reveló sus ojos negros que derramaban lágrimas oscuras. Vestida con un vestido de distintos tonos grisáceos junto a unas botas negras con un poco de tacón.

—O-Oh por Cuis —susurró temerosa, inclinándose ante la presencia de Luminem.

—Tranquila, no pienso hacerte ningún daño. De hecho, me intriga ver a alguien de la oscuridad en esta zona —comentó Luminem—. ¿Podría saber tu nombre? ¿Valiente y curiosa aventurera?

La mujer, con la mano izquierda en su pecho, decidió abrir su boca para responder con mejor pudo:

—Soy Ànima. Soy una Cutuis.

Luminem sonrió con ilusión. Nunca pensó que algún día uno de ellos tendría el valor de venir aquí.

—Por favor, no tengas miedo. Soy luz, pero mi intención no es hacer daño, deseaba conoceros, pero vuestra raza siempre se escondía y huía. ¿Por qué te has aventurado a ver aquí?

Ànima miró a otro lado con sus ojos, demostrando su timidez.

—Quería demostrar algo. Quería hacerles ver la verdad, que no todo era peligro —respondió con el mayor respeto posible.

Luminem sonrió con esperanza. Había algunos que eran como él, que sabían que en el exterior no todo era destrucción y violencia.

—Me imagino que debes estar perdida, pero déjame ofrecerte un hogar aquí para que veas que no todo es peligro como tu dices —ofreció Luminem. Ànima lo miró atónita—. Te haré ver que la oscuridad y la luz no son enemigas como esos mitos que siempre dicen.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro