ACTO UNO: ELEGIDO/A
Nadie nace como dios. Nadie tiene tal bendición, pero yo sí.
ELEGIDO/A
Conocido como la órbita aprendiz, es la mano izquierda de un dios planetario. El elegido, cuando le ponen a prueba, tiene que demostrar lealtad, poder, valor, perseverancia y empatía.
Cuando un elegido logra superar el poder de un guardián, normalmente se enfrentarán para evaluar quien merece ser la mano derecha o izquierda del dios. A veces puede ocurrir que tanto elegido como guardián tengan el mismo poder, pero estos son casos muy inusuales.
Categorías de poder planetarias:
Elegido → Guardián → Luna Menguante (Dios de baja categoría)
Desde que tuvo memoria, supo que su raza siempre debía escapar. No eran apreciados ni queridos. Eran los que muchos odiaban y temían por las historias que había sobre ellos. pero ¿qué culpa tenían ellos si, aunque compartieran nombre, actuaban distinto? Lo sabía bien por como actuaron con respeto y educación.
Nunca les dejaron usar sus poderes, a no ser que fueran atacados. Nunca les dejaron salir de la oscuridad, a no ser que se vieran obligados a ello.
Y siempre ocurría un resultado del que todos creían que jamás podrían estar tranquilos, caso contrario a ella.
Sí, capaz huían sin parar, pero trató de verlo siempre desde un punto positivo. Que a pesar de lo malo, seguiría avanzando para conseguir aquella paz que su raza necesitaba.
—Por el amor a Cuis. Ànima, ¿cuándo vas a dejar de salir?
Uno de sus compañeros le habló para interrumpir sus pensamientos. Era lo mejor antes de que otra idea se cruzara por su cabeza.
—Si no lo hacemos, jamás sabremos lo que nos espera en este planeta —respondió Ànima, cruzando sus brazos con una sonrisa confiada.
—No hagas ninguna locura más. Cuis te avisó y se enfadó contigo. ¿Quieres acabar castigada, o peor, aprisionada? —preguntó de nuevo.
En la profunda cueva, Ànima se encontraba junto a los trabajadores que establecían su hogar. ¿Cuántas veces lo habían intentado?
—No lo hará cuando sabe lo que hice por los Cutuis —contestó sin temor, manteniendo su posición firme.
—Eso no creo que lo considere hasta que se le acabe la paciencia contigo —respondió en un murmullo.
Ànima lo sabía muy bien. En el anterior planeta donde creció junto a sus padres cometió muchísimas locuras. Muchos de los Cutuis lo aseguraban, aunque desde su perspectiva creía que era una forma de ayudar.
Comprendía que debía permanecer en la oscuridad, pero no siempre al saber que había otras razas que no serían hostiles.
—Esta vez será distinto. Lo sé.
—Dijiste eso la anterior vez y mira que pasó. Ànima, comprendo que lo haces con buena fe, pero no todos son tan buenos, y lo sabes al vivir en este sistema.
Lo sabía, sus padres se lo habían enseñado desde joven y su religión siempre lo dejaba claro. Afuera no había tanta humildad como se creía. Afuera existía un peligro que se debía desconfiar.
No se creía en una alianza. No se creía que hubiera gente buena en este extenso y desconocido lugar, pero Ànima seguía en sus trece.
—Cuis dirá la verdad según ha escuchado de las Lunas, pero no me creo que no haya buena gente ahí fuera —contestó Ànima. Su compañero soltó un suspiro.
—¿Sabes, Ànima? Eres la cutuis más insistente que he visto y yo tengo poca paciencia. Así que, sin mal, haz lo que quieras.
Vio como su compañero seguía con su trabajo. Ànima se quedó pensativa por unos segundos para al final negar con su cabeza e ir a su hogar.
La soledad para ella era una compañera que aceptó rápido. Si bien era cierto que estaba acompañada por los suyos, no le hacía sentir feliz ni querida, pero tampoco le dolía.
Al regresar, vio dos gemas encima de la mesa que había a nada más entrar por su pequeña cueva. Sonrió, a pesar de querer llorar, acercándose a estas para acariciarlas con cuidado.
—Hoy he tenido una idea loca. Capaz no os tome por sorpresa —comentó Ànima con una ligera risa—, pero vosotros sabéis bien cómo era. Era imparable, curiosa, como ahora mismo.
Los observó con paciencia, viendo como estas no reaccionaban, aunque Ànima creía que los había escuchado.
—Perdonar mis acciones, pero esta vez si tengo un buen presentimiento —admitió con una sonrisa tranquila—. Nunca os lo dije, siempre tuve un vacío en mi pecho. —Señaló su pecho con su mano derecha—. Por mucho que me reúna con los míos, no lo lleno. Nada lo hace, pero... si me reúno con los de ahí fuera podré saber lo que es.
Las gemas no reaccionaron, pero a Ànima no le pareció importar.
—No, padre. No es porque perdiera la gema en Tugia —murmuró con una ligera sonrisa—. Y no, mamá. No es porque debo socializar más. De hecho lo hago más que otros cutuis.
Se giró, dándoles las espaldas para ver la entrada de su hogar.
—Esta vez creo que si salgo de la cueva, podré saber qué es lo que me ocurre. Conocer por fin la verdad. ¡Y pueda que conozca a seres más amigables!
Los miró de reojo, manteniendo esa sonrisa a pesar de sentirse destrozada.
—Juro que no haré ninguna locura y seré más prudente, pero a cambio si pido vuestra bendición, da igual desde que luna lo hagáis —pidió Ànima, intentando no quebrarse al ver las gemas de sus padres. Negó con su cabeza para al final mirar la entrada de su cueva—. ¡Desearme suerte!
Y marchó de su casa, sabiendo que la noche la acompañaría ante sus acciones que no dejarían indiferente a nadie.
ÍNDICE PRIMERA PARTE
Capítulo 1: Orígenes.
Capítulo 2: La triple alianza.
Capítulo 3: Rumores.
Capítulo 4: Un mal augurio.
Capítulo 5: Incomodidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro