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ACTO 2: GUARDIÁN/A

Nacida como mortal, bendecida por el destello.
Nacido como mortal, bendecido por la evolución.
Nacido como dragón, bendecido por la insensibilidad.
Nacida como mortal, bendecida por la muerte.
Nacida como mortal, bendecida por la Voz.

Gráfico de arriba hecho por bethamh(tkm :'3)

 𝗚𝗨𝗔𝗥𝗗𝗜Á𝗡/𝗔

Conocido como la órbita experta, es la mano derecha de un dios (luna menguante), aquel que demuestra lealtad sin importar que tan difícil sea la situación. Jura lealtad hasta el final, hasta la muerte, sin importar que tan bajo pueden caer.

Esta lealtad viene ligada a que el dios, normalmente, cede parte de su poder al guardián para que sea su ayudante y luche a su lado en todo momento. Juntos son imparables, pues mientras el guardián se encarga de varios problemas, el dios puede hacer frente al principal causante de todo el caos.

Categorías de poder planetarias:

Elegido → Guardián → Luna Menguante (Dios baja categoría) 

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira qué encontré!

En los bosques cercanos de Seriu se podían encontrar todo tipo de animales que siempre se encargaban de cuidar. Cuanto más raro fuera, mejor sería ya que se le daba a los pequeños una medalla de exploración. En este caso, la joven niña quería buscar un nuevo animal, sin importarle el riesgo que pudiera tener.

—Con cuidado, hija mía... —murmuró su madre.

La mujer sabía que en los bosques no se debían tomar como un lugar pacífico, menos con lo ocurrido hace poco. Aparte, la naturaleza tendía a dos bandos, podía ser lo más bello del mundo como el peor enemigo si habías hecho algo en su contra.

Aunque aquello no le parecía importar mucho a la pequeña. Corría sin parar por los bosques en busca de un nuevo animal, y para su buena suerte, lo había encontrado.

Un pequeño zorro se encontraba dormido al lado de un árbol. El animal parecía estar cansado y malherido, algo que la niña notó de inmediato en cuanto vio sus orejas mordidas mientras que alrededor de sus ojos caía sangre negra que manchaba las hierbas de donde estaba tumbado.

Lo habían atacado, al menos era lo que podía asumir. Deseaba acercarse al animal, pero las palabras de su madre hicieron que frenara todas sus acciones.

—Cariño, es mejor que vayas con cuidado —pidió—, estamos lejos de casa y se está haciendo de noche.

—Pero este animal... —murmuró la pequeña, girándose hacia su madre quien bostezaba un poco por el cansancio.

—¿Qué animal?

La pequeña volvió a girarse hacia donde estaba el zorro, quedándose boquiabierta al darse cuenta que había desaparecido. ¿Acaso fue una ilusión?

Buscó de un lado a otro, mirando en las hojas que había en el suelo, dando vueltas alrededor de los troncos, pero no veía nada. Rascó su cabeza, pero por un momento pensó en una última opción, las ramas grandes de los árboles que la rodeaban.

Su madre la observaba con la ceja arqueada, no sabía por qué su hija actuaba de esta forma, tampoco entendió porque miraba el cielo como si buscara algo. Suspiró cansada, cerrando un poco sus ojos para bostezar hasta que su hija soltó un ruido de asombro y señaló hacia una de las ramas.

—¡Ma...!

Por desgracia la pequeña no pudo terminar sus palabras cuando su alrededor empezó a cambiar. Varios pétalos caían con cuidado, provocando que ambas sintieran una paz que las hacía dormir. La pequeña caería primero, siendo sujetada por su madre quien no comprendía que ocurría, hasta que giró su cabeza hacia la derecha para ver a un zorro pequeño observando con un rostro agotado.

—¿Quien... eres?

Irremediablemente caería contra el suelo, adentrándose en un sueño profundo donde la naturaleza las cuidaría sin que nadie las dañara. El zorro, en un suspiro cansado, bajó de la rama hasta llegar al suelo, temblando un poco al darse cuenta que aún seguía débil, muy débil.

—Maldigo a mi padre por eso —susurró, angustiado—, tener que expulsarme de mi hogar. Ridículo.

Se sentía desgraciado mientras daba pasos lentos porque no estaba acostumbrado a ser un zorro. De hecho, nunca había sido un tipo de animal hasta ahora. Todo para poder protegerse y al final perderlo.

—Me niego a ser un Drasino —se dijo en un susurro suave, caminando poco a poco, sintiéndose cada vez más débil y vulnerable, de hecho, deseaba llorar de la rabia—. Hice todo lo que podía, ¿y me trata así?

Caminaba sin un rumbo fijo, no tenía ni idea de donde estaba, pero a estas alturas le parecía dar igual, más cuando su visión empezó a empeorar. Sonrió apenado, recordando todo lo que vivió en Ineas, maldiciendo todo sobre su padre y su raza.

Escuchó unos pasos detrás suyo, se puso tenso, acelerando sus pasos hasta que sintió cómo le agarraban como si fuera un animal pequeño e indefenso. Intentó mirar a la persona que lo agarró, dándose cuenta de que enfrente suyo tenía a una mujer que su raza detestaba, las Elinas.

—Me gustaría saber porque un Drasino está dentro del cuerpo de un zorro. —Su dulce y suave voz logró calmar parte de sus miedos—. No siento hostilidad en ti, siento dolor, traición y confusión. ¿Podría saber quién eres?

El hombre transformado en ese zorro, respiró angustiado y adolorido, analizando a la mujer de mirada triste. Sabía que era una Elina por las trenzas que tenía en su cabello blanco y por las marcas blancas en su rostro. Aquellos que la miraran podrían considerarla como un tipo de ángel, alguien dispuesta a cuidar a los demás sin pedir nada a cambio.

Aun así, estaba sorprendido de que aquella mujer de avanzada edad estuviera agarrándole con cuidado, sin ningún odio en sus palabras o en sus ojos, era una Elina, pero ¿qué hacía en este planeta? ¿Acaso fue desterrada también?

—Kemi, mi nombre es Kemi.

La sorpresa fue reflejada en los ojos de la mujer, pero rápidamente sonrió con dulzura.

—Bien, Kemi, me temo que tendrás que explicarme un poco que te ha ocurrido para que estés aquí, no es normal ver a un Drasino fuera de su planeta —explicó la mujer con una sonrisa suave.

—Estoy de acuerdo, aunque podría... ¿Podría saber su nombre?

La sonrisa suave de la mujer le hizo sentir muy inusual a Kemi, era como si tuviera a su madre en frente, aunque sabía que no era así.

—Urchevole —respondió con educación—. Ahora, si me permites, vamos a ir a mi casa, ahí te cuidaré bien y de paso veré si puedo retirarte ese maleficio.

—Gracias.

Í𝗡𝗗𝗜𝗖𝗘 

Capítulo 6: El inicio de un dios.
Capítulo 7: Ignora tus preocupaciones.
Capítulo 8: Maldecido por los sentimientos.
Capítulo 9: Desprecio.
Capítulo 10: Nacida entre ilusiones.

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