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21🖍

Damon exhaló el humo de su cigarro y lo vio desvanecerse en el aire, odiaba fumar, pero lo hacía cuando no soportaba el estrés, buscaba algo que llenara su existencia, que lo hiciera sentir mejor pero tampoco funcionaba.

Yulián lo interrumpió e hizo una mueca por todo el humo en la oficina.

—¿Estás fumando otra vez?

—Eso parece —mencionó aburridamente, Yulián miró sus pies cruzados en el buró y suspiró.

—Siéntate bien, ¿qué dirán los demás si te ven?

—¿No me habías dado una oficina para que hiciera lo que yo quisiera?

—Bien, atrapado, ¿no volverás a casa con nosotros? —Damon miró hacia el techo otra vez.

Lo que menos quería en estos momentos era compañía porque sabía que la pasarían tan mal como él, no quería hacer la vida de los demás miserable sólo porque él se estaba sintiendo de esa forma.

—No, no quiero exponerlos a mi vida, no estoy bien y terminaré arrastrándolos a ustedes.

—Quiero ayudarte.

Damon apagó el cigarro en el cenicero y lo miró, Yulián parecía preocupado y esperaba que no fuese por su culpa.

—Lo sé, pero en este punto sólo yo puedo ayudarme, decidí no volver y debo lidiar con eso.

—Al menos deja de fumar y beber, así no harás que envejezca antes de que nazcan mis cachorros —Damon se echó a reír.

—Pronto voy a superarlo.

—Iré a casa, si cambias de idea las puertas están abiertas para ti.

—Gracias por todo —Yulián arqueó una ceja.

—No lo hagas, nos vemos.

Una vez lo vio irse cogió otro cigarrillo de su caja y lo prendió, aspiró nuevamente, no importa lo mucho que fumase no lograba calmar su ansiedad, quizás su solución estaba más cerca que nunca.

Había renunciado a Misel y también al cachorro, nada le impedía volver a sus viejos hábitos, quizás follar con algún Alfa calmaría esta estúpida necesidad de algo que no entendía.

Se puso de pie y guardó el teléfono en su bolsillo, condujo hacia el bar que solía frecuentar antes y se sentó en la barra.

Luego de pedir un trago miró alrededor, no veía absolutamente nada que le interesara, demasiado rubio, el otro tenía los ojos oscuros, muy bajo, demasiado delgado.

Maldijo una vez se dio cuenta de porque no le acomodaba nadie, estaba buscando las características que le gustaban de Misel, no conseguiría nada si no dejaba de pensar en él.

Damon gruñó cuando alguien chocó con él, la bebida salpicó en su traje manchándolo.

—Oh, mira quien es —miró identificando enseguida al personaje, Itzel—. Es el Alfa al que le gusta ser follado —Damon sonrió de medio lado y cruzó las piernas.

—Mueres por ponerme una mano encima de nuevo, ¿verdad? Una pena, Itzel, tu tiempo ya pasó, eres terrible en la cama.

—Maldita puta.

—¿Uh? Creo recordar que te gustaba bastante follar conmigo —Itzel achicó los ojos.

—Tú… —gruñó agarrándolo del frente de su camisa, Damon no se dejó intimidar.

—¿Qué?

—¿Ya te aburriste de jugar a la casita con ese Alfa y su cachorro o el pobre todavía no sabe sobre esto? ¿Debería decirle? —Damon lo empujó y se puso de pie, Itzel no se veía tan valiente ahora, él lo acorraló contra la pared y lo cogió del cuello.

—Cuidado con lo que dices, aléjate de ellos o te irá mal.

—Tarde o temprano te vas a arrepentir por cómo me trataste.

—Supéralo, tú tuviste la culpa —Itzel lo fulminó con la mirada y después de deshacerse de su agarre se fue con la Omega que lo acompañaba, Damon torció los ojos y regresó a su asiento, la bebida comenzaba a ser menos atractiva ahora.

—Entonces, si no te irás con ese imbécil, ¿puedo tener yo la oportunidad? —Damon ladeó la cabeza mirando al Alfa que se había sentado a su lado, no era su tipo, tenía el pelo rubio cenizo y unos bonitos ojos azul claro, no era delgado y tampoco exagerado.

Damon sonrió.

—No veo porqué no, vayamos a tu casa.

El Alfa lo tomó de la muñeca y lo arrastró a su auto, gracias al cielo su casa estaba a una calle y no demoraron, él lo atacó en cuanto cerró la puerta con besos y pequeñas mordidas en el cuello.

Misel suspiró dejándose llevar, él fue acostado en la cama y dijo exactamente lo que ese Alfa y los demás siempre querían escuchar, que hiciera lo que quisiera con él.

El Alfa reaccionó enseguida, sólo con Misel no había funcionado esto y aún no lo entendía, hubiese preferido que lo hiciera igual que los demás y ahora no estaría extrañándolo tanto.

Una vez terminaron Damon se puso su ropa otra vez, prendió un cigarrillo y caminó hacia su auto, necesitaba una ducha urgente, así que condujo a casa.

Ya ni siquiera le gustaba llamarla así, no después de experimentar lo que era un verdadero hogar, sólo tuvo mala suerte en la vida, no podía hacer nada respecto a eso.

Entró y fue directo al baño, desechó su ropa y se miró en el espejo, no le sorprendía nada lo que estaba viendo, esos estúpidos Alfas siempre tenían los mismos aburridos fetiches.

Deslizó una mano por los moretones en su cuello, los chupetones en el pecho, las marcas de amarre en sus muñecas.

Maldición, esto fue lo que pidió, con lo que siempre se sintió satisfecho, entonces, ¿por qué se sentía peor que antes? El vacío en su pecho se sentía aún más grande, no parecía que existiese nada latiendo ahí.

Sentía como si lo hubiera traicionado a pesar de que ya no estaban juntos.

Damon se metió bajo la ducha y se restregó lo más fuerte que podía tratando de borrar los toques no deseados, las marcas, el maltrato que permitió hacia su persona después de que Misel le enseñó que no estaba bien.

Lloriqueó apoyando la cabeza en los azulejos, todo estaba mal, después de experimentar lo que era el afecto se sentía sucio dejando que esto pasara.

Sólo quería que Misel lo tocara como hizo antes, que le llamara Alfa sin problema alguno, que le susurrara al oído que lo amaba, que sólo lo quería a él.

Que iluso y estúpido era, eso nunca pasaría.

……

Misel suspiró y entró a casa, Mikel corrió enseguida hacia el sofá y se carcajeó como si fuese divertido, Regina no estaba debido que había viajado a su consulta.

—¿Te gusta la guardería?

—Sí, es divertido, tengo amigos —respondió con una enorme sonrisa, Misel asintió y colgó su mochila en una silla.

—Eso es bueno.

—¿D?

—No, Mikel, no vendrá.

—¿Ya no nos quiere? —preguntó haciendo un puchero.

Misel suspiró, Damon amaba a este cachorro, de eso no había duda, el problema eran esos trabajadores sociales y él que se había empeñado en enamorarse cuando no tenía derecho.

—¿Quieres jugar en el jardín?

—Sí.

—Vamos a cambiarnos entonces —dijo cargándolo y subiendo las escaleras con él.

Misel le puso una camiseta y una camisa de cuadros que él mismo escogió y un short beige, buscó los zapatos adecuados para el jardín y lo vio con una sonrisa, al menos ya se desenvolvía mejor en estas cosas.

Misel se puso algo cómodo y lo bajó.

—¿Tienes hambre?

—Sí, ¿puedo ir sacando mis juguetes? —Misel hizo una mueca, al final estaría cerca y él no se llevaría mucho.

—Está bien pero no salgas del jardín.

—Sí —dijo corriendo hacia su caja de juguetes.

Misel terminó de preparar algo de comer y llamó a Mikel, ya había pasado un tiempo desde la última vez que lo vio, quizás se entretuvo con algo en el jardín.

Dejó el plato sobre la encimera y buscó pronunciando su nombre, Mikel no estaba en la casa, así que salió y vio sus juguetes en el césped, el cachorro no estaba.

Misel corrió con desesperación por el jardín, tampoco estaba ahí así que entró a casa de nuevo y buscó hasta debajo de las camas.

—No puede ser —gruñó y salió a buscarlo en los alrededores.

Nadie lo había visto cerca, Misel incluso fue al lugar donde había conocido a Damon ya que le habían dicho que la última vez terminó ahí, tampoco estaba.

No debió dejarlo solo cuando estuvieron a punto de secuestrarlo, no debió ser tan estúpido de dejarlo salir al jardín sin su supervisión, Misel llegó a casa nuevamente y llamó a la policía.

Los oficiales parecían cansados una vez vieron la casa, prometieron buscarlo, pero Misel se dio cuenta de que no lo decían en serio, no les importó nada la situación, al parecer ya los habían llamado con regularidad por lo mismo.

Misel buscó el teléfono de la casa y le marcó a la única persona que quizás pudiese ayudarlo, aunque no estaba seguro de que quisiera.

El teléfono dio timbre tres veces y la voz de Damon inundó sus oídos relajándolo un poco. 

¿Hola?

—Soy yo, Damon —murmuró, Damon suspiró del otro lado.

Lo siento, pero…

—No cuelgues, necesito tu ayuda, es algo importante o no te llamaría.

¿Qué es?

— Es Mikel, no aparece y se ha escapado tantas veces que la policía no hará nada —lloriqueó agarrando el teléfono con fuerza, Damon gruñó.

¿Aunque hayan tratado de secuestrarlo la última vez?

—Damon…

Iré para allá.

Misel dejó el teléfono en su lugar y caminó hacia las escaleras de la entrada, se sentó y escondió el rostro entre sus manos, ahora también había perdido a Mikel, había algo realmente torcido en su vida que se empeñaba en que todo saliera mal.

Damon salió de su auto y corrió hacia él, Misel lo miró, había pasado un mes desde su despedida y no se veía nada bien, estaba más delgado, el cabello un poco más largo y tenía ojeras.

—¿Qué pasó? —preguntó un poco agitado, Misel mordió su labio inferior.

—Le di permiso para jugar, le dije que no saliera del jardín, pero no está, esto es mi culpa —murmuró, Damon le acarició la mejilla tratando de calmarlo.

—¿Lo buscaste alrededor?

—Sí, no hay rastro.

—¿Preguntaste?

—Sí, nadie lo vió, Damon…

Damon limpió la lágrima en su mejilla, él le besó la frente tratando de confortarlo, Misel debería sentirse mal consigo mismo por estar buscando ayuda en alguien más joven que él, pero no podía pensar en algo que solucionara su problema.

—Cálmate, vamos a encontrarlo, le pediré ayuda a Yulián, ¿está bien eso?

—Sí, cualquier cosa que me ayude a traerlo de vuelta.

—Espera aquí un momento —dijo alejándose y sacando su teléfono.

Damon habló un tiempo con Yulián, luego regresó con él, se sentó a su lado y le acarició el hombro.

—¿No viste nada sospechoso hoy?

—No —Misel suspiró, el día estuvo más que tranquilo y Mikel tampoco se quejó sobre algo anormal en su día, ningún extraño se le había acercado.

—¿Qué ropa tiene puesta?

—Camiseta blanca, camisa manga largas abierta de cuadros, short beige y zapatos rojos.

—¿Y Regina?

—No regresa hasta tarde, fue a su consulta y yo justo perdí al niño —Damon le acarició la nuca tratando de relajarlo.

—¿Saben quién era el hombre que lo había secuestrado?

—No, al parecer sólo quería dinero.

—Yulián habló con algunos oficiales y algunos de nuestros trabajadores ayudarán, ¿vale?

—Sí, gracias.

—Iré a mi auto un momento — dijo levantándose y caminando hacia allí.

Misel extrañó su presencia apenas se quedó solo otra vez, por suerte el auto estaba frente a ellos, arqueó una ceja cuando vio a Damon detenerse antes de llegar, él abrió la puerta rápidamente y luego de coger el arma corrió.

Misel fue tras él, pero en algún momento logró perderlo, rebuscó por todas partes y por fin logró dar con el lugar.

Se agachó viendo un poco de sangre en el suelo, el celular y también la pistola que había agarrado antes estaban en el suelo, Misel tragó, no sólo había perdido a Mikel, también a Damon.

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