𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟩
El Área B-6 es nuestro destino, aunque para eso debemos adentrarnos hasta la estación de vigilancia y poner al hombre de las cámaras a mi servicio para que revele en cual de todas esas celdas del sector yace Diego. Los pasillos consecuentes a los corredores que recorremos se encuentran vacíos, ya que en su mayoría los guardias en servicio, se sitúa en la explanada. Es sencillo escabullirse hasta el comando cuando somos vistos como simples guardias seguidores.
Es después de varios minutos que mi mano se desliza hasta la manija con los encargados de los bloques de la A hasta G.
—Caballeros, necesito que abran todos los accesos del bloque B-exige Kendra en un tono de mandato, causando que los encargados de la cabina se giren con rapidez ante la orden.
—Decretado por quien.
—Por mí, caballeros —resuena mi voz al tiempo que mis azules ojos se posan en los suyos para controlarlos.
Bastan segundos para salir de la habitación dejando a Pablo y mi guardia fuerte Saúl vigilando la zona. Sus radios se conectan con el mío para dar aviso a cualquier posible amenaza. Debería estar agotada por controlar a aquel par de hombres de la cabina y el soldado fuerte que nos escolta, pero al parecer he dosificado mi poder lo suficiente para no estarlo, sin embargo, al doblar el pasillo, remuevo por un segundo la boina para limpiar un poco de sudor, causándome un descuido que me lleva a tropezar con un joven.
—¿Princesa?
—¿Señor Jerar? —respondo confundida por su repentina presencia.
¿Qué hacía el hijo de Uriel Wendigo, gobernador de Palma ahí?
Nunca le traté lo suficiente por la diferencia de nuestra edad, siendo que es 8 ciclos mayor, pero si algo he aprendido es que los hijos son el reflejo de los padres, por lo que asumo que debo ser muy cuidadosa con él.
—¿Q-qué haces aquí? —cuestiono.
—Inspecciono la seguridad de este sitio para el futuro traslado. Toda esta tecnología proviene del gobierno de mi padre y la comprendo a la perfección.
Su respuesta brota en mí como chispas del pasado, recordado todos los expedientes que he leído. Palma es el gobierno de la invención. No por nada, de ahí provenía el virus de hace dos meses y el de casi diez ciclos antes.
—Puedo conceder la misma pregunta, princesa.
Su vista se dirige a mi desenfadado uniforme y después al de Kendra, Agata y Faustino que permanecen a mi lado para la siguiente fase del plan.
—Perdone. Eso no es de mi incumbencia. Pido disculpas a mi inoportuna lengua —exclama sin sentirlo—. Disfrute de su estancia.
—Es una prisión, señor Jerar. Dudo que se pueda disfrutar de un sitio como este.
—Por supuesto, pero si le echa un vistazo se dará cuenta de cuanta perfección se ha implementado aquí. Después de todo, llegó antes de lo esperado —termina de decir, haciéndome una reverencia e inmediatamente alejarse.
No es hasta que miro como se desplaza por el corredor, que comprendo que no le he borrado de la mente tras haberme visto en la prisión, aunque son un par de palabras espetadas por su boca lo que roba mi atención.
"¿Antes de lo esperado?"
¿Cómo es que Jerar Wendigo podría espetarme algo así, sí nadie sabía de mi visita?
—Kendra... —me giro hacia ella—. Síguelo y averigua a donde se dirige. No dejes que se vaya. Detenlo como sea —ella asiente y se aleja con velocidad por Jerar. En cuanto a mí, Agata y Faustino, nos desviamos, pues decido ingresar a la cabina de donde él salió.
—¿Qué hacia Jerar Wendigo aquí? -ataco de inmediato.
—Pero que atrevimiento es este, reales —gesticula uno de ellos, sin embargo, la mujer que yace a un costado suyo se levanta tempestivamente.
—¡Su Alteza! —exclama tartamudeando, lo que provoca que su compañero me observe con detenimiento y mire mis ojos para confirmar lo escuchado.
Si era cierto que no todos me conocían, no era un secreto que la hija del rey Claudio poseía los ojos más azules que alguien pudiera ver, causando que ambos palidecieran.
—La misma que contemplan. Ahora, respondan ¿qué hacia el hijo del gobernador de Palma aquí?
—Vino a revisar la instalación de algunos bloques.
—¿Cuáles?
—Del G a la L, pero especialmente el J-4.
Estudié bien el plano de la prisión y de antemano sé que Diego no permanece en ningunode ellos, sin embargo, existe alguien más que conozco y es por eso que me destino al sitio.
Justo antes de que el fuerte pase su tarjeta al sensor de la puerta para que el área se abra, está lo hace revelando un rostro que provoca que mis entrañas se contraigan con estupor.
—¿Damián?
—¿Tamos? ¿Qué haces aquí?
—No, tu qué haces aquí —gesticulo en el instante que se desliza del pasillo del bloque para salir de la puerta y esta se cierre. Coloca sus manos sobre mis hombros y me hace retroceder un paso, permaneciendo frente a mí.
—Yo... me sorprendiste. Llegaste...
—¿Antes de lo anticipado? —su rostro refleja que habría dicho exactamente esa palabra—. Es curioso saber que de haberte dejado terminar, hubieras sido tú la segunda persona en decírmelo.
—¿De qué hablas?
—Jerar Wendigo. De él estoy hablando —espeto—. Y todo indica que tanto tú como él comparten el mismo interés en esta parte de la prisión —me detengo soberbiamente para observar el letrero y pronunciarlo—: Bloque J-4. Ella está aquí ¿no? si mi memoria no me falla, tú prima esta aquí.
De pronto, mi pecho se envuelve de nuevo por esa palabra que me ha abordado en estos últimos meses.
Traición.
Lo observo con cautela, aunque Damián no espeta nada. Adivina lo que tal vez pienso, pero no afirma la razón por la que realmente vino con anticipación a ésta prisión. Por un breve momento, observo al guardia que intenta digitar el código de la puerta, pasando una y otra vez su tarjeta de seguridad.
—Esta bloqueada —argumenta desesperado el guardia.
—¡Como que bloqueada! —grito acercándome al sensor y al guardia, mientras mis ojos permanecen en Damián quien posee una mirada neutra y circunspecta hacía la puerta cristalina como si él pudiera ver algo que nosotros no sabemos.
—La ayudara —explaya convencido en un murmuro—. Jerar la ayudará a escapar.
Doy un paso hacia él y le tomo del brazo para girarlo y pedir una explicación.
—¿Cómo porque Jerar le ayudaría a escapar?
—Porque es lo que haría cualquier hombre por la mujer que ama —me asegura, sin embargo, lo único que consigo escuchar es otra mentira oculta proveniente de su voz.
—¿Desde cuándo? —cuestiono.
—No estaba seguro.
—¡Desde cuando! —repito en un grito para hacerlo reaccionar de sus recuerdos, pero pronto dejo de insistir, pues en realidad no es necesario preguntar más porque sé la respuesta a ello, de la misma manera que soy capaz de leerlo en sus ojos.
"Desde que ella era una contendiente"
Lo comprendo, pues de no haber sido de esa forma, el general no sentiría vergüenza por responder. De algún modo u otro, siempre me pareció un tanto injusto que todas las contendientes estuvieran prohibidas y reclusas cual muñecas de estanterías, esperando a que un hombre eligiera a una para que el resto pudiera ser libre, pero esto es...
Damián lo supo. Lo supo desde hacía tiempo y todavía con ello permitió que Benjamín, quien dice ser su amigo, el niño, adolescente y adulto con el que creció, la considerara como su futura reina.
Mi mirada hacia Damián no puede ser más inquisitiva y despectiva, juzgándolo por todos aquellos actos. Siento emerger y descender mi respiración con tanta fuerza por el amargo sabor de la mentira. Se acerca a mí queriendo justificar lo injustificable, pero le respondo yendo hacia atrás.
Su boca se abre para exclamar algo, sin embargo, en estos momentos una alarma comienza a escucharse con las luces rojas y amarillas brillando y anunciando una contingencia de algún tipo. Todos nos detenemos visualizando las luces con sopesa, aunque de inmediato mi mirada se postra en esa persona que creía que me era leal en toda la extensión de la palabra.
"Todos mienten"
Lo había olvidado, pero Damián me ha despertado de aquel inocente sueño.
—Que es lo has hecho.
—No. Yo no hice esto. Tamos, por favor debes creerme. Yo estoy de tu lado. Creí que ya lo habías averiguado.
¡Auch!
Eso último duele más de lo pensado, pues el hecho que creyera que yo había entrado a su mente duele como jamás lo hubiera imaginado. Mikaela lo dijo tiempo atrás cuando la arresté. Debía elegir entre averiguar lo que había en la mente de su primo, cargando con culpa por hacerlo o simplemente dejar que la duda se drenara dentro de mis pensamientos y yo... yo lo había elegido a él.
No es hasta este punto de su traición que me doy cuenta que quería a Damián mucho más de lo que yo suponía. El dejar entrar a una persona implicaba que le permitas quererte y lastimarte en la misma proporción. Damián estaba seguro de que había elegido entrar a su mente y aquello me quiebra.
—Nunca consideré necesario hacerlo. Confiaba en ti —replico, mirando su pecho.
Observo su uniforme cubierto de medallas e insignias y por primera vez en un largo tiempo, le contemplo como el general y fuerte que es. Aquel que nunca quise ver.
Es entonces que todo en mí se transforma, trayendo de nuevo a la reina desalmada, rígida y arrogante controladora que era.
—Pero se acabó.
Mis ojos se aferran ahora a su roja mirada, pues necesito recordar esto. Necesito recordarme que debo dejar de ser una idiota en cuanto confiar a los Farfán se trate. Los guardias de la zona llegan, pero apenas y me percato de su presencia porque comprendo lo que debo hacer a partir de hoy y Damián ya no intenta ni decir justificarse ni detenerme cuando me le acerco, siendo que entiende a la perfección lo que haré, así como que le concedo recordar la sensación de mi mente abordando la suya, pues ambos merecemos aprender la lección.
El controlarlo es sumamente sencillo como en el resto de las personas con los que lo he usado y pregunto:
—¿Qué hacías en el bloque J-4?
—Fui a ver a Mikaela —contesta sin trastabillar.
—¿Por qué?
—Ella quería verme. Jerar me envió una carta donde pedía hablar conmigo.
—¿Cuándo te la dio?
—Hace tres días —contesta bajo mi orden, mientras suelto mi amarre a dejar de gobernarlo.
"Que hago"
Logro escucharlo todavía en la biblioteca aquel día para después, confesarme su amor de nuevo y yo aceptarlo, así como pasar el resto de los días a su lado diciéndole que sí a todo sin percatar lo que me pedía. Siempre estuvo ahí todo este tiempo frente a mí y no lo noté. Confié de nuevo en la persona equivocada.
—¿Cuál era? —pregunto de pronto con la decepción palpitante—. ¿Cuál era el emblema familiar que mencionó Mikaela en Torna?
Él me mira de aquella forma que solo agranda más la herida.
—Poder y familia. Lo único que tenemos, es poder y familia.
Una sarcástica risa emerge de mi garganta al son que me reprocho del porqué continuó sorprendiéndome. Siempre fue de esa forma. La familia es primero y comprendo que Marven haría lo que fuera por sacarla, así como yo lo haría con mi hermano. Y mientras que yo veía a una joven calculadora y mentirosa, Damián ve a la prima dulce que saltó a un pozo para no dejarlo solo en la oscuridad.
Él quería salvarla y yo condenarla.
Poseemos una perspectiva muy distinta acerca de ella, aunque esto se volvió personal en el instante que dentro de su elección de salvarla o no, yo iba incluida. Él quería liberar a Mikaela y tenerme a mí al mismo tiempo, pero está claro que eso no podía ser, ya que ni la vida ni yo funciona de esa forma, pues lo único que consigo visualizar es a él tomando decisiones.
¿Me descubrió con una nota en la biblioteca? Le digo que la quiero ¿Necesito tiempo para averiguar que quiere mi prima? La beso y calmo sus dudas con caricias ¿Necesito sacar a Mikaela de Qualifa? Me hago alguien que no pueda sacar de su mente.
Y para mi mala y su buena fortuna, lo consiguió.
—Tamos yo...
—¡Cállate! —ruge mi voz de manera visceral—. Cállate o juro que haré que lo único que emerja de tu mentirosa boca sea un maldito graznido.
Tal y como hablaría cualquier fuerte con poder, le miro de una manera que bien puede hacerle daño, aunque mis ojos coinciden con los de Faustino, que se despegan con inmediatez de los míos. En todo este tiempo, nunca ha visto a aquella chica ejerciendo su poder y habilidad por igual y temo que ya no hay vuelta atrás para ello.
¿Acaso me temía? No lo sé del todo, pero ya no importa si se enteran o no de lo que soy, pues finalmente lo he comprendido.
"No necesito lealtad sino control. No requiero de amor sino poder. Y no obtendré respeto sino temor"
Se acabó. Suelto mi aprensión a Damián y me enfoco a lo que realmente he venido.
Diego.
Estoy a solo dos pisos de llegar a él. B-6 es el destino y J-4 mi actual ubicación y es por eso que un elevador me lleva hasta allá acompañado de guardias de seguridad, Faustino, Agata y obviamente Damián. No se encuentra esposado ni nada de ello, pues de igual modo no se alejara de mí porque le ordené que no lo hiciera. Por lo que en cuanto termine esto, recibirá lo justo.
—Quiero que abran todas las puertas y accesos que estén en toda la sección principal del bloque —informo a través del radio para que Pablo y Saúl lo ejecuten y me informen de cada paso que daremos.
—Pero princesa los soldados libertanos se encuentran ahí —escucho decir a uno de los guardias que me acompañan.
—¡Ahora! —exigió y el guardia vigilante solo asiente nerviosamente ante mi mando, pues borro de sus mentes que me ayudarán, implantando sobre sus mentes otra idea.
"Han sido los rebeldes quienes se infiltraron como soldados y fingieron la alarma pasada"
Ellos asienten.
—Él esta ahí —se escucha la voz de Pablo tras el radio, visualizando a Diego en su celda.
Trago saliva mientras la puerta gruesa de titanio del elevador se abre dando acceso al piso 6 que me llevará al comando que protege las 16 celdas de la sección B de la prisión.
Estoy dentro, y ya nadie me detendrá.
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