𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟥
《Concédeme rogar por un poco de tu tiempo esta tarde. Permíteme tener la oportunidad de hacer de este día uno tan radiante como lo haces tú con los míos》
Con cariño, Damián
Leo las palabras que llegan de la mano de Ana después de que esta tarde sorpresivamente de nuevo tenemos "algo". No es hasta casi el anochecer que sé algo de él y no lo culpo. Hay demasiado que hacer en esta nación y bueno, puede que su nota no haya sido la más larga o estremecedora del mundo, pero conociéndolo, sé que requirio mucho de sí para elaborarla.
Paso a paso, me aproximo por los pasillos hacia la puerta del sur que deja ver parte del jardín de esta mansión. En cuanto Damián escucha mis botas resonar sobre los azulejos, gira con una amplia sonrisa en su rostro. Es probable que yo poseo una similar en estos momentos. Estúpida y traicionera mente que deja que mis sentimientos gobiernen a pesar de lo que me había jurado actuar.
-Linda nota -bromeo para romper la tensión.
-Requirió de todo mi valor escribirla así que apréciela.
-¡Por supuesto! -asiento con mi mano hacia el corazón como promesa de mi silencio.
-Tenemos un problema -resopla nervioso, posando su mano en la nuca como mecanismo de defensa-. Nunca había hecho esto, así que...
-Yo tampoco.
En realidad eso es mentira, pues recuerdo a Rolan. Sé que no serían llamadas citas en lo que la tradición lo define, pero se sentían como tal cuando yaciamos juntos.
-Le prometí una cita Tamos y la cuestión es que uno: no podemos salir de aquí y dos: que este sitio esta infestado de personas. Por fortuna, ya lo he resuelto.
Acto seguido, estamos en la cocina. En esta ocasión las cosas son más sencillas de encontrar, pues supongo que pasó demasiado tiempo en el sitio de su tío y prima. Teya se caracteriza por sus carnavales y largos festivales que tanto seguidores como fuertes rinden tributo, ya que ambas comunidades poseen tradiciones que los hacen tener la fama de los habitantes más divertidos y felices de Victoria.
Bastante irónico que los Teyanos me hayan dado exactamente todo lo contrario a eso, aunque no se puede juzgar a un pueblo por un par de personas, cierto. Además, he de admitir que a su lado olvido un poco los problemas que nos envuelven con momentos tan simples como estos.
Me agrada ser testigo de aquel empeño que coloca tras cocinar. No me deja hacer nada excepto mirar y catar del delicioso postre que está ejecutando, considerando que conoce mi gran debilidad por lo dulce, así como que dice cuidarme por mi mano que aún yace vendada para que mis huesos se reacomoden.
Me comenta su sorpresa por el hecho de que la herida que casi me mata, este sanando con tanta eficiencia en comparación de la que alguna vez gané en mi hombro, la cual tardó semanas. No me animo a decirle como sucedió.
-¿Cómo llegamos a este punto? -le pregunto fascinada, observando lo que hace-. Creí por mucho tiempo que apenas y me tolerabas e incluso -saco una carcajada- visualicé tu vida con Alexia Borja. Bastante aburrida, si me lo preguntas -agrego a lo que él sonríe, negando con la cabeza al tiempo que se da media vuelta para colocar su mano en mi cintura y rodearme con sumo cuidado de no tocar la herida que se supone, debería causarme estragos.
-Y ahora, con quien visualizas mi vida -me murmura en el oído y mis piernas flaquean por instinto. Para cuando sus labios rosan mi barbilla, me encuentro totalmente desarmada.
Apenas sus labios van a llegar a los míos cuando el frasco del jugo que tomamos revienta tras haber sido tirado por mi codo, provocando que se detenga para mirar lo ocurrido y entonces, Ana llega.
-Su Majestad ha arribado, princesa.
Había dicho a Ana, Agustín y mis otros guardias que me avisaran cuando llegara o en su defecto, el padre de Damián. No deseaba que nos encontraran a media escena romántica durante su ausencia, por lo que le damos fin a nuestra cita y a ese beso que no quiere darse entre los dos.
-Ofe -saluda mi hermano dentro de los corredores principales. Le ofrezco un abrazo.
-¿Qué tal te ha ido en la audiencia? Hay algo que me gustaría decirte acerca de Damián -me enfoco en su rostro y me percato de algo distinto en él-. ¿Qué sucede?
-Esta hecho. He enviado el mensaje a Libertad. Solo falta esperar una respuesta.
Sonrió satisfecha, aunque mi hermano no lo está del todo. Quizá por la conversación que nos llevó a que Solomen Austria, el nuevo rey de Libertad, accediera a vernos. Y es que el plan original (el de antes que Vanss llegara) consistía en depender por completo de la respuesta que los extranjeros nos dieran, para poder usar mi control sobre ellos y convencerlos de que Diego se quedara para de esa forma, no revelar los secretos que Victoria oculta, sin embargo, después del encuentro con Zande Casaco, las opciones de que pudiéramos tener un contacto directo con su rey era casi nulo.
Aunque existía una posible forma de llevarlo a cabo y esa era que el primer ministro de Libertad mencionó que su corte y rey mostraba cierto interés por mí como vinculo de alianza.
-Siento como si estuviera vendiéndote -exclama Ben caminando a un lado mío sin ser capaz de mirarme.
-No, no lo haces. No si yo me estoy ofreciendo. Además, lo olvidarán. Me encargaré de ello y recuerda lo que madre hizo por mí.
-Solo puedes contraer nupcias con un victoriano.
-Correcto y eso nos otorgará tiempo.
-Pero dudo que le atraigas, considerando lo que se dice de sus gustos.
-Ya lo sé, pero eso nunca ha evitado las uniones por conveniencia. Nosotros tenemos muchas de esas y que mejor si en el camino podemos sacar ventaja.
-Cómo los menesteres lo harán conmigo muy pronto ¿cierto?
-Temo que si, Beni. Te presionarán hasta que elijas una esposa. Tal como lo querían hacer conmigo cuando reinaba. Un heredero es lo que se busca y Solomen también lo hará para afianzar su reino.
-Es injusto -se queja-. Sé que has dicho que es nuestro deber y sacrificio hacerlo, pero y si no lo es ¿Y sí se puede ser feliz y cuidar a Victoria al mismo tiempo?
-Desde cuando esas cosas te preocupan. Creí que no te molestaba unirte a una desconocida. Incluso, tu mismo me dijiste hace un par de ciclos que el amor era un bono extra ¿Qué ha cambiado?
-Todo -espeta con simpleza-. Volviendo al tema. Pasado mañana el menester estará listo para albergar a nuestro rebelde libertano.
-¿El menester? Pensé que la entrega sería aquí.
-Bueno, el menester es el lugar idóneo donde la burocracia se reúne. Ahí es donde las coronaciones ceden. Es lo correcto -suelto un resople por sus palabras-. Vamos, sé que no crees en nada ni nadie cuando de política se trata, pero debes darle un poco de crédito, la buena política existe y ayuda a mantener el orden en una nación. Dicho esto, espero que nuestro segundo objetivo del plan en la que involucra atrapar a los rebeldes funcione.
Espero lo mismo, así que nos unimos en un gran silencio abarcado en nuestros propios pensamientos, mientras los pasos nos llevan a la puerta de su alcoba para que pueda asearse y después cenar juntos con el resto que está implicado en el plan.
-Antes de todo esto, me parece que mencionaste a Dami ¿qué sucede con él? -trago saliva, pues recuerdo que olvidé decirle a Damián que prácticamente le dije a mi hermano que me prometiera al rey de Libertad.
-Nada importante. Me alivia que lo hayas asignado para que me acompañe a Qualifa -digo a cambio y me decepciono de mi misma por no decirlo, aunque tal vez es lo mejor-. Y podrías... no lo sé, no mencionar en la cena ni después de ella, la forma en la que lograste convencer a los libertanos de venir. Es un poco vergonzoso y si nuestra abuela se entera...
-Ni lo menciones, hermanita.
En ese momento Ana, Agustín y Adrelin cruzan el pasillo con Dalia, Lázaro, Serón, Tiana y Usiriel. Ellos al igual que otros ocho niños son huérfanos y controladores o lectores de mentes en distintos grados afectados por el virus. Provienen todos de Xelu, exceptuando a dos que son de Concorda. Por el momento no tienen contacto con la casa gobernadora excepto nosotros.
Todos me sonríen y los más pequeños me abrazan la piernas por verme de pie. Hemos pasado este último mes entrenando nuestras habilidades, exceptuando el tiempo que pase en cama y puede que a ello se deba su afecto. Eso y que los consiento con mucha comida y juguetes.
-¿Entrenamiento? -cuestiona mi hermano una vez que le comento de nuestros progresos-. Ay hermanita eres un peligro para esos pobres niños.
-Por supuesto que no y en lugar de juzgarme deberías darte un baño antes de la cena que apestas.
Dalia, la mayor de todos con 13 ciclos se ríe lo suficiente para cubrirse con su mano mientras se retira con todos los demás niños deseándoles buenas noches.
-Dales tiempo, Beni -le aseguro ante el hecho de que alguno de ellos le temen aún si su rostro es gentil-. Por sorprenderte que me parezca, creo que a Dalia le pareces atractivo. Debe estar ciega. Es eso o leyó tu mente.
-Espero sea lo primero.
Durante la reunión que cede una hora posterior, nos permitimos olvidar el agotador tema un momento. Enfrente mío, saludo a Iriden Marven que vino con Ben, uniéndose a la causa. Su pequeño hermano rosa mi mano de contrabando tras sentarme a un costado suyo. Le sonrió al verlo como respuesta a su caricia anterior.
Mientras la cena se lleva a cabo, le comentó a Vanss lo que averigüe de lady Fabela. Con gran sutileza la controle antes de que se marchara con su hija, aunque desafortunadamente ella no sabe nada más allá acerca de que Gerardo sería uno de los tantos encargados del Fuego Blanco, puesto que menciona un par de nombres más, que no reconozco, así como que él había introducido a Ernesto a ello y a la misma señora Ducante que utilizó sus recursos, instalaciones y puesto militar para engrandecer la causa.
A veces me planteo si estamos librando la batalla correcta.
♨
-¿En qué piensas? -escucho la voz de Damián, que se ha unido a mí a una de las bancas del jardín de la casa gobernadora-. ¿Temes que la comandante de los desertores no vuelva?
Vanss ha marchado esta mañana con Eren y Kendra de escoltas para traer al equipo desertor a la casa gobernadora. Después de la cena de ayer, nuestras posiciones y papel dentro del plan se trazaron.
-No, sé que ella regresará, pero espero que todo salga bien mañana.
En realidad pensaba en mi control, pues algo me estaba sucediendo. Después del incidente con Zande Casaco, he comenzado a dejar paralizados a mis guardias o a ver recuerdos suyos. No tengo controlado este don todavía, y lo necesito estable si es que deseo tener éxito en mis planes o devolverle los recuerdos a Benjamín acerca de donde estuvo todos estos meses.
-Entonces... ¿qué dices?
-¿Decir qué? -no preste atención a todo lo que me dijo debido a mis propios problemas que naturalmente no le he contado.
-Qué será mejor que me adelante a la prisión. Llamar la atención con mi presencia para que de esa forma, la tuya pase desapercibida en cuanto arribes con el segundo comando.
-Por supuesto. Si, está bien -agrego sin tomarle mucha importancia, ya que otro asunto rueda en mi cabeza que creo que debe saber-. Rolan vendrá también a la casa gobernadora -explayo escaneando su reacción, aunque esta no dice mucho como es su costumbre.
-Hmm -solo emergió su garganta.
-Es parte vital del plan. El cuidará a Ben y Vanss en nuestra ausencia y creará la ilusión mientras tú y yo... -de la nada él sonríe de aquella forma que solo lo hace conmigo-. ¿Qué sucede?
-Nada, es solo que me agrada esa parte.
-¿La parte en la que Rolan queda a miles de kilómetros de distancia?
-No. Bueno, quizá un poco, tal vez bastante, de acuerdo sí, quizá sí -admite colocando su mano sobre la mía-. Pero me refería a la parte en la que exclamaste tú y yo.
La culpabilidad se hace presente porque alguna parte de mi espera que Rolan llegue. Saber cómo se encuentra, al mismo tiempo que se contrapone con el no verlo ni mucho menos hablarle.
Mejor opto por reincorporarme, levanto mi rostro ante las pequeñas gotas que comienzan a caer del grisáceo cielo. Se sienten como alivio aquellos toques cayendo en mi cara. La lluvia es refrescante en este calor y cierro mis ojos momentáneamente hasta que al abrirlos, observo a Damián encogerse de los hombros provocándome una sonrisa. El general disfrutaba mirar la lluvia, pero no estar en ella.
Esta, es la primera lluvia que observo en este caluroso sitio que a diferencia de La Capital, donde la lluvia de verano se vuelve una constante en esta temporada por allá. Por eso la razón de que los sembradíos se conserven allá. Es el lugar perfecto para que crezcan. No hay calores secos como en Teya, ni fríos perpetuos como en Santiago.
-Esta es la última lluvia del verano, sabes -comento para Damián, mientras nos ocultábamos en los arboles de la zona al que corremos para refugiarnos de la lluvia que se volvió tan densa que no hay soldados a nuestra vista-. Mañana comienza el otoño -agrego pasando mi mano a mi suelto y largo cabello que ha pasado de rizado a lacio.
-¿Recuerdas la primera lluvia del verano? -arremete él, mirándome con algo de picardía-. Porque yo si lo hago -me susurra al oído.
Sé a la perfección a que memoria en especial se refiere. Corremos hacia el techo de una pequeña bodega de la propiedad y así, refugiarnos de las gruesas y pesadas gotas.
-Me besaste -espeta permaneciendo a mi lado bajo la pequeña bodega una vez que llegamos y quedamos hombro a hombro entre el techo que nos cubre.
-¡Y tú me respondiste! -objeto en defensa, aunque siento rubor sobre el rostro.
-Bueno, a una reina no se le podía decir que no -su broma provoca que mi boca se abra en protesta.
-¡Hey!
Me coloco enfrente suyo para darle un golpe en el hombro, sin embargo, después de ello su mano se desliza a la mía aún en su cuerpo y la bordea con sus dedos, provocándome cosquillas. Sus ojos se fijan en mi mano, aunque los míos yacen en sus gruesas cejas, sus redondos ojos y nariz afilada. Mi instinto me hace quitar un mechón húmedo de su oscuro cabello apelmazado en su frente para posarlo por detrás de su oreja. Es tan apuesto. Y más sobre la lluvia.
-En ese caso, pienso que deberíamos terminar tal como lo empezamos, no crees.
Sin pensarlo más, me abalanzo sobre él, colocando mis brazos en su cuello en un impacto rápido que lo hace ir hacia atrás, colisionar con la puerta y se termine por abrir, causando que Marven golpeé con una mesa del sitio que es una especie de almacén de provisiones militares sin usar del todo.
-¡Auch! -emerge de su boca al pegarse con ella en la parte baja de su espalda.
Rio acallando su voz con mis manos cubriendo su boca para que nadie nos escuche. Las palmas de Damián presionan la mesa, aunque su mirada salvaje me observaba tal como la primera vez que me besó. Urgentes y clandestinamente necesitados, mientras que los míos, se mantienen en un deseo como la vez que yo lo hice por igual, pero con la diferencia de que el sentimiento se siente más profundo. Más incontrolable.
Observo su camisa blanca delgada y mojada que me deja ver a través de ella. El silencio de pronto parece adecuado ante nuestros pechos subiendo y bajando. Probablemente ambos pensamos en lo mismo. No me permito cuestionarlo ni un instante más, pues los dos dirigimos nuestros labios el uno hacia el otro en un beso indescriptible.
Sus manos lo llevan de inmediato a mi rostro mientras que las mías, se direccionan a su espalda abrazándolo. Me aferro a su cuerpo como jamás lo hice nunca. Me lleva atrás entre pasos para poder recargarme en un pequeño estante. Si nos moviéramos más a la derecha, podríamos caer a un montón de paja seca de unos de los cuartos inutilizables.
Esto ya no se trata de pensar sino de sentir, por lo que en cuando sus labios se deslizan a mi cuello no puedo evitar cerrar mis ojos, morder mi labio y disfrutar del momento. Aquel beso por el que tanto esperamos esa última vez que nos vimos parece superar toda expectativa. Mis dedos se sujetan a su cabello deseando que no se detenga. En cuanto a las suyas, se deslizan a mi espalda bajando centímetro a centímetro con sus fríos dedos rosando mi piel cálida y ansiosa de ser acariciada, al tiempo que sus labios se funden en mi cuello hasta mi clavícula emitiendo un apenas audible gemido de mi garganta.
Me desarmo por completo. Mi sensatez se ha perdido y a cambio, soy gobernada por el placer de su boca posada en la mía y de mi lengua probando la suya, deseando que por favor no se detenga.
-Me encanta cuando haces eso -jadeo en una oración cortante una vez que sus labios en mi barbilla se funden en mi boca.
-¿Hacer qué? -responde con la misma falta de aliento, separando ligeramente sus labios de los míos.
--Tus manos en mi rostro -me sonríe, observándome fijamente en el momento que mis brazos se aferraran a su espalda, mientras el instinto de la pasión drena por mi sangre en un desesperado acto de desabrochar su camisa para que mis manos toquen su esbelto y ejercitado cuerpo.
Comprende lo que le estoy pidiendo, sin embargo, su mano sujeta mi muñeca, provocando que mi beso en su cuello se detenga.
-Espera -murmura apenas para él-. Aguarda -continúa en un tono más contundentemente, aunque dulce por igual, causando que me detenga por completo y mire sus vibrantes e hipnotizantes ojos rojos-. No así. No aquí -termina por agregar y no me agravio.
Por el contrario, me arranca una sonrisa de compresión pese que la vergüenza me invade por ser Damián quien deseé recordar de mejor manera un encuentro de este tipo que yo misma.
No me queda de otra más que afirmar con la cabeza mientras Damián decide poner de nuevo sus manos sobre mi rostro con dulzura y besar mi frente con amor dando un paso atrás y comenzar a abrochar su camisa. Suspiro con velocidad sin saber lo qué debo hacer. Mi atuendo yace intacto, pues no se atrevió a hacer tal acto que yo hice en él, por lo que paso mi mano acomodando mi cabello húmedo, aminorando mi ritmo cardiaco.
De hecho, resulta ser lo correcto, pues minutos más tarde. Justo cuando su vestimenta luce intacta, un soldado real abre la puerta. Yo permanezco detrás de cajas y estantes, así que no me ve cuando deja un par de cajas ni cuando Damián gira su rostro hacia mí para guiñarme el ojo cuando ofrece al soldado partir del almacén. Aquel acto que me hace reír y cubrir mi boca con las manos para no ser descubierta.
Sola.
De nuevo termino sola con sentimientos encontrados dentro de mi nebulosa mente. Camino por la lluvia la cual ya se ha disuelto un tanto pese que esta vez se siente fría al toque. Espero que me ayude en algo, pues no logro quitar en mí ese deseo de ir corriendo por Damián, besarle y decirle que terminemos lo que empezamos. No puedo creer lo que pienso.
¿En verdad estaba dispuesta a que pasara?
Lo que sentí minutos atrás a eso era nuevo para mí. Una princesa no se comportaría de esa manera, pero ¿y una mujer?
Paso mi mano por el cuello subiendo los escalones de la puerta oriente de la casa gobernadora, diciéndome que no saldré de ella hasta que aquel sentimiento se disuelva.
-Me parece que alguien necesita de una toalla, princesa Ofi -escucho detrás de mí y me detengo de inmediato. Solo existe una persona que me llamaba de esa manera.
"Rolan"
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