𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟫
—¿Está segura de esto, princesa?
—Si Ana, lo estoy.
Ambas nos sonreímos en complicidad ante el hecho de que ya no pienso pasar ni un minuto más en una cama. Ha transcurrido dos semana desde que desperté y contra pronóstico y recomendación médica, mi estado de salud es más que alentador.
Admito que volver a ser llamada princesa es extraño pese que pasé toda mi vida siendo nombrada de esa forma, aunque temo que el significado ha cambiado. Es por eso que un par de botas negras resonantes me visten. Porto los colores de mi bandera con orgullo usando un faldón largo y plisado color plata con una especie de corsé azul marino que le permite a mi herida respirar. No me olvido de portar mi adorada espada de diamante, la cuál imita un repiqueo constante a mi paso, así como lo hace mi laboriosa y adornada trenza con broches en forma de flores qué doma mis risos a un costado de mi hombro.
Me alegro tanto de tener a Ana a mi lado. Toda su familia posea ahora un empleo por igual dentro de la casa gobernadora y Agustín no pierde ni un segundo para pasar tiempo con ella en sus descansos.
—Buenos días hermano ¿puedo pasar?
De inmediato la cabeza de Benjamín se eleva ante mi voz, dejando de mirar los documentos en su poder y destinarlsa en mí.
—¿Pero qué haces aquí? ¿No deberías seguir convaleciente?
—Agradezco tu preocupación, pero mi estado ha mejorado considerablemente, Ben.
Llevo mis pasos adentro del despacho donde ahora debe llevar todo los nuevos asuntos que le acongojan siendo que sus ojos yacen desvelados por todo el trabajo y exigencia que el nuevo puesto le impone.
—Más que considerable me atrevo a decir, hermanita —comenta prestando más atención de la debida a mi aspecto, contemplando que el día anterior a su visita todavía me encontraba en cama.
Y lo cierto es que tantas horas de ocio hizo que la noche anterior mi mente trajera a mis pensamientos a Rolan. No precisamente a él en esencia, sino más bien acerca de su encánto y lo que fue implantarse a sí mismo una idea. Una que le permitiera regresar de vez en cuando a ser él.
Deduje que sí Rolan fue capaz de hacer tal cosa entonces tal vez yo también podía llevar a cabo algo similar. Fue por eso que me replantee el hecho de que si mi habilidad era capaz de herir y colapsar órganos, quizá en la misma proporción podía sanar y restaurarlos, puesto que los médicos comentaron que no explicaban cómo fue que me salvé de la flecha ya que para ellos yo debí haber muerto.
Y es que existe un recuerdo. Uno vago y extraño justo antes de caer al suelo en el bloque de entrenamiento de la estación en Isidro, pues cuando presioné mi abdomen sintiendo un final que todavía no quería, deseé poder salvarme. De forma similar, cuando los hermanos Palomino me atacaron, no permití que el dolor me impidiera enfrentarlos y hasta ahora, esta no ha sido una limitante.
Fue con ello, que me miré en el largo espejo de mi habitación con aquellos semejantes pensamientos. Me concentré en dominar mi propia mente de tal manera, que la herida no es que se redujera en tamaño sino que su aspecto, pareció haber acelerado su cicatrización al igual que paulatinamente la aflicción mermó, pese que al inicio he de admitir que un agudo dolor en la zona afectada al igual que en mi cabeza me invadio, por lo que pude concluir, en términos básicos, que funcionó.
—Interesante.
Había salido de mi boca con una sonrisa aparente tras descubrir las cosas que era capaz de hacer, sin embargo, esta se disolvió en cuanto mi mente se cuestiono a cuántos pude haber salvado de aquel destino de la muerte de haberlo sabido.
Hozer.
Es el primer nombre que inundó mi cabeza. Pude haber hecho algo por él. Pude simplemente, haberlo salvado.
—¿Segura que no deseas volver a la cama? Han pasado solo unos días desde...
—Muy segura, hermano —respondo olvidando la forma en la que conseguí sanarme—. O es que pensabas acaso que te dejaría lidiar con el primer ministro de Libertad tu solo.
—¿Cómo sabes de la reunión con el...? ¿Te lo ha contado Dami?
En realidad, me lo había espeto Agustín. Él y Ana fueron mis oídos de estas paredes y habitaciones en el tiempo que pasé postrada.
Sin embargo, tal hecho es olvidado por completo en cuanto los ojos acusatorios de Ben divagan hasta la esquina del despacho y tras girar, contemplo a nadie más ni nada menos que a Damián Marven.
Mis ojos se encontraban tan concentrados en mi hermano que no presté atención a su presencia. De algún modo, contengo mis ansias de sonreírle una vez que me recuerdo que desde el accidente con los fuertes, que he renegado a su presencia todas las veces que pedía verme fingiendo yacer muy exhausta por las visitas.
—General Marven. No sabía que se encontraba con mi hermano.
Intento que mi voz refleje neutralidad, causando que el rostro de Damián se tense y los pasos que se dirigían hacia mí se contengan en un impulso de mediana reverencia deduciendo que mi postura hacia él sigue siendo exactamente la misma, pues lo he estado evitando desde la conversación con su padre.
—Bueno, es todo un honor acompañar siempre a Su Alteza —su tono es tan cortes como lo sería cualquier general hacía una princesa.
—Dejemos el formalismo para después, quieren —espeta Ben reincorporándose de la silla. Mi hermano es distraído, así que no nota la tensión entre ambos—. ¿He de suponer que te quedarás?
—Supones bien —no se ve extasiado con la idea.
—En ese caso... —observa a su amigo—. Cuida que todo salga perfecto en este encuentro y tú —me contempla con suplica—, no vayas a perder la cabeza ante el primer ministro Zande.
Su advertencia es clara: no uses tu control frente a ellos.
Está de más decir que su presente tensión se debe al reciente suceso con Libertad y es que todo indicaba que la muerte de su rey Vakrek Austria había sido orquestada por los rebeldes, pues los ataques a los gobiernos de Teya y Lorde sucedieron simultáneamente. Al parecer si agregaban a la ecuación a Libertad entonces podrían debilitarnos, sin embargo, el como fue de su conocimiento los planes de la travesia realizada por Vakrek continúa siendo un misterio, aunque el haber encontrado soldados libertanos en la escena del atentado en Isidro no pudo ser una coincidencia.
Fue por eso que Libertad había decidido enviar a su emisario (el cual es el equivalente a un consejero aquí en Victoria) con las intenciones de "dialogar" ante la petición de mi hermano por no comenzar una guerra ante nuestra incapacidad de proteger a su monarca.
—Antes de reunirnos con el consejero Casaco, me parece que hay algo que debo informarte para evitar cualquier...
—Esos son...
—Guardias de Qalifa.
Me detengo tras notar algunos en la explanada a través del ventanal. Los hombres se mueven con rápidez en la explanada principal a la que nos destinamos.
—Extrañamente eso lo he deducido por sus insignias, Ben —mi hermano sonríe con levedad ante lo obvio, aunque su paso jamás se detiene, por lo que nuestro rumbo se mueve entre los pasillos principales escoltados por nuestros guardias personales y Damián con los empleados dudando a quien de los dos deben rendir su absoluta lealtad, ya que mi hermano lleva el gran peso del mando sobre Victoria, pese que técnicamente yo siga siendo su regente oficial—. A lo que me refiero es a la cuestión de porqué están aquí.
—Han traído a los presos libertanos involucrados en el ataque de hace dos semanas.
—¿Tenemos presos?¿Por qué me estoy enterando hasta ahora? —emparejo mis zancadas a las suyas—. Pude haberlos interrogado.
—No lo comenté porque hasta donde yo sabía, seguías todavía postrada a una cama recuperándote. Que iba a saber que te pondrías de pie en días. Además, para que deseas usar tu mente e interrogarles.
—Amm no lo sé, quizá porque... ¡Intentaron matarnos!
—Bueno, eso tiene explicación y se llama Diego.
—Eran soldados de Libertad, Beni. No sé tú, pero no he olvidado qué cuando les ordené que me dijeran porque lo hicieron, ellos respondieron...
—Que fue por su rey Austria, lo sé. Al parecer, Libertad perdió algunos elementos de vigilancia una semana atrás del ataque en las fronteras que poseemos con Palma. Los mismos que quisieron matarnos. Eso explicaría como fue que los rebeldes supieron de la llegada del rey Vakrek aquella noche. No fueron más que peones, Ofe. De igual forma, ellos recibirán su castigo en su nación natal si eso te consuela, aunque apelaré a que no.
—¿Por qué?
—Porque no sabían lo que hacían. Es lo mismo que sucede con nuestros guardias de Isidro que se unieron a los rebeldes ¿acaso ya lo olvidaste?
Oigo su pena en el tono de su voz. Él noqueó a los tres de los cuatro existentes, siendo que uno murió, aunque al despertar negaron el acto de traición. De manera inevitable fueron arrestados, sin embargo, Ben me pidió que usara mi control para así, difuminar los eventos, pues si decíamos que fue culpa de Diego, el anonimato de los controladores (el mío incluido) se expondría y aquello, era un lujo que no podíamos darnos. Llevaría su tiempo, pero los liberaríamos a los tres.
—Te prometí que no serían culpados injustamente y lo cumpliré, pero los libertanos no conocen toda la verdad y ellos condenaran a sus soldados y no a nosotros por lo de su rey, aunque dudo que desaprovechen una oportunidad como esta para sacar provecho de la situación y Libertad nos acabe -le advierto.
—¿Y sí te equivocas? —objeta mi hermano—. Y sí ellos esperan que nosotros acabemos con Libertad.
—¿Por qué ellos desearían que nosotros acabáramos con Libertad?
No llega a responderme, siendo que ya nos encontramos frente a los escalones de la casa gobernadora de Teya para recibir a nuestro invitado político. Contemplo a mi hermano por alguna respuesta, pero él ya mantiene sus ojos en el horizonte que muestra el aeronave personal del consejero aterrizando con estabilidad. Apenas deben caber diez personas contando a los pilotos, lo cual me sorprende considerando la importancia que representa para Libertad aquel hombre.
Intento no interpretar su acto como signo de superioridad tras asumir que con solo dos guardias escoltando al fuerte es más que suficiente para cuidar de él. Después de todo, hemos sido nosotros quienes solicitamos una audiencia y ellos quienes amablemente aceptaron.
Tal vez esto no debe ser al final tan hostil como lo supuse.
Tras estar cerca de él, reafirmo que el primer ministro de Libertad Zande Casaco, es de alguna forma como lo imaginé. Mayor si lo comparamos con nuestra edad, pues es casi el triple. Rígido e imponente (debe ser por su barba abundante y cerrada). Su cabello entre cano, largo y amarrado en una coleta con piel aceitunada le hace la segunda a su gallardía, aunque es algo regordete y un par de centímetros de altura menor que yo lo que le resta de cierto modo, autoridad. Sin embargo, es su pulcro traje blanco y destellante ante los intensos rayos del sol que un medio día ofrece, lo que atrae mi total atención, siendo que las franjas naranjas y doradas tal como su bandera y emblema correspondiente no pasan desapercibidas.
Junto a él, sus escoltas le flaquean por ambos lados. Lucen enmascarados tales como los que alguna vez acompañaron a su pasado rey Austria cuando le conocí. Son muy intimidantes de hecho. Zande asiente ante su llegada tras tener de frente a mi hermano quién luce por mucho, más elegante que yo.
La corona que porta Ben sobre su cabeza, deja en claro el estatus actual de mando en Victoria. Lo mismo lo hace su atuendo azul marino brocado en plata acompañado de todas las insignias que ha ganado y condecorado como servidor militar en la academia de la guardia negra. Supongo que solo a su rey (quien ascendió una semana atrás) se le rinde reverencia y aunque sea invitado en esta nación, Ben no es alguien a quien debiera servirle o rendirle lealtad, sin embargo, nos ofrece respeto.
—Gran señor Tamos y... señorita Tamos —resalta el "señorita" como si no esperara mi presencia y pienso que de algún modo es cierto, ya que Ben no contaba con mi presencia ante el arribo del ministro—. Me complace que yazca lo suficiente repuesta para unirse a nuestro lado y deleitarnos con su compañía. Veo que no mintieron acerca de su belleza, señorita Tamos. Una pena que mi señor rey Solomen no haya podido ser testigo de ella esta tarde.
Mentiroso. Todas aquellas frases de cortesía las conocía bien, siendo que yo también fui educada con ellas y más. Sus ojos van a mi mano derecha vendada. La única señal que me queda expuesta de aquel día, ya que yace sujeta al cabestrillo para no forzarla, pues averigüe que pese que consigo mitigar el dolor, mis huesos no pueden recomponerse con mi don. Algún limitante debía poseer y es ese.
Tengo ganas de dejarle claro que su adulación no lo llevaría a ningún lado, no conmigo al menos, pero a cambio de ello sonrío glacialmente ante sus baratos halagos, pues de antemano sé que puede que sea agraciada de una manera estándar, pero que pierdo todo crédito por lo que muchos llamarían mi detestable mirada seguidora, sin embargo, soy una princesa y diplomática que pedirá a la otra nación que no trasgredan a la nuestra a causa de terceros y ser cortes es lo adecuado.
Benjamín deja atrás al joven que es y se transforma en el hombre que dirige una nación entera. Es todo negocios. Un rey, en pocas palabras.
—Una pena de verdad, primer ministro Casaco. Mi hermana pudo haber ofrecido una excelente exhibición acerca de su perfecto dominio con las armas. Su puntería no falla ni siquiera una vez. Algo exquisito de ver igual que su belleza —sonrió entre dientes, pues mi hermano sintió al igual que yo, el exceso de cortesía, limitandome solo por mi belleza.
—Habría sido un total placer, créanme, pero temo que he recibido instrucciones de mi señor rey de hacer en brevedad esta acción -espeta el fuerte con una leve inclinación.
—Supongo que su visita tal como su rey lo mencionó en su transcrito se debe a...
—La entrega de nuestros soldados, gran señor Tamos.
—En ese caso —su mano se mueve en un movimiento estudiado, dándole la bienvenida a la propiedad, mientras el libertano da señas a sus guardias para que comiencen el traslade de presos que es dirigido por Damián y otros soldados.
Mi hermano y yo nos miramos de soslayo, deseando descifrar al primer ministro y es que su amabilidad espera ser devuelta, ya que no es su intención adentrarse a la propiedad, así que no nos queda de otra más que permanecer a su lado.
—Como embajador y portavoz de mi querida nación Libertad, permítanme primero que nada, explayar mi agradecimiento tras conceder que mis compatriotas reciban su debido castigo en su nación como se debe —espeta el fuerte Zande ante la calurosa mañana en la que nos exponemos todos. Teya puede ser verdaderamente difícil de lidiar a esta hora.
Mi hermano es prudente y se coloca entre el ministro de Libertad y yo, pero es tarde porque mi lado irónico y sarcástico emerge.
—Es muy gratificante entonces saber que ellos no fueron una tempestuosa intervención por parte de su nación, primer ministro Zande. Ciertamente fue una sorpresa para mí ver a sus tres soldados apuntarle a la cabeza y pecho de mi hermano —mi tono agresivo es palpable.
En ese mismo instante la garganta de Ben provoca una ronquera queriéndome decir "calma". Lo hago y callo de inmediato, por lo que el primer ministro libertano nota el acto preventivo de mi hermano hacía mí.
—Y aún no soy capaz de explicar tal acto por parte de nuestros soldados, princesa y rey Tamos —es la primera vez que usa títulos como si antes hubiera requerido una confirmación de nuestros puestos que ya obtuvo con el acto pasado—. El regimiento asignado a ellos perdió todo contacto y no supimos nada hasta que el día de gran luto cedió.
La mirada de Ben divaga un instante hacía mí. Sé lo que me trata de decir Diego. Ése chico los controló, sin embargo, mi duda aún se mantiene en Zande Casaco.
—No dejaremos atrás los acuerdos y mociones que tanto mi padre, el fallecido rey Claudio y nuestras generaciones pasadas han dejado en estipuladas leyes. Y es por ello que se llevará a cabo el cumplimiento de cada una de ellas con el debido rigor.
—Y es ese mismo pensamiento que los consejeros y mi señor rey comparten por igual con usted, aunque creemos que los tiempos han cambiado. Después de tantos siglos, está claro que no podemos seguir ignorando los sucesos de una nación a otra. Vivir como si solo existiera Libertad o Victoria en este mundo es inconcebible. Nuestras alianzas y comercios son bastante básicos, pero podríamos hacer más el uno por el otro ¿no lo piensa así, rey Tamos? El ayudarnos el uno al otro, nos convertiría en más que aliados para ser y hacer lo mejor por cada uno de nuestros ciudadanos. Después de todo, nuestra nación nunca ha sufrido una situación como la que atraviesan por ahora ustedes.
—Puede estar seguro primer ministro Zande, que la situación que ustedes suponen de nuestra nación no es tan precaria —opone Ben para mostrar fuerte y sólida a Victoria.
—Por supuesto —su tono de desaire en el que lo espeta convierte mi mano en un puño, sintiendo mi habilidad drenar—. Usted tanto como mi rey son jóvenes reinantes. Necesitan de guías experimentados y estamos dispuestos a ofrecer la nuestra. Unirnos de una forma sólida y real para poder fortalecerse.
—Y su señor Austria sugiere que...
—Bueno, Victoria ha recuperado una princesa ahora que usted ha tomado el mando ¿no es así, rey Benjamín? —exclama Zande con la mirada completamente en mi hermano como si yo no existiera o poseyera opinión alguna acerca de la propuesta que me incluye en su trato.
—Ofelia no es una opción en esto, señor Zande —dice contundentemente mi hermano antes de que yo pueda reprochar—. Dijo que el mundo estaba cambiando ¿cierto? y con ello, los compromisos por conveniencia. Si su rey está interesado en mi hermana que venga el mismo a proponérselo y espere una repuesta por parte de ella. Tenga por sentado que será cálidamente recibido en Victoria, aunque eso no conprometera a mi hermana a aceptar absolutamente nada —espeta Ben mientras yo me enorgullezco de él, aunque me pude haber defendido sola.
El rostro del primer ministro siente la hostilidad y solo una leve mediana sonrisa emerge de su boca.
—Tan cálido como lo fue mi antiguo señor rey Vakrek, supongo.
Un golpe bajo, pero cierto. Y es que el rey de Libertad fue asesinado en nuestras tierras por nuestros ciudadanos victorianos. Al parecer, todo indica que el primer ministro Zande Casaco, no se quedara para la faustosa cena que le preparamos "Que pena".
—Sus soldados están a su disposición en el momento que indique, primer ministro de Libertad —interrumpe oportunamente Damián con militares libertanos respaldando la noticia.
—¿Todos? —inquiere Zande, mirando a mi hermano, dejando muy atrás su rostro afable a su llegada.
—Todos menos uno, primer ministro.
—Temo que no puedo aceptar eso.
—No puede, pero tendrá que hacerlo, pues ninguno contempla la certeza de donde realmente pertenece. No posee la marca libertana en su muñeca, lo que significa que lo desconocen como ciudadano. Está es mi nación y usted y él están en ella y por lo tanto, lo único que puedo prometerles es resguardo hasta que se aclare el tema.
Dentro de algún punto de esta conversación me he perdido. Y en este juego de poder, la ignorancia es igual a debilidad.
—¿Disculpen, de qué preso estamos hablando? —interrumpo con una sonrisa.
—De su prófugo rebelde que ustedes conocen como Diego.
No puedo evitar soltar una carcajada, redirigiendo la mirada al embajador de Libertad.
—¡Es absurdo! por qué se llevaría a un ciudadano nuestro y sobre todo, qué le hace pensar que nosotros le dejaríamos hacer tal cosa, señor Casaco.
Es entonces que mira hacía mi hermano deleitado por el hecho que no sepa la razón.
—Simple señorita Tamos: ese hombre es ciudadano de Libertad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro