𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟩
No sé en donde permanezco, pero la vista de la colina en la que yazco sentada es muy hermosa. Abrazo mis piernas mientras por instinto aliso mi vestido, al mismo tiempo que observo con calma como los últimos rayos del sol invaden los fértiles y amarillos sembradíos con la copa de un robusto árbol rosado ofreciéndome su sombra. Es igual a estar dentro de una bella fotografía, una sublime pintura o efímero sueño.
—Adoro los atardeceres —escucho una dulce voz decirme a mi derecha. Es mi pequeño hermano, Dante. No entiendo cómo ha llegado hasta aquí, pero no importa, porque lo contemplo alado mío con una inmensa sonrisa a pesar que él solo mira la puesta de sol bajo la colina en la misma posición que yo—. Es saber que aún resta la otra mitad del día, aunque esta sea oscura.
—Como las personas —le aseguro—. La mitad del tiempo somos día y la otra noche, aunque algunos decidamos quedarnos ahí. En ese vórtice oscuro e inmerso.
—¿Y quién dice que la oscuridad no puede ser bella también? —mi hermano se gira para mirarme. Me sonríe recostándose sobre el pastizal con sus brazos detrás de la cabeza, observando las nubes—. Dentro de ella, todos nos míranos iguales. Además, es justo en la oscuridad en dónde la luz se puede vislumbrar.
No soy capaz de objetarle, pues de alguna manera entiendo su punto, pese que en realidad no sé si tenga alguno esta conversación, pero no importa porque el tenerlo conmigo es más que suficiente, así que solo me recuesto tal como lo ha hecho él.
—Tienes razón. Las luces cobran más sentido dentro de la oscuridad.
No me responde siendo que él ya no se encuentra en el sitio ni yo tampoco.
—Ofeli, hija. Date prisa. No queremos que se nos haga tarde o ¿sí? —dice mi madre, mientras abre las cortinas de mi habitación para que yo despertara. Rasco mi ojo como vieja costumbre antes de reincorporarme y vislumbrarla.
Luce tan elegante como le recordaba con aquel cabello oscuro a medio recoger. Siempre tuvo un excelente gusto en su forma de vestir, pues su atuendo combinaba a la perfección con su corona.
Mi cabeza se mueve en negativo como respuesta a lo cuestionado, ya que tan solo puedo contemplarla con añoranza y amor.
—Eres una bella persona, hija mía —habla acercándose a la cama, colocando uno mis largos risos detrás de mi oreja—. Solían creer que no eras hija de tu padre, pero eres tan semejante a él. Más allá de tu necio y dorado cabello eres como él, aquí -su mano se dirigió a mi corazón—. Un ser bondadoso que desea que los sueños ajenos se hagan realidad, aunque te equivocaras, claro que lo harás, sin embargo, lo importante será darse cuenta de ello y detenerse para asegurarse que el sendero en el que avanzamos sea el correcto.
—¿Y si ya no hay vuelta atrás? —pregunto, colocando los pies descalzos sobre el piso, pero es tarde. Ya se ha ido al igual que yo.
—Mi pequeña Ofe, entra —exclama mi padre para que me adentre a su despacho.
—Hace tanto que no me decías así —explayo acercándome—. Desde que tu...
Miro a mi alrededor. Esta sala, este palacio, no debería lucir así. No debería porque fue atacado por los rebeldes y por guardias fuertes.
—¿Desde qué, hija mía?
—Desde... que moriste —afirmo, tomando la parte derecha de mi abdomen. Duele.
—¿Morir? ¡Pero de que hablas! ¡Sigo aquí! —mi corazón se estruja con el pensamiento.
—No, no lo estás, padre. Solté tu mano cuando más la necesitabas y jamás lograré perdonarme por ello.
—¿Crees que es tu culpa? Oh mi niña —se levantóña de su silla para posar sus manos sobre mis mejillas y limpiar mis lágrimas—. La vida es cincuenta por ciento suerte, cincuenta por ciento destino ¿Y tú, ya encontraste el tuyo?
Tuve una respuesta para eso, sin embargo, las luces se apagan y mis ojos se abren. Ya no está mi padre ni mi madre ni mucho menos mi hermanito.
Lo que veo a cambio, son demasiados rostros borrosos. Me llevan a un lugar y gritan cientos de cosas que no comprendo del todo, mientras miro las luces parpadear. No siento dolor alguno y eso no puede ser bueno.
—No cierre los ojos, Alteza —un fuerte me dice, pero no deseo hacerle caso.
Quiero regresar a mi hermoso sueño en el que mi familia me acompañaba. Es sencillo llevarlo a cabo, ya que mis pestañeos son tan pesados qué cuando los cierro y vuelvo a abrirlos de nuevo yazco en otro sitio. Uno muy tranquilo e iluminado.
—No se esfuerce, princesa —emerge la voz de una enfermera mientras toma mi muñeca para poder medir mi pulso.
Quiero hablar, pero no lo consigo. Cuando finalmente despierto, lo primero que veo es una figura resplandeciente ante el sol de un creciente atardecer.
La silueta se envuelve en un traje azul marino con doradas medallas en el pecho en conjunto a sus ribetes y la centellante corona con detalles en plata que me deslumbra la vista.
—¿Padre? —apenas murmuro.
Debía ser él. Debía seguir alucinando, aunque se ve y se siente tan real su toque sobre mi mano. Es cálido y efímero.
—Perdóname —digo con una voz muy baja—. Yo no lo hice, padre.
—¿Hacer qué?
—Matarlos —resuena mi voz ante la pregunta, pero basta de unos segundos para percatarme que esa voz no es la de mi padre sino la de mi hermano Benjamín.
Mi mente pronuncia su nombre en el instante que la visión recobra sentido y entonces, se mueve hacia delante del sillón donde descansa para que los rayos de sol no lo iluminen más.
—Bienvenida a la vida, hermanita —explaya mientras intento asimilar las cosas.
Podría preguntar tantas cosas, sin embargo, solo existe una que realmente emerge de mi boca.
—D-Diego...
—Esta preso. En Qualifa, obviamente —un alivio brota por mí pecho tras saberlo—. Ha permanecido ahí durante los últimos cuatro días.
Con generosidad, Ben me informa de cuanto tiempo ha pasado después de lo último que recuerdo sin necesidad de tener que preguntar. Demasiados días si alguien me lo pregunta. Explica que al parecer, Rolan logró colocarle una especie de sedante que aseguraba mantener a raya su habilidad ¿sería la misma que Ron descartó ponerme en la estación? No podría asegurarlo, aunque desde entonces, ese rebelde ha permanecido en una celda aislado y por lo tanto, nadie puede interrogarlo o torturarlo. Lo cual Ben no estaba dispuesto a hacerle de igual modo. Su corazón aún es bondadoso.
—No es momento de pensar en él ¿de acuerdo? Se acabó.
Es extraño escuchar esas palabras. Saber que de alguna forma se ha terminado parece imposible, por lo que permanezco callada asimilando lo último que mi mente recordaba del evento, sin embargo, olvido la realidad tras remontarme a los extractos de sueños que mi mente crea.
Los extraño tanto, pero supongo que mi hermano también lo hace con frecuencia. No se lo he preguntado, aunque el espejo debe recordárselo. Se parece a mi padre cada vez más, aun si el tono de su cabello es muy distinto.
—Linda corona —exclamo queriendo señalarlo, pero me percato que mi mano yace vendada. Por supuesto, mis dedos fueron rotos, aunque me concentro en el color de sus mejillas subiendo al rostro sonrojándose.
—Bueno, debían tomarse decisiones y tú... —suspira preocupado, dudando si el decírmelo o no con su mano sujeto a la mía—. Estabas muriendo, Ofe. No te perdería por nada en este mundo, pero te estabas desangrando y bajo las condiciones presentes tuve que aceptarlo. Borja recomendó que lo hiciera.
Mis ojos se tornan en blanco tras escucharlo. Ese hombre fuerte no perdía el tiempo por nada del mundo en hostigar a mi hermano y eso que ya había bloqueado de su mente la conversación en la que le ofrecía el casarnos con sus hijos aquella misma vez que me contó lo de Vanss.
—Sabes, de alguna forma siempre he sabido que eres resistente y fuerte, aunque admito que me alegra que hayas sido más de lo que imaginábamos todos y qué tu cuerpo aceptara la transfusión.
—¿Creí.. —el dolor me envuelve—que tu sangre me mataría?
—Nunca dije que fuera la mía —mis ojos se entrecierran esperando una respuesta—. ¡Vamos! concédeme un poco de crédito, hermanita. No soy tan imbécil como para saber que mi sangre en tu torrente sanguíneo probablemente te mate en cuanto se adentre, pero tuve una idea brillante después de un par de análisis y que mejor que la sangre que corriera por tus venas fuera la de alguien que al parecer, posee la misma resistencia al virus y habilidad que tú.
No fue muy difícil adivinar de quien hablaba.
—¿Rolan?
—Ni siquiera se opuso un poco ante mi proposición. Hacía tanto que no lo veía, pero me alegra saber que siga siendo el joven que recuerdo.
—Si, ha vuelto a serlo —afirmo suspirando y mirando hacia mi intravenosa como distracción para de eso modo, no colocar ningún sentimiento hacia el chico que me había roto tantas veces el corazón. Aún no deseaba darle ningún pensamiento mío.
Por fortuna, mi hermano prosigue:
—Es un guardia de Qualifa ahora. Se asegura de que ningún otro guardia caiga ante ese hombre —un gesto de desagrado emerge ante la omisión del nombramiento de Diego. Sabe lo que pasó, lo que es y pudo haber hecho si es que no lo hubiera detenido.
—Siento no haber ido a tu coronación —continúo esperando cambiar la plática de aquellos controladores.
—De hecho, no ha habido ninguna en sí. Ante tu indisposición, Borja sugirió... resoplo un poco—. Ya se, ya se. No te agrada, pero acepté estar al frente hasta que despertaras y mejoraras. Esto no es aún oficial. Sabes a lo que me refiero
"No hasta que firme mi renuncia"
—Si, lo sé, pero con todo ello esa corona le sienta muy bien, mi rey —agrego sonriendo, aunque eso manda un relámpago de dolor a mi abdomen, por lo que mi mano va acompañado de un gemido simultáneo. Con un ademan, le hago saber que me encuentro bien ante su preocupación y se tranquiliza—. No puedo creer que siga con vida, Ben. Que ambos, lo sigamos de hecho. Nuestros padres y hermano debieron amarnos tanto que nos han otorgado su protección y fortuna ¿no lo crees?
Ben asiente, aunque su rostro se torna en un parpadeo triste.
—Lo supe Ofe —habla de pronto—. Supe que había algo mal con Paolo ese día. Un tipo de alarma provino de su bolsillo y simplemente se reincorporó y dirigió a la cabina de comando, cerrando la puerta. Pude sentir algo extraño, así que me levanté de mi asiento dejando a nuestra madre y hermano jugar cartas. Solo bastaron un par de segundos para que Paolo saliera de la cabina. Le pregunté si sucedía algo, pero no respondió. Grité su nombre y seguía sin notarme hasta que algo de su gabardina sobresalió. Era una especie de detonador.
"Lo sé, lo vi a través de los ojos de Ron"
—Quise detenerlo, sin embargo, lo presionó. Hizo estallar la parte delantera del jet y desapareció de mi visión de inmediato. Debió volar por los aires como los pilotos —su voz se pausa tomando aliento para poder proseguir su doloroso relato—. En cuanto a mí, apenas y logré sostenerme de uno de los asientos, siendo que el jet comenzó a presurizarse. Nuestra madre y Dan estaban en sus asientos con los cinturones puestos así que por el momento solo debía pensar en aferrarme a la estructura para evitar salir del jet, sin embargo, partes de la nave seguían destruyéndose y una de ellas me... bueno, ya sabes.
Se detiene en el instante que sus dedos rosan su permanente cicatriz yacida en su rostro.
—Entonces, mi visión se nubló por la sangre en mi rostro. Era demasiada y por eso Dan saltó de su asiento para ir por mí. Me jaló con lo que debió ser su mayor fuerza y aunque ambos le dijimos a nuestra madre que no se moviera de donde estaba, fue terca como... —sus ojos me miran afirmaron lo que quería decir "Tan terca como tú"—. Se quitó el cinturón y fue por sus hijos sin pensarlo un segundo y no sé si fue amor de madre o fuerza natural, pero ella fue por ambos hasta que quedáramos resguardados dentro del jet.
—Las dos. Debió haber sido las dos.
—Pero nada de eso sirvió porque cuando me dirigí a la cabina, esta ya no existía más. Una turbina explotó haciendo que el otro extremo también se agujerara, logrando que la aeronave se precipitara aún más. Fuimos de picada, siendo arrastrados por la parte de frente y de esa forma, un dolor intenso se extendió en mi columna. Me golpeé con algo punzante que me hizo sentir partirme en dos, tras chocar con uno de los asientos. Mi espina dorsal emitió un crujido insoportable y después de eso, todo yace tan nublado para mí. Dante me arrastró, ya que no podía caminar y me metió a la cabina de exilio. Para ese entonces, nuestra madre ya estaba herida. La recuerdo ver en el suelo siendo auxiliada por el último guardia que resistió.
Esa confesión provoca que mi piel profese escalofríos hasta cada centímetro de piel con tan solo imaginar a mi madre sufrir de esa forma.
—"Cuida a Ofi por los dos" Eso fue lo último que recuerdo que me dijo. Lo último antes de que la cabina se separara del jet y cayera en un lugar del cual ya no recuerdo nada. Y estoy seguro que de haber estado más consiente, no solo yo me habría salvado porque lo cierto es, que ellos no dudaron. Ni un poco siquiera. Sabían lo que tenían que hacer y deseaban salvar a su futuro rey. Un rey que no pudo salvarlos. Uno que estaba aterrado con la idea de morir, pero que si tan solo tuviera hoy otra oportunidad les... les habría salvado. Porque eso es lo que hace un rey ¿cierto? Anteponer la vida de sus ciudadanos antes que la propia pero yo... no pude hacerlo. No pude.
Ben compartía la misma culpa que yo. Se culpaba por un pasado que le abordaría sin remedio. Esta era la primera vez que me hablaba de ello y mientras lágrimas corren sobre mi rostro, en el suyo lo hacen lo doble.
—Ahora solo me quedas tu hermanita y te juro que no permitiré que nadie te haga nada, aunque para ser sincero, creo que tú y tu mente pueden defenderse solas -sonreímos con pesar—. Gracias por salvarme. No solo una sino dos veces, Ofe. Con o sin habilidad has dado todo por mí y apuesto a que lo seguirás haciendo si una tercera se presenta.
—No me agradezcas —dije presionando sus dedos. Era lo único que podía mover sin dolor—. Eso es lo que hacen los hermanos ¿no? se salvan el uno al otro porque son parte de uno mismo. Además, estoy segura de que tú harías lo mismo por mí sin siquiera pensarlo o ¿me equivoco, Beni?
—Cada segundo Ofe, cada segundo —responde aferrándose a mi mano tanto como yo lo hago con la suya.
—Entonces que esperas. Seca esas lágrimas y ponte de pie. Salva a esta nación porque si tú no lo haces nadie más lo hará. No al menos del modo en que debe ser.
Benjamín se reincorpora ante mis palabras, y sonrie e imagino qué sí mis padres pudieran ver el hombre en el que se ha convertido, estarían tan orgullosos como yo lo estoy. Verían como ese atuendo lo hace ver imponente y soberbiamente apuesto. Adecuados a esa corona que alguna vez estuvo en la cabeza de mi padre.
—Dices cosas muy lindas cuando estas postrada ¿lo sabias?
—Bueno, es lo que una hermana debe decirle a su hermano para que la deje descansar un poco más-bromeo y él acaricia mi mejilla.
—De acuerdo, te dejare descansar porque a decir verdad te ves fatal -me regresa la mofa, riendo con ligereza mientras yo refunfuño como si tuviera ocho ciclos.
—¿Te gustaría que te mandara a traer algo de comer?
—No lo sé, después de cuatro días en la inconsciencia total por un brutal ataque, el querer comer sería... hmm déjame pensar...
—Ya entendí, señorita sarcasmo —hace un movimiento gracioso con las manos en forma de reverencia para marcharse.
—Espera Ben, sabes algo de...
—Están a salvo —resalta sabiendo que me refiero a mis amigos desertores-. Fueron muy valientes al enfrentarse con los rebeldes y estallar el jet para llamar la atención de las bases aledañas. Bueno, de igual forma huyeron, pero en pequeña parte fue gracias a sus actos que lograron entrar los hombres de Eren sin problemas ante el llamado. Vanesa y el resto se alegrarán de saber que despertaste.
—¿Vanesa?
—Si, ese es el nombre de la comandante ¿cierto? al menos que me haya mentido cuando me lo contó -no puedo creerlo, yo tuve que averiguar su nombre por ajenos, pero a mi hermano se lo confesó ella misma.
—No, no mintió.
—Que bien porque haberle mentido a un rey es ¡imperdonable!, aunque sabiendo que ella te ha ayudado tanto e igualmente lo hecho conmigo, podría ofrecerle un indulto. Ella ha partido, antes de que me lo preguntes. Al parecer, el hecho de que estuviera herida no significó en absoluto un impedimento para irse, así que ella y otros compañero suyos lo hicieron ayer por la mañana sin importar cuanto le supliqué que esperara. Supongo que bajo la nueva tensión que los rebeldes han causado con lo que respecta a los seguidores, consideraron que era lo mejor, aunque Faustino se ha quedado. Ha estado muy preocupado por ti.
"Aprecio aquel gesto y créeme que me he encargado que sea tratado como se debe y antes de que comience a infestar tu cabeza con más información, me voy para que descanses y seas más que atendida por cierta doncella tuya que parece adorarte como a nadie"
Se despide y una vez que Ben se marcha de mi habitación, mi sonrisa se desvanece con él por igual. Miro como las luces parpadean dándome cuenta de lo elegante que es la habitación. Estamos de vuelta en la casa gobernadora de Teya y fueron prudentes para instalarme en la habitación que elegí semanas atrás. Muy opuestas a la de los antes residentes de la propiedad donde las paredes, pasillos y cuartos, fueron testigos de los planes de matar a mi familia y dejarme con vida para usarme y desecharme, sin embargo, pese a todo pronóstico, aún sigo aquí.
Me pregunto qué habría pasado si hubiera muerto. Morir definitivamente es más sencillo que vivir, pero esta vez, después de un largo tiempo, deseo realmente vivir.
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