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𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟨

De alguna manera parecía ser un imán a aquel lugar, siendo que terminé nuevamente en una enfermería. Y mientras Benjamín arribaba, Mikaela era llevada a la prisión que se encontraba dentro de la instalación.

En cuanto mi hermano entró a la sala, me observó con suma preocupación, llevando sus manos sobre mi rostro con ese cariño que tanto anhelaba tener de mi familia que resultó sencillo olvidar lo furiosa que me encontraba, sin embargo, una vez que supo que me encontraba a salvo, se burló de lo graciosa que lucía con una venda en la nariz, la cual permanecía hinchada y morada puesto que efectivamente, el golpe de Mikaela la había roto, aunque la enfermera la enderezó con suma rapidez y sin tanto dolor del que pude imaginar.

—Dime que la otra quedó peor que tú —recalcó Vanss sin intimidarse un poco con tanto fuerte que la miraban extrañados por su presencia, pero que estando con Ben y conmigo no se atreverían a tocar.

—Esta encarcelada. Tu dirás —respondí y como respuesta, cruzó sus brazos feliz de lo que escuchado.

La audiencia seguiría su curso en la instalación, pues los gobernadores y funcionarios arribarían sin saber lo sucesos pasados, listos para condenarme de cualquier crimen que me acusaran. Detesté que cada vez que me presentaba frente a ellos mi aspecto y temperamento no eran exactamente los mejores. La guardia Kendra fue amable y me trajo una improvisada camisa blanca que sustituiría la ensangrentada que me vestía.

Me decidí a tomarla dando las gracias y cambiarla con prontitud desabotonando la puesta.

—¡Hermana que haces!

—Intentando parecer lo menos golpeada por la vida que se pueda frente a la junta, hermano -—enfaticé rodeando con los dedos mi cara antes de percatarme del origen de su molestia—. ¡Ay Ben, por favor! No poseo nada diferente de lo que estoy segura créeme, ellos ya han visto en otras mujeres o ¿me equivoco?

Vanss río con ligereza observando los sonrojados guardias y doctor, mientras que con una sola mirada hecha por Benjamín bastó para que estos se marcharan. Además, no vieron nada más allá que mi ropa interior y espalda con pecas, pero con todo ello mi propio hermano y Eren se giraron hasta que mi voz les avisara que yacía presentable, sin embargo, los botones de los puños de la camisa dejaron expuestos mis brazos provocando la mirada de Ben, Vanss y Eren que se enfocaron en las dos quemaduras de puros que Rubén, un rebelde, me había hecho anteriormente.

—Acaso creíste que solo me tendrían en una habitación con lindos vestidos —intenté decirlo con una sonrisa que ocultaba mis días con los rebeldes, pero que poco a poco comenzarían a torturarme a través del tiempo—. Acabé con él en el palacio. Ese hombre no volverá hacerme daño, descuida.

Ben disimuló relajarse por mi comentario decidiéndose por darse la vuelta en cuanto el resto únicamente omitió cualquier comentario. A lo lejos, vi a Damián por el pasillo, pero decidió no entrar a la sala. No se acercó ni un poco. Supuse que ya sabía lo que me había hecho su prima y simplemente, se alejó.

—La audiencia se pospone —vociferó Misael Borja entrando en las puertas de la enfermería a lado de su hijo.

Sin duda su primogénito Odelen Borja era muy parecido a su padre con aquella nariz pronunciada, piel blanca como la de su hermana, pese que su cabello fuera rubio y no blanco como el de ella. Me cuestioné si Misael le había comentado algo a él acerca del trato llegado, pero por la forma que me ignoró supuse que no. Por el contrario, a quien observó fijamente fue a mi hermano.

—No, ellos necesitan saber la verdad —objeté.

—Con Mikaela Farfán presa por haber querido matarla será más que suficiente para hacer válido su testimonio acerca del padre de está y sus terribles crímenes en contra de la familia real qué se unirán a las pruebas de que el armamento que usaron los rebeldes y fuertes siempre estuvieron en Teya y qué René poseía el conocimiento absoluto de ello y ... ¿quién es esta? -—interrumpió lo espetado en cuanto sus ojos se posaron en Vanss.

—Ella es la comandante Vanesa, gobernador Borja —hablé un tanto disgustada por el tono despectivo hacía ella, anticipándome a reprenderle antes de que la chica desertora intentara clavarle la daga a Misael por su enfurecido rostro que floreció en cuanto las palabras surgieron—. Y es la representante de nuestros pobladores desertores que le conté que se unirán a nosotros. Una ayuda que por supuesto aceptaremos, ofreciéndoles el trato justo que se merecen y tanto la comandante como todos mis ciudadanos seguidores, recibirán un digno trato por su parte también, gobernador Borja

En respuesta, solo me sonrió con cortesía asentando únicamente recordando nuestro mutuo acuerdo. Con mis manos haciendo puños, giré hacía Ben.

—Espero no sean tan rudos como lo han sido conmigo.

—¿Eso es bueno o malo?

—Definitivamente es bueno.

Del otro lado, se encontraba Vanss, pues ella sería mi testigo. La informante para el resto de la cumbre de Torna y las existentes habidas.

—¡Ahí está! —una sonora voz se adentró a la sala—. ¡Arréstenla, que esperan! -—prosiguió el gobernador de Palma al verme, ya que por igual llegó con anticipación.

—Ella no será arrestada —interpuso Misael Borja ante el rostro colérico de Uriel Wendigo.

—¡Cómo es que no la arrestan! ¡Ella nos condenó a esto! —insistió Wendigo, señalándome el muy educado—. ¿Cómo pretender ganar esta guerra externa cuando presentamos una interna debido a ella? —presionó Wendigo y juro que había olvidado cuanto detestaba a aquel fuerte—. Esta niña tonta y absurda ha...

—Cuide bien sus palabras ante mi presencia, gobernador Wendigo —habló Ben, mientras se colocaba frente a los presentes, listo para defenderme captando la atención ante la incógnita de visualizarlo vivo, causando que Uriel casi se desmayara por la impresión de vislumbrarlo.

—Pero... ¿cómo?

—Una larga historia que sin duda puede ser contada ¿no es así, gobernador? —miré a Borja en busca de su respaldo y él asentó.

Una vez que todos los presentes albergaban la sala dentro de sus sitios, la misma pregunta surgió en sus rostros.

—Él es Benjamín Tamos, mi hermano. Nuestro verdadero rey —exclamé ante el impoluto silencio que surgió a un inicio. Algunos como Alaric, su esposa Renata, Misael Borja, Uriel Wendigo y mi abuela que por igual se presentó como testigo veraz de que Benjamín no fuera algún impostor, se mostraron ecuánimes ante su presentación—. Solo pido que nos escuchen, pues con todo el pesar de nuestros antepasados que nos presiden, he de informar que René Farfán quiso destruir a mi familia liderando a los rebeldes a acabose de la dinastía Tamos, haciendo estallar el jet donde mi madre y hermano menor perecieron, causar el accidente que le arrebato la vida a mi padre y aprisionar a mi hermano cuando lo supo vivo para poder condenarme de tal vileza. Debe ser una fortuna que su objetivo no haya tenido exito, siendo que aún existen dos Tamos que harán lo que sea por mantener a salvo a cada victoriano de esta nación y en cuanto el menester, ustedes, los pobladores y mi hermano mismo acepte, yo misma declinaré de forma oficial a mis deberes ante la nación.

Le dirigí una dulce y audaz mirada a Benjamín que me sonrió a cambio para que prosiguiera:

—Pero mientras aquello sucede, seguiré siendo yo la reina y regente de Victoria —Wendigo solo resoplo en fastidio. Lo ignoré—. Y eso implicará responder ante todas las pasadas decisiones tomadas con respecto a esta nación del mismo modo, que defenderé mi inocencia por las mismas.

—No será arrestada Alteza —aclaró el gobernador Borja—. Los nobles que rescató junto con el coronel Irruso, han declarado a su favor con lo que respecta su posible coalición con los rebeldes, sin embargo, eso no la exonera de sus errores y es qué estoy seguro de que todos aquí, comprendemos a la perfección la precaria situación en la que nos encontramos del mismo modo, qué tenemos la esperanza de que la aparición de su hermano torne esto más sencillo en cuestión de solucionar sus culpas.

—Concuerdo con usted, gobernador Borja y es por eso que nuestros pobladores, desertores en su mayoría, se unirán a nosotros.

—¿Desertores? —espetó el regente de Marina.

—Si, desertores. Aquí yace una de sus representantes de hecho. La voz de todos ellos para obtener el trato justo para dejarles claro a los rebeldes como ciudadanos detractores de lo unidos que estamos para acabar con la rebelión.

Permití que observarán a Vanss.

—Y espero que reciban un digno trato, ya que me ofrecieron no solo una mano, sino sus vidas enteras, pues aún creen que existe salvación en personas que suponen por alguna absurda razón, qué yace una especie de distinción entre nosotros, aunque lo cierto es, que lo único que verdaderamente nos diferencia y define a todos son nuestros actos. No más, así que trabajemos juntos para un bien común o destruyamonos y arriesguémoslo a perderlo todo, aunque si me lo permiten, considero que lo primero nos mantendrá a todos a salvo bajo nuestras posiciones, aún sí sus voces aceptaron estallar mi hogar conmigo dentro.

Sin duda eso último causó incomodidad, pero pensé que Victoria ya se encontraba lo bastante destrozada como para dejarla sin gobernadores o funcionarios. Ellos perdonarían mis errores y lo justo era perdonar los suyos. Los necesitaba, debía admitirlo. De la misma forma que ellos requerían de Ben y de mí para evitar cualquier posible guerra civil.

Un convenio fácil de aceptar.

—Pienso, qué el deber que se hace con amor no es un sacrificio sino un honor. Les pido que no me vean como la hija de Claudio Tamos y Carina Jacobi o una joven desafortunada fuerte que nació sin fuerza, ni mucho menos una reina sino ruego porque vean a la mujer que fue capturada y torturada por rebeldes en su propio palacio y logró sobrevivir. A la compañera que peleó en Hidal con y por sus soldados. La princesa que enfrentó la realidad de una nación dividida en el puerto de Girka y a la hermana, que dará la vida si es preciso por lo que resta de su familia al igual que lo hará por Victoria, nuestro hogar.

Todos parecieron sopesar mis palabras.

—Por Victoria —repitió mi hermano tomando mi mano con fuerza ofreciendo su apoyo infinito. Sonreí.

Apenas pasaba del medio día y mi temperamento ya se encontraban hasta un punto máximo que amenazaba con destrozar un par de rostros. Lamentablemente golpear a Uriel Wendigo no era una opción, ya que no protestó dejarme en libertad. Supongo que pensó que nadie le seguiría.

Tuve el lugar exacto a donde ir después de dejar en claro que los Tamos aún regían y poseían poder. Alaric (libre de cualquier acusación posible también) junto con Misael, se quedaron en la sala para terminar de convencer al consejo del beneficio de tener a Benjamín, mientras Mikaela me haría saber todo lo que su traicionera mente pudiera guardar, quisiera o no, sin embargo, al llegar a las puertas de la prisión, visualicé a Damián.

No estaba solo, pues con él, permanecía Alexia. Me pareció que lo estaba consolando o quizá le contaba como sucedieron las cosas horas atrás. Miré como ella colocó su mano sobre su hombro y él respondió colocando la suya sobre la de ella en aceptación. Algo dentro de mi estomago surgió.

¿Debía interrumpir?

Pero claro que debía hacerlo. Fruncí mi ceño y fui hacia ellos y al llevarlo acabo ambos me miraron, separándose ligeramente para pedir a la teniente Borja que abriera la puerta dando paso a las celdas.

Primero entraríamos nosotras, sin embargo, cuando yo lo iba a hacer Damián tomó mi brazo deteniendo mi paso.

—¿Qué harás con ella? —preguntó sin mirarme a los ojos.

—Las leyes son claras cuando de traición se trata.

Fui rígida en mi comentario, pero me vencí tan pronto, pues aunque no lo demostrara sabía que a él le dolía que la muerte era lo que le esperaría a su prima. Y si él sufría entonces yo también lo hacía.

—Quizá si ella copera con información podría concederle un perdón y de esa forma pasar el resto de su vida en Qualifa —sugerí ante una idea de darle esperanza para que ella permaneciera en prisión cuando la juzgaran, aunque para ser sincera, pensé que ese era un peor castigo que ir a la horca considerando su tolerancia al dolor. Damián pensaba lo mismo. Su mirada fue tan vaga, pero en ese entonces los demás llegaron y extendió su mano para que me adentrara.

Ingresé a las celdas. Estas eran muy distintas a las del palacio. Iluminadas, amplias, con camas reales y no bloques incomodos de piedra. Eran celdas para fuertes. Cómo sí aquella condición pudiera cambiar sus actos cometidos. El poder ser benevolentes con ellos.

Cuando llegamos a la indicada, el número 14, visualicé que Mikaela reposaba muy tranquila sentada en la cama. Lucia tan calmada a pesar de que sabía que sería juzgada y condenada a muerte por intentar asesinar a su reina y por lo tanto, traición a la corona.

Irónico. Justo por lo que ella y René me iban a condenar.

—Te tardaste más de lo que esperaba. Supuse que podría ser yo tu prioridad —resonó su voz tan distinta a la que yo conocí un día, mientras elevaba su mirada hacia mí y luego cambiar de dirección—. Entonces es cierto ¡Nuestro rey vive! Creí que era mentían cuando la noticia llegó a mis oídos —una sonrisa y carcajada emergió de ella—. Ahora no solo tendrán que acabar con uno sino con dos Tamos.

—¿Quiénes? —exclamé esperando su respuesta colocándome sobre los barrotes.

—Descuida, no tendrás que torturarme ni usar eso que intestaste hacerme tiempo atrás -levantó su dedo hacia mí haciendo un movimiento con el—. Te diré la verdad voluntariamente.

—¿Verdad? No creería en ti ni aunque mi vida dependiera de ello.

Mikaela mantuvo su sonrisa y decidió reincorporarse de forma glacial.

—Haces muy bien en no confiar en los Farfán. Supongo que debe estar en nuestras venas la traición.

Justo en ese instante su miraba buscó a Damián, qué permanecía en un rincón hasta atrás.

—Hola primito. Cómo se siente venderse por un lindo cargo de General —resopló en contra de él en un tono divertido.

—Déjalo en paz —espetó Alexia a favor de Damián, sin embargo, Mikaela no pareció mostrarle atención.

—¿Recuerdas cuando jugábamos en Teya y caíste al pozo? No dejabas de llorar y gritaste tanto porque te encontrabas herido y entonces decidí saltar para que no estuvieras solo. Apenas tenías 4 ciclos. Tu madre acababa de morir y me fracturé el brazo de una manera extraordinaria por ir a tu lado aquel día ¿lo recuerdas? —la mirada de los primos se cruzaron en esa vivencia que solo ella y él parecían tener—. Desde ese momento fui consciente de que poseía una inmunidad superior a la de todos gracias a ti ¿sabes por qué lo hice? Simple, porque la familia es primero. Nuestro emblema ¿ya lo olvidaste?

No supe que significaba o cuál era, sin embargo, su mirada con un tinte de tristeza, se intercambió con premura a una severa regresando a mí.

—¿Crees que has ganado no es así, Ofelia? Piensas que por tenerme aquí con todo lo que puedo ofrecerte de información has triunfado, pero ni siquiera has imaginado lo tan lejana que estas de eso.

Mi mirada se volvió profunda. Una corriente de fuerza punzó mi cuerpo. Pude sentirlo de nuevo. Mi don queriendo emerger.

Nada. No pasó nada.

—¿Acaso lo estas intentando de nuevo? Querida, no sirve, no conmigo —no lo comprendía—. ¿Crees que decidí esperar días para atacarte exclusivamente por mero placer? No, yo contemplaba la posibilidad de que podía fracasar y ser arrestada por matarte. Ya pasa de medio día ¿cierto? —sonrió satisfecha. Ella sabía algo que nosotros no. No esperaríaa a que le suplicara—. Adivina, soy la distracción.

—¿La distracción para qué? —gruñó Vanss que se encontraba oculta entre nosotros.

—Yo no le respondo a insignificantes débiles como tú —habló Mikaela con sumo desprecio, sin siquiera mirarla.

—¡Habla ya! —continuo Ben, colocándose enfrente de Vanss y mirando con desprecio a Mikaela, olvidando por completo que él también la conoció y que alguna vez pudo estar prometido a ella.

—He estado siguiendo tus pasos, sabes. Esperando la manera perfecta de causarte no solo daño a ti sino a tu alrededor —acomodó su fleco en un son de espera triunfal ante nuestra ansiedad—. Mientras todos están aquí en un patético intento de interrogatorio. Tu querido campamento de débiles, sí, al que tu gentuza dedil ayer partió a ver, está siendo atacado, destruido e incinerado.

Sentí un hueco en mi estómago caer. Algo me dijo que era cierto.

—No —me dije en un murmuro

No podía seguir equivocándome de esa forma.

—Te mostraré cuanto amor y devoción puedo sentir por... mi reina —terminó por exclamar con una sonrisa amplia que se burlaba de cada uno de nosotros.

—¡Maldita, te arrancare la cabeza! —Vanss se arrebató hacia los barrotes, pero fue detenida por mi hermano tomándola de la cintura.

En cuanto a mí, el enojo floreció deseando acabar con su vida sin importar las personas presentes, aunque averigüe pronto lo inútil que era y es que no sé qué había en ella, pero su especie de inmunidad al dolor provocaba cierta resistencia. Era demasiado difícil y doloroso para mí entrar a su mente.

Pude haber detenido su corazón y no permitirme sentir arrepentimiento, sin embargo, aquel día, ella ganó y lo siguiente que sucedió, destruyó mi corazón.

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