𝐸𝓍𝓉𝓇𝒶𝒸𝓉𝑜 8
DAMIÁN
Camino por los pasillos de la casa gobernadora de Teya con noticias acerca de los presos que se han encarcelado después de la fuga dada en Qualifa, pesé que comprendo que aquello carece de real importancia, cuando a mí rey solo le interesa el paradero de uno con crímenes en ambas naciones. Su nombre es Diego para Victoria y Lebrón para Libertad.
—Has llegado justo a tiempo para el interrogatorio, Dami —dice Benjamín de brazos cruzados una vez que ingreso al amplio salón principal de este sitio.
Sigue tan intacto como cuando era tan solo un niño, pues en este sitio se llevaban los más coloridos y faustosos festivales que en ningún gobierno e incluso en La Capital pudo haber algún día. Gran parte de mi infancia se coloca dentro de estas cuatro paredes. Entre corredores, habitaciones y jardines ¿Sería extraño decir que jamás lo sospeché? Para mí, René Farfán fue un tío amable que quise y me quiso. Siempre lo miré como un ser generoso o al menos solo sobre la superficie, porque en lo más profundo de su ser, se ocultaba un hombre que jamás conocí. El mismo hombre que envenenó a mi prima Mikaela por igual, convirtiéndola en una prófuga junto con el hijo del gobernador Wendigo.
—O bueno, quizá no tan a tiempo —la voz de Ben me hace olvidarlos.
Su rostro y voz se muestran con un dije de satisfacción, tras tener postrado a sus pies a Agustín Real, quién yace golpeado por sus guardias personales. Él y la doncella de Tamos, Ana. Ambos fueron acusados de participar en el secuestro de su hermana o por lo menos, esa es la historia que todo Victoria se ha obligado a creer, sin embargo, yo conozco la verdad y es que este no es el rey, hermano ni amigo que yo conozco.
Él ha cambiado y lo seguirá haciendo conforme pasé más tiempo con aquel primer ministro de Libertad o eso fue lo que me confirmó la joven comandante de los desertores. Ella (desconozco el cómo) había logrado escabullirse en uno de los jets destinados a Qualifa con soldados libertanos dentro, infiltrándose como uno.
Por supuesto que supuse que era un libertano hasta que la mascareta cayó junto con dos más de sus compañeros revestidos de soldados que me advirtieron lo que sucedería. En aquel momento, me pareció una locura, pero ella confió en mí para pedir ayuda, contemplando los lazos que me unen a los hermanos Tamos y hacer lo correcto, preparando un jet en donde todos pudieran huir, dejando la zona libre de cualquier guardia ya fuera ajeno o nuestro, y lo hice.
—Por cierto, en dónde estabas ¿Acaso me evades? —bromea mi viejo amigo palmeando mi hombro mientras yo sé que eso es cierto. En estos momentos, me alegro tanto de no ser un hombre que muestre los sentimientos tan fácilmente o si no, temo que podría ser descubierto, aunque sinceramente no se cuanto más resistiré esta situación.
La mano del rey se levanta para que los guardias paren el flagelo y él pueda preguntar dónde yace su hermana. Dice que aquel real viajó con la gente que se la llevó y por lo tanto, debe saber su destino final. Me ahogo con ganas de querer detenerlos, contemplando que Agustín es inocente, pero solo le veo ganar otro latigazo más.
—¡Ya los tenemos a todos, mi rey! —escucho exclamar a uno de los guardias—. ¿Desea que los traiga a usted, Majestad?
—Solo si insiste en no querer confesar —resopla Benjamín con su mirada destinada a Ana Robles, ya que los nuevos presos son su familia—. Mi hermana te tendió la mano. Te brindó ayuda perdonándote a ti y a tu progenie por igual, y aún así has decidido traicionarla —le dice antes de que el torturador le proporcione otro pesado latigazo en la espalda que llega hasta su clavícula.
Un grito ensordecedor emerge de su voz, al instante que decae al piso por completo y Agustín se lance de inmediato, deseando ayudarla.
—Ustedes no saben nada, y aunque lo supieran, pienso que jamás me lo dirían ¿no es verdad?
Puedo adivinar lo que sigue después de ello y antes de que el chasquido del rey ofrezca la orden de herirlos nuevamente, grito.
—¡Alto!
Ben me observa ante renegar su mandato y entonces, me acerco para hablarle en privado.
—Mi rey. Ambos sabemos que la princesa no ha sido secuestrada —le susurro en una conversación que nos incluye únicamente a los dos—. Al igual que sabemos que su hermana posee cierto aprecio por ese par —comento, y el mueve su mano para que prosiga con la explicación de aquel punto—. Hagamos que vuelva voluntariamente o sino, que sea culpable de sus muertes. Ofrezcámosle la opción de elegir. Creo que ambos conocemos lo que elegirá —le planteo la idea en el momento que vislumbra a ambos para regresar a la mía, otorgándome una amplia sonrisa.
—Dami, Dami. Tu sí que eres un excelente General.
Por un par de segundos, permanezco en el salón para ordenar que les proporcionen comida y atención médica, explicando que no queremos que mueran antes de lo previsto. Algo en la mirada de Agustín me hace sentir que conoce la verdadera razón del porqué lo he hecho.
"Bien, los has salvado... por ahora"
Me respondo en el instante que me obligo a repetir por qué me he quedado. Cuidar de Ben lo más que pueda. Haré lo que este en mis manos para que no cometa un error del que deba arrepentirse y no pueda perdonarse a si mismo cuando vuelva en sí, aunque sinceramente, el temor comienza a drenar mis venas, pues no encuentro el momento de llevarlo lejos de este sitio y gente.
—¿Vienes? —me pregunta Ben y acepto—. Mañana mismo se les llevará a Lorde. Estoy seguro de que mi hermana estará ahí —su hombro se mueve en una imperceptible molestia que una daga incrustada le dejó un seguidor—. Han pasado casi dos días y lamento que tu hermano haya desaparecido también —dice acongojado de una manera poco sincera, pesé que yo sé que hice lo mejor alejándole. Le mentí diciendo que iría con él para que piloteara la nave y lo cierto es, que no confié en nadie más en mi hermano para cuidar de Tamos.
—Aprecio su preocupación, Majestad.
—Te juro que todos ellos pagarán sus ofensas. Sobre todo Rolan Llanos Guinea por habérnosla arrebatado. Yo que siempre fui afable y dadivoso con él y con todo ello, se atrevió a poner sus ojos en ella —sus palabras con respecto a Ofelia son demasiado posesivas—. No me sorprende, sabes. Ellos dos siempre fueron muy unidos desde la infancia. Yo debí ir a Santiago para ser educado militarmente mientras ellos se quedaron solos. Bueno, con mi hermano Dan también, pero él siempre fue menos dependiente a nosotros ¿Sabías que de él era el control que Ofelia decía poseer antes de que realmente fuera suyo por la peste roja?
Yo solo niego sorprendido de lo que me ha contado. Sinceramente, sospeché de algo semejante cuando me enteré de lo que Llanos era capaz de hacer desde aquella vez que fuimos a la prisión para que resguardara a ese libertano, pero ahora, estoy completamente seguro de ello.
Soy muy consciente de que el real era el único capaz de acercarse lo suficiente para salvarla, siendo que yo no me encontraba dentro de las personas en las que por este instante puede confiar. Le mentí y sí bien no me odia, sé que duda de mi amor hacía ella. Si tan solo me hubiera dejado explicarle que fui para despedirme de mi prima, y decirle que debía pagar por lo realizado a esta nación, el final de nosotros habría sido distinto al obtenido.
—Rolan le ofrecía su don para mantener a todos a su alrededor a raya y sabrá mi fuerza que cosas le daba mi hermana a cambio —su implicación pica en mi pecho.
Un día antes de que invadieran el palacio, me enteré que aquel real poseía una habitación en el segundo piso por órdenes de en ese entonces, la reina de Victoria. El imaginarla con él en este mismo instante me consume la mente, sin embargo, no me arrepiento de haber evitado que los libertanos se lo llevaran por la condición que la peste roja le otorgó.
Soy capaz de adivinar que la boca de aquel soldado ha estado en los nobles labios de Tamos y que sus manos han tocado su febril piel, pero con todo eso no creo que ella lo quiera del todo. Pues de ser así...
¿Por qué no lo ha elegido?
Pienso que ella me quiere a mi más de lo que lo quiere a él, aunque no se haya dado cuenta todavía. Y entiendo que aquel pensamiento mío va en contra de todo amor propio, pero hay algo cierto en todo esto, y es que no mentí cuando dije que no me importaba su historia con aquel seguidor, pues la amo. Ciertamente amo a Tamos con absoluta devoción y puede que deba decírselo la próxima vez que volvamos a vernos.
—Supongo que a estás alturas da igual. Iré a comentarle a Zande acerca de la ejecución.
¿El rey de Victoria, pidiéndole consejo a un hombre de Libertad?
Ese fuerte lo controla, y definitivamente debo encontrar una forma de sacarlo de aquí y pronto. Miro por la ventana a las decenas de soldados de Libertad que ha dejado entrar tanto aquí como en Lorde. Algo desean encontrar que no sé qué es, pero muestran interés en los refugios y he informado a mi padre de ello como advertencia. Aquello me aleja del primer ministro Casaco lo más que pueda, accediendo a peticiones que le hagan creer que yo me encuentro en total lealtad a mi rey y de esa forma, no ser controlado.
—Me parece adecuado, Majestad.
—Vamos Damián no seas tan formal. Después de todo, somos amigo ¿no?
No se cómo tomar sus palabras, pues conforme las horas han transcurrido, su mirada se ha tornado siniestra y malévola. Al principio, se mostraba un hermano afligido por su hermana, sin embargo, a esta instancia su rostro se ha tornado con rencor por ella.
—Me he estado replanteando desde hace cuánto tiempo nos conocemos. Que serán ¿siete, ocho ciclos?
—Casi ocho, si —espeto y nos detenemos en su despacho personal.
Su mano se extiende para que entre y lo hago. Siento como si estuviera a punto de ser juzgado por igual, y es así, porque mientras más me adentro a la sala, vislumbro a Zande a un costado de una pantalla en donde me muestro entregándole a su hermana a uno de los amigos desertores de mi querida Tamos.
—¡Y es increíble que con solo unos pares de meses tu lealtad yazca ahora con ella! —se coleriza gritando a mis espaldas.
Deseo refutar algo, pero nada que emerga de mi boca puede salvarme. He intentado ser mesurado e inteligente, pero creo que ya se me acabó la clemencia en cuanto ovservo a ese Libertiano divertido de tal escena.
—Se lo dije rey de Victoria. Siempre la elegirán a ella antes que a usted. Su hermana se encarga de que sea de esa forma.
—Eso no es cierto —giro hacia Benjamín—. Ella te quiere. Haría lo que fuera por ti, y tú eres mi amigo. Te aprecio como a un hermano.
—¿Cómo el hermano que permites que esos traidores se llevaran por igual? —callo ante la cuestión que percibe acerca de que Iriden está tan involucrado en esto como yo.
—Te conozco y sé que jamás la lastimarías —vocifero una vez que guardias de libertad me toman de los brazos listos para apresarme llevándome a la puerta.
—En eso tienes razón. Jamás le haría daño a mi hermanita —espeta, recostándose plácidamente en su asiento mientras gira el anillo en su dedo que lo coloca como monarca de esta nación—. Pero a la gente que ella quiere... a esa sí se lo haré.
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