Capítulo 7: Lecciones sinfónicas.
Me había dormido e iba a llegar tarde el primer día de clases. Maldecía por mis adentros mientras corría hacia el Gran Árbol de Enlia. Me repetía una y otra vez que a la próxima tendría más cuidado con mi horario de sueño. Al final llegué, encontrando a Urai y Jela conversando y esperando a la profesora. Hoy íbamos a dar magia musical. Suspiré aliviada, acercándome para sentarme y relajarme.
—Casi llegas tarde, ¿qué ha ocurrido? —preguntó Urai con una risa leve.
—Me he dormido —murmuré con timidez.
Urai soltó una carcajada.
—Me sorprende que te duermas teniendo en cuenta que es el primer día de clase.
Deseaba que la tierra me tragara.
—I-Intentaré no dormirme y...
—¡Tú tranquila! —Urai me dio un golpe en la espalda de forma amistosa—. La profesora no llegó. No te preocupes, anda.
Aunque no sería por mucho tiempo ya que pronto llegó la profesora, saludando a todas las Elinas presentes. Al mirarla, me encontré con una mujer de unos cuarenta o cincuenta años. Trenzas decoradas por unas perlas blancas como su collar que combinaba con su vestido verde.
Su manera de caminar era calmada y rítmica, como si marcara el compás de una canción alegre y lleno de emoción, aunque esta bajó de volumen cuando dejó unos pocos libros en la mesa y nos miró.
—¡Buenos días! Soy Neria, vuestra profesora de magia musical e instrumento. Los Marlie tenéis a primera hora conmigo, así que espero de vosotras que tengáis los oídos bien afinados —se presentó con un tono amigable—. ¿Qué os parece si nos presentamos entre nosotras? Creo que sería un buen comienzo y con ello explicar un poco como irán mis clases.
Cada una fue presentándose, viéndose como Neria no solo prestaba atención a sus palabras, sino que también a su voz. Cerraba sus ojos con una sonrisa y afirmaba cuando terminaban de hablar.
—Una voz suave y ligera, propia de una mezzosoprano. Es un gusto conocerte Jela —aseguró Neria para luego mirar a la siguiente alumna.
Cada una de las presentes tenía una voz distinta que dejaba intrigada a Neria. Graves, agudas o mezcla de ambas. Podía ser más agradable o intrigante, pero siempre describía su voz de una manera que no comprendía la importancia.
Cuando Urai se presentó, Neria abrió un poco sus ojos. El timbre de mi amiga no era como las demás, sino que era bastante grave y un poco apagada.
—Un clarísimo contralto. Es un placer conocerte, Urai.
La confusión se veía en las presentes, en especial Urai que me miraba de reojo sin comprender nada.
—La siguiente, por favor —pidió Neria.
Levantándome, me presenté con calma y educación, pero por alguna razón Neria me miró con asombro.
—Una clarísima soprano lírica. Aguda y ligera. Una bella voz que tienes Urchevole, es un gusto conocerte.
Su análisis fue lo que colmó un poquito mis nervios.
—Siento si soy mal educada, pero ¿podría saber que está diciendo? No la comprendo —pregunté con el ceño un poco fruncido.
Neria rio con suavidad para luego aclarar un poco su voz.
—Soy capaz de identificar las voces de cada una de las personas. En vuestro caso, puedo clasificaros en según la voz que tenéis: Soprano, mezzosoprano y contralto. Aquí, si bien predomina mucho las mezzosopranos, es muy agradable encontrar voces graves como agudas —explicó mientras movía un poco su mano, marcando cual era la voz más alta y la más baja—. Conmigo os daréis cuenta la importancia de las voces y del sonido. El valor de las melodías graves y agudas que podrán ayudaros mucho en vuestro día a día.
—¿Tanto? —preguntó una alumna.
—Claro, jovencita. —Giró su cabeza en su dirección—. Como Elinas dependemos de la música. No es simple entretenimiento que a lo mejor habréis visto en las calles de Sinea, sino que sirve, por ejemplo, para la cosecha.
—Mi madre siempre les cantaba —comentó una de las alumnas con cierta timidez.
—Y bien que lo hacía porque no solo crecían con el cariño de una voz tan armoniosa, sino que también aportan un sabor muy rico y único —aseguró, y miró a cada una de las alumnas—. Desde que Sensibilidad apareció en nuestra ciudad, dejó en claro que la música era lo más importante y que estaría nuestro alrededor. Escuchad bien, siempre hay un sonido, diversas voces que sin querer componen una canción, un ritmo. Incluso el propio silencio puede ser parte de una canción que causa miles de sensaciones. ¡Eso es la magia de Sensibilidad! Una donde la música siempre muestra las verdaderas emociones, una donde logra darle una vida a todo aquello que nos rodea. Tanto fuera como en nuestra Leia.
Puso la mano en el corazón al pronunciar esta última palabra. El interés hizo que prestara atención solo a ella. Había mucho por descubrir el poder de la Sensibilidad. Era primordial, más al demostrar que con unas palabras pronunciadas en un tono correcto, era capaz de hipnotizar a cualquiera.
—Dicho esto, podemos empezar con las bases. Conoceremos un poco los instrumentos que tenemos guardados e ir aprendiendo. ¿Qué os parece?
Neria se acercó al armario para ir sacando con cuidado los instrumentos que había. Ya no solo había los de cuerda, que era los que frecuentaba ver, sino que también de viento. Todos y cada uno de ellos, captaba el interés de las presentes, incluso podía decir que estos parecían brillar en colores dorados y blancos.
—Empecemos entonces, ¿alguien me podría identificar este instrumento? —preguntó, agarrando el que tenía varias cuerdas atadas en vertical con espacio calculado al igual que su medida.
—¡Un arpa! —respondí de inmediato—. Es en menor medida a algunas que he visto, pero es un arpa que se puede llevar fácilmente con las manos.
—Exacto, Urchevole. Parece ser tu instrumento favorito —analizó Neria con calma.
—L-Lo es —murmuré con cierta vergüenza.
Neria tomó otro instrumento, y antes de preguntar, Urai respondió:
—¡Es una flauta de pan!
—Exacto, Urai. Lo has identificado muy rápido.
—Mi madre solía tener varias en su casa, era de sus favoritas —explicó Urai—. Los pequeños tubos tienen la medida que permite dar una nota distinta, y aunque parezcan pocas, logran hacer canciones muy bonitas si se sopla con la fuerza necesaria.
—No estás del todo equivocada, Urai. Bien hecho —respondió Neria, dejando el instrumento a un lado para tomar otro—. Bien, ¿alguien sabría identificarme este?
Su aspecto era similar al de una flauta, pero ninguna podíamos dar un nombre como tal. Tenía siete agujeros, seis enfrente y uno atrás donde muchas intuíamos que era para colocar el pulgar. Su largura era bastante destacable a diferencia de las demás flautas que veía en la mesa.
Neria, sabiendo que ninguna lo identificaría, sopló por la flauta, logrando emitir un sonido grave y largo. Esto sorprendió a las presentes.
—Es una flauta Quena, y creerme que no es el único instrumento que no sabríais identificar como la bansuri, el pinquillo o la ocarina. Son poco comunes, pero tienen una melodía muy destacable —explicó, para luego dejar el instrumento y mirar a las presentes—. A lo que quiero llegar es que vosotras tenéis que encontrar el instrumento ideal. Claro que me habéis identificado las más comunes y vistas por vuestras familias, pero no tenéis que seguir esa tradición, sino atreveros a otros más distintos y divertidos.
Urai mostraba una expresión de desagrado, mirándome de reojo como si buscara apoyo.
—Os haré descubrir distintos instrumentos —continuó Neria—. No solo aprenderéis la música, sino que tocaréis cada una de ellas para que conozcáis su diferente tono, sonido y melodía. ¿Comprendido?
—Solo quiero tocar el mismo instrumento que mi madre —susurró Urai, cruzando sus brazos y mirando a otro lado.
Y sí, también lo pensaba, aunque no lo había dicho por como Neria nos miraba de reojo.
La clase fue ligera al descubrir cada sonido que hacían. Al termina, Neria comentó que había que aprender las notas musicales y aprender su tono, algo que ya sabía identificar.
—¿Cómo sabías ya eso? ¿Cómo sabías incluso cual era un do o un sí? —preguntó Urai hacia mí con interés.
—N-No sé, es algo que tenía dentro de mi cabeza como conocimiento —respondí con honestidad.
Urai frunció el ceño, algo irritada.
—Tu madre te enseñó, no mientas.
—Yo no...
—No tiene nada de malo que su madre le enseñe —intervino Jela con cierta timidez—. Mi madre también me habría enseñado de no ser que su trabajo como carpintera le consume mucho tiempo.
Urai soltó un bufido largo, cruzando sus brazos.
—Ya, supongo que es cuestión de suerte —comentó Urai, mirándome de reojo—. En fin, eso no quita que tengamos que aprender otros instrumentos. —Rodo los ojos y chasqueó la lengua—. Y me parece estúpido.
—Yo creo que no lo es.
—¿A qué te refieres? —preguntó Urai, frunciendo el ceño.
—Entiendo que tengamos que practicar, nos viene bien para cualquier situación desprevenida. De igual forma, entiendo lo que dices porque en mi caso, me gustaría empezar con el arpa, el instrumento que usaba mi madre, pero no es posible.
—Entiendo. Igual no me parece del todo bien —murmuró Urai en un tono borde, mirando a otro lado para ver a Jela—. ¿Tú qué opinas?
—L-La verdad es que no me importa mucho. No tuve un instrumento favorito y el que tocaba mi madre estaba bien, pero no me inspiraba mucho —admitió Jela, jugando con los dedos de sus manos temblorosas—. S-Siendo honesta es la primera vez que veo tantos instrumentos y quiero saber cómo será el sonido que genera cada una.
Una vez más, el bufido de Urai se escuchó, pero no le duró mucho ante la presencia de la segunda profesora. Todas nos sentamos y saludamos con educación.
—Buenos días, perdón por llegar un poco tarde. Mi nombre es Elmiosa, es un gusto conocerlas.
Su forma de hablar era delicada y amable, pero lo que más destacaba era su vestimenta de tonos azules que parecían representar los ríos, lagos y cascadas de Sinea. Abrí sus ojos con asombro, encontrando por fin a una Elina que parecía tener un buen gusto por la moda.
Mientras Elimiosa ataba su cabello en un moño, habló:
—Seré vuestra profesora del idioma de Sensibilidad. Espero que nos podemos llevar bien juntas. —Al terminar de hacer el moño, puso las manos en la mesa para sonreír con dulzura—. Algunas de las caras las conozco porque estuve mirando algunas de vuestras inscripciones. Veo a muchas Elinas con grandes deseos para el futuro, pero es importante que conozcáis bien vuestro idioma y la historia.
—¿Tan importante es el idioma? —susurró Urai por lo bajo, frunciendo el ceño.
—Y tan importante, Urai —respondió Elmiosa. Su contestación fue sin mirarla, demostrando que tenía un muy buen oído. Cuando la observó, mantuvo esa dulzura en su rostro—. Ya no solo para comprender y escribirlo bien, sino para la comunicación en trabajos más complicados como las guerreras —explicó. De reojo vi como Urai mostraba una vergüenza visible en sus mejillas—. Las guerreras aplican un dialecto similar al nuestro, pero que muchas de esas palabras también se aplican en nuestro día a día. Por ello no solo es importante saberlas, sino porque muchas de aquí desean ser guerreras.
No pude evitar ver como Urai se apretaba los labios, lo que me hizo sacar una risa interna.
—Ahora, sé que muchas de aquí son capaces de leer y escribir, pero sé que no tienen la misma fluidez que las demás —continuó Elmiosa—. Aparte, ya no es solo el hecho de aprender el idioma, sino comprender como funcionan, que funciones tienen y muchas más. Aunque haya pocas Elinas, es posible que de aquí puedan aparecer escritoras que narren sus experiencias o informen sobre la historia, como en ocasiones hace vuestra tutora Ulbosa.
Murmullos suaves aparecieron. Subestimar esa asignatura había sido una mala idea.
—Dicho esto, comenzaremos con que me escribáis un poco sobre vosotras. Serán preguntas fáciles, no os preocupéis —aseguró Elmiosa.
Ver como sacaba las hojas causó un efecto de nerviosismo, en especial Urai que miraba de un sin saber bien qué decir. Cuando vio el papel enfrente, tragó con dificultad.
—¿Ocurre algo? —pregunté.
—Yo, eh... nada, solo que esto es como un examen, ¿no? Debo responder perfecto, ¿no?
—No, solo es para que nos conozca mejor —respondí, mirando la hoja para ver las preguntas—. Nada complicado, tú tranquila.
—B-Bueno...
El sonido de las plumas escribiendo llenó el aula. Cada una estuvo concentrada escribiendo con una letra que se entendiera. En mi caso me tomaba el tiempo para responder cada una de las preguntas.
¿Cómo me llamaba? ¿Cuál era el nombre de mi madre? ¿Qué deseaba ser? ¿Cuántos años tengo? ... Preguntas simples, pero que más de una me hizo temblar el pulso.
¿Debía decir que tenía una hermana?
Respondí cada una de ellas para al final ver que había cubierto la cara de una hoja. Suspiré con calma para luego ver a Urai. Tan solo había escrito unas pocas líneas.
Ahora la presión estaba encima mía, ¿me había enrollado demasiado? ¿Iba a aburrir a la profesora?
—¡Por Sensibilidad! ¿qué has escrito ahí? —preguntó Urai, abriendo sus ojos en demasía.
—Pues... las respuestas.
—¿Una cara entera para esas preguntas? No sabía que eras tan habladora con los papeles.
Agaché la cabeza un poco y cubrí mis mejillas con mis manos. Me había excedido escribiendo unas respuestas largas para unas preguntas tan simples.
La clase terminó pronto y con ello el descanso tan ansiado. Nos reunimos con nuestras amigas, invitando también a Jela para que la conocieran. Una vez juntas, caminamos por la plaza principal, siendo Aline y Haui las que se quejaron sobre algunas asignaturas.
Como de costumbre, era una oyente más a la vez que disfrutaba de una pequeña bebida natural que pude comprar gracias a las monedas que mi madre me había dado.
—Oye Urchevole —murmuró Urai, logrando llamar mi atención—. ¿Pusiste en las preguntas alguna mención a tu hermana?
—Sí, lo hice —admití con una sonrisa—. No tengo porqué esconderlo, aunque sea raro, no creo que cause inconvenientes. Y muchas de las profesoras al parecer fueron conocidas o amigas de mi mamá.
—Sí, pero sorprende que lo hicieras cuando antes la escondías mucho —recordó Urai.
—Ya no tengo por qué hacerlo. Es una Elina, ¿por qué debería?
—También es verdad. Solo... era curiosidad, nada más —admitió Urai.
Alcé mis hombros sin darle muchas vueltas, dándonos cuenta que el descanso pronto habría terminado. Regresando a clase, nos tocaría de nuevo con Ulbosa. Urai ya soltaba aire con cierto cansancio mientras la miraba con una leve sonrisa.
—Ya verás que no será tan malo —intenté convencerla.
—Si tu lo dices...
Ya dentro del aula, empezamos con las clases. Ulbosa abrió el libro con cuidado, escuchando las páginas crujir con delicadeza. Todas las Elinas apuntamos lo que nos parecía importante o alguna palabra que no comprendíamos.
Aunque si era honesta, a mi se me olvidaba apuntar cuando la escuchaba hablar. Era como si por un momento su voz fuera capaz de llevarme a ese pasado.
"En el inicio de este bello y extenso planeta, la naturaleza fue creciendo sin temor alguno mientras las primeras Elinas salían de las cuevas. Todas comprendieron que el exterior podía ser amable si se le trataba con el cuidado que correspondía, que los animales eran pacíficos si ninguna se atrevía a tocarle.
Fue ahí cuando el inicio de la madre naturaleza, o Fusis, tomó importancia en la vida de las Elinas, a la vez que iba creciendo la leyenda que lideró a todas . Sensibilidad fue el nombre que resonó, siendo como la madre que cuidaría a cada una de nosotras."
Una de las Elinas levantó la mano. Ulbosa le cedió la palabra.
—¿Cuántos años tiene Sensibilidad?
—Se dice que más de dos cientos años. Algunas se atreven decir el número exacto de unos dos cientos sesenta y cuatro —respondió Ulbosa, escuchándose el murmullo de fondo. Otra alumna levantó el brazo—. Dime, ¿cuál es tu duda?
—Dicen que Sensibilidad no solo protegió esta ciudad, sino que también la que...
—Se cual te refieres. —Ulbosa, con cuidado y paciencia, interrumpió a la joven—. Sí, se dice que Sensibilidad fue allí, pero no se puede confirmar.
—Dicen que allí hay peligros enormes que a muchas les podría aterrorizar —habló otra alumna.
—Cierto, son peligros que no puedo mencionar, pero que son reales. Sensibilidad en su momento exploró ese lugar.
—¿¡De verdad?! —gritó Urai, viéndose la emoción en sus ojos verdosos.
—Sí, y dejó el mensaje claro de no acercarse, no por el momento —explicó Ulbosa.
Y era obvio que no debíamos acercarnos porque nos atacaban esas bestias oscuras desde los Bosques de la Frialdad o incluso en otros lugares cercanos a Sinea. Lo que no comprendía era unas palabras que había mencionado Ulbosa.
—¿No por el momento? —repetí, frunciendo un poco el ceño.
—Claro. Es obvio que nosotras nos acercaremos a esa ciudad cuando tengamos a la Lia Innactia de Sensibilidad. Solo ahí tendremos el valor de conocer su planeta y atacarles con todo lo que tenemos. Solo podemos defendernos mientras esperamos a que Sensibilidad anuncie esas pruebas que conocéis —respondió Ulbosa. Me miró, dándose cuenta que no estaba muy de acuerdo con sus palabras—. ¿Qué es lo que no entiendes, Urchevole?
—¿Cuándo serán las próximas pruebas? ¿Cuándo sabremos que será el momento ideal? Hubo una vez que...
—Eso es información que ahora mismo no importa mucho más que a las guerreras, Urchevole.
Cerré la boca y agaché mi cabeza. Si quería saber más, tendría que ir con cuidado. Era obvio que no iba a comentarme nada, menos si tenía diez años y estaba empezando las clases. De igual forma, no era la única, Urai me miraba con asombro y frustración.
—Capaz en otro momento podamos saberlo, Urchevole —susurró Urai.
—Puede ser... —susurré sin mirarla.
Solo nos quedaba la última clase con Ceria, que se encargaba de la asignatura de la práctica y cuidado de los sentidos. Llegó pronto y se presentó con educación. No perdió mucho tiempo en las presentaciones, fue directa a su asignatura, explicando la importancia del cuidado de nuestros sentidos, en especial el oído.
—Como podéis ver, el interior de nuestra oreja tiene varias capas que protegen lo que nos permite dar el equilibrio y escuchar los murmullos o susurros de cualquier ser —explicó Ceria, enseñando el dibujo que había hecho a mano—. Por ello es normal que muchas tengamos el sueño fácil de romper.
—Mi madre se despierta con mis pasos super delicados —susurré por un momento.
—Teniendo en cuenta que fue guerrera y casi una Lia Innactia, es normal que tuviera mucho cuidado de sus sentidos, en especial el oído —respondió Ceria.
Los murmullos resonaron a mi alrededor a la vez que las miradas de asombro dirigidas a mi, en especial Jela.
—¿Tu madre llegó a ser casi una Lia Innactia? —preguntó en un susurro.
Quise responder, pero Urai se adelantó.
—Sí, ¿algún problema? —respondió en un tono poco agradable.
Jela se encogió de hombros sin saber dónde mirar.
—Urai, no me molesta que me hagan esa pregunta, no le respondas así —pedí con paciencia.
—Ya... Lo siento —murmuró Urai, cruzando sus brazos y desviando la mirada.
—Chicas por favor, silencio y prestad atención —pidió Ceria con paciencia y educación. Al verla, me di cuenta que no se sentía muy orgullosa de haber dicho esas palabras. Capaz se le había escapado—. Hay que tener en cuenta que las guerreras tienen que ir con más cuidado. No solo tienen que estar atenta a su alrededor, sino que también identificar los sonidos que la rodean ante cualquier amenaza. Incluso si detectaran uno nuevo, tendrían que ser muy rápidas para avisar.
Solté un largo suspiro, mirando hacia otro lado. Ocho años tenía que esperar para ser parte de las guerreras. Tras eso, desconocía el tiempo que me tomaría para ser igual que mi madre. Sumado a que las pruebas podían venir en cualquier momento...
Sabía que había guerreras indicadas que podían llegar a ese puesto, Groina y Urosia eran las más destacadas. Ambas podrían ser la mano derecha e izquierda de Sensibilidad. El asunto era que deseaba serlo para cumplir el sueño de mi madre.
Era una locura, lo sabía. Siendo tan pequeña y obsesionarse con algo como eso no era sano, pero era lo único que pensaba mientras la frustración me inundaba. Era la única forma de darle las disculpas que merecía darle a mi madre por tener que cuidarme.
Tan distraída estuve con mis pensamientos que no me di cuenta que las clases habían terminado. Suspiré y mientras recogía las cosas, me hice una pequeña promesa.
Sin importar la dificultad ni los obstáculos, cumpliría ese deseo. Llegaría a ese puesto y sería igual que mi madre. Era lo que debía hacer. Una obligación que tenía.
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