Capítulo 6: Por un futuro mejor.
El primer día de clases había durado poco por lo que pronto estaría con mis amigas en dirección a nuestras casas. Aline daba saltos de alegría y comentaba cómo había conocido a todas las Elinas de clase.
—Lo tuyo es impresionante Aline —murmuró Urai, cruzando sus brazos—. Primer día y ya conoces a todas las de tu clase.
—¡Sí! Son todas muy amables —respondió Aline, para luego mirarnos con curiosidad—. Eso me recuerda, ¿qué clase os ha tocado? Nosotras empezamos con la magia musical e instrumento. Nos enseñó un poco como funcionaría su asignatura y los instrumentos que podríamos tocar. ¡Aparte que es nuestra tutora!
—Qué suerte, a nosotras nos tocó a la profesora Elmi, nos dará las clases de idioma Sensibilidad —explicó Haui.
—¿Te fue aburrido? —preguntó Ilona.
—E-En verdad fue muy divertido y fácil de aprender, aunque es el primer día.
—Y primer año —añadí.
Haui afirmó para luego mirar a Ilona.
—¿Cuál profesora te tocó?
—Nos tocó a Ceria, la profesora de cuidado de Naturaleza y de los sentidos. Ella tiene dos asignaturas.
—Vaya, debe de estar muy ocupada —susurró Aline, poniendo su mano en su barbilla.
—No tanto, dice que la asignatura de cuidado de los sentidos será pronto sustituida por Linesia, solo que hoy no pudo asistir —explicó Ilona.
Dejé de escuchar cuando me pregunté cómo le habrían ido a mi madre y hermana en casa. ¿Me habrían echado de menos? ¿Se habrían aburrido mucho? ¿Habrían hecho algo distinto? Miles de dudas que pronto fueron respondidas cuando fui recibida por mi hermana con un gran y fuerte abrazo.
—¡Llegaste al fin! ¡Estuve mirando en la ventana durante horas!
—¿Te aburriste mucho sin mí? —pregunté mientras le correspondía al abrazo, soltando una risa ligera.
—¡Muchísimo! No sabía que hacer, incluso me puse a trastear un poco con tus libros y juguetes —admitió con cierta timidez—. No te importa, ¿no?
—No, claro que no. Siempre y cuando no los rompas.
Mi hermana se ilusionó para luego agarrarme de la mano.
—¡Vamos! Hoy mamá preparó una comida muy extraña, ¡pero huele de maravilla!
Al adentrarme a casa, los olores salados se adentraron. Observé con curiosidad, encontrándome con mi madre preparando la comida. Ver en la cazuela la mezcla de diversas verduras con una salsa de tomate hacía que mi estómago gruñera.
—Hija mía, bienvenida a casa. —Dejó lo que estaba haciendo para darme un beso en la mejilla—. ¿Qué tal el primer día de clases?
—¡Genial! Ha sido interesante y me he quedado con ganas de ver más —respondí, para luego abrir un poco su boca—. Ah, Ulbosa dice que recuerdos.
—Ulbosa —susurró Melian con melancolía—. Era mi compañera de clase. Recuerdo que su sueño era ser profesora.
—¡Y lo cumplió! Es mi tutora y profesora de historia —añadí.
—Me alegra tanto oír eso —respondió Melian con una sonrisa delicada—. Ella era una apasionada por la historia, siempre se informaba de todo. No me extraña que lo consiguiera al final. —Tras esas palabras, observó la comida terminada, viéndose el orgullo en sus ojos—. Creo que es hora de comer, ¿no crees?
—Por favor, tengo un hambre descomunal. No comí nada desde que desayuné.
—A la próxima te daré algo de dinero para que compres algo, no puedes tener el estómago vacío durante tantas horas —aseguró mientras agarraba la cacerola para dejarla en la mesa—. Bien, ¡a comer!
Tras la comida llena de conversaciones agradables y risas ocasionales, no dudé en meterme en cama para descansar. La comodidad hizo que mis músculos fueran relajándose, sintiendo el sueño en mis párpados.
—¿¡Hiciste muchas amigas nuevas?!
Solté un leve suspiro con una sonrisa dibujada en mis labios.
—Solo una nueva compañera, Jela —respondí, girando mi cabeza para ver a mi hermana sentada en mi cama. Dormir no iba a ser posible.
—¿Y cómo son los profesores?
—Aun no sé, solo conocí a Ulbosa y no tuvimos mucha oportunidad de conocer su asignatura.
—Oh. ¿Y algo más?
—Conocimos a la directora, Xieli —respondí para luego poner la mano en la barbilla—. No me gustaba mucho el vestido que tenía, pero eso no quita su belleza.
—Entiendo. —Entrecerró sus ojos—. ¿Y no hay una forma que pueda ir contigo a clases?
Solté una leve risa.
—Ya sabes que solo puedes cuando tienes diez años, Aspaura.
—¡Pero eso es mucho y yo en poco haré cuatro años! Siento que me voy a aburrir mucho si no estoy contigo o tus amigas.
—Siempre puedes conocer nuevas amigas de aquí por el barrio.
—Podría... —murmuró Aspaura, mirando de un lado a otro, sin saber que pensar o decir.
—No tengas miedo. Al principio es difícil hacer amigas, pero luego es fácil porque todas tienen ese pequeño temor —aseguré, sentándome en la cama—. Tu inténtalo, podrás tener nuevas amigas que irás conociendo mejor y que a futuro estaréis juntas en clases.
Aspaura movió un poco los hombros, viéndose la tensión en estos.
—¿Me enseñas? —preguntó con una gran timidez visible en su rostro.
Reí por lo bajo y afirmé.
—Te ayudaré, pero recuerda que no podré estar ahí siempre, es algo que debes ir aprendiendo, ¿sí? —pregunté, viendo como Aspaura afirmaba sin parar—. Genial, pero por ahora, pido un descanso. Estoy agotada y la comida de mamá parecía tener algo para que me diera un poco de sueño.
—Lo tendrás tú, porque yo tengo ganas de salir a jugar con las demás —respondió Aspaura, ladeando la cabeza hacia la derecha.
—Si me dejas descansar un poco, luego juego contigo, ¿va?
—¡Bien! Me parece bien —respondió dando un pequeño salto en el sitio para luego ir a la puerta—. Descansa, hermanita.
—Gracias, hermana.
Cerró la puerta y al recostarme, cerré los ojos para descansar. Al menos esa era la idea de no ser que los sueños intevenían sin descanso. Podía tolerarlos, pero algunos eran peores cuando me veía rodeada de otras figuras que no reconocía, ni siquiera su voz.
Al menos sentía cierta paz cuando dos figuras parecían protegerme y ayudarme. Uno destacaba por las orejas similares a un zorro, unos que le hacían adorable. El otro parecía ser alguien... demasiado cercano a mi por como siempre me cuidaba a pesar del miedo que tenía.
Había más visiones, pero no podía identificar nada más que algunos colores, figuras deformadas y a veces sus olores.
Era extraño. ¿Por qué soñaba con esto? ¿Por qué no me enseñaba algo sobre mi y mi familia? Le daba muchísimas vueltas, despertándome en medio de la noche para poner las manos en mi rostro.
Podía entender porque mi madre se negaba a que fuera una guerrera. Comprendía que no quisiera ser igual que ella. Comprendía porque reconocían a mi madre, después de todo ella había sido como Groina. Una líder admirada, una casi Lia Innactia.
—Ibas a ser la mano derecha de Sensibilidad y lo renunciaste todo por mí —susurré, apretando los dientes e intentando no llorar.
Iba a ser la que nos guiaría, la que nos daría el camino hacia la salvación, pero si no ocurrió fue por mi culpa. Me dolió saber que había superado las pruebas que Sensibilidad hacía para ver si encontraba a su Lia Innactia, pero por alguna razón, no pudo.
Aun le daba vueltas a la conversación que había tenido, cuando Aspaura se encontraba durmiendo en la habitación. La miraba con ojos llorosos, sin saber que pronunciar hasta que vi su sonrisa delicada.
—¿Pero por-por qué?
—Es complejo, hija mía, pero lo mejor es no darle más vueltas a ello.
—¿Có-Cómo no puedo darle vueltas? —pregunté, conteniendo las lágrimas de mis ojos—. Por mi culpa...
Por primera y única vez, mi madre me miró con cierta molestia y decepción.
—Jamás pienses que es por tu culpa. No quiero que pienses que tu nacimiento rompió mis ilusiones. ¿Entendido? —preguntó, dejándome sin palabras ante su reacción—. Ha sido mi decisión, por lo que no quiero que te culpes de nada ni creas que he sido obligada. Y es una decisión que jamás me arrepentiría de tomar.
Recordarlo era romper las cuerdas del arpa, que la voz de mi interior saliera desafinada. Estando aún en la cama, no podía evitar las pequeñas lágrimas de mis ojos. Al saber que no podría retomar el sueño, decidí leer algo de las estanterías del comedor. Levantándome y yendo con cuidado por los pasillos, fui a por un libro hasta que escuché unos pasos detrás de mí.
—¿Se puede saber que haces despierta? —preguntó mi madre con una ligera sonrisa.
—Yo eh... —murmuré, viendo que el Sol que entraba por la ventana se escondía—. No tenía sueño.
—No me mientas, Urchevole. No has dormido nada ayer por la noche. No me creo que no tengas sueño.
Tragué saliva sin querer, abriendo mi boca en busca de alguna respuesta.
—Yo... —Suspiré—. Tengo ciertas pesadillas.
Mi madre frunció un poco el ceño, acercándose para verme mejor. Me agarró con delicadeza de las mejillas, mirándome con detenimiento.
—¿Pesadillas? ¿Desde cuándo?
—Sí. Uhm. S-Son sueños en los que me encuentro con diversas figuras. No me hacen nada, pero dicen muchas palabras inusuales y no parecen se-ser Elinas.
Veía como me observaba, apretando un poco sus labios y apareciendo la tensión en sus hombros.
—¿No son Elinas?
—No, pero no hago mucho caso, son pesadillas después de todo.
Un suspiro largo salió de sus labios. Decidí escuchar su melodía, las notas eran graves, combinadas por silencios largos que creaban una canción escalofriante.
—Mamá, ¿estás bien? —Vi como su mirada pasó a una más tranquila, como si no quisiera preocuparme, pero no funcionaba ese truco ahora—. Tu melodía me dice que algo te preocupa, incluso diría que estas asustada.
Mostró una sorpresa genuina y se alejó un poco para mirarme de arriba abajo. No comprendía sus acciones, pero sentía que algo me estaba ocultando.
—Hija mía, ¿has estado estudiando la magia de Sensibilidad antes de ir a clases?
—No. Siquiera tuve la oportunidad de aprenderlo hoy —respondí con sinceridad—. ¿Lo dices porque escuché tus notas?
—Sí. —Tragó por un momento saliva y me sonrió intentando mantener la calma—. De normal las Elinas no saben identificar las notas tan bien. No saben lo que son graves o agudas, si quiera saben como funcionan las melodías de nuestro interior.
—Pero me dijiste que eso se debía a mi buen oído.
—¡Es cierto! Tu oído absoluto. —Rio fingiendo alivio ante sus nervios—. Ya sabes que no es algo normal en las Elinas, por eso me olvido.
Era la primera vez que mi madre actuaba de esa manera. Sabía que algo no iba bien, al menos era lo que podía identificar de su melodía antes de que la modificara a una más animada.
—De igual manera debes descansar. Comprendo esos miedos, pero son solo pesadillas —continuó mi madre—. Si quieres puedo usar mi arpa para que puedas dormir con calma.
La vergüenza me inundó, solía hacer eso cuando era una cría. Ahora a mis diez años, hacía que mi ilusión y mi orgullo por demostrar que era mayor y madura, se mezclaran.
—N-No hace falta —murmuré, mirando hacia otro lado—. A-Aparte, no creo que duerma porque le dije a-a mi hermana que jugaría con ella.
—Tranquila, está conociendo a nuevas Elinas. Como sabía que no habías dormido, decidió socializar sin tu ayuda.
—¿¡De verdad?!
—Sí, aunque le daba mucha vergüenza, pero con la ayuda de Ilona y Aline, lo pudo conseguir.
Sonreí como nunca, escuchando desde mi corazón una sinfonía agradable.
—¡Qué bueno que se lleve con mis amigas! —Suspiré de alivio—. Pensé que solo se llevaban bien con ella porque era mi hermana.
—No, claro que no, ¿por qué piensas eso?
—P-Por lo de su ojo —admití en un susurro—. D-Digamos que tenía miedo que fuera rechazada, pero ver que hace nuevas amistades me alivia.
Mi madre se acercó para agarrar mis manos con delicadeza.
—Entiendo tu angustia, hija, pero no es algo que te deba preocupar. Ahora mismo lo que tienes por delante es bastante importante, ¿no crees?
Alcé mi mirada y afirmé sin dudar.
—Debo ser una excelente estudiante.
—Más si estás en la categoría A —añadió Melian, acariciando mi cabeza—. Recuerda que, si necesitas algo, tienes nuestro apoyo para lo que sea.
—Lo sé, mamá.
Sentía que no era del todo cierto. Si le decía a mi madre mi objetivo, sabía que estaría en contra de ello. Podía pedirle ayuda, claro, pero sin decirle que deseo que tenía o capaz mentirle sin que sonara demasiado obvia.
—Por ahora es mejor que duermas, sino no vas a rendir bien en clases y no creo que es lo que quieras —sugirió mi madre.
—¿Estará bien mi hermana? —pregunté, apretando un poco mis labios.
—Claro que sí. No está molesta contigo si es lo que te preguntas. Así que deja darle vueltas a todo y trata de descansar. ¿Vale?
Acepté con una pequeña sonrisa, volviendo a mi habitación, no sin antes recibir un beso en mi frente. Tras cerrar la puerta y verme envuelta en una oscuridad tenue, cerré mis ojos y me moví hacia la cama.
Confiaba que el tiempo me diera la oportunidad de ser honesta y que saber qué era lo que le preocupaba ante esa... reacción tan inusual que acababa de tener.
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