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Capítulo 5: La emoción del primer día.

Habían pasado varias semanas suficientes para que llegara el día que más ansiaba. Cuando el Sol mostró sus primeros rayos, ya estaba lista en la puerta, dando pequeños saltos mientras miraba mi familia. No había podido dormir el día anterior, pero ahí estaba, como si hubiera dormido más de catorce horas o hubiera tomado diversas bebidas frutales.

—¿Nos vamos ya?

—Dame unos minutos, por favor —pidió mi madre algo cansada.

Aunque mi felicidad y emoción no eran solo eso. La noche anterior había tenido la oportunidad de hablar con mi madre y pude hacerle varias preguntas sobre las clases. Recordaba bien la conversación que tuvimos en el comedor.

—¿¡De verdad que puedo?! —pregunté en un susurro, intentando contener mi emoción.

—Claro que puedes hacerme preguntas —respondió con una ligera risa—. Ya me extrañaba que no las hicieras antes.

—No quería molestarte hasta ahora —admití, jugando con mis dedos.

—Nunca me molestas, hija. Ten asimilado que cualquier duda o problema que tengas, me puedes decir sin temor.

—Va-Vale... —Tragué saliva. respiré hondo y la miré—. ¡¿Cómo serán las clases?! ¡¿Es difícil tocar los instrumentos?! ¡¿O el arpa?! ¡¿Podré ser una experta de la música en poco tiempo o requiere de mucho tiempo?!

Mi madre me miró con dulzura, soltando una leve risa.

—Las clases, si no han cambiado mucho, son bastante amplias y es posible que en ocasiones tengáis actividades interactivas donde aprendéis a usar la magia de Sensibilidad. Si bien es cierto que tendréis libros que estudiar, la mayoría de las clases son divertidas. No habrá día que te canses.

—¿Practicaremos mucho sobre la magia?

—Sí, aunque al principio iréis con lentitud, aprendiendo las bases a la vez que comprendéis el arte de los instrumentos. —Me miró con seriedad—. No solo tocarás el arpa, sino todos los instrumentos posibles porque a lo mejor tu instrumento ideal será uno distinto al que creías.

—Oh entiendo... —susurré, poniendo mi mano en mi barbilla.

—Seguido de eso, tendréis exámenes, pero son muy fáciles y si tienes alguna duda, puedes contar conmigo para lo que sea —continuó, y sin querer tragué saliva al escuchar "exámenes" —. ¿Qué más dudas tienes?

—¿Son muy exigentes?

—Dependiendo de lo que quieras ser. No es lo mismo el deseo de ser una guerrera que una costurera o agricultora.

Sin querer tragué saliva y jugué con los dedos de mis manos. Aquello hizo levantar sospechas a mi madre. Intenté hablar, pero se me adelantó:

—Hija mía, no tengas miedo por el primer día. Estarás con tus amigas y créeme que empezar será lo más divertido y maravilloso que podrás conocer. —Mi madre puso la mano en su mejilla, soltando un suspiro—. Recuerdo cuando tu abuela Ilea me acompañaba y me veía con mis amigas corretear por allí y allá antes de entrar en clases. Allí me divertía mucho porque no solo aprendía, sino que también iba madurando como Elina.

—Es una pena que la abuela no pudiera estar aquí —susurré, rascando mi brazo derecho.

—No estará, pero nos ve y apuesto lo que sea a que ella te estará cuidando en todo momento para que te vaya bien en tus clases.

Un escalofrío recorrió toda mi piel al recordar sus palabras. Maldecía la situación en la que estábamos envueltas, como los seres no conocían la compasión alguna y actuaban sin pensar. Mi abuela...

Aun podía acordarme, esa sonrisa llena de bondad que retiraba cualquier preocupación. Su presencia creaba miles de instrumentos donde cada uno de ellos se entonaba una hermosa canción que nadie podía olvidar.

No se merecía ese final. Cuando mi madre me dijo la verdad, comprendí el porqué de sus acciones.

—¡Hermana! ¿Estás ahí? —preguntó Aspaura, despertándome de mis recuerdos.

Di un pequeño salto en el sitio y la miré.

—Sí, estoy, ¡os llevo esperando un rato! ¿Nos movemos?

Mi madre abrió la puerta y a punto de salir hacia las clases, me giré para ver su sonrisa cariñosa. Me daba la sensación de que parecía estar llorando... ¿por mi? Quise preguntar, pero la voz de Urai hizo que me girara. Miré de nuevo a mi madre y la abracé con todas mis fuerzas.

—Pronto volveré. Lo prometo —juré con una pequeña sonrisa.

—Está bien, pequeña, pero con cuidado, ¿de acuerdo?

Afirmé y me fui con Urai con una sonrisa enorme.

No tardamos en llegar, y ya en el interior, vimos un montón de Elinas de distintas edades moverse de un lado a otro. ¡Qué desorganización! Ni un solo instrumento parecía sonar bien. ¡Estaban todos desafinados!

—Menos mal que estamos juntas —murmuré aliviada.

—Sí... Es la primera vez que veo tantas Elinas aquí —admitió Urai, mirando de un lado a otro. En esta ocasión, tenía hecha una trenza pequeña hecha en el lateral derecho de su oreja—. Muchas se están dirigiendo hacia allí. —Indicó—. Creo que es donde tendremos que estar. —Me miró—. Ya sabes. La reunión para conocer las profesoras.

Según indicó, se encontraba en uno de los tantos pasillos del norte, cercanos a las escaleras. El pasillo estaba iluminado con varias flores lumínicas que desprendían un brillo verdoso junto a su fragancia a fuerte y mentolada.

Confié en su palabra y caminamos hacia el pasillo. Pronto nos encontramos con un amplio y extenso campo que relajó un poco nuestros nervios. Estábamos en el exterior, rodeado por varios árboles que hacían de muro. Las hojas nos cubrían los rayos del Sol junto a los pocos pétalos que caían con delicadeza. El aroma era suave y dulce, uno que graciosamente causaba estornudos, como era el caso de Urai.

—Lo siento —musitó Urai.

—No te preocupes —respondí con una leve risa.

Esperamos en el sitio, siendo rodeadas por diversas caras que desconocíamos. Me mantenía cerca de Urai, como si ella fuera un tipo de guardiana en medio del laberinto.

—¡Urchevole, Urai! ¿¡Dónde estáis?!

El grito poco discreto de Aline hizo que nos giramos, viéndola moverse entre las Elinas. Estaba acompañada por Ilona y Haui, reuniéndonos por fin.

—Casi me duermo el primer día, no pegué ojo en toda la noche —admitió Aline con una risa nerviosa.

—Yo tampoco he dormido —añadí.

—¿No? Oye pues te veo muy bien de cara, ¿te pusiste maquillaje? —preguntó Aline, acercándose con curiosidad.

—Apenas me puse maquillaje, ya sabes que no suelo usarlo.

—Pues pásame la dieta que sigues porque yo tenía unas ojeras que daba miedo verme —contestó Aline con una risa.

—Con tu actitud ya das un poquitín de miedo, Aline —admitió Haui en un susurro.

—¡Eso es mentira! Todas las Elinas que me conocen me dicen que soy muy amable y graciosa —aseguró Aline.

—Si eso te refieres a las amigas de Alminea... —murmuró Urai, mirando a otro lado como si no hubiera dicho nada.

—¡Te he escuchado y eso es mentira!

En ocasiones miraba hacia el escenario donde las profesoras se preparaban para la charla. Las admiré con detenimiento, en especial a la directora. Destacaban sus ojos cielo o su vestimenta cuidada hasta el más mínimo detalle como sus collares y pulseras de flores. Las voces se fueron apagando cuando su figura se presentó en el escenario, como si ella fuera la directora de un concierto que todas debíamos escuchar.

 La directora, aclarando su voz, comenzó a hablar:

—¡Bienvenidas, jóvenes Elinas! Me es un honor, una vez más, estar aquí frente a las estudiantes de Sinea. Hoy dais un paso hacia el corazón de nuestra magia de la música, de Sensibilidad. No solo seréis capaces de comprender lo valioso que es, sino que también el valor que la naturaleza, nuestra querida y antigua aliada.

Sonrió irradiando confianza, sin mostrar ni un ápice de tensión al ser  escuchada ante las más de cien Elinas jóvenes.

—Ante un día como este, es importante recordar que todo esto es posible gracias a Sensibilidad, quien siempre nos cuida y protege. Aquí seréis capaces de comprender su valor y decidir vuestro camino como Elina.

Me fijaba en las profesoras, entre todas ellas, Groina y Urosia. Firmes en el sitio con un rostro atento a las palabras de la directora. Aun en una situación relajada se mantenían alertas por si algo ocurría.

—Con esto dicho, me presentaré como es debido. Soy Xieli, la directora de la Escuela de Enlia. Junto a mí se encuentra las profesoras que os impartirán las asignaturas correspondientes. Os enseñaran la importancia de cada una de las asignaturas y con ello también guiaros a vuestro futuro.

Cada una de las profesoras tenía unos rasgos que las hacían identificables, aunque en mi caso era inevitable quitarle ojo a Groina. Tan fuerte, ruda y seria. Admirada por todas las Elinas que deseaban ser guerreras. Supuse que su estancia ahí era porque había una asignatura relacionada con la defensa. Al menos era la teoría que tenía hasta que escuchó las asignaturas que iban a ser impartidas.

—¿Cómo que "practica y cuidado de los sentidos"? —susurró Aline, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Tiene importancia eso?

—Claro que la tiene —intervino Urai un poco molesta—. Dependemos de nuestros sentidos en nuestro día a día, en especial el oído que es el más desarrollado. Tiene sentido esa asignatura.

—A mí la más estúpida es el idioma de Sensibilidad... O sea, yo se hablar mi idioma —añadió Haui.

—¿Sabes escribir? —preguntó Aline, mirándola con los ojos entrecerrados.

Haui se quedó sin palabras, soltando un bufido que le hizo reír a Aline.

—¿Cuál creéis que será más entretenida? ¿Magia musical e instrumento o cuidado de la naturaleza? —preguntó Ilona con interés.

—Magia musical, no hay duda alguna —respondió Aline.

—Al menos todas concordamos que historia será aburrida —añadió Urai.

Nuestra conversación terminó cuando la directora Xieli volvió a hablar. Aclaró que todas las alumnas serían divididas en distintas aulas, y esto hizo miles de instrumentos se desafinaran.  Nos miramos desconcertadas mientras empezaban a nombrar a diversas Elinas. La división constaba de la más alta a la más baja. A, B, C y D.

—Por favor no mi nombre —susurró Haui.

—¿Por qué ibas a estar en la D? —preguntó Aline.

—N-No-No sé. La D es peor, ¿no? —preguntó Haui.

Mientras seguían nombrando, decidí mirar a mi alrededor. El Sol se acercaba al punto más álgido, por lo que el calor hacía acto de presencia. Los árboles no eran tan gruesos como las de nuestro barrio, pero si tenían una forma un tanto graciosa. No eran rectos como la mayoría, sino que eran curvos, como si hubieran crecido con total libertad.

—Urchevole, estás muy callada, ¿estás bien? —preguntó Aline, inclinándose un poco para mirarme.

—¿Eh? Sí, todo bien, esperando a ver si dicen mi nombre —respondí, viendo como Aline ponía las manos en sus caderas.

—No, tonta. Llevas desde que inició la reunión sin decir apenas una palabra.

—Ah... Sí, tranquila. Ya sabes que no soy mucho de hablar.

—Pues habla mujer, no te vamos a comer —contestó Aline, dándome un golpe amistoso en mi hombro derecho—. Esa timidez debes quitarla ahora que nos veremos más tiempo juntas. No te vas a escapar de...

—¡Aline Duair! —Ante ese nombre, se puso firme de inmediato—. Estarás en el aula C.

Aline abrió sus ojos, deseosos de querer llorar.

—¿Po-Por qué tengo que ir a la C sola?

—No estás sola —intervino Haui un poco irritada—. ¿No escuchaste mi nombre acaso?

—¿Lo dijo? —preguntó Aline, frunciendo un poco el ceño.

—¡Claro! Mira que escuchas lo que te da a veces la gana... 

—Ah... ¿y cuál es tu apellido? No lo escuché —preguntó Aline, sonriendo como si nada hubiera pasado.

Haui solo suspiró mientras negaba con su cabeza. Mientras iban hacia la correspondiente profesora, Urai, Ilona y yo nos miramos. Habían terminado de decir los nombres y por el momento no habíamos sido nombradas.

—Estaremos en la B o en la A —supuso Urai.

—A mí me da pena que Haui y Aline no estén con nosotras. Espero que al menos las tres podamos estar en la misma...

—¡Ilona Urena!

Dio un pequeño salto en el sitio, viéndose la sorpresa en su rostro. Tras eso nos miró, sonriendo como si nada hubiera pasado.

—Ca-Capaz os no-nombra a vosotras, no os preocupéis —supuso mientras caminaba hacia la profesora.

Pero... por desgracia se equivocó. Al terminar la larga lista de nombres, la profesora se fue con sus alumnas para empezar las clases. Solo quedamos Urai y yo.

—So-Somos de la clase A —murmuró Urai con asombro.

—E-Eso parece —susurré.

—¡Urai Treia!

Ante el nombre de mi amiga, se puso en marcha para reunirse con su profesora. No me había dado cuenta hasta ahora, pero era una de las pocas Elinas que se encontraba presentes ahí.

—¡Urchevole Denilia!

Y ante mi nombre completo pronunciado, me puse en marcha para encontrarme con Urai. Nombradas todas las Elinas faltantes, caminamos en dirección al aula. No pude evitar fijarme en que éramos alrededor de unas quince. Un número pequeño, pero capaz se debía a que en esta categoría se encontraban las que eran más capacitadas o inteligentes.

—Ahora mismo tenemos con Ulbosa —me susurró Urai—. Es profesora de historia.

«Decían que era la más aburrida, pero yo no sé qué le ven de aburrido la historia», pensé, viendo como Urai suspiraba con pesadez.

Al llegar, Ulbosa abrió las puertas, encontrándonos con una pequeña aula de madera con unas grandes ventanas. La decoración era agradable. Macetas colgadas en las vigas de madera, donde algunos de los arbustos crecían y caían como enredaderas en dirección al suelo. La luz era suficiente, ya no solo por el Sol, sino por las semillas lumínicas de los arbustos.

—Podéis sentaros donde queráis —habló Ulbosa con calma.

Escuchaba los pasos apurados y las voces de las que deseaban sentarse en grupo. Había mesas y sillas pequeñas de madera, a excepción de la profesora la más grande, del cual tenía varios libros encima.

En las estanterías había pequeñas botellas junto varios instrumentos guardados en el armario entreabierto. Las paredes estaban decoradas con mapas de la ciudad o con hojas ilustradas de diversas plantas o animales.

—Urchevole —habló Urai, llamando mi atención—, ¿nos sentamos juntas aquí?

La mesa que había señalado se encontraba en uno de los cuatro ventanales que tenían a su derecha.

—Claro.

Nada más sentarme, miré lo que me rodeaba, o al menos esa intención tenía hasta que un olor fuerte se adentró en mi nariz. No me incomodó el dulzor propio de un pastel lleno de fresas, pero a Urai le causó un estornudo.

—Ahg... Los olores, cada vez hacen que estornude más fuerte —susurró Urai.

—Te irás acostumbrado, no te preocupes —respondí con una leve risa.

—Eso espero —respondió, para luego respirar con más calma y mirarme—. Lo que más me preocupa es cómo será el comienzo de clases, no quiero que sea aburrida —susurró esto último.

—No digas eso, ya verás que al final te gustará.

—Uhm, perdón...

Una nueva voz intervino en medio de nuestra conversación. Ambas miramos una Elina de cabello largo blanco, viéndose la vergüenza en sus acciones que hacía con sus brazos y manos.

—¿Está ocupado este sitio?

—No, claro, puedes sentarte si quieres —respondió Urai, aunque nada más hacerlo, me miró—. ¿Verdad?

—No, tranquila, puedes sentarte.

La Elina se sentó al lado de Urai, el único sitio que había libre. En silencio, estuvo atenta a la profesora. Organizaba su escritorio para empezar su clase.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Urai con interés.

—Jela, ¿y vosotras? —preguntó con una sonrisa nerviosa, alisando su vestido con rapidez.

—Urai —se presentó con un gesto educado.

—Urchevole —dije, colocando mi mano en mi corazón.

—Un gusto conoceros y perdón las molestias , pero no había más sitio —respondió, agachando un poco su cabeza.

—No molestas. ¿Por qué lo ibas hacer? —preguntó Urai, frunciendo un poco el ceño.

Cuando iba a responder, la profesora, dando golpes firmes en la mesa —un ritmo de 3 golpes seguidos—, llamó la atención. Sonrió con suavidad y habló:

—Un gusto teneros todas aquí, como ya mencioné, mi nombre es Ulbosa, soy vuestra profesora de historia. Durante mis clases, no solo aprenderemos la historia con el libro, sino que también se harán actividades. —Tras explicar, miró a cada una de las presentes, en especial a Urai—. Estáis en vuestro primer año, mi intención es que apreciéis la historia, no al contrario. Os daréis cuenta del valor que tiene y porque a su vez debe de ser recordada.

Una de las Elinas presentes levantó la mano. La profesora dejó que hablara.

—Mi mamá me dijo que no solo hablabais de la historia, sino de otros rumores que había en nuestro universo Ji.

Ulbosa, soltando un suspiro largo, afirmó.

—Cierto es, pero eso se irá enseñando más adelante. El tiempo que estaréis aquí estudiando será gran parte de vuestra juventud. Recordar que son ocho años para luego decidir vuestro camino como Elinas adultas. De igual forma, la historia que pueda haber alrededor del universo Ji es incierta y no es recomendable tenerla en cuenta.

Ocho años estudiando en el mismo sitio iba a ser mucho tiempo, pero confiaba en que no serían tediosas por como hablaba. ¿Estaría usando alguna magia de Sensibilidad?

—Dicho esto, en el primer día me gustaría conoceros un poco mejor, ya que seré también vuestra tutora —añadió Ulbosa.

Ante eso, no pude evitar fijarme en ella. Tenía un moño hecho con cuidado junto a unos pendientes de flores cuyos pétalos eran de color azul. Su vestimenta no era como la de la directora, que era larga y muy cargada de detalles, sino que era ligera de llevar.

Mientras las demás se iban presentando, miré hacia el mapa colgado en la pared. Era de la ciudad de Sinea.

—¿La siguiente? Creo que se hacía llamar Urchevole, ¿no?

Al escuchar mi nombre, me levanté de la silla para saludar a la profesora y a las demás con educación. La forma en como lo hice fue apurada, logrando sacar unas risas suaves por parte de las demás.

—Urchevole Denilia... Eres la hija de Melian, ¿no?

—Así es, profesora —respondí, tratando de mantener la calma.

—Oh, hace tanto tiempo que no oía ese nombre —respondió Ulbosa con una risa ligera—. Melian era una compañera mía, un tanto traviesa y revoltosa, espero que tu no seas igual.

—No, para nada profesora.

—De hecho, es muy tranquila —añadió en un susurro Urai.

Ulbosa afirmó con una sonrisa educada.

—Me es un honor conocerte, tu madre dejó el listón bastante alto en su momento, no me extraña que tú estés en la categoría A —continuó Ulbosa.

—Es un gusto poder estar aquí y daré mi mayor esfuerzo.

—Eso espero.

Tantas expectativas. Tanta presión encima. No paraba de darle vueltas a las palabras de Ulbosa mientras me sentaba en la silla. Si deseaba ser reconocida como guerrera, tenía que esforzarme. Si deseaba ser lo que una vez fue mi madre, tendría que ser una estudiante destacada. Un objetivo que cumpliría sin importar la dificultad que pudiera haber de por medio.

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