Capítulo 4: Sentidos despertados.
Solía ser la primera en levantarme cuando aparecía el Sol, pero en este caso mi hermana se había adelantado.
—¡Hermana! ¡Hoy es el día, tenemos que ir!
Me agarraba del brazo para que saliera de la cama. Gruñí sin ganas de moverme, pero no me quedó otra. Solté un largo bostezo, estirando un poco mis brazos.
—Dame unos minutos más, aún es pronto...
—¡No lo es! Venga, hermanita, dijiste que iríamos hoy juntas... ¡Lo prometiste! —recordó Aspaura.
—Es verdad...
De pronto mi hermana correteó por la casa. Puse la mano en mi frente y suspiré. Por desgracia había sido una de esas noches donde los sueños me atormentaban una vez más. Negué con la cabeza y decidí moverme, más cuando escuché la voz aguda de mi hermana despertar a mi madre.
—No le des vueltas, Urchevole. Te vas a inscribir a la escuela de Enlia. Ahí podré ser guerrera como me prometí —susurré para luego mirar hacia la puerta—. Si me ven como posible candidata.
Levantándome, me preparé para luego reunirme con mi familia en la cocina. Mi madre estaba con mi hermana preparando el desayuno. Tras desayunar y limpiar la casa, por fin pudimos irnos al centro de Enlia. Aspaura no dudó en agarrarme la mano, mirándome con una enorme sonrisa que parecía brillar más que una noche estrellada.
—¿¡Vamos ya?! —preguntó por veinteava vez.
—Sí, vamos ya, hermana —respondí, manteniendo la paciencia.
—¡Por fin!
Las calles por las que cruzábamos eran más o menos conocidas por Aspaura, pero no podía quitar ojo a todo lo que la rodeaba. Las casas hechas de madera mezcladas por la naturaleza le daban un toque rústico y acogedor. De fondo escuchábamos a los gallos anunciando el inicio de un nuevo día con fuerza, despertando a cada Elina.
—Cuidado con las escaleras, Aspaura —avisó mi madre.
—¡Sin problema! —respondió, dando pequeños saltos mientras me agarraba la mano con fuerza—. ¡Las salto como si nada!
Caminando por el sendero, Aspaura percibió un olor del cual no solía frecuentar en el barrio Airos (Sur). Respiraba con gran profundidad, viéndose la duda en su rostro al no reconocerlo.
—Son Jelines —aclaré, captando su atención—. El olor dulce es propio del centro, más en esta época donde empieza a florecer todo. Prepárate para diversos olores únicos.
—¡Estoy lista para cualquier sorpresa! —aseguró Aspaura, contagiándome su emoción.
Cada paso que daba era algo nuevo que descubrir. Un sonido nuevo, un olor nuevo, miles de sensaciones que no había vivido y que eran descritos con la ayuda de mi madre o mía.
—¿Por qué no pude conocer esto antes? —preguntó Aspaura.
—Recuerda que tus sentidos aún estaban comprendiendo tu alrededor. Si te llevábamos hacia la ciudad, te habrías llevado una mala experiencia —respondió con prudencia mi madre.
—¿Mala experiencia? ¡Pero si está siendo una excursión increíble! —contestó Aspaura con ilusión.
Se me escapó una risa, no era una excursión, pero tampoco era quien para quitarle su felicidad. Solo quería que disfrutara y conocería por qué el centro de Sinea era tan bello y envidiado.
La música llenaba la plaza, dejando una sinfonía que logró hipnotizar a Aspaura. Sus ojos no sabían por dónde mirar, ¿el gran árbol Enlia? ¿Los edificios de altos y robustos madera? ¿Las grandiosas y largas escaleras que llevaban hacia el gran árbol? ¿Los caminos que se ramificaban por la ciudad?
Y ya que estamos, ¿cómo podía analizar los diversos olores que se adentraban por su nariz? Variaban desde los más dulces hasta lo más frutales. Y ya ni hablar de los pájaros que volaban con total libertad, siendo acompañantes de la melodía que aún la tenía hipnotizada.
—¿Aspaura? —pregunté al ver que mi hermana no reaccionaba aún.
Su piel se había erizado y su respiración se aceleró al tener que procesar tanta información. Mi madre se dio cuenta, agachándose a la altura para ver pequeñas lágrimas en su ojo izquierdo.
—Mamá, hermana, ¿por qué no lo pude conocer antes? —preguntó Aspaura, intentando quitarse las lágrimas.
—Porque no lo habrías podido apreciar de la misma manera que ahora, hija mía —respondió mi madre con dulzura. Aspaura bajó un poco la mirad, apareciendo un sonrojo en sus mejillas—. ¿Te ves capaz de seguir? Aún nos queda ver el interior del árbol Enlia.
—¡Es verdad! —recordó, abriendo su boca con asombro—. ¡Claro! Estoy lista.
Subimos por las amplias y largas escaleras hasta llegar a las grandiosas puertas abiertas, viendo el interior. Una plaza enorme en cuyo centro se encontraba la estatua de Sensibilidad.
Su apariencia imponente hacían de ella una estatua bellísima en el que se veía cada una de las facciones. Ya no solo era la vestimenta larga de colores blancos con rebordes y perlas doradas —las cuales algunas estaban atadas por un hilo que colgaba por sus muñecas, tobillos o caderas—, sino que también era su rostro sereno y bien cuidado.
Sensibilidad, a diferencia de las Elinas, tenía un ojo visible, y no era uno normal, sino una estrella de cuatro puntas en el lado derecho. Inusual, pero del que todas decían que de ahí conseguía su poder.
Su cabello cuidado, corto y blanco hacía más visibles sus largas orejas. Muchas de las Elinas creían que su pelo llegaba a tener una suavidad tan envidiable e inalcanzable. Decían que sus oídos eran capaces de escuchar hasta el murmullo de las hormigas o que su magia era tan poderosa que podía proteger un planeta entero.
Era bella en todo sentido, incluso con sus tatuajes en sus brazos y piernas, demostrando su poder.
—¿Ella es Sensibilidad? —preguntó Aspaura con la boca bien abierta.
—Lo es, hija mía —respondió Melian en un susurro.
Ya no solo era la grandiosa estatua, también eran las escaleras que llevaban a las demás plantas. Justo donde nos encontrábamos, estaba la escuela de Enlia. En la primera planta, se encontraban las guerreras con sus habitaciones. La segunda era donde se encontraban los profesores y Xieli, la directora y alcaldesa de Sinea. Y el tercer piso, el más difícil de acceder, se encontraban las Elinas más devotas a Sensibilidad.
Se decía que había una planta subterránea que solo podían acceder ciertas Elinas, pero eran rumores que no me creía hasta que lo viera.
—No sabía que era tan... grande —murmuré, boquiabierta.
—Sí, aunque nosotras solo nos moveremos por aquí abajo —aclaró mi madre.
—¿No podemos ir arriba? —preguntó mi hermana.
—Me temo que eso no será posible.
No despertábamos del asombro. Era cierto que el interior había mano de obra por las Elinas, pero no rompía con la estética. Era naturaleza ayudara para crear un refugio en en Sinea.
—Hijas, toca movernos. Tenemos mucho por delante, luego si queréis podéis contemplarlo con más calma.
Ambas afirmamos y sin perder tiempo, fuimos hacia el pasillo donde varias madres inscribían a sus hijas en la escuela.
—¡Urche, Urche! —Me tomó por sorpresa la voz de Aline. Me giré para verla con su gran sonrisa. Su madre la seguía detrás a paso tranquilo—. ¿No estás emocionada? ¡Vamos a ir juntas a clases!
—Eso aún no lo sabemos. Creo que tenemos que hacer una pequeña prueba.
—¿De verdad? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Te lo había dicho como unas diez veces, Aline.
Alminea, la madre de Aline, se encontraba a sus espaldas con las manos en sus caderas. Tenía unos tatuajes en sus mejillas de forma esférica que no brillaban a diferencia de otras Elinas.
—Lo siento, mamá, es que la emoción...
Su madre soltó un suspiro suave para luego sonreír. Sus ojos se dirigieron a los de mi madre.
—Pensé que no llevarías a Aspaura a este lugar.
—Es la primera vez que conoce la ciudad de Sinea —respondió mi madre con una sonrisa cordial.
—Entiendo, pero ¿no será demasiado?
Mi madre miró a su alrededor con cierta discreción. Noté en sus hombros una ligera tensión de las cuales pequeñas notas musicales parecían salir.
—Tranquila, no se angustiado ni asustado por el momento.
Alminea solo pudo mover un poco sus hombros.
—Entiendo. —Tras eso, se giró y miró a su hija—. En fin, iremos a ver si podemos inscribir a esta pequeña tan hiperactiva. Luego si quieres podemos tomar algo juntas en mi casa.
—Claro, por mí no hay problema.
Miré de reojo a mi madre, me tomó por sorpresa su respuesta tan segura, pero no dije nada ya que no podíamos perder tiempo. Avanzamos por el pasillo y esperamos en la cola. Miraba las paredes de madera mezcladas de diversas flores. El olor me dejaba absorta en mis pensamientos hasta que llegó nuestro turno.
—¡Vaya! Melian, hace tanto tiempo que no sé de ti. Había oído rumores, pero verte al fin me da mucha ilusión.
Quien habló era una mujer mayor con varias trenzas, rodeada por una mesa con varios papeles y plumas.
—¡Ulmina! Me alegra verte por aquí, al parecer cambiaste de puesto —supuso mi madre.
—Sí, digamos que el puesto de guerrera me superó y en una de mis expediciones... —Frenó sus palabras, mirándome de reojo para encontrarse con mis ojos que parecían iluminar toda la sala. Me sonrió con dulzura y volvió la atención a mi madre—: Era complicado, pero decidí tener este trabajo por mi hija.
—Oh entiendo, lo mismo que me ocurrió a mí —respondió Melian, viendo como su antigua amiga afirmaba con calma—. Bueno, pero en esta ocasión vengo por algo que me imagino que puedes intuir, ¿verdad?
—Obviamente —respondió Ulmina, para luego mirarme—. Me pregunto si tendrás las capacidades de tu madre, pequeña. Melian dejó el listón muy alto en su momento.
—¡Pienso ser una de las mejores! ¡Rendir honor a mi madre! —respondí con la decisión reflejada en mis ojos.
—Así se habla. Con decisión y valentía —respondió con amabilidad, para luego mirar a mi madre—. Creo que te acuerdas como va esto, ¿no?
—Necesito que me guíes un poco, creo que los métodos no son los mismos que antes.
—Eso es cierto —contestó Ulmina con una risa suave—. Veamos entonces...
Los papeles puestos sobre la mesa hicieron que desviara la mirada, más al ver la cantidad de letras que había ahí. Observé a Ulmina, tenía algunas cicatrices en su rostro y en sus hombros, dejando en claro la vida complicada que tuvo como guerrera. Miles de preguntas iban surgiendo hasta que Ulmina me habló:
—Pequeña, ¿te importa que me respondas a estas preguntas?
Vi los papeles que me entregó y sin querer me fijé en sus manos descuidadas. Daba la sensación que esos seres casi cortaron sus dedos.
—Tranquila, no son tan aburridas y complicadas como las que tiene que responder tu mamá —aclaró con una risa suave.
Acepté, tomando los papeles para empezar a leer las pocas preguntas que había.
La primera era directa. "¿Tienes conocimiento sobre las magias relacionadas con la música?"
Siendo honesta, era muy baja, casi nulo. Lo poco que sabía era que las Elinas, al principio, dependían de un instrumento para poder comprender la magia de la música. Con el tiempo, se conseguía dominar sin el instrumento, aunque algunas lo mantenían a su lado porque era un recuerdo.
La segunda pregunta estaba relacionada. "¿Qué instrumento desearías tener?"
Arpa. La respuesta más fácil y el motivo era mi madre. Tenía ese mismo instrumento en su habitación, colgado en las paredes a modo de recuerdo de lo que fue. En muy pocas ocasiones lo tocaba, dejando una melodía tan bella que calmaba todo tipo de nervios.
La tercera y última pregunta. "¿Qué deseas ser de mayor?"
Guerrera. No lo pensé dos veces.
—Ya está —respondí, entregando la hoja a Ulmina.
—¡Qué rápida! —contestó, tomando la hoja para mirarla por encima, arqueando un poco la ceja—. Genial, aunque tu madre va a tardar un poco. Si te parece, puedes dar una pequeña vuelta por aquí o a lo mejor reunirte con tus amigas.
—Pero con Aspaura a tu lado, recuerda eso —añadió mi madre.
—Claro, mamá.
Tomando la mano de mi hermana, salimos hacia la plaza central. Nos sentamos en las escaleras mientras esperábamos a nuestra madre o si veíamos a algunas de mis amigas.
—Hermanita —habló Aspaura, llamando mi atención—, ¿por qué no podemos ver a Sensibilidad en persona?
—Porque es una mujer muy ocupada y siempre se encuentra en su templo.
—¿Templo? ¿Y eso está en el cielo?
Rasqué mi cuello con timidez.
—Eh, siendo honesta, no lo sé, pero intuyo que sí —respondí, mirando hacia lo más alto de las escaleras.
—Debe de ser muy poderosa entonces. ¿Nadie la ha visto?
En silencio tragué saliva. Suponía que sí, pero tampoco tenía conocimiento a diferencia de mi madre. Deseaba saber más sobre ello, escuchar sus experiencias, pero no me dejaba. Simplemente quería dejar eso atrás como si fuera una historia que jamás se contó.
—Uhm. Creo que sí la vieron, pero ahora se mantiene oculta en su templo para poder protegernos de los peligros.
—Por ello las guerreras también la ayudan, ¿no? Para que no sea duro su trabajo, ¿no? —supuso mi hermana.
—Y para prepararnos de cualquier amenaza como la que estamos viviendo en los bosques. —Bajé la mirada hacia mi hermana—. Recuerda que las Elinas tienen un dominio de la música para calmar las emociones de cualquiera, incluso nosotras.
Aspaura afirmó con emoción.
—¡Eso es increíble! Aunque, según vi, necesitan un instrumento las Elinas.
—Claro que lo necesitan, al menos al principio. Nadie ha sido capaz de dominar la magia de la música sin la ayuda de un instrumento. No es fácil, es comprender la música, al menos es lo que me dijo mamá.
Aspaura puso la mano en su barbilla y frunció un poco el ceño.
—Mamá fue una guerrera, ¿no?
—Lo fue, sí.
—¿Y por qué lo dejó?
Sus palabras fueron como si rompieran la cuerda de un arpa, pero intenté mantener la calma y mi sonrisa.
—Para cuidar de mí y de ti, claramente.
La respuesta al parecer no le gustó mucho. Intenté justificarme, pero escuché una voz que me hizo levantar de las escaleras.
—¿Qué haces, hermana? —me preguntó, levantándose también.
Fruncí un poco el ceño.
—¿No escuchas a mamá? Nos está buscando.
Aspaura observó su alrededor hasta que encontró a nuestra madre.
—Qué buen oído tienes —susurró Aspaura.
Solté una leve risa.
—Pronto lo tendrás, tú tranquila. Es normal que de pequeñas no tengamos el oído tan desarrollado —aseguré. Tras eso, levanté y moví mi mano derecha—: ¡Mamá! ¡Aquí!
Agarré la mano de mi hermana para ir hacia nuestra madre. Al vernos soltó un suspiro lleno de alivio para luego explicar que pronto empezarían las clases. Las pulsaciones de mi corazón delataban mis nervios, pero por suerte estos disminuyeron cuando nuestra madre nos recordó que íbamos a quedar con Aline en su casa.
Durante el camino, no pude evitar fijarme en mi hermana, encontrando sus notas graves y desafinadas. Fruncí un poco el ceño, y a punto de preguntar, mi madre se adelantó:
—¿Ocurre algo, Aspaura?
—¡Ah nada! Solo que tengo un poco de hambre —respondió, riéndose un poco avergonzada.
No me sonaba convincente cuando las notas seguían desafinando. Algo ocultaba, pero no lo sabría si ahora íbamos a casa de Aline. Había que decirlo, su hogar era pequeño y oscuro, impregnado de una fragancia dulce que lograba abrumar a mi hermana.
Tras la agradable comida y conversación que tuvimos, nos dirigimos a la habitación de Aline, esquivando los muñecos y libros que había en el suelo.
—¡Estoy muy emocionada! ¡Tengo ganas de tocar mi primer instrumento! ¡De comprender la magia de Sensibilidad! —Aline se sentó en la cama, dando golpes en esta como si fuera un tambor. El caos que desprendía lograba ponerme un poco tensa.
—¿No es la magia de la música? —preguntó Aspaura.
—Ah, es lo mismo, puede ser llamada la magia de la música o de Sensibilidad —explicó Aline, siguiendo con los golpes en su cama. Solté un largo suspiro, uno que logró sacar una risa a mi amiga—. ¿Ves como está tu hermana? La música es capaz de afectar en las emociones, ¡en este caso le estoy poniendo muy nerviosa!
—Porque no tocas a un ritmo coherente, Aline.
—¡Pero es música! —Dejó de tocar, soltando una risa traviesa—. Al menos mi madre dice que todo es parte de una canción. ¡To-di-to!
Aspaura nos miró con asombro.
—Si que es poderosa —murmuró Aspaura.
—Lo es —confirmó Aline, para luego mírame—. ¿Acaso no se lo has explicado?
—Yo no sé tanto como tú...
—Qué raro, siendo tu madre una guerrera.
Otra cuerda del arpa se había soltado. Suspiré en mis adentros. Si hubiera tenido el permiso, le habría preguntado de todo a mi madre.
—No pasa nada, en las clases seguro que lo explicarán mejor que yo —aseguró Aline con una sonrisa cálida—. Y no solo eso, aprenderemos la historia de nuestra ciudad.
—Capaz nos digan algo sobre esos...
—¡No los nombres! —gritó Aline, logrando que diera un pequeño salto en el sitio.
—¡No lo iba hacer! Tengo muy claro que ni un rasgo ni nombre puede ser pronunciado —contesté, mirándola con el ceño algo fruncido.
—Solo te interrumpí por si acaso —murmuró, hinchando un poco sus mofletes para al final expulsar el aire—. El asunto es, ¡que ganas de conocer todo y saber que nos rodea! ¡Podré conocer miles de cosas sobre nuestros bosques! ¡Comidas en especial! ¡Qué maravilla!
—A veces me pregunto que se te pasa por la cabeza, Aline —murmuré, arqueando la ceja.
Aline soltó una risa suave para luego mirar a mi hermana. Tenía un rostro claro de confusión.
—Mira, solo tienes que ver como tu hermanita también tiene dudas, pero seguro que a su vez tiene mucha curiosidad —aseguró Aline.
—P-Pues me gustaría saberlo, sí... —admitió Aspaura con cierta timidez.
—¿Ves? —preguntó Aline con emoción, mirándome convencida—. ¡Es normal mi reacción! ¡No soy la única!
Suspiré. Entendía que tuvieran esa curiosidad, pero a su vez temía por lo que les pudiera ocurrir. Los peligros existían, daba igual donde, no se podía bajar la guardia. No por nada existían las guerreras Elinas.
Por suerte la conversación terminó cuando llamaron a la puerta. Aline abrió la puerta para encontrarse con todas las demás. No me esperaba que íbamos a quedar con todas. Despidiéndonos de nuestras madres, caminamos y hablamos por nuestro barrio sobre cómo sería el comienzo de clases. Me di cuenta de que mi hermana no estaba interesada porque miraba a otro lado sin decir nada. Sabía que tenía que hablar con ella una vez que volviéramos a casa.
Por suerte no sería mucho tiempo porque querían descansar y preparar todo el material de clases. Tras las despedidas y concretar la próxima quedada antes de clases, nos fuimos a casa.
—Te has comportado un poco rara con las demás, ¿ocurre algo?
Aspaura abrió los ojos en demasía.
—Eh, yo... ¡No! ¡Todo bien! Eh. ¡Me dolía la garganta! —mintió, se notaba al ver cómo temblaban sus manos y labios.
—Se te da horrible mentir, dime la verdad anda —pedí con una risa leve.
Aspaura solo pudo suspirar con cierto cansancio.
—So-Solo es que no quiero perderte como hermana.
Frené mis pasos en medio de la calle.
—¿Perderme?
—Sí, porque las clases van a consumir mucho de tu tiempo y no podré verte...
Me agaché a la altura de mi hermana, acariciando su cabello corto con cariño.
—Aspaura, mis clases son cuatro días a la semana. Los otros cuatro días podré verte, ¿entiendes? De ocho días que tiene la semana, cuatro podremos estar juntas —aseguré.
—Lo sé, pero... —susurró Aspaura, sin mirarme.
—No sé si escuchaste nuestra conversación, pero mira. —Empecé a contar con los dedos de mis manos—. Lunie, Marlie y Miercile tengo clases. Jueile y Virli descanso en casa, por lo que son dos días juntas. Sibaide tengo clases de nuevo, y Domie y Triele estoy de nuevo contigo.
—O sea cuarto de clases. Cuatro de descanso —repitió Aspaura.
—¡Claro! —Abracé a mi hermana—. Ay, ¿eso era lo que te estaba preocupando? ¿Qué no pudieras verme más?
—S-Sí...
—No pienses que te voy a dejar de lado, hermanita. Siempre estaré aquí para lo que sea.
—¿Aun si no veo por mi ojo derecho? —preguntó Aspaura con inseguridad.
Abrí un poco mi boca. Mi hermana no era tan inocente como creía.
—No te voy a odiar ni abandonar por eso. Capaz seas ciega de un ojo, pero eso no tiene nada de malo. Simplemente has tenido ese pequeño problema, pero a su vez te dará la opción de agudizar más los sentidos que tienes. El tacto, el oído, el olfato y el gusto son también importantes y la vista se sobrevalora demasiado.
Aspaura rascó su cabeza con timidez.
—Sí, pero aún así...
—No hagas caso a las voces que juzgan y no saben quién eres —interrumpí, mirándola con dulzura—. Tienes que saber que muchas van a decir miles de palabras, pero no te conocen como mamá o yo hacen, ¿entiendes?
Aspaura me miró con total atención, viéndose su ojo brillar como pequeñas estrellas recién nacidas. Su parte tan adorable hizo que sonriera con gran ilusión, abrazándola con fuerza.
—Siempre estaremos juntas, hermanita. Eso jamás lo olvides. Cuenta con mi ayuda con lo que sea.
Aspaura dejó que pequeñas lágrimas cayeran por sus mejillas.
—Yo estaré contigo también... para lo que sea, hermanita.
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