Capítulo 31: Hasta que los dioses se separen.
Todo había pasado demasiado rápido, pero sé que el resultado había sido mejor del que esperaba. Cuando dije la verdad, las Elinas tuvieron varias reacciones. Me aliviaba que la mayoría fueran capaces de comprender que a nuestro alrededor no era solo Sinea.
Fue complicado tener ese primer encuentro. Las anomalías parecían estar atentas, pero no contaban con que sus intenciones serían inútiles cuando ambos bandos luchaban para acabar con esa separación. El encuentro con los Drasinos fue un poco discreto. Recuerdo como ese día Crowley estaba con varios de los suyos en los Bosques de la Frialdad. Las miradas y murmullos no pasaron desapercibidos, más por nuestra parte. Era una gran vergüenza, pero Crowley lograba tomárselo con humor.
—Me dijiste que esa Elina fue tu líder, ¿no? ¿Cómo se llamaba? —me preguntó Crowley en un susurro.
—Groina —respondí, manteniendo el mismo tono—. Es una de las Elinas más fuertes que conozco, aunque con la edad ha estado perdiendo muchas de sus capacidades.
—Como a cualquiera en general. El tiempo no es compasivo con nadie, y menos la muerte —respondió Crowley con cierta seriedad.
—Sí, pero quiero creer que la Muerte en ese sentido será justa. Confío en que verá lo que ha hecho y no será cruel, sino que le dará el descanso que se merece —susurré, mirando a Crowley con una sonrisa.
—Para eso me tendrán que superar esas anomalías asquerosas, porque yo sola voy a dar demasiada guerra.
Groina se giró, cruzando sus brazos con una mirada un poco irritada. Ambos nos disculpamos, pero ella solo soltó una leve risa al vernos juntos.
—Quien me diría —murmuró Groina, mostrando una sonrisa tranquila—. Hace años atrás me decías esto y te tomaría por loca, Urchevole.
Alcé un poco mis hombros, mostrando mi pequeña vergüenza en mis actos.
—Solo hice lo que creía que era justo y necesario.
Groina afirmó, viéndose el orgullo tras sus ojos para reunirse con las demás guerreras.
Ese día nos quedaba mucho porque queríamos hacer una conexión directa y más fácil para acceder a una ciudad a otra. Era un proceso que tomó muchos años, pero nos permitió conocernos. Esto permitió que el secreto desapareciera y que los Drasinos nos conocieran, incluso Sinea.
—Urchevole, ¿estás segura de esto? —preguntó Crowley, arqueando la ceja un poco.
—Totalmente. ¡Sígueme! —grité emocionada
Como mencioné, habían pasado varios años para entendernos. Al principio no vieron bien que los Drasinos pudieran conocer Sinea, pero ellos dejaron que nosotras conociéramos la suya. Un buen paso para entendernos y aliarnos.
—Sigo diciendo que no creo que sea buena idea —comentó Crowley, algo angustiado.
—¡Tú sígueme sin miedo!
Vimos su estilo de vida, manera de actuar, y esto permitió que las Elinas dejaran paso a algunos Drasinos a Sinea. Era obvio el contraste de culturas, éramos lo contrario en casi todos los ámbitos. Recordaba como a algunos de los Drasinos les parecía inusual nuestra forma de comer y tratar la tierra. O como a nosotras nos parecía poco seguro sus viviendas. Tomamos algunas ideas que tenían y lo mismo al revés, formando los lazos que crecían sin parar.
Era raro hasta decir... que algunas se habían atrevido a tener una relación con los Drasinos.
—¿Llegamos? —preguntó, sintiéndose algo cansado por tener que cruzar la naturaleza que había en medio. No quería destrozarla como prometió a Fusis.
—Queda poco. ¡Calma!
Y ya no solo había afectado en ese ámbito, sino en como la manera de pensar que pudieran tener algunas Elinas. Entre ellas Urai, y mi hermana, Aspaura.
Durante todo este tiempo mi hermana había tenido tanto interés en conocer a los Drasinos que le permitió saber todo, descubriendo una nueva pasión aparte de ser luthier.
—¡Llegamos! —grité con una sonrisa confiada, poniendo las manos en mis caderas.
—¿Aquí están los Lagos de la Sensibilidad Nacida? —preguntó Crowley, atónito por lo que sus ojos les enseñaban.
—Sí, aunque estos lagos siguen funcionando, aunque hayan pasado siete años —respondí, mirándole con una gran sonrisa.
—Sí, aún me es difícil de creer —comentó , sentándose en uno de los bancos de mármol que había cerca—. Al principio nos tomaban como locos, y ahora fíjate. Tienen hasta una relación juntos.
—¡Sí! Es una locura. —Me senté a su lado, mirándole con cariño—. Pero esto se ha conseguido gracias a ti.
—No te quites el mérito, tú también hiciste mucho —añadió Crowley.
—Sí, pero tuviste una gran historia detrás para conseguir tu puesto.
—Al igual que tú.
Soltaría una leve risa, afirmando. Giré mi cabeza un poco, viendo aquel lago del que una vez nací al igual que vi nacer a mi hermano.
—Es tan extraño todo. Me pongo a pensarlo y es mucha información que procesar —admití con cierta nostalgia.
—En verdad todo ha cambiado para bien, Urchevole. Al principio éramos un poco desconfiados, en especial por como hacíamos las cosas. Fue cuestión de tiempo que nos compaginamos y nos entendiéramos.
—Sí... ¡Oh! ¿Recuerdas cuando viste a mi familia por segunda vez y te invitaron a comer?
—Ay no me recuerdes eso, hice el ridículo enfrente de tu madre —respondió Crowley, poniendo la mano en sus ojos.
—Fue genial. Mi hermana te miraba atónita por cómo era tu forma de comer y yo me reía por mis adentros, intentando guiarme.
—Y tu mamá me preguntaba si tenía más hambre. No sé porque respondí que sí cuando quería ser educado —añadió Crowley, sin mirarme aún.
—¡Fue buenísimo! —Reí sin parar, poniendo las manos en mi estómago—. Oh, ¡también cuando conociste a mis amigas!
—Urai era muy insistente en hacer una prueba de pulso. No quería hacerle daño —recordó—. ¿Ella fue la que te retó al final de las pruebas?
—¡Sí! Ella misma. —Tragué saliva, desviando la mirada por un momento con una ligera sonrisa—. Me decepcionó un poco la forma en como actuó conmigo.
—Sí, lo recuerdo, pero al final dijiste que había cambiado al tomar el puesto de Urosia como sublíder.
—Sí y ahora es una de las profesoras más buenas que existen en Enlia.
Crowley cruzó sus brazos, sonriendo.
—¿Sabes quién me sorprendió? Tu hermana —admitió Crowley—. De luthier pasó a ser herrera. He de admitir, muchos de los Drasinos les preocuparon que se dedicara a ello porque es peligroso, pero lo llevó de perlas. Se volvió un luthier y herrera impresionante. Mezcló la música en las armas, ¡es super reconocido! Y me alegra que sea así.
—Y quiere seguir aportando más ideas. La verdad es que es una chica imparable.
—Lo es —susurré, soltando una leve risa.
Se acercó, abrazándome de lado.
—¿Sabes? Con todo esto, veo más posibilidades de hacer frente a los problemas que haya afuera. Sabes que ambos tendremos que viajar por el exterior en caso de que sea necesario.
—Aún es algo que no me puedo creer.
—Créeme que yo estoy igual. Con la ayuda de Pittura, nuestros dioses o un destello, podríamos conocer esta galaxia o las demás —explicó, para luego mirarme—. Y lo mejor es que... será a tu lado.
Me sonrojé, mirándole con atención para respirar hondo.
—Te debo muchísimo por todo lo que has hecho.
Crowley me miró con curiosidad, mostrando una sonrisa relajada.
—No lo repitas de nuevo, Urchevole. Ya te dije que no todo es mi mérito, sino que también el tuyo. Cualquiera habría huido, desconfiado o no hubiera tenido la capacidad de seguir. ¡Puede que incluso haya tomado decisiones incorrectas!
—Algunas decisiones fueron malas, como intentar hacer un camino por el interior de las montañas que había en medio de nuestro paso.
—Pero esa idea era buena, pasa que al final esa montaña no era tan segura como creíamos. Luego ya viste como al final se consiguió —respondió con optimismo.
—Sí, aunque lo repito, ha sido gracias a vosotros. Sabíais bien las dificultades que teníamos.
—Al igual que nosotros —contestó, abrazándome con cariño—. Urchevole, si sigues así no vas a conseguir que me lleve todo el crédito porque cada gesto que hago, es porque ya has dado miles de pasos.
La vergüenza me consumió, siendo incapaz de mirarle. Estaba cerca suya, sintiendo ese abrazo cálido del que lograba despertar miles de melodías.
—C-Crowley —tartamudeé, mirándole por unos segundos—, te debo dar gracias por todo. Por estar a mi lado siempre, a pesar de estar ocupado con tu padre por esa enfermedad...
Crowley miró a otro lado con sus ojos, soltando un pequeño suspiro.
—Ahí debería ser yo que te lo agradezca. A ti y a tu madre. Ambas le calmaste su enfermedad y le dejasteis descansar en paz —susurró—. No se merecía este final tan temprano, pero agradezco a los dioses que pueda estar tranquilo en un mejor sitio.
Verle con su sonrisa intentando controlar sus emociones hizo que le abrazara con cariño. Aquel gesto le tomó por sorpresa, pero me correspondió con el mismo cariño que me causaba escalofríos.
—Hace tiempo me hiciste una pregunta —comentó, separándose del abrazo para mirarme—. Me preguntaste si lo que te había dado era una caricia en tu mejilla o un beso.
—¡Ah! Eso fue una tontería que hice, ¡n-no te lo tomes en serio! —grité, riéndome nerviosa sin saber dónde mirar.
Crowley me miró con la ceja arqueada, riéndose también.
—Nunca te di la respuesta porque cuando hablé con mi padre, me llamó inmaduro. Me dijo que no era un gesto apropiado, aunque debo admitir que seguí escuchando mi corazón, aun si mi mente me decía que no era lo correcto —siguió explicando.
—¿A qué te refieres?
—A que... me gustas, Urchevole —admitió, mirándome con una timidez que se me hizo demasiado adorable—. Me gustaste por muchos años, pero no pude decirlo porque mi padre me decía que no os conocía. Admitir mis sentimientos tan temprano era imprudente, y que ni siquiera conocía a tu familia.
—Ay, por favor... —murmuré, riéndome por lo bajo.
—¡¿Q-Qué quieres que te diga?! Mi padre era muy respetuoso y tradicional, y me daba una rabia horrible porque no podía... en fin.
—Un momento —pedí, recuperando un poco el aliento por esa risa—. Entonces, ¿todas esas indirectas?
Crowley miró a otro lado. Su oscura piel había pasado a ser la de un tomate, aunque no fue el único, también estaba igual o peor.
—Siendo honesto, mi padre seguiría prohibiéndolo por mi puesto de Luz Impactante, pero, maldita sea, tú también lo eres y somos aliados. Lo siento, papá. Sé que ahora mismo tienes que estar dándome puñetazos en el alma, pero no puedo negar lo que siento —contestó, mirándome con sinceridad—. No puedo negar el amor que siento con alguien qué pasaría toda mi vida.
Mis sentidos por primera vez olvidaron todo para estar solo centrados en él. Le miraba con cariño, temblando mis manos que se acercaban a las suyas, agarrándolas con cuidado. No sabía qué palabras elegir, pero sí tenía claro que nuestros gestos eran claros, por lo que dejamos que fluyera en un beso. Era tan extraño, pero tan hermoso y delicado, como Crowley se aseguraba de que estuviera cómoda, dándome pequeños besos que fueron traviesos, pero sinceros.
Fue lo más bonito que pude sentir jamás. Un amor del que nunca creí que podría pasar. En más de una ocasión me apoyaba en el hombro de él, siendo consumida por la vergüenza y el amor que tenía.
—Eres un estúpido —susurré, sin saber bien que decir—. Mejor dicho, tu padre lo es, pero podrías haberlo dicho y haber tenido una relación en secreto.
—N-No lo pensé. Lo que dice mi padre se cumple, sino era llevarme una roca en mi cabeza —admitió, logrando sacarme una risa.
—Te entiendo muy bien, con mi madre habría sido igual, aunque ahora se ha relajado mucho —admití, mirando a Crowley para darle un beso en su mejilla—. Igual, estos siete años es como si hubieran sido parte de una relación. Después de todo estuvimos juntos en todo momento.
—Si lo vamos a mirar, es cierto —comentó, acariciando mis brazos con cuidado.
—¿Sabes? Todos me preguntaban por qué no salía contigo.
—Ah, los míos también me lo preguntaban. No sabes la rabia que me daba.
—Lo mío era por... miedo a que me rechazaras.
Crowley me miró con los ojos bien abiertos.
—Por Sensibilidad, jamás. Desde la primera vez que te vi no te me quitaste de encima. Parecías ser como un hada dándome consejos o diciéndome palabras super relajantes cuando estaba tenso.
—Vaya, no sabía que tenía tus notas tan alteradas.
El pobre no supo dónde mirar, pero si se maldijo por escaparse la lengua tantas veces cuando era honesto.
La conversación habría tenido un ritmo. Promesas de amor eterno llenas de sentimiento, sueños donde podríamos casarnos, tener un hijo, vivir una vida llena de paz, aunque conscientes de lo que ocurriera.
Pero era solo el Tiempo quien lo decidiría...
... y los ojos blancos, que una vez que se abren, sonríen sin descanso.
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