Capítulo 35: Como una buena líder.
Estaba agotada, el veneno no existía en mi interior, pero si me había dejado con la sensación de no poder respirar bien. En ocasiones recibía la mirada de Urai, una estaba cansada, pero no iba a rendirse. Reí por mis adentros, sabiendo que era una competencia para ver quién aguantaba más de las dos.
Seguimos avanzando por lo alto de los árboles, frenando para percibir nuestro alrededor mientras el Sol iba cayendo.
—Creo que lo más coherente sería hacer turnos de noche mientras dormimos —sugirió Urai—. Que cada una vigile unas cuantas horas para al menos dormir un poco entre todas.
Eusia soltó un largo suspiro, pero afirmó al igual que Iroa, que se ofreció antes de que lo hiciera.
Con ello dicho, intentamos dormir, pero no era tan fácil. El lugar era desconocido por mucho que la naturaleza estuviera rodeándonos. Mis ojos entreabiertos y mi Leia bombeando con fuerza me dejaban en claro que la noche no iba a ser nada fácil.
A veces miraba hacia el cielo para contar las estrellas. Creía que sería eficaz, y en parte lo hubiera sido de no ser que estas tomaban figuras distintas que parecían tener vida. Se movían de un lado a otro como si estuvieran en medio de un baile, uno del que no tenía una canción.
Al principio no comprendía nada, pero las estrellas fueron formando las dos figuras. Un hombre y una mujer. Un baile lento en el que parecían mirarse con el cariño que ninguno más que ellos mismos sabían.
Tal escena me dejó hechizada. Cada paso que daban era como si quisieran expresar un amor que no duraba para siempre. Sus figuras se separaban y sus manos no podían tocarse más. Era como si la noche les juntara una vez cada tiempo desconocido, viéndose en esos gestos el dolor de no poder verse jamás.
Pequeñas lágrimas caían, sentándome en el tronco del árbol. Mi piel se iba erizando a la vez que mis mejillas se volvían más rojas. Por alguna razón, recordaba a Crowley. Intenté calmar mis emociones, mirando hacia Eusia, a quien le tocaba turno. Verla con los ojos cerrados intentando no dormirse hizo que soltara una ligera risa.
—Eusia, déjame a mí el turno. Intenta descansar —le pedí en un susurro.
Apenas pudo darme una respuesta, pero tenía claro que me lo agradecía porque agarró el sueño con total rapidez. Una vez me puse de pie, vigilé todo, cerrando a veces mis ojos para usar la magia e iluminar mi alrededor.
En uno de esos intentos, vi desde la lejanía a una figura observándonos desde el otro lado del camino. Me levanté y vi al sujeto desaparecer enfrente. Quise avisar, pero nada más girarme, vi que habían desaparecido.
Confundida, intenté buscarlas, pero la rama en donde estaba apoyada se rompió. La caída me habría puesto nerviosa, pero el suelo no sería tan duro como pensaba, sino como una enorme cama llena de plumas.
—¿Qué ha sido... eso?
Traté de levantarme, viendo a la niña que había visto. Mostraba una gran sonrisa junto sus ojos estrellados, sujetando su pincel.
—¿Qué haces en estas...?
—¡Me aburro mucho! —gritó sin importarle lo que hubiera a su alrededor—. ¿Podemos ir a algún lado?
—Y-Yo no conozco este sitio. ¿Qué haces a-
—Ah bueno, ¡mejor entonces! Nos perdemos los dos a ver que hay.
Con un movimiento ligero de su pincel, el suelo empezó a moverse como si la tierra no tuviera solidez. Todo se movía de un lado a otro como si la joven niña creara caminos de diversos colores.
Grité sin parar al ver cómo en ocasiones caía en medio del lienzo blanco. Con su pincel creaba todo lo que su imaginación le permitía. Era como una artista experimentada, creando todo tipo de cosas con gran lujo de detalle.
—¡O-Oye! ¡Yo no debería...!
—¡Sé que estás en las pruebas, pero me aburría mucho como lo hacían así que quise ponerte una personal! —intervino, volando por el medio del fondo blanco, pintando por detrás suya un paisaje del que pude pisar—. Tendrás la aprobación de Sensibilidad y Fusis, pero ¿y la mía? ¡Habrá que verlo!
Al aterrizar en su realidad, me giré para encontrarme en donde mis pies se enterraban en lo que parecía ser arena. El Sol brillaba en todas sus fuerzas, creando esa generando calor en mi cuerpo.
—Un momento, este sitio... —susurré, girándome para ver a lo lejos a figuras encapuchadas que iban en mi dirección—. Por Sensibilidad, esa pequeña no me da un descanso.
Empecé a correr, viendo las montañas marronáceas del que no me supuso un problema escalar hasta encontrar un hueco donde esconderme. Sin dejarme agobiar por el clima caluroso, vi como uno de los dos sujetos frenaba sus pasos para mirar su alrededor. Aquello me puso en alerta, intentando esconderme.
—¿Ves cómo se visten?
Pero la niña no paraba de darme sustos que me hacían casi gritar.
—Por Sensibilidad, no me des estos sustos —pedí. La niña soltó una risa escandalosa, pero que no captó la atención de los dos sujetos—. ¿Qué eres y cómo eres capaz de crear todo esto?
Puso la mano en su mandíbula, sonriendo con cierta travesura.
—Te diré todo, pero si ganas las pruebas —contestó, provocando que soltara un suspiro largo—. Por ahora te puedo decir que no soy la única, que hay cuatro más como nosotras y que somos seres con un grandioso poder. No nos deberíamos mostrar, pero Sensibilidad no puede estar atenta a mí y confía en que no haga ninguna travesura.
» ¡No la juzgues! Aunque parezca una niña, en verdad sé bien lo que hago y cómo actuar. Por ello Sensibilidad me dio esta libertad y sabe que me acerco a ti y a tu familia.
—N-No te entiendo.
—Básicamente soy alguien que tiene mucho conocimiento y confío en ti... en parte —explicó, para luego mirar a los sujetos —. ¿Ves a esos dos?
Giré mi rostro, uno de ellos había retirado la capucha, revelando su cabello despeinado junto a una máscara. Los colmillos que salían de esta eran grandes y podían asustar a cualquiera.
—Margara me dijo que son los malos. Han causado todo este desastre en su galaxia —explicó la niña.
Parpadeé mis ojos sin parar.
—¿C-C-Cómo q-que galaxia?
—Ah... ¡Da igual! El asunto es que quiero tu ayuda para confirmar algo, aunque es un poco arriesgado. ¿Serías capaz de ayudarme?
No entendía nada, pero cuando miraba a los dos sujetos, no podía evitar ver el chico de la máscara en su boca. Quise escuchar su canción, era una mezcla nada coherente, como si estuviera confundido por lo que hubiera hecho en el pasado.
La niña me miró con mucho interés, sonriéndome como si fuera capaz de iluminar un bosque oscuro, dando pequeños saltos en el sitio mientras movía su pincel.
—¡Perfecto! ¡Veo que entiendes rápido sin tener que explicar nada! ¡Esto va por los números!
Sin aviso alguno, me dio un empujón y caí contra la arena, captando la atención de las dos figuras.
Me miraban desconfiados, sacando unas armas de sus espaldas que me obligaron a protegerme. El otro chico, cubierto por sus túnicas, tenía unas pulseras en sus manos que brillaban de colores verdes. El de la máscara tenía unos anillos que tomaban un tamaño mayor, colocándose detrás de su cuerpo para brillar solo una de estas.
«En qué lío me has metido, pequeña...».
Para cuando quise posicionarme, mi alrededor empezó a modificarse, afectando a los presentes. El chico de los anillos quiso moverse, pero todo el paisaje cálido cambió a los bosques que conocía. Vimos como el bosque y el desierto cambiaba, como si la niña pintara en un lienzo dos mundos distintos. El desierto que ellos conocían y los bosques donde vivía.
—¡Oes-
Antes de que su compañero pudiera hacer algo, el chico de los anillos y yo nos quedamos encerrados en mis bosques. La niña nos había obligado a esto. Nuestras miradas se encontraron. Sus ojos amarillos reflejaban la duda y desconfianza, manteniendo la posición de combate mientras me hacía preguntas que no comprendía por su idioma.
—Me temo que no vamos a llegar a nada así —respondí, moviendo mis brazos para darle el primer golpe hacia su pecho.
Las notas musicales se movieron con rapidez, tomándole por sorpresa mi ataque musical. Aun con el dolor, movió su brazo izquierdo para hacer girar el anillo y con ello atacarme a distancia. Con agilidad, me hice a un lado para dar imponer por fin el ritmo que deseaba. Fue demasiado bruto porque la sinfonía hizo que las hojas de los árboles se movieran como una brusca ventisca. Esto tomó por sorpresa al joven, mirándome con asombro. Daba la sensación de que no tenía mucha experiencia en el combate.
¿Por qué la niña me había pedido enfrentarme a ellos? ¿O acaso quería que me enfrentara al otro? ¿Me había equivocado?
Aun con ello, no bajé la guardia. Sus gestos eran indecisos, dejando en claro el temor que tenía por atacar. Para cuando quise hablarle, el retumbar de la tierra hizo que ambos nos giráramos hacia la izquierda para ver como algo destruía todo a su paso. El escenario parpadeaba entre ese ambiente desértico y forestal donde el calor y el frío se mezclaban. Giré mi cabeza al chico, viendo como este iba hacia mí para empujarme a un lado.
Caí de espaldas al suelo y vi como una bestia de colores dorados y amarillos aparecía al lado derecho del chico. Era como una serpiente, pero no tenía ojos. De unos diez metros de largura con una cabeza de enormes colmillos que no dudó en tragarse al joven.
Sin conocernos, me había salvado la vida.
Al impactar al suelo, mi cabeza empezó a dar vueltas. Puse la mano en esta, intentando procesar el cambio de colores, como si el pintor del cuadro no estuviera conforme con lo que había hecho y lo rehiciera.
—¡Urchevole!
Me tomó por sorpresa que Eusia e Iroa estuvieran aquí. Levantando mi cabeza, vi sus figuras.
—¿Dónde está...?
Pronto vi a Urai. La música la envolvía como si fuera la luz que daba esperanza, haciendo frente a un grandioso oso con cuernos. Lo identificaba, verlo una sola vez era suficiente para saber qué era
—¡Urai, sal de ahí!
Chillé con todas mis fuerzas, provocando que Urai me mirara de reojo. Se apartó dando varios saltos hacia atrás. Tenía varias heridas en sus brazos y piernas, unas bastante difíciles de sanar.
Sin pensarlo dos veces, salí de los árboles donde estaba escondida. Al parecer, lo que había vivido con la niña había sido un sueño, pero ahora tenía enfrente un Uriogia, una bestia que no me iba a intimidar.
Aterricé, creando una onda de blanca con mis pies que llegó hacia al Uriogia. Se sorprendió al ver como el campo de hierba, las flores y el tronco de los árboles, tenían varias notas musicales. Al acercarme a Urai, puse mis manos cerca de su cuerpo, creando una pequeña capa a su alrededor para calmar el dolor. Una vez hecho esto, miré hacia la bestia, sin caer en el miedo.
Mis manos se movieron con delicadeza, haciendo brillar los guantes que mi madre me había dado. Estos creaban notas musicales de las cuales el piano haría su función. Notas tranquilas y delicadas se movían, escuchándose el ligero y discreto sonido del bombo desde la lejanía.
—Urchevole, n-no es tan...
Urai quería aconsejarme a una música más rítmica, pero negué porque la agresividad no siempre era una opción. Capaz Crowley había usado esa apariencia para actuar, pero creía que las soluciones podían ser un poco más tranquilas, más si todos tenían sentimientos.
Junto al piano, sonaban pequeñas guitarras que acompañaban la canción, haciendo de esta una melodía llena de cariño. Las notas nos rodeaban y con ello afectaba al Uriogia que se quedaba inmovilizado por mis movimientos. Pasos cuidadosos y saltos precisos que con mis pies creaba ondas que le daban vida al lugar. Animales diminutos eran partícipes de una canción que llamaba la paz y al sueño, uno del que poco a poco afectaba a la bestia.
Manteniendo mi posición, pude ver como mi magia formaba una gran partitura donde miles de instrumentos intervenían. Creaban a un ser similar a un dragón que, con sus colores llenos de vida, mostraban una belleza que a cualquiera le dejaría mudo.
La bestia no se había dormido. Se había agachado ante mí y habría dado la vuelta. Alejándose de los bosques en donde nos encontrábamos.
—¿Q-Qué he hecho?
Mis brazos y piernas empezaron a temblar. El escenario iba perdiendo los colores propios de un espectáculo que podría dejar a cualquiera en lágrimas. Con cuidado, fui relajando mis músculos y recuperando mi respiración. Unos brazos me agarraron a tiempo, viendo de reojo a Eusia mientras que Iroa se encargaba de las heridas de Urai.
—¿Qué ha pasado? —pregunté a duras penas, apoyándome un poco en Eusia.
—N-No lo sé describir, pero ha sido lo más bello que he visto en años —admitió Eusia.
¿Realmente lo era? Fue la pregunta que más me rondaba mientras cerraba mis ojos, tratando de tomar el descanso que me hacía falta. No sabía si eso me descalificaría, pero al menos podía respirar aliviada de que el peligro no existiría durante un rato.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro