Capítulo 34: Natura sensible.
No era nada agradable tener a Urai en mi equipo, la presión venía como si miles de rocas cayeran de una empinada montaña.
—A saber, que será esta prueba —murmuró Urai para girarse y ver a las demás de nuestro grupo—. Oh, Eusia e Iroa. Nos ha tocado juntas al parecer.
Al girarme vi las caras de mis compañeras. Sus ánimos no eran lo más destacable, de hecho, parecían estar incómodas. Era un fastidio porque tenía claro que no iba a ser tarea fácil, menos cuando los bosques empezaron a tomar vida.
—F-Fusis está metida en esto —susurré, tragando con dificultad.
El movimiento de los bosques en el que nos separaba de las demás Elinas. Con mi grupo, vi cómo los árboles se volvían más gruesos al igual que las hojas que cubrían las salidas. Solo había un camino, uno del cual nos decía que ahí era donde empezaría nuestra prueba.
—Bien, parece que no nos queda otra que ir por aquí —susurré.
Vi de reojo a mi grupo. No me hacía especial gracia que Eusia e Iroa estuvieran con Urai. Parecían tener confianza entre ellas, como si fueran amigas desde hace un tiempo.
—Sugiero que mantengamos el ritmo de siempre —habló Urai con total confianza—. Los bosques se habrán movido, pero siguen siendo iguales, por lo que podremos subir y movernos por las ramas. Eso sí, hay que mantenernos alertas.
Su análisis era bueno, los bosques parecían ser similares a los de la ciudad, pero no me daba la confianza total. Fusis estaba ayudando a Sensibilidad en esta prueba. Era seguro que algo iba a cambiar, y no solamente la naturaleza.
—En parte es buena idea, pero no creo que tengamos que bajar la guardia en ese sentido. La prueba no solo será adaptarnos, sino también prepararnos para las adversidades que haya —añadí.
—¿A qué te refieres? —preguntó la voz aguda de Iroa, cruzando sus brazos.
—Creo que puede haber bestias en nuestro camino o incluso...
—¿Fallos musicales? —interrumpió Urai, soltando una leve risa—. ¿Ahora crees que Fusis nos pondrá en medio de esos enemigos?
—No iba a decir algo así —contesté, mirando con cierto cansancio a Urai—. Creía en bestias que solo ella conoce. Jamás pensaría que ella nos trajera a las an... A los Fallos Musicales.
Urai me miró con cierta desconfianza. Por suerte no le tomó importancia.
—Puede ser que tengas razón, pero de ser así, creo que será más conveniente mantenernos en las alturas, por el momento.
—De acuerdo, movámonos entonces. No podemos perder tiempo.
En lo alto de los árboles, intentaba percibir todo lo que me rodeaba. Me daba cuenta que la dureza y aspereza de las ramas no era la misma que los bosques de la Frialdad. Si queríamos avanzar en lo alto, debíamos ir una por una para evitar que estas se destrozaran.
Urai comprendió y fuimos por el único camino. La profundidad de los bosques era una que nos acostumbraba ver, pero no me relajaba. Frenaba mis pasos y escuchaba, pero nada. Abría mis ojos, pero la oscuridad lejana no me daba ni una pista.
—Urchevole, deja de frenar a cada rato, a estas alturas no llegaremos al final —me recriminó Urai.
—No creo...
—Sí, Urche —me interrumpió Eusia—. Entiendo que hay que estar atentas, pero a lo mejor es solo avanzar hasta el final. No debemos atrasarnos.
No estaba de acuerdo. Sentía que cuando avanzábamos, más largo se hacía el camino, como si camináramos por un laberinto.
—Lo siento —murmuré, mirando a Urai por unos segundos—. No os interrumpiré más.
Urai soltó un bufido.
—Comprendo tu desconfianza, pero mientras más tardemos, más complicado será llegar —explicó Urai para luego avanzar. La seguimos, aunque antes me aseguré de dejar una marca en uno de los árboles. Un dibujo que brillaba en colores blancos.—. Urchevole...
—Tranquila, Urai —respondí, uniéndome de nuevo con ellas—. Era para asegurarme.
—Siempre dices eso, ¿acaso quieres atrasarnos a posta?
—No. Creo que hay que estar atenta a todo porque uno nunca sabe qué o quién te puede atacar.
—Lo entiendo, pero uno tampoco puede estar previniendo todo lo que puede pasar. No es como que uno sepa lo que puede ocurrir en el futuro, ¿entiendes?
—¡Sí! ¡De hecho deberías centrarte en lo que importa y es avanzar para terminar la prueba! —añadió Eusia en un tono un poco grave, hablándonos sin mirarnos.
—¿Cómo podéis estar tan seguras de que terminar la prueba es salir de estos bosques? —pregunté, arqueando un poco la ceja.
—Dudo que Fusis nos pudiera dar vueltas por el mismo sitio —contestó Urai, moviendo un poco sus hombros.
—Es Fusis. ¿Crees que la conoces como a Sensibilidad?
—No, pero es amiga de Sensibilidad. Dudo que nos ponga las cosas complicadas.
«Más bien sería todo lo contrario si Fusis conoce todo lo que hay ahí fuera —pensé, tragando saliva sin querer—. Nos pondrá a prueba, una que nos resultará difícil de superar».
En medio de la conversación, mis ojos se desviaron ante un brillo de uno de los árboles que había a mi izquierda. Cuando avancé un poco más, me di cuenta de que la marca estaba ahí.
«Maldita sea. No me equivocaba».
Quise dar el aviso, pero la tierra empezó a temblar. Algunos árboles cayeron, lo que nos obligó a movernos, más cuando escuchamos el siseo de un animal que se acercaba. Su tamaño era grandioso ante el destrozo que causaba en su camino.
—¡Separaros! —grité con fuerza.
Saltaron de un lado a otro en los árboles que aún se mantenían en pie. En uno de los saltos, me encontré con la bestia, moviéndose en zigzag con su cuerpo alargado de colores verdosos oscuros. Al aterrizar y girarme, vi cómo ponía parte de su cuerpo en pie, observándonos con sus ojos amarillentos junto a una pupila vertical. Sacó su lengua en un rápido gesto, como si estuviera analizándonos.
Antes de que pudiera dar una orden, la bestia se movió a gran velocidad para destrozar los árboles con su grandiosa cola. Nos obligó a bajar y aterrizar al suelo como mejor podíamos, siendo Urai y yo las únicas en mantenernos firmes.
Estaba dispuesta a utilizar una melodía más calmada, pero Urai se adelantó moviendo sus brazos, marcando el ritmo con el tambor.
«Urai, por favor, no hagas locuras...», pensé, mirándola de reojo. Aun así seguí su ritmo, aunque no era algo que me acostumbrara a utilizar. Su forma de moverse era rápida y rítmica, moviendo sus pies y brazos como si estuviera en una pelea también. Era posicionarse contra la bestia que se veía afectada por la música, abriendo su boca donde su saliva verdosa caía, matando la naturaleza.
—Urai, debemos evitar eso —susurré sin quitarle ojo a la bestia.
Urai escuchó y adoptó una posición un poco más defensiva, dando varios pasos hacia atrás. Su baile se centró más en sus brazos, siendo Erosia e Iroa los complementos instrumentales que le darían más fuerza a la canción.
Las cuatro tendríamos los brazos iluminados. La música adoptaba una forma similar a unas flechas. Apuntábamos hacia la bestia que, en cuanto cerró su boca, esquivó nuestro ataque. No le quitábamos ojo, aunque era difícil al ser una serpiente que se movía de un lado a otro con tal de distraernos. Cuando no era capaz de seguir su ritmo, me obligaba a cerrar los ojos para escuchar como la tierra parecía darme señales.
Era como si mis oídos me permitieran visualizar mentalmente unas ondas que me decían donde se encontraba. Mi olfato me indicaba su olor a barro y hierba mezclados con el hedor a vómito que su propio cuerpo parecía generar.
—¡Derecha!
La serpiente nos escupió con el líquido verdoso, pero pudimos esquivarlo a tiempo para disparar. Logramos darle en uno de sus ojos y su chillido lleno de dolor hizo que cubriéramos nuestros oídos. Aquello resonó mucho más de nuestra zona, posiblemente más guerreras lo habrían escuchado.
Intentando abrir mis ojos, vi como la serpiente, a pesar de estar herida, intentó atacarnos con su cola. Reaccioné rápido, apartando a un lado a Eusia e Iroa, las más cercanas a mí. Urai se encontraba más lejos, pero pudo hacerse a un lado a pesar de estar con ese dolor en sus oídos.
Intenté proteger a las demás mientras que Urai intentó mover sus brazos para atacar. Lo que mis ojos encontraron fue la fuerza y valentía de mi amiga que, estando en una clara desventaja por estar en el aire. Creó, frente a la serpiente, una flecha de gran tamaño que iba directa a su cabeza. Su grito enrabiado hizo que la flecha impactara, pero la fecha partió por la mitad la cabeza de la serpiente, dejando un humo verdoso que fue contaminando el bosque.
—¡Urai! ¡Sal de ahí! —chillé.
No podía ser respirable por cómo iba matando poco a poco los árboles, hojas y terreno que había a nuestro alrededor. Traté de acercarme para alejarla, aun si respiraba parte de ese humo.
Lo que no esperaba, era que el efecto fuera casi inmediato.
Eran como puñales en mis pulmones,. Mis ojos lloraban sin parar, pero no eran lágrimas normales, sino unas donde salía parte de la sangre por el veneno. Mis manos se hinchaban junto a ese color verdoso que aparecía en diversas zonas de mi cuerpo.
Sin saber bien como, pude agarrar la mano de Urai para salir corriendo.
Ambas estábamos afectadas, aunque quería creer que en mi caso era en menor medida. Huimos hasta que las piernas de Urai no pudieron más, cayendo contra el suelo y tosiendo con fuerza. Me giré, sentándome a su lado para intentar calmar el dolor que tenía mientras miraba a Eusia e Iroa.
—¡Buscad las Eulonias! Tienen que haber por esa zona —ordené, tosiendo de por medio, sintiendo esos puñales atravesar más mis pulmones.
—P-Pero Urchevole no es...
—¡Id a por ellas! ¡Es una orden!
Ambas buscaron por la zona. Buscaban una flor similar a un girasol de color blanco, cuyos pétalos absorbían todo tipo de venenos. Confiaba que estas pudieran retirarlo, aunque antes tenía que hacerme cargo de Urai.
Mis manos iban a las zonas más afectadas. Agarraba sus brazos con cuidado y empleaba una música más tranquila para que el veneno no se moviera con rapidez. Esto también funcionaba en mi cuerpo, pero no tan eficiente como en su caso.
A duras penas veía como Urai me miraba con los ojos rojizos junto a esas lágrimas mezcladas con la sangre. Intenté no entrar en pánico ni sentir asco, mostrando una sonrisa calmada para que no se angustiara.
—¡Las tenemos! —gritó Eusia desde la lejanía.
—¡Rápido, venid!
Era un milagro de Sensibilidad ver como habían traído las flores en cuestión de minutos. Eran suficientes para sacar los pétalos y tratar primero a Urai.
—U-Urchevole, tú también estás mal —murmuró Iroa.
—Primero Urai, no quiero que muera, ¿entendido? Yo creo que puedo aguantar más y buscar por más de esas Eulonias.
No parecían estar muy conformes, pero no iba a dejar que trataran. Lo mío no era tan grave y a malas podría retrasar el veneno con la música.
Ver como Urai iba recuperándose poco a poco hizo que sonriera aliviada, poniendo mis manos en mi cabello. Los pétalos blancos consumían el veneno con rapidez, volviéndose verdes hasta volverse polvo.
—Haz que muerda varios de esos pétalos —le pedí a Eusia.
Con cuidado, Eusia puso varios en la boca de Urai. Pronto le cerré la boca para que poco a poco los colores de su rostro fueran a ser normales. Las lágrimas ya no tenían sangre e iba teniendo mejor cara.
—Aun me cuesta creer que las hayamos encontrado —susurró Iroa para mirarme de reojo—. Iré a por más para que lo tuyo no vaya a peor.
—No vayas sola. Espera a que Eusia terminé —pedí, tosiendo una vez más.
—Pero acabarás peor que Urai si sigues así —me contestó Iroa.
—Me niego a que vayas sola en estos lugares donde aún no sabemos si hemos acabado la prueba —le respondí en un tono más severo—. Si hubiera terminado todo esto, créeme que esto no habría surgido. Fusis nos sigue aun vigilando.
Tosí, cubriendo con mi mano la boca para ver por un momento la sangre que había soltado. Sin querer tragué saliva para luego ver como Urai iba abriendo sus ojos, respirando más aliviada.
—¿Qué ha pasado? —preguntó con cierta dificultad.
Eusia e Iroa explicaron todo mientras me sentaba, tratando de recuperar el aire. Las miradas se dirigieron a mí, siendo ahora la que tendrían que tratar.
—Eusia, voy contigo. Iroa, quédate con Urchevole —mandó Urai.
—Urai, no estás del todo recuperada —le pedí, mirándola con cierta dificultad.
—Me da igual, mientras me recupero iremos a por esa flor. Me niego a que sufras de esta manera.
No pude responderle, Urai y Eusia se marcharon, dejándome a mi sola con Iroa. Con cuidado, me tumbé en el suelo, viendo las hojas de los árboles que poco a poco iban perdiendo su forma y color.
—Urchevole, eh. —Iroa en ocasiones me chasqueaba los dedos o me aplaudía—. No te duermas, no cierres los ojos. ¿Me ves? Responde, habla.
Intenté pronunciar alguna palabra, pero cada vez me era más complejo decir siquiera una letra. La respiración para ese entonces parecía ser inexistente, como si no me hiciera falta el oxígeno.
Todo lo que me hacía ser Elina sería vacío para mí. Todo lo que había a mi alrededor sería nulo.
—Así que esa diosa ha vuelto.
Hasta que abrí de nuevo los ojos en un lugar que no reconocía.
—Mejor. Le pienso dar el castigo que se merece por todo lo que ha hecho.
Parpadeé, mirando de un lado a otro hasta que me encontré con una mujer con unas vestimentas rojizas de decorados blancos. Su cabello ondulado y rojo se movía por casi toda su espalda, una la cual poseía solo un ala de color blanco.
Era como un ángel, pero del cual irradia una rabia que desconocía.
—¿Urchevole? ¿Estás bien? —preguntó la mujer.
Había algo en ella que no comprendía. Era un ángel, lo era, pero su forma de mirarme y hablar era distinta. Su rostro mostraba un dolor del que jamás podía quitar, unas lágrimas que caían sin parar. Mientras que su voz demostraba la rabia de lo que había sufrido, dejando en claro que no iba a tener compasión alguna.
Di varios pasos hacia atrás. Iba a caerme, pero me agarró a tiempo, haciéndome preguntas que no sabía darle una respuesta.
—¿Dónde estoy...? ¿Qué ha...?
Mis ojos apuntaron a una ciudad que una vez fue de colores blancos y rojizos. Una paz y armonía poco habituales, maravillosa para los habitantes. Una ciudad que conoció una desgracia que no debió haber vivido.
Iba hacer una pregunta, pero el grito de Urai hizo que despertara, sintiendo en mi boca unos pétalos que escupí.
—P-Por Sensibilidad, qu-que susto nos has dado, Urchevole —susurró Urai, agarrándome la mano con fuerza mientras apoyaba su cabeza en mi hombro derecho—. Intenté llamarte miles de veces, pero no respondías, pensé... pensé...
Daba miedo ver como los pétalos blancos estaban en mis piernas o brazos, pero lo que más me angustiaba era las lágrimas de mis compañeras.
—Lo siento —respondí con cierta dificultad—. Tuve... un sueño raro.
—No es momento de tener sueños en una situación así, maldita sea. —Urai me dio un golpe suave en mi hombro, quebrándose la voz por un segundo—. Aún no hemos terminado esta prueba...
Miré con atención a mi alrededor, encontrándome con los bosques tomaban un poco más de luz que antes. Con la ayuda de las demás, me levanté del suelo, sintiéndome más ligera que antes.
—No, parece que aún no ha terminado —murmuré, intentando respirar con normalidad—. ¿Podéis seguir adelante?
—Eso es irónico siendo de tu parte, Urche. Casi te mueres —me recriminó Urai, intentando secarse las lágrimas de sus ojos.
Reí un poco, rascándome la cabeza.
—Sí, cierto, pero ya me encuentro mejor. Siento el susto, y gracias por todo.
Urai parecía querer decirme algo con su mirada, una la cual sus pequeñas lágrimas no desaparecían. Se quedó en silencio, negando con su cabeza para al final mostrarse más seria.
—Todas estamos bien. Podemos seguir adelante y ver si terminamos esta prueba —continuó Urai, poniendo sus brazos en sus caderas—. ¿Podrás seguir adelante?
Con una sonrisa confiada, a pesar de los ligeros dolores que sentía en algunas zonas de mi cuerpo, afirmé sin dudar.
—Claro que puedo. No me pienso rendir tan fácilmente.
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