Capítulo 33: Conoce su significado.
Las pulsaciones de mi Leía iban ir cada vez más rápido como si fuera el inicio de una canción que jamás iba a olvidar. Me levanté pronto y mi familia también lo hizo, aligerándome en algunas cosas que necesitaba. Al terminar, decidieron acompañarme hacia el Gran Árbol de Enlia.
—No es necesario, de verdad —comenté con cierta vergüenza.
—Tarde, hermanita. Ambas queremos ir para darte nuestro apoyo, pero no solo eso.
Aspaura sujetaba en sus manos un collar blanco con varias notas musicales, las tres más agudas. Mis ojos brillaron de la emoción mientras movía mis manos para tomar el regalo con delicadeza.
—Esto no es solo por algo estético —comentó con una leve risa—, son como los guantes de mamá. Almacenan energía y se libera en el momento más importante, aunque también puede tener más instrumentos que sirvan de apoyo.
—No era necesario —murmuré con una ligera sonrisa.
—Sea o no necesario, tienes que ir bien preparada y creo que esto puede serte una pequeña ayuda —intervino mi madre—. Después de todo, varias Elinas irán con algo similar para superar las pruebas, aunque les hará falta mucho más que eso.
Su risa logró contagiármela. Las abracé con fuerza, dejando que pequeñas lágrimas cayeran.
—Gracias por todo —susurré con cierta dificultad.
—Oye no llores, que me vas a hacer llorar también —se quejó Aspaura con una risa débil.
Reí, intentando secar mis lágrimas para al final mirarlas con decisión y una sonrisa confiada.
—Tengo que ir ya. No es plan de perder tiempo.
—Te acompañaremos a mitad del trayecto —decidió mi madre.
saliendo de casa, vi a varias de las guerreras en dirección al camino del Templo de Sensibilidad. Cerca era de esos bosques se harían las pruebas, así que era normal encontrarme con Elinas. Durante el camino, tuve suerte de encontrarme con Jela, corriendo a mi dirección.
—¿Sabes algo de Urai? —preguntó Jela sin rodeos.
—No, no lo sé, recién salí de casa con mi familia —respondí. Por un momento miré de reojo a mi madre, encontrándome con su mirada preocupada.
—Ah... Intenté quedar con ella esta mañana, pero no me hizo caso. Supongo que está enfocada solo en eso y me da un mal presentimiento que actúe así.
—Es Urai, la conoces bien, siempre fue así.
—Y aun así no baja de las nubes —añadió Jela, poniendo las manos en sus caderas—. En fin, será mejor ponernos en marcha. —Miró hacia mi familia, sonriendo con dulzura—. Tienes mucha suerte de que te apoyen. Mi madre no pudo venir por culpa del trabajo, aunque me admitió que no quería que fuera una Lia Innactia.
Arqueé un poco la ceja. ¿Le tenía que decir eso ahora?
—Comprendo sus motivos —intervino mi madre. Desvió la mirada por unos segundos—, pero es el destino que toda Elina Guerrera tiene que cumplir.
—Sí, lo sé muy bien, por ello no me lo tomé tan mal. Si por mi fuera, no habría participado en esto —respondió Jela en un susurro para luego mirarme—. Creo que hay alguien que tiene ese puesto asegurado por todo lo que ha hecho.
Tragué en seco, rascando mi cuello sin saber bien cómo reaccionar. Decidí no darle vueltas porque sabía que, aunque todos me dijeran que era la candidata ideal, no podía relajarme. Nos despedimos, no sin antes recibir el abrazo de mi madre, deseándome mucha suerte al igual que mi hermana.
El extenso campo de hierba se nos presentaba, acompañándonos los pocos árboles que dejaban ver el inicio del día. Nos alejamos lo suficiente para encontrarnos con las Elinas que esperaban en el punto que Groina nos había indicado. Según nos dijo, las pruebas de Sensibilidad se dividían en tres. Sentimiento, Liderazgo y Valor.
Creía que eran demasiado pocas para ser bastantes Elinas guerreras en este instante. Mi mirada buscaba a Urai, pero no la encontraba por ningún lado, como si no hubiera venido a participar a las pruebas.
—No creo que hiciera eso —susurré, esperando mientras miraba a mi alrededor con atención—. Estaba convencida de que participaría, ha entrado durante esta semana para esto.
Pronto vimos como la hierba fresca brillaba en colores blancos y dorados, marcándonos un camino. Hicimos caso a sus indicaciones, adentrándonos por los bosques de los cuales opacaba la luz del sol.
—¿Has visto a Urai? —preguntó Jela un tanto angustiada.
—No, en ningún lado —respondí en un susurro.
Jela soltó un largo suspiro, sin decir mucho más.
La luz blanca nos guio hacía unos lagos extensos donde nos vimos reflejadas. El agua cristalina junto al movimiento de las hojas generaba daban las ganas de bañarse, olvidándose de todo. Cerré mis ojos, escuchando los animales del cielo o el agua acompañaban con sus pequeños sonidos. Me sorprendía que Sensibilidad nos quisiera llevar a un lugar como este. Creía que las pruebas requerían de muchísima concentración a los peligros que pudiera haber.
Esperando a las indicaciones, pude escuchar los pasos apurados. Al girarme, vi a Urai. Agotada, se puso enfrente nuestra. Intentaba pronunciar alguna palabra, pero la luz del bosque empezó a ser cada vez más brillante.
Estuve cerca de mis compañeras, o al menos ese era el plan hasta que la luz me dejó ciega, pero no solo eso, no podía oler o sentir. Solo podía oír mi alrededor, permitiéndome estar alerta.
—Supongo que Sentimiento se refiere a los sentidos —susurré, pudiendo al menos escucharme—. Chicas, ¿estáis ahí?
Silencio, ni una sola respuesta. Solté un suspiro largo para al final centrarme en lo que importaba. Al dar unos pocos pasos, me di cuenta que estaba en medio de un camino de hojas y piedras mezcladas. Aún estaba en el bosque, pero mis pasos siguieron con precaución hasta que percibí un ruido a mis espaldas.
Era un animal que con sus dientes hacía un ruido concreto. No iba a ser lo único que escuchara cuando se unieron el aleteo de los pájaros, el gruñido de los osos o el sutil movimiento de algunos insectos.
Daba pequeños pasos, en ocasiones dando una fuerte para saber qué era lo que sentía. A veces eran hojas, otras eran rocas, y pronto agua que pasaba discreta enfrente mía.
—En esta zona no hay... ríos.
Pronto oí unos pasos apurados en mi dirección. Giré de inmediato, escuchando las notas de mi Leia que se movían de un lado a otro, indicándome donde se movía. A pesar de no sentir nada más que mis oídos, estos me eran suficientes para saber posicionar aquel que se movía tan rápido. No iba directamente a por mí, se escondía de un lado a otro, como si pensara bien sus movimientos.
El repentino viento hizo que se movieran las rocas a la vez que el agua se moviera con más rapidez. No me causó distracción cuando percibí cómo se movía de un lado a otro en las ramas de los árboles, esperando el momento.
«Es extraño que ni siquiera oiga alguna canción de su parte —pensé por un momento, frunciendo un poco el ceño—. ¿Acaso no tiene? ¿Acaso es un maniquí o un ser sin alma?»
Por un momento di unos pocos pasos atrás, pero el charco de agua creó un escalofrío en mi espalda entera. Respiré intentando mantener la calma, pero no era fácil cuando mojó mi piel. Las gotas eran cálidas y viscosas.
«Esto no es agua. Esto no es agua, ¿qué está pasando?».
Creía que los bosques eran amigables por los animales que me rodeaban, pero empezaba a tomar colores más oscuros por como mi piel parecía darme un mensaje más distinto. Escuché con más atención y no... parecían eran de nuestra ciudad. Eran gritos profundos, expresaban el dolor y el hambre que necesitaban saciar. Eran bestias, unas que posiblemente me superaban la altura.
Aun podía escuchar esos pasos moviéndose de un lado a otro por las ramas. Estaba rodeándome para ver de cerca mis reacciones.
«Sea lo que sea, es el causante».
Moví mis brazos para intentar atacar según oyera. Era arriesgado y posiblemente impreciso, pero pude sonreír aliviada al escuchar cómo se movía, pisando mal una de las ramas. Me volteé, lista para atacar, pero me detuve cuando se adentraron todo tipo de olores putrefactos. Me cubrí la nariz y boca. Lo que percibía eran animales muertos por culpa de los que necesitaban sobrevivir.
«¿Q-Qué está...?».
¿O eran realmente esas bestias? Porque la fragancia antinatural me daba otras pistas. Ese olor que jugar con lo que no era puro y sano, traía graves consecuencias.
«¡Es un Fallo Musical! ¿¡Qué hace una aquí en las pruebas!?»,
Su olor me dejaba en claro dónde se escondía al igual que el ruido que hacía al intentar esconderse. No tuve miedo alguno en mover mis brazos para crear con mi magia unas armas que me permitirían atacarlo.
No le iba a dar una oportunidad para escapar y más al estar en unas pruebas de las cuales ninguno más que las Elinas podían estar. Era un claro peligro del que debía eliminar. La vista regresó en una escala de grises, vi la anomalía mirarme y sonreírme con malicia, enseñándome los colmillos, para al final huir.
Le seguí, no podía dejar que interviniera en las pruebas. Avancé hasta que todo se volvió oscuro. Sin nada a mi alrededor, ni siquiera la naturaleza, lo que me hizo caer al suelo de rodillas. Solo había una luz blanca y era la que mis tatuajes emitían. Miraba de un lado a otro, intentando comprender qué estaba ocurriendo. Mi respiración se volvía cada vez más rápida, sobre todo cuando a mi derecha escuché unas voces que reconocía.
—¿¡Jela!? ¿¡Urai?! —grité, girando mi cabeza a ese lado—. ¿¡Estáis ahí?!
—¡Urchevole!
—¡Huye!
—¡No sigas!
Podría haber huido y llorar, pero no era posible cuando entre esas voces, escuchaba a mi familia.
Quise levantarme, pero mis piernas no reaccionaban, me obligaban estar así. Hacía mi mayor esfuerzo como si tuviera en mis piernas un cúmulo de rocas, pero no podía por mucho que lo intentara. Solo veía, desde la lejanía, las figuras de cada una de ellas, luchando contra aquello que suponía que eran las anomalías.
Las dudas y la frustración se mezclaban, intentando salir sin importarme las heridas. Extendí mi mano para llevar mis notas en dirección a ellas, como si fuera un apoyo. Me daba igual que estuviera atrapada por algo invisible. Solo quería ayudarlas, aun si estaba lejos.
La luz blanquecina iba a gran velocidad en su dirección, pero no supe si en verdad les habría llegado la ayuda por como la oscuridad consumía todo. Tan hostil y peligrosa, creía que todo se había paralizado, que mi mano derecha era consumida junto a las risas de las anomalías que me rodeaban.
Era siempre lo mismo. Esa duda, ese temor a usar mi poder. Saber que las creaba siempre sin poder hacer nada al respecto. Era estar inmóvil en el sitio y pedir ayuda.
Pero sabía que no tendría ninguna al estar en la prueba. Sabía que, aunque fuera arriesgado, no quedaba otra que luchar. ¿verdad? Era cuestión de tiempo. ¡Era lo que nos quedaba! Un cambio que surgiría, y que era necesario.
Uno que contaban conmigo al estar consciente y capacitada.
Puse mis manos contra el suelo. El calor inundaba todo mi cuerpo como si fuera el fuego consumiendo todo a su paso. Mantenía el ritmo, respirando con lentitud, pero sin abrir los ojos. El peso de las rocas desapareció, levantándome para moverme como una bailarina que guiaba cada nota musical para protegerme y atacar.
Sentía todo lo que mi alrededor me ofrecía, creando un camino de notas que me indicaban los enemigos. Tenía todo bajo mi dominio musical, donde la música no solo era mi aliada, sino que mis sentidos me permitían cómo actuar.
Cuando quise moverme, de pronto me di cuenta como la hostilidad desapareció de golpe. Confundida, abrí mis ojos para ver que estaba en un punto totalmente distinto al que me encontraba.
Extensos y profundos lagos cristalinos me rodeaban, no dejaban paso los caminos para avanzar. Las hojas de gran tamaño caían al igual que las enredaderas cuyas flores moradas iban brotando con lentitud.
—¿Dónde estoy? No es el río ni los bosques de antes —susurré, sintiendo el aire fresco que llevaba aromas delicados.
No esperé demasiado cuando en la lejanía vi a varias llegando a estos bosques con la duda visible en sus rostros. Entre todas ellas, encontré a Jela y Urai, parecían estar cansadas.
—¡Chicas! —grité, acercándome sin dudar—. Qué bueno que estéis aquí.
—Sí, aunque no sé si superé la prueba —murmuró Jela.
—Si estás aquí, me imagino aquí —respondí un poco más aliviada—. Aunque la prueba era un poco complicada.
—Sí, era una donde nos ponía a prueba los sentidos, pero nada grave. Menos mal que no hubo peligros de por medio —respondió Urai con una sonrisa confiada.
Tragué con dificultad.
—¿N-Nada más?
—No, nada, ¿por qué?
Fui sincera y al terminar, vi como Jela ponía su mano en el mentón mientras Urai me miraba con el ceño fruncido.
—Fallos Musicales interviniendo en la prueba. No, imposible. Es una tontería lo que dices —contestó Urai.
—A lo mejor se mezcló la prueba con lo que habías vivido —supuso Jela, siendo un poco más delicada con sus palabras—. Aun tienes ese trauma y se mezcló en los recuerdos.
—Capaz sea eso —murmuré, para al final mirar a otro lado—. Al menos hemos superado la prueba las tres.
—Sí, eso es genial, pero a ver cómo serán las siguientes. Ya no somos tantas guerreras, parece que muchas no dominaban bien la sensibilidad.
No le di respuesta a las palabras de Urai, pero admitía estar un tanto molesta por su actitud impaciente. Miré a Jela, encontrándome con mirada apenada para luego mover un poco sus hombros.
Esperamos a que llegaran las últimas Elinas, y tras eso, el lugar tomó unos colores más brillantes. No pudimos reaccionar cuando esa luz nos cegó de tal forma que no pudimos percibir nada. Por suerte, no duró demasiado, y cuando abrí los ojos, me di cuenta que estaba en un grupo de cuatro Elinas, incluyéndome.
En este en concreto...
—Parece que estaremos juntas —supuso Urai, cruzandosus brazos—. A ver qué es lo que nos prepara Sensibilidad ahora.
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