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Capítulo 3: Como un árbol pequeño.

Los primeros días estaba atenta a mi hermana mientras mi madre se encargaba de la casa. Trataba de enseñarme en las tareas más importantes, pero al estar cansada del trabajo no le era posible. Por ello empecé hacerlo por mi propia cuenta y con el tiempo conseguí ahorrarle tiempo.

Cuando cuidaba a Aspaura, mi cabeza recordaba lo que había visto. Esas sombras de diversos colores que aceleraban mi corazón. Por suerte no era por mucho tiempo cuando mi hermana se movía por la casa.

—Aspaura, ve con cuidado, te vas hacer daño.

Era obvio que no comprendía nada y actuaba con inocencia. Me lo tomaba con calma, sabiendo que ser una cría involucraba la curiosidad, algo que Aspaura tenía en demasía.

—¡Cuidado con los libros! —grité al ver a mi hermana cerca de la estantería para agarrar uno de los libros del comedor—. No, Aspaura. No puedes tenerlos en tus manos.

Decir que no hiciera algo era complicado cuando veía su mirada adorable. Al final siempre la llevaba a nuestra habitación, pero Aspaura lloraba porque quería que le leyera un cuento. El problema era que los libros no eran para un bebé.

Así que inventé las historias.

—Bien, hermanita, tú ganas —respondí, sentándome en el suelo, tomando uno de los libros para abrirlo y fingir que lo leía—. Veamos...

No sabía qué cuentos relatar ya que mi madre me solía contar sobre las hazañas de Sensibilidad. No era ideal, por lo que intentaba improvisar con los sueños inusuales que solía tener.

—Érase una vez una joven de vestimentas rojizas —comencé en un tono tranquilo—. Era fuerte, ruda, pero en verdad ocultaba sus sentimientos por dentro. No quería que la vieran llorar. Siempre ayudaba, aunque por dentro se sintiera triste.

Eran historias sin sentido, al menos era lo que me decía mientras veía a mi hermana mirarme con admiración. En ocasiones se dormía, lo que la dejaba en su habitación para luego quedarme pensando en lo que había dicho.

No tenía sentido. ¿Cómo era posible que existiera una mujer así? Lo que veía en mis sueños era una versión tan terrorífica que modificaba a un final feliz para mi hermana. Pero no quitaba ni aliviaba mis sueños. Solo hacía que en algunas noches viera más y sin una respuesta clara.

Con el paso de los días, sería capaz de ayudar en casi todas las tareas de casa. Mi madre llegaría de su trabajo como luthier para descansar un poco y luego ayudarme. Así habrían sido nuestros días, hasta que Aline llamó a la puerta.

—Ay no —susurré, mirando hacia Aspaura en su cuna—. Es Aline. ¡Aline! Vale. Puedes con esto, Urchevole. Puedes.

Abrí la puerta con una falsa calma. La vi con el ceño fruncido, cruzando sus brazos.

—¡Por Sensibilidad! ¡Llevas semanas sin vernos! ¿¡Te has vuelto a aislar?! —preguntó Aline, entrando sin permiso alguno.

Como mejor pude sonreí y cerré la puerta.

—Al-Aline... ¿Q-Qué tal?

Miró de reojo la casa y luego a mí con detenimiento.

—Algo ocultas... ¡¿es un regalo para mí?! —preguntó, intentando ir a mi habitación, pero lo impedí agarrando su mano—. ¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Quiero ver! ¡Déjame ver! ¡Jo, Urche! ¡Sabes que odio que me oculten cosas!

Aline cuando quería era peor que una mosca zumbando por la noche. Puse los dedos en mi entrecejo y suspiré.

—Tengo... una hermana.

—¡¿Una hermana?!

Tapé la boca de Aline para pedirle silencio. Obedeció, pero con la boca y ojos bien abiertos.

—Por Sensibilidad, dame paciencia... —La miré—. Sígueme.

Nos fuimos a mi habitación para que viera a mi hermana durmiendo. Pasados unos minutos, donde le expliqué todo, Aline puso la mano en su barbilla.

—Curioso... ¿Y las demá-

—No se lo digas —interrumpí, señalándola—. Tú lo sabes porque vives cerca de mí y siempre me andas preguntando cuando vamos a quedar.

—Seré una tumba —juró, poniendo la mano en su pecho—, pero te aviso que tu secreto poco durará cuando vean a tu hermana. Dudo que se crean que es tu amiga cuando le sacas siete años.

—Lo sé, pero ya veré que hago. —Suspiré, mirando hacia mi hermana para sonreír con ternura—. Pero tienes razón, y más si mi hermana es bastante curiosa. Hace poco estuvo en el comedor y gateando, se encontró con la estantería llena de libros. Me los señaló con bastante insistencia

—Algo me dice que va a ser muy inteligente.

—¿Quién sabe? Por el momento la estamos cuidando y a veces damos una vuelta por aquí cerca.

—¿Y cómo reaccionó al ver Sinea?

Lo recordaba. Al volver de ese día, no paraba de observar con su ojo izquierdo, el único que había brillado desde que nació. Apenas pestañeaba y movía sus manos como si quisiera tocar lo que le rodeaba. Cualquier bebé se habría asustado por lo imponente que era la ciudad, pero Aspaura solo miraba con admiración.

Capaz, al solo ver con un solo ojo, no percibía de la misma manera. Tampoco tenía claro si con su ojo derecho era capaz de captar la luz o el movimiento. En sí era una duda que  me carcomía, más al mirarle y saber que no era como las demás. Las Elinas tenían la piel muy blanca, orejas alargadas similares a los conejos y cabello blanco muy largo. Aspaura poseía casi todo menos el color de su cabello, que era castaño.

Y ese color era casi imposible en una Elina.

—¡Urchevole! —Las palabras de Aline hicieron que diera un pequeño salto en el sitio y mirarla—. Por Sensibilidad, te he llamado seis veces seguidas.

—Lo siento —susurré—. Estaba dándole vueltas a todo.

—Se que es inusual tener una hermana —murmuró y cruzó sus brazos—. Si te preocupa lo que dirán, deberías quitártelo de la cabeza. Fue Sensibilidad quien lo decidió. —Soltó un suspiro, alzando la ceja confundida—. Es raro. Os mirarán. Pensarán que sois algún tipo de elegida o algo así, pero pasará rápido, ya lo verás.

—Sí. —Exhalé cansada—. Le di demasiadas vueltas, pero a la vez es una presión extraña, ¿sabes? ¿Cómo es cuidar de una hermana?

—Pues... ¿lo mismo que una madre? —Nos miramos durante unos segundos sin saber bien qué decir—. O-O sea que eres una madre... ¿no? —volvió a preguntar Aline.

—¿¡Ya?! ¿Con siete años? —Agarré mi cabeza en un gesto rápido—. ¡Entonces estoy haciendo horrible mi papel!

—No, no, o sea... —Aline rascó su oreja derecha, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Es un tipo de madre? Porque eres la hermana... mayor.

—Cl-Claro.

—Entonces, no es lo mismo que una madre, pero si es similar. ¿Supongo?—Una vez más, nos miramos sin la respuesta. Aline soltó una risa nerviosa—. Supongo que no tengo respuesta a ello, pero es raro que Sensibilidad no haya dicho nada.

—Sí dijo algo... o más bien vi algo —susurré, tragando saliva.

—¡Oh! ¿El qué? —preguntó, mirándome con más interés.

—No lo sé... Fueron rápidas, apenas comprendía lo que veía.

Aline cruzó sus brazos.

—En tan solo un día has vivido miles de cosas... Eres un caso un poquito raro, Urchevole.

También lo creía, pero no sabía que responder. ¿Cómo podía me lo tomar? ¿Capaz un trauma?

—No lo sé, Aline, pero prefiero no darle vueltas ahora mismo. Solo te lo dije que porque andabas muy...

—¿Chismosa? Eso lo son todas las Elinas, ¿o acaso no estuviste presente ante la bronca que recibió Urai por parte de Urosia?

—S-Sí... —admití avergonzada—. Pero esto es más serio Aline, no parece que sea algo como tomárselo a broma.

—Te estás desafinando como un arpa, Urchevole. Deja de pensarlo sino las notas no saldrán como corresponden —habló, poniendo sus manos en sus caderas—. Por ahora no ha ocurrido nada, ¿no?

Tragué saliva, ¿era buena idea decirle sobre su ceguera parcial?

—¡Urchevole! —llamó mi nombre en un tono agudo, como si cantara.

—S-Sí, no ocurrió nada —mentí, soltando un suspiro suave.

—¡Entonces nada de qué preocuparse! Capaz es un deseo de Sensibilidad. ¡Y no habría de qué preocuparse! —explicó Aline con una sonrisa que logró contagiarme.

Repetí sus palabras en su cabeza. Nada de qué preocuparse, ¿no? No darle vueltas. No angustiarme. 

Tras mirar a Aline, no dudé en abrazarla con fuerza y cariño.

—Gracias por escucharme, pero por favor...

—Sí, no diré nada —interrumpió Aline.

Era mejor no pensar en ello, al menos era lo que pensaba mientras me despedía de Aline y agradecía su visita. Cuando quedé en casa sola, miré a hermana y suspiré con una pequeña sonrisa.

—Tu puedes con esto, Urchevole. No hay de qué preocuparse.

Me convencía de ello, ya que nuestras vidas habrían tomado esta rutina durante varios años.  Aspaura fue creciendo, llegando a los tres años y con ello su creciente interés por los libros. Casi cada noche, nos sentábamos en la cama para leer diversos cuentos.

Sensibilidad vio con sus ojos una opción de vida y creó con su grandioso poder Sinea —leí, modificando las palabras del libro.

—Sinea... —repitió Aspaura con un notorio interés visible en su mirada—. ¡Increíble y enorme!

—Lo es. —Sonreí, mirándola con una sonrisa un poco tensa.

No era agradable para mi ver como a mi hermana con un parche hecho de algodón en el ojo derecho. Mi madre quería mantener la fachada de que tenía un problema de visión del que iba a recuperarse.

Porque sí, algunas Elinas se enteraron sobre Aspaura, al igual que mis amigas...

—¿¡Cómo es que tenías una hermana y no nos dijiste nada!? —preguntó Ilona en un grito—. ¡¿Desde cuándo?! ¡¿No eran rumores?! ¡¿Es cierto?! ¡¿De verdad de la buena?!

Quería cubrir mis oídos con lo que sea. ¿Por qué mi madre creyó que era buena idea decirlo? Suspiré, derrotada y afirmé.

—Sí, tengo una hermana.

—¡¿Cómo se llama?! ¿¡Cómo es?! ¿¡Cuántos años tiene?! —preguntó Ilona de nuevo.

—Se llama Aspaura, tiene tres años y solo ve en el ojo izquierdo.

—¿¡Izquierdo?! —gritaron todas.

Me maldije en mis adentros al escaparme tal detalle por culpa de la presión. 

—¡ Eso no me lo dijiste cuando nació Aspaura! —recordó Aline, frunciendo el ceño.

—¿¡Tú la conocías de antes?! ¡¿Y no lo dijiste?! —preguntó esta vez Haui. Estaba de pie en el sitio, mirando a las demás sentadas cerca de la casa de Urai, exactamente en su extenso huerto.

—Prometí guardar el secreto, si lo rompía capaz era maldecida por Sensibilidad, ¡y no quiero eso! —se justificó Aline.

—¡Pero no habríamos dicho nada!

—Chicas... —susurré, cansada.

—¡Guardar un secreto ES guardar un secreto! —remarcó Aline, cruzando sus brazos.

—Me siento traicionada y más por ti, Urchevole —habló Ilona, poniendo las manos en sus caderas con una clara molestia en su rostro.

Rodé mis ojos hacia un lado.

—Por favor, chicas. Si no lo dije es por esta situación que estamos viviendo —expliqué.

El silencio surgió, recibiendo la mirada de mis compañeras. Fui respondiendo sus dudas, aunque la desconfianza existía, en especial Urai.

—Sabes lo que dicen de aquellos que están del lado izquierdo ¿no? —preguntó Urai en un tono firme, uno que logró darme escalofríos.

—Claro que lo sé. Dicen que traen mala fortuna si sus gestos son realizados por el lado izquierdo —recordé, para luego fruncir el ceño—, pero mi hermana no es una amenaza. No nos hizo nunca nada malo, sólo quiere escuchar cuentos y empezar a leer libros.

Urai entrecerró sus ojos, mirándome con detenimiento.

—Eso ya es sospechoso, ¿por qué tanto interés?

—Es una cría.

—No sé yo.

—Por la diosa Sensibilidad —hablé con un poco más de fuerza, levantándome del suelo—. Aspaura nació por deseo de Sensibilidad, ¿estás diciendo que trae algún tipo de mala fortuna? ¿Siendo nacida por las manos de Sensibilidad para que nosotras la cuidemos?

Mis palabras lograron que pensaran mejor las palabras hacia mi hermana. No podían decir nada, si quiera juzgarla cuando no estuvieron a su lado.

—Lo siento, Urchevole. Tienes razón —murmuró Urai, bajando su cabeza.

—Sí, lo siento. No queríamos enfadarte, pero entiende que es raro —explicó Ilona, mirándome de reojo.

Acepté sus disculpas con un suspiro. No las podía culpar, después de todo era algo que le daba demasiadas vueltas. Tenía noches sin dormir, levantándome de la cama para ver si podía entretenerme leyendo algo. Pero no podía, menos si llamaba la atención de mi hermana al dormir en la misma habitación.

—¿Todo bien, hermanita? —preguntó con una intranquilidad visible en su rostro.

Me giré y encendí una de las semillas lumínicas que teníamos en la mesa de noche.

—Sí, todo bien Aspaura, sólo que ese libro que leímos antes...

—¿Dudas de lo que dice? —preguntó, inclinando la cabeza hacia la derecha con curiosidad.

—Un poco. O sea, no es que lo dude, pero hay cosas que suenan demasiado fantasiosas.

—¿Cómo el hecho de haber otros seres del exterior? —Afirmé ante su duda—. Mamá dice que no debemos dejar de creer ante las miles de opciones que hay ahí fuera.

—Lo sé, está claro con lo que nos rodea, pero aun así... 

Observé el libro en cuestión. Lo que estaba escrito en este se mencionaba siempre nombres inusuales que jamás había oído de mi madre y que se relacionaban con Sensibilidad. Entre ellos esas bestias oscuras ocultas en los bosques. Suspiré, dejando el libro a un lado.

—Por ahora. —Me acerqué a su cama, apoyándome con cuidado—. Es mejor que descanses, es muy tarde y mañana me dijiste que querías acompañarme para el inicio de clases.

—¡Oh sí! Quiero conocer el lugar del que tanto me dijisteis, ¡será la primera vez que conozco el centro de Si-Sinea! —recordó Aspaura, viéndose como su ojo izquierdo brillaba de la emoción.

—Créeme que lo conocerás, tienes mi palabra como hermana —respondí, poniendo mi mano derecha en mi corazón.

Aspaura se emocionó aún más, metiéndose en las sábanas mientras disminuía la luz.

—Que tengas buenas noches, hermana.

—Igualmente, hermanita.

Sonreí de ternura mientras me metía en la cama, siendo envuelta por las sábanas suaves. Miré hacia el techo por unos segundos para ir cerrando mis ojos. Mañana era un día largo, no solo iba a ir a clases, sino que pronto tendría la oportunidad para ser una candidata a guerrera. Una que no podía desaprovechar.

«Por ti, mamá. Por ti cumpliré el sueño que no pudiste realizar por mi culpa».

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