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Capítulo 28: Juro por Sensibilidad...

—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño esos Fallos Musicales? ¿Necesitas algo de comida? ¿Cómo has conseguido esta ropa? ¿Cómo has sobrevivido estos cuatro...?

Urai no paraba de preguntar.

—¡Urai! ¡Basta, por Sensibilidad!

Groina le gritaba por la tercera vez por hacer esas preguntas. No daba respuesta porque no era la indicada para saber la verdad. Solo Groina, Urosia, Xieli y mi madre. Siquiera pensaba en mi hermana al ser una información difícil de comprender.

Caminábamos por las calles que echaba de menos. La música adentraba por mis oídos sin permiso, logrando calmar mis músculos, pero no mis preocupaciones. En ocasiones miraba a mi madre, me tenía agarrada la mano para ver cómo me encontraba. Veía desde la lejanía el Gran Árbol de Enlia. Desprendía unos aromas y colores que no eran nada similares con Ineas. Era malo comparar, pero no podía evitar sentir la felicidad de estar en un sitio donde era mi casa.

Subimos las escaleras, viendo la plaza principal. Alcé mi cabeza, viendo la estatua de Sensibilidad. Mis ojos se abrieron como nunca, sintiendo varios escalofríos. Escuchaba una melodía que no había oído jamás. Una voz que cantaba una historia que, por desgracia, no quise escuchar ni descubrir. La debilidad y cansancio hacían que no recordaba haber subido hasta la enfermería.

Eran miles de voces hablándome de un lado a otro, preguntándome sin parar. Seguía sin dar respuesta, solo hacía caso a las enfermeras, nada más. Me tumbaba, cerrando los ojos hasta que volviera a despertar.

Desconocía el tiempo que había dormido. Solo recordaba esa voz. Palabras sueltas. Un lamento que pedía ayuda con desespero. Una unión que desgarraba mi corazón. Lágrimas cayeron sin descanso hasta que abrí mis ojos. Enfrente, las enfermeras con la médica presente. Las miradas de angustia dejaban en claro mi preocupación por mí. Se aseguraban que pudiera seguir consciente para hacerme las pruebas médicas.

—¿C-Cuántas veces...? —pregunté débilmente. Apenas escuchaba mi voz con claridad—. ¿...Me dormí?

—Ya es la quinta vez, Urchevole. —Su voz parecía ser muy lejana a pesar de estar enfrente mía—. Ha pasado casi un día desde lo ocurrido.

Maldije desde mis adentros, abriendo mis ojos como mejor pude. La visión borrosa que estaba teniendo, como una niebla densa en medio de los bosques, desapareció. Fue lento, pero al menos me permitió verlas. Respiré hondo y afirmé.

—Tenéis que hacerme una revisión médica, ¿no? —pregunté, poniendo la mano en mi frente. Las presentes afirmaron—. Entonces hacerla, por favor.

No me hicieron caso, era normal ya que no estaba del todo consciente para poder hacer el chequeo. No sé si dormí de nuevo, tampoco lo recuerdo. Era un bucle donde caía constantemente en esos sueños.

Hasta que los bosques anaranjados aparecieron.

—¡Has vuelto!

Y con ello, esa niña.

—No puedes dormir de nuevo, ¿sabes? —me preguntó, mirándome con una sonrisa divertida. Intenté hablar, mi voz no salió—. Mira, sé que soné muy agresiva, pero es necesario. ¿Entiendes? ... Las cosas no son fáciles y ambos sois los que poder algo al respecto. ¿lo comprendes?

Me señaló con el pincel, esto me hizo dar varios pasos hacia atrás.

—Puedo hacer algo al respecto —admitió, bajando un poco la mirada y volviéndose más seria su rostro—. No sería agradable. ¿Sabes? Creo que no es agradable para ninguna hablar sobre los pantallazos azules, ¿verdad?

No me dio tiempo a procesar el momento en el que la chica movió el pincel para cambiar mi alrededor en un color azul. Miles de letras aparecieron, moviéndose con agresividad con cientos de números. Cambiaban, me rodeaban, parecían atacarme, ¿qué deseaban? ¿Por qué hacían esto? ¿Qué deseaba esa niña?

En un grito, desperté por fin. Las pulsaciones de mi Leia fueron frenéticas, captando la atención de las enfermeras. Intentaron calmarme y tratarme. No dije nada, pero era un alivio que pudiera ser consiente de todo lo que ocurría. Con ello, pudieron hacerme la revisión médica.

Durante la revisión, la médica me examinaba con atención, haciendo preguntas en ocasiones.

—¿Dónde has estado y como has logrado sobrevivir estos cuatro días?

—Y-Yo... a-aun no lo sé —susurré—. Aun me encuentro bastante cansada.

La médica frunció un poco el ceño para mirar a las enfermeras.

—Prepararle algo de comida que aporte lo necesario. Que no sea azúcar, creo que eso incluso tendrá en exceso si ha tenido que alimentarse solo de los frutos.

Obedecieron, y en el tiempo que lo preparaban, miraba el suelo sin saber qué decir. Deseaba moverme, pero no me lo permitía.

—Intenta no moverte mucho, voy a ver si puedo aliviar el dolor con las medicinas que tenemos.

—G-Gracias —susurré, hasta que recordé algo que hizo que la mirara—. ¿S-Sabe algo de mi madre?

—Estuvo hablando con Groina y Urosia. En estos cuatro días estuvo por aquí, saliendo cada día a los Bosques de la Frialdad a ver si te encontraba. Quería incluso cruzar el otro lado de las montañas, pero se lo impedimos.

—E-Entiendo.

Soltó un leve suspiro.

—No sabes el alivio que le has dado a tu madre. Esta es la primera noche que ha podido dormir —continuó, dándome las espaldas para ir hacia los recipientes—. Ahora mismo le habrá avisado a tu hermana. En estos días ha estado sola cuidando de la casa y venía aquí para saber noticias sobre ti.

—Por Sensibilidad —murmuré, poniendo las manos en mi rostro.

—Es un alivio que sigas con vida y a la vez créeme que tendrán miles de dudas sobre cómo has salido de ahí. —Me miró de reojo—. Eres la única que ha salido con vida.

Era consciente. Sentía que iba a tener una actuación, una donde cada instrumento que tocara sería juzgado por un público crítico.

Cuando terminó de tratarme, la comida llegó y mi boca disfrutó de los diferentes sabores que tanto extrañaba. Pequeñas lágrimas caían mientras veía como la médica conversaba con Urosia, mirándome con una discreción poco efectiva.

La medica explicaba todo, remarcando sin parar mi cansancio.

—Entiendo... Igual, ¿es posible que pueda verla su familia? —preguntó Urosia.

—Yo creo que no será problema, más si hace poco preguntó por ellas.

Urosia giró la cabeza hacia la derecha, afirmando con calma para ver a mi familia. Aspaura no dudó en entrar y abrazarme con todas sus fuerzas, llorando desconsolada. Con una sonrisa, acaricié su cabeza. No sería por mucho tiempo cuando vi a mi madre dándome un abrazo cariñoso, empleando su magia.

Quería saber mi melodía para descubrir qué era lo que había vivido.

—¡N-No! —grité, logrando asustar a las presentes—. No, mamá, no.

—Hija, yo solo quería...

—Lo sé, y no quiero. Puedo hablarlo, de verdad. Lo que viví allí no es tan malo, pero no quiero decirlo aquí. Solo a Groina, Urosia, Xieli y a ti, ya que te has vuelto guerrera de nuevo.

Mi madre desvió la mirada y afirmó. Suspiré con lentitud.

—Quiero decirlo todo a vosotras. Lo que he visto ahí es algo que creo que cambiará muchas perspectivas, y cuanto antes sea, mejor.

No sé por qué mi madre me miraba con temor, ¿capaz mi rostro demostraba esa firmeza y seguridad? ¿Capaz había escuchado y visto una parte de mi canción? No lo tenía claro. Aun con ello, comprendió mis palabras al igual que mi hermana, abrazándonos una vez más en silencio.

Su visita no duró mucho por las indicaciones de la médica. Me repetía una y otra vez que debía recuperarme mediante una buena alimentación y reposo. Obedecía a pesar de estar consumida por los nervios.

—Está bien, hija. Ya hablaré yo con Groina, Urosia y Xieli para ver si podemos hacer una reunión privada, ¿te parece?

—Sería perfecto —respondí, estando ya tumbada en la cama, mirando de reojo a mi madre—... Y siento por toda esta preocupación.

Mi madre se acercó, agarrando con cautela mis mejillas para negar con suavidad.

—Por Sensibilidad, no digas eso. Saber que sigues con vida es el mayor regalo que nuestra diosa nos ha podido dar. No te culpes de esto, sé que has actuado como una maravillosa guerrera. Todas me lo han dicho.

Pequeñas lágrimas caían, sonriendo a mi madre y agradeciendo a Sensibilidad por poder ver a mi familia una vez más.

Descansé las suficientes horas para levantarme y ver la luz del Sol desaparecer. Mis ganas de ir al baño aparecieron, así que fui con cuidado caminando hasta que me encontré con Jela. Lágrimas aparecieron. Sus piernas y brazos temblaron y me abrazó de inmediato

—Sigues viva, sigues viva... —repetía en un murmullo. Apoyando su cabeza en mi hombro derecho.

—Sigo aquí, Jela. Tranquila —respondí en un susurro.

Tras el abrazo y regresar del baño, conversé con Jela sobre lo ocurrido, o al menos esa era la intención hasta que ví a Groina en el pasillo con los brazos cruzados. Me miraba aliviada al verme más recuperada.

—Veo que tus heridas van a mejor y tienes una cara más agradable de ver.

Rei con sutileza. Me lo creía al saber que ya estaba en mi hogar con lo que me había acostumbrado a vivir.

—Sí, así es —respondí con suavidad.

—Perfecto, aun así, sé que tienes mucho por lo que procesar, por lo que...

—Desearía tener ahora la reunión, si es posible —interrumpí, mirando seriamente a Groina.

—¿Estás segura, Urchevole? —me preguntó Jela.

—Muy segura. Lo que tengo que decir es muy importante.

Groina, intrigada y con una media sonrisa, afirmó con lentitud.

—Bien, entonces acompáñame. Urosia, Xieli y tu madre te esperan.

Al despedirme, seguí sin dudar a Groina. Me miraba impactada porque podía caminar sin depender de nada ni nadie. Bajando, nos adentramos hacia la entrada subterránea que ya había conocido la anterior vez con Urosia.

Groina utilizó la música para mover las piedras, encontrándome con la fuente donde las flores azuladas cobraban más vida junto al agua cristalina. Una vez dentro, miré a cada una de las presentes. Cuando las piedras cerraron la entrada, respiré lo más hondo posible.

—Cuando quieras, Urchevole. Tú tienes toda la palabra —habló Xieli con educación.

Afirmé, soltando todo el aire.

—Juro por Sensibilidad que, si de mi boca salen mentiras, se me castigue de la peor forma posible.

Decirlo con seguridad hizo que todas abrieran sus ojos en demasía. Mi cuerpo brillaba en colores blancos, manteniéndome firme, mirando a cada una.

—Juro por Sensibilidad que todas las palabras que diré a partir de ahora, serán ciertas —continué, mirando a mi madre con temor a cómo reaccionaría—. Y la primera de ellas es que en otro lado de la montaña no están los fallos musicales, sino aliados dispuestos a ayudarnos. Ellos son conocidos como los Drasinos, o la raza de la Insensibilidad.

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