Capítulo 25: Los Tres Sabios.
Dormir en un lugar como este no era algo que me pudiera acostumbrar de primeras. Crowley se movía, lo que hacía que me cayera y no sabía que los Drasinos roncaran tanto. Descansé unas pocas horas hasta que el Sol apareció entre las nubes. Con cierta vagancia estiré mis brazos y piernas mientras bostezaba, dándome cuenta que las heridas se iban recuperando.
Miré hacia Crowley, aún seguía durmiendo como si nada. No roncaba, pero era gracioso como el aire que expulsaba hacía que las hojas recorrieran el mismo circuito. Admiré cada rasgo de su apariencia tan intimidante, y majestuosa. Como cada cicatriz y símbolos marcados dejaban en claro una historia que desconocía.
Observaba sus alas, no tenían ni punto de comparación con los demás Drasinos que había visto. Tenía un bordeado dorado del que le hacía más distinto a los demás, ¿capaz por ser una Lia Innactia?
Me acerqué a su rostro para mirarle con curiosidad, tocando con cuidado la zona de su boca y su ojo. Mi intención era despertarle ya que no podíamos perder el tiempo, pero el sueño de Crowley era difícil de romper.
—Y no puedo usar la música sino nos pondremos en un problema —susurré, mirando algo que pudiera despertarle. Pronto vi cómo estaba tumbado boca arriba con su estómago descubierto—. ¿Tendrá cosquillas acaso?
Era arriesgado, pero sabía que podía ser eficaz. Mi madre me despertaba así al igual que a mi hermana. Creía que podía funcionar, aunque debía ir con mucho cuidado porque llegar a su estómago no era algo fácil.
—Por Sensibilidad, sois seres increíbles, pero para subir a vosotros es lo más tedioso que hay.
De igual forma lo intenté aun sabiendo que era arriesgado. Podía haber esperado, pero la curiosidad e impaciencia hicieron de las suyas hasta llegar. Solté un largo suspiro al conseguirlo, viendo como las pequeñas gotas caían por el día nublado que nos acompañaba.
—Genial, lo que me faltaba. Por Sensibilidad. Crowley, tienes un sueño imposible de romper —murmuré, intentando levantarme un poco—, pero ¡no creo que seas capaz de hacer frente a esto!
Cualquiera pensaría que intentarlo no merecía la pena, pero fue eficaz porque despertó de inmediato, moviendo sus brazos y piernas, soltando aire por su boca como si se riera.
—¡Menudo dormilón estás hecho! —le grité entre risas ante su reacción.
Dejé de hacerle cosquillas, viendo como Crowley descansaba aliviado para luego mirarme algo molesto. Me senté en su barriga, riéndome sin parar.
Bajé con cuidado para ver cómo poco a poco se iba transformando en el Crowley que conocía. Tumbado en el suelo mirando hacia el cielo, abrió la boca para al fin escuchar su agradable voz:
—De esto ni una sola palabra a mis amigos, ¿entendido? —pidió, mirándome de reojo avergonzado—. No sé cómo sabías que las cosquillas son mi debilidad, pero por favor...
—¡Ah! ¿¡De verdad lo eran?! No tenía idea, yo solo actué por instinto propio cuando despertaba mi hermana o me despertaba mi madre.
Crowley me miró apurado.
—¿T-Todas las Elinas hacen eso?
—No ¿qué yo sepa? En mi familia es normal, pero es un gesto cariñoso.
—Por Insensibilidad, no. Por Insensibilidad no...
Su actitud me hizo reír un buen rato, poniendo mis manos en mi estómago mientras él se sentaba en el suelo.
—¡¿Quién me diría?! El más fuerte y rudo siendo totalmente débil a las cosquillas.
Crowley no dijo nada por culpa de la vergüenza, aunque no duró mucho por el repentino gruñido de nuestros estómagos.
—Puedo ver si hay algún alimento por aquí cerca, no creo que haya peligros —comentó, mirando a su alrededor con calma—. No con lo ocurrido...
—Está bien, puedo esperar.
Crowley arqueó un poco la ceja para al final suspirar arrepentido.
—Oye, lo siento por como actué. Creo que te asustó un poco la forma en como lo hice y capaz te sorprendió mi transformación. No deseaba asustarte ni menospreciarte, solo quería protegerte.
—Oh, no Crowley, por favor no digas eso. D-Después de todo estoy en un sitio que no conozco y tú eres quien me puede guiar y salvar. Por ello te dije que estaba en gran deuda contigo. Todo este tiempo siento que he sido más un estorbo por no poder usar mis magias porque creo más anoma-lías.
Crowley me miró con más atención.
—No digas que eres un estorbo, solo has... tenido ciertas dificultades, pero no me importa ayudar y asegurarme que estés bien. Y puedo comprender ese sentimiento, pero confío que cuando seamos un código, todo esto irá a mejor —aseguró con una sonrisa confiada.
Su cabello despeinado y oscuro combinaba con su cara medio dormida junto a las legañas de sus ojos. Se encontraba sentado, listo para levantarse y buscar comida.
No... No sé porque mis mejillas ardieron.
—Cr-Creo que para eso es mejor ir al Templo, ¿no crees? Hablabas muy convencido de ir, capaz para reunirte con tu padre e informar de la situación, ¿no?
—Oh, sí, aparte de que es un camino más rápido para que puedas regresar a tu casa... y en principio más seguro —susurró esto último.
—Entonces no perdamos más tiempo, desayunemos algo que nos dé muchas energías y sigamos adelante.
Crowley no perdió tiempo y fue a por algunos alimentos que hubiera cerca. No me dejó ayudarle porque aún me encontraba herida y no quería que me pasara nada en la selva.
Tras comer, salimos en dirección al templo, del cual no estaría muy lejos. Crowley me pedía calma y respeto una vez que nos adentráramos.
—También te encontrarás con mi padre. Desde mi recomendación, te pido que no estés a su lado porque es posible que te haga miles de preguntas.
—Está bien, igual no creo que me moleste, también estaría igual —respondí, agachando un poco la cabeza.
—Sí, pero no quiero que te lleves mala impresión.
—No lo hago, Crowley. Desde que llegué he visto un lugar distinto que, si bien es un poco peligroso, me parece maravilloso y con unas costumbres y cultura que me gustaría conocer más a fondo.
Crowley soltó una risa un poco nerviosa, rascando su cabeza mientras seguía adelante.
—No sé qué tanto interés tendrás cuando antes me miraban un poco raro por comer de esa forma —murmuró Crowley.
—Cada uno tiene sus formas de hacer las cosas y no por ello tiene que verse mal. Por ejemplo, a ti te parecerá raro que nosotras comamos con cubiertos de madera.
—Demasiado raro —susurró mientras me miraba de reojo, lo que provocó que soltara una ligera risa.
—¿Ves? No tiene nada de malo. Supe entender rápido que no todos tienen las mismas costumbres o manías, menos vosotros que sois Drasinos.
—Sí, pero es extraño, ¿sabes? Me sorprende que tú no nos critiques o nos desprecies o nos temas. No somos como vosotras.
Me quedé en silencio con la mano en mi barbilla, siguiendo a Crowley mientras miraba el suelo húmedo.
—Cierto es que no somos iguales y que el proceso de comprender a otros será largo, pero me parece estúpido odiaros. Al fin y al cabo, somos seres vivos con sus costumbres y tradiciones, con sus actitudes y manías. Lo que pienso es que sea una cosa u otra da igual si sabes mantener el respeto por otros —respondí, alzando mi cabeza para sonreírle.
Crowley parpadeó varias veces sus ojos.
—¿N-No nos odias porque seamos Drasinos?
—Os acabo de conocer y me habéis trato bien, o bueno, tú y los pocos que he conocido lo han hecho, ¿por qué debería odiaros? Ni siquiera temeros porque he visto y me has dicho que nos queráis ayudar, así que... no tengo motivos.
Crowley sonrió aliviado, para al final mostrar parte de sus dientes rotos y sucios.
—Gracias por la oportunidad. Espero que las demás Elinas puedan verlo así.
—Lo harán cuando vean que he vuelto con vida y les diga todo lo ocurrido.
Le era difícil para él creerse mis palabras, y más por cómo había reaccionado, pero tenía que empezar a dejar ese temor de lado. ¿Eran demasiados? Sí, claro, pero no tenía por qué pasarlo sola si tenía a Crowley de mi lado. Podía seguir adelante, formar una alianza que no era tan descabellada, más si era para hacer frente a esos fallos.
Y estaba segura que era el deseo que los dioses querían, pero que Fusis se interpuso en medio por miedo y confusión.
El final de nuestro trayecto estaba cerca. Crowley me pidió que subiera a una de las barcas que había en el río del cual debíamos atravesar. Explicó que el camino que teníamos adelante no sería fácil de atravesar y que la vía más cómoda era por este medio. Le pregunté porque no me llevaba volando, pero se negaba porque era peligroso.
Subiéndome a la barca de madera, Crowley empezó a remar a un ritmo tranquilo. Al principio me sentía inusual por la belleza que me rodeaba, aunque era opacada por una niebla. Los bosques selváticos desaparecían para verse las imponentes montañas, también veía estatuas de dragones antiguas y cubiertas de musgo que delimitaban la anchura del río.
Miraba asombrada el diseño, como no solo estaban hechos de piedra, sino de minerales que aún brillaban en colores que lo representaban.
—Los sabios existieron cuando Insensibilidad lo ordenó para que protegieran Ineas. No eran solo Tres Sabios, sino más, solo que se mencionan tres porque eran los que acompañaban a Insensibilidad.
» El primer sabio, como podrás medio intuir, es Insensibilidad y a día de hoy sigue siéndolo. El segundo sabio, en su momento fue mi padre, Colen, y el tercer sabio fue uno de los amigos de mi padre, Uiquel.
—E-Entonces t-tú ahora eres... —tartamudeé, viendo como Crowley me sonreía con delicadeza.
—Cuando Uiquel murió por culpa de las anomalías, fui el sabio más joven. Sería, como se dice entre nosotros, un Sieu Nileis —explicó, para soltar un suspiro—. Con tan solo trece años ya era una Luna Creciente porque era el hijo de mi padre.
—¿Qué es una Luna Creciente?
—Es la mano izquierda de Dios.
Me quedé impactada ante sus palabras, agarrándome a la barca como podía.
—U-Una Suia Bialean a los trece años...
—S-Sí. —Suspiró—. A los trece años ya el tercer sabio, por lo que me tocó madurar demasiado hasta llegar a ser el segundo sabio. Nosotros lo llamamos Ine Suliena, vosotras Lia Innactia. Universalmente se llama Luz Impactante.
» Lo que ves aquí son las estatuas de los sabios, pero no solo nosotros, sino que también aquellos que nos ayudaron. Para que me entiendas, somos los sabios, los tres más fuertes que existen entre los Drasinos, pero también hay otros que protegen el templo. A esos los llamaríamos Sieu Nile, Sieuni, Inesi o Ine. Universalmente se les llama Lunas Menguantes y órbitas expertas, novatas o principiantes.
—P-Por Sensibilidad e-es increíble —murmuré sin saber bien qué decir.
—Teníamos todo bien organizado gracias a Insensibilidad. Se encargaba de que cada uno de nosotros tuviéramos unas tareas concretas —continuó, mirándome de reojo—. Mientras los demás vigilaban la ciudad o los bosques para contactar con Fusis y hacer frente a las anomalías. Nosotros, o mi padre y yo, hablábamos con Insensibilidad para saber bien que acciones tomar. —Tras terminar, soltó una ligera risa.
» Me hace muchísima gracia que yo, un crío de tan solo trece años, pudiera conocer a Insensibilidad. De recordarlo se me ponen los pelos de punta y ver mi estatua ahí solo hace que la presión aumente porque cuentan conmigo... y que vean que lo estamos consiguiendo solo hace que mi parte insensible quiera quebrar.
Mi boca no paraba temblar. Me parecía increíble sus acciones, un gran líder del que muchos tenían que tomar en cuenta, ¡y con tan solo trece años! Era madurez y constante lucha de responsabilidades y acciones. Alguien como él, desde tan joven, no habría tenido esa capacidad de adaptarse con rapidez, pero ahí estaba enfrente mía. Mirando apenado las estatuas que nos rodeaban para al final sonreírme como si nada.
—Pero bueno, lo que importa ahora mismo es que estés tranquila, sin presiones, ¿va? Hablaré con mi padre sobre algunas cosas y luego te llevaré a tu querida casa.
—L-Lo tenías bien guardado el que eras uno de los sabios...
Crowley alzó un poco sus hombros.
—No tan guardado si te dije que era una Lia Innactia, tendrías que habértelo intuido un poquito —se burló con dulzura.
—Yo pensaba que los sabios tendrían más de noventa años —comenté avergonzada.
—Uh, eso duele, ¿tanta edad tengo? Por Insensibilidad, tendré que ponerme el pelo blanco e ir con bastón a estas alturas. Me dueles Urchevole.
—¡N-No! ¡Solo creía...! —Ver como Crowley se reía hizo que soltara un suspiro largo, rodando mis ojos—. ¡Solo era una creencia! Como dices sabios ¡cualquiera puede pensar que son mayores!
Crowley soltó una gran risa, pero de pronto se puso serio mientras seguía aún remando.
—De hecho por culpa de las acciones de mi padre, fui muy criticado. Era demasiado joven y no tenía una edad mínima o madurez requerida, así que en parte entiendo lo que dices.
—Por Sensibilidad, yo no quería insultarte, Crowley...
Crowley me miró de nuevo con calma, sonriéndome de aquella manera que me hacían arder las mejillas.
—Sé que no. Tú eres una Elina que tiene un corazón muy puro y noble. Sé que no pensarías mal de los demás, pero en el caso de ellos era muy distinto.
Verle con su actitud tan amable y cariñosa conmigo hacía que mis palabras salieran sin sentido, lo que hizo reír a Crowley. Miré a otro lado avergonzada, siendo incapaz de comprender porque estaba actuando así.
La conversación no continuó porque el final del río llegamos a nuestro destino. Miraba asombrada la entrada de la cueva. Decorada por los materiales blancos y resistentes, consumidos por la naturaleza. Me sentía indigna de acceder.
Con cuidado me levanté de la barca, y siendo agarrada por la mano de Crowley, salí para caminar por el suelo rocoso. El interior era espacioso y bien iluminado por flores azuladas que se movían con sutileza.
El aire era un poco denso, pero no me incomodaba, menos las fragancias amargas que se adentraban sin permiso. En ocasiones cerraba mis ojos para escuchar el movimiento sutil del agua y las conversaciones lejanas. Graves, imponentes y angustiadas por un tema del que me involucraba.
¿Les iba a caer bien?
Nuestra presencia fue percibida por el Drasino de avanzada edad que se giró, mostrando las cicatrices de su cuerpo. Aparte de su apariencia común, tenía lo que parecía ser una prenda similar a una bufanda roja atada en su cuello.
El hombre nos sonrió con amabilidad y alivio, acercándose a Crowley para darle unas palmadas en su espalda.
—¡Hijo! Me alegra verte aquí, aunque no me esperaba que trajeras a la Elina —comentó, mirándome de reojo—. Aun me cuesta creer que esto sea real...
Era su padre, Colen. Tenía una altura similar a Crowley y una vestimenta similar, pero en él se marcaba el cansancio y el dolor del pasado.
Sin saber bien que decir, miré a mi alrededor. Las luces eran las mismas flores que había visto, pero formaban un conjunto del que desprendían un polen amargo. Todo bien aplanado para que se pudiera caminar cómodamente. También las paredes tenían forma firme con varias figuras y escritos en el idioma de los Drasinos.
Bajando mi cabeza, pude ver a los Drasinos presentes en la sala. Unos más altos que otros, con más cicatrices que otros o con una prenda que se les identificaba por quienes eran. Todos me observaban, pero lo hacían desde el respeto y la sutileza para que no me incomodara, aunque me sentía perdida.
—Veo que hay mucho por lo que hablar, pero ¿no crees conveniente llevarla a su hogar, hijo? —preguntó Colen, cruzando sus brazos.
—Lo sé, pero a donde quiero acceder es a los Lagos del Cuidado porque es el más seguro a diferencia de los demás —respondió Crowley.
Colen me miró por unos segundos, como si estuviera preocupado por algo que desconocía. Suspiró y volvió a mirar a su hijo.
—Sí, podrías ir por ahí, pero sabes que dependes de tu transformación para cruzar las grandiosas montañas —explicó Colen.
—O podemos tomar el puente —sugirió Crowley.
Colen frunció el ceño de inmediato.
—No, no y no. Si a nosotros nos afectaba cruzar ese puente, a ellas les afectará el doble.
—Pero papá, a mí no me afectó cuando lo crucé, sigue sin afectarme —explicó Crowley.
—¿Y qué te hace pensar que a ella no le afectará? —preguntó Colen.
Crowley me miró de reojo, soltando un largo suspiro para hacer un gesto circular con su mano derecha en su pecho. El movimiento hizo que Colen me mirara con total atención, abriendo su boca y mirar a su hijo.
—No, imposible. ¿Cómo es posible eso? Me estás mintiendo.
—Tiene sentido si es la única Elina. Me ha explicado su historia y me tiene cada vez más sentido —explicó Crowley con total firmeza—. Y nos entiende, aunque parezca imposible.
Colen me miró de inmediato para al fin preguntarme:
—¿Cuál es tu nombre?
—E-Eh... U-Urchevole.
Colen no creía que le respondiera. No era el único, los demás Drasinos presentes miraban la situación con asombro.
—¿Qué edad tienes?
—Veintitrés, señor.
—¿A qué raza perteneces?
—Soy una Elina.
Colen de pronto puso una de sus manos en su cuerno, como si eso le permitiera calmar sus nervios.
—¡Habla nuestro idioma de forma fluida! ¡¿Cómo es eso posible?! ¡¿Insensibilidad le dio ese privilegio?!
Crowley rodó sus ojos mientras le miraba, soltando un largo suspiro.
—Creo que es lo que te mencioné, papa. ¿Acaso no te comunicaste con Insensibilidad?
—No, lo intenté todo este tiempo, pero... —De pronto sus ojos anaranjados se abrieron en demasía—. Oh... ¡Oh por Insensibilidad!
Crowley puso la mano en su frente.
—Papá, la edad te afecta demasiado eh... —susurró agotado, para luego mirarme con cierta vergüenza—. Siento que esta situación sea así.
—N-No pasa nada, solo que... no comprendo mucho que pasa —admití con una risa nerviosa.
Mientras su padre intentaba procesarlo, los demás no paraban de murmurar. Los escuchaba y me sentía inusual por cómo me trataban como un tipo de salvación o milagro que necesitaban. Tragué saliva, pensando qué palabras escoger, hasta que Colen intervino:
—¡Tú eres su Luz Impactante! ¡¿No?
Mis ojos se movieron de un lado a otro, sin saber bien cómo responder.
—E-Eh... ¿no?
—¿Cómo qué no? ¡Debes de serlo! ¡Que Sensibilidad haya venido aquí y contactara con Insensibilidad fue gracias a ti!
Mis piernas temblaban sin parar.
—¿P-Perdón?
—Vale, papá. Tenemos mucho que hablar. —Crowley se puso en medio de para empujarle a otro lado. Antes de llevarlo, me miró por unos segundos y luego a los Drasinos presentes—. Mientras me hago cargo de unas cosas, pido que la cuidéis como si fuera lo más valioso. Como la atosiguéis con preguntas incómodas o como la hagáis sentir mal, la tendréis muy clara conmigo.
Los presentes obedecieron, viendo como su líder se marchaba para conversar con su padre. Al irse, me mantuve quieta en el sitio sin saber bien qué hacer.
Pronto, con cuidado y educación, me preguntaron si necesitaba algo. Comida, bebida o una ropa más cálida. Les agradecí su hospitalidad y lo único que les pedí, como curiosa que era, era saber el interior de este lugar.
Dudaron, pero me dieron la oportunidad. Después de todo, no iba a estar mucho tiempo aquí.
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