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Capítulo 24: Peligros inadvertidos.

Avanzar por Ineas era ser interrumpidos por varios Drasinos. Saludaban a Crowley, aunque no conversaban al encontrarse conmigo. Al principio no le tomaba importancia, pero si que me fue incomodando. Muchos me miraban como si fuera demasiado valioso.

Según dijo Crowley, cerca del pilar de Eet era uno de los favoritos de los Drasinos por las celebraciones que hacían. También era normal encontrarse con varios jóvenes intentando volar por primera vez.

Todo estaba bien vigilado, encontrándome con algunos que sobrevolaban la ciudad. Eran fáciles de identificar por la cinta roja que tenía en su cuello o en sus dos cuernos. Crowley no lo tenía porque era reconocido gracias a su padre Colen.

—Mi reputación aquí creció demasiado rápido. Mi padre era una Luz Impactante y muchos ya me reconocieron, pero eso no me dio una fama de ser tratado como alguien superior, sino que me ponían a prueba para ver si era el apto o no —explicó mientras seguíamos caminando en dirección al río Ien.

—Creía que por ser el hijo lo tendrías más fácil.

—¡Ja! ¡Qué va! Si supieras. Muchos de los que he saludado eran mis amigos de la infancia, ¿y sabes la de locuras que han hecho? —Me miró con una emoción clara en sus ojos—. Recuerdo como uno de ellos, mientras estaba bañándome, me tiró una gran roca de una altura similar a la que tengo en mi casa. Cayó en mi cabeza de pleno.

—E-Eso es horrible.

—Sí, lo sería para un Drasino inexperto y poco entrenado, pero yo a los siete años ya sabía aguantar buenos golpes y darlos también. Mi padre se aseguró, por ello pude partir casi por la mitad, también porque escuché el grito de mi amigo avisándome —explicó, soltando una risa.

—¿L-Lo consideras amigo tras lo que hizo? —pregunté, sin creerme sus palabras.

—¡Claro! Era una broma pesada, obvio. Me acuerdo que me enfadé mucho, pero luego lo solucionamos comiendo juntos y riéndonos. También te digo, le hicieron la misma broma. No de tanta gravedad, pero el resultado fue gracioso —explicó con una sonrisa, hasta que vio mi rostro—. Pa-Parece que entre las Elinas no es normal eso.

—Na-Nada de lo que has dicho es normal. A-A mi me hacen una broma pesada y no sería capaz de perdonarlo tan fácilmente, lo mismo ocurriría con otras Elinas.

—Capaz nosotros tomamos las cosas de otra forma. La vida no está para enfadarnos con alguien eternamente —comentó, para luego poner las manos en los bolsillos—, aunque otro tema sería si matara a algún amigo mío. Eso ya no lo perdono.

Lo miraba con atención mientras me arropaba bien con la chaqueta que me había dado.

—¿Cómo actuáis vosotras cuando una se enfada con otra? —preguntó Crowley.

—Es un poco complejo porque hay que hablarlo con ambas y a veces una no quiere saber nada. Es un proceso un poco lento, otras se dan cuenta y se disculpan para al final seguir adelante —expliqué sin saber dónde mirar.

—Suena un proceso lento y tedioso, ¿no os resulta complicado?

—Sí, pero yo al menos no he tenido un problema así, tampoco mi hermana. Al fin y al cabo, mis amigas y yo nos llevamos bien a pesar de nuestras diferencias.

—Eso es genial —respondió, mirándome para al final chasquear sus dedos como si recordara algo—. Oye, siempre mencionas a una hermana, ¿acaso no es guerrera como tú?

—No, no. Si hubiera querido ser guerrera, se lo habría impedido —respondí, viendo como arqueaba la ceja—. Mi hermana, Aspaura, quiere ser luthier como mi madre, la cual antes fue una guerrera.

—Oh, ¿tu madre fue guerrera? —preguntó con más interés, viendo como afirmaba con lentitud—. Ah, debió ser genial eso, ¿no? Ser entrenada por tu madre antes de tiempo, aprender un poco mejor las cosas y seguro que teníais un lazo genial.

—N-No del todo. Digamos que no fue así hasta el final casi.

No escuché bien las palabras que susurró Crowley, pero parecía haber maldecido a sí mismo. Reí con delicadeza para al final explicarle cómo era mi situación con mi madre mientras nos alejábamos de la ciudad.

En ocasiones frenaba mis palabras para intentar no darle vueltas a lo que me había dicho Groina. Intentaba distraerme con lo que me rodeaba, como poco a poco nos acercábamos hacia el río Ien. Este era muchísimo más grande, cruzarlo a pie era inviable, teníamos que rodearlo para ir al Templo de los Tres sabios.

El lugar era un poco más oscuro, atravesando las grandiosas hojas de los arbustos junto la sensación húmeda y calurosa. Quité la chaqueta para atármela en la cadera, aunque Crowley se ofreció llevarla en el tiempo que íbamos de camino allí.

Me distraje por los olores dulces del bosque, donde las enredaderas y lianas eran presentes junto los diversos pájaros que por su sonido grave y escandaloso, no eran pequeños.

A veces teníamos que frenar nuestros pasos cuando nos encontrábamos con seres de gran tamaño que bebían del río. Unos eran más peludos, otros poseían un gran cuello, otros parecían ser inofensivos al estar dormidos al lado de los troncos, pero en verdad era un método para verse vulnerables y capturar a las presas.

Descubrí con rapidez que los bosques de su ciudad no eran nada amigables a diferencia de los nuestros.

En medio de mis palabras, Crowley me pidió un momento para escuchar su alrededor. Me mantuve en silencio, para luego ver como me hablaba cuando todo parecía estar en orden.

—Entonces... tu madre que ha sido guerrera y tuvo a sus compañeras, entre ellas Groina y Urosia, ¿verdad?

—Más Groina que Urosia, pero sí.

—Y según sabes, Melian iba a ser una Luz Impactante.

—Así es.

—Y aun con todo eso no fue elegida por Sensibilidad, pero a cambio sabes qué Sensibilidad obligó a tu madre a cuidarte. Iba a darte un nombre distinto, pero al final te quedaste como Urchevole, siendo alguien... similar a una elegida—concluyó Crowley.

—Yo no soy una elegida porque...

—No, no. Escúchame bien, Urchevole —pidió Crowley con firmeza, mirándome con total seriedad—. A veces los dioses tienen una forma de actuar que se me escapa de las manos, pero suele ser por un bien. Tú definitivamente eres una elegida de Sensibilidad, escogió a tu madre para cuidarte porque tenía claro que ibas a ser la candidata perfecta.

—Crowley, por favor, no digas tonterías.

—Lo siento, pero a mí las rocas encajan de esta manera. Es como en mi caso, solo que tu madre no fue una Luz Impactante. —Le miré de reojo un poco molesta—. D-De acuerdo, no es del todo lo mismo, pero hay similitudes, y si me dices que tu madre no puede decir según qué cosas, es porque Sensibilidad te está poniendo a prueba.

—No. Solo soy una guerrera que... capaz tiene buen don de la música y buen oído, pero no mucho más —respondí sin saber dónde mirar.

—El que debía de ser sincero no era solo yo, Urchevole y no siento que lo seas ahora mismo —contestó con una ligera risa—. Venga ya, ¿de verdad que es solo eso? ¿Te recuerdo lo que algunos de nosotros vimos? ¿Cómo una melodía de gran poder salía de ti? Y me apuesto a que hiciste mucho, muchísimo más.

—Yo no quiero hablar mucho del tema, Crowley —murmuré, bajando mi mirada—. Es demasiado que procesar. Antes me mencionaste todo eso sobre los devotos de desastre, los problemas con las anoma-anomalías... Y ahora crees que yo podría llegar a un puesto tan importante cuando solo caí aquí por mala suerte.

—¿Mala suerte? —preguntó, alzando la ceja—. Creo que fue más bien algo que involucra a los dioses. Acciones que toman con cierta discreción para hacerlo ver como casual, aunque son avances hacia algo necesario.

—Crowley —susurré, mirándole con cierto cansancio.

Vi como movía un poco los hombros y expulsaba un poco de aire por la boca, callándose para al final mirar a otro lado. Parecía estar molesto, pero era capaz de comprender mi situación y darme la paz que necesitaba.

Según me mencionó, la selva era donde se iba a de caza aun si era de noche o llovía. En esta ocasión podíamos estar en paz con cuidado porque aun habían animales a lo lejos. Me escondía o me movía solo cuando él me lo indicaba.

A medida que avanzábamos, mas culpa sentía por como no era capaz de procesar toda esa información que me había dicho. Le miraba y observaba a su alrededor como percibiera algo inusual.

—Crowley, si hace falta puedo...

—Sé que quieres usar tu magia, pero no creo que sea lo adecuado, más si a lo mejor despertamos al Uriogia —interrumpió con total seriedad.

—¿El qué? —pregunté, tragando saliva por cómo ese nombre no sonaba nada amigable.

Crowley me miró por unos segundos para al final suspirar.

—Quédate a mi lado y en silencio, por favor.

Hice caso, aunque la culpa aun me inundaba mientras intentaba prestar atención. La selva me parecía de dos colores distintos. Blancos, como si quisiera vivir la paz y la calma. Y negros, donde demostraba la hostilidad que buscaban sobrevivir.

Era claro que los Drasinos, por consecuencia, eran hostiles, pero era por necesidad. Por ello me juntaba a Crowley, ya no solo porque la magia no podía ser mi aliada, sino porque tenía más experiencia.

Caminábamos con muchísimo cuidado, cerca de los arbustos. La actitud de Crowley se volvía más seria y atenta, una que me tomaba por sorpresa. La amabilidad y paciencia que vi habían desaparecido. Se puso enfrente mía, dispuesto a recibir el daño, mirándome y aliviándose de que estuviera a salvo para luego seguir vigilando.

Mi corazón bombeaba con muchísima fuerza. Por alguna razón el movimiento de las hojas o el mero hecho de pisar una rama, me parecía lo más peligroso para nosotros. El viento hacía que mi piel se enfriara más rápido y que mis sentidos se agudizaran aún más, en especial mis oídos.

Eran capaces de captar todo sonido, incluso los pasos más discretos que realizábamos. Oía sus respiraciones lentas y graves, como si estuvieran atentos a algo que era muchísimo peor que ellos.

Crowley puso la mano hacia atrás para agarrarme del hombro. Lo miré, viendo como los cuernos de su cabeza empezaban a brillar en un color oscuro al igual que su piel. No comprendí nada hasta que, consumida por el pánico, empleé la música, escuchando una melodía que me hizo temblar sin parar.

—Escóndete.

Crowley me miró de reojo, sus ojos amarillentos brillaron con muchísima más intensidad. Obedecí, yendo hacia los arbustos de cerca, sintiendo el suelo temblar con violencia.

Una sinfonía siniestra, unos tambores que resonaban con lentitud, creando eco. De fondo se escuchaban los instrumentos de viento, no era amabilidad como los animales de nuestros bosques, sino de odio y muerte.

A pesar de estar escondida, mis ojos observaban con atención las acciones que tomaba Crowley. Cuando vio que estaba escondida, soltó un largo suspiro, relajando sus hombros. No comprendí el porqué hasta que todo se paralizó.

La selva se transformaba enfrente mía. Los árboles se movían hacia un lado distinto para que pudiera ver bien la pelea de aquellas dos bestias. La Uriogia era como un oso de unos seis metros de altura con grandes cantidades de piel que cambiaban de olor. Sus ojos consumidos por la rabia, poniéndose de pie para duplicar su altura. Adoptó una posición de ataque donde sus garras estaban listas para atacar a Crowley.

Pero ¿cómo un animal como ese podía atacar a alguien tan pequeño? Oh, esa era la duda que jamás me debí hacer cuando comprendí por qué los cuernos de Crowley brillaban. Cuando consiguió tomar esa forma dragónica a gran velocidad, esquivando el ataque.

Lágrimas caían ante la belleza y fuerza que poseía. Mostraba todas las heridas del pasado con total orgullo junto a las marcas negras de su cuerpo escritas en el idioma de los Drasinos. Se abalanzó contra la Uriogia para herirla en las partes más cruciales, pero sin acabar con su vida. Las garras y sus colmillos afilados acababan con el peligro, dejándole claro que contra Crowley no iba a ganar.

Su pelea fue rápida. El Uriogia se escapaba malherido, dejándonos solos. Todo animal había huido junto a la naturaleza que destrozó para protegerme.

—P-Por Sensibilidad...

Con mucho cuidado salí de los arbustos para ver de cerca al dragón que se había transformado Crowley. El tamaño era el doble que el Uriogia. Alas de grandísimo tamaño que habría guardado al aterrizar, generando el retumbar del que me caí al suelo.

Fui detectada con rapidez, encontrándome con la enorme cabeza de l dragón que me observaba con atención y ¿miedo? No lo tenía muy claro. No comprendía las expresiones, iba con cuidado, dando pasos lentos hasta que mis manos se encontraron con sus escapas.

Duras y ásperas, era la primera vez que tocaba algo así. Abrí mis ojos al ver como Crowley parecía observarme con curiosidad, pero sin decirme nada. Supuse que en aquella forma no podría comunicarse conmigo o porque no sabía bien qué decir ante su forma de actuar.

—Crowley, ¿estás ahí? —pregunté con calma.

La respuesta habría sido dada cuando de su nariz soltó un poco de aire, moviendo mi cabello con cierta brusquedad. Aquello me tomó por sorpresa, pero me rei con calma mientras me alejaba un poco de su nariz, acercándome hacia sus ojos.

—No me esperaba algo así, pensé que sería un fallo musical —comenté algo angustiada. Crowley movió sus ojos de tal forma que parecía estar respondiéndome con un "no, no era eso" —. Creo entenderte, aunque ¿vas a estar mucho tiempo en esta forma?

Miró a otro lado. Lo interpreté como que iba a tomar su tiempo.

—Comprendo —murmuré, mirando hacia el suelo hasta que alcé la cabeza—, pero no todo es tan malo, tengo una pequeña idea.

Crowley me miró alarmado, como si supiera leerme la mente. Su respuesta fue clara cuando levantó su cabeza para negar con rapidez.

—Oh, venga, ¿por qué no puedo volar por los aires contigo? —pregunté, poniendo las manos en mis caderas—. ¡No digas que no puedes! Aparte, tengo una buena ropa encima y llegaríamos al Templo de los Tres Sabios, ¿no?

Admito que era adorable como con su cabeza volvía a negar. Sus ojos se dilataron. No deseaba que conociera los cielos, ¿a lo mejor había bestias peligrosas por los aires?.

—Bien, está bien. Supongo que tendremos que estar aquí —supuse, viendo como se relajaba tumbándose en el suelo—. Igual parece estar oscureciendo, capaz tendría que buscar algo donde descansar.

Mi idea era buena, pero Crowley se me adelantó amontonando un montón de tronco con su larga cola para crear esa fogata.

—V-V-Vaya. ¡O-Oye! ¡¿Has pedido permiso a Fusis?! —Ante mi pregunta, Crowley soltó aire de su nariz con cierta fuerza—. Se te ha olvidado —supuse. Crowley soltó un gruñido de su garganta, uno profundo y grave que me puso tensa, pero supe que no era por ningún mal—. ¡Luego no vengas con que Fusis se ponga en contra! Es normal, ¡mira la que has liado!

Crowley volvió a gruñir, moviéndose un poco como si se quejara y dijera perdón. Reí por como parecía un ser que, a pesar de su tamaño y su forma intimidante, tenía esa parte cariñosa.

Con cuidado tomé la madera para juntara en un sitio. Una vez más, Crowley me ayudó a crear el fuego. Cuando me senté, sentí como se acercaba para que su lomo fuera como una almohada, aunque no era cómoda por sus escamas. Aun así se lo agradecí, más cuando su cola formaba un pequeño semicírculo para protegerme durante la noche.

—No tienes por qué tomarte estas molestias, Crowley —respondí, viendo cómo me miraba con calma—. La verdad, desde que he llegado me he sentido muy cómoda. Me siento eternamente agradecida y espero que de alguna forma a futuro te lo pueda devolver.

Crowley cerró sus ojos mientras soltaba un poco de aire. A ello lo interpreté como un "no es nada, ahora intenta descansar".

Sonreí con dulzura mientras veía como se acomodaba para dormir. Siendo él, estaría acostumbrado a estar en lugares como este, pero en mi caso no era posible por cómo se presentaba la noche. Una donde todas las estrellas formaban un camino mágico que me perdía con facilidad.

Poco a poco se me cerraron los ojos, quedándome completamente dormida a su lado.

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