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Capítulo 22: Destrucción no caótica.

Crowley me ofreció una ropa más cálida para poder salir por los túneles que conectaban hacia el interior de la montaña. Y para poder salir, tenía que mover una enorme roca que hacía la función de puerta. Mientras veía como movía la esférica roca de unos dos metros de altura, pensaba en si eran prácticos o actuaban por instinto sin controlar sus acciones.

—¿Los Drasinos pequeños tienen que mover eso cuando salen? —pregunté una vez que Crowley movió la roca.

—No, lo hacemos nosotros, obviamente. Ya cuando tienen once años empiezan a mover piedras así de grandes —respondió, acercándose un poco a mí.

—¿A-A los once? ¿Pero cómo? —pregunté, saliendo con cuidado porque los túneles del lugar no eran lisos.

—Los entrenamos, claramente. Cuando eres padre no solo cuidas de tu hijo, sino que también lo entrenas a volar, cazar, atacar y defenderse.

—Creí que era la escuela quien lo enseñaba —murmuré, girándome por un momento para ver la entrada de su casa—. O-Oye, ¿no la vas a cerrar?

—Ah, no tranquila. Cuando dejamos la entrada abierta, significa que no hay nadie —respondió como si nada.

—¿Y no os... roban?

Crowley soltó una risa un tanto escandalosa.

—¿Vosotras os robáis?

—No, claro que no.

—Entonces nosotros tampoco, aparte, ¿qué van a robar? ¿Rocas? ¿Comida? ¿Ropa? Todo eso se consigue en la ciudad principal mediante un intercambio justo.

—¿Intercambio justo?

—Sí, favores. Tipo yo ayudo a mi amigo con una cosa y él me ayuda a mi después. Si no puede devolvérmelo, me invitan a comer o tomar algo o simplemente lo dejamos pasar porque tampoco es que sea grave. A no ser que sea relacionado con los guerreros o los sabios. Ahí cambia la cosa —explicó Crowley, encontrándose con mi cara llena de sorpresa—. Parece que vuestra forma de hacer las cosas es distinta.

—No, nosotras usamos monedas para comprar algo. Cierto que nos ayudamos, pero vaya, de normal usamos eso.

—Pues sí que os complicáis. —Rio con suavidad para luego poner sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Creo que aquí vas a encontrarte con miles de diferencias que estoy dispuesto a escuchar. Hacía tiempo que no oía algo tan distinto a nosotros y eso me genera emoción e interés.

—¿No te molesta?

—¡Qué va! Me parece interesante cómo hacéis las cosas y me imagino que a ti también te interesará la forma de vida que tenemos.

Era honesto, lo sabía por el juramento. ¿Cómo no podía olvidarlo si la herida de su pecho fue lo que me dejó en claro que sus palabras y acciones serían verdaderas? Confiaba en él, pero un nuevo temor sentía al saber cómo eran tan brutos.

Caminamos por los túneles amplios, o al menos lo eran para mi porque la cabeza de Crowley chocaba y tenía que apartar las pequeñas enredaderas que traían flores luminosas violetas. Aparte, también había musgo y piedras mucho más húmedas que otras, por lo que tenía que ir agarrada a Crowley.

En ocasiones me comentaba sobre cómo era su estilo de vida, una que me parecía muy bruta y poco funcional.

—Los mayores disminuyen de tamaño así que pueden pasar por aquí con total facilidad a diferencia de los de mi edad —explicó con una ligera sonrisa.

—¿Te molesta si te pregunto la edad que tienes? —pregunté con educación.

—¡Ja! ¿¡Por qué me iba a molestar?! Tengo veinticinco años, ¿y tú?

—V-Veintitrés.

—Curioso, eres bastante pequeña a diferencia de mí —comentó, mirándome con cierta curiosidad.

—La más alta que conozco es mi hermana, tiene un metro setenta.

—¿¡De verdad?! Pero si esa es la altura normal de un crío de catorce años, ¡me estás gastando una broma!

—N-No, somos bastante pequeñas —respondí, mirándola algo irritada.

—Eso no tiene nada de malo, en verdad viene muy bien para la forma en cómo os movéis y atacáis. Nosotros al ser tan altos llamamos demasiado la atención, y eso que no has visto nuestra verdadera apariencia.

Lo miré con atención sin creer lo que aún estaba viviendo. ¿Cómo decirlo? Crowley me era extraño. Me ayudaba y me hablaba con amabilidad, pero sentía que sus acciones tenían un cuidado especial en mi por ser una Elina.

—Siguiendo con lo otro. Los que se encuentren por el interior es porque necesitan reposar de las heridas, principalmente las alas o también los mayores. Por ello mismo no te sentirás tan abrumada por la presencia de otros.

—¿Tiene algo de malo que me encuentre con los tuyos? —pregunté, frunciendo el ceño.

—Eh, n-no. Cr-Creo que no tendrá nada de malo, pero com-comprende que eres la primera Elina en nuestro hogar. A lo mejor reaccionar de diversas formas que no te esperas.

—¿C-Cómo cuáles?

Crowley me miró para soltar un leve suspiro.

—Descarta la opción de que sean agresivos contigo —aseguró, manteniendo un tono más tranquilo—. Créeme que ningún Drasino se atrevería a haceros daño.

No supe cómo reaccionar, el ardor de mis mejillas aumentó sin aviso alguno, obligándome a mirar a mi alrededor. La cueva subterránea tenía varios túneles que iban a diversos hogares, o al menos era lo que suponía. Había asientos... si es que se podía considerar un bloque de piedra agrietado y grisáceo como uno.

—Me sorprende que no esté el abuelo de Eilu —susurró, mirando de un lado a otro con sus ojos—. Capaz estará durmiendo. En parte mejor. —Me miró, sonriendo con calma—. Urchevole, te presento las cuevas donde uno puede descansar o reunirse con los demás. Tienes suerte que no haya nadie.

—¿Suerte? —pregunté, mirándole algo irritada—. Quería conocer a alguien más.

—Ah ¿ya te cansaste de mí?

—¡No! O sea, quería conocer a más Drasinos porque tengo... —Frené mis palabras ante la ligera risa de Crowley—. Te estas metiendo conmigo.

—Veo que no te han hecho muchas bromas —comentó, controlando su pequeña risa—. Sí, estaba metiéndome contigo, y entiendo que quieras conocer otros Drasinos, pero la mayoría están volando hacia Ineas o los bosques para sobrevivir.

—¿¡Va-Vais a los bosques?!

—Claro. Ahí está la comida. —Su respuesta me dejó con los ojos bien abiertos. Crowley soltó una risa un poco escandalosa—. Nosotros tenemos una alimentación basada en carne, aunque nos obligamos a comer verduras o frutas. El asunto es que vamos a los bosques, respetando siempre lo que nos da la naturaleza y no pasándonos de brutos.

—¿Por qué dices "nos obligamos"? —pregunté, cruzando mis brazos.

Crowley soltó una risa nerviosa.

—No voy a mentir, no es que nos guste comer lo demás, a diferencia de vosotras que coméis solo ¿frutas?

Negué con mi cabeza.

—No, no solo frutas. Verduras, legumbres... Aprovechamos las tierras para cultivar y con nuestra magia le damos el cuidado que requiere.

Crowley al principio mostró interés hasta que escuchó que usábamos nuestras magias. No comprendí su reacción hasta que recordé los fallos.

—O-Oye, antes dijiste que de nuestra magia creamos esos fallos —murmuré y Crowley afirmó sin dudar —. ¿Cómo es posible?

Crowley se quedó pensativo y al final suspiró.

—¿Te suena alguna de esas palabras como Planeta Desecho, Código, Documentos y Destellos?

—Eh... Planeta Desecho y Código no, pero documentos y destellos sí.

Crowley alzó la ceja con una sonrisa burlona.

—¿Y qué son?

—Pues los destellos son estrellas que hay en el cielo y los documentos son papeles, ¿no?

Crowley negó con suavidad.

—Sería así, pero cuando hablamos de la terminología que nos rodea, es muy distinto y complejo —respondió, poniendo las manos en los bolsillos—. Lo que te importa es que donde vivimos es un Planeta Desecho. Tiene una norma muy importante: El uso de poderes o magias está prohibido, sino creas esos fallos musicales, o anomalías, como te dije.

—¿Todas las veces que usemos la magia, se crea un nuevo fallo? —pregunté. Crowley afirmó sin dudar—. ¿Cómo es posible eso? ¿Acaso son inmortales o...?

—Infinitos —me interrumpió con calma, aunque eso no hizo que me pusiera en tensión—. Son infinitos, no inmortales. Con la magia los creas de forma indirecta cuando estás en un Planeta Desecho.

—¿Y cómo podemos evitarlo? ¿Qué podemos hacer para que no seamos un planeta Desecho? —Crowley se quedó en silencio, rascando su cabello con rapidez—. Dependemos de la magia en algo tan básico para tener comida, ¿cómo vamos hacer frente a ese problema?

Crowley miró de reojo a su alrededor para soltar otro suspiro.

—Hasta que se vuelva un Código nuestro planeta, no podremos hacer nada más que evitar usar la magia.

Hacía tiempo que no oía las notas desafinadas de mi Leia. ¿¡Cómo que no podíamos hacer nada?! ¿¡Cómo íbamos a estar tanto tiempo sin poder usar nuestra magia?! ¡Dependíamos de ella en todo sentido! Me negaba a que eso fuera la única respuesta, debía de existir una solución a ello.

Cuando iba hacerle otra pregunta, a mis espaldas escuché una sinfonía lenta que me hizo girar.

—¡Abuelo Unsie!

Crowley no dudó en ayudarle, lo que me permitió analizarle bien. Tenía uno de sus cuernos partidos por la mitad junto a su cabello blanco y despeinado. Su rostro mostraba varias cicatrices, uno en concreto en su ojo izquierdo del que no podía ver. Su cuerpo tampoco se iba atrás con las heridas que narraban la historia de un guerrero valeroso y dispuesto a luchar por lo suyo, pero ahora solo podía caminar con un bastón.

—Crowley. Tanto tiempo, me alegra verte por aquí —saludó Unsie, dándole unas palmadas a su espalda—. ¿Qué tal todo? ¿Por algún casual viste a mi nieto Eilu?

—Según me dijo, iba a ir al templo de los tres sabios para informar lo sucedido. Yo también tendría que ir, pero...

Unsie se movió para encontrarse conmigo. Sus ojos cansados se abrieron un poco más de lo normal. Juro... que por un momento estos brillaron como si le hubiera dado toda la energía que necesitaba.

—Por Insensibilidad, ¿las Elinas están aquí? —preguntó con un tono de esperanza.

—Más o menos. Digamos que llevé a una de ellas para que pudiera recuperarse por culpa de esas anomalías —explicó Crowley.

—Entonces estamos en el inicio de lo que buscaba tu padre —supuso Unsie.

—Digamos que sí.

Me parecía curioso como el señor me miraba en ocasiones como si fuera demasiado valioso. ¿Por qué reaccionaba así? ¿Qué había pasado para que ahora me observara como si fuera una diosa para ellos?

—¿Tú padre sabe esto?

—Eilu se lo dirá —respondió Crowley con calma.

Unsie puso la mano en su frente.

—Por Insensibilidad. Siento pronunciar tanto su nombre, pero esto es algo que buscábamos por años. ¿Acaso la naturaleza comprendió lo que somos?

—Quiero creer que sí, Unsie.

El pobre señor casi se cae ante la noticia, pero no ocurrió porque Crowley lo agarró a tiempo. Avergonzado, Unsie pidió perdón mientras se sentaba para recuperar el aliento. Iba a preguntarle si estaba bien, pero había visto unas lágrimas que conmovieron mi Leia. Veía, a duras penas, una canción de años de sufrimiento, una que desgarraba mi cuerpo.

—Lo siento, no quería preocupar —se disculpó, hablando con cierta lentitud—. La chica incluso se ha asustado por cómo he reaccionado, espero que no lo malinterprete.

—Tranquilo Unsie, lo entiende —respondió Crowley con amabilidad—. Por no decir que comprende nuestro idioma.

Creí que era mala idea, pero me equivoqué al ver como los ojos de Unsie me observaba con fascinación.

—¿Me entiende? —preguntó Unsie a Crowley.

—Sí, aun no sé bien cómo es posible eso, pero quiero creer que es por... un hecho divino —supuso Crowley para luego mirarme—. Si quieres presentarte, adelante. No tengas miedo.

Tragué saliva en seco, encontrándome con la mirada llena de esperanza hacia mí. Inspiré profundo para al final hablar:

—Mi nombre es U-Urchevole, e-es un gusto conocerle.

No pude entender nada de su reacción. ¿Por qué me miraba como si fuera una diosa? ¿Por qué me miraban con fascinación y adoración? Aquel hombre no solo me analizaba, sino que a la vez era capaz de respetarme solo por ser una Elina. ¿Por qué?

—Su voz es tan maravillosa, es lo que una vez comentó tu padre —recordó Unsie para luego mirarme con más calma—. Querida, siento ser tan extraño para ti. Sé que mis emociones no son normales para ti, en verdad esto no es tan normal entre los Drasinos al ser insensibles.

—En esta situación se entiende, Unsie —añadió Crowley con una sonrisa amable.

—Lo sé, pero no es común entre nosotros —respondió para luego prestarme atención—. Es una historia muy larga de explicar que solo unos pocos Drasinos han podido vivir. Créeme que las Elinas nos puedan conocer hace que todo sea más beneficioso para los dos.

—¿Por qué lo dice? ¿Acaso nos conoció sin que lo supiéramos?

—Se podría decir que sí. —Su respuesta me dejó sin palabras, siéndome difícil mantenerme en pie—. Las conocimos, pero no por mucho tiempo —explicó, para luego mirar a Crowley—. ¿De verdad esto no es un sueño? ¿De verdad que esto no es un sueño antes de mi muerte?

—No, no lo es, Unsie. Muchos de los Drasinos están procesando y que decidiera cuidarla les pareció imprudente.

—Me sorprende que los tuyos no se hayan puesto en tu contra.

—Saben el puesto que tengo, que decisiones tomo y el porqué de las cosas. Saben que no iba con ninguna maldad, que es necesario para evitar que nos confundan con lo que no somos. No somos nada de lo que creía la naturaleza, y eso lo sabe bien, Unsie.

—Solo espero que los demás comprendan el porqué. Tu padre Colen a lo mejor se lo toma un poco mal.

—Mi padre en parte sabía lo que estaba ocurriendo. Son años de convencimiento con la naturaleza, años donde intentamos demostrar que no éramos malos. Una vez obtuve la oportunidad, me dijo que consideraría lo que había hecho, pero que la respuesta no sería inmediata. Ahora, por fin tras años, tuvimos algo más que eso y lo ves enfrente tuya.

Unsie sonrió aliviado, mirándome por unos pocos segundos.

—Creo que tu compañera no comprende mucho de lo que dices, Crowley.

—E-En verdad —intervine con educación—, m-me cuesta creer que mencionéis a Fusis como si os hubiera hecho algo malo. Con nosotras actuó con buena fe y nos protegió, ¿por qué con vosotros no fue así?

Crowley se quedó en silencio mientras que Unsie me miraba con cariño.

—Creo que a esta joven y educada Elina es mejor que le digas las verdades que necesita saber. No te preocupes por mí, solo te pido que le digas a mi nieto que regrese pronto a casa. Conociéndole no habrá comido nada desde lo ocurrido —pidió Unsie.

Crowley afirmó, prometiendo que enviaría tal mensaje y agradeciendo su amabilidad. Se despidió, algo que también haría, recibiendo la sonrisa cálida y esperanzadora que no era capaz de comprender.

Por suerte, las respuestas no tardaron en llegar cuando nos adentramos en uno de los túneles.

—Unsie tiene cerca de ciento treinta años —comenzó a explicar. Tragué con dificultad ante esa información tan brusca—. Es uno de los guerreros que pudo conocer a Insensibilidad, tuvo el honor de trabajar a su lado para hacer frente a las anomalías. —Me miró de reojo, encontrándose con mi interés y atención completa—. Al principio no sabíamos qué eran, les llamábamos deformidades destructoras. Venían de los bosques cercanos a los Tres círculos de la Frialdad, donde nacían los Drasinos que Insensibilidad traía a nuestro mundo.

—O sea que vosotros erais elegidos como padres si Insensibilidad lo decidía.

—Sí y me da a mí que vosotras tenéis algo similar, ¿verdad? —preguntó, a lo que afirmé sin dudar—. En ciertas cosas no somos tan distintos al parecer. —Soltó una ligera risa—. Nos adentramos por los bosques y ya sabes que somos bastante brutos, pero es para proteger nuestro hogar.

» Uno de esos días, la pelea fue a peor. Cientos de anomalías salían con tal de destruirlo todo, lo que nos obligó a actuar con la misma agresividad, acabando con una buena parte de la naturaleza. No deseábamos acabar con ella, pero las anomalías tenían esa idea por un motivo claro, culparnos a nosotros.

—¿Cómo que culparos? Fusis sabría que eran las anomalías.

—No, no lo sabía —respondió Crowley, soltando un largo suspiro—. Hay un hecho que desconocíamos. La naturaleza tiene unos vigilantes que le informan porque se dice que está presente en miles de planetas que desconocemos.

Abrí mis ojos como nunca, ¿¡era posible?! ¡Entonces Fusis era muchísimo más poderosa de lo que creíamos! Mi reacción hizo que Crowley sonriera un poco, siguiendo con la explicación:

—El asunto es que sin un vigilante, nos malinterpretarían, y es justo lo que ocurrió.

—¡¿Por qué?! ¿Acaso os confundió con las anomalías? —pregunté, un tanto frustrada.

—Y porque actuábamos con el lado izquierdo —añadió Crowley, dejándome sin palabras. Esto hizo que me mirara con arrepentimiento—. No teníamos ni idea, ¿vale, Urchevole? ¿Qué íbamos a saber que las acciones del lado izquierdo significaban devoción hacia alguien despiadado? Nosotros éramos brutos, destructivos, pero no teníamos la maldad que Fusis creyó que teníamos.

» Por culpa de esto, Fusis nos puso todo tipo de obstáculos para que no pudiéramos salir de nuestro hogar. No podíamos movernos de donde estábamos, siquiera alimentarnos, lo que provocó que Drasinos poco a poco fueran muriendo hasta que mi padre fue el que puso el freno. Juró demostrar que no seríamos devotos al desastre y que lucharíamos por lo que Fusis llamaba como el orden.

Era demasiado difícil de procesar, lo que me obligó a frenar mis pasos y mirar a Crowley.

—Necesito saber qué significa ser devoto del desastre, ¿y el orden? N-Nosotras creíamos que tomar acciones con lado izquierdo era solo mala suerte —expliqué, siéndome más difícil respirar.

Crowley me miró de reojo por unos segundos para al final soltar un largo suspiro.

—Urchevole, cuando dije que había mucho por lo que revelar, no era una broma. Habéis estado encerradas al igual que nosotros, pero en vuestro caso era para protegeros. Me imagino que Fusis hacía una parte del trabajo, pero Sensibilidad, siendo consciente de cómo funcionaba la magia y cómo se generaban las anomalías, habría utilizado su poder para daros la protección necesaria, pero no era suficiente.

—¿Q-Qué estás diciendo?

Crowley tragó con dificultad para mirarme con más seriedad.

—Digo que nuestros dioses tendrían que haberse encontrado para evitar que tu y yo sufriéramos la ira de esas anomalías devotas al desastre. Por culpa de Fusis y su mala interpretación, no pudimos hacer nada más que demostrar que no éramos destructivos.

» Lo que me da más rabia de esto es como han actuado con vosotras, encerrándoos de una verdad que era necesaria saber. No quiero faltar el respeto a tu diosa, ni siquiera a Fusis a pesar del daño, pero si deseo saber por qué tardó tanto tiempo. ¿Por qué no tenéis a vuestra Lia innactia? ¿Por qué os ha privado de una verdad tan necesaria?

—P-Para, Crowley, por favor.

Se dio cuenta de que las lágrimas caían mientras mis piernas temblaban sin parar. No podía mantenerme de pie y me costaba respirar. Sin dudar, Crowley me abrazó con cuidado, lo que me permitió apoyarme en él y soltar todo lo que me aterraba.

No me dijo ni una sola palabra más, me escuchó y dejó que descansara, aunque era demasiado complicado. Su juramento seguía en pie y no había recibido ni una sola herida.

La situación era peor de lo que pensábamos.

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