Capítulo 21: Polos opuestos.
Revivía todo. Eran como partes de una historia incompleta, incómoda al estar tumbada en algo tan duro y frío. Al menos seguía respirando, pero con unos dolores en mi cuerpo que me despertaban. Pronto me di cuenta que tenía algunas vendas improvisadas, aunque no calmaban el dolor. El mínimo movimiento que hacía con mis piernas o brazos hacía que gruñera.
Mi piel estaba de punta, temblaba sin parar mientras apretaba mis manos y dientes. El frío se adentraba sin permiso, dejándome aún más inmóvil. Intenté pronunciar alguna palabra, pero no hizo falta cuando una manta cálida fue puesta en mi cuerpo.
Había alguien a mi lado.
Abrí poco a poco mis ojos para encontrarme en el interior de una cueva no muy profunda. ¿Cuánto había dormido?
Intenté levantarme, pero al hacerlo, las heridas harían lo suyo. Me quejé, pero logré sentarme t apoyándome contra la pared. Viendo el sujeto que me había estado cuidando.
Me quedé sin aire al reconocerlo. Ese hombre de más de dos metros de cuerpo musculado y lleno de heridas, me miraba con esos ojos amarillentos. Parecía... ¿preocuparse por mi? Aunque a su vez estaba asustado porque daba pasos hacia atrás.
Parpadeé varias veces, analizando esta vez mi alrededor. En donde había dormido era una "cama" de piedra sin una almohada ni sábanas. Estaba en el interior de una cueva, ¿por qué no una casa? ¿Acaso no tenían algo llamado como un hogar? ¿Acaso vivían aquí? La entrada de la cueva daba paso al exterior, el cielo oscuro nos acompañaba y escuchaba el río moverse con fuerza. Intuía que estaba en la superficie.
Regresando mi mirada al hombre, mantenía la distancia conmigo e intranquilo por mi salud. Tenía el pecho descubierto, lleno de heridas, unos pantalones de cuero desgastados atados con unas cuerdas. También llevaba unas botas las cuales estaban recubiertas de lana.
—¿Q-Quién eres? —pregunté, esperando una respuesta de su parte.
Vi como abría la boca, como si pensara sus palabras, después soltó un suspiro.
—Enoe eme ueae entender.
Esto... iba a ser complicado.
Moví mis ojos de un lado a otro sin saber bien qué hacer hasta que le volví a mirar. No sabía que hacer hasta que vi como movía sus manos para enviar mensajes. Era extraño, pero comprendía más o menos sus señales. Indicaba las heridas de mi cuerpo. Preguntaba por mi salud, si me encontraba bien o si necesitaba algo. Afirmé para luego poner mis manos en mi estómago y luego en mis brazos, aclarando que tenía hambre y frío.
Lo comprendió porque se adentró en la cueva para traer una prenda similar a una chaqueta. Era pesada, pero al menos me aportaba la calidez necesaria para el tiempo que estuviera. A su vez, me di cuenta que la cueva era su hogar.
Pronto trajo varios alimentos que me hicieron cubrir la boca y nariz de inmediato. No me esperaba encontrarme con algo tan violento y grotesco, pero que para ellos fuera lo más normal del mundo. Era carne de animales que habían capturado y las tenía ahí en una losa de piedra.
Cuando se dio cuenta que me daba pánico y asco, lo alejó de inmediato para luego mirarme confundido. ¿Cómo se lo iba explicar? Nosotras nos gustaban las frutas y verduras.
Volvía al interior de la cueva, la cual no tenía mucha luminosidad, como si le encantara vivir bajo la oscuridad. Esperando, vi como regresaba con una pieza de lo que parecía ser una fruta. Su color anaranjado y ovalada captó mi interés, agarrándola con cuidado para olerla. Era dulce su fragancia y despertó mi hambre.
Intenté darle un muerdo. La piel era muy dura, el interior tenía un sabor tan dulce y jugoso que me había dejado impresionada.
Mi reacción lo alivió y pronto salió de la cueva. No logré procesarlo porque desplegaba sus alas y volaba a una velocidad que movió mi cabello y la manta con brusquedad.
—¿A dónde se ha ido? —me pregunté, dándole otro muerdo a la fruta que me había ofrecido.
Al principio me habría quedado mirando todo mi alrededor terminaba de comer. Sabía que cualquiera en mi situación habría desconfiado, pero había dos motivos grandes por los no lo hacía. La primera era por cómo había actuado, dejándome mi espacio y preocupándose por mí aun sin poder comunicarnos. La segunda era que sabía que él me había salvado.
Me parecía muy curiosa su forma de vivir tan... ¿minimalista? ¿Se podía considerar así cuando no tenían nada más que lo necesario según su forma de vivir? Se me hacía tan extraño que no tuviera una casa con a su comedor, cocina, habitación, baño... ¿Por qué en una cueva? ¿Por qué no tenían luz? ¿Acaso con sus ojos veían en la oscuridad?
—Así no voy a resolver nada.
Decidí levantarme, aun estando herida, para conocer lo que había en el exterior. Daba pasos lentos, apoyando mi mano contra la pared. Pronto me encontré con la noche estrellada, pero eso no sería lo único que me pilló por sorpresa.
Creía que estaba en la superficie cercana a la naturaleza, pero el viento brusco y frío me dijo lo contrario. Pensé que el río sería el inicio del camino de un gran bosque escondido, pero era el inicio de una una grandiosa cascada. Estaba en lo alto de una montaña con varios seres como él volando por los aires con total libertad.
Jamás había visto algo tan impresionante. Nunca pensé que estaría en lo alto en una montaña donde mi cuerpo sentía la libertad de querer gritar como nunca. Sentir que en lo más alto me encontraba con lo que había visto a mi alrededor.
Este no era mi hogar.
Mis piernas fallaron al igual que mi vista. Eran demasiadas emociones que debía procesar y el cansancio que tenía no me hacía las cosas fáciles. Casi caí de no ser que sentí como me agarraban con cuidado, asegurándose de que estuviera bien.
Con cautela me llevó al interior de la cueva, escuchando un largo suspiro de su parte.
—¿A quién se le ocurre salir de la cueva con estas heridas y el frío que hace? Por Insensibilidad, menos mal que llegué a tiempo.
No tenía muy claro cuánto dormí, pero esta vez me encontraba mejor, aunque no cómoda por aquella cama de piedra. Abrí mis ojos para encontrarme con la luz junto a unos olores afrutados que despertaron el hambre que tenía.
Tras sentarme, vi que las heridas no eran tan graves como antes. Las vendas hechas de tela estaban un poco ensangrentadas, pero se iban cicatrizando.
Al girarme vi como el hombre me miraba, asegurándose de que estuviera bien. Me mostró en una losa de piedra las diversas frutas que había recolectado, dejándome atónita por la variedad.
Con cuidado agarré una de ellas, dándole un muerdo.
—Gracias —musité mientras disfrutaba de la comida.
Aunque solo fuera una palabra, me miró impactado, parpadeando varias veces.
—Perdón, ¿qué has dicho?
—G-Gracias...
Hubo un pequeño silencio, uno no muy largo porque ¡nos entendíamos! O al menos parecíamos ser capaces de hablar el mismo idioma, pero ¿cómo era posible eso?
—Que alivio que podamos entendernos —murmuró, sin saber dónde mirar ni qué hacer—. Creo que debería presentarme primero. Mi nombre es Crowley, hijo de Colen. Soy un Drasino.
—Y-Yo soy Urchevole, hija de Melian. Soy una Elina.
Sonrió y rascó su cabeza la cual tenía dos cuernos bastante gruesos y largos. Se sentó en el suelo, manteniendo aún la distancia conmigo.
—¿Estás bien? ¿Te duelen las heridas? ¿Necesitas algo?
—Sí, diría que estoy mejor que antes —respondí algo dudosa—. Las heridas aún me duelen, pero es soportable. Por lo demás no necesito algo, tenía hambre y algo de sed, pero estas frutas sacian todo.
—Menos mal que tenemos en algunos de los bosques varias frutas. En nuestra raza no solemos comer eso —admitió, mirando a otro lado por unos segundos..
—M-Me he dado cuenta —susurré, intentando retirar la imagen tan asquerosa de antes—. Gracias por todo lo que has hecho por mí.
Vi como sus ojos amarillentos se fijaban en mí con atención. Soltó una ligera risa nerviosa para al final negar.
—Tendrás miles de dudas sobre lo ocurrido, aunque nosotros también sobre este accidente —supuso, viendo como afirmaba con mi cabeza—. Bien, a ver como lo explico. Uhm. Creo que lo ideal sería decir que no solo yo te salvé, sino varios Drasinos que protegen lo alto las montañas y bosques que antes no podíamos traspasar. Os protegimos, aunque solamente tú sabes sobre nuestra existencia.
—¿Cómo que yo solo? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Digamos que... creemos arriesgado presentarnos por cómo todo está volviéndose tan peligroso con esos seres similares.
—Los Fallos Musicales —respondí de inmediato, viendo cómo me observaba un poco confundido.
—E-Ese no es que sea su nombre, pero entiendo a quienes te refieres. Hemos logrado acabar con algunas, otras han huido. No ha habido muchas bajas, pero si muchas heridas de las cuales intentamos proteger... —Suspiró—. Es una pena que la naturaleza no nos dejó actuar más.
—¿Fusis os lo impidió? —pregunté, viendo como arqueaba la ceja—. La naturaleza.
—Ah, sí. Digamos que no le caímos bien a pesar de demostrar siempre lo contrario, pero ¡eso no es algo que importe ahora! Creo que lo primordial es que regreses a tu casa. Llevas cerca de dos días aquí y es posible que tengas preocupada a tu familia y amigas.
—¿D-Dos días? —pregunté, mirándole con atención.
—Sí. Al estar tan herida, intenté sanar tus heridas, pero no soy médico... Casi nadie lo es. Por lo que traté de vendar tus heridas, darte algo de agua y vigilar que no fueras a peor. Pude identificar que cuando vuestra piel se pone muy roja es porque os encontráis mal. Blanco, correcto. Rojo, mal.
Se me hizo gracioso como pronunció esas palabras, pero la seriedad regresó. Dos días dormida...
—¿Crees que podría moverme ahora con esta condición?
—Sola no, conmigo sí —respondió sin dudar—. Y tendrías que ir con una ropa más cálida que te pienso dar. Las condiciones aquí son muy distintas a vuestros bosques. Son un paseo para nosotros.
—S-Sí. Me di cuenta que t-tu h-hogar era en lo alto de una montaña, ¿todos vivís en cuevas?
—La mayoría vivimos en cuevas, otros prefieren ir a Ineas donde tienen sus oficios o la escuela... Si es que se puede llamar de alguna forma —respondió. Abrí mis ojos como nunca—. Creo que notarás grandes diferencias una vez salgas de aquí.
—¿Saldremos por esa cueva? ¿Por esa montaña hay que bajar? —pregunté, tragando saliva.
—Eh. Ah ¡no! Si fueras un Drasino podrías salir ahí y usar tus alas sin problema, pero como no es el caso, usaremos los túneles. Esto es más que nada para los jóvenes que no saben volar, para los mayores o los que han perdido sus alas por...
—Los fallos —respondí, viendo como afirmaba sin dudar.
—Su nombre son las anomalías, es por como se conoce en todos los lados.
—L-Lo desconocía.
—¿Vuestra Luz Impactante no os informaba sobre la situación?
—¿P-Perdón? —pregunté, ladeando la cabeza hacia la derecha.
Crowley se quedó en silencio durante unos segundos para abrir un poco su boca.
—Veo que hay mucho por lo que aprender —susurró, soltando un breve suspiro—. ¿No tenéis alguna elegida o alguien que hable por Sensibilidad? ¿Qué tenga contacto con ella y diga la situación en la que estáis?
—¡Oh una Lia Innactia! —respondí algo más emocionada. Crowley frunció un poco el ceño—. No, por desgracia no ha sido así. E-En su momento iba haber una, pero no superó las pruebas de Sensibilidad...
—Por Insensibilidad, ¿tan complicadas son sus pruebas? —preguntó, parpadeando sus ojos varias veces.
—Digamos que sí, aunque no te sabría decir. Nunca pude hacer las pruebas —respondí, encontrándome con la mirada curiosa de Crowley.
—Entiendo. Aun así, me parece grave. Es importante tener a una mano derecha siendo un dios como en nuestro caso sería Insensibilidad.
Me quedé en silencio por unos pocos segundos, dándome cuenta de algo que me puso en tensión.
—¿Cómo sabes tú de nuestra diosa?
No me gustó como me miraba, cruzados sus brazos como si pensara sus palabras. Soltó aire por la boca como si fuera el aliento de un dragón.
—Digamos que algunos tenemos consciencia de vuestra presencia y de lo que sois. No todo, pero... sí un poco.
Me quedé sin palabras, siendo incapaz de comprender qué estaba pasando..
—Hay mucho que debéis entender, y no lo digo por ningún mal, pero antes íbamos a aliarnos, al menos ese era el plan de nuestro dios antes de que los problemas hicieran inviable nuestra comunicación —explicó con un tono más relajado—. Creo que explicar bien esto tomará su tiempo, más si no sois conscientes de las cosas que nos rodean.
Tras su explicación, decidí hacer algo que no había tomado en cuenta hasta ahora. Como mejor pude, utilicé la música, pero cuando mis tatuajes brillaron en blanco, Crowley movió sus manos.
—No. No uses tu magia, créeme que es peor.
—¿Por qué no? ¿Qué escondes? —pregunté, sintiendo la desconfianza crecer en mi pecho.
Crowley cerró sus ojos para al final suspirar pesadamente.
—Sé cómo funcionáis, que magia tenéis y que se relaciona con vuestra diosa. No tengo muy claro lo que hace, pero es como si nos analizarais. No me importa que lo hagas, de hecho, estaría encantado de escuchar vuestra música, pero es beneficioso para los fallos.
Mis brazos temblaron como nunca, ¿cómo que los beneficiaba? ¿A qué se refería?
—Escúchame bien, Urchevole —pidió, poniendo su mano en su corazón, del cual se encontraba en el lado izquierdo a diferencia de nosotras—. Si quieres saber quién soy y toda la verdad, puedo hacer un juramento aquí y ahora del que no tendrás que usar tu magia. Como tal mi puesto me permite ciertas ventajas que no son tan arriesgadas para las Elinas y Drasinos.
—¿Qué ventajas? ¿Qué puesto? ¿Quién eres tú?
Crowley soltó un suspiro. Con su dedo índice hizo una cruz que marcaba todo su pecho, iluminándose en colores azules. Intenté alejarme, chocando contra la pared para ver cómo me miraba una vez se levantó del suelo.
—Bajo este juramento, recibiré los peores sufrimientos si de mi boca salen mentiras. Todo acabará cuando logre sacar a Urchevole de aquí sana y salva, si no, que se me castigue bajo el poder de Insensibilidad —pronunció con firmeza.
No comprendía cómo eran los juramentos. Los nuestros no eran tan escalofriantes, sino que con la magia dejábamos en claro que nuestras palabras serían honestas. Ellos en cambio parecía ser una forma de demostrar que, si hablaban con la verdad, no sufrirían una tortura.
—Tranquila, esto no te afecta a ti, solo a mí. Si te miento, seré azotado por el poder de Insensibilidad —explicó Crowley con toda la calma del mundo.
—¿C-Cómo puedes decirlo como si nada?
—Es... muy común entre nosotros, no soy el único que lo hace —respondió, para luego poner las manos en los bolsillos de su pantalón—. Mira, para que veas que este juramento funciona, diré algo como que mi nombre es Oi-
—¡No!
Quise detenerle, pero poco sirvió cuando apareció una herida en todo su pecho. No era muy grave, pero iba desde su hombro derecho hasta su pecho. Tras eso, Crowley sonrió como si nada hubiera ocurrido.
—No debes preocuparte por mí, era un ejemplo. De ahora en adelante mi boca solo dirán palabras que deben ser escuchadas por ti, y espero que a futuro por las Elinas.
—¿Pero por qué? —pregunté, intentando controlar las lágrimas —. Crowley, no soy nadie, solo una Elina guerrera que ha caído inconsciente en los Bosques de la Frialdad. Tal información que digas debe ser dicha a una Lia Innactia, porque a mí no me creerán.
Crowley se quedó mirándome por unos segundos, para al final soltar una ligera risa.
—Tienes un buen punto ahí, pero creo que eres la más indicada por cómo lograste desprender esa magia. Siendo honesto no he visto algo igual y por un momento... juré ver a Sensibilidad a tu lado —explicó con seguridad—. Puede partirme un rayo por la mitad si me equivoco, pero yo no creo que seas una simple guerrera como tu piensas.
Me quedé muda, recordando bien ese momento en el que hice frente a esos fallos musicales. Si era honesta, no sabía cómo seguía con vida.
—A su vez debo decir esto con cierta urgencia—continuó Crowley—. Es una pena que hubiera sido solo una Elina, pero en parte es mejor así para evitar mal interpretaciones. Te escogí porque no es la primera vez que nos encontramos.
—¿C-Cómo qué no? ¿A-Acaso tú...?
—Hace varios años atrás estabas enfrentándote contra una anomalía y logré entrar en los bosques para salvarte. No sé cómo fue posible, solo sé que Insensibilidad me dio la señal. Fusis al parecer es consciente de algunas cosas. A buenas horas.
Tragué saliva con dificultad, sintiendo como mis labios temblaban.
—Tú no eres un Drasino cualquiera...
Crowley soltó una leve risa.
—Pensaba que eso estaba claro desde el principio, pero no, no lo soy. Yo soy, a lo que vosotras llamáis, una Lia Innactia. Yo soy la Luz Impactante de Insensibilidad.
¿Cómo no me había dado cuenta antes? Era incapaz de reaccionar en condiciones. Solo miraba a Crowley con admiración y respeto, inclinando mi cabeza ante él. Un gesto que le pareció excesivo.
—Por favor, no hagas eso, aunque sea una Luz Impactante es difícil que me respeten de esa manera, y más una Elina. Al fin y al cabo, solo hago el trabajo que mi padre Colen. No pudo seguir por su edad y porque Insensibilidad creyó adecuado que yo fuera el siguiente. Todo lo demás tiene mérito mi padre que ha luchado por esto durante muchísimos años y yo cumplo su misión porque sé que es necesario.
—Tú... —murmuré, mirándolo poco a poco—, sabes muchísimas verdades, ¿no? Al ser una Lia Innactia tú nos conocías, ¿verdad?
—Y muchísimas cosas más que puedo decirte si confías en mí —respondió con una ligera sonrisa.
La situación me era surrealista, pero deseaba saber todo. Estuvimos tanto tiempo encerradas que desconocíamos una verdad necesaria. Ahí afuera no estaban los fallos. Ahí fuera estaban nuestros aliados.
—Está bien, Crowley —respondí, levantándome con cuidado de la cama para mirarle —. Confío en ti y en vuestra raza.
Y estaba dispuesta a saberlo todo antes de regresar a mi hogar.
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