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Capítulo 19: Antes del día final.

Urosia nos miraba con los brazos cruzados sin dar crédito a nuestras palabras. Se quedó en silencio un rato para luego exhalar con pesadez.

—Hablaré con Groina de inmediato.

Y tal como lo dijo, se marchó, dejándonos con más dudas que respuestas.

Esa noche, aunque intentara dormir, me resultó imposible. Intenté caminar en mi habitación, recordando las palabras de ese Fallo, y cuando creía tener sueño, me quedaba horas mirando el techo sin poder pegar ojo.

¿Qué iban hacer las líderes? Era obvio que lo hablaría con Groina, pero ¿qué planes tenían exactamente? Era la duda que más me carcomía por dentro, sin poder controlar el ritmo de mi Leia.

—¿Urche?

Hasta que la voz de Urai hizo que me levantara, viendo como mi amiga abría un poco la puerta para ver si estaba bien.

—Ah, estoy aquí, perdón —respondí, sin saber bien donde mirar.

—Te escuchaba desde el otro lado de la habitación. ¿Qué ha pasado? —preguntó, cerrando la puerta detrás suya para sentarse a mi lado.

Suspiré y fui sincera con lo ocurrido. Urai me miró impactada, su Leia empezaba a ir a un ritmo más rápido, uno que intenté calmar cuando agarré sus manos.

—U-Urche, no sé c-como puedes mantener la paciencia —habló, tragando con dificultad—. Tal información es importante, pero ¿crees que iremos a los Bosques de la Frialdad por eso?

—Es lo que creo, y lo que posiblemente pueda ocurrir —murmuré, bajando la mirada hasta ver sus manos.

—N-No sé cómo puedes mantener la calma ahora mismo.

—Es necesaria en todo momento y más si nos adentraremos en los bosques. Tomar decisiones rápidas y consumidas por la presión nos llevará por el camino equivocado.

Urai soltó una leve risa.

—Fue lo que Urosia me dijo en su momento —admitió, soltando mis manos—. Ojalá fuera tan fácil para mí, Urchevole, pero por desgracia me dejo consumir por ello.

—¿No has pensado en algo que te pueda aliviar? ¿O algo que te transmita esa paz?

Urai miró a otro lado adolorida.

—Si soy honesta, Urche, no tengo una hermana como tú que me motive a seguir adelante o mantener la calma.

—¿Y tu madre?

—Perdí contacto con ella —respondió, dejándome boquiabierta—. Esto no lo dije, pero dejó de hablarme desde el momento que me hice guerrera.

—Pero tu madre fue una guerrera, ¿no?

—Sí, lo fue, y creía que me apoyaría, pero al parecer tenía otros planes. Decía que el hecho de ser una guerrera era estúpido porque todo estaba perdido, que los métodos de Groina y Urosia no eran los adecuados... y un largo listado del que no quiero recordar —admitió mientras miraba hacia el suelo—. Siendo honesta, desde que entré y estuve al lado de Urosia, fue más como una madre para mí qué instructora. —Sonrió con delicadeza—. En más de una ocasión me sirvió de apoyo para dejar a un lado mis frustraciones, aunque no encuentro algo que me de esa paz.

Miré por unos segundos hacia la entrada de mi habitación. La puerta estaba cerrada así que respiré hondo y hablé:

—Cuando Aspaura nació, creció en mí un sentimiento que no debía tener. Ese instinto de proteger por algo que quieres incondicionalmente. Esa sensación de que esté bien porque es lo que te trae esa felicidad y paz. En tu caso no tienes una hermana, pero yo creo que tienes a alguien que, si te da esos motivos para protegerla y dar tu mayor esfuerzo, ¿no?

Urai me miró con detenimiento. Pequeñas lágrimas deseaban salir, poniendo las manos en su rostro.

—Urosia tuvo mucha paciencia conmigo en cosas que no tenía por qué aguantar. —Suspiró con pesadez—. Me vio cuando parecía ser una bestia, pero me escuchaba y me tranquilizaba a pesar de todo —explicó, retirando las manos de sus ojos para observarme—. Urosia e-es genial a pesar de ser un tanto estricta. Para mí ha sido como mi madre en estos años.

—Entonces cada vez que te consuman esas sensaciones negativas, piensa en ella y en cómo actuaría. Recuerda todo lo que te enseñó y te aportó. Es complicado, más si iremos a los Bosques de la Frialdad, pero es solo concentrarte —respondí, mirando mis manos con una sonrisa nostálgica—. El día que creía que iba a morir, le recé a Sensibilidad todo lo que tenía. También pedía seguir luchando por aquellas que me hacían sentir viva y feliz. Entre ellas estaban mi hermana y mi madre. —La miré con paciencia—. Cuando lo hice sentía que las energías fluían de distinta manera y que podía seguir adelante a pesar de todo.

—Yo... —Urai no pudo controlar sus lágrimas. No dudé en abrazarla—. Yo era la que iba a calmar tus emociones, n-no t-tú a mi...

—Hablar hace que me calme de por sí, Urai. Agradezco que hayas venido y que conversemos —respondí, deshaciendo el abrazo—. Hacía tiempo que no sabía de ti y saber que todo va bien es un alivio.

Urai afirmó con calma, aunque pronto sus ojos se abrieron.

—¡Tengo una idea! Podríamos por la mañana entrenar juntas con Jela, ¿Qué te parece?

—No lo veo mala idea, aunque tendríamos que avisarla —respondí con una sonrisa tranquila.

Urai se levantó de golpe, poniendo las manos en sus caderas.

—De eso me encargo yo. Tú duerme un poco más si puedes. Luego ya te despertaré para ir las tres juntas. ¿Te parece?

Afirmé sin dudar, recibiendo un abrazo repentino que logró sacarme una risa. Correspondí, y tras eso vi como Urai se iba en busca de Jela. Sola en la habitación, intenté tumbarme y dormir un poco.

No sé cuántas horas dormí, pero si pude ver algo que hacía demasiado tiempo que no me ocurría. Esos sueños que desde joven tenía, volvían de nuevo sin darme un descanso. Figuras que no se asemejaban a las Elinas. Colores chillones que se mantenían en uno solo o parpadeaban en miles que me dejaban sin aire.

Era una presión constante. Poderes abrumadores que me dejaban inmóvil, pero cuando los usaba, escuchaba sus melodías.

Fuerza, Valor. Ese era el aura rojiza. Temor, dolor. Ese era el aura azulada. Paciencia, inteligencia. Ese era el aura verdosa.

Ira, rabia, rencor, venganza. Ese... ¿Esa? ¿Quién era esa figura de mil colores?

—¡Urchevole!

La voz de Urai hizo que me despertara con un gran dolor de cabeza. Me levanté y abrí la puerta para ver a ambas esperándome. Afirmé y me preparé lo más rápido que pude. No les iba a mencionar lo que había visto, después de todo era un sueño sin sentido en el que una vez más todo era difuso.

Pero era tedioso saber que una vez más regresaba.

Fuimos a las salas de entrenamiento, pero no pudo ser cuando vimos a Urosia moviéndose con notas desorganizadas en su Leia. Nos miramos y escuchando, nos dimos cuenta que no solo era la melodía de Urosia, sino que también la de Groina y Xieli. Estaban reunidas en una clase.

—Si esta Xieli aquí... —susurró Urai, tragando saliva.

—Es algo mucho más importante de lo que creemos —susurré también, mirando a mis compañeras—. Xieli va a dar el visto bueno o no.

—La pobre Xieli tiene que estar saturada con todo lo que tiene. Directora, alcaldesa y ahora...

—No queda otra, ella tiene que dar el visto bueno para actuar o no —interrumpí a Jela—. Y sabiendo que van a posiblemente hacer lo mismo que hace años...

Mis palabras se cortaron cuando del aula de reuniones salió Xieli junto con Groina. Los rostros no eran nada agradables y eso nos dejaba con una presión horrible en nuestro cuerpo.

Recibimos una mirada discreta por parte de la líder. No dijo nada, simplemente se dirigió hacia los pasillos, entonando una melodía que nos dejó sin aire.

—Vamos a ir a los bosques —murmuré, recibiendo las miradas de pánico de mis amigas—. Su Leia... iba a un ritmo demasiado rápido y emitía notas desafinadas.

—Esto es horrible —susurró Urai, tragando saliva con dificultad—. Va a ser real.

Y por desgracia esa noticia se confirmó ante la reunión que tuvimos en apenas minutos. Con Groina y Urosia presentes, nos pidieron el mayor silencio y atención posible.

—Esta semana se intensificarán los entrenamientos. Prepararemos todo para la expedición y nos organizaremos en dos grupos. Unos se quedarán vigilando la ciudad con Urosia. Los otros vendrán conmigo hacia los bosques de la Frialdad.

Palabras tan clave para empezar con la organización y estratégicas que tenían preparadas. La idea principal era ir en dirección hacia las montañas que había tras los Bosques de la Frialdad. Se sabía que ahí era donde se escondían los Fallos Musicales y si se conseguía información, podríamos saber qué acciones tomar. Se confiaba en que no habría tanto problema en acceder porque apenas habíamos recibido ataques.

Creían que lo más probable era que se recuperaran en su base para poder hacer otro ataque, pero podíamos evitarlo si nos movíamos. Querían tener control de los Bosques de la Frialdad y conseguir más información.

De solo pensarlo sentía el sudor caer por mi cuello.

Una vez dicho todo, Urai se separó de nosotras porque Urosia había pedido su presencia. Nos quedamos Jela y yo saliendo del Gran Árbol de Enlia, o al menos eso intentábamos al ser complicado mantenerme de pie.

—Apóyate en mí, Urche —pidió Jela—. No puedes volver a casa así. Si te ven las preocupará aún más.

La miré de reojo, siéndome difícil respirar.

—¿Por qué a mí en los bosques? —susurré, sujetándome con fuerza a Jela—. ¿Por qué?

—No eres la única, Urche. Urai y yo también vamos allí.

Había bullicio del que me generaba cada vez más pánico. Mi respiración empezó a ser más rápida a la vez que mi vista empezaba a empeorar.

—Urche —habló Jela, agarrándome de las manos con firmeza—. Mírame. Respira hondo. Suspira. ¿De acuerdo? Imítame.

Intenté hacer los mismos gestos durante unos minutos, aunque el ritmo de mi Leia iba demasiado rápido aún.

—Ven, voy a llevarte a un sitio donde normalmente me suelo relajar. Tú confía en mí —aseguró Jela con una sonrisa y agarrándome de las manos en todo momento.

No entendía bien porque íbamos hacia el barrio Airos, pero confié en su palabra. Caminamos por los barrios hasta que Jela hizo un giro hacia la derecha en vez de seguir adelante.

—A dónde voy a llevar es un sitio donde Sensibilidad pasaba su tiempo con Fusis.

—¿D-De verdad?

—Sí, ya lo verás, te encantará.

Caminando por las losas de piedra que marcaban el camino, seríamos acompañadas por la luz verdosa. Rodeadas por bambús de gran altura junto a la presencia de los anfibios, quienes miraban curiosos. Respiré y sentí la frescura, aunque iba desapareciendo mientras íbamos subiendo. Dejábamos a un lado los charcos para llegar cerca de lo que parecía ser un acantilado.

Jela, con una risa traviesa, cubrió mis ojos.

—Confía en mí y cuando te diga, abre los ojos.

—Está bien...

Aun sin ver, me iba haciendo una idea de lo que ocurría. Tocaba las piedras redondeadas y húmedas. Olía las aguas estancadas junto el aroma dulce que las flores aportaban. Sentía como el viento fresco y el Sol erizaban mi piel. Escuchaba el cantar de diversos pájaros o de animales marinos que saltaban en el agua con total libertad.

—¿Dónde estamos, Jela?

Jela solo pudo reírse, para al final retirar las manos.

—En mi segundo hogar.

Vi enfrente mía las aguas estancadas que había intuido, pero que poseían una profundidad una podría disfrutar de un baño. Alrededor de los lagos, los muros de piedra se alzaban como si hicieran de ese lugar uno privado.

—En ocasiones vengo aquí para desconectar de todo —admitió, sentándose en las piedras húmedas, un gesto que también imité—. Antes solía hacerlo cuando los exámenes me presionaban o incluso en la prueba que hicimos como guerreras.

—Es increíble, Jela... pero ¿no es un poco peligroso?

—Lo era, pero ante la menor presencia de los fallos, se ha vuelto un lugar accesible. Quería enseñarte a ti y a Urai cuando esté desocupada —respondió, recostándose en el suelo para respirar profundo—. Pensé que este lugar te haría bien para desconectar de todo.

—En verdad lo es —admití, tumbándome en el suelo para soltar un suspiro.

Podía quedarme dormida si quisiera. Era tan relajante el lugar, y aparte me hacía falta descansar ante la noche que había tenido.

—No sé por qué soy guerrera.

Pero Jela tenía otros planes que me tomaron por sorpresa.

—¿A qué te refieres? —pregunté, mirándola con atención.

—A que, si bien tengo muy buenas notas, en la prueba no lo hice tan bien y aun así Groina me aceptó —explicó mientras levantaba sus manos y las miraba—. Me miro y pienso que no hice nada más que quejarme, que podía haber hecho más que solo quedarme ahí y llorar...

—No lloraste, Jela. Solo que, ante esas dificultades, pediste ayuda con lo que tenías y fuiste con la mayor prudencia que podías, nada más. Si te consideran apta, es porque lo eres. Aun con ese pequeño desliz —respondí, sentándome para mirarla.

—Siendo sincera, Urche, no sé cómo soy guerrera estando a vuestro lado que hicisteis más que yo, vosotras... vosotras...

—Nosotras tendremos unos defectos que tú no tienes Jela, y aquí estamos. Siguiendo adelante con nuestro nuevo oficio, ¿lo entiendes?

Jela, como mejor pudo, se sentó en el suelo para poner las manos en su cabello y peinarlo con calma.

—Hicisteis más que yo.

—No, hiciste todo lo que tenías en tus manos, por lo que hiciste muchísimo más. No te compares con nosotras —pedí, frunciendo el ceño.

—Pero aun con ello...

—Jela no me vengas con bobadas. Si Groina te puso como guerrera es porque sabía que tenías las capacidades para una, ¿o es que la vas a dudar?

—No, pero es la duda, el miedo, la...

—La falta de confianza, Jela, eso es lo que te falla y no puede ser —terminé, sentándome enfrente para cruzar mis brazos—. ¿Qué te dijo tu mamá cuando supo que eras guerrera?

—Que sabía que iba a conseguirlo y que no me desvalorara por haber tenido ese fallo. Muchas estaban aterradas y en cambio yo...

—Fuiste inteligente, pediste ayuda, quisiste organizarte con otras Elinas, y aquí estás. Eres guerrera porque eres consciente, porque sabes cómo moverte y no dejarte llevar por la presión. —Vi como Jela me observaba con atención, soltando un largo suspiro. Seguí hablando—: De igual forma, puedo entender tus miedos. —Me acomodé, poniendo las manos en el suelo mientras me sentaba con las piernas cruzadas—. Solo tienes que ver como antes estaba temblando y sin poder reaccionar. Es normal dudar, temer, creer que no eres suficiente. Creo que cualquier Elina lo tiene en una parte de su consciencia, pero hay que saber retenerla y decirle que no, aunque sea difícil.

Jela soltó una pequeña risa.

—Sonaste como mi madre —comentó. Rasqué con timidez—, pero... tienes mucha razón, solo que no es fácil.

—Nada es fácil, pero tenemos que seguir adelante para conseguirlo —le recordé—. Solo mírate por un segundo, no todas las Elinas logran completar los ocho años de estudio y ser una guerrera.

—E-Es verdad —susurró Jela, rascándose la oreja con suavidad.

—Pues si has llegado a este punto, ¿no crees que debes seguir luchando e ignorar esas voces? —pregunté, a lo que Jela afirmó con lentitud—. Mi hermana también estuvo en una situación así con sus estudios. Lo único que le dije es que no se dejara llevar por esas voces, que siguiera adelante con lo que le hacía feliz, que tuviera en cuenta que jamás estaría sola.

—Eso... son muy buenas palabras —murmuró Jela, para luego mirarme—. Debe de ser duro no poder ver a tu familia con tanta frecuencia como antes.

—Lo es. —Estiré un poco sus brazos para al final relajarlos—. Siempre que puedo les visito, aunque... esta noticia en concreto, debo decírselo cuanto antes para que no se preocupen.

—Inevitablemente lo harán.

—Lo sé... —Con cuidado, me fui tumbando para mirar hacia el cielo nublado—. Pero por ahora quiero relajarme un poco aquí y luego les diré todo.

Era la mejor idea que podía tener, porque sabía que, si se lo decía, me pondría a llorar. Dejé que pasara el tiempo, para que cuando llegara el momento, lo dijera todo.

Aunque... ¿Para que mentir? Había llorado al final.

Lo hice enfrente de mi hermana, sintiendo su abrazo que me aportó fuerzas, pero a la vez un gran pánico que me dejó sin aire. Aspaura no comprendió nada hasta que le dije la verdad, una que le dejó sin palabras. Su mirada bajaba con lentitud para luego alzar su cabeza e irse hacia uno de los cajones. No comprendí lo que hizo hasta que vi unos guantes blancos en sus manos.

—¿Q-Qué es esto?

—Es un regalo de las dos, pero mamá insistía en que no lo dijera hasta más adelante —explicó, dándomelos con cautela—. Son los guantes que usó cuando fue una guerrera. Me dijo que como no tenía nada más que enseñarte, veía óptimo que usaras los mismos guantes con los que usaba su magia y tocaba su arpa. Cree que te serán muy útiles y que te darán suerte.

Maldecía el hecho de no tener el tiempo para estar con mi madre para darle las gracias. Tener los guantes hacía que su presencia estuviera a mi lado, protegiéndome, abrazándome y dándome las fuerzas que necesitaba.

Entre lágrimas, miré a mi hermana con una sonrisa dolorosa.

—Dile a mamá que cuando pueda volveré y estaré con ella, antes de que...

Aspaura me interrumpió agarrándome de los hombros para abrazarme.

—Quiere que regreses a casa con la victoria que necesitamos. Solo así podremos estar juntas como pequeñas. Disfrutar de todo el tiempo que nos merecemos.

Lloré como nunca había hecho, pero a pesar de ese desahogo, sentía una fuerza a mis espaldas que me mantenía en pie. Melodías pasadas que me dejaban un mensaje, uno que no podía ignorar.

Contaban conmigo, y no iba a decepcionarlas.

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