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Capítulo 18: Sentir devoción.

Ser una guerrera no era fácil. Teníamos que adaptarnos a un horario ajustado. Ahora ya no solo estudiaba, sino que me encargaba de proteger la ciudad. Las primeras semanas nos enseñaron lo primordial. Entrenamientos largos que debíamos comprender nuestra magia porque el cuerpo tenía que fluir con ella. El baile.

—Eso es lo que tu madre nos enseñó —me susurró Jela, a lo que afirmé.

—Pero enseñan de distinta forma. Mira cómo mantenemos los brazos en el baile. Mi madre no empezó con eso, sino con el equilibrio y resistencia en nuestras piernas —susurré.

—Sí, pero esto tendría que...

—¡Profesora Urosia! ¿Por qué no se nos enseñó antes bailar con la magia? —preguntó una de las presentes.

—En los primeros años es cuando se intenta comprender la magia con el apoyo de un instrumento para luego ser nosotras mismas las que podamos crearla, o incluso muchos más instrumentos que solo uno como si fuera una pequeña orquestra —explicó, poniendo las manos en su espalda—. Cuando la magia se domina a la perfección, entonces se da la opción de bailar. Esto al no ser tan obligatorio en la vida cotidiana, no se enseña a no ser que quieras ser guerrera.

Eran palabras similares que había dicho mi madre, aunque en su caso decía que era mejor aprenderlo al menos en el octavo curso. Después de todo se decía que el baile daba grandes energías y evitar los problemas a futuro que la vejez traía.

—Qué bueno que tu madre nos enseñó —murmuró Jela con una leve risa—. Ya no me resulta tan difícil.

—Sí, pero no te confíes, recuerda eso —contesté, sonriéndole también.

Era obvio que Jela, Urai y yo destacáramos, incluso ayudamos a otras Elinas. En ocasiones, no podía evitar mirar a Urai, que se mantenía casi siempre al lado de Urosia. Se me olvidaba que se había encargado de cuidarla en el tiempo que estuviera como guerrera, incluso fuera de clases, lo que me impedía verla más que en la noche.

—Seguro que pronto la dejarán libre —supuso Jela, poniendo la mano en su barbilla—. Cuenta con que en unos meses estará con nosotras como de costumbre.

—Eso espero, Jela —susurré, cruzando mis brazos.

Cuando era la hora de comer, quedaba con mi hermana cerca del Gran Árbol. Al principio le dije que no era necesario, pero insistía en que así disfrutábamos del poco tiempo que teníamos juntas. La biblioteca o quedar por las mañanas antes de las clases no era suficiente.

—¿Tendrás algún día festivo para ti sola? —preguntó Aspaura.

—No lo creo, hermana. Ya sabes cómo van las cosas —respondí con pesar, viendo como miraba su comida con desgana.

—Espero que al menos tengas un día porque es duro no verte en casa. Mamá a veces pregunta por ti.

—Sabes que intento tener las horas libres que pueda de un sitio u otro, pero me temo que no es posible. Las tardes las tengo ocupadas para vigilar la ciudad y pronto nos pondrán cerca de Haile, donde está el conflicto.

Sabía que esa zona era donde aún aparecían los fallos, lo creaba una gran tensión en sus hombros.

—Confío en ti, hermana. Lo sabes bien —me admitió, mirándome de reojo—, pero no hagas ninguna locura más como esa vez.

—Lo prometo, hermanita. —La abracé de lado—. Esta vez soy una guerrera y tengo la experiencia de mi lado creciendo sin descanso.

Me sonrió aliviada y correspondió el abrazo. Un silencio que siempre me recordaba mi misión y el cuidado que debía tener.

Cuando la tarde llegaba era cuando debía ponerme al cien por cien. Al principio eran un poco aburridas porque vigilaba la zona central. No me tenía que preocupar de mucho más que las jóvenes Elinas no fueran hacia el barrio de Haile.

Toda aquella que me veía me identificaba por los nuevos tatuajes que tenía en mis mejillas, una figura ovalada. Se decía que la Elina que tuviera tres puntos a su alrededor de la figura, se consideraba una guerrera de gran poder, o sea, una Lia Innactia. Si eran dos, una Suia Bialena, si era solo uno, una Suia Biale. En este caso, al ser solo la figura ovalada, no éramos más que Sianes dispuestas a luchar y proteger nuestra ciudad.

Caminando a ritmo calmado, me encontraba con varias que regresaban a su hogar tras un largo día de trabajo. A veces me encontraba con Ilona o Aline, conversando no más de unos minutos porque debía seguir con mi trabajo. Cuando la jornada terminaba, regresaba a mi nuevo hogar, para descansar y empezar un día más.

Así habrían sido los primeros días hasta que empezó la acción de verdad.

—Bien, prestad atención porque solo lo explicaré una vez —habló Urosia. Cruzó sus brazos e indicó en el mapa donde se encontraban los puntos exactos que atacaban los fallos—. Ya sabéis como hay que actuar. Discreción total situándonos en los árboles o techos. Creo que no nos hace falta repetir eso. Lo que sí es importante es la coordinación en los grupos de cinco que formaremos para proteger toda Sinea.

Prestaba total atención para luego mirar mi alrededor en cuanto dijeron los grupos. Me alegraba mucho poder estar con Jela, Croisa, Ina y una nueva compañera llamada Ouia.

—Rotaréis entre los barrios cada semana. Los cinco primeros grupos irán hacia la zona sur, Claisa. Los cinco siguientes al este, Airos. Los otros cinco al sur, Claisa y los cinco últimos al norte, Nai.

—Es un alivio que tengamos a varias Elinas de nuestro lado —comentó Ina con cierto alivio.

—De igual forma no debemos confiarnos —aclaró Croisa, cruzando sus brazos—. La prueba que hicimos en su momento fue un ejemplo. Esto ya es más serio.

—Sí, y recordar que hay bajas entre nosotras porque los fallos se han vuelto mucho más agresivos. No os dejéis engañar y preparaos bien en cuanto armas y medicinas que podamos llevar —recordó Jela.

—P-Puedo llevar algunas medicinas —intervino Ouia, levantándose del asiento para mostrar su cinturón con varias bolsas—. Suelo llevarlo en casos de emergencia. Podría venir bien.

—Eso es genial, Ouia, y con tu olfato podremos encontrar las plantas que necesitemos en caso de que nos falte —añadí.

—¿No es gracioso? —intervino Croisa de nuevo—. Ouia es el olfato. Ina la vista. Urchevole el oído. ¡Somos el grupo de los sentidos!

—Falta el gusto y tacto —comentó Ina con una leve risa.

—El tacto soy yo y Jela el gusto —respondió Croisa con una leve risa.

—¿¡C-Cómo que yo el gusto?!

—¡Atención! ¡Por Sensibilidad! ¡Aún no he terminado!

El grito de Urosia hizo que nos pusiéramos firmes en el sitio y siguiéramos escuchando. No podíamos distraernos, y más cuando pronto íbamos a ponernos en marcha a vigilar Sinea.

Al principio todo se mantenía con una calma demasiado inusual. Teníamos informes de la ciudad que nos permitían conocer mejor a los fallos. Detalles los cuales nosotras pudimos vivir en nuestras pieles. En esta ocasión, nos obligaban ir de nuevo hacia el barrio de Haile.

—¿De nuevo? —preguntó Ouia, gruñendo cansada.

—No nos queda otra —respondí mientras nos preparábamos todo para ponernos en marcha.

—Aun no soy capaz de quitarme el hedor que desprenden —comentó, levantando sus manos y oliéndolas—. ¡Eso no era natural! No sé cómo expresarlo siquiera, ¡era como...! ¡Uhg!

Comprendía lo que decía. Ese hedor no era propio de la naturaleza, ni siquiera perfumes. Nada. Era como si fuera miles de mezclas destructivas que rompían con el sentido del olfato.

—Lo sé, Ouia. —Suspiré, cruzando mis brazos—. No sé cómo te permiten seguir adelante si a lo mejor...

—No tuve heridas, Urchevole. Me salvaste a tiempo —me recordó, poniendo la mano en mi hombro—. Te debo una muy grande.

—No es para tanto, Ouia. Lo que me preocupas eres tú. ¿Estás segura que estás apta?

—Las médicas me hicieron un chequeo exhaustivo de todos los sentidos. Me dijeron que todo está en orden y que puedo seguir adelante —respondió, sonriendo confiada—. En cuanto heridas apenas recibí alguna porque ¡fuiste muy veloz! Así que estoy como una nota perfecta.

Aunque me dijera esas palabras, la preocupación aun persistía. Ya no solo era que afectaban a nuestros oídos, sino que ahora iban a por los demás sentidos.

—Urche, no sé a qué le estás dando vueltas, pero esto que ha ocurrido ayer es un avance. Esos fallos están atacando nuestros sentidos. Tenemos que protegerlos y hacerlos frente como hicimos con los oídos. ¿O acaso no recuerdas como intentaron ensordecer? ¡Casi te quitan lo más importante de las Elinas!

Era cierto, pero no lo consideraba tan grave teniendo en cuenta que ese fallo había ido hacia su cabeza. Conmigo, si bien caí contra el suelo y perdí la audición, no fui atacada con tanta violencia.

—Tienes razón. Estos informes serán útiles, pero tenemos que ser mucho más previsoras que antes —aclaré, agarrando mis pertenencias—. Por ahora reunámonos con las demás. No podemos perder más tiempo.

Era importante estar a la hora para evitar distracciones de por medio. Por ello nos apuramos y nos movíamos cada día. Era agotador, pero nos acostumbrábamos con facilidad, incluso si era rotativo.

Reunidas en el lugar, nos veríamos rodeadas por las casas y los árboles gruesos. Apenas había viento y el Sol nos acompañaba, dando un color que no nos alegraba ni relajaba. Ina, situada en lo más alto, vigilaba todo como si fuera un Búeon. Aves con máscaras en su rostro y de grandioso tamaño, caracterizados por su espléndida vista.

—¿Alguna novedad? —preguntó Croisa, mirándola de reojo.

—No. nada, Por el momento todo tranquilo —respondió, bajando con cuidado del árbol—. Iré avanzando por otros lados.

—Recuerda no separarte, eres nuestros ojos —recordó Jela.

Ina afirmó y se movió para subir a otro árbol donde vigilar. Mientras, cerraba mis ojos, inmóvil en el sitio intentando escuchar cualquier mínimo sonido.

—¿Escuchas algo? —preguntó Croisa. Negué con mi cabeza, sin moverme del sitio—. Ah, parece que están muy tranquilas. hoy.

—No te confíes, Croisa. Sabes que pueden tener algo planeado —recordó Jela.

—Ninguna ha podido oír, ver u oler algo. —Se giró hacia Ouia—. ¿No es así?

—Tampoco huelo nada. ¿A lo mejor se han rendido?

—Eso es imposible —contestó Jela, mirando hacia los bosques—. Puede que a lo mejor se estén preparando para algo mayor. Ahorrando fuerzas.

—¿Y si fueron a otros lados? —pregunté sin moverme.

—Seríamos avisadas por la sinfonía —contestó Croisa para luego mirar al cielo—. Han pasado horas y no ocurrió nada. No sé si a lo mejor...

—No podemos adentrarnos —recordé, frenando sus ideas.

—No pensaba en eso, no estoy tan loca. Pensé en que podríamos decirle a Groina y Urosia de ir a los Bosques de la Frialdad un grupo más grande —explicó, soltando un suspiro—. Llevamos tiempo así y si a lo mejor están preparando algo. Podríamos ir a los bosques, expulsarlas y con ello ganar terreno y presión.

—Desconocemos cómo son los bosques —murmuré, concentrándome para escuchar mejor.

—No del todo si en su momento intentaron ir. ¿No te acuerdas? —preguntó Jela.

—Sí, pero salió mal y por ello estamos en esta situación. Una segunda vez no sería lo ideal —contesté, apretando un poco mis labios.

—Pero así no conseguiremos nada y tenemos un montón de información sobre los fallos. ¡Creo que es la ocasión! —animó Croisa.

—No creo que...

—Ch-Chicas. —La voz de Ina nos interrumpió al bajar rápidamente del árbol—. Cr-Creo que he podido ver algo, pero necesito que alguien venga conmigo por-porque no sé si es una Elina.

—¿C-Cómo que una Elina? ¡Esta zona no debería haber nadie!

Ina se quedó sin palabras ante el grito de Croisa mientras me levantaba del suelo.

—Iremos juntas, solo por si acaso. Que unas se encarguen de la Elina y otras vigilen —hablé con seriedad para luego mirar a Ina—. Indícanos donde.

No perdimos el tiempo. Ina lideró mientras subíamos y saltábamos entre las ramas de los árboles. Poco tardó en llevarnos, al lugar donde había visto la pequeña sombra moverse entre los bosques. Seguía observando mientras trataba de escuchar y Ouia intentaba percibir los olores.

—Mi vista no me falla, de verdad que no —aseguró Ina, apareciendo pequeñas lágrimas—. ¡J-Juro que vi algo o...!

—No podemos entrar en pánico ahora, Ina. No en este sitio —recordó Croisa.

Con el silencio angustiante acompañándonos, logré escuchar una voz aguda a lo lejos, una que me puso de pie de inmediato. Las demás me siguieron, siendo Ina la que pudo dar un aviso:

—¡A lo lejos! ¡Veo su figura! ¡Es una Elina!

Aun con ello no dudamos en activar la música. Nos separamos. Fui la primera en acercarme hacia la Elina que podía ver en medio de la oscuridad que cada vez nos iba rodeando. El Sol, por desgracia, era cubierto por las hojas, lo que nos dificultaba la visión. Era confiar en Ina plenamente y escuchar la melodía de la joven Elina.

Una melodía que me hizo frenar de inmediato en el momento que me di cuenta que esta no como la nuestra.

—¡Es una trampa! ¡H-Han tomado...!

El aviso de Ina sirvió de poco cuando me obligué a moverme de un lado para impactar contra el suelo. Di el primer ritmo de la canción, una que obligó que la figura de aquella Elina, revelara su verdadera apariencia. Me quedé sin aire cuando descubrimos que esos fallos copiaban nuestra apariencia.

Se rio confiado, y antes de poder hacer nada, el ritmo agresivo y estruendoso que emitía Croisa hizo que estampara contra el suelo. Se quejó entre dientes, pero sin quitarme ojo de encima.

—¿Cuándo os daréis cuenta que intentarlo no merece la pena? ¡Acabaréis muertas! ¡Todas y cada una de vosotras!

Sus palabras no me intimidaron. Solamente lo observé en silencio, viendo como mis compañeras lo tenían retenido con la música. Observé a mi alrededor, y como si nos entendiéramos, aproveché para hacerle preguntas.

—¿Qué es lo que consigues con esto? Cada uno de vosotros morís. No tenéis nada ante nosotras —hablé sin temor, mirándole con un claro desprecio.

El fallo se rio de nuevo, sonriendo sin descanso.

—Deseo regresar a ese año glorioso, y aunque me cueste la vida, cumpliré mi cometido. Da igual cuantas veces sean.

«¿Cuántas... veces sean?», me pregunté, pero no me distraje y seguí preguntando:

—¿Para quién trabajas?

—¿Para quién trabajo? ¡Para aquel que nos dio todo y al final desapareció! —Soltó una carcajada para mirarme con una excesiva confianza—. ¡Creéis que todo está equilibrado ante su inexistencia! ¡Pero solo caéis en un vacío de mentiras! —respondió en un grito, intentando levantarse del suelo, aunque no podía por mucho que intentara.

—¿Quiénes sois y porqué estáis aquí?

Se rio de nuevo, pero le salió caro cuando la música daño sus extremidades, haciéndole gritar, pero la sonrisa no desaparecía. Era como si le diera igual el dolor, o incluso lo disfrutara.

—¡Habla! ¡Di la verdad si no quieres que sea peor tu sufrimiento! —grité.

—¡Oh no tienes ni la menor idea! —chilló, mirándome con odio—. Miles de cientos de años hemos estado aquí. ¿¡Creéis que asusta tus amenazas cuando conocemos la peor tortura que puede existir?! ¡Sois tan insolentes! ¡La de verdades que os queda por saber y todo porque no os atrevéis a salir de aquí! ¡Cobardes que creen que estarán a salvo bajo la protección de Sensibilidad! ¡Cuando solo es una inútil que acabará suicidándose!

Sus palabras fueron las peores que pudo elegir. Antes de que pudiera hacer nada, Croisa, con todo el odio acumulado, atacó sin descanso mientras le chillaba a pleno pulmón.

—¡Cerdo sin sentimientos! ¡Fallo sin compasión! ¡A Sensibilidad nadie la insulta de esa manera! ¡Nadie!

Aunque intentáramos calmarla, poco sirvió cuando lo mató, resonando la risa del fallo en los bosques. Nadie le recriminó nada teniendo en cuenta que había pronunciado el nombre de Sensibilidad de esa manera.

Por lo menos... teníamos un poco de información. Una que no debíamos dejar pasar.

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