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Capítulo 16: Jura por Sensibilidad...

Todo era borroso, pero podía identificar la  enfermería de la Escuela. Trataba de adaptarme a la luz, encontrando algunas enfermeras que preparaban medicinas naturales. Intenté levantarme, pero mi melodía creó unas notas más débiles que captaron su atención.

—Con cuidado, Urchevole. Aún no estás recuperada. Tu espalda tiene heridas que deben de ser tratadas —me explicó una de las enfermeras, poniendo las manos en mis hombros.

Obedecí sin pronunciar ni una sola palabra, escuchando lo que me tenían que decir.

—Las pruebas han terminado. No llevas mucho tiempo dormida, solo una noche —explicó con una sonrisa tranquila—. Tu familia está bien, son conscientes de lo ocurrido. —Me percaté que con sus manos traía un pequeño cuenco de madera—. Por favor, necesito que te tomes esto, mejorará el dolor de espalda que tienes.

—¿Es muy grave? —pregunté, intentando incorporarme para tomar un poco del líquido viscoso.

—No, nada grave que hayamos podido ver. No tuviste ninguna marca, más que la de tu brazo izquierdo, la cual se ha recuperado bastante rápido —explicó. Cuando terminé de beber la medicina, dejó a un lado el cuenco de madera—. Tienes una recuperación muy rápida y con esta medicina, creo que estarás curada en un visto y no visto.

—¿Po-Podría a-avisar a mi hermana?

—Están afuera esperando, ¿quieres que entren?

Afirmé y la enfermera salió para darles el aviso. Poco tardaron, siendo mi hermana la primera en abrazarme, cayendo lágrimas mientras le agradecía a Sensibilidad. Mi madre se quedaba a mi lado para agarrarme de la mano, viendo sus ojos rojizos.

—No hagas esas locuras más, me da igual que hayas matado a ese fallo musical tú sola, ¡¿entendido?! —exigió mi hermana.

—¿C-Cómo? —pregunté, frunciendo el ceño—. ¿Matar al fallo?

—Aspaura, ahora mismo tu hermana no se acuerda por toda la energía que gastó —explicó la enfermera, para luego mirarme—, pero es cierto, acabaste tu sola con ese fallo musical y lograste proteger a Croisa y Urai.

Eso no había sido así. ¡No había sido así! Lo recordaba bien. Ese hombre matando al fallo de un golpe. Me acordaba bien de su presencia, fuerza y ese otro idioma. ¿¡Acaso ellas no lo habían visto?!

—Creo que es mejor que mi hija descanse un poco. Ha sido mucho y tiene que procesar mucho aun —pidió mi madre.

—Estoy de acuerdo, pero avisaré a Groina y Urosia. Aparte de pillar algunos suministros para darle la medicina correspondiente.

—La cuidaremos bien, no se preocupe —aseguró mi madre.

Cuando la enfermera cerró la puerta, puse las manos sobre la cabeza.

—Nada de lo que dijo era cierto. No acabé con ese fallo, yo... yo... —pronuncié en alto, logrando que mi hermana y mi madre me miraran.

—¿Cómo qué no? —preguntó Aspaura, frunciendo el ceño—. ¿Quién sino? Dijeron que no había nadie más, que ese fallo estaba muerto. Fuiste tú.

—Yo no... yo vi...

Mi madre me miraba con detenimiento, dándose cuenta de que había algo más que era incapaz de decir. Bajo un suspiro suave, se acercó a mi hermana.

—Es mejor que la dejes descansar un poco. Ha sido una prueba muy dura y saber que cuando salga de aquí, no pararan de hablar sobre lo que hizo, será el doble de agotador. Creo que es mejor apoyarla y acompañarla para que se sienta más tranquila.

Aspaura estuvo de acuerdo, dejando que reposara, o al menos era la idea hasta que recibí la compañía de Urai y Jela.

—¡Urche! —Ambas chillaron a la vez, corriendo para abrazarme con fuerza.

—¡C-Chicas! —Correspondí al abrazo, aunque era doloroso por culpa de Urai—. ¡E-Esa fuerza!

—¡Perdón! —Urai soltó una leve risa, para luego soltar un suspiro y mostrar una clara culpa en su rostro—. L-Lo siento. Ah... C-Creo que es mejor explicarte todo.

Y lo hicieron, dejándome con más dudas que respuestas. Deseaba decirles que no había sido yo la que había acabado con ese fallo.  Fui protegida y no era Elina lo que me había salvado, sino un hombre. Otro ser que jamás había visto.

—Créeme que no hay Elina que hable sobre tus hazañas, Urchevole —aseguró Jela, viéndose la emoción en sus ojos.

—V-Vaya —tartamudeé algo avergonzada para luego alzar un poco la cabeza—. O-Oye, ¿y dieron las notas? ¿Ya sois guerreras?

—No, aun no dijeron nada —contestó Urai, mirándome con cierto arrepentimiento para luego mirar a Jela—. Oye, ¿puedo...? Ya sabes, lo que te dije antes.

Jela sonrió y afirmó, dejándonos solas en la sala.

Urai, tras un largo suspiro y un silencio un tanto incómodo, me miró con los ojos medio llorosos. A punto de decirle algo, me interrumpió poniendo la mano en mi brazo con cuidado.

—Me comporté como una estúpida.

—Urai, por favor n-

—Es verdad, Urchevole —interrumpió, bajando la mirada llorosa—. Me cegué demasiado con ser una guerrera, actuaba sin remedio alguno. Te puse en peligro como hice con Jela, dos veces, por si fuera poco. Todo esto ha hecho que no me consideren como una guerrera.

—¿Te lo dijeron?

—No, pero sé que será así —aseguró, lo que me hizo suspirar con pesadez.

—Aun a malas puedes inscribirte el año que viene. Aprendiendo de tus errores, capaz te consideran —expliqué, manteniendo la calma.

Urai apretó sus labios.

—¡¿Por qué crees que me considerarían si por mi culpa dejé a mi grupo en peligro?! ¡Y luego os puse a vosotras en riesgo por gritar y desobedeceros de esa manera! ¡He actuado mal, Urchevole! —Soltó un largo suspiro, cerrando sus ojos con fuerza—. Durante estos días estaba obsesionada en conseguir algo que no podía y al final... y al final...

—De los errores uno aprende, Urai y en tu caso te diste cuenta de ello —interrumpí en un tono más amable y tranquilo.

—Porque me di cuenta de mis acciones al saber que habías salvado nuestras vidas. Me di cuenta de lo que en verdad significaba ser una guerrera gracias a ti.

Suspiré bajo una leve sonrisa, negando con mi cabeza y mirándola con paciencia.

—Acepto tu perdón si te das cuenta de los errores para evitarlos, y, en especial, que dejes a un lado esa obsesión como yo tenía —respondí. A Urai le temblaban sus labios—. Comprendo que al final una tiene sus problemas personales y todo lo demás, pero somos tus amigas. No íbamos hacerte ningún mal.

Urai agachó la cabeza y vi como apretaba sus puños. Su Leia mostraba notas inestables y desafinadas.

—Gracias Sensibilidad, gracias por mantenerla viva —susurró Urai, sin mirarme aún.

Como mejor pude me levanté de la cama para abrazarla con el cariño propio de una amiga. Un gesto que tomó por sorpresa a Urai, escuchándola llorar como un bebé recién nacido. Tanto era el escándalo que Jela entró, viendo el emotivo momento que teníamos.

Esa mañana, Jela y Urai me explicaron que todo lo que había ocurrido se enteraron todas las Elinas, incluso  Ilona, Aline y Haui. Sabía que iban a preocuparse aún más cuando estaba recuperándome, pero no me quedaba otra si al fin y al cabo los rumores tenían ese efecto.

Tomo su tiempo para que me dejaran volver a casa. Unos dos días en concreto. Podía caminar, pero con la ayuda del bastón, lo que me hacía sentir más mayor de lo que era. Aun así, era un alivio retomar mi vida cotidiana, aunque bastante incómodo por como las Elinas me observaban.

Mi madre me ayudaba con el proceso de recuperación y también fui entrenando con mi Leia, aunque no con la misma intensidad. Aparte que mi madre no me permitía estar demasiado rato y me vigilaba, más cuando pude regresar a casa e intentar tomar la rutina de siempre.

En uno de esos entrenamientos, mi madre hizo varias preguntas sobre lo ocurrido. Fui sincera con mis palabras, viendo la sorpresa en sus ojos.

—U-Un ser... ¿C-Con alas y piel oscura? ¿U-Un hombre dices?

—Sí. Fue el que mató a ese fallo.

Miró a otro lado por unos segundos para al final soltar un suspiro.

—Esto puede ser un inconveniente para ti porque querrán saber cómo acabaste con ese fallo.

—Lo sé muy bien y me da mucha rabia que me pregunten. Siempre digo que no recuerdo porque fue demasiada energía gastada. Es una excusa que dudo que dure para siempre.

—Entonces ya sabes lo que toca —comentó mi madre, poniendo las manos en sus caderas—. Al parecer, los fallos no muestran su Leia, como si no tuvieran, por lo que la melodía de la nostalgia no siempre será una opción. Habrá que utilizar el baile también junto a la defensa. Seguir entrenando con la magia.

Afirmé con una sonrisa ligera.

—Puedo empezar aho...

—No. Ahora vas a descansar. Utilizas aun el bastón y te es difícil usar tu Leia. ¿Cómo puedes pensar en entrenar? —preguntó, cruzando sus brazos.

—Ah. T-Tienes razón. Será mejor que descanse —murmuré, desviando la mirada.

—No te preocupes por las notas —aseguró, acariciando mi cabello—. Tardan bastante porque son varias guerreras que analizar y considerar si son aptas o no. Créeme que hasta una semana no lo tendrán.

Era demasiado tiempo, pero al menos el suficiente para recuperarme como era debido. Miré a mi madre y la abracé con todas mis fuerzas. Una forma de calmar mis nervios cuando llegara ese momento.

Notas desorganizadas y temblorosas. Un perfecto concierto caótico de Elinas deseosas por el resultado. El día había llegado.

—Y justo Jela se enferma —murmuró Urai, cruzando sus brazos con un notable tembleque en sus piernas.

—Supongo que a ella se lo dirán en otro momento —supuse, mirándola de reojo.

—Eso espero.

—Jóvenes Elinas, seguirme por favor. —La voz de Groina hizo que las presentes la miraran con atención—. Las notas serán dichas en el aula de la primera planta que ahora os indicaré.

Pronto subimos por las escaleras doradas que, por cada paso se escuchaba una nota musical, componiendo la sinfonía de las guerreras Elinas. Una melodía fuerte que despertaba las energías de cualquiera.

Encontrábamos con las enredaderas y pequeños brotes de flor atadas en las barandillas.  Llegando hacia la primera planta donde Groina nos explicó la organización de esta. Enfrente se encontraba el pasillo donde se encontraban las clases que solo podían acceder las guerreras. También estaban las grandes salas donde se podría entrenar con las magias y el baile.

—Qué bueno que tu madre nos enseñara el baile antes de tiempo —susurró Urai con una sonrisa traviesa.

—Sí, pero creo que tienen consciencia Groina y Urosia —le susurré, mirándola de reojo.

—Dudo que nos recrimine por eso.

Seguimos escuchando a Groina. A la derecha se encontraban las habitaciones de las guerreras. La amplitud era la suficiente para que cupieran los muebles necesarios. Por último, en los pasillos de la izquierda se encontraban la biblioteca y una pequeña área de descanso para comer.

—No siempre suelen haber guerreras durmiendo aquí, solo las que se encuentran lejos del Gran Árbol de Enlia —explicó Groina.

—Es posible que yo tenga que tomar una al estar lejos del Gran Árbol —supuse.

—Capaz seamos compañeras de habitación —comentó Urai con una ligera risa, para al final soltar un largo suspiro bajando la mirada—. Si consigo ser guerrera...

—Seguro que sí —la animé, abrazándola de un lado—. No pierdas la esperanza, ya es mucho que puedas subir aquí sin que Groina te dijera nada.

Urai afirmó en silencio, alzando su cabeza para escuchar a Groina.

—Dicho esto, comenzaré a decir a cada una su nota en una de las aulas que os enseñé al principio. Será a solas con la alumna, por lo que tendréis que esperar por aquí hasta que diga vuestro nombre y apellido, ¿entendido?

¡Cuánto desastre sinfónico! Cuando Groina empezó a nombrar, escuchamos el pánico en los instrumentos. Nosotras también lo estábamos porque no éramos de las primeras en la lista. Intentamos no darle vueltas al dar una pequeña caminata hacia las habitaciones.

—Imagínate dormir aquí, debe de ser un poco ruidoso —supuso Urai.

—Lo dudo, sino no habría tantas guerreras viviendo —murmuré, mirando el pasillo.

—También es verdad, o a lo mejor es porque no les queda otra porque viven lejos de aquí.

—Puede ser, puede ser —susurré, mirando una de las puertas de las habitaciones. Estaba entreabierta.

A duras penas vi el interior. Estaba hecho de madera, iluminada por el Sol que hoy nos acompañaba con la gran ventana que tenía al lado de la cama. Los muebles eran los justos y necesarios: una cama, una cómoda, un armario y poco más.

—Supongo que tendrá baño, pero no la veo —susurré, acercándome cada vez más.

—No te acerques demasiado, que te va a ver. —Urai me agarró de la mano para que no me acercara, pero esto hizo que soltara un pequeño chillido sin querer—. ¡Urchevole!

—¡No me des estos sustos!

La puerta de la habitación se abrió del todo, viéndose a la guerrera peinando su cabello para hacerse unas trenzas. Su mirada mostraba una clara confusión que nos obligó a disculparnos y salir de ahí.

—Menuda impresión hemos dado...

—¡Si no me hubieras asustado, no habría pasado nada!

—¡Ibas a mirarle toda la habitación e incluso el baño!

—¡Capaz porque me interesaba ver cómo era la habitación ya que vivo lejos de aquí!

—¡Qué ansias te has vuelto de repente! ¡Ya lo verás más adelante!

La discusión no fue a más cuando el nombre de Urai fue pronunciado con fuerza por parte de Groina. Vi como la tensión de sus hombros, apretando sus dientes sin querer para luego mirarme de reojo.

—Reza a Sensibilidad para que no sea demasiado grave —susurré.

Urai afirmó, acercándose hacia el aula para cerrar la puerta detrás suya.

Me quedé dando vueltas de un lado a otro. No sé bien cuánto tiempo pasó, pero cuando la puerta se abrió con delicadeza, vi a Urai con los ojos llorosos, siendo incapaz de pronunciar ni una sola palabra.

Intenté abrazarla, pero nada más hacerlo...

—Me dieron una oportunidad...

Me separé, mirándola sin creerme sus palabras.

—Pero eso es...

—Me dieron la oportunidad para ser una guerrera, pero bajo la vigilancia de Urosia. S-Soy...

Me abrazó con fuerza mientras repetía palabras sin sentido. Sin saber bien cómo, la tranquilizaba con lo mejor que tenía en mis manos.

—No gastes esta oportunidad, Urai —murmuré con paciencia—. Te vigilarán y debes demostrar que eres capaz de ser una gran guerrera. No las decepciones.

Urai afirmó, mirándome con las lágrimas de por medio para respirar hondo, como si eso le diera las fuerzas necesarias.

—Debo reunirme con Urosia, así que no podré estar aquí esperándote —me explicó, para luego mirar hacia la puerta—. Creo que pronto te llamaran. Espero que no sea demasiado tiempo.

—Tú no te preocupes y ve. Cualquier cosa me haces saber, ¿entendido? Nos veremos en clases como de costumbre.

Agradeció mi apoyo y compañía, saliendo con una pequeña sonrisa, pero sin poder asimilar aun lo ocurrido. No me creía que le dieran otra oportunidad, pero al menos sabía que Urai iba a demostrar que era digna.

Esperé hasta ser la última en entrar. Tragué saliva sin querer hasta que mi nombre fue pronunciado. Una vez dentro, cerré la puerta detrás de mí. El aula tenía varias mesas y sillas organizadas con algunas estanterías llenas de libros y mapas. El Sol nos acompañaba gracias a las grandes ventanas que había, lo que permitía que la calidez inundara mientras me ponía firme enfrente de Groina.

Vi como se acomodaba, dirigiendo sus ojos para analizarme. Con tan solo su presencia lograba dejarme sin aire, siendo una Elina que podía acabar con cualquiera que la cuestionara.

Respiró profundo y comenzó hablar con su voz grave que la distinguía de las demás:

—Me alegra verte recuperada. Nuestras enfermeras te han cuidado bien y estoy segura que tu madre se ha encargado de que cumplieras con la recuperación. Aparte de entrenarte —supuso, a lo que afirmé—. Eres un caso único, Urchevole. Has estado en la boca de muchas Elinas en estos días, es obvio que no has pasado desapercibida. —Volví a afirmar, viendo como ponía sus brazos apoyados sobre la mesa para poner su barbilla encima de sus manos.

» Dicho esto, sabemos bien lo que has hecho en las pruebas. Lideraste a tu grupo, coordinaste muy buenos ataques con los maniquíes, supiste cómo actuar en todo momento como Elina en medio de un combate y aplicaste los conocimientos que dábamos en clases en caso de una situación grave como fue el caso del grupo de Jela y Urai.

Tragué saliva, sintiendo una presión inusual en mi pecho al ver como me analizaba. Era como si deseara verme dudar o si esperara a que dijera algo más.

—También está el hecho de que acabaste con un fallo musical. Tú sola —añadió, apoyándose contra la silla mientras cruzaba sus brazos—. Sabes que eso es imposible, nunca ha ocurrido con las guerreras que tenemos. Solo yo y Urosia, y aun a duras penas.

—Yo...

—Pero teniendo en cuenta que descubriste uno de sus puntos débiles y que tienes a Melian de tu lado, no me extraña en parte que hayas sido capaz, más al saber que usabas tu Leia sin mover tus brazos —me interrumpió, soltando un suave suspiro para deshacer el cruce de sus brazos—. Conocía bien a tu madre, fuimos amigas en su momento. Ella logró ser una de las mejores guerreras, de hecho, ella habría sido una Lia Innactia de no ser que naciste. Lo que me hace la siguiente pregunta, ¿por qué deseas ser guerrera?

Respiré hondo y cerré mis ojos para abrirlos con decisión.

—No voy a mentir, Groina. En su momento deseaba ser guerrera para cumplir el deseo de mi madre. Creía que ella no se sentía feliz al tenerme a mí, que había perdido una oportunidad, por ello deseé ser la guerrera que mi madre no pudo disfrutar del todo —respondí, viendo como Groina entrecruzaba los dedos de sus manos—. Con esto dicho, ahora mi perspectiva ha cambiado bastante. Son siete años, y mi motivo ahora es, no solo para proteger a mi familia y a las Elinas, sino recuperar lo que es nuestro y acabar con esos fallos.

Groina se quedó en silencio, observándome de arriba abajo. Respiró profundo, separando los dedos de sus manos para expulsar el aire.

—En tu familia todas han sido guerreras. Tienes en tu sangre el valor de una y eso es algo que no ha pasado nada desapercibido —explicó, mirándome fijamente—. En esta decisión, no solo yo intervine, sino que también Urosia, vuestros profesores y Xieli.

—¿I-Incluso la directora?

Que Xieli hubiera intervenido en algo así, hacía que mi corazón bombeara con muchísima fuerza. ¿Por qué? ¡Ella no intervenía tanto en esto!

Groina se levantó del asiento para ponerse firme, levantando su mano derecha para que sus tatuajes brillaran en color blanco.

—Urchevole Denilia, ponte firme y pon tu mano en tu corazón.

Obedecí, pero no pude evitar que mis piernas temblaran. Veía la belleza que desprendía con sus tatuajes, cicatrices y vestimenta, demostrando ser una guerrera formidable que toda Elina deseaba ser.

—Jura por Sensibilidad que darás tu fuerza y valor por las Elinas.

Tragué saliva. 

—Juro por Sensibilidad que daré mi fuerza y valor por las Elinas.

Groina afirmó y continuó:

—Jura por Sensibilidad que protegerás a los que estén en peligro, a los que necesiten esa ayuda cuando sea necesario. Incluso si es dar tu vida para salvarlas.

—Juro por Sensibilidad que protegeré a los que estén en peligro, a los que necesiten esa ayuda cuando sea necesario. Incluso si es dar mi vida para salvaras.

Groina sonrió con suavidad, viendo cómo podía pronunciar esas palabras aun con mis labios temblorosos y con las lágrimas cayendo por mis mejillas.

—Jura por Sensibilidad que, por ella, y solo a ella, darás tu energía y fuerza para proteger este planeta...

—Juro por Sensibilidad que, por ella, y solo a ella, daré mi energía y fuerza para este planeta...

—Hasta que la muerte te desvincule del cuerpo.

Respiré hondo y cerré mis ojos por un momento, para al final abrirlos con determinación.

—Hasta que la muerte me desvincule del cuerpo.

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