Capítulo 15: Primer contacto.
¿Cómo era posible que las pruebas se hicieran en un lugar tan arriesgado como ese? ¡Éramos inexpertas! Ahora comprendía porque había tanta angustia. Incluso Urai mordía sus uñas, algo impensable entre las Elinas.
Nos pusimos en marcha hacia Haile, que nos llevaba hacia los Bosques de la Frialdad. Cada paso era negarme a la realidad, una caminata eterna como si el tiempo se hubiera ralentizado, pero que al final nos llevaba hacia ese destino y su silencio sepulcral. Aun si no eran los profundos Bosques de la Frialdad, el peligro era presente.
Miré hacia Groina. Su cabello atado dejaba visible las heridas y mordidas de las bestias. Una mirada poco compasiva y paciente de color verde, unos que carecían de brillo. Ordenó a Urosia vigilar la zona junto a las demás guerreras que nos acompañaron.
—Aclararé algunas cosas antes de empezar con las pruebas. —La voz grave de Groina hizo que nos giráramos—. He escuchado de sobra vuestras sinfonías y quiero que sepan que vosotras sabíais lo que había, más en este último año. Esos... Fallos Musicales. —Me miró por unos segundos, logrando que tragara saliva—. Han causado más conflictos en los últimos días, pero logramos retenerlas gracias a que hemos descubierto algunas debilidades.
—Eso se refiere a ti —susurró Urai.
—Lo sé—respondí en el mismo tono.
—Me parece injusto que no subieran puntos o el reconocimiento.
—Injusto es lo tuyo, Urai. No lo mío —le contesté, recibiendo una mirada poco agradable de su parte.
—Dicho esto, nos ha permitido movernos por estas calles alejadas de Sinea —continuó Groina, cruzando sus brazos—. La sección Haile ha sido punto de interés, pero hemos logrado reducir su número. Este lugar os permitirá experimentar lo que estamos viviendo mediante maniquíes envueltos en música. Tendrán un poder similar a ellos.
El viento dejaba esa gélida sensación en mi piel. Empleé desde mi Leia una melodía más cálida que me recordaba los días que me dormía junto a mi madre. Esto me aportaba la temperatura ideal y me tranquilizaba, aunque captaba la atención de algunas Elinas.
—Dicho esto, comenzaremos a formar los grupos y mostraremos la delimitación de las pruebas.
Nos organizábamos en grupos de cinco. La misión era simple, coordinarnos para acabar con los maniquíes que estaban dispersos por la zona. Aclararon que podríamos usar distintas estrategias que viéramos convenientes, pero prefería usar la discreción. Al no tener buena defensa, teníamos que movernos en lo alto de los árboles (de unos quince o veinte metros) para atacar.
De igual forma... no quitaba que aprendiera algo de defensa personal. Mi madre se negaba a que dependiera solo de la música.
Una vez hecho los grupos, miré a mis nuevas compañeras. Por desgracia no estaría con Urai ni con Jela, pero al menos podría entenderme con otras Elinas que fueran futuras guerreras a la larga.
—Así que estamos con Díea, Ina, Mella y Urchevole —comentó mi compañera de grupo, su nombre era Croisa—. Bien, creo que podemos hacer algo si nos comunicamos. Según dijo Groina, son maniquíes envueltos en magia de Sensibilidad que simulan el sonido de los fallos. —Me miró—. Urchevole, tu viste como eran y qué sonido tenían, ¿podrías describirlo?
—Creo que no es fácil describirlo y Neria lo dijo en su momento en clases, ¿no?
—Sí, pero lo has visto, al menos podríamos identificarlo en caso de que no podamos escucharlo —explicó Croisa.
Afirmé y detalle el aspecto que tenían, viendo el interés que tenían mis compañeras. De esta forma pude ver también algunas características de mis nuevas compañeras..
Croisa era la más seria y alta de las presentes. Díea era tenía los ojos anaranjados junto a varios tatuajes en su rostro. Ina era la más pequeña de todas. Por último, Mella tenía las vestimentas más llamativas, poco adecuadas para la prueba.
Cuando terminé de explicar y se formaron los grupos, Groina dio la señal para empezar la prueba. Saltamos hacia los árboles para buscar los maniquíes. No se escuchaba ni un solo paso ya que nos camuflábamos con el sonido de las hojas movidas por el viento. Solo las Elinas podían escuchar las melodías, por ello mismo me obligaba a quedarme quieta y cerrar mis ojos.
—Urchevole, ¿detectas alguna cosa? —preguntó Croisa.
—Por el momento no —murmuré, abriendo un momento mis ojos. Me apoyé en las ramas robustas que nos cubrían de la luz—, pero sería ideal ir avanzando de vez en cuando para que Ina y yo podamos dar mejor información.
Croisa no puso ninguna objeción y avanzamos en grupo. En ocasiones podíamos encontrarnos con las demás, pero no con Urai y Jela, lo que me dejaba las dudas sobre cómo les iría. Esperaba que les fuera bien y no se angustiaran, en especial Urai ante la penalización.
A veces frenaba mis pasos para escuchar. Percibía todo, sintiendo escalofríos en mi cuerpo. Era la pura tristeza por un lugar consumido por los fallos, y eso que solo era la entrada hacia los Bosques de la Frialdad. No me quería imaginar una vez que nos adentráramos.
Habría un momento donde nuestros pasos frenaron al escuchar una melodía distinta. De normal las Elinas teníamos una relajada con los mismos instrumentos delicados. En este caso, podía escuchar unos tocados con poca precisión y rabia, como si intentaran emular a los fallos.
—¡Por aquí!
Mis compañeras me siguieron sin dudar, dando saltos veloces y precisos en las ramas hasta por fin ver al maniquí que creaba la sinfonía a su alrededor. Ante esto, frenamos y nos miramos para coordinarnos.
—Una melodía agresiva —decidió Croisa, alzando sus brazos—. Lo asustaremos y lo tendremos rodeados.
—No, así no —contesté, captando la atención de todas—. La agresividad los llevaría a tomar acciones más violentas. Sugiero una más tranquila, que pueda confundirla y entonces tomarle por sorpresa cuando lo rodeemos.
—¿Crees que es lo mejor? —preguntó Ina, sujetada a las ramas de los árboles.
—Sí. —Tragué saliva, recordando a ese Fallo Musical—. Al menos es lo que hice contra ellos.
—Bien, Urchevole. Eres la directora entonces, tu diriges esta orquestra —habló Croisa con firmeza.
Aquello era meterme una presión que detestaba, pero supe mantener la calma y empezar. La melodía relajada de mi Leia fue el inicio de la confusión del maniquí mientras Díea e Ina lo atraparon con las notas musicales que adoptaban la forma de enredaderas que ataron sus piernas y brazos. Su intervención fue demasiado rápida y por ello el maniquí pudo deshacerse de las enredaderas, huyendo de nosotras .
—¡No dejéis que escape! —grité.
Mella dio el acorde principal de la canción. Empezó con decisión y fuerza, logrando intimidar al maniquí. Trató de seguir huyendo, pero no pudo cuando Croisa intervino, moviendo los brazos para paralizarle como si fuera una tormenta que aparecía sin aviso.
Aun con ello, el maniquí pudo moverse para golpear su cabeza, pero no pudo cuando me puse a sus espaldas para dar dos pisadas contra el suelo. Creé una presión en su cuerpo que le hizo estampar.
Croisa me miraba mientras respiraba con cierta dificultad, pero pudo sonreír para seguir con el plan.
—¡Con todo!
Con nuestras magias íbamos a acabar con el maniquí, una sinfonía final donde las notas salieran disparadas. Por desgracia, nuestra actuación se vio interrumpida por una Elina que no pertenecía a nuestro grupo, agarrando el maniquí para romperlo en un puñetazo a su cabeza.
—¡¿Se puede saber qué haces, Urai?! —gritó Croisa.
Urai se giró, mirándonos con una sonrisa inocente.
—¡Croisa, tranquila! Sabes que no se puede gritar en una situación así, más en las pruebas —respondió Urai, moviendo sus brazos tranquilamente—. Y sobre lo ocurrido, pues he terminado con vuestra tarea con rapidez, ¿por qué lo dices?
—Era nuestro, ¿por qué intervienes? —preguntó Mella, acercándose a Urai, aunque Ina la detuvo a tiempo.
—Tardasteis demasiado. Un fallo de verdad se habría movido con velocidad para evitar ser atacado —respondió para luego mirarme—. Tu mejor que nadie lo sabes, Urchevole. Me sorprende que no hayas sido más veloz que la otra vez.
—Urai... —murmuré, soltando un largo suspiro.
—Que sean maniquíes no hace que tengas que bajar la guardia —continuó hablando como si nada.
—Ya, Urai. ¿Y se puede saber qué haces alejada de tu grupo? —pregunté, cruzando mis brazos.
—Creí que había problemas al escuchar vuestras melodías.
—¡Deja de decir excusas, Urai! —gritó Croisa, frunciendo el ceño y acercándose a ella—. Querías acabar con el maniquí para ganar puntos porque sabes que tu penalización no te dejará entrar. ¡Y te lo mereces!
Urai la miró con un notable rencor, acercándose a Croisa con intenciones hostiles. Antes de que fuera a peor, me puse en medio.
—Urai, entiendo que estés en desventaja, pero esto no hace que ganes puntos. Solo actúas con total imprudencia, ¿dónde está tu grupo? —pregunté, manteniendo la paciencia.
—Como si fueras tú una líder. No me digas que hacer —respondió Urai con desprecio.
—Urai —pronuncié su nombre con firmeza, mirándola directamente hacia sus ojos—. Dímelo.
Urai soltó un largo suspiro y rodó sus ojos.
—Están por allí. —Señaló a sus espaldas sin girarse—. Bah. Menuda forma de actuar, como si odiaras mi presencia.
—No es eso, Urai. Es porque si tu grupo le pasa algo y no pueda avisar. Cometerías un gran fallo y todo por tu impaciencia —respondí, viendo como sus ojos se abrían un poco.
—De hecho, lo que has comentado es cierto—intervino Mella con cierta angustia—. Podríamos ir con Urai solo para asegurarnos de que estén bien.
—Yo lo veo bien, pero vosotras, ¿estáis de acuerdo? —pregunté.
Cada una de ellas afirmó. Esto solo hizo que Urai suspirara molesta, pero no le quedó otra que aceptar.
Durante el trayecto, me fijaba en Urai. La impaciencia la estaba ganando y todo por esa penalización. Si seguía así no conseguiría su puesto y posiblemente su cegada obsesión por conseguirlo la llevaría a los peores sentimientos posibles.
Suspiré e intenté centrarme en lo que importaba, dándome cuenta que su grupo no estaba donde había indicado. La tensión aumentó hasta que me obligué a frenar y escuchar. Escalofríos inundaron mi piel al oír desde la lejanía una melodía que lloraba con los violines tocando como si fuera su último aliento.
—¡Seguirme!
Todas hicieron caso, adentrándonos cada vez más por los bosques. La idea era arriesgada, más cuando la oscuridad se adentraba como una manta que cubría todo a su paso.
—Ch-Chicas, me es d-difícil ver —murmuró Ina.
—Creo que no deberíamos seguir, y avisar a las guerreras —sugirió Díea.
—¿¡Y dejar a las demás solas?! No. Jamás —respondió Urai en un tono borde.
—¡Tú las dejaste solas por obtener puntos por matar un maniquí! ¡No tienes derecho a hablar! —recriminó Croisa.
—¡El resultado habría sido el mismo si hubiera estado con ellas!
—¿Tan débil y cobarde eres, Urai? ¡Venga ya! —pregunté sin mirarla, lo que la dejó sin palabras, escuchando como su Leia cambiaba a una melodía más agresiva. Me di cuenta que me había pasado, pero a estas alturas no podía calmarme ante la angustia que sentía por su grupo—. ¡No podemos dejar sola a nadie y a lo mejor es un maniquí mucho más fuerte que el anterior!
Sus melodías me dejaban claro que era lo que pensaban. No me gustaba que Urai estuviera con esa rabia, pero tampoco era el momento de tener una discusión. Las demás en cambio, sentían miedo, pero eran capaces de seguir si estaba enfrente.
Avanzando, pronto encontramos con Jela apoyada contra los troncos de los árboles. Era quien creaba la melodía para que pudiéramos encontrarla. Ya a su lado, vimos las heridas que tenía. Díea y Mella intentaron curarla y también a las demás quienes habían podido subir a los árboles para esconderse.
Jela balbuceaba palabras que nos dejaba en claro que el maniquí no era una broma. Croisa, Ina Urai y yo nos percatamos de que el maniquí se iba adentrando cada vez más por los bosques.
—Hay que ir a por él —habló Urai sin pensarlo dos veces.
—No todo son puntos, Urai. Hay que saber actuar en grupo y la prioridad es buscar medicinas para tu grupo —aclaré.
Urai solo estaba atenta a los bosques junto a sus piernas listas para moverse. Conociendo sus intenciones, impuse mi melodía como había hecho mi madre conmigo. Era arriesgado, más si Urai tenía una melodía frenética y ansiosa, pero pude aplicar una más coordinada y coherente. La dejé inmóvil, recibiendo una mirada capaz de matar a cualquiera.
—Si quieres ser una guerrera, hazme caso de una maldita vez —exigí, mirándola con total firmeza.
Urai dejó de mirarme y afirmó, encargándose de las demás con sus heridas. No eran tan profundas, pero si necesitaban ser tratadas con alguna planta medicinal. Lo malo era que teníamos que buscarlas en nuestra la zona.
—Urai y Croisa, venid conmigo —decidí sin dejarme llevar por la presión—. Buscaremos esa medicina. Díea, Ina y Mella, quedaros con las demás, tratad sus heridas y, si os veis capaces, pedir ayuda. Así podemos conseguir la medicina antes o quien sabe si alguna trajo algo.
—¿Podréis las tres solas? —preguntó Ina.
—Obvio que sí, ¿acaso nos cuestionas? —preguntó Urai, frunciendo el ceño.
Ina miró de reojo a Urai con la ceja arqueada para luego observarme con más respeto.
—Cualquier cosa, por favor, avisarnos.
Afirmé y marché con Croisa y Urai. Escogerlas era lo mejor para poder frente a los maniquíes que pudiera haber cerca. Y si Urai se ponía en mi contra, podía imponer mi música para calmarla.
Avanzábamos sin descanso, bajando de los árboles para ver si encontrábamos con alguna planta u hongo. Mi objetivo principal era buscar el Ulquio. Tenía la forma de un conejo que apretándola sacaba un líquido que servía como un calmante y corta hemorragias.
Jela y Urai buscaban la misma planta mientras escuchaba mi alrededor solo por si nos amenazaba algún maniquí. Escalofríos inundaban por toda la espalda. La oscuridad no era como las calles del principio.
—No hay ni uno. Te dije que esas aparecen en la zona de los Lagos de la Sensibilidad Nacida —recriminó Urai.
—Aparecían por esta zona, les gustaba el frío y la oscuridad —respondí sin mirarla.
—Mentira.
—Es verdad, Urai —intervino Croisa, cruzando sus brazos—. Aparte tú en las clases de Ceria no le hacías caso.
—Era demasiado aburrida —admitió Urai, mirando sin apenas esfuerzo su alrededor.
—Me cuesta creer que aprobaras en sus clases —murmuró Croisa, prestando atención hacia el suelo.
—Es obvio, ¿no? Soy una estudiante excelente —respondió Urai con orgullo.
—¿Sin ayuda de nadie? ¿Sin ayuda de Urchevole que la tenías al lado? Ya, claro.
—¿A qué te refieres?
—Urai, basta.
Estaba a punto de imponer mi música, pero Urai se giró y creó una melodía ruidosa que me hizo cubrir la cabeza con mis brazos.
—¡Mírate qué ridícula te ves! Cubriendo tu cabeza de esa manera, como si me tuvieras miedo —se burló Urai, soltando una ligera risa—. Capaz la primera vez me pilló por sorpresa tu truco, pero no dos veces. No me dejo intimidar por nada.
—Dice la que se asustó al ver uno de esos fallos —intervino Croisa, lo que hizo que Urai la mirara de reojo.
—No tienes derecho a decir eso si no has vivido en carne lo que son esos seres.
—No, cierto, pero tampoco tienes motivos para actuar así con la que te salvó la vida.
Retiré poco a poco los brazos, viendo como Urai y Croisa discutían. Suspiré, tratando de mantener la calma.
—Por favor, parad. No es el momento —pedí en un tono más tranquilo.
—Estoy harta, Urchevole —admitió Urai, mirándome con los dientes apretados—. No sabéis la rabia que siento ahora mismo por tener menos puntuación que vosotras.
—No haberlas llevado allí —añadió Croisa.
Urai se giró, y antes de que hiciera nada, intervine:
—Croisa, por favor. No sabía que habría ese peligro.
Croisa me miró con el ceño fruncido.
—Eso, cállate la maldita boca —dijo Urai.
Solté un largo suspiro, ¿por qué añadía más fuego?
—Urai, por el amor a Sensibilidad, te pido que te calmes. Comprendo que estés tensa, pero...
—¡No, no lo comprendes! A ti te iban a dar más puntos por todo lo que hiciste y descubriste. Te ven como una maldita heroína y ¡eso se debe a mí! ¡A mí!
Puse la mano en el entrecejo. A estas alturas no sabía que decir.
—Urai, por favor...
—No voy hacerte caso más porque al final recibes un mérito que no te mereces. Sí, admirable, pero es robar el esfuerzo que tienen otras —contestó Urai, alzando la voz.
—¡¿Cómo puedes pensar en algo así?! —preguntó Croisa en un grito—. ¡¿Cómo puedes decir eso de tu amiga?! ¡Ella no roba ningún mérito!
—¡Mentira! —chilló Urai.
—¡Por Sensibilidad! ¡Callar la boca!
Ambas me miraron con sorpresa, era la primera vez en la que las notas de mi Leia salían con una gravedad y rabia poco común.
—Oh, vaya, ahora Urchevole es la que estará enfadada. ¡Qué miedo! —se burló Urai.
—Eres de lo peor, Urai. No me extraña que tuvieras esa penalización. A estas alturas estarás más sola que nunca —contestó Croisa, alejándose un poco de ella.
—¿Perdón? ¿sola? Habló la más indicada.
Intenté mantener la calma. Alcé mi cabeza hacia el cielo, pero nada más hacerlo me encontré unos ojos. Observaban. Sonreían, y más al encontrarse conmigo. Bajé la mirada y corrí hacia mis compañeras para apartarlas, pero el Fallo intervino dándome un golpe del que pude bloquear con mis brazos.
Urai reaccionó con agresividad, empleando una melodía estruendosa. Lista para atacarle, el fallo se movió para atacar a Croisa. Golpeé con mi mano derecha el suelo para que acabara estampado. Urai le atacó, pero el fallo extendió su brazo como si fuera de goma, dándole un puñetazo directo en su rostro.
Croisa se alarmó sin saber bien que hacer. Como mejor podía, me mantuvo en pie a pesar del dolor, imponiendo así el ritmo de la canción mediante mi Leia. El fallo me miró de reojo con su sonrisa que lograba dejarme helada.
—¡Croisa! —grité sin dudar— ¡Llesuiaities ai Urai iosni lais diemiais! (¡Llévate a Urai con las demás!)
Sin dudar se llevó a Urai en sus brazos mientras imponía mi música de forma que el fallo no pudiera moverse. Dirigió sus ojos hacia la izquierda para luego mover su cuerpo y extender su brazo izquierdo en dirección a Croisa. No dejé que la atacara. Las notas que me rodeaban fueron como cuchillos que se clavaron en su brazo, haciéndole gritar de dolor. No era una voz propia de una Elina, ni siquiera lo podía considerar como algo humano. Era como si escuchara en un bucle el sufrimiento de miles de seres en un solo cuerpo.
Aun con ello, vi como Croisa huía con Urai. Fue un respiro porque al menos solo sería la afectada, y capaz podría ser ayudada si aguantaba esta pelea.
—Empleaste una melodía con uno de mis compañeros —comentó el fallo, dejándome atónita al ver que era capaz de hablar—. Una la cual no gustó que lo aplicaras.
—Cuenta con lo haré miles de veces con tal de mataros —aseguré, sin quitarle ojo.
—¿Y os consideráis sensibles? No me hagas reír.
El fallo trató de atacarme a la cabeza. Puse mis brazos en la cabeza para bloquear su ataque. Tras eso, use la magia para que impactara contra el suelo en un golpe bruto que le haría gritar de dolor.
Me aparté, viendo como el fallo se levantaba del suelo. Su cuerpo no paraba de gotear, lo que me hacía entrar en duda si mis ataques servían o si era su propio cuerpo derramándose.
Sonrió confiado para atacarme a una velocidad que no me dio tiempo a procesar, recibiendo un puñetazo a mis espaldas que me haría escupir saliva y sangre. Escuché como las vértebras crujían a la vez que mi visión empezaba a fallar, cayendo contra el suelo sin poder moverme.
—Las Elinas os movéis con rapidez junto a la música, vuestro punto débil es la espalda, ya que es donde conecta todo. ¿Qué podrás hacer ahora que no puedes moverte por unos segundos? —preguntó, riéndose de mi condición. Veía a duras penas como se acercaba—. Puede que la suerte te haya sonreído una vez, pero conmigo me aseguraré de que no tengas más esa opción.
Quería chillar y usar mi magia para pedir ayuda, pero sentía que era imposible. Preparaba sus garras para matarme sin compasión alguna, lo que me generaba ese pánico del que no podía controlar. Había hecho una promesa a mi familia. No podía incumplirla. No podía dejar que esto ocurriera.
Rezaba a Sensibilidad que algo o alguien me ayudara. Me daba igual quien, me daba igual que incluso no fuera una Elina. Necesitaba salir con vida por la promesa que había hecho. No deseaba saber que mi hermana lloraría por mi muerte y que tomara aquella arriesgada opción de ser una guerrera. No quería que mi madre se lamentara por no haberme enseñado antes, por arrepentirse de sus acciones.
Pedía a Sensibilidad miles de cosas, y cuando creía que nada podría salvarme, el ruido consumido por la rabia y la ira hicieron que frenara sus pasos.
—No... no, no, ¡imposible! ¡vosotros estabais encerrados por Fusis! —pronunció el fallo en grito—. ¡No deberíais estar aquí!
No comprendía nada, solo sentía el calor aumentar como si hubiera un gran incendio a mi alrededor. A duras penas abrí mis ojos para encontrarme con alguien de grandiosas alas en sus espaldas y con una altura superior a los dos metros. Me protegía con sus brazos musculados que eran capaces de destruir cualquier cosa si se lo proponía.
—Ailejaite de ellai.
Su voz, profunda y consumida por el odio, dejaba en claro su diferencia de poder contra el fallo, quien intentó huir, pero no pudo al ser agarrado. Murió con tan solo un puñetazo. Una fuerza que sacudía todos los árboles.
Ese... ¿hombre? Estaba mirándome de reojo.
Y por alguna razón, me temía.
No pude saber más porque a lo lejos unas melodías sonaban, unas que detectó y le obligó a marcharse. A partir de ahí todo se oscureció.
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