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Capítulo 13: Sin olvidar las raíces.

La decepción se palpaba en las calles donde estábamos refugiadas. No sabía dónde mirar ni qué hacer. Entre las guerreras, se encontraba Urosia, y la forma en cómo nos miraba era una que me dejaba sin aire.

—¿A quién se le ocurrió tal idea? —preguntó, cruzando sus brazos musculados y llenos de cicatrices en medio de sus tatuajes.

No obtuvo la respuesta hasta que Urai respiró hondo y la miró.

—Fui yo. ha sido mi culpa.

Admitió toda la verdad, una que no logró calmar la situación. Los ojos amarillentos de Urosia observaban con una clara molestia, soltando largos suspiros.

—Bien, entendido —respondió con dureza, para luego mirar a otro lado—. Mañana nos reuniremos en el Gran Árbol, por ahora volveréis a vuestras casas. Ahora.

El problema era que no volveríamos solas, sino con la compañía de las guerreras que informaron de lo que hicimos. Tuve suerte que no fuera la propia Urosia que se lo dijera mi madre, aunque me daba pena que Urai tuviera un encuentro incómodo como hace años atrás.

Cuando volví a casa, vi la preocupación en los ojos de mi familia. Mi hermana me abrazó con fuerza, asegurándose de que estuviera bien. Realmente lo estaba más que la herida de mi brazo izquierdo, del cual tenía un remedio rápido por suerte.

Una vez la guerrera se marchó, sentí una gran tensión en mis hombros, mirando hacia mi madre. Soltó un suspiro y examinó mi brazo izquierdo.

—¿Dónde os encontrabais? —preguntó, retirando las vendas con cuidado.

—En Haile, no muy lejos de las calles. Era un descampado —respondí, quejándome en silencio ante el dolor que sentía.

—Haile es una de las zonas que están deshabitando, Urchevole. Esos seres logran acercarse porque en el Oeste se encuentra los Bosques de la Frialdad, y lo sabes —me recriminó con un tono severo.

—¡Se lo dije a Urai! Le dije que era donde estaban los bosques, pero ni caso, y al final...

—Tendrías que haberla insistido porque mira el resultado, y peor será mañana cuando os encontréis con Urosia —interrumpió, calmando un poco el tono de su voz. Al retirar las vendas, examinó la medicina natural que me habían puesto—. Ah, es la mejor que pudieron darte. Genial, ahora te haré la cena y te irás a dormir de inmediato, ¿entendido?

Acepté sin poder decir mucho más que mirar a mi hermana, encontrando sus ojos llorosos. En cuanto pude, me acerqué a ella para abrazarla.

—Estoy bien, ¿sí? Es una herida de nada —aseguré con una sonrisa confiada.

—Pero podías haber muerto...

Eso en parte era cierto, pero no quería mencionarlo ni recordarlo. Simplemente me mantuve a su lado con tal de calmarla hasta que la hora de dormir llegó.

El problema era que dormir resultaba imposible con lo que había vivido. Cuando recordaba la sonrisa agradecida de ese fallo.

¿Por qué? Era lo que me preguntaba mientras me sentaba en la cama, poniendo la mano en mi cabeza. No supe bien cómo se me ocurrió esa idea y tampoco comprendía porque ese fallo me sonreía de esa manera. ¡Eran bestias! ¡Peligros ocultos en los Bosques de la Frialdad que se adentraban a nuestra ciudad! ¿¡Por qué nos sonreían así?! ¡¿Por qué parecía que deseaba llorar!?

Consumida por las dudas, me levanté y fui al comedor para calmar el dolor, pero de poco sirvió. Se encontraba a mi madre mirando en los libros de medicina.

—¿Mamá? —Llamarla hizo que girara su cabeza hacia mi—. ¿Qué haces despierta?

—No iba a poder dormir al ver esa herida de tu brazo y con esa sinfonía que decía que algo muy grave te había ocurrido —respondió. Su cabello blanco cubría parte de sus ojos—. Te dejé dormir, pero no parece que hayas podido descansar mucho.

—No. La verdad es que no —admití en un susurro, acercándome para sentarme a su lado—. Creo que es mejor que te lo explique todo.

—Si te ves capaz de ello, adelante.

Como mejor pude, dije toda la verdad. Mi madre me miraba y escuchaba con total atención, creyendo al ver mis lágrimas. El silencio envolvió el comedor cuando expliqué todo, viendo la confusión en sus ojos.

—Fallos musicales, así es como los llamas, ¿verdad? —Afirmé, soltando un largo suspiro—. No es del todo desacertado con la sinfonía que sale de su Leia, y es muy acercado usar esa melodía. ¿Cómo reaccionaron Urosia y las demás?

—Les costaba creer, pero no podían negarlo porque lo habían visto —expliqué, agarrando mis manos con fuerza—. Urosia me miraba sin descanso al ver que creé la melodía de la nostalgia en una situación tan desesperante. Decía que era impensable, y lo admito, yo tampoco me lo creía. T-También me dijeron que pude emplear una forma de magia muy distinta a las demás, al menos es lo que Urai pudo ver.

—¿Distinta?

—Sí, en vez de usar los brazos para controlarla, salía de mi Leia —respondí, marcando mi corazón.

Aquello hizo que mi madre abriera los ojos en demasía.

—Va-Vayamos por partes —pidió, mirando mi brazo izquierdo por unos pocos segundos—. ¿Te sigue doliendo?

—No tanto.

—Bien. ¿Urosia pidió reuniros con vosotras mañana?

—Sí, lo hizo. —Suspiré—. Me temo que nos caerá un castigo a todas, en especial a Urai por tener esa idea que admitió.

—Comprendo que Urai lo hizo con buenas intenciones, pero no parecía ser muy consciente de la situación.

—Decía que lo era, pero que era imposible que aparecieran en sus terrenos.

—Ya ves que nadie se salva... —Suspiró, mirando hacia el suelo—. Hija mía, la otra vez no pude decirte todo porque había ciertas circunstancias que me lo impedían, pero creo que ahora se me puede dar más libertad.

—¿A qué te refieres? —pregunté, ladeando la cabeza hacia la derecha.

—Que hayas podido crear la melodía de la nostalgia demuestra que no solo tienes buen dominio de las magias, sino que también has sabido tomar la decisión correcta bajo presión. No solo eso, has logrado usarlo con tu Leia —respondió con total firmeza para luego mirarme, tragando saliva—. Hay formas de enseñar entre las Elinas que no son del todo correctas y que sé que no aplicarán estando Groina o Urosia ahí. Las conozco muy bien. —Soltó una leve risa, pero se calló de inmediato como si la culpa la azotara.

» Lo que has vivido es una realidad que tuvimos que pasar al ir a los Bosques de la Frialdad, solo que ahora es más cerca. Las guerreras no parecen tener la moralidad de antes por las bajas y muertes que hay.

» Si aun habiendo vivido esto... decides seguir adelante, te enseñaré todo lo que sé y comprenderás bien porque temía que fueras una guerrera. —Tragó saliva, mirándome por unos segundos para luego apretar sus labios—. De verdad lo siento tanto... Creía que a lo mejor cuando fueras guerrera pasarías por algo así, pero no sola como has tenido que sufrirlo y más con esa herida. Soy... soy una horrible madre. Tendría que haberte entrenado como guerrera, tendría que...

—Mamá, por favor ya te dije que no te odiaba ni te juzgaba por las acciones que tomaste —la interrumpí, agarrando sus manos—. Después de todo no aprendiste a ser mamá si mi abuela murió. Solo querías protegerme al igual que a mi hermana. Esto... si bien ha sido desafortunado, no me ha desmotivado, de hecho, me ha dado mucho por lo que pensar. —Bajé un poco la mirada para luego levantarla en un gesto rápido en el que fruncí el ceño con una pequeña sonrisa—. Tengo miedo, es obvio, pero a la vez quiero seguir adelante para proteger a las mías y acabar con esos fallos.

Hubo un pequeño silencio que, extrañamente, resultaba agradable. No sé bien qué pensamientos tendría mi madre, pero era posible que aún se culpara al no poder actuar con esa libertad. Lo que me preguntaba era el porqué de ello.

—Está bien, hija... —Me miró con los ojos cristalinos que contagiaron sus emociones—. Haré lo que sea para ayudarte, pero te pido a cambio que seas sincera conmigo. Por favor, no hagas tantas locuras...

—A no ser que sea para proteger a los demás —interrumpí, a lo que mi madre afirmó con temor.

—Solo... ve con muchísimo cuidado. Lo que hay ahí es un peligro del que viví en su momento y no quiero que sufras como yo lo hice —pidió con su voz quebrada.

¿Podía jurar si el destino era tan cruel como bondadoso? ¿Podía jurarlo aun sin saber qué era lo que me deparaba? Respiré hondo y afirmé, aun sabiendo que era incierto, pero que por lo menos calmaba un poco a mi madre.

—Lo haré, mamá. Lo prometo —respondí, agarrando sus manos con fuerza para sonreír.

Aun si era tan incierto, haría lo que estaba en mis manos para no solo ir con cuidado, sino que también proteger a las mías.

A la mañana siguiente, mi hermana sería la siguiente en hacerme esos miles de preguntas que no me importó responder. En el camino a clases, expliqué todo, viendo un rostro en el que no sabía expresar sus pensamientos ni emociones.

—¿Es-Estás se-segura de querer seguir? —preguntó, apretando un poco sus labios.

—Sí, Aspaura. Se bien lo que quiero ahora.

—Pero desconoces lo que hay.

—Cierto, pero no por eso voy a dejarme caer. Ahora que tenemos un dato tan importante entre manos, podemos ver que podemos sacar con ello. Estoy segura que Urosia lo ha tenido en cuenta —expliqué, viendo como Aspaura miraba hacia el suelo mientras avanzaba—. ¿Puedo saber que se te cruza por la cabeza?

—¿Yo? Nada, yo, eh...

—Se te da fatal mentir. Anda, dime la verdad, ¿qué te preocupa?

—Perderte —admitió en un largo suspiro, cerrando sus ojos—. Temo perderte, no poder verte, que te ocurra algo y te hagan daño. —Los abrió y me observó con las lágrimas a punto de salir—. Entiéndeme, hermana. Saber que vas a ser una guerrera, que...

—Aún no hice las pruebas.

—Pero las vas a superar.

Solté una leve risa, eso podía ser cierto como a lo mejor me sorprendían con algo que desconocía.

—Aspaura. —Me acerqué, abrazándola de un lado—. ¿Qué es lo que te dije cuando éramos más pequeñas?

—Que jamás te alejarías de mí y que estaríamos juntas siempre.

—Exacto, ¿y falle mi palabra?

—Bueno... Al principio un poco sí —admitió, lo que me hizo apretar un poco mis labios. No se equivocaba—. Aunque te diste cuenta y estuviste a mi lado. El problema es que cuando seas guerrera, las cosas serán más distintas. Al menos es lo que sé por las conversaciones que tenías con mamá, cuando fue guerrera.

—Sí, es cierto que mamá le metía muchas horas, pero han pasado diecisiete años desde entonces. Créeme que las medidas están cambiando un poco. A lo mejor... A lo mejor puedo verte como antes.

—Lo dudas hasta tú, hermana, y sabes que no será así con todo el peligro que hay actualmente.

—Pero eso no quita que vaya a verte. Sacaré tiempo para ello, ¿entiendes? —La miré, frenando mis pasos para agarrarla de sus manos—. No voy a dejarte de lado, recuerda bien eso.

Aspaura no podía hablar en ese momento y sabía que era porque su mente estaba consumida por las dudas. Bajo un suspiro largo, me agaché a su altura para abrazarla con todas mis fuerzas.

—Entiendo que estés así, pero confía en mí, no te fallaré más y cuando digo que me verás, es que lo harás. Nada grave me va a ocurrir.

—Pro-Prométemelo —pidió con cierta dificultad—. P-Prométeme que al menos nos visitarás. Que cuando seas guerrera pueda saber que estás bien...

—Claro que lo prometo, hermanita. Te visitaré a ti y a mamá. Siempre que pueda, y verás que estaré aquí hasta el final —aseguré, manteniendo aún el abrazo.

Cumpliría mi palabra. Era lo que me decía sin descanso cuando la abrazaba, mirándola por unos segundos para sonreírle. Esta vez no podía cometer los mismos fallos que antes, y más si iba a ser una guerrera.

Sin perder mucho más tiempo, llegamos a la escuela, y antes de separarnos, le di otro fuerte abrazo. Este hizo que Aspaura llorara un poco, pero pudo tranquilizarse e irse con una sonrisa en sus labios que logró calmarme.

Tras eso, me encontré de inmediato con Urosia en los pasillos. Estaba esperando mi llegada.

—Eres la última con la que tengo que hablar —me informó en un tono serio—. Sígueme.

Fuimos por unos pasillos más distintos que las anteriores veces, por no decir que era uno que desconocía. Pronto vimos unas escaleras subterráneas, antorchas azuladas iluminaban nuestro camino hasta llegar a una pequeña fuente junto a unos pilares de piedra que sustentaban la cueva.

Cuando nos adentramos, Urosia cerró la entrada, escuchándose a mis espaldas el movimiento de unas piedras cubriéndolo todo.

—Bien, Urchevole —habló Urosia, dándome las espaldas—. Hay mucho por lo que hablar y no es que tenga mucho tiempo. Groina no puede estar aquí porque lo que hicisteis dio pistas sobre esos seres los cuales tú los llamaste como Fallos Musicales. —Tras hablar, se giró para mirarme con detenimiento—. Hay que admitir que tus acciones han sido útiles, pero a la vez impensables. Si lo hubieras sugerido en su momento, nos habríamos reído de ti porque sabíamos bien qué actitud tenían. Sabes que eran despiadados, los has vivido claramente con esa herida en tu brazo.

—Sí, lo sé bien —respondí con firmeza.

—Con esto en mente, puedo asegurar que esto no tendrá un castigo como Urai o Jela.

—Eso no me parece justo, yo fui con ellas y no detuve a urai. Yo tendría que...

—Descubriste algo muy importante que nos puede ayudar a proteger mejor la ciudad, Urchevole, pero no podemos dejar que alguien como tú lo descubra. Por ello, a cambio de no tener ese reconocimiento, no tendrás un castigo severo como le ocurrió a Urai —me interrumpió. Tragué saliva con dificultad—. Jela, por otro lado, tendrá que encargarse de la limpieza de las clases con la compañía de las trabajadoras. Su castigo no es tan severo por avisar a tiempo y guiarnos.

—E-Entiendo...

—Dicho esto, quiero que sepas que has creado expectativas entre las guerreras presentes. Que una novata, haya descubierto algo así, es un hecho que no pasa desapercibido. Espero que tengas eso en cuenta.

No fue buena idea que me dijera tal información a menos de una semana para las pruebas. El ritmo de mi Leia iba demasiado rápido para procesarlo.

—C-Comprendo.

—Perfecto. Dicho esto, puedes volver a tus clases.

¿Cómo iba a volver si era algo que me dejaba sin aire? Expectativas, ojos fijados en mi. Era lo que deseaba, pero no de esta forma.

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