Capítulo 12: Toma la decisión correcta.
—Sin miedo, por favor.
Eso era imposible. No podía calmar el tembleque de mis piernas. Tuve que sentarme en la silla que había en la biblioteca para centrar mis ideas.
En frente había una mesa pequeña y otra silla cómoda. Varias estanterías me rodeaban tanto en la primera y segunda planta. Para acceder a esta se tenía que subir por unas escaleras de caracol, cuyo centro había un árbol pequeño. Las hojas mostraban su color gracias al Sol cálido, creando una iluminación verdosa en la sala.
—Bien, Urchevole. —La imponente y grave voz de Groina hizo que le prestara atención—. Primero de todo decirte que me alegra mucho saber que tu hermana Aspaura por fin está en clases. Aun me cuesta creer como hace siete años atrás estabas por aquí correteando y pasando tiempo con tus amigas.
—Oh sí. Aspaura estaba muy nerviosa, pero la ayudé ya que este lugar es muy amplio. Y sí... el tiempo pasa demasiado rápido —respondí con educación.
—Lo sé —murmuró Groina, para luego sonreír con cierto interés—. Dime una cosa, Urchevole, ¿qué es de tus amigas?
—Pues... —Tal pregunta me tomó por sorpresa—. Cómo sabrá, Haui no pudo terminar los estudios, por lo que se encuentra con su madre trabajando en el campo. Según sé, le fue muy bien porque las clases hicieron que vendieran las frutas y verduras a buena calidad. Ilona sigue aún en clases, pero a la vez está trabajando en un negocio que recién ha creado. Es un pequeño local donde ofrece las mejores comidas. Tiene incluso la ayuda de Haui y de mi madre.
—Algo me había enterado, pero no me esperaba que fuera tan bien. Me alegra que sea así —comentó con calma—. ¿Qué hay de las demás?
—Aline sigue siendo la misma traviesa de siempre. Ahora mismo está trabajando con su madre en una tienda de ropa. Son costureras y por el momento sé que a ambas les va bien.
—¿Aline costurera? ¿Con lo nerviosa que es?
—Es lo que pensé, pero al parecer cuando se centra en su trabajo, es capaz de que los nervios no la consuman.
—Comprendo.
—Por último, sabe que Urai y Jela siguen en clases. Las tres tenemos un deseo igual, ser guerreras.
—Lo sé, por eso he hablado con cada una de vosotras, siendo tú la última, Urchevole —aseguró, acomodándose en la silla—. Sabes cómo funciona el hecho de ser una guerrera, ¿no?
—M-Me hago una idea.
—Para empezar, y como sabrás, tienes que hacer unas pruebas para poder ser una candidata. Tras eso, si eres seleccionada, podrás acceder a la segunda planta. Ahí tendrás tu habitación y terminarás tus estudios.
—Terminaré mis... ¡¿qué?! —pregunté, alzando la voz sin querer.
—Sí, Urchevole, pronto empezarán —respondió, como si lo que dijera fuera correcto—. Se empiezan en el séptimo año, el octavo año lo iniciamos junto a tu aprendizaje como guerrera, si es que eres escogida. —Frenó sus palabras al ver mis ojos abiertos como platos—. Y... no quiero que te alteres, pero las pruebas empezarán dentro de una semana.
Puse mis manos en mis oídos, dándole pequeños masajes como había aprendido en las clases de la profesora Ceria. ¿¡Por qué?! ¿¡Por qué habían cambiado todo?! ¿¡Qué estaba ocurriendo?!
—De igual forma, no tienes porqué preocuparte. Durante estos años has sacado muy buenas notas y has destacado como tu madre. Las pruebas para ti serán muy fáciles, ya lo verás —dijo como un intento para tranquilizarme, pero de poco había servido.
—Pensé... qu-que e-era a los dieciocho. Pensé que las pruebas se hacían tr-tras terminar el oc-octavo año y tener dieciocho años.
—Y lo era, pero las cosas han cambiado y hemos decidido que en este año ir empezando con las pruebas para ver si sois aptas. En caso de ser así, se comenzaría con el entrenamiento. —Suspiró, cruzando sus brazos—. Cuando se tenía dieciocho años, muchas empezaban protegían la ciudad y lugares como los Bosques de la Frialdad. Nos adentramos para conocer los peligros, pero ahora la situación nos ha obligado a disminuir la edad y se priorice vigilar la ciudad.
—¿Y todo por qué?
Groina sólo pudo mirarme con la ceja arqueada.
—Parece que vives en una burbuja, Urchevole, ¿acaso no te das cuenta de lo que ocurre ahí fuera? —preguntó Groina con cierta decepción.
La vergüenza hizo que agachara mi cabeza con rapidez, apretando mis labios. Tras un suspiro largo, Groina se levantó de la silla.
—Esto en parte os vendrá bien, no solo para protegernos, sino para las próximas pruebas de Sensibilidad. No sabemos bien cuándo será, pero espero que sean pronto —pronunció Groina con cierta angustia—. La nueva generación de Elinas deben estar preparadas si quieren ser la próxima Lia Innactia o si quieren hacer frente a esos... desgraciados.
Silencio, pero al menos pude levantar un poco mi rostro. Vi a Groina con sus ojos que me analizaban para al final soltar un suspiro lleno de decepción y cansancio.
—Con esto dicho, espero que te prepares bien, Urchevole. La semana que viene estaré esperándote para hacerte a ti y a tus amigas la prueba. Espero mucho de vosotras.
Al salir de la biblioteca, me quedé en silencio para al final negar con mi cabeza y regresar a clases. Deseaba hablarlo con alguien, por ello marché hacia las clases, encontrándome a Urai por los pasillos. Se giró sin que le dijera nada, y eso era porque mi Leia delataba mis emociones.
No tardé en decirle todo, y una vez explicado, Urai cruzó sus brazos.
—Mira que eres irremediable —murmuró, mirándome con cierta decepción—. Estabas muy obsesionada con los estudios, pero era obvio que eso iba a cambiar cuando esos seres tan... —Negó con su cabeza—. Era obvio que Groina y Xieli iban a hacer algún cambio, uno del que seguro Urosia también intervino, pero no es el caso.
—Creo que todas deberíamos de ponernos con los entrenamientos si en una semana es la prueba —murmuré sin mirar a Urai.
—Obvio que hay que hacerlo y tengo una idea genial para ello —comentó Urai con total confianza—. Mi madre tiene unas tierras dispersas un poco lejos de casa, pero no son peligrosas ni nada por el estilo. Podemos ir allí para entrenar las tres juntas durante estos días, ¡podríamos ir hoy!
—N-No sería mala idea, a-aunque tengo que comentárselo a mi madre porque no se si...
—Por Sensibilidad, Urche. Vas a tener dieciocho años, ¿le tienes que pedir permiso a tu madre en todo? —me interrumpió Urai un poco irritada—. Dile que vas a estudiar con nosotras. Eso la ilusionará y capaz no se preocupe demasiado, más si al final sabe que regresarás antes de que la noche caiga.
—También... es verdad.
Las ideas de Urai eran evitaban que cayera en la angustia, más con la confianza visible en su rostro.
—Ya verás, Urche. Se lo comentaré también a Jela, así seremos las próximas guerreras. Sabremos nuestros puntos débiles y aprender para ser expertas.
—Sí, tienes razón —respondí un poco más animada, mirando a Urai con una sonrisa más confiada—. Hablando de Jela, ¿dónde está?
—Nada grave, tenía que hablar con una de las profesoras. Cuando vuelva se lo explicaré todo, no te preocupes e intenta animarte. Parece que has caído en un lago de barro del que no puedes limpiarte —comentó Urai con una ligera risa.
Le seguí la risa y agradecí sus ánimos. Entramos en clases e iniciamos el día como uno más.
Durante la mañana me habría reunido con mi hermana para comentar sobre su inicio de clases. Hablaba sin descanso y moviendo sus brazos sin parar, y eso me sacaba una gran sonrisa. No le comenté lo ocurrido en la biblioteca, pensaba en que era mejor que por hoy se preocupara por su primer día.
Al menos esa era la idea hasta que Aspaura mencionó que Xieli había anunciado los cambios para ser guerrera.
—Ah, sí. Es cierto —respondí, soltando un suspiro—. De hecho me reuní con Groina esta mañana.
—¿Y cómo fue?
—Es lo que ha dicho Xieli, pero un poco más duro. —Crucé mis brazos y miré a otro lado para luego tragar saliva—. Esta tarde entrenaré con Urai y Jela. Es necesario si tenemos solo una semana.
—Si necesitas algo, sabes que tienes mi apoyo —aseguró, mirándome con una clara preocupación en sus ojos.
—Sé que cuento con tu ayuda, pero ahora mismo es algo complejo y debería...
—Contárselo a mamá —interrumpió, tomándome por sorpresa sus palabras—. No ibas a hacerlo, ¿verdad? —preguntó, a lo que al final negaría con la cabeza—. ¿Por qué? ¿Acaso no sirvió la conversación de ayer?
—No quería preocuparla y Urai me dijo que no lo hiciera porque... iba a ser difícil de convencerla.
—Mamá lo entenderá —respondió, para luego cruzar sus brazos, soltando un largo suspiro—. No me gusta que Urai haya dicho algo así. No conoce a nuestra madre, ¿de qué va?
Y aquello era una verdad que no podía negar por nada en el mundo.
—Está bien, pero si se niega yo...
—Mira, dudo que se niegue —interrumpió de nuevo, tomándome por sorpresa su forma de actuar conmigo en esta ocasión—. Con esa conversación, estoy segura que le dio mil vueltas y querrá ayudarte, o al menos espero que haga como hizo conmigo con mi deseo de ser luthier.
Solté un suspiro largo, mirando hacia el suelo enladrillado.
—Espero que lo haga también —admití, sintiendo un dolor creciente en mis hombros como dos grandes rocas.
El descanso terminó y con ello de regreso a las clases. Lo que quedaba de clases no sería nada interesante hasta que nos tocó con Neria, viéndose con un rostro más serio. Se sentó y nos miró a todos para luego soltar un largo suspiro.
—En estos últimos días os habréis enterado un poco de la situación que nos rodea. Guerreras han caído en combate, pero del que se puede prevenir si escucháis con atención —explicó sin quitarnos ojo—. Descubrimos que esas bestias tienen una sinfonía como notas desafinadas. Fallos que salen de su Leia, pero al aplicarlas, parecen... darle una ventaja incomprensible. Como si de los errores que cometen les dieran una fuerza que a muchas de las Elinas les cuesta hacer frente.
Puse la mano en mi barbilla, ¡eso era información crucial! Y no solo eso, era un gran avance a la hora de lugar contra ellos.
—¿Y qué se debe hacer en ese momento? —preguntó una de las Elinas.
—Huir —respondió sin dudar Neria, lo que me tomó por sorpresa—. No sois guerreras, y aun si lo fuerais, tendrías que ir con cuidado porque transforman nuestras notas en fallos que le dan fuerza. No nos debemos confiar por nada en el mundo.
Llegar a casa con un agradable olor a comida fue lo que consiguió levantar un poco nuestro humor. Ambas estábamos cansadas, ya no solo por la emoción del primer día, sino por aquel aviso que ponía en tensión a cualquiera.
Aspaura explicó todo lo que había ocurrido en su primer día, incluyendo sobre el cambio que Xieli había aplicado. El rostro de mi madre pasó a una clara preocupación, poniendo la mano en su barbilla para luego mirarme.
Tragué en seco y bajé un poco la mirada. Respiré hondo y le dije la verdad.
—Pensaba en entrenar con Urai y Jela. Esta semana es importante y no podemos quedarnos quietas.
—Entiendo. —Mi madre cruzó sus brazos y soltó un largo suspiro—. Este cambio es un desastre. Xieli tendría que haber avisado hace tiempo, no ahora. —Chasqueó la lengua—. Lo único que te pido, hija mía, es que vayas con cuidado, ¿entendido?
La miré con los ojos bien abiertos.
—¿V-Vas a dejarme?
—Es tu sueño y te dije que te ayudaría en lo que pudiera.
Aquello fue librarme un gran peso de encima. Pequeñas lágrimas salían y abracé con todas mis fuerzas a mi madre. Capaz no era tan malo decir las cosas si se encontraba el momento.
Tras la comida, no dudé en estudiar un poco para luego salir de casa a la hora que al final acordamos. Me despedí de mi familia y salí corriendo para reunirnos en el centro de la ciudad. Una vez allí, pude ver a Urai y Jela saludándome para luego ponernos en marcha.
—¿Al final se lo tomó bien? —preguntó Urai, mirándome con interés.
—Sí, no hubo problema —respondí, sonriendo aliviada para luego mirar hacia enfrente. Estábamos en las calles del barrio Haile—. Oye, dijiste que no estaban tan lejos..
—Y tampoco lo están, no es como si estuvieran en los Bosques de la Frialdad —respondió, caminando delante nuestra—. No te preocupes, ¿o acaso tienes miedo?
—No es algo por lo que bromear, Urai —respondió Jela.
—¿Bromear? ¿Qué dices? Solo decía que veía temor en vosotras cuando esta zona es muy tranquila. Nunca ha ocurrido nada.
Llegamos a una explanada donde las hierbas se movían con el viento que hacía. Nos pusimos con el entrenamiento, usando la música como mejor podíamos o tomando diversas estrategias. A veces descansábamos, o al menos eso hacíamos Jela y yo porque Urai seguía, sin darse siquiera un respiro. Daba igual que se lo pidiéramos, insistía y veía detrás de esos ojos una decisión obsesiva. Me preocupé y me levanté para detenerla.
—Urai, deberías descansar.
—No, Urche. Vosotras os tomaréis los descansitos que querías, pero yo no voy a parar. No lo hice en estos días —aseguró Urai.
—Eso no suena demasiado sano, Urai —intervino Jela, levantándose también del suelo—. Espero que al menos comas y duermas.
—Claro que lo hago... más o menos —susurró esto último, lo que me puso aún más tensa.
—Urai, por favor, toma un descanso, más si admites que no duermes del todo bien —le pedí.
—¡No me digas que hacer! Ni que fueras mi madre, y suficiente tengo con ella. También me dice que debo descansar y todo lo demás, pero ¿cómo quiere que lo haga con todo el problema que hay? —respondió Urai de mala manera.
—Entrenar tantísimas horas no va hacerte de la noche a la mañana una guerrera con la experiencia necesaria —respondí, manteniendo la calma.
—Habló la que se aisló de todo el mundo para centrarse en los estudios. Menos mal que hablabas con nosotras, porque vaya, es como si hubieras desaparecido de Sinea —respondió, mirándome y acercándose—. ¿Qué sabes de Ilona, Aline y Haui? Seguro que nada.
—Sé de ellas, pero cada una tiene sus vidas, Urai.
—Ya, claro, simples excusas —respondió, como si desconfiara de mi palabra. De igual forma, supe mantener la calma—. Urchevole, tú te tomarás las cosas de una manera, pero yo decido hacer esto por motivos que seguramente sean similares que los tuyos, pero más conscientes de la realidad.
—Urai, por favor...
—Puedes decirme cualquier cosa que se te ocurra, porque no va a servir de nada. Cuando digo estas palabras es porque...
¿Soy honesta? No dejé de escucharla porque no quisiera ni estuviera harta de sus palabras llenas de rabia. La oía, y más en esta situación en la que Urai parecía estar muy frustrada, pero mis oídos dejaron de escucharla porque había una sinfonía lejana me dejó inmóvil.
Los escuchaba. Esa desorganización. Ese caos. Ese desastre.
Cada nota que salía de su Leia era mal tocada a propósito, creando una melodía que perturbaba la cabeza de cualquier Elina. Como tormentas que aterrizaban al cuerpo y lo dejaban inconsciente con ese ruido doloroso dentro de los oídos. Como el sonido tenebroso de una muerte asegurada.
Al girarme las notas fueron adentrándose más. Dejaban un mensaje muy claro, uno que ponía la piel de punta. Esos seres disfrutaban de los fallos musicales, de cada error que cometían en su canción porque era una forma de hacerse más fuerte. Como si cada fallo que hicieran les diera el valor, como si cada fallo les hiciera lo que eran. Seres que disfrutaban de la muerte que ellos traían en sus manos.
—¿¡Me estás haciendo caso, Urchevole?! —gritó Urai—. ¡Es increíble cómo eres capaz de disociar estando...!
Agarré la mano de Urai y Jela para —con todas mis fuerzas— salir de ahí en busca de ayuda. No podíamos quedarnos ahí, era imposible con esos seres... Esos fallos musicales.
—¡Están aquí! —pronuncié mientras corría para luego mirarlas—. ¡Las he escuchado! ¡Están aquí! ¡Corred!
Jela fue la primera en correr, pero en cambio Urai no me obedeció. Se quedó para usar su magia y hacer frente a los fallos musicales.
—¡¿Qué estás haciendo, Urai!? —grité al ver cómo se posicionaba.
—¡Pienso hacerlas frente! ¡Seremos guerreras, Urchevole! ¡Y huir solo demuestra la cobardía que tenemos en nuestro interior! ¡No me voy a doblegar cante ellos!
Sus palabras eran valerosas, pero Urai no tenía ni la menor idea de ser una guerrera de verdad. Intentó mantenerse firme, moviendo sus brazos, pero se arrepintió cuando vio la apariencia de los fallos musicales que se movían como si fueran charcos de agua contaminados, tomando una forma sólida. Creaban ese cuerpo anormal con sus ojos esféricos blancos y sus largos colmillos. Se reían, más al saber que podíamos escuchar sus notas que dejaba a cualquier Elina sin poder defenderse.
Urai estaba quieta con los brazos intentando moverlos, pero no podía por mucho que lo intentara. Solo veía como esos seres iban a matarla sin compasión alguna, o al menos esa era la idea hasta que me vieron enfrente.
Aparté a Urai para recibir en mi brazo izquierdo una mordida que me hizo gritar de dolor, pero pude apartarlo al emitir dentro de mi Leia una melodía violenta que empujó al fallo contra el suelo.
Urai miraba la sangre que caía de mi brazo, sin saber bien qué decir. Apreté mis dientes, conteniendo mis ganas de llorar. No sabía bien como lo había hecho, pero estaba dispuesta a proteger a Urai y seguir luchando.
Respiré con lentitud mientras los miraba, se preparaban para atacarme en cualquier momento. Solo eran dos fallos musicales, del cual uno de ellos había huido hacia la ciudad. Perseguirlo podía poner en riesgo a Urai y a mí, más si estaba herida.
Miré con atención al fallo y me di cuenta que su cuerpo parecía deshacerse. Tragué con dificultad, mirando de reojo a Urai.
«No bajes la guardia. No bajes la guardia. No... —En medio de mis pensamientos, miré hacia el fallo, viendo las notas de su Leia. Abrí los ojos y moví un poco mis manos temblorosas—. C-Capaz pueda...»
No sé bien porqué se me ocurrió esa idea. Cualquier Elina que lo supiera, me tomaría como loca. ¿Cómo podía pensar que, a lo mejor, solo a lo mejor, ese fallo solo necesitaba una melodía que destrozara las suyas? Ellas eran desastrosas, buscaban el caos, pero ¿y si le aplicaba algo más calmado? ¿Y si les aportaba cordura y orden en sus melodías?
Fue lo poco que pude pensar al mover mis brazos. Creé una partitura que salía de mi Leia y se movía por mis brazos, formando notas musicales que iban directas al fallo. Se adentraban en su cuerpo y pudimos ver una reacción que a las dos nos dejó sin palabras.
—¿Qu-Qué has hecho, Ur-Urchevole? ¿Po-Por qué está llorando?
No respondí al estar concentrada en la canción. Desde lo más profundo de mi Leia aparecían unas notas que mezclaban las notas graves y agudas de un violín que parecía lamentar un pasado inexplicable, uno del que ese fallo musical podía comprender. Lágrimas blancas caían mientras me miraba, como si deseara que siguiera tocando esa canción.
Y habría seguido adelante, de no ser que unas pocasguerreras llegaron a tiempo gracias a que Jela había avisado. Acabaron con lavida de ese fallo musical del que, antes de ser asesinado, me sonrió con totalgratitud.
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