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Capítulo 11: Rumores entre vestidores.

Mi madre nos recomendó algunas tiendas que coincidieran con los gustos de mi hermana. Por desgracia, todas estaban en Nai, el barrio del Norte.

—¿No hay ni una aquí? —pregunté, poniendo la mano en mi barbilla y fruncía el ceño.

—No. Sabes que la Claisa no es una zona más tranquila donde apenas hay Elinas que vengan a comprar. Es una zona variada como Airos y Haile, en cambio Nai es la más visitada y donde hay decenas de tiendas —recordó mi madre.

—Entonces tendremos un día largo si vamos allí —supuso mi hermana para luego mirarme, bajando un poco los ojos—. Oye, tampoco es que sea...

—No. Iremos —respondí, interrumpiéndola—. ¡Será nuestro día! ¡Tú y yo! ¿No lo recuerdas?

Aspaura me miró como si sus ojos brillaran todo el comedor, logrando sacarme una sonrisa.

—De ser así dejar que prepare algo de comida para que os podáis llevar —añadió mi madre, yendo a la cocina.

—¡Ah! ¡Te ayudo, mamá!

La ilusión en mi hermana era visible en todo sentido, pero destacaba en especial la música que salía de su Leia. Frenética, desastrosa, pero muy divertida, tanto que me hizo reír por lo bajo. Fui a mi habitación y agarré algo de dinero que tenía de mis ahorros. De paso, miré la ropa que tenía en el armario, dándome cuenta que no solo mi hermana le hacía falta una nueva.

Una vez terminamos de preparar todo, nos despedimos de nuestra madre para ir hacia la ciudad. En ocasiones seríamos saludadas por algunas Elinas o conversábamos sobre qué tipo de ropa deseábamos. Aspaura no paraba de dar pequeños saltos, moviendo sus manos como si se imaginara la ropa perfecta.

Por primera vez, quise ignorar un poco los murmullos que me rodeaban. No deseaba consumirme por la preocupación. Lo único que deseaba era estar con mi hermana a la vez que cumplir una pequeña promesa que me había hecho.

Estudiar era necesario, pero no podía dejar de lado a aquellas que me hacían reír y seguir adelante con mi vida.

—Por cierto, hermana —habló Aspaura, acercándose para agarrar mi mano—. ¿El primer día fue difícil para ti?

La miré y negué de inmediato.

—No, fue muy ligero, aunque ya sabes que yo le metía demasiadas horas —respondí, para luego sonreírle—. Siendo tú, que te zampas libros y estas con mamá aprendiendo a ser luthier, seguro será más fácil que soplar una flauta dulce.

Aspaura afirmó confiada para luego mirar su alrededor.

—Mamá me estuvo enseñando cómo funciona la música, aunque me dijo que en clases me enseñarían mejor —explicó. Siendo honesta, mi madre se equivocaba porque había sido una guerrera formidable—. ¡¿La verdad!? ¡Tengo ganas de tocar todos los instrumentos!

—¿No tienes uno favorito? —pregunté con interés.

—¡No! ¡Todos me encantan! Me parecen maravillosos y se pueden hacer diseños geniales —explicó, mirándome con total atención—. Quiero ser como mamá, ¡incluso mejor! ¡Quiero aprender más sonidos para crear miles de instrumentos!

Acaricié su cabeza con dulzura.

—Seguro que lo conseguirás, hermanita.

Moviéndonos por las calles, pudimos ver la gran cantidad de tiendas del barro de Nai. Fuimos envueltas bajo un aroma fuerte de los miles de perfumes que nos rodeaban junto a melodías más escandalosas. Las casas eran un poco más elegantes y reforzadas a diferentes de las nuestras. Viéndose a Elinas caminar a paso ligero y con vestidos elegantes con mil accesorios.

Mirábamos a las tiendas que más nos captaba la atención. Los diseños que tenían eran impresionantes por lo largos y la detallada decoración o estampado que poseía. Eso sí, era un dolor ver el precio que mi pobre cartera no tenía para poder pagarlo. Veía de reojo como Aspaura observaba con admiración todo lo que nos encontrábamos.

—¡Mamá se vería hermosa con ese vestido! —gritó emocionada, para luego moverse a otro lado y contemplar otro vestido—. ¡Oh! ¡Mira ese blanco con decorados azules! ¡Te vendría hermoso a ti!

—Estamos mirando un vestido para ti, hermanita —recordé con una leve risa.

—Ah, sí, cierto.

Seguimos mirando tienda por tienda, pero Aspaura siempre decía que veía sería genial para mi o mi madre. Mantenía la paciencia, pero me daba cuenta que su gusto era un poco más distinto a la moda típica que había entre las Elinas.

—¿No hay ningún vestido que capté tu atención? —pregunté, cruzando mis brazos.

Aspaura me miró de reojo y sonrió con timidez.

—No... En sí, no hay ni uno que me guste para mí —admitió, bajando un poco la mirada.

—¿Entonces cuál es el que capta tu atención? —pregunté, poniendo las manos en mis caderas.

—Eh. —Soltó un pequeño suspiro—. Mientras que no sea un vestido...

Parpadeé varias veces mis ojos para luego observar mi alrededor.

—Eso es complejo, Aspaura —murmuré, poniendo la mano en mi barbilla—. Porque tú hablas de camisas y pantalones y eso solo lo llevan las Elinas que trabajan fuera de la ciudad. Eso no sería muy...

Al mirarla, vi las notas tímidas y débiles saliendo de su Leia. Me quedé con la boca entreabierta para luego sonreír con calma.

—Podemos buscar alguna tienda que ofrezca eso —hablé, viendo como sus ojos brillaban un poco más—. Pero antes comeremos un poco y seguiremos buscando, ¿vale?

Aceptó y nos sentamos en los bancos del extenso parque que había cerca. Este, a diferencia de nuestro barrio, estaba pavimentado y poseía unos bancos de madera más cuidados. A lo lejos se podían ver a unas pocas crías jugar en los columpios. Las risas y las conversaciones sonaban de fondo mientras comíamos. Era diferente, pero era un alivio ver que todo se mantenía igual y con el respeto que se merecía a Fusis y Sensibilidad.

Distraída por mi alrededor, pude escuchar una de las conversaciones, una que puso en tensión mis hombros.

—Me preocupa donde pueda vivir ahora mi hija. Vivía en Airos, cerca de los bosques y...

—¿Los de la frialdad? —interrumpió su compañera.

—No por Sensibilidad, ni se lo permitiría —respondió angustiada la mujer—. Vivía cerca del camino a los Lagos de la Sensibilidad Nacida, pero ya no la dejan estar ahí al detectar amenazas en la zona.

—Por Sensibilidad —susurró su compañera—, que se olvide de vivir ahí, ni siquiera de recuperar su casa.

Negué rápido con mi cabeza, soltando un suspiro largo para recordar las palabras de mi madre. No se equivocaba,, pero ¿cómo era posible? Creía que eran indestructibles como Elinas guerreras, ¿por qué no podían hacer frente a ese peligro? Dudas de este estilo me inundaban, pero a la vez dejaban en claro mis decisiones.

«Mamá, sé que me dijiste que no tenía por qué ser guerrera y no debía sentir culpa, pero si tengo el don y es mi destino, ¿incumplirlo no sería faltar el respeto a Sensibilidad? —me pregunté para luego soltar un suspiro y mirar a mi hermana—. No solo eso, estando tan cerca de conseguirlo, no voy a dejarlo cuando ese peligro está creciendo. Espero que lo entiendas y que me puedas ayudar, mamá».

No estuvimos mucho rato ya que teníamos las horas contadas y no podíamos llegar a casa tarde. Al terminar nos pusimos de nuevo con la búsqueda. Mis esperanzas iban desapareciendo cuando Aspaura no encontraba ni una sola tienda.

Hasta que pronto terminó la calle, viendo la última tienda pequeña y alejada de las demás. Parecía ser una totalmente nueva, como si acabaran de empezar los dueños.

—Aspaura, creo que será mejor volver —dije soltando un leve bostezo.

—Pero queda esa tienda —indicó y la señaló para luego ir en su dirección.

—Dudo que haya algo en esa tienda —murmuré, estirando un poco mis brazos mientras iba en su dirección.

Como mejor pude me fijé en el interior de la tienda. Mostrar los diseños de la ropa que tenían disponibles, unos que a decir verdad eran un poco más distintos que las demás. No tenía demasiada decoración y los colores eran muy vivos, aunque eso no era lo único destacable que tenía.

—¡Hermana, mira!

El grito de Aspaura hizo que me moviera, viendo los maniquíes de madera. Tenían una ropa muy distinta a la que había visto. Pantalones y camisas femeninas, y no se relacionaban con los trabajos que hacían las agricultoras. Eran elegantes y con la justa decoración, dejaba en claro que la dueña del local tenía una visión distinta a las demás modistas.

—¡¿Podemos ir a ver?!

Alcé un poco mis hombros y afirmé. Era la primera tienda y deseaba entrar de una vez para comprar ropa. Caminar por las calles era un aburrimiento que deseaba quitarme de encima.

La campana pequeña del local sonó cuando se abrió la puerta. Fuimos atendidas por una mujer de unos cincuenta años, vestida con una camisa a botones y mangas cortas. Sus pantalones campana azules también lo tenían.

Me quedé en silencio unos segundos cuando me di cuenta quien era la dependienta de esta tienda.

—¿Lineai?

La mujer me miró con detenimiento para luego abrir la boca con asombro.

—¡Oh! ¡Qué ilusión le vas a dar! —gritó, sonriendo y caminar hacia la derecha, a unas escaleras que daban al piso de arriba—. ¡Aline! ¡Tienes visita!

Aspaura me miró atónita, aunque no era la única. ¿Cómo era posible? Mi cabeza trataba de darle lógica, pero no pude cuando escuché los pasos escandalosos de Aline para abrazarme.

—¡Urchevole! —chilló, para luego mirarme—. ¿¡Qué hacéis aquí?!

—E-Eso debería preguntar yo —murmuré sin saber dónde mirar.

—¡Oh sí! Bueno, era mi secretito, pero ¡tadán-tadán! ¡Estoy ayudando a mi madre en su tienda de ropa! ¡Seré la próxima costurera! —explicó, moviendo sus brazos como si hiciera una presentación.

—¿T-Tú? —pregunté, mirándola con gran atención.

—¡Así es! —Aline me miró, cruzando sus brazos—. Menuda sorpresa ¿eh?

—Teniendo en cuenta que la costura requiere paciencia y tú no tienes eso —susurró Aspaura.

Aline soltó una carcajada.

—¡Mi madre me dijo lo mismo! ¡Pero creedme que puedo con ello! La costura... ¡es muy relajante! Y más con música que puedo crear de mi Leia. ¡Me permite concentrarme! —aseguró, poniendo las manos en sus caderas—. Pero basta de mí, ¡sois nuestras clientas! ¿Qué necesitáis?

Aspaura tuvo valor y confianza en decir lo que deseaba. No paró de hablar. Era la primera vez que la veía con esa energía al igual que sus melodías que salían a un ritmo constante y alegre.

Apenas tuve que intervenir más que dar el aprobado en la ropa que me parecía correcta o no. Aline daba un punto de vista o incluso su madre, haciendo lo que quedaba de tarde una agradable. Aspaura parecía sentirse mucho más segura, incluso renovada.

—Mañana a primerísima hora lo tendré todo —aseguró Aline. Ajustó las agujas de madera de la ropa para luego mirar las medidas—. ¡Sí! ¡Será coser y cantar! —Rio por lo bajo para luego mirarnos—. Os prometo que será super rápido de hacer.

—Genial —respondí, sacando el monedero para contar las monedas—. ¿Cuánto sería?

—No me vas a pagar por monedas —aseguró Aline con una sonrisa pícara—. Va a ser por otro método.

Alcé un poco la ceja, mirándola con detenimiento.

—Aline, que seamos amigas no significa que...

—¡Tu tendrás descuento especial, eso no se discute! —interrumpió, dejándome muda—. Lo que si te pido es que hagas un poco de promoción porque estamos empezando y no somos conocidas. ¿Te parece?

Sonreí y afirmé sin dudar.

—Créeme que con la ropa que ha escogido, llamará la atención de cientos de Elinas —aseguré, mirando a mi hermana con una sonrisa.

—¡Eso es obvio! —contestó Aline, cruzando sus brazos—. Ese día será ¡la Elina! Definitivamente.

Aspaura no pudo decir nada más que moverse con timidez, pero desde su interior las pulsaciones frenéticas la delataban por completo. Era entendible que tuviera esos nervios si mañana, graciosamente, era ese día esperado.

Ese día nos habríamos levantado mucho más temprano, yendo hacia Nai para que Aspaura pudiera cambiarse. Era increíble, pero Aline había podido hacer la ropa en tiempo récord. La miraba con asombro, viendo su sonrisa junto a las ojeras de una noche larga, pero que había merecido la pena.

—¿Qué opinas, Aspaura? —preguntó Aline con cansancio, soltando un largo bostezo.

Aspaura se miró, viendo los pantalones anchos azules atados por unas cuerdas grises junto a su camisa blanca de flores azules y mangas cortas. Ajustó su chaqueta larga de color azul oscuro, mirándose de un lado a otro para luego sonreír con total confianza.

—¡Me veo genial! ¡Has hecho un trabajo increíble, Aline! —gritó Aspaura, corriendo hacia ella para abrazarla.

—Ah, mis brazos no... —susurró Aline, soltando una débil risa—. Me alegra que te guste, Aspaura, pero no tienes que perder tiempo que empiezas clases en nada.

—¡Cierto! —Me miró, viéndose la emoción y nervios mezclados en sus ojos llorosos—. ¡Tenemos que ir ya, hermana!

Afirmé, aunque antes de irme, dejé unas pocas monedas en el mostrador de forma que Aline no se diera cuenta. No iba a irme sin pagarla, y me daba igual que fuera cliente especial o no.

De camino al Gran Árbol, Aspaura no paraba de hablar. Su Leia estaba llena de vitalidad, bombeando a una velocidad que me obligó a usar mi magia para calmar sus emociones. Conociéndola, le daría un ataque de nervios cuando fuera la reunión o en clases.

Nos encontraríamos con las Elinas de distintas edades, dirigiendo la mirada a Aspaura. A pesar de la presión, caminaba con seguridad, agarrando mi mano con una sonrisa que jamás se me iba a olvidar.

Pronto llegamos al interior del Gran Árbol. Aspaura miró a su alrededor con la mano aun agarrándome con fuerza. Elinas se movían de un lado a otro hacia las clases que le correspondía o a la reunión que en pronto se haría. n.

—Debes ir por los pasillos de la zona Norte, allí encontrarás una gran sala donde tendrás que esperar —le indiqué.

—¿Y tú adónde irás?

—Pues a clases, claramente —respondí con una ligera risa—. Cualquier cosa, nos encontraremos en el centro, ¿entendido?

—D-De acuerdo —murmuró Aspaura, jugando con sus dedos.

A estas alturas conocía bien algunas de sus actitudes, por lo que me agaché a su altura para acariciar su cabello.

—No tengas miedo, ya verás que irá todo bien, y capaz te metan en la clase A como a mí.

—No lo sé, ya sabes que yo quiero ser una lutier, no una guerrera. Capaz por eso me ponen en la B —supuso Aspaura.

—Sea cual sea, no tengas miedo ni te presiones, ¿entendido?

«No te exijas demasiado y disfruta del momento, hermanita. No hagas como yo».

—Está bien, hermanita —murmuró, para luego mirar su alrededor, soltando poco a poco mi mano—. Pero, ¿luego podemos reunirnos por aquí?

—Claro, o en la biblioteca, como quieras. Puedes contar con ello.

Tras un abrazo cariñoso, vi como mi hermana corría en la dirección que le había indicado. Crucé mis brazos, regresando al pasado al verme reflejada en sus acciones. Sonreí sin querer mientras iba a clases, pero nada más dar la vuelta, me encontré con alguien que dejó mi piel de punta.

—Urchevole, me alegra encontrarte por aquí. Necesito que vengas, no te preocupes por tus profesoras, ya hablé con ellas y me dijeron que no había ningún problema.

—Gr-Groina —susurré, parpadeando varias veces mis ojos—. ¿Qué ocurre? ¿Necesita algo?

—Necesito hablar contigo en un lugar más tranquilo. Tenemos mucho de qué conversar, aunque no solo contigo, también con varias Elinas. Así que, nos vamos moviendo —exigió Groina.

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