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Capítulo 1: Ojos que brillan.

Cuando era pequeña, aprendí que solo éramos mujeres en nuestra raza, las Elinas. Pronto haría las tareas de mi madre, por ello desde tan joven traté de ayudarla al ser solo dos en la familia.

—Hija mía, sabes que no tienes porqué. —Su agradable voz resonó en mis oídos, haciéndome girar—. ¿Por qué no sales con tus amigas? Seguro que tendrán ganas de pasar un rato contigo.

—Pero quiero ayudarte en casa, mis amigas pueden esperar —respondí con la mirada tímida apuntando al suelo. Pronto recibí una caricia suave en mi cabello.

—Hija mía, agradezco tu ayuda, pero no hay nada más que hacer. Puedes salir con tus amigas y disfrutar del día —me aseguró, sonriendo con dulzura.

—¿De verdad? —pregunté, alzando mi cabeza.

—Por Sensibilidad juro que no hay nada que te deba preocupar. —Mantuvo la sonrisa cariñosa, alzando un poco mi cabeza—. Disfruta, pero recuerda no regresar muy tarde a casa, ¿entendido?

—¡V-Vale, mamá! 

Con una sonrisa segura, me despedí de mi madre y abrí la puerta. El callejón empedrado creaba un ambiente agradable. Desprendían un aire acogedor con la luz suave filtrándose entre las casas de madera, cubiertas de musgo y enredaderas. Correteaba en busca de mis compañeras, sin importarme que mis pies desnudos tocaran el suelo húmedo.

Pronto vi a mis amigas reunidas en la enorme plaza llena de árboles grandiosos junto a los arbustos que poseían diversos frutos.

—¡Aline! —grité al verla—. ¡No deberías pillarlas! ¡Aún no crecieron del todo!

Se giró ante mi voz, viéndose las mejillas manchadas de rojo. Con una sonrisa traviesa, las guardó detrás de su espalda como si no hubiera hecho nada.

—¿De qué hablas? Yo no comí nada —se escudó antes de comerse la fruta rápidamente—. ¡Oye Urche! ¿Te parece jugar con nosotras? 

No pude evitar soltar una risa y afirmar.

—Me encantaría.

—¡Genial! Pues tendrás que esperar un poco, aunque tranquila, me dijeron que no tardarían en venir. —Y tras eso, le dio un último muerdo a las pequeñas frutas para sonreír satisfecha.

No habría pasado mucho tiempo desde que las demás llegaron, siendo la última Haui quien se había dormido tras la merienda. Todas presentes, Aline me señaló con una sonrisa desafiante:

—¡Urchevole! Te toca a ti buscar a las demás, tienes que contar hasta veinte y nosotras nos escondemos, ¿vale? 

Sus pendientes tintinearon suavemente cuando movía su cabeza, en este caso para  buscar un sitio donde esconderse.

—Me parece bien —respondí, viendo como las demás se preparaban para esconderse.

—A ver si esta vez nos encuentras —bromeó Ilona con una sonrisa cómplice.

—Siempre lo hago, y muy rápido además —aseguré, poniendo las manos en mis caderas en una pose segura.

—¡Esta vez no será tan fácil! ¡Ya lo verás! —contestó Urai con una mirada desafiante, lista para moverse.

—¡Bien, entonces me pondré a contar ya!

Cubriendo mis ojos y dándole las espaldas, escuché a mis amigas reír y correr para esconderse. Contaba en alto, dejando que mis oídos hicieran su trabajo. Melodías lejanas se escuchaban, susurrándome pistas donde podían estar. Cuando terminé, retiré las manos de mis ojos amarillentos y me giré.

—¡Listas o no, allá voy!

Me ponía de rodillas contra el suelo, mirando tras los arbustos. Observaba detrás de las casas de extensos huertos o subía por los árboles para ver si estaban en las ramas. Al final, sin tener resultado, decidí usar el don que tenía. Cerré mis ojos, dejando que los sonidos de mi alrededor se adentraran con cuidado. Melodías eran compuestas por diversos instrumentos o los murmullos de la naturaleza.

—Mantén esa atención a las notas que emiten tus amigas, ¿las recuerdas?

Esa voz armoniosa y paciente aparecía siempre que cerraba mis ojos. Calmaba mis emociones, pudiendo así concentrarme en los sonidos que hacían cada una de mis amigas. En específico,  los pendientes de Aline. Abrí mis ojos y fui en su búsqueda hasta encontrarla.

—¡Aline! ¡¿De verdad tenías que ir a ese arbusto y comer los Cirols? —pregunté, riéndome al verla con el fruto esférico y pequeño de colores rojos en sus manos.

—¡Es que son buenísimos! —admitió, saliendo de su escondite y sacudiendo las hojas de su vestido amarillento.

—Al menos dame un poco, ¿no?

—¡Claro!

Mientras mordía el fruto dulce, miraba a mi alrededor con un rostro pensativo.

—Aún quedan Ilona, Urai y Haui —comenté.

Aline me miró con picardía.

—Yo sé dónde está Ilona, sígueme —contestó con la boca llena.

Me reí y la seguí. Habríamos tardado bastante en encontrar a Ilona de no ser que empleé de nuevo el mismo truco. Las notas de Ilona eran impacientes y muy mal tocadas. Al abrir mis ojos, la vi  en uno de los tejados de las casas.

—¿Qué haces ahí arriba? ¡Las vecinas se van a enfadar!

—¡Saben que me subí aquí! Pero... ¡No se bajar! —admitió Ilona con timidez.

—¡Deja, te ayudo! —gritó Aline.

Tras unos pocos minutos, Ilona logró bajar, mirándome con una notoria vergüenza con sus ojos de distinto color.

—Pensé que así no me encontraríais jamás. Capaz no fue buena idea decirle a Aline donde me escondería —supuso en alto para luego mirarme un poco irritada—. Aunque me habrías encontrado con tus oídos.

—¿Tanto se nota que lo usé?

—¡Claro que sí! ¡Cuando cierras tus ojos, pareces brillar como esos insectos que hay en el lago! —comparó Ilona, y luego miró a Aline—. Me sorprende que hayas sido encontrada de las primeras.

—El hambre me delató —respondió con una risa nerviosa.

—Me lo esperaba, siempre tienes hambre.

—¡No es cierto! —contestó, hinchando sus mejillas.

Me reí, pero no por mucho tiempo.

—¿Dónde están Urai y Haui? —pregunté.

—Eh... Bueno, se alejaron de más —respondió Ilona para luego girarse hacia la derecha—. Se adentraron hacia la plaza principal.

—Pero eso es trampa... —susurró Aline.

—Ya sabes como son, en especial Urai —recordó Ilona, rascando su cuello.

—Es mejor que vayamos a buscarlas ya. La noche se está acercando —sugerí.

Aline e Ilona estuvieron de acuerdo y nos pusimos en marcha, siguiendo las semillas lumínicas dentro de las lámparas colgantes nos indicaban hacia el Gran árbol de Enlia.

—Por Sensibilidad, va a estar difícil encontrarlas —murmuró Aline, abriendo sus ojos con asombro.

—Dudo mucho que estén dentro—murmuró Ilona.

—No les dejarían entrar ahí, lo sabéis —recordé.

Enlia destacaba sobre todo lo demás. Albergaba diversas aulas y habitaciones para las guerreras que protegían Sinea. El majestuoso árbol colosal era un lugar hipnótico. Su tronco robusto era adornado como si fuera un hogar más para las Elinas. Lianas y semillas lumínicas decoran las ramas, pero no era lo único. Las notas musicales parecían brillar a su alrededor, creando un ambiente mágico y cálido. 

—Urchevole, ¡ehh! ¡Sinea te llama para que vuelvas de tus pensamientos! —gritó Aline, dando varios toques en mi hombro.

—¿Eh?

—¿Recuerdas que tenemos que buscar a nuestras amigas? —preguntó Aline, cruzando sus brazos.

—C-Cierto...

Avergonzada, seguí con la búsqueda. Cerré mis ojos para escuchar, pero era más complicado ante las melodías provenientes de diversas Elinas. Aun así acepté el reto y decidí escuchar cada una de las notas que me rodeaban. Apreté mis ojos, pudiendo oír el ritmo constante y potente de una canción grave que conocía. Segura, di pasos hacia las escaleras que llevaban al Gran árbol de Enlia.

—¡Haui! —gritó Aline, acercándose para mirarla con el ceño fruncido—. ¡Dijimos que era en las calles de nuestros hogares! ¡No en el centro!

—¡Ah! —Con torpeza salió del escondite, mostrando su pequeña figura—. Pensé que era en toda la ciudad...

—¿¡Cómo?! —gritaron Alina e Ilona.

—Sí... de hecho, Urai dijo que se iría hacia los bosques de...

—¡No a los bosques de Frialdad! —interrumpió Aline.

—S-Sí... —Haui no pudo evitar llevar sus manos hacia su vestido verdoso para agarrarlo—. Intenté convencerla, pero...

—¡Esto es horrible! ¡Tenemos que avisar a las guerreras! —interrumpió Aline una vez más.

—Calma, chicas... —murmuré con paciencia, aunque el el temblor de mis brazos delataba mi angustia—. No creo que Urai sea tan... boba. Sabe que ir allí es perderse y que posiblemente...

—¡No, no y no! ¡Debemos ir a por ella! —intervino Ilona, notándose los nervios en sus manos—. Como la hayan atrapado esos horribles...

Aline, tan nerviosa como siempre, le dio un golpe al hombre de Ilona para que no dijera nada.

—¡Vayamos a por una de las guerreras y pidamos su ayuda!

—¡Estoy de acuerdo! —intervine, girándome para mirar una de las calles—. Puede que así...

Desde la lejanía vi a Urai, mi sonrisa desapareció al ver que no estaba sola. Tragué saliva, arrodillándome ante la guerrera que agarraba la mano de Urai. La vergüenza se veía en su rostro, manchado de barro al igual que su cabello desenredado.

—¿Es vuestra amiga? —preguntó la guerrera en un tono firme, aun sin retirar el agarre a Urai.

—S-Sí—respondí con cierta dificultad.

—¿Sabéis dónde se encuentra su madre? —preguntó de nuevo, provocando que las demás se miraran desconcertadas.

«Tan olvidadiza y bruta que eres, Urai. Encima tuviste que encontrarte con Urosia...», pensé, soltando un suspiro por mis adentros.

—Sí, claro que lo sabemos —respondí.

—Genial, guiadme. Debo de tener una conversación con su madre.

A ninguna de las presentes nos gustó esas palabras, menos a Urai. Tenía pequeñas lágrimas en sus ojos. ¿Cómo se le había ocurrido ir allí? Era de conocimiento básico que ir a los bosques de la Frialdad estaba prohibido por las amenazas y por ello que existieran tantas guerreras. Protegían tanto el interior como el exterior de Sinea. Tan valientes y fuertes que no podía evitar mi admiración por ellas, sobretodo a Urosia y Groina.

Pronto llegamos a la casa de Urai, escuchando a Urosia discutir con su madre.

—Parece que su hija no es muy consciente de los peligros que hay en ese lugar, ¡¿es que acaso no se lo explicó ni enseñó?! —preguntó Urosia, en un tono firme y demandante.

—S-Sí lo hice, pero...

—Es mi culpa, lo siento —interrumpió Urai, llamando la atención de nosotras que nos escondimos detrás de la casa—. Quería explorar el lugar por mi sola porque... no me creía esos...

—¿Cómo puedes dudar de su veracidad? ¿¡Cómo puedes dudar de nuestras palabras?! ¿¡Sabes que también es dudar de la palabra de Sensibilidad?! —interrumpió Urosia.

—Y-Yo...

—Sensibilidad fue de las primeras que lo vivió. Cuando lo supo, advirtió a todas y nos protegió, ¡y aún sigue haciéndolo! Dudar de su palabra es un castigo grave, jovencita.

Urai solo agachó la cabeza y asintió. Urosia soltó un largo suspiro, poniendo los dedos en su entrecejo.

—Confío en que esto sea una lección y que a la próxima no cometas el mismo error.

—N-No lo haré.

Mientras Urai escuchaba, no pudo evitar ver nuestras miradas expectantes. Con un gesto suave, nos pidió que nos fuéramos. Lo entendimos e hicimos como si nada hubiera ocurrido, aunque no pudimos evitar comentarlo.

—Vaya enfado tuvo —murmuró Haui, agarrando sus manos en un gesto tímido.

—Como para no, ¡fue a los bosques de la Frialdad! ¡Ir allí está prohibido! —contestó Aline en tono lleno de incredulidad.

—Lo sé, pero no puedes negar su curiosidad...

—Eso no justifica nada. ¿¡Tú sabes los peligros que hay ahí?! —preguntó Aline, mostrando su molestia.

—En este caso concuerdo con Aline —intervine con un tono más calmado—. Tened en cuenta que desde que nacimos, nos dicen siempre la misma historia, y no creo que sea para asustarnos, sino porque es real...

—Cierto, pero me preocupa que no puedan hacer mucho—habló esta vez Ilona, viéndose la angustia en sus ojos.

—Aún pueden contenerlos, que eso ya es un gran avance —recordó Aline con esperanza—. ¡Y hay que tener cuidado con eso! No es ninguna broma, ¡aun si Urai tenga a su madre como guerrera y quiera serlo también! No da justificación alguna.

Sus palabras fueron como un puñal en mi espalda. Había un hecho complicado entre las Elinas, y era que no se podía ser guerrera ni madre a la vez. Si el destino decidía que fueras madre, no había otra que dejar el puesto de guerrera para cuidar a la hija.

Por ello entendía que Urai decidiera aventurarse y tuviera ese deseo de ser guerrera. No era la única.

Pronto regresamos a nuestros hogares y nos despedimos. Al abrir la puerta de mi casa, fui recibida con una cena aromática de frutos frescos que mi madre pudo recolectar. Me acerqué a la cocina con timidez.

—¿Te puedo ayudar? —pregunté, viendo como mi madre dejaba de cortar la fruta para mirarme con cariño.

—Si me pones la mesa y recoges tu habitación, me harías un favor. Se te olvidó hacerlo esta mañana.

—Ups...

No perdí tiempo y fui corriendo a mi habitación para organizar todos los libros y juguetes que había dejado tirados. Al terminar, fui al comedor para poner la mesa y cenar la ensalada que había hecho.

—¿Qué tal hoy con tus amigas? —preguntó Melian.

—Bien —respondí sin dar mucho detalle.

—¿Bien? Vaya, otros días me detallas todo lo que ha ocurrido en tu día.

Tragué la comida con dificultad.

—Ehm. D-Digamos que a Urai la pillaron en los bosques de la Frialdad...—admití. Mi madre me miró fijamente—. ¡No he ido! ¡Por Sensibilidad lo juro! Estábamos jugando y cuando me quedaba por encontrar a Urai, nos dimos cuenta que estaba allí. ¡Ella está bien! De hecho, Urosia la encontró y la llevó a su madre para luego darle una charla seria sobre ello.

Melian pudo respirar con cierto alivio, pero la intranquilidad no se iba de su rostro.

—Pensé que su madre, Elan, le había dicho las historias sobre ese lugar.

—Sí, lo hizo, pero Urai es muy curiosa y...

—Está cegada en ser la próxima guerrera porque su madre tuvo que dejarlo —interrumpió, dando vueltas a la comida con el tenedor de madera—. Pero ese lugar... no debe visitarlo nunca, menos si es una niña.

—Ya...

No supe bien que decir, rascaba mi cabeza con cierta timidez mientras seguía comiendo. La cena se mantuvo más o menos silenciosa, algo inusual porque mi madre solía ser charlatana.

—¿Ocurre algo, mamá?

—Me llegó una noticia que la verdad... no sé cómo aún es posible.

—¿A qué te refieres? —pregunté, ladeando la cabeza hacia la derecha y frunciendo el ceño.

—A que... —Melian inspiró hondo y puso las manos en la mesa—. Vas a tener una hermana.

Tragué con dificultad e incluso tosí con fuerza. ¿Cómo era eso posible?

—¿D-De verdad?

La mirada de mi madre expresaba la misma confusión y sorpresa que yo.

—S-Sí. Tendrás una hermana, aunque sea... imposible entre las Elinas.

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