Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9: Tu última decisión.

A los quince años no me di cuenta que era una de las Elinas más destacadas de mi curso. Rumores hablaban a mis espaldas, ignorándolas al estar centrada en lo único que me importaba. Quinto año me resultó complicado por las clases de Ceria, pero aun así daba mi mayor esfuerzo.

Era siempre lo mismo. Regresar de clases, comer, estudiar y dormir. Fue el año que más me enfoqué en los estudios y apenas recuerdo alguna interacción con mi familia.

Algo que Aspaura notó rápido, más cuando tenía noches largas sin dormir. Trataba de convencerme, despegarme de los libros, pero nada sirvió.

Hasta que un día las notas desorganizadas de mi leia frenaron ante el silencio brusco que representaba mi madre al estar en mi habitación. Gotas de sudor caían sin descanso cuando su mirada expresaba decepción y dolor. Abría su boca, expulsando aire para luego negar con calma.

—Deja los estudios, Urchevole. Tenemos que hablar.

Era la primera vez en años que su tono se volvía casi amenazante, como una advertencia hacia el peor castigo que iba a recibir. Moví los libros a un lado y la miré con los ojos bien abiertos.

—¿O-Ocurre algo, m-mamá? —pregunté, poniendo las manos en mis rodillas y agarrándolas con cierta fuerza.

—No me escondas nada más a partir de ahora porque sé que es lo que estaban preparando a mis espaldas —avisó, cerrando la puerta a sus espaldas para mirarme con los brazos cruzados—. Me dijiste que deseabas ser profesora para que no sospechara de tus actitudes obsesivas. Para que no supiera hasta los dieciocho años que ibas a ser guerrera.

Maldije por mis adentros a mi hermana. Sabía que era la única que le pudo haber dicho a mi madre. Abrí la boca, labios temblorosos, manos sudorosas. Nada se me ocurría en mi mente para poder explicar y mentir a mi madre no era lo ideal si mi leia delataba mis emociones.

—¿Por qué? —preguntó, acercándose un poco hacia mí. Su posición expresaba la decepción molesta de una madre, pero sus ojos lagrimosos...—. Pensé que deseabas ser profesora de verdad. Por Sensibilidad. Ahora entiendo porque quieres sacar tan buenas notas, o como apenas dormías...

Agaché la cabeza, incapaz de decir ni una sola palabra.

—Solo dime ¿por qué? ¿No te das cuenta el peligro que supone? —Se acercó un poco más hasta agacharse a mi altura y agarrar mis manos—. ¿No te das cuenta lo que significa eso? ¿Lo que es ser guerrera? ¿Por qué...?

Apreté mis labios y cerré mis ojos con fuerza.

—¡N-No es justo! —grité de la frustración, abriendo mis ojos. Mi madre me miró con atención—. Perdiste todo por mi culpa y por ello quise cumplir tu deseo. ¡Y-Ya no es s-solo proteger Sinea! ¡S-Sino también hacerte feliz al ser una gran guerrera como tú!

Las lágrimas se rompieron y cayeron sin descanso. Mi madre lo hacía en silencio, yo cubría mi rostro con mis brazos.

—¡Fuimos una familia de guerreras! —continué, respirando con dificultad y con ello trabándose mis palabras—. ¡Fueron años! ¡Muchísimos! ¿¡Te crees que no lo vi en el álbum de fotos!? ¡Mi tatarabuela, bisabuela, abuela y tú! ¡Todas erais grandes guerreras! ¡Y lo peor es que teníais cercanía con Sensibilidad! —Alcé la mirada, retirando un poco mis brazos—. ¡Y-Y me enteré que tú...!

—No me habría decepcionado si tu no hubieras sido guerrera, es más, lo hubiera preferido.

El tono delicado y débil de sus palabras me dejaron sin aire, mirándola entre lágrimas que hacían borrosa mi visión. Sus manos se acercaron a mi rostro, agarrando mis mejillas con cariño.

—Sé lo que dicen de mí —continuó mi madre con sonrisa paciente—. "La grandiosa guerrera que pudo guiarnos hacia la victoria lo abandonó todo por tener una hija." Y es estúpido lo que dicen porque no escuchan la versión que he repetido mil veces. Yo no superé las pruebas, Sensibilidad me rechazó y al cabo de unos meses me dio la bendición de tenerte a ti en mis brazos.

—P-Por ello yo...

—No tienes ninguna responsabilidad, Urchevole. —El tono duro de mi madre apareció, aunque se rompía cuando me miraba, secando mis lágrimas—. Nada de esto lo es. Naciste en este mundo maravilloso para cumplir tus deseos, jamás te obligué a nada ni lo haría. Lo único que deseaba era que no fueras guerrera, pero... aun así...

Apreté mis labios, viendo como mi madre trataba de controlar su dolor.

—¿Por qué no querías?

—Sé lo difícil que es. Son años de experiencia encima. Desde los dieciocho años logré ser guerrera y a los veintitrés años fue cuando ocurrió el llamado para las pruebas de Sensibilidad, para conseguir su Lia Innactia. Ese día estaba dispuesta a conseguirlo como Groina y Urosia, pero las pruebas no eran fáciles cuando se presentaban situaciones más difíciles. —Suspiró sin tener el valor de mirarme—. No quería que pasaras por lo mismo... Después de todo yo estuve obligada por mi madre... y me dejé llevar por el odio cuando esas bestias la mataron.

Mi expresión pasó de sorpresa y dolor, sin saber bien cómo reaccionar. Mis brazos temblaban al igual que mis manos, pero se calmaron ante el tacto cálido y cariñoso de mi madre.

—Eso nunca...

—Nunca te lo dije, lo sé —terminó mis palabras mi madre, soltando un suspiro—. AL igual que miles de cosas que jamás te dije porque no quería que supieras la verdad que teníamos detrás, pero supongo que tu curiosidad era mayor al ser tan pequeña... Y supongo que también afectó al ser atacadas en los bosques cuando nació tu hermana.

—S-Sí. D-Desde ese día quería ser fuerte como ellas, protegerlas, pero también...

Quería decirle la verdad sobre mis sueños. Eran poco frecuentes, pero cuando ocurría me quitaba el sueño. Esas noches donde solo le daba vueltas a lo mismo. ¿Quién era esa niña de pinturas en su rostro? ¿Qué eran esos bosques? ¿Dónde me encontraba?

—Tendría que haber sido yo —interrumpió mi madre, dejándome sin habla—. Sí. Debí hacerlo aun si os tenía. Tuve que haber sido una líder aun si no fui aceptada por Sensibilidad. Debí seguir luchando, pero mi temor era presente cuando supe lo que era ser madre y yo... Yo n-no quería ser como t-tu abuela, pero...

Con cuidado abracé a mi madre, liberando así las lágrimas que conteníamos durante años. Era relajante ya que las notas que salían de nuestra leia aportaban una calidez que nos hacía sonreír entre lágrimas. Era una protección que hacía muchísimo tiempo que necesitaba.

—No te voy a despreciar ni odiar porque no seas guerrera —continuó mi madre, tratando de hablar con firmeza, pero manteniendo su dulzura—. Solo quería que fueras feliz con la vida que tuvieras. Quería que tuvieras una infancia que por desgracia no pude tener al tener mi abuela constantemente entrenando para ser una espléndida guerrera. Yo no voy hacer eso... —Tragó saliva, apretando su abrazo.

» Pero si aún lo sigues deseando, puedo enseñarte.

Me separé del abrazo, mirando a mi madre con los ojos bien abiertos.

—Sonará... hipócrita —continuó, bajando un poco su mirada—, pero al fin y al cabo es lo que tú decides. Si aun con esto, tienes claro qué quieres ser guerrera. Te ayudaré, claramente. Incluso si eliges otro oficio, con gusto estaré a tu lado apoyándote. Sabes que no estás sola.

Lágrimas caían sin darme un descanso para procesarlo. Solo abrazaba a mi madre con todas mis fuerzas, soltando todo lo que no pude haber hecho antes. Era agradable porque era soltar una tensión horrible que me ponía por la perfección que me exigía.

—N-No sé bien qué es lo que quiero ahora, mamá —admití, manteniendo aún el abrazo, apoyando mi cabeza en su hombro—. Esto me toma por sorpresa, pensé que te enfadarías o me rechazarías.

—Jamás, por Sensibilidad. Nunca haría tal cosa, eres mi hija. —Con cuidado, agarró mi rostro para poner su frente contra la mía en un gesto cariñoso—. Estaré a tu lado siempre, apoyándote incluso en tus peores momentos.

La sensación era... liberadora. Mi leia se parecía fragmentar, pero era una sensación agradable cuando rompía las capas de oscuridad que me había puesto. Cada una de estas se volvían en polvo, permitiendo que las notas salieran con un brillo cada vez más intenso con una entonación más clara. Sonreía, a pesar de estar con lágrimas, y respiraba con mucho más alivio al ver a mi madre enfrente.

—Si decido ser guerrera... ¿Me ayudarás?

—Y tanto —respondió con una ligera sonrisa—. Te enseñaría mejor que lo hacen Groina y Urosia. Sus métodos son... lentos, demasiado lentos.

Una risa se me escapó de mis labios, manteniendo la pequeña sonrisa en mis labios. Abracé a mi madre con fuerza, sintiendo una manta en mi cuerpo que parecía arroparme como una niña pequeña a punto de dormir.

—Ahora a quién deberías darle las gracias es a tu hermana —murmuró mi madre—. Me admitió todo y la pobre está asustada sin saber qué ha pasado.

—Es verdad... —Me separé del abrazo, apurando el paso para abrir la puerta—. ¡Aspaura!

Correr hacia mi hermana para abrazarla fue lo que jamás olvidaría. Agradecía que hubiera dicho la verdad y que poco a poco las cosas fueran cambiando un poco a mejor, aunque las dudas seguían cuando tenía en cuenta las palabras de mi madre.

No tenía claro lo que debía hacer.

En las clases, mi expresión pasaba a estar más perdida, y eso lo habían detectado Jela y Urai al estar sentadas juntas durante tantos años. Urai no paraba de pellizcar mi brazo para que le soltara toda la verdad, creándome un dolor de cabeza del que al final no me quedó otra que decir cuando nos reunimos en la plaza de la Sensibilidad.

—¡Vaya! ¡Así que es eso! —gritó Urai con la boca bien abierta para luego cerrar y cruzar sus brazos en una expresión pensativa—. Bueno, ¡a ti te falta motivación para ser guerrera!

—No creo que sea...

—¡Ah, ah! ¡Definitivamente es eso! Ahora que sabes que tu madre te apoya, dudas de lo que quieres ser, ¡pues no temas, Urche! ¡Te haré recordar por qué querías ser guerrera! ¡Te daré la motivación!

—Urai, no creo que sea...

—¡Si es eso, Jela! —gritó Urai con una sonrisa mostrando sus dientes—. Tengo un plan in-cre-í-ble. ¡Quedamos esta tarde a las cuatro en la plaza de la música! ¡Los lograré convencer a ambas de qué querréis ser guerreras!

Miraba hacia Jela de reojo con una expresión dudosa, ella también me la devolvió. No nos quedó otra que aceptar ante la insistencia. También me servía de excusa para salir de casa, ya que hacía tiempo que no lo hacía al estar enfocada en mis estudios.

—Urche, no te tienes que sentir obligada por nada —me susurró Jela cuando Urai se alejaba de nosotras, murmurando para ella sola—. Haz lo que tu leia te diga. Ahí es donde encontrarás tu felicidad.

—Sí, pero aun así...

—Es normal que dudes. —Jela me abrazó de un lado—. En mi caso, en mi familia muchas fueron guerreras, aunque no tan espléndidas como la tuya. Ahora al estar yo, mi madre le sorprendió mucho que deseara ser escritora.

—Y sigues con ese deseo, ¿no? —pregunté, mirándola con una sonrisa tranquila.

—Sí, y Urai podrá decir mil cosas para convencerme, pero tengo muy claro lo que quiero —aseguró, poniendo su mano en su corazón para luego soltar una risa leve—. Puede que a futuro relate historias sobre vosotras, ¡grandiosas peleas que jamás serán olvidadas!

—T-Tampoco seas así, no es necesario —contesté con una risa tímida.

—¡Chicas! ¿Qué estáis haciendo?

La voz de Urai logró que nos moviéramos, siguiendo con el ritmo de las clases que teníamos por la mañana. Cuando la hora de reunirnos se presentó, avisé a mi familia que saldría con mis amigas, algo que ilusionó y alivió a ambas.

Ya en la plaza de la música, Urai nos pidió que la siguiéramos, aunque a dónde se dirigía no era un sitio que me convenciera.

—¿Por qué a Haile?

Urai soltó una carcajada nerviosa.

—¡No vamos a ir a Haile! ¡Es un atajo! Os voy a llevar a mi lugar favorito donde suelo entrenar. ¡Os voy a convencer del por qué tenéis que ser guerreras! —explicó, poniendo sus manos en sus caderas—. ¡Ese día será inolvidable para vosotras!

—¿No podrías hacerlo en otro sitio? Creo que es muy...

—¡Negativo! Esa zona es especial, es donde mi madre y yo solíamos ir para entrenar la música con sus amigas. Quiero que también vayáis para lo conozcáis, ¡aunque sea un poco! —Jela y yo nos miramos de reojo, poco convencidas—. ¡Venga! ¡Por favor! ¡Juro por Sensibilidad que si no os convenzo, pararé de insistir con ello!

—¿De verdad lo juras? —preguntó Jela, alzando la ceja un poco sorprendida.

Urai hizo una cruz en su pecho, brillando en colores dorados. Ya no había vuelta atrás.

—¡Promesa y juramento hecho!

Aun con la promesa hecha, nos mirábamos preocupadas.

—Sabes que si no lo cumplimos, estaremos marcadas con tatuajes nuevos sobre que no hacemos promesas, pero si Urai sigue insistiendo tras eso, ella quedará como una mentirosa —susurró Jela—. Creo... que merece la pena al menos intentarlo.

—Está bien —susurré para luego mirar a Urai—. Al menos así no será tan pesada si cumple su parte.

—Y no sabes que alivio —susurró, escapándose la risa.

Ambas aceptamos, siguiendo a Urai. las calles iban perdiendo su color y luminosidad a medida que nos adentrábamos, manteniéndonos juntas. Cerraba a veces mis ojos por su escuchaba algo fuera de lo normal.

Por suerte la caminata no duró mucho, encontrándonos con una gran explanada de hierba fresca con unos grandiosos árboles que aún se mantenían en pie a pesar de ser un lugar del que iban evacuando cada vez más Elinas. Urai se giró y levantó sus brazos, apareciendo una gran partitura llena de notas musicales.

—¡Os contaré la historia que las guerreras amigas de mi madre me dijeron! ¡Una historia inolvidable! —Con sus brazos, fue moviendo la partitura, deslizándose a su alrededor para luego ir por el escenario—. ¡Dicen años atrás que las Elinas jamás estuvieron solas! ¡Es obvio ante esas bestias inusuales! ¡Pero había mucho más! ¡Miles de peligros más que pudieron contenerse cuando Fusis fue la que nos protegió!

—Ah, sé cuál es la historia —susurró Jela, soltando un largo suspiro—. Y creo que la va a contar mal...

—¡Fusis advirtió a Sensibilidad! ¡Peligros ocultos en la oscuridad! ¡Pero no temáis! ¡La naturaleza prevalecerá hasta el final! —Urai seguía moviendo sus brazos, viendo como la partitura empezaba a moverse, tomando diversas formas junto a las notas.

Jela puso sus dedos en su entrecejo.

—Eso no es del todo así. O sea, sí, pero no fueron las palabras exactas. —Gruñó frustrada—. Lo que dicen es...

—¡Sensibilidad confió en su palabra! ¡Gran protección sobre nuestro hogar cayó! ¡Pero aun así esas amenazas persistían porque conocían de nuestra existencia! ¡Bestias de gran altura y aladas! ¡Bestias de gran poder y temidas!

De pronto, la partitura de Urai la rodeó, subiendo hacia lo más alto para que todo lo que había creado fuera tomando una grandiosa forma de un animal que me dejaba sin habla.

—No. No. No es así —susurró Jela, apretando un poco sus labios—. La historia dice que en su momento las Elinas no eran las únicas que existían, que había muchos seres más ocultos y que Sensibilidad quería conocerlas, pero Fusis no se lo permitía porque sabía que eran. Son devotos a un desastre temido, ¡ese mal augurio que nos decían sobre usar la izquierda! Y eran seres que debíamos enfrentar, aunque había algo que Fusis no estaba segura del todo.

—¡Sensibilidad aun así siguió luchando! ¡Siguió adelante para que las guerreras protegieran todo! ¡Para que al final hicieran frente a esas bestias y ser por fin libre!

A pesar de la dificultad, Urai se mantenía firme, viéndose como detrás de esa forma...

—Fusis decía... —musitó Jela, cerrando sus ojos.

—¡Para acabar con una condena de más de cien años!

Esa forma era...

—Que a lo mejor podían ser aliados...

La de un grandioso e imponente dragón que combinaba los colores blancos con los oscuros. Una bestia que en mi vida pensé que podría ver ante la magia que Urai creaba sin descanso, por desgracia, esto la dejó agotada, cayendo rendida contra el suelo.

—¡Urai! —chillé, corriendo hacia ella.

—¡Urchevole! ¡No!

Oía, pero a la vez no. Destrozaba mis oídos y se adentraba hasta mi mente sin darme ni un respiro. Temblaba todo mi interior, rompía con la melodía que creaba y las lágrimas aparecían. La fuerza desaparecía, caía de rodillas al suelo frente a Urai, incapaz de levantarme con la ayuda de mis manos.

Solo era testigo de una desgracia que de pequeña no había escuchado, pero que ahora entendía por qué todos temían. Por qué se alarmaban cuando aparecían. Una sinfonía... No, ¿cómo podría considerarlo una sinfonía? No había un orden, no había nada coherente, cada nota era tan desastrosa, como si disfrutaran equivocarse de cada nota musical que creaban y lo repitieran en un bucle destructivo.

Y lo hacían a propósito. Se reían con gusto, creando un escenario oscuro del que se alimentaban del miedo que teníamos. Cada nota musical que creábamos era destrozada como tormentas que aterrizaban y dejaban inconsciente a cualquiera, sin controlar nada más que someterse ante esa forma de romper la música.

—¡Dejarla en paz!

Jela giraba a pleno pulmón para atacar las amenazas que nos rodeaban. A duras penas me arrastraba para abrazar a Urai con todas mis fuerzas, dejando que las lágrimas cayeran ante el miedo que sentía. No me atrevía a mirar, pero escuchaba esas risas repetidas consumidas por el odio, observándonos con unas ansias dejarnos sin nada más que desesperanza.

—Por favor... —susurré entre lágrimas, agarrando a Urai para que me hirieran antes que a ella—. Por favor, alguien...

Sabía que no había sido una buena idea, me maldecía por mis adentros, pero a la vez le daba vueltas a lo que me había dicho mi madre. Comprendía lo que me había dicho, entendía su preocupación. Tan mal me sentía que las lágrimas caían sin descanso junto a una melodía final que creaba desde mi leia.

Si moría, que al menos mis últimas palabras fueran escuchadas desde Haile y que con ello pudiera llegar a los oídos de mi familia. Una canción que entonaba notas débiles, pero llenas de sentimiento ante los buenos recuerdos que había tenido con mi madre y hermana. Y siendo honesta, la dedicaba más a mi madre como un perdón por no haber sido honesta, por no haber aprovechado el tiempo, por no haberme cegado en algo que al fin y al cabo era temporal.

—¿Q-Qué está...?

La voz de Jela sonaba distante y temblorosa. Fruncí un poco el ceño, sorprendida porque pudiera aún estar con vida. Al abrir mis ojos, pude ver la realidad que me envolvía, incapaz de reaccionar.

Podía ver esas bestias, tan cerca mío, pero sin atacarme. Estaban paralizadas, atentas a las notas musicales que nos envolvían. Miraban con sus ojos blancos bien abiertos, entre lágrimas del mismo color que caían sin descanso. Parecían estar inconscientes por la música, pero no era así cuando musitaban palabras en un idioma que no comprendía.

Las seis bestias que me rodeaban, caían al suelo con la cabeza cubierta por sus brazos. Gritaban de dolor, desprendiendo notas desastrosas que los alimentaban, pero parecían rechazarlas al moverse por el suelo sin saber bien cómo actuar. Miré hacia Jela, sin comprender qué estaba ocurriendo, aunque no era la única.

—Y-Yo... —Señaló su boca en un gesto de silencio y luego su corazón. Vi las notas que entonaban. Eran agresivas, listas para luchar. En casos así, cualquiera se habría puesto en posición defensiva—. T-Tú... Ellos...

Me señaló y pude ver la melodía que creaba desde mi leia. Miré hacia las bestias y se acercaban sin crear esos fallos en mis notas. No me miraban, pero seguían llorando como si algo les atrajera de mi canción.

«L-Lamentan algo... ¿L-Lamentan una pérdida? ¿P-Por qué estos... Fallos lamentarían algo así?»

No hacía ningún gesto, solo dejaba que la música siguiera fluyendo hasta que los Fallos se fueron durmiendo como si fuera una canción de cuna. Sentada de rodillas y abrazando a Urai, veía a mi alrededor un desastre que no creía capaz de haber controlado.

Y seguía preguntándome... ¿qué lamentaban?

—¡Están aquí!

El grito de una de las guerreras captó nuestra atención, viendo desde los árboles como preparaban su magia para atacar, pero se detuvieron cuando se encontraron con el escenario.

Todas y cada una de ellas estaban atónitas por lo que había hecho.

Y lo peor era que Urosia y Groina también habíansido testigos de ello

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro