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Capítulo 8: Cinco sentidos.

Haile se mostraba silenciosa y vacía. Las estructuras de las casas caían por la falta de cuidado y la intervención de los Fallos Musicales que huían de nosotras. Aun si el sol era presente, a mis ojos se tornaba a una oscuridad grisácea que me causaba escalofríos.

—Por Sensibilidad —susurré, apretando un poco mis labios—. Cada vez que lo veo parece peor.

Croissant se acercó a mí con cuidado, poniendo la mano en mi hombro derecho.

—Es mejor que no lo pienses, Urchevole —me aconsejó. La miré de reojo—. Piensa en nuestra misión, más si hoy tenemos... a Urai en otro grupo.

Era obligatorio ir con otros grupos vigilando cada una de las calles. Al principio, Urosia y Groina consideraban que cinco en cada lado era suficiente, pero ante los ataques constantes hacia las calles de Haile, veían necesario que fueran siete grupos.

—Urai ha cambiado un poco al estar con Urosia. Dudo que haga algo indebido —contesté.

—Eso espero, sabe que Haile es una de las zonas más peligrosas porque los Bosques de la Frialdad están al lado. Un fallo es igual a una pérdida crucial para nuestro objetivo. —Me dio la espalda, agachándose un poco para saltar—. Dicho esto, es mejor que nos reunamos ya con ellas. Así sabremos qué estrategias tomar esta vez.

Afirmé en silencio y seguí a Croisa, saltando entre los tejados de las casas que aún resistían para luego escalar por los grandiosos árboles supervivientes. Pronto vi a cada una de las Elinas entre las ramas del árbol más adulto, pero también torturado por los cortes que los Fallos trataban de dar para causar aún más destrucción al lugar.

—Estamos todas —murmuró Urai, cruzando sus brazos mientras miraba a cada una de nosotras, en específico a las líderes—. Bien. Ya sabéis qué es Haile. No podemos confiarnos en lo que pueda ocurrir y más con los informes que hemos tenido estas semanas. Los Fallos al parecer han conseguido más resistencia a nuestras melodías.

—Aun me cuesta creer que sepan reducir el volumen de su canción. Solo nosotras sabemos eso —comentó una con cierta angustia, bajando la mirada.

—Es normal que sepan cómo atacarnos. Los supervivientes avisan a los demás y con ello toman distintas formas de defensa. Eso sí, atacan como un coro desorganizado —intervino una de las líderes del grupo.

—¿Y si intentamos usar otras melodías? Las que usamos son un poco violentas y puede que se acostumbraran a ello —sugirió Jela.

—En su momento lo intentaron con otras melodías, pero estas se fueron adaptando —recordó Urai, poniendo su mano en su barbilla—. Parece que se hacen más resistentes y discretas.

—¿Cómo sabes que se aplicaron otras melodías? —pregunté.

Urai frunció el ceño, mirándome con un rostro poco amigable.

—Urosia me lo explicó. Utilizaron la misma melodía que empleaste en su momento, ¿te acuerdas? —El ardor en sus palabras me dejaba en claro que aún se sentía culpable—. Y en los informes mismos dicen que las melodías no parecen dañarlas tanto. Parece que hay que combinar el baile para que las melodías se refuercen junto a nuestra forma de atacar.

—Pero acercarse a ellos es arriesgado, ¿no es mejor usar otras melodías que nos puedan beneficiar? —preguntó otra Elina de un distinto grupo.

—¿Cómo qué? —preguntó Urai, escapándose el tono borde.

—Creo que podríamos aprovechar más nuestro alrededor. Estas casas no están habitadas y sus pertenencias de valor están con las Elinas. Lo único que queda es lo material, que se puede ir recuperando con el tiempo —explicó Jela en un tono calmado—. Si creamos trampas para tomarlas por sorpresa, podremos no solo matarlas, sino que incluso conseguir más información.

—¿Y de qué forma quieres crear las trampas? Esos Fallos adoptan diversas formas sólidas o líquidas. Atraparlas será imposible, eso y tengamos en cuenta que nos cuesta detectarlas.

—¿Y por qué no usamos los demás sentidos? —preguntó Ouia. Todas las Elinas la miraron con atención, demostrando diversas reacciones que pusieron en tensión sus hombros y orejas—. M-Me refiero a que dependemos mucho de los oídos, pero también tenemos otros que nos pueden ayudar.

—Eso es una-

—Ouia tiene razón —interrumpí a Urai—. Nos hemos centrado mucho en escuchar porque podemos escuchar sus corazones, pero han descubierto nuestra forma de detectarlos. Si nos centramos solo en una cosa, no conseguiremos nada, pero a lo mejor con el olfato, tacto o vista...

—Verlos es imposible.—La voz de Urai se tornó más firme, mirándome con el ceño fruncido—. Se mueven más rápido que el viento, son apenas detectables. Si las encontramos es porque escuchamos su melodía.

—Habrá una forma, de eso seguro —contesté, mirándola con un rostro serio—. Puede que con alguna trampa como mencionamos o...

—Oigan, esos Fallos son siempre oscuros, ¿no? Como manchas —intervino Ina, levantándose de las ramas donde estaba sentada.

—Sí, ¿por qué lo dices?

—Podríamos iluminar las calles con algunas semillas lumínicas. Algo que nos dé esa pista para saber dónde están. En las estructuras nos mantendremos nosotras y si escuchamos algo, aun si es la nota más baja posible, sabremos detectarlas. En cuanto salgan, la luz será nuestra aliada para ver las manchas, ¡aun si son muy rápidas! —explicó Ina con una sonrisa segura en sus labios.

—Aun si lo consiguiéramos, esos Fallos destrozarían las semillas y no tenemos cantidades desbordantes. No podemos basarnos solo eso —respondió otra Elina, negando con calma su cabeza.

—Bueno, podríamos probar con el olfato —sugirió Ouia—. Mira, no es mal, pero todas nosotras desprendemos un olor agradable o desagradable, ¿por qué ellos no lo iban hacer?

—¿Por qué son bestias? —preguntó en un tono despectivo una de las Elinas.

—¿Y por qué una bestia no iba a desprender un olor? Los animales que nos rodean siempre dejan uno, ¡por ejemplo los búheon tienen una mezcla de olores mentolados! —comentó Ouia con una leve risa.

Urai rodó sus ojos a un lado.

—Siento que todo es una pérdida de tiempo. Centrarnos en otros sentidos no servirá de nada —quiso terminar Urai, dándole la espalda a las demás.

—Si Ceria te escucha te pondría un suspenso —murmuré, alzando la ceja con un rostro irritado.

—Qué pena que aprobé su asignatura con total facilidad —contestó Urai, mirándome de reojo mientras cruzaba sus brazos—. Su asignatura sólo servía para la botánica y cuidar mejor nuestros oídos. ¿Lo demás? Pérdida de tiempo.

—No, te equivocas. Lo que se ha dicho puede ser útil si nos organizamos y preparamos esas trampas, pero claramente hay que comunicarnos cuando vienen esos Fallos y cuándo no —contesté, acercándome a Urai.

Se giró y me miró con los ojos entrecerrados.

—No vamos a perder el tiempo con esa estupidez —aclaró Urai sin quitarme ojo.

—Puede que tu grupo no, pero el mío lo intentaremos.

—Oh, ¿te estás dando de líder?

—Tú has hecho lo mismo. No me vengas con tonterías, Urai —pedí en un tono calmado.

—No, yo no he hecho nada, solo digo lo que todas las de mi grupo piensan y posiblemente las demás —contestó para luego mirar a cada una de las Elinas—. ¡Decirme! ¿¡Quién piensa que las ideas de Urchevole y sus amigas serán útiles?!

El silencio fue incómodo, más cuando solo mis amigas y unas pocas Elinas de diversos grupos alzaban su brazo. Urai soltó una carcajada, poniendo sus manos en sus caderas para mirarme con una sonrisa satisfactoria.

—Para perder el tiempo mejor no hagamos nada, ¿entendido? —Me miró de arriba abajo y fingió una falsa pena—. O si queréis intentarlo, pero saldrá con los peores resultados posibles.

La mirada de Urai parecía escupirme a la cara, pero no duró por mucho rato cuando su grupo se marchó a vigilar las calles de Haile. Las demás hicieron lo mismo hasta que solo quedaron mi grupo y otro más.

—No sé cómo sigue siendo guerrera —susurró Croisa, desviando la mirada y apretando sus puños—. ¡Por Sensibilidad! Seguro que con Urosia actúa como una niña buena para seguir con su puesto.

—Está bien, Croisa. —Bajo un suspiro largo, miré para mirar a mis compañeras y al otro grupo—. No le demos vueltas a ello, por ahora creo que es mejor intentar preparar las trampas en el tiempo que los Fallos no atacan como ahora. Tiempos de descanso nos permitirán probar las veces que hagan falta hasta que lo consigamos.

Una de las Elinas del otro grupo me miró de arriba abajo, soltando un largo suspiro.

—No sé cómo le tienes paciencia a Urai —admitió con una mirada apenada—. Que seáis amigas de la infancia no te quita la opción de perdonarle todo.

—No le estoy perdonando nada, la vida misma le ha dado esas lecciones —contesté.

—Urche, siento decirlo, pero tiene razón —murmuró Jela, bajando un poco la mirada—. Desde la vez que fuimos atacadas por ese Fallo Musical, su actitud ha cambiado mucho contigo.

Suspiré con pesadez, negando con mi cabeza.

—Eso no importa ahora. Que sea Urosia misma la que juzgue cuando vea cómo actúa Urai, aún si se lo oculta —respondí de nuevo, caminando en medio de mis amigas—. Por ahora vigilemos las calles, y si es posible, vayamos preparando todo para las trampas, aunque nos tome mucho tiempo, lo intentaremos.

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