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Capítulo 6: La emoción del primer día.

Hace ocho años mi visión del mundo era pequeño a lo que tenía constancia. Con tan solo diez años, mi mente solo se enfocaba en una sola cosa. La Escuela de Enlia.

—¡Mamá, apura! ¡Voy a llegar tarde!

Mi madre me miró con los ojos cansados, intentando mantenerlos abiertos.

—Hija... Aún queda una hora.

Mi impaciencia hizo que mi madre le costara un poco soportarme. Llevaba días aguantando mis miles de preguntas sobre cómo serían las clases, qué me encontraría y qué profesores había. Respondía a cada duda con paciencia, aunque siempre aclaraba que las clases en su momento eran muy distintas.

Aun con ello mi ilusión no bajaba las notas de mi leia. Ese día, mi grupo de amigas me esperaba en el pequeño parque de siempre para ir directas al gran árbol de Enlia, donde cientos de Elinas de diversas edades subían por las escaleras y se dirigían a sus respectivas clases.

—¿Dónde tenemos...?

—¡Allí! —gritó Aline, dando un salto hacia adelante y señalando un pasillo.

—¿Se...gura? —preguntó Haui, frunciendo el ceño.

—¡Mi super instinto de Elina me lo dice! ¡Allí es!

Ese día llegamos diez minutos tarde a la reunión de las Elinas que empezaban el primer año en la escuela, pero al menos tuvimos la oportunidad de escuchar las palabras de nuestra alcaldesa. Me daba cuenta que su voz armoniosa era capaz de calmar las emociones de todas las Elinas presentes, ¿qué cómo lo sabía? Aline había estado callada durante toda la reunión sin hacer gestos o movimientos nerviosos.

—Ante un día como este, es importante recordar que todo esto es posible gracias a Sensibilidad, quien siempre nos cuida y protege. Aquí seréis capaces de comprender su valor y decidir vuestro camino como Elina.

Me fijaba en las profesoras, entre todas ellas, Groina y Urosia. Firmes en el sitio con un rostro atento a las palabras de la alcaldesa y a su alrededor.

—Con esto dicho, me presentaré como es debido. Soy Xieli, la alcaldesa de Sinea. Junto a mí se encuentra la directora Groina y subdirectora Urosia con las profesoras que os impartirán las asignaturas correspondientes. Os enseñaran la importancia de cada una y con ello también guiaros a vuestro futuro.

Su explicación me dejaba absorta en mis pensamientos, recordando bien todas las asignaturas que tendríamos a lo largo de los ocho años que tendríamos en la escuela.

—¿Cómo que "practica y cuidado de los sentidos"? —susurró Aline, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Tiene importancia eso?

—Claro que la tiene —intervino Urai un poco molesta—. Dependemos de nuestros sentidos en nuestro día a día, en especial el oído que es el más desarrollado.

—A mí la más estúpida es el idioma de Sensibilidad... O sea, yo sé hablar mi idioma —añadió Haui.

—¿Sabes escribir? —preguntó Aline, mirándola con los ojos entrecerrados.

Haui se quedó sin palabras, soltando un bufido que le hizo reír a Aline.

—¿Cuál creéis que será más entretenida? ¿Magia musical e instrumento o cuidado de la naturaleza? —preguntó Ilona con interés.

—Magia musical, no hay duda alguna —respondió Aline.

—Al menos todas concordamos que historia será aburrida —añadió Urai.

Nuestra conversación terminó cuando la directora Xieli volvió a hablar. Aclaró que todas las alumnas serían divididas en distintas aulas que se organizaban de la A hasta la D. Nada más terminar, nos miramos con una clara angustia en donde nuestros instrumentos sonaban desafinados.

Porque ese día fue cuando solo tuve oportunidad de estar con Urai en la clase A, siendo un total de quince Elinas a diferencia de las demás clases

—¿Por qué no podemos estar juntas? —se quejó Urai mientras seguíamos a la profesora—. ¡Encima ahora nos toca con Ulbosa! ¡Qué tostón que nos toque historia!

«Decían que era la más aburrida, pero yo no sé qué le ven de aburrido la historia», pensé, viendo como Urai suspiraba con pesadez.

Al llegar, Ulbosa abrió las puertas, encontrándonos con una pequeña aula de grandes ventanas. La decoración era agradable. Macetas colgadas en las vigas de madera, donde algunos de los arbustos crecían y caían como enredaderas en dirección al suelo. La luz era suficiente, ya no solo por el Sol, sino por las semillas lumínicas de los arbustos.

—Podéis sentaros donde queráis —habló Ulbosa con calma.

Escuchaba los pasos apurados y las voces de las que deseaban sentarse en grupo. Había mesas y sillas pequeñas de madera, a excepción de la profesora la más grande. En las estanterías había pequeñas botellas y varios instrumentos guardados en el armario entreabierto. Las paredes estaban decoradas con mapas de la ciudad o con hojas ilustradas de diversas plantas o animales.

—Urchevole, ¿nos sentamos juntas aquí?

La mesa que había señalado se encontraba en uno de los cuatro ventanales que tenían a su derecha.

—Claro.

Mientras esperábamos a que las demás Elinas se sentaran, Urai y yo conversábamos sobre la reunión y burlándonos un poco sobre la mala orientación que tenía Aline.

—Uhm, perdón...

Aunque una nueva voz intervino logró interrumpir nuestra conversación. Ambas vimos a una Elina de cabello largo blanco, viéndose la vergüenza en sus acciones que hacía con sus brazos y manos.

—¿Está ocupado este sitio?

—No, claro, puedes sentarte si quieres —respondió Urai, aunque nada más hacerlo, me miró—. ¿Verdad?

—No, tranquila, puedes sentarte.

La Elina se sentó al lado de Urai, el único sitio que había libre. En silencio, estuvo atenta a la profesora. Organizaba su escritorio para empezar su clase.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Urai con interés.

—Jela, ¿y vosotras? —preguntó con una sonrisa nerviosa, alisando su vestido con rapidez.

—Urai —se presentó con un gesto educado.

—Urchevole —dije, colocando mi mano en mi corazón.

—Un gusto conoceros y perdón las molestias, pero no había más sitio —respondió, agachando un poco su cabeza.

—No molestas. ¿Por qué lo ibas a hacer? —preguntó Urai, frunciendo un poco el ceño.

Cuando iba a responder, la profesora, dando golpes firmes en la mesa —un ritmo de 3 golpes seguidos—, llamó la atención. Sonrió con suavidad y habló:

—Un gusto teneros todas aquí, como ya mencioné, mi nombre es Ulbosa, soy vuestra profesora de historia. Durante mis clases, no solo aprenderemos la historia con el libro, sino que también haremos actividades. —Miró a cada una de las presentes, en especial a Urai—. Estáis en vuestro primer año, mi intención es que apreciéis la historia, no al contrario. Os daréis cuenta del valor que tiene y porque a su vez debe de ser recordada.

Una de las Elinas presentes levantó la mano. La profesora dejó que hablara.

—Mi mamá me dijo que no solo hablabais de la historia, sino de otros rumores que había en nuestro universo Ji.

Ulbosa, soltando un suspiro largo, afirmó.

—Cierto es, pero eso se irá enseñando más adelante. El tiempo que estaréis aquí estudiando será gran parte de vuestra juventud. Recordar que son ocho años para luego decidir vuestro camino como Elinas adultas. De igual forma, la historia que pueda haber alrededor del universo Ji es incierta y no es recomendable tenerla en cuenta.

Ocho años estudiando en el mismo sitio iba a ser mucho tiempo, pero confiaba en que no serían tediosas por como hablaba. Ya no solo eso, cada una de las profesoras que se presentaba, mostraba una forma divertida y amena de mostrar sus clases como por ejemplo eran las clases de Neria.

—¡Buenos días! Soy Neria, vuestra profesora de magia musical e instrumento. Los Marlie tenéis a primera hora conmigo, así que espero de vosotras que tengáis los oídos bien afinados —se presentó con un tono amigable—. ¿Qué os parece si nos presentamos entre nosotras? Creo que sería un buen comienzo y con ello explicar un poco como irán mis clases.

Cada una fue presentándose, viéndose como Neria no solo prestaba atención a sus palabras, sino que también a su voz. Cerraba sus ojos con una sonrisa y afirmaba cuando terminaban de hablar.

—Una voz suave y ligera, propia de una mezzosoprano. Es un gusto conocerte Jela —aseguró Neria para luego mirar a la siguiente alumna.

Cada una de las presentes tenía una voz distinta que dejaba intrigada a Neria. Graves, agudas o mezcla de ambas. Podía ser más agradable o intrigante, pero siempre describía su voz de una manera que no comprendía la importancia.

Cuando Urai se presentó, Neria abrió un poco sus ojos. El timbre de mi amiga no era como las demás, sino que era bastante grave y un poco apagada.

—Un clarísimo contralto. Es un placer conocerte, Urai.

La confusión se veía en las presentes, en especial Urai que me miraba de reojo sin comprender nada.

—La siguiente, por favor —pidió Neria.

Levantándome, me presenté con calma y educación, pero por alguna razón Neria me miró con asombro.

—Una clarísima soprano lírica. Aguda y ligera. Una bella voz que tienes Urchevole, es un gusto conocerte.

Su análisis fue lo que colmó un poquito mis nervios.

—Siento si soy mal educada, pero ¿podría saber que está diciendo? No la comprendo —pregunté con el ceño un poco fruncido.

Neria rio con suavidad para luego aclarar un poco su voz.

—Soy capaz de identificar las voces de cada una de las personas. En vuestro caso, puedo clasificaros en según la voz que tenéis: Soprano, mezzosoprano y contralto. Aquí, si bien predomina mucho las mezzosopranos, es muy agradable encontrar voces graves como agudas —explicó mientras movía un poco su mano, marcando cual era la voz más alta y la más baja—. Conmigo os daréis cuenta la importancia de las voces y del sonido. El valor de las melodías graves y agudas que podrán ayudaros mucho en vuestro día a día.

—¿Tanto? —preguntó una alumna.

—Claro, jovencita. —Giró su cabeza en su dirección—. Como Elinas dependemos de la música. No es simple entretenimiento que a lo mejor habréis visto en las calles de Sinea, sino que sirve, por ejemplo, para la cosecha.

—Mi madre siempre les cantaba —comentó una de las alumnas con cierta timidez.

—Y bien que lo hacía porque no solo crecían con el cariño de una voz tan armoniosa, sino que también aportan un sabor muy rico y único —aseguró, y miró a cada una de las alumnas—. Desde que Sensibilidad apareció en nuestra ciudad, dejó en claro que la música era lo más importante y que estaría nuestro alrededor. Escuchad bien, siempre hay un sonido, diversas voces que sin querer componen una canción, un ritmo. Incluso el propio silencio puede ser parte de una canción que causa miles de sensaciones. ¡Eso es la magia de Sensibilidad! Una donde la música siempre muestra las verdaderas emociones, una donde logra darle una vida a todo aquello que nos rodea. Tanto fuera como en nuestra Leia.

Puso la mano en el corazón al pronunciar esta última palabra. El interés hizo que prestara atención solo a ella. Había mucho por descubrir el poder de la Sensibilidad, pero no solo eso, también lo era cuando nos adentrábamos en las clases de botánica y cuidado de nuestros sentidos.

—¿Alguien es capaz de decirme qué es esto? —La profesora no se había siquiera presentado, solo mostró una planta la cual... ¡Era capaz de moverse! Aunque se veía amenazante con los dientes pequeños y la boca que mantenía abierta.—. Quien lo adivine tendrá una puntuación extra para el examen.

—Creo... —susurré, poniendo la mano en mi barbilla—. Creo que es una Drielus. Mamá me dijo que no me...

—¡Es una Drielus! —intervino rápidamente Urai, levantando su mano derecha.

La profesora sonrió con cierta malicia.

—Claro, y ¿qué hacen exactamente?

El sudor caía por el cuello de Urai, mirando de un lado a otro sin saber que decir. Con educación, levanté mi mano y hablé:

—Según me dijo mi madre, son plantas que se alimentan de los insectos, principalmente de los Aviuti. Estas son abejas peligrosas que si te pican pueden dejarte inmóvil una extremidad por su veneno.

—Exacto, Urchevole. Tendrás un punto extra en tu examen. —La sonrisa de la profesora apareció al mirarme. Después, dejó la planta a un lado y puso la mano en su corazón—. Mi nombre es Ceria, vuestra profesora de botánica y también del cuidado de vuestros sentidos. Soy capaz de oír, oler, ver sentir y degustar cualquier cosa a la perfección —se presentó, mirando de reojo a Urai.

Mi compañera bajó su mirada avergonzada mientras se sentaba.

—Lo siento, Urchevole —susurró Urai sin mirarme.

—Está bien, no me molesta.

—Conmigo no solo aprenderéis a cuidar vuestros sentidos, sino que también ver la importancia de la naturaleza, nuestra antigua y querida aliada de nuestra diosa —continuó Ceria, apoyándose en su escritorio—. Cada día iremos viendo qué plantas os pondrán venir bien para según qué situaciones y aprenderemos también a crear medicinas que serán de las más fáciles a las más difíciles mientras vayamos creciendo. Así que espero que conmigo tengáis los oídos atentos y seáis capaces de apuntarlo todo a gran velocidad.

El interés crecía por momentos y eso que solo era los primeros días cuando conocíamos a las profesoras. Cada una de ellas lograba dejarme impactada, pero lo que más me interesaba era el idioma, o mejor dicho, dialecto, que teníamos como Elinas.

—Buienios diaisi. Mi niosmibres e Elmiosa, e uini guisitos siosniossiaerlais.

Nos miramos desconcertadas sin comprender bien lo que había dicho, aunque, no iba mentir, esa forma de hablar me era un tanto familiar cuando mi madre a veces habla para ella sola.

—¿Alguien podría decir lo que he dicho? —preguntó la profesora con una sonrisa dulce.

Temblorosa, traté de levantar mi mano, pero Jela se adelantó mucho antes:

—Dijo, "buenos días. Mi nombre es Elmiosa, es un gusto conocerlas".

—¡Exacto! Parece que alguien se ha adelantado en aprender un poco sobre nuestro dialecto —habló Elimiosa con educación, mirando a cada una de nosotras para luego afirmar—. Ahora sí, me presento en condiciones. Soy Elmiosa y seré vuestra profesora del dialecto de Sensibilidad. Espero que nos podemos llevar bien juntas. Algunas de las caras las conozco porque estuve mirando algunas de vuestras inscripciones. Veo a muchas Elinas con grandes deseos para el futuro, pero es importante que conozcáis bien vuestro idioma y la historia.

—¿Tan importante es el idioma? —susurró Urai por lo bajo, frunciendo el ceño.

—Y tan importante, Urai —respondió Elmiosa. Su contestación fue sin mirarla, demostrando que tenía un muy buen oído. Cuando la observó, mantuvo esa dulzura en su rostro—. Ya no solo para comprender y escribirlo bien, sino para la comunicación en trabajos más complicados como las guerreras —explicó. De reojo vi como Urai mostraba una vergüenza visible en sus mejillas—. Las guerreras aplican este dialecto, pero muchas de esas palabras también se aplican en nuestro día a día. Por ello no solo es importante saberlas, sino porque muchas de aquí desean ser guerreras.

No pude evitar ver como Urai se apretaba los labios, lo que me hizo sacar una risa interna.

—Ahora, sé que muchas de aquí son capaces de leer y escribir, pero sé que no tienen la misma fluidez que las demás —continuó Elmiosa—. Aparte, ya no es solo el hecho de aprender el idioma, sino comprender cómo funcionan, qué funciones tienen y muchas más. Aunque haya pocas Elinas, es posible que de aquí puedan aparecer escritoras que narren sus experiencias o informen sobre la historia, como en ocasiones hace vuestra tutora Ulbosa.

Tal idea era una que jamás tenía pensado, pero al mirar a Jela, vi como sus ojos brillaban de la emoción. Sin querer había revelado cuál era su pasión y eso me hizo sonreír mientras seguíamos escuchando a la profesora.

Cada asignatura me hacía ver la realidad que nos envolvía. Tantas maravillas ocultas, tantas historias preciosas que deseaba descubrir, pero siempre había un tema que las profesoras, por mucho que evitaran, salía.

Esas bestias...

Por culpa de eso, mi objetivo en ser la mejor alumna era presente en mi día a día. Ser guerrera no solo se basaba en tener un gran dominio de la música y del baile, sino que también destacar en cada una de las asignaturas que había. Por ello cada día estudiaba sin descanso, por ello me quedaba encerrada sin querer saber nada de nadie, solo centrándome en lo que consideraba importante como un sacrificio del que obtendría los mejores resultados.

Y eso se veía cada día en mi rostro, uno que todas mis amigas veían, incluido mi hermana, que aun tan inocente, se daba cuenta que algo inusual me estaba ocurriendo. Jamás abrí la boca, tampoco lo veía necesario al creer que era lo mejor si deseaba ser guerrera en un futuro.

El problema de esto... fue cuando a los quince años, la realidad me dio un aviso sobre mi actitud.

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