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Capítulo 5: El último día.

Nada más salir y revelar el resultado, fui abrazada con todo el cariño que jamás pensé que tendría. Me dejaron sin aire, pero con una gran sonrisa que no pude ocultar.

—¡Se celebra la fiesta! —decidió Urai con emoción—. Tenemos que avisar a todas. Ilona, Aline, Haui, ¡también Croisa, Ouia, Ina! ¡Y tu hermana definitivamente estará!

—C-Creo que tampoco hay que invitar a todas las Elinas... —comentó Jela con una risa nerviosa.

—¡No! ¡Cuántas más, mejor!

«Por Sensibilidad, qué energías», pensé mientras bajábamos por las escaleras, aunque fuera un día especial, las clases aún seguían, aunque centrarme no era fácil ante las palabras que Groina me había dicho y sobre cómo reaccionaría mi familia.

Por suerte, el tiempo transcurrió rápido, y en la biblioteca rodeada de la naturaleza brotando con calma, pude reunirme con mi hermana para explicarle todo.

La ilusión se asomaba en su ojo azul, sonriendo como nunca hasta que de pronto esta se rompió como si destrozaran un libro.

—Pero eso significa que no podrás vernos como antes —musitó, bajando un poco la mirada—. Tendrás que alquilar una habitación aquí y tu tiempo...

Ser guerrera me tomaría gran parte de mi tiempo. No serían ocho horas de trabajo como las demás Elinas, sino doce horas, y estas cambiaban a diurnas o nocturnas. La oportunidad de ver a mi familia sería reducida, por no decir que solo serían encuentros casuales de apenas unos minutos.

—Lo sé, Aspaura —murmuré, apoyando mi mano en mi mejilla—. Es... duro de procesar, pero sabías lo que había. Te lo repetí muchas veces.

—Sí. —Tragó saliva, mirándome con sus ojos un poco lagrimosos—. Bueno, pero algún día de descanso tendrás, ¿no? ¡Capaz los Triele! Ese día es de descanso y devoción a Sensibilidad.

—No lo sé, Aspaura. —Suspiré, peinando mi cabello con mi mano en un gesto lento—. Desconozco mi horario.

—Oh claro... Tiene sentido.

La mirada de mi hermana pasaba a una más triste. Mi leia pasó a un ritmo más lento, pero del que intenté detener al enderezarme.

—Por ahora no pensemos en eso —le pedí con una sonrisa—. Hoy quieren hacer una fiesta a modo de celebración y también conversar con nuestras amigas. Estás invitada.

—Oh, pero mis estudios...

—Aspaura, por favor. Tienes buenísimas notas y sabes que tienes la ayuda de mi madre o la mía —traté de convencerla.

La mirada de mi hermana pasó a una preocupada, pero sacudió su cabeza y me mostró una sonrisa.

—Está bien —contestó con más decisión—. Después de todo fui yo la que te convenció para que dejaras un poco los estudios y salieras. Sería hipócrita de mi parte.

Solté una leve risa. Se lo agradecía siempre por haberme despertado de mi obsesión.

—Bien, esta tarde entonces quedamos en la cafetería a las cuatro. —Me levanté de la silla, saliendo de la biblioteca.

—Recuerda que hay que avisar a mamá —avisó mi hermana mientras me seguía.

—No creo que ponga objeciones cuando estaremos en la cafetería de Ilona. Su madre estará allí.

Afirmó en silencio con un rostro más tranquilo. Su leia al menos dejaba notas mejor entonadas, aunque en ocasiones tendría a unas más graves como si algo le atormentara. Suponía lo que debía ser, esa preocupación por no poder verme más, de no mantener el contacto que teníamos ahora.

«Tranquila, hermana. Haré lo que esté en mis manos para quedar contigo, aunque sea solo unos minutos».

Esa mañana terminó rápido y pudimos regresar a casa para explicarle todo a mi madre. Sus expresiones pasaban por varias emociones, pero entre todas ellas predominaba la preocupación que era capaz de escuchar en su leia.

—No habría problema en que vayáis a esa fiesta —respondió mi madre mientras le daba vueltas a la ensalada que había preparado—, pero recordar volver antes de que desaparezcan los rayos del sol.

Ambas afirmamos con una sonrisa para luego mirarnos. La emoción nos envolvía, aunque intentábamos comportarnos mientras comíamos. El respeto en la mesa, entre otras, era lo que importaba en nuestra familia.

—Por cierto, Urchevole. ¿Te dijo algo Groina cuando te dio los resultados? —preguntó mi madre de nuevo, soltando el tenedor de madera.

—Nada en concreto más que mi expediente era bastante destacado de otras Elinas —respondí, mordiendo una de las hojas de lechuga.

—No me extraña. Desde muy joven lograste captar la atención de las guerreras, ¡era obvio que obtendrías el puesto! —intervino mi hermana con ilusión, dejando el vaso de zumo de fresas.

Mi madre no acotó nada más, solo afirmó en silencio mientras comía. Su actitud se mantuvo durante toda la conversación y era algo que me carcomía por dentro. Era más habladora y mostraba más ilusión, pero ahora...

«Se mantuvo así cuando le admití sobre mi deseo de ser guerrera y me enseñó a bailar —pensé, bajando la mirada para observar la ensalada—. Puede que a la larga se le pase y todo vuelva a la normalidad».

Tras prepararnos con una ropa más cómoda, nos pusimos en marcha para ir a la cafetería de Ilona, que se encontraba cerca del Gran Árbol de Enlia. Allí pudimos encontrarnos con todas nuestras amigas de la infancia, siendo Aline la primera en abrazarme con todas sus fuerzas.

—¡Sois unas sinvergüenzas! ¡No dijisteis nada hasta ahora! ¡Ahora! —gritó Aline, mirándome con una sonrisa enorme—. Más os vale decirlo todo. ¡To-do!

—Eso está hecho —contesté para luego alzar la mirada y encontrarme con cada una de mis amigas.

El local de Ilona era acogedor. Daba la sensación de que había una pequeña fogata dentro, aunque era melodía de la comodidad la que creaba ese efecto. Con una barra extensa hecha de madera y unos pocos muebles, Ilona había conseguido un trabajo estable y con buenos beneficios gracias a su madre.

—Así que las tres guerreras, ¡qué maravilla! —comentó Haui con una sonrisa, poniendo sus manos en sus pantalones desgastados—. Vuestra insistencia os llevó a esto y os lo merecéis. Eso sí, según tengo oído, no es un trabajo fácil.

—No, pero merece la pena —contestó Urai, dándole antes un sorbo a su zumo de moras—. A partir de mañana nos podremos con todo. Horarios que tendremos, nuestras habitaciones, las clases extra y entrenamientos.

—Creo que también nos obligarán a ir con grupos nuevos —añadió Jela, partiendo el pastel de limón con el tenedor.

—Qué fastidio —susurró Urai, desviando su mirada—. Ahg, y encima con Urosia al lado. Qué vergüenza.

—Pero es por tu bien. Dicen que Urosia es estricta, pero de buen corazón. Ya verás que irá todo bien —añadió Ilona mientras servía los trozos de pastel a sus compañeras tras la barra.

—El problema sería Groina —intervino también Aline con una risa discreta—. ¿Os acordáis la vez que jugando al escondite Urai se marchó hacia las calles de Haile?

—Ay, por notas graves, no me hagas recordar —musitó Urai, expulsando aire de forma brusca que movió el mechón de su cabello.

—¡Es verdad! —Haui soltó una risa grave—. Menuda bronca recibió cuando Groina la pilló.

—O también cuando se ponía a saltar por los árboles y tejados de las casas —continuó Ilona, soltando una delicada risa—. Desde pequeña eras peor que un búheon recién nacido. ¡Solo te faltaba la máscara!

—Ahora ya no tanto —murmuró, tosiendo un poco para recuperar la confianza. La miré con discreción con la ceja alzada, pero no dije nada—. Ahora con esta oportunidad, no pienso soltarla jamás.

—Exacto, debes hacer como nosotras —habló Haui, apoyándose en la barra para beber del zumo de arándanos—. Mira por ejemplo Aline. Era un nervio de Elina y ahora la ves trabajando como costurera en la tienda que tienen en Nai. Una de las mejores, hay que decir.

—¡Oye! No todo se debe a mí, también fue gracias a la promoción que hicisteis a los nuevos modelos —explicó Aline, masticando rápido la comida para seguir hablando—: Fuiste tu mi primera cliente y luego fue Aspaura. Ambas impulsasteis un estilo de ropa que ninguna Elina se pensó.

Mi hermana desvió un poco la mirada con vergüenza.

—Debo admitir que fue raro que tantas Elinas me miraran, pero supongo que es normal cuando les extrañaba verme con camisa y pantalones en vez de vestidos —murmuró Aspaura, jugueteando con sus dedos.

—Creo que alguna Elina te dijo que te veías poco femenina, ¿verdad? —preguntó Urai, escapándose la risa.

—A mi... a esas alturas me daba igual lo que dijeran. Fue la primera vez en años que me sentía cómoda. Y al final mira lo que trajo. —Miró hacia Aline con una sonrisa pequeña—. Una modista muy reconocida.

—Tu promoción me vino de perlas, no como la de Haui —comentó Aline con una risa traviesa.

—¡Oye, oye! ¡¿Qué quieres que haga?! ¡Trabajar en el campo no es fácil! Y recuerda que dejé los estudios a la mitad, por lo que no era alguien conocida más que en el campo. —Haui marcó su pecho repetidas veces con su dedo índice—. ¡Gracias a mi coméis las mejores frutas y verduras de toda Si-ne-a!

Las risas resonaron en la cafetería, la cual hoy estaba disponible solo para nosotras. Miraba a cada una de mis compañeras con una sonrisa silenciosa, dejando que los recuerdos del pasado me inundaran mientras las horas transcurrían con rapidez.

El tiempo... era injusto a veces, pero también me hacía recordar lo que tanto necesitaba luchar. Si con tan solo esta poca libertad, lográbamos sonreír, no me quería imaginar cuando el peligro no existiera, cuando pudiéramos respirar sin tener miedo a salir por las noches.

Era el sueño que más iba a luchar, sin importar el tiempo que costara.

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