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Capítulo 25: Conoce su significado.

Las pulsaciones de mi Leía iban ir cada vez más rápido como si fuera el inicio de una canción que jamás iba a olvidar. Tenía todo listo, y cuando estaba a punto de irme, mi familia frenó mis pasos para despedirse de mi en un abrazo cariñoso que me hizo sonreír.

—Por cierto. —Aspaura me trajo con cuidado unos pendientes los cuales eran unas notas musicales que cuando tintineaban, emitían un tono grave—. Creo que esto te vendrá bien.

—Hermana... No tenías porqué —murmuré con una sonrisa tranquila, agarrando los pendientes con delicadeza.

Aspaura se acercó un poco para susurrarme.

—Contienen un poco de mi magia. Una pequeña ayuda por si te ves débil en medio de la prueba.

—No sé si eso será legal —susurré también, soltando una carcajada débil.

—No son trampas, tranquila —intervino mi madre con una sonrisa tranquila—. Muchas de las Elinas tenían algo similar y no ocurría nada. Puedes llevarlas.

Sentí alivio ante esa información, poniendo los pendientes en mi lóbulo derecho. Una vez hecho, abracé a ambas con todas mis fuerzas para salir y reunirme con Jela.

En mi camino vi a varias de las guerreras en dirección al camino del Templo de Sensibilidad, donde se harían cerca las pruebas. Entre todas ellas, pude encontrarme por fin con mi amiga, aunque su rostro expresaba una angustia clara.

—Urchevole, ¿sabes algo de Urai?

—No, no lo sé, recién salí de casa.

—Ah... Intenté quedar con ella esta mañana, pero no la vi en ningún lado. No sé si a lo mejor se habrá adelantado.

—Es Urai, la conoces bien, siempre fue así.

—Tienes razón. —Suspiró—.En fin, será mejor ponernos en marcha. —Miró hacia mis nuevos pendientes—. Recién me fijo, ¿te los compraste?

—UN regalo de mi hermana a modo de suerte —contesté con una leve risa.

—Qué adorable. Mi madre me dio una pulsera —comentó, enseñando su muñeca derecha—. Aunque no estuviera esta mañana para desearme suerte, si me dio este regalo para que supiera que no iba a estar sola. —Bajó su mano y cruzó sus brazos—. Pero si soy honesta, sé que no lo voy a estar, y más ante la posible ganadora.

Rodé los ojos a un lado.

—No digas tonterías—contesté mientras nos poníamos en marcha—. Suficiente nerviosa estoy como para que me digas eso.

—Considero que eres la más apta de muchas de las guerreras, seguido de Ouia u Croisa. Ambas también tienen potencial.

Afirmé en silencio mientras avanzábamos a paso ligero. Las calles de mi barrio se quedaron atrás cuando se presentó el extenso campo de hierba acompañado por unos pocos árboles que dejaban ver el inicio del día.

Tardamos poco en encontrarnos en el punto de reunión que Groina nos había indicado. Según nos dijo, las pruebas de Sensibilidad se dividían en tres. Sentimiento, Liderazgo y Valor.

«Mi madre avisó que no tendría que asustarme. Las pruebas inician de forma imprevista y al parecer nuestra diosa no quiere que haya supervisión de ninguna líder. Quiere ver si nosotras mismas somos capaces de hacer frente las adversidades —recordé mientras miraba de un lado a otro en busca de Urai, pero no la veía en ningún lado—. ¿Dónde se ha metido...?»

Pronto vimos como la hierba fresca brillaba en colores blancos y dorados, marcándonos un camino. Hicimos caso a la indicación, adentrándonos por los bosques.

—¿Has visto a Urai? —preguntó Jela un tanto angustiada.

—No, nada —respondí en un susurro.

—Ay por Sensibilidad...

La luz blanca nos guio hacía unos lagos extensos donde nos vimos reflejadas. El agua cristalina junto al movimiento de las hojas generaba una tranquilidad agradable. Cerré mis ojos, escuchando los animales que nos rodeaban por si estos hacían algún sonido inusual que nos pusiera en alerta.

Esperando a las indicaciones, pude escuchar los pasos apurados. Al girarme, vi a Urai. Agotada, se puso enfrente nuestra. Intentaba pronunciar alguna palabra, pero aparte de su cansancio, la luz del bosque empezó a ser cada vez más brillante.

«Ya empezó», pensé, atenta a lo poco que podía ofrecer mi vista.

Me mantuve cerca de mis compañeras, o al menos ese era el plan hasta que la luz me dejó ciega. Intenté respirar hondo, nada. Escuchar algo, pero apenas percibía el movimiento de las hojas que el aire se llevaba.

—Empezó por el sentimiento —susurré, pudiendo al menos escucharme—. Chicas, ¿estáis ahí?

Silencio, ni una sola respuesta. Solté un suspiro largo para al final centrarme en lo que importaba. Al dar unos pocos pasos, me di cuenta que estaba en medio de un camino de hojas y piedras mezcladas. Aún estaba en el bosque, pero mis pasos siguieron con precaución hasta que percibí un ruido a mis espaldas.

Era un animal que con sus dientes hacía un ruido concreto. No iba a ser lo único que escuchara cuando se unieron el aleteo de los pájaros, el gruñido de los osos o el sutil movimiento de algunos insectos.

Daba pequeños pasos, en ocasiones dando una fuerte para saber qué era lo que sentía. A veces eran hojas, otras eran rocas, y pronto agua que pasaba discreta enfrente mía.

—En esta zona no hay... ríos.

Pronto oí unos pasos apurados en mi dirección. Giré de inmediato, escuchando las notas de mi Leia que se movían de un lado a otro, indicándome donde se movía. A pesar de no sentir nada más que mis oídos, estos me eran suficientes para saber posicionar aquel que se movía tan rápido. No iba directamente a por mí, se escondía de un lado a otro, como si pensara bien sus movimientos.

El repentino viento hizo que se movieran las rocas a la vez que el agua se moviera con más rapidez. No me causó distracción cuando percibí cómo se movía de un lado a otro en las ramas de los árboles, esperando el momento.

«Es extraño que ni siquiera oiga alguna canción de su parte —pensé por un momento, frunciendo un poco el ceño—. ¿Acaso no tiene? ¿Acaso es un maniquí o un ser sin alma?»

Por un momento di unos pocos pasos atrás, pero el charco de agua creó un escalofrío en mi espalda entera. Respiré intentando mantener la calma, pero no era fácil cuando mojó mi piel. Las gotas eran cálidas y viscosas.

«Esto no es agua. Esto no es agua, ¿qué está pasando?».

Creía que los bosques eran amigables por los animales que me rodeaban, pero empezaba a tomar colores más oscuros por como mi piel parecía darme un mensaje más distinto. Escuché con más atención y no... parecían eran de nuestra ciudad. Eran gritos profundos, expresaban el dolor y el hambre que necesitaban saciar. Eran bestias, unas que posiblemente me superaban la altura.

Aun podía escuchar esos pasos moviéndose de un lado a otro por las ramas. Estaba rodeándome para ver de cerca mis reacciones.

«Sea lo que sea, es el causante».

Moví mis brazos para intentar atacar según oyera. Era arriesgado y posiblemente impreciso, pero pude sonreír aliviada al escuchar cómo se movía, pisando mal una de las ramas. Me volteé, lista para atacar, pero me detuve cuando se adentraron todo tipo de olores putrefactos. Me cubrí la nariz y boca. Lo que percibía eran animales muertos por culpa de los que necesitaban sobrevivir.

«¿Q-Qué está...?».

¿O eran realmente esas bestias? Porque la fragancia antinatural me daba otras pistas. Ese olor que jugar con lo que no era puro y sano, traía graves consecuencias.

«¡Es un Fallo Musical! ¿¡Qué hace una aquí en las pruebas!?»,

Su olor me dejaba en claro dónde se escondía al igual que el ruido que hacía al intentar esconderse. No tuve miedo alguno en mover mis brazos para crear con mi magia unas armas que me permitirían atacarlo.

No le iba a dar una oportunidad para escapar y más al estar en unas pruebas de las cuales ninguno más que las Elinas podían estar. Era un claro peligro del que debía eliminar. La vista regresó en una escala de grises, vi la anomalía mirarme y sonreírme con malicia, enseñándome los colmillos, para al final huir.

Le seguí, no podía dejar que interviniera en las pruebas. Avancé hasta que todo se volvió oscuro. Sin nada a mi alrededor, ni siquiera la naturaleza, lo que me hizo caer al suelo de rodillas. Solo había una luz blanca y era la que mis tatuajes emitían. Miraba de un lado a otro, intentando comprender qué estaba ocurriendo. Mi respiración se volvía cada vez más rápida, sobre todo cuando a mi derecha escuché unas voces que reconocía.

—¿¡Jela!? ¿¡Urai?! —grité, girando mi cabeza a ese lado—. ¿¡Estáis ahí?!

—¡Urchevole!

—¡Huye!

—¡No sigas!

Podría haber huido y llorar, pero no era posible cuando entre esas voces, escuchaba a mi familia.

Quise levantarme, pero mis piernas no reaccionaban, me obligaban estar así. Hacía mi mayor esfuerzo como si tuviera en mis piernas un cúmulo de rocas, pero no podía por mucho que lo intentara. Solo veía, desde la lejanía, las figuras de cada una de ellas, luchando contra aquello que suponía que eran las anomalías.

Las dudas y la frustración se mezclaban, intentando salir sin importarme las heridas. Extendí mi mano para llevar mis notas en dirección a ellas, como si fuera un apoyo. Me daba igual que estuviera atrapada por algo invisible. Solo quería ayudarlas, aun si estaba lejos.

La luz blanquecina iba a gran velocidad en su dirección, pero no supe si en verdad les habría llegado la ayuda por como la oscuridad consumía todo. Tan hostil y peligrosa, creía que todo se había paralizado, que mi mano derecha era consumida junto a las risas de las anomalías que me rodeaban.

Era siempre lo mismo. Esa duda, ese temor a usar mi poder. Saber que las creaba siempre sin poder hacer nada al respecto. Era estar inmóvil en el sitio y pedir ayuda.

Pero sabía que no tendría ninguna al estar en la prueba. Sabía que, aunque fuera arriesgado, no quedaba otra que luchar. ¿verdad? Era cuestión de tiempo. ¡Era lo que nos quedaba! Un cambio que surgiría, y que era necesario.

Uno que contaban conmigo al estar consciente y capacitada.

Puse mis manos contra el suelo. El calor inundaba todo mi cuerpo como si fuera el fuego consumiendo todo a su paso. Mantenía el ritmo, respirando con lentitud, pero sin abrir los ojos. El peso de las rocas desapareció, levantándome para moverme como una bailarina que guiaba cada nota musical para protegerme y atacar.

Sentía todo lo que mi alrededor me ofrecía, creando un camino de notas que me indicaban los enemigos. Tenía todo bajo mi dominio musical, donde la música no solo era mi aliada, sino que mis sentidos me permitían cómo actuar.

Cuando quise moverme, de pronto me di cuenta como la hostilidad desapareció de golpe. Confundida, abrí mis ojos para ver que estaba en un punto totalmente distinto al que me encontraba.

Extensos y profundos lagos cristalinos me rodeaban, no dejaban paso los caminos para avanzar. Las hojas de gran tamaño caían al igual que las enredaderas cuyas flores moradas iban brotando con lentitud.

—¿Dónde estoy? No es el río ni los bosques de antes —susurré, sintiendo el aire fresco que llevaba aromas delicados.

No esperé demasiado cuando en la lejanía vi a varias llegando a estos bosques con la duda visible en sus rostros. Entre todas ellas, encontré a Jela y Urai, parecían estar cansadas.

—¡Chicas! —grité, acercándome sin dudar—. Qué bueno que estéis aquí.

—Sí, aunque no sé si superé la prueba —murmuró Jela.

—Si estás aquí, me imagino aquí —respondí un poco más aliviada—. Aunque la prueba era un poco complicada.

—Sí, era una donde nos ponía a prueba los sentidos, pero nada grave. Menos mal que no hubo peligros de por medio —respondió Urai con una sonrisa confiada.

Tragué con dificultad.

—¿N-Nada más?

—No, nada, ¿por qué?

Fui sincera y al terminar, vi como Jela ponía su mano en el mentón mientras Urai me miraba con el ceño fruncido.

—Fallos Musicales interviniendo en la prueba. No, imposible. Es una tontería lo que dices —contestó Urai.

—A lo mejor se mezcló la prueba con lo que habías vivido —supuso Jela, siendo un poco más delicada con sus palabras—. Aun tienes ese trauma y se mezcló en los recuerdos.

—Capaz sea eso —murmuré, para al final mirar a otro lado—. Al menos hemos superado la prueba las tres.

—Sí, eso es genial, pero a ver cómo serán las siguientes. Ya no somos tantas guerreras, parece que muchas no dominaban bien la sensibilidad.

No le di respuesta a las palabras de Urai, pero admitía estar un tanto molesta por su actitud impaciente. Miré a Jela, encontrándome con mirada apenada para luego mover un poco sus hombros.

Esperamos a que llegaran las últimas Elinas, y tras eso, el lugar tomó unos colores más brillantes. No pudimos reaccionar cuando esa luz nos cegó de tal forma que no pudimos percibir nada. Por suerte, no duró demasiado, y cuando abrí los ojos, me di cuenta que estaba en un grupo de cuatro Elinas, incluyéndome.

—Parece que estaremos juntas. —La voz de Urai medejó inmóvil, girando un poco mi cuerpo—. ¡Ah qué bien! ¡Eusia e Iroa tambiénestán! Genial, solo queda saber que será la prueba.

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