Capítulo 2: Esperanza Musical
Recuperarme no me tomó tanto tiempo como creía. Pocos fueron los días que estuve en cama, acompañada por mi madre o mis compañeras y hermana cuando terminaban de los estudios. Las horas en las que estaba sola, repasaba algunos libros que había guardado desde que empecé las clases.
Repasar me venía bien para saber qué fallos había tenido durante la prueba, aun si no recordaba bien lo que había pasado al final, sabía que fallos había tenido con mi grupo de guerreras.
—Coordinación y comunicación —leí en un susurro los apuntes que tenía—. La comunicación entre las Elinas es primordial, pero también había otra forma con la música, no solo nuestro idioma.
Cada nota musical que debía de aprender era presente en los apuntes que había pedido a mi hermana que me llevara. De paso, las veces que estábamos juntas, nos poníamos a repasar ya que estaba pasando por las mismas clases que tuve en su momento.
La sonrisa nostálgica se dibujó en mis labios.
—¿Urchevole?
Alcé mi rostro dejando a un lado los apuntes. Era una de las enfermeras.
—Ah, por Sensibilidad. ¿Sigues aun estudiando cuando deberías descansar? —preguntó, cruzando los brazos en un gesto lento.
—No quiero dormir todo el día. Si puedo aprovechar algo de mi tiempo, lo haré de alguna forma.
Negó, poniendo las manos en sus caderas.
—Tienes suerte. —Caminó hacia mi cama—. Hoy intentaremos ver cómo reaccionan tus piernas. Trataremos de caminar. —La motivación inundó mi corazón como pulsaciones frenéticas—... Pero con un bastón en mano.
—Por todas las notas agudas, no soy una abuela —contesté sin pensar.
La enfermera soltó una leve risa.
—La médica lo ha exigido, y no solo eso, han enviado tu informe médico a Urosia y Groina. Ambas coinciden en que no importa el tiempo que tomes si es necesario para tu recuperación.
Suspiré con pesadez, rodando los ojos para mirar hacia la ventana que tenía mi habitación. La luz se filtraba con delicadeza, mostrando los primeros rayos de sol. Bajé la mirada, hacía al menos cinco días que no me movía.
—Está bien —susurré, mirando hacia la enfermera—. Darme el bastón, al menos así podré moverme un poco...
Con una sonrisa tranquila, me trajo un bastón de madera reforzado del cual podía apoyarme. Aun así, tendría su compañía durante todo el trayecto en caso de caer.
Una vez vestida con unas ropas más adecuadas —un vestido blanco de decorados dorados y perlas azules— empezamos a caminar por los pasillos de piedra blanca. Apenas habían Elinas por la mañana. Las más jóvenes se encontraban estudiando, otras vigilando la ciudad y unas pocas estarían entrenando con la música y el baile. Esto hacía que la primera planta fuera mucho más tranquila durante esas horas.
—Vamos a bajar las escaleras con cuidado. No te apures, ¿vale?
Afirmé en silencio, encontrándome con las escaleras que de pequeña siempre admiraba. Esa misión y deseo de ser guerrera, de acceder a la primera planta donde no solo se encontraba la enfermería, sino las habitaciones de las guerreras y las salas de entrenamiento.
Cada paso que dábamos era una ilusión que me costaba creer. Era irónico, ya que mi objetivo era subirlas, no bajarlas, pero aun así las pulsaciones de mi corazón aumentaban sin descanso.
—¿Todo bien, Urchevole? —preguntó la enfermera.
—A-Ah, sí. Lo siento —respondí un poco nerviosa, sonriéndole—. Es solo que... ¿no te es gracioso? Deseaba desde pequeña subir estas escaleras y ahora las estoy bajando.
—Lo entiendo, pero puede que pronto las subas cuando sepas el resultado —comentó. Afirmé con mi cabeza—. Era un sueño que tenías desde pequeña, ¿verdad?
—Desde los seis o siete años tuve ese deseo —respondí. Frené mis pasos para recuperar un poco mi aliento. Alcé la mirada encontrándome con el interior de la escuela—. Han sido más de diez años desde ese entonces.
—Según vi en tu informe, tienes dieciocho años —comentó la enfermera, esperando a que recuperara el aliento. Sonrió con ternura—. Y tu hermana tendría quince años, ¿no?
Afirmé sin quitarle ojo a la estructura de madera que nos rodeaba. Con cuidado fui bajando mi cabeza hasta que vi la imponente estatua en medio de la planta baja, o conocida como la plaza del Sentimiento.
—Pasarán los años y este lugar seguirá igual de hermoso, ¿no crees? —pregunté, mirando de reojo a la enfermera.
—Bajo la protección de Sensibilidad, siempre lo será.
Con las fuerzas recuperadas, logramos bajar las escaleras para encontrarnos con la majestuosa estatua. Toda Elina que la veía, sentía un respeto y devoción hacia ella, ¿y cómo no hacerlo? Si ante ellas se presentaba la figura de nuestra diosa como recuerdo de que esta escuela había sido una de las primeras estructuras en dar refugio a nuestra raza.
La belleza estaba presente en su vestimenta que caía como una cascada de colores puros de perlas doradas —las cuales algunas estaban atadas por un hilo que colgaba por sus muñecas, tobillos o caderas—. Sensibilidad, a diferencia de las Elinas, tenía un ojo visible, y no era uno normal, sino una estrella de cuatro puntas en el lado derecho. Inusual, pero del que todas decían que de ahí conseguía su poder.
Su cabello cuidado, corto y blanco hacía más visibles sus largas orejas. Muchas de las Elinas creían que su pelo llegaba a tener una suavidad tan envidiable e inalcanzable. Decían que sus oídos eran capaces de escuchar hasta el murmullo de las hormigas o que su magia era tan poderosa que podía proteger un planeta entero.
«Y pensar que sigo viva gracias a que ella escuchó las oraciones por mí», pensé, bajando la mirada mientras seguía caminando con el bastón en mano.
—Me sorprendes cada día más, Urchevole —comentó la enfermera—. Caminas cada vez mejor, tu recuperación progresa a una velocidad propia de un árbol bendecido por Fusis. —Soltó una leve risa. El sonrojo de mis mejillas delató mi vergüenza—. Oye, no te sientas mal, no es de extrañar que seas tan fuerte si eres la hija de Melian.
—L-Lo sé, pero... bueno...
—¿Algo te preocupa? —preguntó. Me quedé en silencio pensando mis palabras. A punto de hablar, la enfermera chasqueó los dedos—. ¡O-Oh! ¡Claro! Se me olvidaba, la presión de ser una guerrera igual de admirable que tu madre debe de ser horrible.
«No exactamente», pensé, aunque por fuera afirmé.
—Se entiende, pero yo creo que habrás aprobado —continuó hablando—. Lo hiciste increíble en la prueba. Estuviste con tu grupo organizando todo para encontrar los maniquíes. Te comunicaste con ellas en nuestro idioma, utilizaste los conocimientos de botánica que dio la profesora Ceria, ¡y encima supiste luchar contra un Fallo Musical de verdad!
«Comunicarme en mi idioma es algo que cualquier Elina hace. Los conocimientos de botánica ¡son de conocimiento común! —Suspiré resignada—. Aun me cuesta creer que fuera la única que me acordara para poder utilizar las ventajas que nos ofrecen los bosques. ¡Fusis se ofendería de seguro! Y para colmo... —Puse la mano en mi entrecejo—. Mi cabeza...»
—¿Urchevole?
—Lo siento, es que... le daba mil vueltas a todo. Esa prueba es importante para mí.
—Lo entiendo. —Me miró con una sonrisa tranquila, agarrando mis manos—. ¡Pero lo conseguirás! Eres de las mejores guerreras que hay en tu generación. Lo tienes más fácil que entonar una nota grave.
Sonreí sin saber bien qué respuesta dar.
—Pero tienes razón, es mejor no pensar en eso. —Agarró una de mis manos, acompañándome a salir de la escuela de Enlia—. El aire fresco te vendrá bien, de eso seguro.
Las grandiosas puertas de la escuela se presentaban ante mí. Escalofríos inundaron mi piel junto a las pulsaciones más apuradas de mi corazón que creaban una melodía que no iba a contener.
Salir fue liberador. Respirar el aire puro del exterior, recargar mis energías y encontrarme con la grandiosa ciudad de Sinea rodeada por los bosques que nos mantenían protegidos de las amenazas más alejadas.
Las escaleras se presentaban una vez más, pero estas no resultaron tan tediosas de bajar. Al conseguirlo, la grandiosa plaza de la Música se mostraba con miles de caminos de piedra que se ramificaban por las diversas calles que me conocía de memoria. Las humildes y agradables casas de madera cubiertas de musgo y enredaderas se mantenían con un aire acogedor y luz suave.
Diversos aromas se adentraban en una mezcla de dulces que daban más vida a las notas que salían de mi corazón. Escuchaba desde el centro de la ciudad cada nota que salía junto a diversos animales que volaban los aires o correteaban por las calles empedradas.
Pero eso no era nada cuando me giraba y me encontraba con Enlia. Destacaba sobre todo lo demás ante el majestuoso árbol colosal. Su tronco robusto era adornado como si fuera un hogar más para las Elinas. Lianas y semillas lumínicas decoraban las ramas, al igual que las notas musicales parecían brillar a su alrededor, creando un ambiente mágico y cálido.
—¿Todo bien, Urchevole? —preguntó la enfermera, manteniéndose aun a mi lado.
—S-Sí —murmuré, respirando con una gran sonrisa—. ¿Sabe? Me es imposible no emocionarme cuando veo la ciudad, y eso que la tengo vista más de mil veces cuando corría desde las calles de Claisa.
—¡Vaya! ¿¡Naciste en los barrios del Sur?! —preguntó con interés. Afirmé con mi cabeza—. ¡Yo también nací allí! ¡Qué cosas! Esa zona era de las más tranquilas a diferencia de Nai, Airos y... bueno, Haile.
Solté un leve suspiro.
—El barrio de Haile será recuperada —aseguré, alzando mi rostro para encontrarme con los rayos del sol cubiertos por algunas hojas del gran árbol de Enlia—. Es solo cuestión de tiempo, créeme que se conseguirá.
La miré con una sonrisa confiada. La sorpresa era presente en su rostro, pero aun así me devolvió la sonrisa para luego cruzar sus brazos.
—Pues para ello habrá que hacer caso a las enfermeras y médicas, ¿no crees? —preguntó con una carcajada—. Nos hemos dado cuenta que escupías las medicinas que te dábamos.
«Ay esa bebida. No sé cómo le pueden gustar a las demás», pensé, desviando un poco la mirada.
—T-Tenéis razón —contesté, escapando una risa de mis labios—. Intentaré beberla, pero sabe a rayos.
—Uy, no digas eso muy alto. Puede que a Fusis no le guste eso —comentó en un tono burlón.
—Que la naturaleza me perdone, pero no lo tolero tan bien como otras —admití con una risa tímida.
La compañía con la enfermera hacía la mañana amena, pero por desgracia tenía que regresar a mi habitación para seguir con mi descanso. Al menos estaba contenta con haber salido y estirado algo mis piernas. Ahora era cuestión de tiempo para volver a correr y saltar como antes.
Una vez allí, hice más caso a los consejos de las enfermeras, pero eso no quitaba con que las horas se me hicieran lentas. Revisaba de nuevo los apuntes, aprendiendo las melodías que las profesoras nos habían enseñado cuando éramos pequeñas. Iban desde las más simples como hacer crecer unas flores hasta las más complejas como dormir a otra Elina relajando sus emociones.
Cada año era un nivel de dificultad más, pero para mí no lo era, ni menos iba serlo para Aspaura cuando se reunía conmigo por las tardes para hablar y estudiar.
—Bien, Aspaura. Estás en quinto año de clases, a este nivel tendrías que conocerte todos los instrumentos primordiales, más si estás gran parte de tu tiempo con mamá —recordé mientras revisaba los libros que le había dejado para sus clases.
—¡Y tanto! Es más, aprendí mucho más con mamá porque entiendo cómo se crean los instrumentos y probarlos es muy divertido —admitió, agarrando en una bolsa una flauta de pan que había escogido desde pequeña—. Hoy aprendimos una de las melodías más difíciles, bueno, al menos para ellas. —Soltó una risa traviesa mientras limpiaba la flauta con cuidado—. Porque yo lo hice a la primera gracias a vosotras.
—Mamá tiene más mérito como luthier que es y guerrera en su momento, tiene más conocimiento que yo.
—Sí, pero mamá era muy técnica, en cambio tú ponías ejemplos muy divertidos y pasabas más horas conmigo cuando estabas con los estudios y exámenes encima —recordó. Tras limpiar la flauta, me miró—. Siento que por ello...
—No te disculpes por nada, hermanita —la interrumpí, acomodándome en mi cama temporal—. Ahora vamos a centrarnos en las nuevas melodías que debes aprender, ¿entendido?
Aspaura afirmó y con delicadeza empezó a soplar por la flauta. Cada nota musical salía desde el instrumento, adentrándose en su corazón para que estas se transformaran en una pureza que llenaba la habitación en un ambiente mágico donde bailaban a nuestro alrededor.
Con el ceño un poco fruncido, Aspaura logró desde su corazón soltar diversas melodías con otros instrumentos. Cada uno de ellos se compaginaba para crear una melodía hermosa del cual lograba darle vida a varias de las plantas que había cerca de la ventana o en mi mesa de noche, pero este crecimiento no era uno lento como el que aprendían las Elinas más jóvenes, sino uno más rápido del cual las flores mostraban sus pétalos y desprendían un aroma afrutado.
Miraba con atención la concentración en su rostro y fue inevitable sentir nostalgia al verme reflejada en ella. Sonreí hasta que mi hermana dejó de tocar y secó el sudor de su frente. Las pulsaciones de su corazón iban a un ritmo frenético.
—Tendrías que controlar más el ritmo —le aconsejé, y marqué mi corazón que se encontraba en el lado derecho—. Nuestra Leia tiene que ir al compás de la canción. Si vas muy rápido, destrozas la melodía de la vida, ¿entiendes?
—Sí, pero no es tan fácil. Siento que cada nota que sale de mi Leia, parece dejarme sin energías —admitió Aspaura, dejando la flauta a un lado.
—Claro, después de todo estás dando tu energía para que otros sigan adelante. La melodía de la vida afecta a las plantas, pero puede afectar a otras Elinas para que sus heridas sanen, aunque no es lo que has hecho en este caso —expliqué.
Aspaura abrió la boca un poco.
—¿Tanto...? —Afirmé. Aspaura desvió su mirada—. Ahora entiendo por qué os toma tiempo ser guerreras, y no me extraña el entrenamiento exhaustivo que tuviste con mamá.
«Un entrenamiento que llegó demasiado tarde», pensé, desviando un poco la mirada, pero aun así mantuve la sonrisa, mirando a mi hermana para fijarme en su parche.
—Sí, y por ello sabes por qué estaba más fuera de casa que contigo —comenté con una leve risa, moviéndome un poco para ver mejor su rostro—. Me he dado cuenta, ¿has cambiado el parche de tu ojo derecho?
—¿Ah? ¿Esto? —Palpó la tela azulada que cubría su ojo, mostrando una sonrisa tímida—. ¡Sí! Hacía tiempo que tenía el otro parche, estaba feo y desgastado, así que me hice uno nuevo para mí. ¿Queda bien?
Afirmé sin quitarle la mirada de su rostro. El ritmo lento que emitía mi leia me hacía recordar una vez toda mi infancia, en concreto la vez que nació mi hermana.
—¿Hermana? —preguntó Aspaura, frunciendo un poco el ceño—. ¿Estás ahí?
Como si estallara una pompa a mi lado, logré despertar de mis pensamientos, parpadeando varias veces mis ojos.
—Sí, tranquila. Recordando todo una vez más —comenté, bajando un poco la mirada—. Eso y también un poco nerviosa por la puntuación sobre las pruebas.
—Seguro que lo tienes aprobado de sobras —aseguró, poniendo las manos en su cintura. A diferencia de muchas Elinas, llevaba unos pantalones amplios junto a una camisa blanca de varios cordones atados en sus mangas—. ¡Incluso mamá lo dice! Esta prueba la superas por lo que has hecho y tu valor al hacer frente a ese Fallo Musical. ¡Encima sola! ¡Como la otra vez!
«Esa primera vez... no fue nada agradable. Casi morimos», pensé, soltando un suspiro interior, pero manteniendo mi sonrisa.
—No debes de qué preocuparte, hermanita —siguió Aspaura, mostrando una gran sonrisa junto a sus dientes blancos—. El día que den los resultados, serás la primera en ser nombrada como guerrera. ¡Por Sensibilidad será así!
Reí con delicadeza, afirmando en silencio para luego seguir con las clases. Era mejor seguir así que conversar sobre temas que me generaban dudas y ansiedad, más si era incapaz de moverme con libertad.
Al menos confiaba en que pronto saldría de laenfermería, y una vez obtuviera los resultados, podría saber bien qué habíaocurrido cerca de las calles de Haile, y así adentrarme a los bosques de laFrialdad para acabar con esos Fallos Musicales de una vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro