Capítulo 12: Segundo contacto.
Murmullos pronunciados que revelan la ansiedad. Instrumentos siendo probados, entonando diversas notas en perfecto estado. Agarraban bolsas y las llevaban a sus espaldas, guardando los alimentos y materiales que más hacían falta.
Aún era difícil de procesarlo, pero tras dos años de intentos, por fin habíamos liberado Haile y ahora íbamos rumbo hacia los Bosques de la Frialdad, donde la líder Groina marcaba el ritmo sigiloso.
—Diriguires iasia eniesnities eni giruipos diez tires. Nios os sipairesisi enitires uiosotirais (Dirigiros hacia enfrente en grupos de tres. No os separéis entre vosotras).
«Tantos años —pensé, soltando un suspiro nervioso en mis adentros mientras miraba los guantes que mi madre me había regalado—. No podemos fallar. Esta es nuestra oportunidad».
Sentíamos el frío en el frondoso, extenso y oscuro bosque. Teníamos que tener en cuenta varias cosas. Cualquier sensación que tuviéramos era motivo para mantenernos alerta. Si veíamos algo, teníamos que comunicarnos por nuestro idioma. Debíamos ir todas con la misma canción, desprendiendo un brillo apenas visible como si fuéramos luciérnagas.
El plan era llegar hasta al final de los bosques para subir las montañas. Por ello llevábamos una ropa más cálida, incluyendo calzado, algo impensable para una Elina.
La expedición iba a ser de un tiempo que desconocíamos, y Groina había sido clara en los anteriores días. Que nos despidiéramos de nuestras familias, que solucionaremos los problemas con las Elinas y que no nos dejáramos llevar por las emociones negativas cuando el día llegara.
Todo lo que había mencionado lo había cumplido, incluso a mis amigas, mucho antes de todo esto. Charlar con Urai y su grupo vino bien para darnos cuenta que toda esa discusión había sido una competencia vacía que nos separaba. Ahora al menos nos compenetramos y así se consiguieron los buenos resultados.
Aunque era difícil quitarme de la cabeza lo que Urai me decía cuando teníamos ocasión de conversar a solas.
—Me comporté como una idiota —susurró, bajando la mirada en un suspiro—. Sé que lo repetí mil veces, pero...
—No estoy molesta contigo, Urai. Sabes que te perdonamos.
—Sí, pero yo... —Gruñó, poniendo la mano en su cabeza—. Es difícil explicarlo.
—No hace falta que lo digas... Sé que tienes situaciones complicadas con tu madre —respondí, cruzando mis brazos en un gesto lento—. Creo que hace ya más de tres años que no te hablas con ella.
—En sí nunca pude hablar en condiciones con mi madre porque cuando estaba en casa no estaba atenta a mí, sino a su trabajo —explicó, apretando sus labios—. Eso y que luego... pasaba más rato con sus amigas que pude conocer, pero a la larga me alejé porque no me gustaba mucho el ambiente.
—Eso explica por qué estabas tanto en casa de Haui o luego con Jela —murmuré, poniendo la mano en mi barbilla.
Pequeñas lágrimas cayeron sin querer. Intenté abrazarla, pero Urai se negó.
—La única que actuó como madre fue Urosia, y fue por una maldita obligación —susurró, cubriendo su rostro con sus brazos, secando sus lágrimas—. N-No es justo...
Trataba de animarla como mejor podía y ella me escuchaba siempre. Ese juramento que se había hecho en parte le había venido bien porque con el tiempo logró calmar un poco sus impulsos y tomar decisiones un poco más prudentes.
Por esa misma razón Urai siempre me estaba mirando cuando tenía oportunidad, atenta a mí y luego a los demás grupos para que nada inusual les ocurriera. Esto lograba sacarme una sonrisa, pero sin perder el ritmo ni la concentración.
Cuando la noche se acercaba, nos quedábamos ocultas en los árboles más altos y gruesos donde las Elinas descansaban unas pocas horas con turnos de vigilancia de por medio. El frío se volvía cada vez más cruel, obligándonos a cubrir parte de nuestro rostro con nuestra ropa hecha principalmente de lana.
—Urchevole. —La voz de Groina logró captar mi atención, girándome por unos segundos—. ¿Cuánto rato llevas vigilando? Te he visto despierta por más de tres horas.
—Llevo más de cinco, líder Groina —murmuré, intentando hablar a través de la ropa para que se me entendiera.
—Eso es imperdonable. Voy a despertar una de las Elinas para que al menos descanses unas horas.
—No hará falta. El Sol pronto se mostrará, o al menos lo hará a pesar de las hojas cubriendo todo —le pedí, mirando hacia el cielo—. Aparte, ya hablé con Jela para que ella cubriera mi turno de descanso mañana.
Groina soltó un suspiro pesado para luego mirar a su alrededor. Se mantuvo de pie en una de las ramas, vigilando todo lo que era posible a pesar de la profunda oscuridad.
—¿Tu madre te dijo alguna vez lo que ocurrió la vez que venimos aquí? ¿La última expedición?
Tal pregunta me tomó por total sorpresa, mirándola de reojo con el ceño fruncido para luego negar. Groina soltó una leve risa.
—Teniendo en cuenta que apenas nos hablamos por que hice las cosas mal... —susurró sin mirarme y suspiró—. Tu madre era una espléndida guerrera y que te asemejes a ella hace que reviva esos momentos que deseo olvidar.
Miré a otro lado, agarrada a la rama donde estaba agachada como si fuera un búheon.
—Parece... que hay arrepentimiento —susurré.
Groina chasqueó la lengua y alzó un poco sus hombros.
—Éramos jóvenes y desconocíamos demasiado. La impaciencia nos ganaba, más cuando tu madre aseguraba que esos Fallos provenían de las montañas escondidas tras los Bosques de la Frialdad —admitió, apoyándose contra el tronco de la pared—. Antes las cosas no eran tan peligrosas, solo nos encargábamos de retenerlas, pero Melian insistió tanto que al final... aceptamos ir a pesar de estar en desacuerdo.
» Cuando nos adentramos, le dije a Melian que no se impacientara demasiado. Creía que la culpa era suya por las acciones que tomaba y como deseaba constantemente saber la verdad. Al final, cuando llegamos a las montañas, Melian se adelantó y de pronto vimos cómo la naturaleza nos bloqueaba el paso... para luego ser atacadas por esos fallos.
» Murieron más de setenta guerreras. Ese día discutí con Melian, le recriminé todo lo que hizo mientras me decía que lo que había visto allí no eran Fallos, sino que algo del que jamás nos explicó. Tras eso serían las pruebas que... logró ser apta para Sensibilidad, pero que por alguna razón rechazó.
Era incapaz de pronunciar ni una sola palabra. ¿Cómo no me había dicho esto mi madre? Atenta a Groina, vi como sus ojos apuntaban hacia las últimas horas de la noche que nos acompañaba.
—Me arrepentí ante la actitud que tuve con tu madre porque no quise comprenderla. Siempre la culpaba de todo, le decía que era una loca de ideas muy arriesgadas, pero cuando fue aceptada por Sensibilidad, me di cuenta que a lo mejor no estaba tan equivocada —admitió. Se quedó en silencio unos segundos y siguió hablando tras respirar profundo—. Cuando se vuelvan hacer las pruebas, yo no tendré la oportunidad.
Y me miró directamente, dejándome sin aire al entender lo que se refería.
—¿Yo podría participar en las pruebas?
—Y podrías ser su elegida por cómo estás siguiendo el camino de tu madre —añadió, a lo que me dejó inmóvil en el sitio—. Eres hija de Melian, la que iba a ser la Lia Innactia de Sensibilidad, pero que rechazó fue por motivos que desconozco. Creo que deberías preguntarle a tu madre cuando regreses, solo así evitarías los mismos fallos.
—G-Groina, de verdad que respeto sus palabras, pero yo no puedo ser la Lia Innactia teniendo veintiún años. Tiene más sentido que usted o Urosia lo sean, ¿por qué no es posible eso? —pregunté, angustiada.
—Porque nuestra oportunidad ya pasó, y en mi caso fueron dos veces. Aparte que Urosia le ocurre lo mismo y se niega por el cargo que tiene. Sí, tienes veintiún años, pero creo que tienes la opción de ser su Lia Innactia, y más si tienes a tu madre de tu lado.
Tragué con dificultad sin saber dónde mirar. Groina se quedó mirando hacia enfrente para al final agachar un poco su cabeza.
—No... No sé si te lo dijo alguna vez, pero el día que naciste vi algo que no era común en las demás Elinas. Unos colores muchísimos más brillantes de colores azulados y verdosos. Normalmente brillamos en blanco —explicó con total sinceridad, captando mi atención—. Ya me pareció sospechoso, pero cuando tu madre te agarró en brazos, vi como su mirada cambiaba a una más distinta y te ponía un nombre que no había decidido.
—¿C-Cómo?
—Tú no te ibas a llamar Urchevole, sino Inlia. Algo similar al apellido de tu familia —respondió, dejándome sin aire—. No sé qué fue lo que la hizo cambiar de parecer, pero estoy segura que nuestra diosa tiene algo que ver.
Casi caí de no ser que pude apoyarme contra el tronco, tratando de mantener la respiración. Groina se acercó un poco, apoyando su mano en mi hombro derecho.
—Urchevole, mi recomendación es que, si salimos de esta, tengas una conversación honesta con tu madre. Creo que tienes muchos secretos que a lo mejor nos pueden venir bien... aunque es una lástima que no sea para ahora —susurró esto último.
No tenía fuerzas, solo afirmé como mejor pude para retirarme e intentar procesarlo.
¿Por qué yo? ¿Qué era lo que se me ocultaba? ¿Qué fue lo que le hizo a mi madre rechazar tal puesto?
Cuando la mañana se presentó, nos pusimos en marcha de nuevo, pero era complicado con todo lo que me había dicho Groina. Permanecía con mi grupo, atentas de todo lo que nos rodeaba y avanzando cada vez más por los bosques.
En ocasiones nos quedábamos quietas por órdenes de Groina. Veíamos cómo avanzaba un poco más con Urosia para asegurarse del perímetro. Solo ahí era cuando conversábamos en un susurro, utilizando nuestro dialecto.
—¿No es extraño que no haya aparecido ni un solo fallo en estos días? —preguntó Jela.
—Sí, la verdad es que lo es —respondió Urai, poniendo la mano en su barbilla—. Capaz es porque están sin apenas tropas para atacarnos, lo que es muy buena señal.
—E-En verdad yo tengo un-una teoría distinta...—tartamudeó Jela, captando la atención de las presentes—. Digamos que a lo mejor esos fallos tienen algo... imposible de considerar.
—Ve al grano, Jela, ¿qué tienen que sea imposible? —preguntó Urai.
—E-Es solo una suposición, pero teniendo en cuenta las palabras que decían esos fallos, algo me hizo pensar que a lo mejor son... inmortales.
—¡N-No digas tonterías! —gritó Urai sin querer, para luego soltar una escandalosa risa—. ¡Eso es imposible! ¡Menuda idiotez, Jela! ¡Qué chiste tan bueno!
—U-Urai, solo suponía...
—Y a mí me parece que tu suposición es un insulto claro a la Muerte y a los años para matar con esos fallos —respondió con cierta agresividad.
Jela tomó el aire necesario para responder con valor:
—Urai, escúchame bien porque a lo mejor el miedo te hace reaccionar así, pero tiene sentido si lo piensas. Esos Fallos hablaban con total seguridad y si bien sufrían cuando eran heridos, parecían sonreír cuando los matábamos. No parecían tener miedo a la Muerte, como si fuera algo común en ellos. ¿O es que acaso no veías como nos faltaban el respeto y se burlaban de nosotras?
—Porque eran unos insolentes.
—Sí, pero uno teme a la Muerte cuando sabe en qué posición está. Es un hecho natural, en cambio ellos parecían reírse de ello, como si fueran inmortales.
Sus palabras creaban una tensión aún más grande en el ambiente. Las Elinas empezaron a dudar de qué tan veraz podía ser, haciéndole preguntas a Jela que no podía responder.
—Si fueran inmortales no habrían parado de venir —contestó Urai.
—Puede que recuerden sus fallos y por ello tomaban otras alternativas. No me extrañaría y explicaría porque bloqueaban su Leia, haciéndonos más difícil el hecho de detectarlos —respondió Jela.
—¡Eso es muy cierto! Tuvimos que mejorar nuestros sentidos para percibirlos, y aun así parecían saber lo que nos ayudaba a detectarlos —intervino Croisa.
—Capaz había Fallos testigos de tal hecho que informaban de la situación —contestó otra Elina.
—No, sabes que vigilábamos cada lado y evitábamos que hubiera Fallos. Supimos incluso cómo se camuflaban gracias a Ina.
En medio de la discusión, traté de mirar a mi alrededor, pero mis ojos eran incapaces de fijarse en algo en concreto. ¿Cómo explicarlo? Era como si algo bloqueara mis sentidos, modificándolos a su gusto.
—¡Es estúpido, Jela! ¡Lo que me faltaba por escuchar! —gritó Urai, para luego mirarme—. Urchevole, dime que piensas como yo, ¿qué opinas sobre esto?
Poco a poco me fui girando, mostrando mis lágrimas que confundieron a muchas.
—No, no me digas que piensas eso... ¡Por Sensibilidad, Urchevole! ¡No te atrevas a decir que son inmortales! —gritó Urai, ya irritada—. ¡Es una idiotez, no es posible que sea algo así!
A punto de hablar, vi los ojos blancos que nos rodeaban y que, por alguna razón, no éramos capaces de percibir. Sin saber bien cómo, intenté usar mi magia, pero mis acciones fueron detenidas como si me tuvieran atada. A punto de chillar, una voz grave intervino:
—¿Cómo se lo hacemos ver a la pobre e insolente Elina?
Hablaba... nuestro idioma.
—¿Cómo le hacemos ver que a lo mejor... si poseemos esa inmortalidad?
Y no era solo uno...
—Podríamos decírselo directamente.
—No. —Rio uno de ellos, logrando despertar de mis sentidos—. Podríamos demostrarlo.
Mi Leia emitió una melodía llena de violencia y rabia que logró sacudir las hojas, viendo lo que habíamos ignorado. Cientos de Fallos Musicales ocultos, saltando hacia nuestra dirección para empezar la masacre.
Como mejor pude, creé un escudo que pudo proteger a una buena parte de las Elinas. Mi ritmo frenético hizo que las demás también actuaran, reforzando el escudo mientras que otras peleaban. Se movían de un lado a otro para transformar su magia como espadas para acabar con la vida de los que estaban ocultos.
Pero había un problema y era su inmortalidad. Era lo que hacía fallar a muchas, recibiendo heridas de gran gravedad de las cuales las hicieron caer. Ante esto. mi cabeza empezaba a gritar con desespero.
—¡Urchevole!
Fui empujada hacia un lado con brusquedad, encontrándome con Urai protegiéndome de uno de los ataques de esos Fallos. Por suerte logré recomponerme y aterrizar con buen pie. Al girarme, vi como varias de las Elinas bajaban de los árboles con heridas que les impedían seguir adelante.
Daba varios pasos hacia atrás al ver como aún había fallos en medio de esa oscuridad. Mostraban sus ojos llenos de odio y crueldad, pero entre todos, había uno que destacaba con unos colores más azulados. Unos que eran destructivos.
Me miraba orgulloso, moviendo su brazo izquierdo, dirigiendo a los Fallos. Toda acción que hacía era con la izquierda, como si no tuviera miedo de esa mala suerte, como si disfrutara de los desastres.
—Que desperdicio de poder, querida. Que desperdicio en crear seres como vosotras que serán exterminadas por nosotros.
No había arrepentimiento, se burlaba de nosotras, mostrando esas ansias de acabar con todo. El mal tan puro que jamás había visto se encontraba enfrente mía, riéndose de mi debilidad.
Podría haber huido, habría sido comprensible. Podría haberme rendido. Su poder era tan intimidante que dejaba a cualquiera en el sitio con una muerte asegurada. Podría haber hecho cualquier cosa...
Y escogí luchar con una melodía de la que no pude dar nombre.
Dando una patada fuerte en el suelo, vi como la magia se expandía en todo el bosque, afectando a las Elinas que se encontraban heridas. Brillaba demasiado, como si fuera un rayo de luz que disipaba toda la oscuridad, y no solo eso, sino que daba toda la fuerza necesaria para seguir luchando.
A pesar de existir todas esas emociones en medio del caos, era la única Elina que me mantenía firme contra él. Me observaba con total interés, esperando mi siguiente movimiento.
Cualquier Elina esperaba que fuera agresiva, pero se equivocaban cuando usé una canción que calmaba esas emociones negativas y frenaba las acciones de los Fallos. Ellos se quedaban dormidos. Ellas iban recuperándose.
Se quedaban atónitas del poder que tenía dentro de mi Leia. Era impensable que pudiera controlar las emociones de ambos a la vez. Sin dudar, siguieron mi ritmo como si fuera la directora de una grandiosa orquestra. Se escuchaba diversos instrumentos junto a las voces armoniosas que seguían esa melodía que era capaz de crear.
Juro que vi como ese hombre parecía arrepentirse, como caía en mi hechizo, pero negó con su cabeza y soltó una escandalosa risa.
—¡Maravilloso espectáculo! ¡Pero yo tengo uno mejor!
Y ante su movimiento brusco de su brazo derecho —si es que... ¿se pudiera considerar como uno? —, toda mi melodía fue cancelada por una magia que consumió todas las notas musicales, y con ello, despertar a los fallos.
—¡¿Es que no lo entiendes!? ¡Podrás surgir con mil formas todas las veces que quieras para protegerlas! ¡Pero no podrás vencerme por mucho que lo intentes! ¡Eres tan insolente que crees que confiar en los números es tu solución! ¡Pero solo te llevará hacia un final inevitable!
Vi como varios de esos fallos iban a por mí sin compasión alguna al saber que era el peligro. Me agarraban y me alejaban de las demás, sin que ninguna pudiera salvarme.
Iba perdiendo la consciencia ante las heridas que mi cuerpo recibió al ser arrastrada. Intenté pedir ayuda con mi música, recibiendo como contestación una risa que no conocía la empatía ni el amor.
Cuando creía que no había ni una sola salvación para nosotras, escuché lo que, para mí, fue el cambio. El rugido de varias bestias que intervinieron en la pelea.
Seres de más de dos metros de piel negra, alas de gran tamaño y cuerpo bien musculado, acabando con la vida de los Fallos. Entre los presentes, uno se quedó a mi lado.
Solo ahí fue cuando perdí la consciencia una vez más.
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