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Capítulo 9: Sin vuelta atrás.

Humedad y frío. Por mucho que agarrara la manta para sentir calor, seguía en ese estado junto las heridas. Apretaba mis labios y me abrazaba, respirando con dificultad. Escozor y dolor, parecía que las pulsaciones de mi corazón estaban por todas partes. Gruñí cansado, abriendo un poco mis ojos para encontrarme con el fuego recién hecho. Estaba dentro de una cueva no muy profunda y a mi lado había alguien tratando mis heridas.

—No te recomiendo que te levantes, Kemi. Tus heridas no han sanado.

La voz de Eilu hizo que despertara de golpe. Estaba sentado a mi lado con unas telas de ropa viejas que utilizaba como vendaje, aplicando algún tipo de mezcla que aliviaba el dolor.

—No me puedo creer que los Búeon hayan llegado aquí —susurró, apretando un poco las vendas de mi pierna—. ¿Te duele?

—No... —susurré, mirando a Eilu con atención—. ¿Qué ha ocurrido?

—Te atacó un Búeon de plumas negras, el peor de todos. No sé cómo has podido salir con vida enfrentándote a uno de ellos. Tendrías que haber huido —respondió, haciendo un nudo al vendaje.

—¿H-hay varios más?

—Sí. En tu caso era de plumas negras, el peor. Si te hubieras encontrado uno de plumas azules habría sido distinto. Ese no te habría hecho daño —contestó. Me miró y suspiró—. ¿Por qué te has aventurado tanto por el bosque?

—Qu-Quería una cueva donde resguardarme.

—Entiendo. —Bajó un poco la cabeza, poniendo los dedos en su entrecejo—. Aun sigo sin creérmelo —susurró.

Miré de un lado a otro en busca de Ichi y Seiño. Me alivé al verlos tumbados cerca de la fogata, dormidos y cubiertos con una pequeña tela rasgada. Dirigí la mriada a Eilu.

—¿Cómo sabe que estaba aquí? ¿Se lo dijo mi padre? —pregunté.

—No. Con tu padre no me hablo, Kemi —respondió, sus labios se curvaron a una expresión más apenada—. Me enteré por los demás... Los rumores no pasaron nada desapercibidos y muchos creen que has muerto.

Abrí un poco mi boca.

—¿Y fuiste a buscarme aun sabiendo que podía estar muerto? ¿Aun estando herido usted?

Eilu me miró con una delicada sonrisa para luego centrarse en las heridas de mi brazo derecho. Le miré con atención, tragando saliva al ver como sus alas parecían estar con mayores heridas que antes, como si volar en mi búsqueda o el enfrentamiento contra el Búeon le dejaran en este estado.

—Eilu, yo podía...

—Fui porque una parte de mi creía que tu padre no podría ser tan cruel contigo —admitió, logrando que le mirara con atención—. Sabía que eras mitad Elina y mitad Drasino, te podría haber matado desde el principio, pero en cambio te dejó vivir.

Sus ojos cansados me miraron. Tragué saliva y no pude evitar que unas pocas lágrimas cayeran. Rápidamente cubrí los ojos con mi mano izquierda, intentando calmar mis emociones.

—No tienes culpa de esto, Kemi. Tu padre es un imprudente. —Me miró, para luego bajar los ojos y suspirar—. Sé que lo que hago es arriesgado, pero he pasado tantas cosas que a estas alturas me da igual.

Retiré mi mano de mis ojos para verle.

—No... tendría que haber hecho esto, yo podía apañármelas más o menos —admití, sin saber bien dónde mirar ante la culpa que sentía.

—¿Lo dices por ese Murslon y Chiuaon? —preguntó, viendo como fruncía el ceño—. Creo que los llamas de otra manera, ¿verdad?

—Ichi y Seiño —murmuré. Eilu soltó una leve risa—. ¿Por qué los llama así?

—Son sus nombres —respondió, mirando hacia mis compañeros—. Los Murslones son setas con vida. Suelen ser bastante ariscos con los Drasinos, aunque este parece que te ha pillado cariño —supuso, y se fijó en Ichi—. Con los Chiuaon son como partes de ramas de un árbol que toman su propia forma y cobran vida. No se sabe mucho de ellos porque son muy discretos, aunque este parece otra excepción. —Se quedó en silencio, analizándome por unos segundos—. Capaz es porque al tener mitad Elina, tienes algo que los atrae.

—¿Eso cree?

—Somos Drasinos, Kemi —respondió, alejándose un poco de mí para dejar las telas sobrantes a un lado—. La naturaleza nos odia por lo que hemos hecho, en cambio contigo parece ser más amable, cosa que... podría ser bueno.

—¿A qué se refiere?

—Hemos tenido conflictos con la naturaleza y las Elinas, pero capaz ahora con alguien que sea mitad Elina y mitad Drasino, es posible que las cosas se consideren.

Solté un largo suspiro, poniendo mi mano izquierda en mi rostro, pasándola por mi frente, ojos, nariz y boca.

—No comprendo nada, Eilu. Supuestamente no tendría que seguir con vida, pero en cambio aquí estoy, siendo odiado por muchos porque soy mitad Elina. ¿Por qué mi padre me mantuvo con vida?

Eilu bajó la mirada.

—Eso es algo que te puede responder solo él, y si no lo ha hecho ya, es porque capaz está evaluando sus palabras o... no lo sé bien la verdad —respondió. Se acercó, sentándose a mi lado para ofrecerme algo de agua—. ¿Necesitas beber?

Afirmé y al dar un trago, me sentí mucho más aliviado.

—Gracias —respondí, para luego tumbarme. Suspiré y le miré—. Dudo que mi padre evalúe sus palabras siendo como es. Jamás lo hizo y jamás lo hará... Y me temo que, si quiero saberlo, tengo que volver a Ineas.

—¿E irás sabiendo lo que eres y cómo reaccionarán?

Me quedé en silencio, cerrando mis ojos para al final suspirar.

—Si voy, me querrán matar por ser mitad Elina. Me considerarán una amenaza o... no sé, la verdad. No comprendo las acciones de mi padre —murmuré, poniendo mi mano de nuevo en mi cara.

Eilu miró hacia un lado y negó con su cabeza.

—Hace mucho que no sé nada de tu padre —admitió. Esto captó mi atención, mirándole con interés—. Dejamos de comunicarnos por acciones del pasado, unas que recuerdo a medias porque solo veo una niebla que nubla mis memorias, pero... —Me miró con una media sonrisa—. Lo que quiero llegar es que a lo mejor tu padre quiere que no estés en Ineas, que ahora que has descubierto sin querer tu parte Elina, lo más seguro es que te escondas por estos lares, aprendas por ti mismo y cuando haya pasado el tiempo, vuelvas... como un Drasino de verdad.

—¿Me expulsó de la ciudad hasta que sea un Drasino real? —pregunté, frunciendo el ceño.

—Se podría decir que más o menos te desterró, pero por tu bien

—¿¡Mi bien!? —grité, queriendo levantarme, pero al hacerlo con fuerza, caí al suelo, poniendo mis manos en mi estómago. Me quejé de dolor, viendo como Eilu me atendía para que las heridas no fueran a peor.

—Kemi, cálmate por favor. Comprendo que ahora no creas que tu padre haga esto por tu bien, pero es solo...

—¡Mi padre nunca hizo nada por mi bien! ¡Nunca! —chillé, apretando mis dientes y sintiendo las lágrimas salir—. ¡Eilu! ¡Me pegaba casi cada día y me impedía salir de mi hogar! ¡No me enseñó nada! ¡Y sí aprendí fue gracias a ti!

El silencio dejaba en claro el dolor que no pude soltar jamás. Las lágrimas caían sin descanso por mis mejillas. Eilu suspiró sin decirme nada.

—Gracias a ti supe muchas cosas que aún me quedan por aprender —continué, mirándole con las lágrimas aun presentes —, no como mi padre que me dejó a fuera. Aún no sé cómo sigo vivo, capaz porque Ichi y Seiño estuvieron guiándome en estos días. ¿Y sabes? Aprendí algo curioso, la naturaleza no parece ser tan mala como todos la pintan.

Eilu soltó un suspiro.

—No es tan mala, ¿eh?

—Sí, bueno... Es cierto que hay bestias horribles y oscuras, aves peligrosas, osos con cuernos, alimentos que...

—¿C-Cómo que osos con cuernos? —me interrumpió Eilu, encontrándome con sus labios temblorosos.

—Sí. E-Era enorme, unos diez o más metros.

Eilu se llevó la mano derecha en su cabeza, viéndose como parte de su brazo se ponía en tensión.

—¿Esas Uriogias... no se han extinguido? —Me miró de nuevo—. ¿D-Dijiste también bestias oscuras?

—S-Sí...

Eilu trató de calmarse tras respirar hondo y cerrar sus ojos.

—No están muertas y esas deformidades... —Se quedó en silencio mirando hacia Ichi y Seiño. Suspiró aliviado—. Has tenido demasiada suerte, Kemi. No sé cómo has podido aguantar. —Relajó sus hombros—. Dudo que eso sea para siempre, y si estás desterrado por tu padre...

—¿Y qué puedo hacer? Mi opción era vivir en estas cuevas, pero no siempre puedo estar aquí, necesito salir y no sé nada sobre cómo volar o mis capacidades como Drasino. Mi padre no me enseñó nada.

—No, pero yo sí.

Abrí mis ojos en demasía.

—No, Eilu. Si se enteran podrían...

—Ya vine aquí, Kemi —me interrumpió—. Ya no hay vuelta atrás.

—No puedes hablar en serio —murmuré, respirando con cierta dificultad y quejándome por un momento ante mi dolor de estómago.

Eilu se acercó con cuidado, viendo que mis vendas no se desataran.

—Kemi, las acciones ya están tomadas en el momento que fui en tu búsqueda sabiendo que no debía hacerlo porque era elección de tu padre. Nuestro líder. No debería intervenir en estas cosas, pero aun así lo hice, por lo que las consecuencias me vendrán de una manera u otra.

—Pero puedes irte ahora y capaz que las consecuencias no sean tan graves —respondí, tosiendo con cierta fuerza.

Eilu soltó una risa débil, negando con su cabeza.

—Por ahora, Kemi, es mejor que reposes. —Con cuidado, deshizo las vendas para ver cómo iban mis heridas. Cambió la tela a una más limpia al ver que la que tenía se había ensuciado con rapidez—. No es buena idea que hablando de estos temas tus emociones te hagan más daño

—Está bien... —murmuré, cerrando mis ojos.

—Luego lo hablaremos bien. Por ahora... cuenta que no me separaré de ti hasta que sepa que puedes moverte sin impedimentos.

Recuperarme no iba a ser fácil. Eilu se aseguró que me alimentara en condiciones, que estuviera bien arropado en las temporadas frías y empezar a moverme con cuidado. Estuvo atento, aunque no sería el único.

—No parece que les caiga muy bien —murmuró Eilu, sentado a mi lado mirando a Ichi y Seiño agarrados en mi brazo derecho. Lo miraban con un rostro malhumorado, soltando ruidos inusuales si Eilu se acercaba—. Parece que me temen.

—Me han pillado mucho cariño —susurré, soltando una ligera risa—. Ichi, Seiño. Él es Eilu, es un buen Drasino como yo, no os preocupéis.

Ambos me miraron con cierta angustia visible, después se observaron y siguieron a la defensiva.

—¿Les mencionaste sobre nosotros y tu padre? —preguntó Eilu.

—Un poco. Digamos que en las noches les comentaba sobre la ciudad de Ineas y cómo eran los Drasinos, pero ellos al parecer no les cae nada bien por mucho que les dijera.

—Es normal. En su momento destruimos la naturaleza. Y se sigue haciendo... —susurró esto último con cierta culpa.

Ichi cruzó sus brazos para luego señalarle. Le habló en un tono enfadado, parecía que le recriminaba sus acciones.

—No le culpo que me odien y desconfíen, aunque me sorprende que contigo no tengan ese efecto —comentó Eilu, alzando la ceja.

—Capaz porque soy mitad Elina. Aparte, no tuve esa tendencia a destruir, sino de mantenerlo todo como está y aprovechar lo que la naturaleza me ofrece.

Eilu puso su mano en su mentón.

—Es cuanto menos curioso —respondió, para luego mover sus manos y ver mis heridas, pero Ichi y Seiño se pusieron en medio—. Ah, entiendo... ¿Tengo vuestro permiso para curar las heridas de Kemi?

Ambos se miraron y a regañadientes aceptaron, pero vigilando que no hiciera nada malo. Reí por lo bajo, viendo como Ichi estaba atento a toda acción que hiciera Eilu, mientras que Seiño examinaba la comida.

—Menudos exquisitos que son los Murslones, no me pensaba que fueran tan exigentes —comentó Eilu.

—Siempre fue así desde que le conocí. Me decía qué comidas se podían cocinar y cuáles se podían comer crudas. Es como un pequeño cocinero —respondí, viendo como Seiño ponía las manos en sus caderas con una sonrisa orgullosa.

—Pues las carnes de nuestra ciudad son las pocas que hay y las que mejor conozco, así que Seiño puede confiar en mí que sé bien cómo cocinarlas para que sepan de maravilla —aseguró Eilu con una sonrisa.

Seiño negó con su cabeza, y moviéndose hacia los alimentos guardados en la cueva, señaló los frutos.

—Ah, bueno. No solo carnes, también frutos. —Eilu vio como después Seiño señalaba algunas plantas—. ¿Y vegetales? Eso no le...

—Me gustan —admití en un susurro, logrando que Eilu me mirara atónito—. Sé que los Drasinos solo comen carnes, pero...

Eilu soltó una carcajada.

—Las verduras son algo impensable en nuestra dieta. Menos mal que a mi no me importa, pero llega ser otro...

—Ya, pe-pero es que están riquísimas —susurré, mirando a otro lado.

Eilu cruzó los brazos, alzando la ceja.

—Mitad Elina. Claro. Ellas creo que comían verduras y similares —recordó, poniendo la mano en su barbilla. Tras eso, miró a Ichi y Seiño—. Veo que le habéis cuidado bien en este tiempo.

Ambos afirmaron, viéndose el orgullo en sus gestos.

—Bien, entonces las medicinas que me habéis conseguido puedan ayudar a Kemi —supuso, mirando hacia la derecha para ver la diversidad de plantas en el suelo—. Confío en vosotros para que me digáis que puede ser más útil para él.

Ichi no dudó en moverse para indicar a Eilu las plantas que podían aportarme más alivio para pasar la noche. Eilu mostraba gran interés en las acciones que Ichi hacía. No le comprendía, pero no hacían falta las palabras cuando indicaba cómo extraer el líquido de algunas flores o plantas, o incluso como unir algunas de estas y quemarlas un poco podían aportar un sabor al agua me tranquilizaba.

Así habrían sido los días y noches junto al fuego. Eilu se quedaba a mi lado vigilándome, buscando comida y, a veces, le insistía en que me explicara historias de su pasado.

—Kemi, sabes que a mí me cuesta recordar mi pasado —admitió Eilu, soltando una leve risa.

—Pero eso no importa, ¡quiero saberlo todo! —pedí, tosiendo un poco por alzar la voz.

Eilu negó con suavidad y puso la mano en su barbilla.

—Era un travieso sin remedio, me metía en muchos líos por hacer demasiadas bromas, sobre todo a Crowley —admitió, soltando un largo suspiro—. Eran bastante pesadas, y no solo por las rocas, sino porque a veces acabamos peleándonos.

—¿E-Eso no es peligroso?

Eilu sonrió con nostalgia.

—Tu padre era mucho más tranquilo y amable que ahora, Kemi. Siempre era capaz de sonreír y con las bromas nunca se las tomaba a mal porque luego tomábamos algo en la ciudad como si nada hubiera ocurrido.

—Q-Qué rápido lo solucionáis.

Alzó un poco sus hombros.

—No nos enfocábamos en el problema ni alargamos la pelea porque al final era estar encerrado en un rencor que no merecía la pena, y más si éramos amigos de la infancia —respondió, viéndose la tristeza asomarse en sus ojos, mirando hacia el fuego que había creado—. Eran... tiempos inusuales.

Fruncí un poco el ceño.

—¿A qué te refieres?

Eilu suspiró.

—Eran tiempos donde parecía ir todo bien, pero aun si estábamos encerrados por culpa de las Elinas y la naturaleza —respondió, mirándome de reojo. Suspiró de nuevo, poniendo la mano en su cabeza—. Intento recordar y todo lo que veo es niebla, una que se vuelve más profunda. Otras que me da información de mi pasado, pero no tiene sentido.

Seguía con el ceño aún fruncido, ladeando la cabeza hacia la derecha.

—¿Y-Y qué es lo que ves?

—El Templo de los Tres Sabios —admitió, para luego mirarme con una leve sonrisa—. Estuve con tu padre en ese lugar, siempre en las reuniones y atento a cualquier problema. Eran tiempos donde nos centrábamos en estrategias para hacer frente a la naturaleza.

—E-Entiendo... —susurré, viendo como Eilu bajaba la mirada con dolor—. ¿S-Seguro que algo más?

—Recuerdo a alguien —musitó, soltando un leve suspiro—, pero no puedo ver como es. Al menos veo su figura y era tan brillante. Colores blancos y dorados, parecía ser un ser divino, pero no era Insensibilidad.

Abrí un poco mi boca.

—¿Y si era una...?

—No, Kemi. No podía ser una Elina —interrumpió con calma—. Considera toda opción con una Elina como imposible.

—Pero mi padre estuvo con una y me tuvo a mí.

Eilu soltó un largo suspiro, poniendo la mano en su cabeza.

—Lo sé, Kemi. Y fue de las últimas cosas que me enteré. Tu padre... —Volvió a suspirar, levantando la cabeza—. Desde la guerra contra las Elinas, cambió mucho, ¿comprendes? No le reconozco de la manera que hacía en su momento. Antes te habría caído de maravilla, solía ver todo con positivismo, y ahora...

—La guerra lo cambió —terminé sus palabras. Eilu afirmó —. Puedo entenderlo, pero no el por qué estuvo con una Elina.

—¿Fue engañado? —preguntó al aire, alzando un poco los hombros—. Teniendo en cuenta que las Elinas... manipulan los sentimientos.

Me quedé en silencio. ¿Traición ante un amor que no era real? Era la duda que más me inundaba mientras me quedaba mirando el fuego.

—Ojalá poder decírtelo, Kemi, pero desde que me fui del templo mi memoria ha ido cada vez a peor —admitió Eilu, soltando un suspiro—. Sé que existías porque los rumores hablaban de ti y fue el motivo por el que fui en tu búsqueda cuando tenías tres años. Todo lo demás es lo que nos llevó hasta aquí.

Suspiré, poniendo la mano en mi cabeza.

—Pero no entiendo por qué me ocultó a los demás o me hizo daño. ¿Por qué? Tiene que haber un motivo, no solo eso que me has dicho.

Eilu afirmó con dificultad.

—Eso no lo justifica, lo sé, pero capaz es la única forma de desahogarse que tiene.

—Que se pelee con las rocas, que las destroce si quiere, pero a mí no ya que supuestamente "me quiere" —respondí, frunciendo un poco el ceño.

—En eso nadie te quita la razón, Kemi. —Miró hacia la entrada de la cueva, la cual estaba cubierta con unas lianas—. Por ahora, es mejor que descanses, si es posible.

Acepté, pero dormir no era fácil con los sueños en mi cabeza que no me daban oportunidad alguna. Veía desgracias, destrucción y odio combinados en un fuego destructor que arrasaba todo lo que había a mi paso, siendo incapaz de hacer nada más que llorar.

Me quejaba en silencio, agarrando mi estómago. Ichi era el primero en acudir, se abrazaba unido a uno de los dedos de mi mano. Brillaba en colores azules oscuros, unos que dejaban atónito a Eilu.

—Tranquilo, Ichi. Era solo un sueño. Nada más —respondí, acariciando sus pequeñas mejillas con mi dedo índice a modo de agradecimiento.

Aun con ello me abrazaba con fuerza mientras Eilu se encargaba de mirar las heridas.

Por suerte, como los días eran relativamente tranquilos junto a las lluvias torrenciales, mis heridas fueron curándose a un buen ritmo, lo que me permitiría moverme.

—Con calma, Kemi. Lentamente —me aconsejó Eilu sin soltarme.

Daba pasos lentos con tal de salir de la cueva. En mi cabeza sentía como Ichi y Seiño me apoyaban dando pequeños saltos o emitiendo los sonidos llenos de emoción y alegría.

—Bien, ¿te ves capaz de ir caminando hacia la entrada de la cueva? —me preguntó Eilu.

Respiré hondo y afirmé, soltando mis manos para empezar a caminar. Los pasos no sonaban con mucha fuerza, pero si movía las pequeñas piedras cuando arrastraba mis pies. Cuando me cansaba, frenaba y me apoyaba contra la pared.

Ichi y Seiño me animaban sin descanso, lo que me hacía sonreír y seguir. Respiraba hondo, el aire puro de la selva se adentraba en mi nariz, sacando energías para caminar.

—Nada mal, Kemi. Has avanzado mucho —me animó Eilu, cruzando sus brazos—. Pronto estarás recuperado por completo y podremos empezar a entrenar tus capacidades.

Abrí mis ojos, mirándole con atención.

—Pe-Pero Eilu, tu si te quedas aquí van a...

—A mí me toman por muerto, Kemi —admitió, dejándome boquiabierto—. Creen que, en el día de la guerra, morí.

—¿C-Cómo? ¿N-No deberías...?

—No le des vueltas, Kemi —pidió con una sonrisa, poniendo la mano en mi hombro—. Por ahora lo que importa es recuperarse. Sobrevivir será algo que iremos haciendo porque llevamos cerca de dos semanas y lo hemos llevado bien.

Parpadeé varias veces mis ojos. ¿Tanto tiempo había pasado? A punto de decir algo, mis piernas empezaron a fallar, y casi caí de no ser que Eilu me agarró.

—Por ahora vamos a descansar un poco más, ¿entendido?

—Pe-pero... —Respiré hondo, intentando recuperar el aire—. ¿M-Me entrenarás?

—Sí claro, no por nada me quedo aquí a tu lado, Kemi —respondió con una ligera risa.

—Pero, ¿c-cómo? No quiero que se esfuerce de-demasiado y...

—Oh, Kemi, por favor. Aunque sea alguien mayor y tenga ciertas heridas, no soy tan viejo, o eso creo. —Rio con fuerza, contagiando su risa—. Lo primordial es que sepas volar y usar el fuego que tenemos los Drasinos. Luego con el tiempo será que comprendas mejor la magia de Insensibilidad para poder defenderte.

Me quedé unos pocos segundos en silencio, para luego mirarle.

—Querría también aprender la magia de Sensibilidad.

Eilu abrió sus ojos como nunca, tragando saliva.

—Obviamente no puedo enseñarte con eso, y creo que será muy arriesgado, sabiendo que se relaciona con la música y que los Drasinos te detectarán.

—Oh... cierto —murmuré, rascando un poco mi cabeza.

—Puedes intentarlo, pero trata de que sea en zonas alejadas y que tu magia no sea demasiado ruidosa, aunque si fuera tú, esperaría a más adelante. Cuando los Drasinos no tengan en cuenta que estás ahí y que definitivamente crean que has muerto.

Afirmé con mi cabeza para mirarle con atención. Mis labios empezaron a temblar.

—¿De verdad me enseñará a utilizar la magia de Insensibilidad?

—Claro, Kemi. ¿Por qué lo dices?

—Temo en activar mi magia sensible sin querer. No es la primera vez que ocurre —admití, bajando la mirada—. Y si esta delata mi posición, quiero evitar usarla.

—Comprendo. —Eilu puso la mano en su mentón—. Para ello sabes que la magia de Insensibilidad se relaciona a no sentir, contrario a la Sensibilidad que se deja llevar por todo sentimiento, creo que también en sus sentidos.

—¿También? Pero oír, oler, ver y todo lo demás me ayudaba mucho a la hora de saber dónde moverme.

—Sí, pero activa su magia. Es complicado, pero con paciencia podrás dejar de lado esa magia y comprender la Insensible. Ser un Drasino de verdad.

Fruncí un poco el ceño.

—Sí, seré un Drasino de verdad, pero no como mi padre. Eso lo tengo muy claro.

Eilu soltó una pequeña risa, acariciando mi cabeza.

—Lo sé muy bien, Kemi —respondió, mirándome con cariño—. Ahora intenta descansar, ¿de acuerdo? Los siguientes días serán largos en tu recuperación.

Afirmé, recostándome en el suelo e intentando dormir un poco.

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