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Capítulo 5: Hijo de un Ine Soliena.

—¡Kemi! ¡Venga muévete!

La voz de Keisi despertó mi mal humor, despejando mis ojos para darme cuenta de que no había madrugado como me había planteado. No iba a ser tarea tan fácil como pensaba, y menos con Keisi que tenía unas energías llenas en estas horas.

—Por Insensibilidad, Keisi. Tengo sueño —me quejé mientras me sentaba.

—¡Haber dormido antes! ¡Venga! Los demás ya están en la plaza, ¡solo quedamos nosotros!

Keisi me agarró de la mano y empezamos a correr. Apenas me fijaba por donde iba porque bostezaba sin parar, apareciendo pequeñas lágrimas que me hacían más borrosa mi visión. No tardamos mucho y soltó mi mano para hablar con los demás. Me estiré y bostecé por última vez.

«Madrugar no es tan fácil como creía...», pensé mientras bajaba un poco mi cabeza, viendo como Keisi se acercaba de nuevo.

—¡Venga! ¡Despierta! ¿O quieres que te dé un golpe en la cabeza o te tire una roca? —preguntó con una sonrisa traviesa.

—No hace falta —respondí, abriendo un poco más los ojos—. Estoy atento. Dime, ¿qué haremos?

—Muchísimas cosas, empezando con el vuelo. ¡Iloe tiene muchísima experiencia! Es el más mayor de todos, ¡así que presta atención!

Dirigí la mirada al mencionado, soltó un leve suspiro con sus brazos cruzados.

—Tampoco exageres, Keisi —murmuró Iloe. Nos miró a cada uno y rodó sus ojos—. A ver, empezaremos en tierra firme y luego vamos practicando lo demás. ¿Sí? Primero aprenderemos a usar las alas. Luego planear, aunque eso será para mucho más adelante. Es lo que más me costó en su momento. —Puso su mano en su barbilla—. No, de hecho, lo más complejo fue tirarme de un barranco y aprender a volar. Me acuerdo que mi padre lo...

—¡No te enrolles, Iloe! ¡Que te vas por las cataratas y no vuelves! —se quejó Keisi.

Iloe miró a Keisi y rodó los ojos.

—Sí. Volar.

Sin aviso, dio un salto bastante fuerte y movió sus alas como si nada.

—Esto es lo que debéis hacer de primeras. ¿Verdad que es simple? —preguntó con poca pasión.

Alcé un poco la ceja.

—Creo que esto será más difícil de lo que pensaba —susurré.

—¡No seas así de pesimista, Kemi! —intervino Keisi con una risa—. ¡Esto será como romper rocas pequeñas!

Iloe nos miró, cruzando sus brazos.

—Lo primero que se debe tener para volar es la fuerza en las piernas y en las alas.

—Haber empezado por ahí —susurré mirando a otro lado.

—¡Pues a empezar! ¡Vamos a volar todos! ¡Debemos conseguirlo hoy!

Intentar volar no era fácil. Poseían la fuerza, pero no la coordinación. Los miraba con atención para luego mirar mis alas y piernas. Tragué saliva con dificultad, ¿de verdad se tenía que empezar así? Porque Enilo lo enseñaba de una forma muy distinta.

—¡Sé volar! ¡Sé volar! —gritaba Keisi con ilusión.

Los gritos de Keisi me hicieron girar, viendo como volaba, o mejor dicho, lograba mantenerse en el aire. Movía las alas con demasiada rapidez, lo que le hacía agotarse demasiado rápido. Aun con ello, intentó hacer una locura.

—¡Ah! ¡No!

—¡Kei! ¡Te dije que no te movieras aun! —gritó Iloe.

No hizo caso y cuando se movió, las alas le fallaron e impactó contra suelo. Aun así, levantó su cabeza con una gran sonrisa, aunque su nariz estaba sangrando.

—¡Esto no es nada! —Rio Keisi, levantándose del suelo—. ¡Peores golpes me he llevado! ¡Sigamos entrenando!

Sus energías parecían ser imparables. En cada entrenamiento que hacíamos, se podía ver a Keisi intentándolo y arriesgándose más que nosotros, haciéndose heridas en algunas zonas de su cuerpo o que le diera estirones en sus brazos o piernas. Iloe y Emir intentaban convencerle de que se relajara, mientras que Erréi y yo nos mirábamos sabiendo que no iba hacer caso.

—Keisi quiere ser como Crowley. Es muy obsesivo con sus objetivos —susurró Erréi, cruzando sus brazos.

—Ya, y no es fácil ser como mi padre —respondí con el mismo tono.

—¿Tu padre te dijo cómo entrenó de pequeño? —preguntó Erréi con interés.

Miré a otro lado con mis ojos.

—N-No me dijo nada.

—¿No? Vaya —contestó, mirándome por unos segundos—. Supongo que no tienes buena relación con él.

Abrí mis ojos con esperanza, mirándole.

—Sí, bueno...

—Pero ya verás como mejora. Eso se debe por todo lo que está pasando —continuó Erréi, sonriendo con calma—. Tu solo ten paciencia y ya verás como eso mejora.

En cierta parte quería creerlo, pero no me era posible cuando mi mente me llevaba al pasado. ¿Cómo iba a mejorar si esos ojos blancos me observaban con odio? ¿Cómo? Si lo único que recibía en casa era lo necesario para sobrevivir si no le decía nada.

Suspiré y afirmé con una sonrisa forzada.

—Solo hay que ser paciente —susurré, viendo como Erréi afirmaba.

—Exacto. —Me abrazó de un lado—. Venga, vamos a seguir practicando, así no le damos vueltas a eso.

Era tan inusual la sensación, una que me hacía sonreír y seguir adelante. Keisi seguía intentándolo sin importar el daño que se pudiera hacer, sacándonos unas risas de por medio. No duró por mucho tiempo porque las clases empezaban, así que tuvimos que correr para llegar a tiempo.

Enilo nos vio desde la lejanía y nos preguntó en qué lío estábamos metidos. Keisi no fue nada discreto con su respuesta.

—Así que entrenar para ser mejores guerreros, ¿eh? —preguntó Enilo, cruzando sus brazos—. Parece que tu padre te comentó un poco lo ocurrido.

—Sí, y pienso seguir entrenando para ser el mejor guerrero, ¡cómo también mis amigos! —aseguró Keisi con una sonrisa mostrando sus dientes.

Enilo se mostraba tranquilo, pero por alguna razón podía escuchar algo de... ¿su corazón? Era una canción que parecía ser tocada con un instrumento delicado, que con cada tecla que tocaba parecía querer dejar un mensaje que casi me hacían sacar unas pocas lágrimas.

—Eso está bien, Keisi, pero os pido que no os obsesionéis con ello. Sois aún jóvenes, os queda aún mucho por delante —aconsejó Enilo.

—¡Eso no nos detiene entrenar y ser los mejores! ¡Ya lo verá profesor! ¡De aquí verá los próximos mejores guerreros de este planeta!

Miré de reojo a Keisi, pero no por mucho tiempo cuando la melodía que provenía de Enilo era más dolorosa y angustiosa, como si algo no fuera bien en su interior.

—Profesor —intervine con educación, mirándole con atención—, ¿se encuentra bien?

Enilo frunció un poco el ceño.

—Sí claro, ¿por qué lo dices, Kemi?

—Tiene... eh, mala cara.

—Ah, eso siempre. —Soltó una leve risa—. Apenas pude dormir bien, pero no te preocupes Kemi. —Acarició mi cabello grisáceo para luego caminar a un lado—. Bien, entonces. Nos pondremos con las clases de hoy, ¿entendido?

Los demás afirmaban mientras seguíamos a Enilo. En el camino, mi mente le daba vueltas a la melodía que seguía escuchando. Miré mis manos, encontrándome con los dibujos. Frené mis pasos y rasqué las yemas de mis dedos hasta que desaparecieron.

—¡Kemi, ¿a qué esperas?! —me gritó Keisi.

—¡V-Voy!

El pilar de Eet era acompañado por las cascadas que caían en un susurro distante. Desgastado, las piedras dejaban un rastro de historias olvidadas bajo un cielo que no me pillaba por sorpresa. La vegetación seguía siendo la misma, incluso apostaba que era el pilar más consumido a diferencia de los demás. Reunidos en el centro, el profesor espero a que todos nos sentáramos en el suelo musgoso para desplegar un mapa de gran tamaño en el suelo.

—Vamos aclarar porque los pilares son tan importantes. Como sabéis, el pilar del centro, Inoecet, es donde normalmente los Drasinos aterrizan. Aquí se conecta con los demás pilares, empezando con el pilar del norte Enoer, que apunta hacia los Tres círculos de la frialdad.

» Allí van los Drasinos de avanzada edad para que puedan descansar en paz, aunque muchos también es donde uno puede encontrar las respuestas a sus antepasados —explicó Einlo, mirando a cada uno de nosotros para encontrarse con la sorpresa e intriga. Sonrió y siguió explicando—: Eso sí, no es fácil de acceder al estar en medio de la naturaleza, impidiéndonos el paso, aparte de que es uno de los lugares más peligrosos por las bestias que hay a su alrededor protegiéndolo.

—¿Y qué ocurre con los Drasinos que desean ser enterrados allí? —preguntó uno de los Drasinos.

Enilo tragó saliva y suspiró.

—Solo unos pocos se atreven a dejarlos allí, mientras que otros son llevados por el río Ien, que se encuentra al Oeste de aquí, en el pilar Oeet —explicó, señalando el mapa—. Al final del río lleva hacia los tres lugares más importantes: El Templo de Insensibilidad, el Templo de los Tres sabios y los Lagos del cuidado, que es donde nacen los Drasinos. Todos situados en el sur, que es donde marcha el pilar Uer.

Miraba con atención el mapa. Todos me interesaban, pero el que más intriga tenía era por los Tres Círculos de la Frialdad. Saber que a lo mejor podría tener contacto con mi abuelo era algo que me importaba, más cuando mi padre guardaba un dibujo de él. Recordaba bien ese día que, husmeando en la casa, lo encontré.

—¿Qué haces con eso en tus manos, Kemi? —preguntó mi padre en su típico tono amenazante y borde.

—E-Encontré esto en el comedor —respondí, dándoselo con un temblor notorio en mis manos—. Es un dibujo muy bonito, aunque no sé quién es Colen...

—Fue mi padre. —Tomó el dibujo, viéndose como apretaba sus dientes con rabia—. Un... desperdicio de tiempo.

Sin pensarlo dos veces, lo rompió con sus manos en varios trozos para luego tirarlos al suelo. Se marchó, lo que me dio oportunidad a juntar algunos de los trozos. Al hacerlo, pude ver una firma, una que solo tenía puesta una letra junto una dedicatoria:

—Espero que este regalo te haga estar más cerca de tu padre. Con cariño, U.

¿Quién era U? Era la única duda que existía en mi cabeza.

—Kemi, pareces confundido por algo, ¿podría saber por qué? —preguntó Enilo, logrando que despertara de mis pensamientos.

—¿Eh? —Parpadeé varias veces mis ojos—. Oh nada, solo recordaba una cosa... Un dibujo que le hicieron a mi abuelo. Era un recuerdo que tenía mi padre y me preguntaba si algún día podría hablar con él en los Tres círculos de la Frialdad.

—Tu abuelo fue un gran líder en su momento —recordó Enilo, acomodándose en el suelo—. Entrenó con mucho esfuerzo a tu padre y fue uno de los mejores líderes que había. Es una pena que no pudieras conocerle.

—¿Se sabe de qué murió?

—L-Lo mataron, Kemi —respondió Enilo con pesar—. De ahí que tu padre sea... ya sabes.

Mi boca se quedó un poco abierta, temblando un poco mis labios. De ser así, comprendía porqué mi padre había roto ese dibujo, pero eso aún no resolvía mi duda sobre quién era "U". Supuse que a lo mejor era un amigo que mi padre también perdió.

Puede, que después de todo, mi padre no me hacía esto por un mal, sino porque no quería que me pasara nada al perder a tantos...

—Bien, jóvenes guerreros. Si me seguís, daremos paso a las clases de fuerza. Necesarias para ir entrenando nuestras capacidades —avisó Enilo, levantándose del suelo.

—¡Oye Kemi! —Keisi me llamó, captando mi atención—. ¿Estás bien? Parece que cuando te enteraste te dolió mucho. Creía que tu padre te lo había dicho.

—N-No me lo dijo —respondí, agachando la cabeza.

Keisi me abrazó a un lado.

—Oye, no te sientas mal. Tu abuelo fue uno de los mejores líderes y seguro que rendirás buen honor cuando seas mayor, ¡puede que incluso hables con él cuando consigamos ir a los Tres Círculos de la Frialdad!

—P-Puede, aunque la verdad, no quiero pensar en eso, Kei.

—Se entiende, Kemi. No te preocupes.

Suspiré y seguí avanzando. Era frustrante ver que el puzle que tenía en mis manos era incompleto. Las piezas tenían que buscarlas durante mi camino, aunque no iban a ser nada fáciles de encontrar.

Bajando por el pilar Eet, nos encontramos con la profunda niebla que ponía mi piel de punta. Miraba a los demás sin comprender como eran incapaces de preocuparse por lo que les rodeaba. Un silencio acompañado por las corrientes de agua que había no muy lejos de aquí. Miraba hacia el cielo y me sentía consumido por el abismo que la propia naturaleza había creado bajo los pilares.

—Bien, jóvenes. —La voz de Enilo hizo que despertara, mirándole con atención—. Recordar que los Drasinos tenemos siempre la fuerza, pero esta se puede potenciar cuando nos volvemos totalmente insensibles. Dejamos a un lado todo sentimiento que tengamos, dejamos de lado ese dolor para que esta magia nos refuerce un poco más.

Pronto se vio en su piel unas marcas negras. Estas no tenían la misma forma que las marcas blancas que creaba sin querer, eran más cortadas, agresivas y gruesas. Incluso su rostro se había vuelto más violento, como si se hubiera encontrado con una bestia. Su cuerpo había tomado más musculatura, listo para atacar. Cerró sus puños, y en un brusco y rápido golpe, su puño izquierdo impactó contra una de las rocas de gran tamaño que había en el suelo. Todos nos maravillamos ante tal demostración, lo que generó esas ganas de ser igual de fuertes que Enilo, o con ambiciones tan altas como las que tenía Keisi.

—Quiero avisar, que esto no se consigue de un día para otro —pronunció Enilo estas palabras con severidad, mirando de reojo a Keisi—. Toma su tiempo y práctica, pero sé que vosotros lo conseguiréis. —Tras eso, calmó su fuerza y nos sonrió—. ¡Venga! ¡A ponerlo en práctica!

Varios de los Drasinos se pusieron en marcha con lo que Enilo había enseñado, pero con rocas más pequeñas —la de él era por lo menos cinco metros de altura y cuatro de grosor—. Fui de los últimos en ponerme a ello porque mis sentidos se distrajeron con el exterior.

Relajaba escuchar el río moverse con el interminable ritmo, llevando consigo todo tipo de peces que en ocasiones saltaban como si desearan saludarme. Sonreía con interés y emoción, dándome cuenta que la naturaleza no parecía ser tan mala, al menos como decían los demás.

—¡Kemi! ¿Acaso has hecho la práctica ya? —preguntó Keisi, acercándose.

—¿Ah? No, es que me angustiaba un poco que tantos lo intentaran...

—¡No digas bobadas! —me gritó Keisi, agarrándome la mano para que le siguiera—. Siendo tú el hijo de Crowley, tendrás una gran fuerza.

—¡O-Oye! ¿¡H-Hacia dónde me llevas?! —pregunté. Keisi no me llevaba hacia las rocas de tamaño más adecuado para nosotros.

—Pues hacia la misma roca que destrozó Enilo, ¡de hecho una más grande!

—¡¿Q-Qué?!

Keisi no paraba de decirme que era capaz de conseguirlo al ser el hijo de Crowley. Me negaba, pero no me hizo caso hasta que me puso enfrente de la roca.

—¡Kemi! ¡Gran hijo de Crowley! ¡Sé que podrás romper esta gran roca! ¡Tienes fuerza! ¡Tienes en tu sangre su fuerza! ¡El poder de un próximo Ine Soliena!

Captó la atención de todos, lo que me puso muy tenso mientras miraba la enorme piedra de unos siete metros de altura y un groso de seis metros o más.

Mi vista empezaba a ser borrosa y gotas de sudor caían por mi cuello. Miraba mis manos temblorosas, sabiendo que iba hacer el ridículo al no poder romper una roca de ese tamaño sin tener apenas conocimiento de la fuerza. Daba igual que fuera el hijo de Crowley, no tenía nada que ver su fuerza con la mía.

Miré hacia los demás. Ojos expectativos. Bocas que susurran. Todos estaban atentos a mí, y eso que Enilo le decía a los demás que eso iba a ser muy complejo para mí y que Keisi dejara de obligarme a algo imposible de destrozar.

Giré mi cabeza, y me quedé helado al darme cuenta que enfrente mía no estaba la roca, sino algo totalmente distinto que me dejó sin aire y habla.

No... No comprendí bien porque la niebla era más espesa. Parecía moverse y amenazarme, como si tomara vida propia. Iba tomando distintas formas irreconocibles hasta que una de ellas mostró la de mi padre.

Mi respiración pasó a ser más acelerada, mis manos empezaron a sudar, pero en vez de temblar y huir, me quedé enfrente viendo cómo la figura se posicionaba enfrente mía, mostrándome una sonrisa cruel. Veía como las enormes alas podían cubrir a dos Drasinos como él. Siendo capaz de matarme con un solo gesto mientras me miraba sin miedo alguno.

Y por alguna razón, tampoco le temía.

Era como si mi mente exigiera orden en todo mi cuerpo. Envolvía mi corazón en una caja oscura y tomaba el control de todo. No había sentimiento alguno. Solo era mi misión de acabar con esa figura que se mostró interesada al no mostrar ni una emoción. Esa oscuridad iba creciendo, envolviendo mis brazos junto a las marcas que iban apareciendo en mi cuerpo.

Deseaba chillar. Era perder la capacidad de ver, dejar que ese poder me inundara, pero consciente de mis acciones, permitiendo mover a una gran velocidad y fuerza para darle un golpe a esa figura.

Pero no había dado un puñetazo a mi padre, sino a la roca. Y si bien no la había destrozado, las grandes grietas que tenía por casi todos los lados, dejaban en claro quién era.

—¡Ha sido impresionante! —chilló de emoción Keisi, abrazándome. Para ese entonces recuperé la vista y mi corazón dejó de estar envuelto en esa oscuridad. Respiré con dificultad, mirándole de reojo—. ¿Ves? ¡Te dije que serías muy fuerte! ¡Y seguro que más adelante lo serás el doble!

Las palabras de Keisi no me daban muchos ánimos, pero sonreía para que no sospechara.

—Kemi, ¿puedo hacerte una pregunta? —intervino Enilo, cruzando sus brazos.

—C-Claro, profesor —respondí, mirándole con atención.

—Los Drasinos a veces para ser insensibles tienen que pensar en algo que los vuelva a así, un recuerdo o algo que los haga así de fuertes. ¿Comprendes? Iba a ser algo que iba a comentar, pero al parecer tú te adelantaste —explicó, para luego hacerme la pregunta—: ¿En quién pensaste para sacar esa fuerza insensible?

Tragué saliva con dificultad, sin saber dónde mirar ni qué decir. Abrí mi boca, y antes de que pudiera decir nada, Enilo se adelantó.

—Tu padre, ¿verdad? —Apreté los dientes, mirándole fijamente—. ¿Y por qué...?

—¡Claro que su padre! —interrumpió Keisi, dando un salto en el sitio—. ¡Quiere ser como él! ¡Es su fuente de motivación! ¡Qué increíble!

Enilo me miraba con atención mientras Keisi me hablaba con palabras llenas de admiración. Su sospecha no fue a más porque las clases terminaron. Me marché con los demás, dándome cuenta que si no iba con mucho más cuidado, estaría en un gran problema.

Y eso era lo último que necesitaba.

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