Capítulo 21: Entre el bien y el mal.
Miraba hacia atrás, que nadie me siguiera. Podía avanzar hasta el Templo de los Tres Sabios, aunque el lugar demostraba lo que la guerra había dejado junto al Tiempo. Un aire de misterio y angustia que revolvía mi estómago, más cuando el hedor que desprendía era inhumano. Odio expresado en una destrucción presente en las estatuas y árboles.
Cuando vi las imponentes montañas que guardaban en su interior la entrada, aterricé y no dudé en retirar las rocas que obstaculizaban el paso, incluso destruía las que fueran más grandes y difíciles de mover, sin perder el tiempo.
Una vez retiradas, me adentré para verme envuelto por la oscuridad. Un lugar que fue consumido por la paz y la luz, fue destruido por el odio ante las semillas carentes de brillo y las paredes agrietadas cuyas palabras eran difíciles de descifrar.
—Se aseguraron que nada pudiera estar en pie —susurré, caminando con pasos lentos mientras miraba de un lado a otro.
—Capaz hay algo que pudiera sobrevivir. No podemos rendirnos de primeras —me recordó Ichi, también mirando lo que nos rodeaba—. Intenta usar tus habilidades por si este lugar te puede decir algo más.
Afirmé y cerré mis ojos para poner las manos en las rocas destruidas. Me mantuve así durante unos segundos, dándome cuenta que no había ningún mensaje detrás, como si este sitio hubiera muerto. Miré hacia Ichi, mi rostro lo decía todo.
—Eso... Eso es un grave problema —murmuró Ichi, poniendo la mano en su barbilla.
—No todo está perdido. Eilu vino de aquí, es posible que guardara algún libro escribiera algo tras lo ocurrido —supuse en un susurro, observando las paredes que nos rodeaban.
—Es cierto. —Ichi miró a su alrededor, suspirando por lo bajo—. No creo que aquí no podamos conseguir nada.
A duras penas pude darle una respuesta al estar centrado en los escritos supervivientes en las paredes. Los dibujos, a su vez, eran bastante gráficos, representaciones de nuestra raza, luchando sin temor, haciendo frente a unos seres que eran como nosotros, las deformidades.
Me acerqué un poco más para leer por mis adentros.
"Fue una confusión que no debió acontecer. Debería haberse discutido con quienes correspondía..."
"Tal vez, resolverlo entonces habría permitido que los acontecimientos se precipitaran con mayor celeridad. Pero aun así, la esperanza renació, como un fulgor resplandeciente en medio de los bosques oscuros, una luz que solo la venerada Ine Soliena fue capaz de proteger y custodiar"
En el dibujo era de dos figuras que parecían querer agarrar sus manos, pero sus rostros expresaban un temor por uno al otro. El brillo en ambos era destacable. Blanco y negro, creando un casi círculo perfecto.
—Sigamos entonces —murmuré, mirando hacia otro lado—. Vamos a por la biblioteca.
En el camino aun me encontraba con las palabras sueltas en el suelo. Desconocía su correlación, aunque si podía decir que se mencionaba a Insensibilidad, y era normal si después de todo era nuestro dios, pero también había otras menciones.
—Sensibilidad y Fusis. —Alcé mi rostro, analizando con atención—. Aquí no se menciona odio sino confusión.
—Hasta llegar a esta destrucción —susurró Ichi.
—No, no puede ser así —contesté, mirándole de reojo—. Yo aún no he visto una Elina.
—Tampoco has visto nada más que la Niebla.
—Y ese ya es un peligro del que tenemos que mantenernos alertas —contesté, para seguir avanzando por los pasillos donde no hubiera demasiadas rocas—. Este sitio lo destruyeron por la información que aún hay, una que podemos conseguir ante lo poco que tenemos en nuestras manos.
—La biblioteca es un punto crucial, pero no sé dónde está o siquiera...
—Debemos intentarlo.
No quise encerrarme en las dudas sino centrarme en lo que importaba. Caminaba decidido por los pasillos que fueran accesibles, y si no era posible, apartaba las rocas del camino o las destruía. Las que tuvieran información, las dejaba a un lado con cuidado y leía lo que ponía.
"Se dio aviso de un desastre que fue desdeñado. ¿Cómo podía haber algo más, cuando nos hallábamos en la paz que creíamos inquebrantable? Fusis alzó su voz en advertencia, mas incluso ella consideró imposible que tal amenaza se manifestara, pues confiaba en que, al fin y al cabo, el planeta se protegería a sí mismo."
—¿Protegerse el planeta a si mismo? —susurré, frunciendo el ceño para mirar a Ichi—. ¿Tienes alguna idea?
—N-No... Únicamente que Sensibilidad e Insensibilidad gastaran gran parte de su poder para protegeros y con ello haya acabado en este desastre al no pensar bien sus acciones —supuso Ichi, poniendo la mano en su barbilla y apretando sus labios—. Esto cada vez pinta peor y no sé si...
—Ichi, de ser así, ellos serían aún conscientes porque hablamos de que eran aliados.
Ichi no supo que responder. Apreté los diente y me centré en lo que importaba. Aparté los obstáculos del camino hasta que al fin vi algo más distinto. Madera destruida y quemada al igual que los pergaminos y libros dispersos, carentes de información.
—Mierda —susurré. Seguí avanzando a pesar de la tensión que tenía—. No puede estar todo destrozado, debe haber algo...
Con dificultad logré adentrarme en la biblioteca, o al menos lo poco que quedaba de ella al haber estanterías tiradas de un lado a otro junto a las hojas que no podían mostrar la verdad que necesitábamos, siquiera los pergaminos que una vez mostraban los mapas de la ciudad de Ineas.
Apreté mis puños y solté un largo suspiro, poniendo mi mano en mi frente. Este gesto hizo que Ichi, por un instante, bajara de mi cuerpo con cuidado para empezar a caminar de un lado a otro como si buscara algo. Mientras me sentaba en el suelo e intentaba concentrarme, escuché un pequeño grito que me hizo girar la cabeza.
—¿Ichi? —pregunté, frunciendo el ceño hasta que vi como movía unos pocos pergaminos que parecían estar intactos—. ¿C-Cómo es...?
—¡No preguntes y léelo!
Me moví hasta que mis manos lo agarraron para encontrarme con una gran cantidad de notas escritas por alguien que al final siempre dejaba una firma.
—Uno de los últimos sabios supervivientes. —Tragué saliva con dificultad, girando la hoja de un lado a otro—. No creo que sea...
—¡Tú lee! ¡No podemos perder tiempo!
Respiré hondo y me puse a ello.
¿Qué calamidad ha caído sobre nosotros? Todo marchaba a la perfección, como si el destino mismo hubiera tejido un porvenir radiante. Una paz que habíamos anhelado y, al fin, alcanzado. Una paz que sentíamos merecer, pero que todo se desmoronó. Un terremoto de magnitud desmedida sacudió nuestra realidad. ¡Tan absurdo! Tan caótico.
Y ahora, por razones que escapan a la lógica, no tenemos contacto con ellas... o eso parece. Es como si los bosques de la Frialdad hubieran dejado de existir para nosotros, como si una grieta invisible nos hubiera dividido. Pero, ¿cómo es posible que estemos separados, cuando apenas habíamos logrado unirnos?
...
Desconozco el tiempo que ha transcurrido, pero se que ha sido suficiente para darme cuenta que he visto algo. No eran Drasinos. No lo eran. Eran otros. Seres cubiertos de túnicas rojas que ocultaban sus rostros. Uno de ellos parecía ser el líder, su vestimenta lo delataba: más rica, más elaborada, más temible.
Marchaban en busca de los demás. Y los demás... se rendían. Los obedecían. No escuchaban más que sus mandatos. Nada parecía capaz de quebrantar esa dominación.
No sé si sea prudente escribir estas palabras y enviarlas como un aviso. Sin embargo, si estas líneas llegan a otros ojos, debo decir solo esto:
Huye.
Ellos irán tras de ti. No hay oportunidad de enfrentarlos. Soy de los pocos que aún conservan conciencia en medio de este desastre, pero sé que detenerlos es imposible. No hay remedio. La única opción es huir.
Y si es cierto que hemos sido divididos, solo queda rezarle a la naturaleza. Que los bosques no se vuelvan enemigos.
...
¿Y si aquellos de las túnicas... fueran las Elinas?
Al principio, traté de contemplarlo desde otra perspectiva, creyendo que tal vez eran las responsables. Pero, ¿cómo podrían serlo? ¡Era absurdo pensar que nos causarían este daño!
Y así era. ¡Maldita sea! Era demasiado absurdo, demasiado cruel para ser verdad.
Me siento como una presa, cazada por los errores de nuestro pasado. Como un hombre atrapado en una red de desesperación, deseando gritar, deseando cambiarlo todo. Pero no solo esta biblioteca en ruinas donde me refugio, sino empezar de nuevo. Rediseñar el mundo, construir un camino que verdaderamente merezcamos.
Sin embargo, ya no hay opción.
No debo llorar por lo que ha ocurrido. Debo hallar soluciones.
¿Qué soy, si no? Soy un hombre.
...Y aun así, quiero llorar de rabia al recordar lo que tuvimos. ¡Teníamos todo! ¡Era la alianza! ¡Era la esperanza que tanto habíamos necesitado! Era la unión del equilibrio, la promesa de una victoria que nos protegería de las amenazas del exterior. Pero el universo, vasto e implacable, influye en nuestras vidas de maneras que jamás imaginamos. Nuestras acciones, incluso las más pequeñas, se ven trastocadas por los dioses de afuera. Y esos dioses... son peores que la misma Insensibilidad o la Sensibilidad.
...
Días Incontables. O tal vez sean años. He perdido la cuenta del tiempo.
He encontrado el exterior. Es una sensación maravillosa, como un renacer. Aunque las bestias que me rodean lo vuelven peligroso, escucharlas me ha hecho comprender algo: tal vez somos nosotros quienes actuamos con violencia desmedida.
He cerrado los ojos y confiado en la voz que me mostró una nueva forma de ver el mundo. Creí que estábamos solos, pero me equivoqué.
Si pudiera hablar con ella, si pudiera ofrecerle mi devoción a quien tanto despreciábamos, tal vez encontraría una oportunidad. Quizás sería el único en intentarlo, porque los demás han caído en un letargo profundo. Nadie parece despertar ni reconocer el desastre que nos consume.
Y esa Niebla... esa maldita Niebla que ellos dejaron tras de sí...
...
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero sé que he estado disociado de la realidad. Ahora, al fin, comprendo lo que ocurre.
Los últimos libros quemados de esta biblioteca me han abierto los ojos. En su conocimiento yace la verdad, aunque rodeada de soledad. Me han dado por muerto, pero si las escasas palabras que he logrado desentrañar son ciertas, si las voces del exterior y los fragmentos de estas páginas no mienten, entonces estamos ante algo mucho peor de lo que jamás imaginamos.
Esos... devotos al desastre. Portadores de la Niebla. Portadores del desquilibrio.
Tal vez Crowley no estaba tan loco como creíamos.
Tal vez Fusis tenía razón, y debimos haber escuchado su advertencia.
Porque, según dicen, aquel a quien considerábamos inconsciente, no lo estaba. Actuaba, en las sombras, enfrentándose a la Niebla cuando recuperaba la conciencia. Protegía lo que más amaba.
¿Será cierto que existe ese hijo oculto? ¿Será verdad lo que Fusis me dijo, que un niño, bendecido por ambas caras, aún vive?
Solo me queda comprobarlo. Y si es cierto, entonces debo hallarlo. Debo protegerlo antes de que sea demasiado tarde, aun si es arriesgar mi mente a un laberinto en busca de mis memorias perdidas.
Pero merecerá la pena. Confío en ello.
...
Solté los pergaminos sin saber bien donde mirar, dejando que las lágrimas cayeran sin descanso. Tan diminuto, tan insignificante. Agarraba mi cabeza con fuerza sin saber qué hacer mientras Ichi me observaba con los ojos bien abiertos.
Durante todo este tiempo se había ocultado demasiadas verdades peligrosas, pero ahora ¿qué debía hacer? Esos devotos al desastre se relacionaban con la Niebla, una tan discreta que había atacado en el momento justo tras la alianza.
Sí estaban unidos. La luz y la oscuridad eran presentes. Sensibilidad e Insensibilidad eran unidos para una protección necesaria, una que eran conscientes, pero bajo la sangre que pintaban sus túnicas, se encontraban encapuchados los culpables que trajeron la Niebla, y uno de ellos lideraba.
Tragué saliva, mirando hacia Ichi para luego respirar hondo y levantarme. Podía seguir buscando, pero no obtendría nada más que respuestas que resolvían las dudas.
«Soy el único aquí —pensé, intentando mantener la respiración calmada, aunque no era del todo fácil—. Tiene que haber alguna opción o...»
Abrí la palma de mi mano, como si eso fuera a tranquilizarme. La observé por unos segundos y luego miré hacia enfrente. En lo poco que me ofrecía mi alrededor, me centré en poner mis manos en las paredes o en el suelo, concentrándome para escuchar lo que el lugar me ofrecía. Susurros lejanos de historias pasadas me dejaban pistas, unas que me hicieron abrir los ojos.
—No está lejos de aquí —susurré para mirar a Ichi, le ofrecí mi mano—. Hay una zona que ellos siempre visitaban. Había una estatua allí, como si fuera una forma de acercarse más a Insensibilidad.
—¿Una estatua? —preguntó Ichi, subiéndose a mi brazo—. ¿Por qué se acercarían a una estatua y no al templo?
—Capaz porque solo mi padre y mi abuelo podían ir tan directamente a él, no como los demás —supuse, mirando de un lado a otro, en busca de un hueco para ir a la zona—. Era un lugar sagrado, capaz por ello solo podían ir ellos dos mientras los demás le daban el respeto que era debido.
—¿Y aun con esa estatua que harás?
—Puedo... Puedo hablar con él.
Ichi me miró desconcertado.
—¿Te escuchará con todo el desastre? ¿Crees incluso que te ayudará aun sabiendo que puede estar afectado? —preguntó, agarrando a mi mientras me movía.
—Quiero creer que no está afectado por la Niebla —respondí con decisión, apartando las rocas de mi camino—. Porque si lo estuviera, mi padre no tendría aun consciencia y yo estaría muerto. Sigue aun luchando con ello, busca aun esa opción para sobrevivir.
Aun con los obstáculos presentes, logramos llegar relativamente rápido a la zona donde la estatua de Insensibilidad no estaba presente entre el destrozo. Solo era oscuridad. Intimidaba, y más por cómo podía escuchar el viento soplar desde el exterior, adentrándose por los pocos agujeros de la cueva que me avisaban de las desgracias que había vivido el lugar.
No supe qué hacer cuando tal situación se presentó ante mí. Mis ganas de llorar aparecían, pero lograba encerrar esa emoción en mi cuerpo al mirar con seriedad. Dolía, y más al saber todo lo que había ocurrido hace tiempo atrás.
Había aún una opción, lo había.
Caminando entre los escombros, pude ver a duras penas los escritos que había en las paredes, pero brillaban, mostraban un color blanco que captaba mi atención. Había esperanza en esas palabras, y no se habían dado cuenta de los portadores de la Niebla.
¿Dónde se escondían?
Tenía que haber algún sitio en concreto, ¿capaz el Templo de Insensibilidad? No, de ser así, habrían actuado con muchísima más violencia. ¿Qué estaban haciendo realmente? ¿Cómo era su forma de actuar y porque tardaban tanto? Era como si no quisieran arrasarlo todo o...
—Kemi. —La voz de Ichi hizo que me girara, viendo como señalaba con su brazo hacia el pasillo donde a lo lejos se podía ver algunas partes de la estatua de Insensibilidad—. Ahí está, pero sin opción a ser restaurada.
Apreté un poco los labios y solté un suspiro.
—¿Crees que funcionara si yo...?
Ichi me miró de reojo, lo que me impidió terminar mis palabras al ver la inseguridad en estos.
—E-Es intentarlo, ¿no?
—Sí... —Respiré hondo, acercándome poco a poco para poner las manos cerca de la estatua—. Es intentarlo.
Mis manos sintieron el frío de la tierra que tocaba, y no solo era desagradable, sino que angustiante. Una presión constante en mi pecho que no me permitía respirar como era debido. Cada vez iba a peor con el sudor que caía en mi cuello y frente. La respiración se volvía más agitada, y el motivo era la visión que, borrosa y apenas previsible, era capaz de encontrarme con dos figuras que luchaban sin descanso alguno alrededor de la estatua que, por desgracia, no podía estar más en pie.
Golpes duros llenos de odio. Uno se defendía de la rabia que el otro contenía, una que carecía de compasión aun si ambos eran iguales. Gritos consumidos por la rabia mientras que el otro buscaba aún razonar.
—¿¡Qué es lo que te ha pasado?! —preguntó. Logró a duras penas esquivar uno de sus ataques hasta chocar contra la pared—. Juraste protegernos y mantener la alianza con las Elinas, pero esto solo ha llevado a la desgracia que evitamos porque decidiste atacarlas. ¿¡Qué se te ha metido en la cabeza, Crowley?!
Por mucho que gritara, nada funcionaba. Los golpes fueron a más y con ello, la destrucción del lugar. Incapaz de usar su transformación, aunque sí para gastar su energía, quemando y obteniendo la fuerza que hiciera falta.
—¡Trataste de buscar la solución! ¿¡Por qué la destruyes al conseguirla y mantenerla?! ¿¡Cuál es tu objetivo, Cro-
—¡Basta!
Su grito resonó en la cueva, logrando sacudir la tierra y que sus ojos rojizos aparecieran en medio de la oscuridad ante las luces destruidas. Su odio cambió a una mirada carente de compresión, una donde su sonrisa apareció y los ojos blancos que tanto detestaba, eran presentes de nuevo.
Caminaba. Lento, paso a paso. Era envuelto en esa energía oscura y no tenía pavor en utilizarla, caso contrario al sabio que había estado preservando el lugar, uno de los pocos que se mantuvo ahí a diferencia de los demás. Se veía el pánico en sus ojos, pero firme y listo para luchar aun si no tenía opciones.
—Insensibilidad no perdonará esto, Crowley. Han sido años que hemos buscado esta alianza para que ahora...
—¿No lo entiendes? —preguntó, interrumpiéndolo con una ligera risa—. ¿Cómo puedo usar su poder si estoy siendo injusto? Al menos, desde tu punto de vista. —Frenó sus pasos, mirándole sin temor—. ¿Puede que sea porque está a mi favor? ¿Por qué las Elinas no eran lo que pensábamos?
—¡Las Elinas jamás nos hicieron daño, y lo sabes por su Luz Impactante!
—¡La cual ha huido como cobarde por petición de Sensibilidad! ¡Y casualidad es justa que haya huido cuando nos volvimos un código! ¡Una destrucción y desastre que nos separó aun más de las Elinas! —contestó, soltando una leve risa—. ¡Débiles, cobardes y rastreras! ¡Normal que Insensibilidad haya caído! ¡Normal que haya esa frustración y odio hacia ellas! ¡Es pura trai-
No dio tiempo a terminar sus palabras. La energía de su cuerpo se movió de un lado a otro, rodeando su cuerpo para luego ir a la estatua destruida en el suelo. Fue poca y suficiente para que las grietas que tenía se restauraran, inundando todo el suelo en ese color oscuro en el que dejó a los presentes absortos por la situación. Los ojos de la estatua brillaban en unos colores similares al fuego. Intensos y vivos, sin miedo a quemar su alrededor.
—¿Qué... tan débiles somos? —El susurro de su voz me dejó sin aire. Cada vez era difícil mantener mis brazos firmes—. ¿Qué tan... vulnerables somos ante esta Niebla? —Y ante esta última palabra, la oscuridad de su alrededor fue disipándose como si esta fuera muriéndose—. ¿Cómo... no se ha pedido esa ayuda?
La visión terminó como una cascada de agua helada perforando mi espalda entera. Tomé aire de golpe en un grito ahogado, sentándome en el suelo a la vez que las lágrimas caían sin control. Observé hacia Ichi, dudoso y angustiado por mi reacción.
Cerré mis ojos, secando mis lágrimas para negar y apretar mis dientes.
—Ichi, tenemos que ir al Templo de Insensibilidad —aseguré, abriendo mis ojos para mirarle—. Está ahí aguantando, buscando ayuda.
—¿Có-Cçomo es posible eso? Es Insensibilidad, él debería...
—Cayó ante la Niebla como los demás, pero sigue resistiendo —interrumpí, dándole mi mano hacia Ichi—. Es ahora o...
Mis palabras se vieron interrumpidas ante un retumbar en el suelo que me dejaron sin aire. No dudé en agarrar a Ichi con mis manos para salir de ahí lo más rápido que permitían mis piernas. En medio del desastre donde las rocas caían del techo, oía un grito lleno de odio que lograba sacar las lágrimas una vez más.
—Esta vez... —susurré con dificultad, negando con mi cabeza—. ¡Esta vez no!
Me giré para desplegar mis alas y volar. Nada más salir ante el hueco que había en la cueva, pude verle. Me mantuve firme, mirada desafiante, asegurándome que Ichi estuviera bien agarrado a mí.
—Veo que te has entretenido buscando en la basura —habló mi padre con desprecio, mirándome de arriba abajo—. Y tú aspecto es infantil cuanto menos. Un insulto para los Drasinos.
Ignoré sus palabras, mirando hacia la derecha, el único camino que debía tomar si deseaba ir al Templo de Insensibilidad. Dirigí la mirada a mi padre, moviéndome con rapidez en el momento que vi que ya no estaba enfrente. Con los brazos protegiendo mi pecho, bloqueé su puñetazo del que me hizo crujir los huesos y chillar de dolor.
—¡¿Tan débil te has vuelto al ser un aliado de la naturaleza, Kemi?! ¡Tan poco hombre te has...!
Sin darle opción, ascendí para darle un rodillazo en su barbilla. Nada más hacerlo, silbé, de forma que captó la atención de los Búeon que había cerca del lugar. Una distracción y ataque que necesitaba para moverme aun con las heridas presentes, pero sin dejar que los sentimientos me inundaran al seguir mi camino.
Me movía entre los árboles de un lado a otro, captando la atención de diversos animales que trataban de ayudarme, aunque mi idea era mover, como era posible, mis brazos para crear las enredaderas de forma que interrumpieran el paso a mi padre.
Iba hacia la imponente montaña donde los puentes conectaban de un lado a otro hasta llegar a la cascada más grande cuya agua no dejaba de caer. No niego que me quedé impactado ante tal escenario, aunque no pude disfrutarlo con los colores y sonidos que aportaba ante la oscuridad que me amenazaba a mis espaldas.
Fue girarme y verle. Fue prepararme para su ataque, pero que las bestias que todo Drasino temía, aparecieran de tal forma que me dejaron sin habla. Urogias, que se escondían ante el miedo de su extinción, atacando a mi padre sin importarle las consecuencias, dándome paso libre a mi misión.
Las pulsaciones de mi corazón iban a un ritmo frenético, como una vez más intervenía ese tambor del que ya no repudiaba y dejaba que las marcas aparecieran en mi cuerpo. Naturaleza reaccionaba a esa sensibilidad, y con ello, iban a por mi padre para retenerlo yseguir con mi misión.
No dudé en moverme, al menos fue mi idea hasta que el grito consumido por el odio logró paralizarme.
—¡Esto es lo que vosotros habéis querido!
Solo pude ver de reojo desde la izquierda para ver como su cuerpo cambiaba a un tamaño cada vez más colosal. Un monstruo demostrando su verdadero potencial ante esa oscuridad creciente para transformarlo en lo que realmente era. Un dragón que no le importaba nada más que destruir y formar el caos.
Caí, porque su poder era superior al mío. Escuché como Ichi impactaba contra el suelo, pero no se alejaba de mi al agarrar uno de los dedos de mis manos para que me apartara. Chillaba desconsolado, pidiendo que reaccionara, pero solo pude ver como poco a poco mi final llegaba.
Un tambor que sonaba con lentitud. Uno que resonaba de forma que creaba un eco tenebroso en mis oídos. Una sinfonía tan cruel, que me dejaba en claro el destino que iba a tener.
Cerré mis ojos y respiré por última vez.
Sin saber que en verdad, no iba a estar en esos bosques, sino en unos totalmente distintos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro