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Capítulo 20: Por un bien mayor.

Llegar al Templo de los Tres Sabios no era tan fácil como creía. La distracción que hacían los animales era aun presente, pero mi figura era destacable entre las sombras, y por si fuera poco, algunos parecían ser capaces de localizarme, como si la Niebla les dijera donde estaba.

Ichi se agarraba a mi cabello con todas sus fuerzas. Corría sin perder el ritmo, creando en mi camino todos los obstáculos posibles para evitar el conflicto. No era lo más adecuado enfrentarme a ellos, sino sería una pelea constante en la que acabaría muerto.

Animales acompañaban en mi paso, creando la distracción hacia los Drasinos. En los momentos que frenaba mis pasos para descansar, tomaba la apariencia de uno de ellos, pasando desapercibido, pero aun así siendo atacados.

—¡Acabar con sus vidas! ¡Todos a ellos!

La orden del Drasino no tardó en ser ejecutada. El odio era reflejado en sus golpes carentes de compasión, y lo peor era que afectaba en los árboles que trataban de retenerlos, dándome la oportunidad de huir hacia el Sur.

Oía sus palabras. Un valor que emitían en un dolor que no podía ignorar. Apretaba mis dientes y huía sin descanso, sintiendo en mi pecho una presión que me creaba esas ganas de llorar sin descanso, pero no lo hacía. No ahora.

Corría sin importarme nada más que llegar hacia el fin del río Ien. Según me podían informar algunos búeon, era ideal tomar la apariencia de un ser marino para nadar sin ser detectado. La idea era buena, pero necesitaba encontrar el momento ideal antes de que me encontraran.

—N-no será igual de fácil —avisó Ichi con dificultad, aun agarrado a mi pelaje—. Los seres marinos suelen ser los menos afectados. Se adentran en lo más profundo de las aguas, donde ningún Drasino se atreve adentrar, no que tenga constancia.

«Me pienso arriesgar a ello».

La corriente de agua seguía su curso a pesar del desastre. Encontrarla no me resultó complicado, y corría al lado de esta mientras buscaba algún animal marino para transformarme. La Niebla parecía ser más profunda, dificultando mi visión durante la carrera. Los animales se mantenían a mi lado, atentos a mis próximas acciones.

«¿Por qué no hay ningún pez?», me pregunté, mirando hacia el río mientras seguía adelante, aunque no sería durante mucho tiempo cuando el enorme lago llegaba enfrente mía, frenando mis pasos de golpe. Habíamos llegado hacia el fin del río Ien

Giré mi cuerpo a mis espaldas. Respiraba a gran velocidad, pensando en qué debía hacer. Vi de reojo a los búeon, lo que me hizo negar rápidamente y cambiar mi cuerpo a Drasino.

La sensación era desagradable. Era sentirme hueco por dentro y que cada órgano de mi cuerpo fuera recomponiéndose a su tamaño original. Un vacío y falta de aire constantes que me dejaron débil con una rodilla al suelo. Aun con ello, no dudé en desplegar mis alas.

—Volaré hacia el templo —murmuré. Sentí un cosquilleo en mi espalda. Era Ichi intentando subir. Miré hacia los animales—. Huid al refugio, pue-

El golpe directo en mi pecho logró tirarme hacia el lago. El dolor crecía sin descanso a la vez que expulsaba sangre de mi boca, pero no me rendí. Salí del agua a gran velocidad para nada más ver a un Drasino encima de mí a punto de darme una patada en mi cabeza.

Bajé mi cabeza bajo el agua, nada más hacerlo, agarré su pierna para tirarle conmigo. Nada más hacerlo, vi a duras penas la apariencia de un Drasino cuyas cicatrices hacían de él alguien intimidante. Su mirada mostraba un claro odio y decepción hacia mí, una que ignoré al intentar huir.

Nadar hacia fuera no fue del todo fácil ante los intentos del Drasino. Agarraba mis piernas con la intención de ahogarme, aun si él también acababa así. Por suerte, pude salir cuando mis manos tocaron el borde del lago y pude crear una lanza hecha de raíces que hirieron las manos del Drasino.

Salí y me puse de pie. Respiré como mejor pude, sin quitarle ojo al contrario. El contrario a mí, saltó del lago para usar sus alas aun si estaban mojadas.

—¿¡No me reconoces, Kemi?! —Su voz grave era la misma que ordenó atacar a los animales y naturaleza que nos rodeaba—. ¡Sucio traidor! ¡Insensibilidad no debería darte nada! ¡Tu padre debió haberte matado! ¡Incluso yo mismo!

Fruncí el ceño, analizándole bajo la presión aun presente hasta que vi la marca en su ojo izquierdo. Un puñetazo directo que carecía de sentimiento.

—Keisi.

—¡Parece que tu memoria aun sigue funcionando para lo que quiere! —gritó, soltando una risa escandalosa—. ¡Sigue huyendo, privilegiado! ¡Pero poco durará tu huida con todos los Drasinos yendo hacia ti!

Voló en mi dirección para golpearme. Lo esquivé y me aparté, viendo como sus pies impactaban en el suelo para crear un pequeño retumbar a su alrededor. Me miró con una sonrisa llena de rencor en el que sus ojos se volvían cada vez más rojizos.

—Cuando tu padre dio la noticia, no sabes las ganas que tenía de encontrarte —admitió, dando pasos lentos hacia mi—. El día que intentaste huir, quedaste como un cobarde por tu golpe rastrero, uno que jamás olvidé. Tu padre te cuidó y se preocupó siempre, Kemi. ¿Y qué es lo que haces? ¿¡Decepcionarlo y traicionarlo de esta forma?! ¡¿Uniéndote a Fusis?!

Moví mis brazos hasta mi pecho sin quitarle ojo.

—No tienes ni la menor idea, Keisi. No te metas en este asunto.

—Oh, lo siento. Si me meto en este asunto cuando seré uno de los próximos sabios —aseguró, mostrando sus dientes en una sonrisa cruel—. En cuanto te elimine, las cosas cambiarán para un bien necesario.

Nada más acabar, se movió de nuevo para darme con sus puños. En un gesto rápido logré esquivarlo para darle un golpe en su pecho. Nada más hacerlo, los huesos de mi mano parecían crujir, como si por un momento hubiera golpeado un mineral demasiado duro.

La risa de Keisi resonó en mis oídos, agarrando mi brazo para tirarme al suelo. Nada más hacerlo, estiró de mi brazo, haciéndome cada vez más daño. Apreté mis dientes y cerré mis ojos.

—¡Kemi, usa tu poder sin miedo! ¡Ataca sin temor! —me gritó Ichi al oído.

Grité desde lo más profundo de mi garganta, poniendo mi mano derecha en el suelo para que varias enredaderas salieran como lanzas que perforaron los brazos de Keisi. Soltó mi brazo, y nada más hacerlo, me giré para darle un puñetazo en su rostro, uno del que le hizo daño.

—Asqueroso —murmuró, escupiendo sangre hacia un lado—. Usando su energía.

—¿No crees que será por algo?

Volví atacar a su pecho. El golpe fue como si rompiera por fin ese metal, escuchando el grito de dolor de Keisi, impactando contra el suelo. Tembloroso, trató de ponerse de pie, viéndose en sus cuernos la energía oscura cada vez más grande.

—Oh, sí. Gran fuerza, ¿pero hasta qué punto te puede ceder Insensibilidad? —preguntó, riéndose por lo bajo y mirarme de reojo—. ¿¡Hasta qué punto está de tu lado?!

A pesar del temor por su transformación, no dudé en moverme para atacarle. Usé mis brazos para que la naturaleza tratara de atacar, pero poco sirvió cuando la energía lo protegía para esa transformación. En un gesto desesperado, puse las manos en la tierra para crear un agujero bajo sus pies e intentar enterrarlo, pero mis ideas se detuvieron cuando escupí sangre de mi boca, perdiendo poco a poco la consciencia.

«No puedo. Usarlo va hacer que...»

Mis ojos se movieron rápido cuando vi a Keisi soltar una risa escandalosa, adoptando poco a poco esa apariencia. La energía llena de oscuridad no pasó desapercibida entre los animales, y dudaba que lo fuera entre los Drasinos que se acercaban a mí.

Respirando con dificultad, concentré mi energía.

Capaz intentarlo, aun sin la experiencia ni el entrenamiento. Usar esa insensibilidad, solo para igualarle aun si era un suicidio.

O al menos esa era la idea hasta el rugido de una grandiosa bestia resonó en la selva.

Y no era uno... eran varios, como una manada de ellos. Ocultos durante muchísimo tiempo, moviéndose por fin para crear un terremoto que causó el pánico entre los animales a la vez que captó la atención de los Drasinos que se acercaban frenando sus pasos.

Quería esconderme, pero mis piernas no reaccionaban cuando veía sus figuras en medio de la Niebla. Bestias de gran altura donde sus grandiosos cuernos se iluminaban en un lenguaje que podía comprender a medias. A su paso destruían todo, aun si eran seres que vivían en estos bosques, pero no les importaba cuando iban hacia Keisi.

«Un sueño —pensé, riéndome desesperado desde mis adentro—. Se creían extintas. ¿Qué... hacen tantas Urogias aquí?»

Sus pasos llenos de valor no pasaron desapercibidos cuando atacaron a los Drasinos, pero muchos se centraban en Keisi, quien no le había dado tiempo a transformarse ante su inexperiencia. Atacados sin compasión, mi oportunidad de huir se presentó cuando en mis hombros noté las garras de dos búeon que intentaban despertarme para que saliera de allí volando.

Reaccioné rápido, usando mis alas para salir de allí lo más rápido posible en dirección hacia el Templo de los Tres Sabios. La oportunidad era ahora antes de que fuera demasiado tarde.

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