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Capítulo 19: Nacidos por la frialdad.

La selva seguía siendo hostil aunque pudiera comunicarme con la naturaleza. Nadie me quitaba que el peligro pudiera venir de otros lados. Animales desconfiados que desconocían la realidad o de los propios Drasinos que atacaban sin pensar sus acciones, solo obedeciendo órdenes.

Acompañado por los zorros e Ichi, fuimos a paso ligero en dirección a los Lagos del Cuidado. Era arriesgado, demasiado. La última vez mi padre había mencionado de privar la entrada, y temía que fuera con la Niebla que aun era presente en el camino que tomábamos.

Obtenía la información de los búeon. Pocos eran los supervivientes que avisaban de la presencia de los Drasinos. No era recomendable volar si no quería captar la atención. Los insectos llegaban a mí, y aseguraban que se encontraban vigilando la entrada y los lagos, incluso, se adentraban hacia los bosques donde las Elinas se escondían en los Bosques de la Frialdad.

—Acceder no será fácil... No ser que. —Ichi frenó sus palabras y me miró—. Kemi, ¿cómo te sientes de energía?

—Uhm, creo que bien. Un poco cansado, pero nada que me impida avanzar —contesté.

Ichi observó a cada uno de los animales que había. Permanecían atentos a lo que pudiera decir, aunque siendo honesto, nada se me ocurría. Cruzaba mis brazos, frunciendo el ceño hasta que miré a Ichi.

—D-Dijiste que podía... transformarme en un animal —murmuré, captando la atención de Ichi.

—Es lo que pensaba, pero necesitas transformarte en un animal que pase discreto. Pensé en uno aéreo, pero los Drasinos son agresivos ante estos. Un insecto sería impensable porque transformarse en algo tan pequeño sería un riesgo para ti al requerir de mucha energía y concentración. Temo incluso que no puedas volver a tu forma original.

Afirmé en silencio, observando a cada uno de los animales que tenía enfrente. Me quedé analizando a cada uno de ellos, pensando bien en qué opciones podía tener... hasta que presté atención a los zorros.

«Capaz ellos... —Miré hacia Ichi—. Frecuentan en los bosques, se mueven con rapidez y discreción, aparte que podría tomar el camino si no hay ningún Drasino».

Sonreí convencido, observando al zorro que movía sus orejas con curiosidad, prestando total atención.

—Ichi, dime cómo me puedo transformar —pedí, captando su atención.

—E-Eso es tan simple como poner la mano en su cabeza o que el insecto se pose en tu dedo —respondió, aunque rápidamente negó y me miró—. ¿Qué estás...?

—Me temo que tendrás que bajar de mi hombro —interrumpí, agarrándole con cuidado para dejarle en el suelo. Tras eso, me acerqué con cuidado al zorro para darle mi mano—. Tengo claro en lo que me voy a transformar.

—¡Un zorro no creo que sea...!

Ignoré sus palabras, no porque quisiera, sino porque el mismo animal había puesto su mandíbula en mi mano. Cerró sus ojos y relajó su cabeza. También lo hice y centré mi energía, aún si Ichi me gritaba que no lo hiciera.

Sentí como mi corazón bombeaba con fuerza y la energía fluía por todo mi brazo, expandiéndose hasta todo mi cuerpo. Era capaz de sentir algo inusual, un cambio que me hacía sentir incómodo por cómo mis alas iban desapareciendo a la vez que mis cuernos, surgiendo un ligero dolor en mis brazos y piernas.

Cerré mis ojos con más fuerza. Era como si me encogiera, que me apretaran, pero a la vez me daban espacio para respirar. Constante la sensación de angustia que por fin cesó el dolor. Con cuidado vi mi cuerpo nuevo, la apariencia perfecta de un zorro, aunque un pelaje un poco más distinto.

—¡Ahg! ¡Esto es lo que intentaba decir! Un zorro no es buena idea si tienes los colores de un Drasino! ¡Eres un zorro negro y verde! —Soltó un largo suspiro para luego mirarme con detenimiento—. Y más sospechoso será que tengas marcas blancas en tus orejas. Esto cada vez es peor.

Levanté mis patas con curiosidad para luego girar hasta ver mi cola. Solté una leve risa y cuando intenté hablar, me di cuenta que no podía.

—¡Mira que te avisé! —chilló Ichi, acercándose a mi para dar un golpe en mi pata—. ¡No puedes hablar porque no tienes tanta experiencia encima! —Soltó un gruñido de frustración, poniendo la mano en su frente—. Al menos... has podido transformarte en uno, y me imagino que podrás volver a tu forma original si has sabido dominar esto, o reza a Fusis para que esto sea posible.

«Solo quería pasar desapercibido ¡No quiero ser un zorro para siempre! —Me moví dando círculos a mi alrededor—. ¡Encima me pica todo el cuerpo! ¡Qué desagradable!»

Ichi me dio otro golpe en mi pata, logrando que me quejara y me sentara en el suelo. Cruzó sus brazos, mirándome con el ceño fruncido.

—Ahora mismo nos toca ir en esta forma hacia los Lagos del Cuidado. ¡Reza con que nada raro ocurra! —Tras eso, se subió por mi pata hasta llegar a mi cuello— ¡Uf! Bien. Harás caso a lo que te diga, ¡¿entendido?!

Afirmé y miré a los animales. Aun seguían atentos a mis acciones, de hecho, parecían querer acompañarme en mi viaje. Abrí un poco mi boca, queriendo decir algo, pero una vez más, no pude.

—Te ayudarán, Kemi. Recuerda eso —murmuró Ichi, lo que me hizo alzar las orejas para escucharle mejor—. Y no estarás solo, al ser un zorro, la manada irá contigo como si fueras un líder. Todos cuentan contigo y te ayudarán en lo que sea.

«Genial. —Respiré hondo, mirando hacia enfrente—. Sin presiones».

No dudé en avanzar hacia el Este, solo los zorros me acompañaron, ya que los demás se dispersaron para generar más ruido y distracción. Admito que al principio era incómodo moverse, pero era cuestión de tiempo para adaptarme y correr a más velocidad. No perdía la atención a los bosques, daba la sensación de me guiaban por como las hojas se movían gracias al viento.

Avanzábamos a pasos lentos o rápidos. Oía desde la lejanía los movimientos bruscos de los Drasinos. Sus alas y sus pasos no pasaban desapercibidos, lo que nos obligaba a escondernos. Aun con ello, no evitaba las pulsaciones de mi corazón. Otra vez esos tambores y con ello las marcas que debía evitar a toda costa.

Respiré hondo y traté de tranquilizarme. Observaba a los míos, permanecían atentos a mí, preocupados por lo que pudiera pasar. Mantenía la calma, un rostro firme sin dejar que mis temores se reflejaran.

«No vais a morir. Nadie saldrá herido. No si puedo evitarlo», pensé y avancé sin temor. Esta vez envolviendo mi corazón en esa frialdad que necesitaba.

Los bosques tomaban una oscuridad poco común. Una que parecía tomar vida por como los árboles parecían ser difuminados por una niebla más tenebrosa. Miraba hacia mis espaldas cuando podía, viendo a los míos, siguiéndome sin dudar. En medio de la carrera, pude escuchar unas voces lejanas, dejándome en claro que los Drasinos estaban cerca.

No titubeé. Miré hacia delante, encontrándome con el camino de piedra que debíamos seguir. En este punto, vi como los zorros se dispersaban para conseguir la distracción necesaria en el tiempo que estuviera en los lagos, pero no solo eran ellos, también los demás animales.

«¡N-No es necesario que hagáis eso! ¡Solo os vais a arriesgar!», pensé mientras los miraba de reojo. Deseaba mover mis patas para invocar las enredaderas, pero no pude cuando la distración que hacían captaba la atención de unos pocos Drasinos que había en la zona.

Me tenía que mover y esconderme entre las rocas que iban apareciendo en mi camino. Apretaba mis dientes al saber que la acción que habían tomado, pensaba que así conseguían más tiempo.

«Necesito encontrarme con los círculos de piedra. Debo ser más rápido —pensé, acelerando cada vez más mi paso y dejando atrás el bosque, aunque la niebla era aún más presente, como si me persiguiera—. No me asustas. No vas a conseguir nada de mi».

Encontré por fin los lagos, pero con la destrucción presente ante las estructuras y estatuas destruidas en el camino. Frené mis pasos, tragando saliva con dificultad. Giré mi cuerpo, no parecía haber nadie tanto en tierra como en aire, aunque me sentía aun vigilado.

—No pierdas tiempo, Kemi —habló Ichi en un susurro, señalando los lagos—. Aunque esté todo destrozado, aun puedes escuchar lo que el lugar te quiere ofrecer. Concéntrate y no te dejes consumir por el pánico. Estaré vigilando en todo momento y te avisaré.

Afirmé y avancé hacia el final del camino. El agua poco a poco consumía mis patas, concentrándome en los susurros que la propia tierra me podía dejar. Sentí en las piedras el frío, uno que me dejaba inmóvil. Cerré mis ojos, viendo a duras penas dos figuras lejanas, difuminadas por la Niebla.

«¿S-Son ellos?»

A punto de moverme, pude escuchar unos gritos procedentes del bosque. Me giré y vi como la oscuridad era tan profunda que no daba oportunidad a ver siquiera el suelo que pisaba. Una gran ventisca logró tirarme al suelo, rodando hasta caer hacia el lago. Traté de nadar, pero mis patas eran cada vez más pesadas al igual que mi pecho, de hecho, era una sensación tan horrible que mis pulmones parecían ser presionados sin compasión alguna.

«D-Debo re-regresar a mi...»

La oscuridad se adentraba. Era como si toda luz que marcaba mis sentidos fuera consumida sin compasión, flotando en medio del lago donde solo pude dejar que el lugar decidiera mi destino.

—Entonces, Crowley, ¿no?

Un destino del que aún no iba a terminar cuando mis oídos escucharon un murmullo lejano, abriendo mis ojos con dificultad.

—Sí, ese será su nombre —comentó Colen y soltó una pequeña risa—. Esto me recuerda, ¿tú no querías ser padre también?

—Sí, claro que quería, pero sabes que es decisión de Insensibilidad —contestó Riose para luego suspirar—. Tengo claro que su nombre sería Eilu.

«¡¿Eilu?! ¿¡É-Él es su padre?!».

Sin saber bien cómo, logré moverme lo suficiente para ver las dos figuras observando las aguas. Intentaba acercarme a ellos, pero parecía que el mar me tenía retenido, como si fueran tentáculos agarrando mis piernas para tirarme a las profundidades.

A duras penas podía ver como Riose en silencio con los brazos cruzados. Por otro lado, mi abuelo estaba caminando poco a poco para mojar sus pies en el lago.

—Colen, no me gusta apurarte, pero creo que esto no será tan privado como tú querías. Escucho a otros Drasinos volar hacia aquí —le avisó Riose.

—Una pena —murmuró Colen con una ligera risa—. Supongo que los rumores no se pueden evitar.

—No es de extrañar, eres el líder de los Drasinos, ¿cómo no se van a interesar o enterar de algo tan importante como esto? —preguntó, alzando la ceja—. Algunos habrán escuchado nuestra conversación.

—Lo sé. —Colen alzó su cabeza—. Igual creo que pronto podremos terminar con esta pequeña ceremonia, si lo quieres llamar así.

Riose también miró al cielo. Ese día el Sol traspasaba las nubes oscuras que se presentaban. Iluminaban los lagos, creando un reflejo brillante debajo del mar que solo me hacía sentir vulnerable.

Colen se iba adentrando cada vez más en los lagos, dejando que sus brazos fueran consumidos por las aguas. Juro que podía tocarle, incluso agarrarle para que sacarme, pero la oscuridad apareció en sus manos. Se creaba una figura, un Drasino recién nacido. Abrí mis ojos como nunca, y chillé aun si no tenía el aire ni las fuerzas.

—¡¿No quieres que sepa la verdad?! ¿¡No quieres qué...?!

—Puedes ser Vigilante, pero no un aliado de la oscuridad.

Una voz grave y profunda logró que escalofríos inundaran mi piel, girándome para ver a duras penas una figura en medio de esa oscuridad. Me observaba con total seriedad, moviendo su mano derecha con calma.

—¿O acaso lo eres de verdad? —continuó hablando, frenando sus acciones—. Vigilante eres, pero ¿en qué bando te encuentras?

Fruncí el ceño, apretando mis dientes para moverme en medio del agua, acercándome hacia la figura.

—Aquel que busca la verdad y la paz —aseguré, aun sin saber cómo era capaz de hablar—. El bando que busque la justicia y el orden como es debido.

No supe bien si me sonreía, solo vi como a duras penas movía su brazo derecho para que la oscuridad desapareciera y el agua me moviera como si fueran corrientes de gran fuerza que me expulsaron hacia el exterior. Como mejor pude, me agarré al borde del camino, tosiendo sin descanso alguno y dándome cuenta que había recuperado mi cuerpo.

—Esto es una bendición, Colen —habló Riose, lo que me hizo dar cuenta que aún seguía en esa visión del pasado—. Qué Insensibilidad tenga un poder así nos deja en claro que es un Dios del que no se dejará doblegar ante nada ni nadie.

—Cierto es, pero tampoco nos podemos confiar —aclaró Colen, agarrando con cuidado al pequeño que tenía en sus brazos—. Insensibilidad tiene mucho con cuidarnos, dar su poder y protegernos. Tenemos que ayudarle también, devolverle el favor.

Riose se acercó un poco a Colen, viendo al pequeño con curiosidad.

—¿Y crees que se conseguirá? ¿Ahora que eres padre, podrás con ello?

Colen observó a su hijo con una sonrisa cálida. Su aspecto era como un Drasino promedio, pero lo que más destacaban eran sus ojos amarillos. No blancos ni rojos.

—Claro que estoy seguro —respondió, acariciando las mejillas de su hijo—. Lucharé por ello y es posible que mi hijo también quiera luchar por ello en cuanto conozca la situación.

Riose soltó un suspiro largo.

—No es justo que los jóvenes sufran por algo así. Nosotros deberíamos ser los que solucionen el problema.

—En parte sí, Riose, pero sin jóvenes, nosotros nos estancaríamos en fuerza, inteligencia y unión —recordó Colen, viendo como el pequeño levantaba sus brazos y abría la palma de sus manos—. Es arriesgado, lo sé, pero hay que tener fe en que esta nueva generación nos ayudará y llevará a esa victoria. —Alzó su rostro al cielo con una sonrisa confiada para luego verle—. Solo hay que tener fe y perseverancia, una que conseguirá cuando lo críe en el Templo de los Tres Sabios.

Bajé la cabeza para toser con fuerza, cerrando mis ojos a la vez que intentaba subir para tumbarme en el sendero. Una vez lo hice, empecé a respirar con dificultad, abriendo mis ojos a duras penas para ver como Ichi corría hacia mí.

Sonreí aliviado, poniendo la mano derecha en mi boca.

«Mi abuelo lo cuidó con un objetivo claro. No creo que lo tratara mal o le diera una infancia mala, aun si había dificultades —pensé mientras intentaba sentarme—. La niebla lo hizo así, pero tiene que haber algo más y todas las respuestas están...»

Alcé mi cabeza para mirar hacia mi izquierda. El sur marcaba mi próximo lugar.

—El Sur —susurré. Me giré y miré hacia Ichi—. Lo siento por el susto.

—Con que estés bien es suficiente —respondió, tomando aire como mejor podía, pero sin quitarme ojo—. ¿Vas a dejarte esas orejas de zorro?

Alcé la ceja para luego mover mis manos y sentir ese suave tacto de la piel de un zorro. Sonreí sin querer.

—Eso parece —respondí, soltando una leve risa para luego mirarle con seriedad—, pero ahora lo que nos incumbe es ir al Templo de los Tres Sabios.

—¿C-Cómo? —preguntó, dando varios pasos hacia atrás—. Ir allí es peligroso, Kemi. Capaz puedan vigilarlo o...

—Iremos ahora, Ichi —interrumpí, dándole mi mano—. Volaré e iré allí aun si capto la atención. Necesito saber qué es lo que está pasando. Es la Niebla, pero no sabemos cómo ha llegado. Tiene que haber algo más, y lo más cercano a una información viable sea el Templo de los Tres Sabios, donde tienen todo lo necesario.

Ichi suspiró, negando con su cabeza para luego mirarme con una clara angustia en sus ojos.

—Entonces vayamos lo más rápido posible antes de que sea peor.

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