Capítulo 18: Bajo la protección.
Mi cuerpo, por fin lo sentía. Los dolores iban de un lado a otro. Respiraba, y jamás pensé agradecer esa función tan simple como esa. El frío volvía adentrarse, pero ni de lejos era tan incómoda como antes. No. Era una tontería y se disipaba rápidamente ante el calor que se adentraba con cuidado.
Abrí mis ojos a ritmo tranquilo y lo primero que pude ver fue el sauce llorón de colores azules desprendiendo su magia a mi alrededor. Mi cuerpo era cubierto por diversas hojas y enredaderas, pero lo más impactante era ver algunos animales rodeando mi cuerpo como si me protegieran.
—¿Qué...?
Moverme no era una buena idea. Mantuve el silencio, viendo a Ichi encima de mi pecho, cubierto también por unas hojas. No era capaz de entender porqué era rodeado de animales, principalmente zorros y algunos búeon. Traté de calmarme, cerrando los ojos una vez más.
—¿Kemi...?
Pero por desgracia mis pulsaciones captaron la atención de mi compañero.
—Lo siento —susurré. Ichi despejaba sus ojos con cansancio, mirándome con apenas un ojo abierto—. ¿Qué ha pasado?
—Caíste inconsciente —dijo con una voz un poco más grave de lo habitual—. Saliste del agua. Tatuajes negros y blancos se mezclaban en tu cuerpo. Mataste algunos de esas irregularidades no naturales, otras huyeron. Dijiste que querías ir a los Lagos del Cuidado y... aquí estamos.
—Me dormí —murmuré, soltando un largo suspiro—. Así no voy avanzar nada.
—No te presiones —pidió Ichi, sentándose en mi pecho—. Has hecho mucho. ¿No te das cuenta? Mezclaste dos magias en tu cuerpo y luchaste contra esas irregularidades. No sé que ha ocurrido en el algo, pero algo te dio una fuerza anormal.
—Tampoco lo sé, Ichi —respondí, cerrando mis ojos—. Vi recuerdos de un pasado que se relaciona a mi abuelo. Vi... ¿alguien? Que quiero creer que es Insensibilidad.
—¿Insensibilidad? —preguntó. Soltó un largo suspiro—. Ahora querrá que te unas a él para...
—Me miraba asustado, Ichi —interrumpí, abriendo mis ojos para ver su sorpresa—. Y creo que tiene que ver con los devotos del desastre.
Ichi se quedó en silencio unos segundos, cruzando sus brazos en un gesto pensativo.
—Lo dijiste antes y no es la primera vez que lo oigo. Fusis pudo mencionármelo, pero decía... que era imposible que estuvieran aquí —respondió, apretando sus labios.
—¿A qué te refieres?
Otro suspiro, este reflejaba más sus temores.
—Hay algo que no soy capaz de comprender porque Fusis apenas tiene contacto conmigo. No me extraña, después de todo soy un Chiuaon, soy un chivato de la naturaleza, no un vigilante. Aligero tareas, pero nada más. Y como yo hay otros cientos, según me dijo, en otros lugares que no soy capaz de comprender. —Me miró, abrió un poco la boca. Sus labios temblaban—. Planetas y universos, Kemi. Hay más de lo que creemos. Entes de otras dimensiones que crean disturbios, pero Fusis aseguró que no era posible que atacaran.
—¿Y por qué no?
—Están... débiles. Quien los alimentaba murió. —Se quedó en silencio, agarrando sus manos con fuerza—. Es cierto que pueden intentar hacer algo, pero ¿en este sitio? Fusis aseguró que somos los últimos. No somos un interés para ellos.
—¿Los últimos?
—Sí. La última galaxia —respondió, bajando un poco la mirada—. No sé... qué tan probable sea ahora que has dicho esto, Kemi. ¿Devotos del desastre? ¿Aquí? Solo empeoraría las cosas y explicaría mucho sobre la Niebla... Aunque mi teoría era otra.
—¿Cuál?
—Que tu padre o Insensibilidad se interesaran por la niebla, por ese lado del desastre, sin que nadie viniera. Ellos mismos lo descubrieran, ya que después de todo querían proteger lo que les rodeaba, pero a lo mejor... se decantaron por otro lado.
Fruncí el ceño, negando con rapidez.
—Mi padre estaba con una Elina y hablaba con querer ayudarles o salvarnos. ¿Cómo puede ser que cambiara de un momento a otro? —pregunté, intentando levantarme del suelo.
Ichi intentó tranquilizarme, moviendo sus brazos.
—No lo sabemos bien, Kemi. Era una suposición, pero con todo lo que me dices, solo haces que dude. Entiende que nosotros nunca hemos apreciado a los Drasinos ya que lo destruían todo.
—Y con un motivo claro, ¿no crees? Esas deformidades destructoras no dan tregua, ¡hace nada lo habéis visto!
—Lo sé, Kemi. —Suspiró, desviando la mirada—. Pero no sería de extrañar que hubiera otros motivos, que se peleen entre ellos, pero actúen aun por ese lado del desastre.
Me quedé en silencio, apretando mis puños con cierta fuerza.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
Ichi alzó la ceja.
—No nos podíamos comunicar... Y desconfiaba un poco de Eilu. Creía que todo lo que te dijera, fuera a él. Temía que nos hiciera algo.
—Nos ayudaba, Ichi.
—Es un Drasino —respondió, dejándome con la boca un poco abierta—. No puedo confiar en algo tan insensible que se relaciona con el desastre. Pude decírtelo, pero no estaba seguro, más si Fusis, las veces que nos daba mensajes, aseguraba que no podían ser ellos. Mi única teoría era la que te dije, y sigo manteniéndola hasta que algo cambie.
—Los recuerdos —respondí. Ichi me miró un poco confundido—. ¿Por qué no puedes ver los recuerdos como lo hago?
Ichi soltó una risa apenada.
—Soy un chivato. No tengo tanto poder como del que me gustaría —explicó sin quitarme ojo—. Ni siquiera debería tomar estas acciones, pero las hice porque no había otra opción hasta ahora.
—¿C-Cómo que hasta ahora?
Ichi me miró con detenimiento para luego suspirar. Se levantó del suelo y caminó cerca de los animales.
—Solo tienes que fijarte un poco lo que te rodea. Ahí tienes la respuesta.
No comprendí a lo que se refería, pero si me fijé en los animales que se quedaban a mi lado o las enredaderas que poco a poco se apartaban de mi cuerpo. Me quedé en silencio, dándome cuenta de los detalles que me hacían abrir los ojos en demasía.
Antes de que pudiera decir algo, el quejido de cansancio de uno de los zorros hizo que me girara. Este abrió sus ojos para mirarme por unos segundos. Se puso de pie con rapidez y me olfateó. Me mantuve quieto, sin comprender sus acciones hasta que soltó un suspiro de alivio.
—Está sano, o al menos eso parece. ¿No, Ichi?
Todo parecía inmovilizarse. Mis manos temblaban como nunca. Mi boca era incapaz de pronunciar ni una sola palabra. Solo miraba el zorro que tenía enfrente. Pelaje rojizo y verdoso con el barro presente, ojos azules atentos a mis acciones.
—Los entiendes, ¿no, Kemi? —me preguntó Ichi. Le miré de reojo, encontrándome con su mirada seria—. ¿Te das cuenta de lo que eres?
Bajé un poco la mirada, apretando un poco mis labios para luego suspirar.
Reí débilmente para evitar que las lágrimas cayeran.
—Un vigilante —murmuré. Ichi afirmó en silencio—. Soy un Vigilante de la Naturaleza...
Avanzar era complicado con todo lo ocurrido. Era acompañado, y no solo era Ichi, algunos zorros se atrevieron a seguirme, como si me tuvieran respeto al ser ¿su líder? Lo desconocía, pero la sensación no era del todo agradable cuando repetía lo mismo en mi cabeza. Esas deformidades, esa Niebla, las nubes y todo lo que significaba detrás.
Ichi me lo había dicho más de una vez, pero aun así era complicado.
—Entiendo tus dudas, Kemi, pero no deberías tener miedo ahora que todos saben que eres un Vigilante.
Tragué saliva, frenando mis pasos.
—¿I-Incluso las Urogias?
—Sí, o eso creo... Las pocas que quedan son capaces de ayudarte si lo ven conveniente.
Tales palabras hacían que considerara mucho las opciones. Tenía la naturaleza en mis manos, un poder que debía usar con cuidado. Si quería saber la verdad, la tendría con todos y cada uno de los seres vivos indicando mi camino, incluso lucharían a mi lado en caso de que hubiera un Drasino, pero eso era lo último que quería.
«Están débiles —recordé mientras seguía avanzando—. Me ayudarán, puede que incluso se sacrifiquen, pero no puedo permitirlo. Debo conservar este sitio y seguir sin que me descubran. Solo luchar cuando sea necesario para hacer frente a la Niebla».
Fruncí un poco el ceño. Niebla, tan discreta e inesperada. En cualquier momento podría aparecer y con ello los problemas. Era extraña, pero al menos no era presente en los bosques de esta zona, sino en los puntos clave.
«Está consumiéndolo todo —pensé, avanzando a más velocidad—. Así se hace más fuerte, así lo tiene todo bajo su control».
—Kemi, necesito que me prestes atención —habló Ichi, logrando interrumpir mis pensamientos—. Sabes que puedes utilizar sus poderes, ¿no?
—¿C-Cuenta escuchar a los árboles o los animales?
—En parte —comentó, soltando una leve risa—. Debemos practicarlo en este tiempo que nos movemos. Comunicarte con ellos es genial, pero también es importante defenderse, y para ello requiere también la escucha.
—¿A qué te refieres? —pregunté mientras seguía aún avanzando.
—Es muy simple. —Ante esto, Ichi movió sus brazos, apareciendo esa aura verdosa oscura—. En mi caso, tengo el dominio de los árboles, estoy hecho de su corteza y puedo crear pequeños palos, pero tú a la larga podrías crear algo más grandioso.
—¿C-Cómo?
—Frena tus pasos.
Obedecí y vi como bajaba de mi brazo. Le ayudé para que aterrizara al suelo y así mirarle con atención.
—Eres un Vigilante, alguien que escucha la naturaleza, pero también pides su ayuda o se las ofreces. ¿Entiendes? —explicó, mirándome con una sonrisa—. Desde tu interior, en tu corazón, no solo existe la música, sino también el contacto con la naturaleza.
Puse mi mano en mi pecho, parpadeando varias veces mis ojos. Icho soltó una leve risa.
—Puedes hacer crecer cosas pequeñas, al menos por el momento —aseguró, y con ello movió sus brazos en un balanceo para dejarlos en el aire—. ¡Deja que fluya esa energía! Que todo se mueva como el viento o el agua, lo que sea necesario para hacer crecer lo que tu deseas.
—¿D-Desde mi corazón? —Ichi afirmó ante mi pregunta—. ¿S-Solo eso?
—Concéntrate y lo entenderás.
Afirmé, cerrando mis ojos con paciencia para centrarme en mi corazón. Escuchaba una melodía discreta, una que brillaba en colores blancos, pero no eran tan destacados con el verde brillante que parecían tomar diversas hojas o flores que había podido contemplar en estos bosques.
Respiré hondo y diversos olores dulces se adentraron, logrando que abriera mis ojos con cuidado para ver como mi mano derecha brillaba en un color verde discreto. Intrigado, vi como Ichi daba saltos y señalaba hacia la tierra.
—Intenta crecer algo —pidió con una sonrisa segura.
—¿P-Puedo hacer algo así?
—¡Claro!
—¿C-Cómo?
—Sigue escuchando. Sin miedo.
Observé la tierra con detenimiento. Daba la sensación de que mis pies eran consumidos por la misma, pero no me alertaba cuando escuchaba una voz. Hablaba con paciencia y prudencia.
—Qué curioso. —Aguda, pero desgastada—. Un Drasino, pero también Elina. Mezcla de destrucción y orden. Mezcla de sentimiento y frialdad. Una gran variedad como la tierra misma.
Me fue difícil respirar al oírla, no era fácil mantener la calma cuando las raíces envolvían mis piernas, subiendo con cuidado hasta mi pecho y mis brazos. Cerré mis ojos, inspirando todo el aire con lentitud.
—Un Vigilante. Fusis tardó demasiado en escoger a uno. Tan exigente. Espero que no decepciones, joven. No solo puedes hacer crecer la naturaleza que sea necesaria para que haya vida, sino que debes de ser prudente cuando ataques con ella.
«¿C-Cómo?»
Mis manos sentían un cosquilleo, escapándose una risa de mis labios. Abrí mis ojos encontrando mi mano derecha envuelta por enredaderas y raíces, creando lo que sería una pequeña flor de pétalos rosas.
—¡Eso es! —gritó Ichi con emoción, acercándose a la flor—. Puedes crear esto, ¡y mucho más! Se debe tener muchísima concentración y energía, una que irás obteniendo cuanto más práctica le metas a esto.
—Pero... —Observé la flor, viendo como abría poco a poco sus pétalos—. Hablamos de mi corazón, de mi parte sensible, y yo soy...
—Insensible, un Drasino —me interrumpió Ichi—. Lo sé, pero es lo que tiene tener dos magias que se mezclan en tu interior, Kemi. Y no te queda otra que aprender de ambas, aunque la sensible la hayas dejado a un lado por ser lo que eres.
Puse la mano en mi frente, soltando un largo suspiro. Levanté la mano derecha, viendo como caía la tierra húmeda con cuidado. Me levanté y sentí un gran escalofrío en todo mi brazo hasta mi espalda.
—No solo puedo crear, la tierra incluso me dijo que puedo atacar con lo que ella tenga —murmuré, desviando la mirada a otro lado con culpa—. Es... Es impensable algo así, Ichi. No puedo arriesgarme a eso, aun si es necesario.
—Por ello hay que ir con cuidado, Kemi —murmuró Ichi, mirándome con atención. Bajé para poder darle mi mano y se subiera—. Tenemos que ir con pasos discretos. ¿Entendido? Aunque nos tome tiempo, podemos movernos... O si es necesario, tomar las propiedades de los animales.
Abrí mis ojos como nunca.
—¿C-Cómo que propiedades? —Miré hacia Ichi, no me estaba observando—. ¿P-Puedo...?
—Podrías transformarte en un Urogia, un búeon o miles de animales que conozcas si tienes la energía suficiente —aseguró, lo que me dejó boquiabierto—. ¡Ah! —Se giró, mirándome con el ceño fruncido—. ¿¡Crees que ser Vigilante es solo observar que todo esté en orden!? ¡No, claramente! ¡Eres como un dios, Kemi! ¡Un dios de baja categoría!
Me era difícil mantenerme en pie con toda esa información, solo podía apoyarme contra el tronco del árbol, intentando mantener la respiración mientras le miraba.
—¿U-Un dios? Y-Yo...
—Ya lo eras siendo el hijo de Crowley —me interrumpió, dejándome sin palabras—. Inexperto, claramente, pero es lo que tiene al nacer por parte de un Ine Soliena. Eres un dios, sin apenas experiencia en lo que tienes, pero solo es cuestión de tiempo para que puedas ir dominando cada una de las habilidades que tienes. Natura, sensibilidad e... insensibilidad.
Puse la mano en mi cabeza, apretando mis dientes como nunca para luego suspirar.
—Solo soy un crío...
—Y uno que le ha tocado madurar demasiado pronto como la mayoría de los Drasinos —añadió Ichi, bajando la mirada.
Cerré mis ojos y apreté mis dientes sin saber cómo contestar. Fuera de una forma u otra, mi futuro estaba decido aunque no lo deseara, y era lo que más temía cuando me daba cuenta en qué situación estaba envuelto.
A lo mejor, de otra forma, habría acabado consumido por la Niebla. A lo mejor habría sido como mi padre, aun si deseaba ser distinto.
—No perdamos tiempo. —Las palabras de Ichi hicieron que abriera los ojos—. Creo que es lo mejor si queremos que todo esto esté en orden. —Me miró, viendo como afirmaba con lentitud—. Y se discreto, recuerda eso.
Cuando pude recuperarme, seguí avanzando. Maldecía por mis adentros junto a las pulsaciones frenéticas de mi corazón, unas que se asemejaban a ese tambor que tanto intentaba evitar para no llamar la atención de los Drasinos.
«No puedo dejarme llevar por esa presión. Cuentan conmigo».
El mal temporal y la noche nos frenaba un poco más de lo que deseábamos. Escondernos era lo más prudente, siempre manteniéndonos en lo alto de los árboles, en los hogares donde los búeon dormían. Las veces que me quedaba despierto, oía sus conversaciones, y no eran unas que me tranquilizaran.
—¿Han vuelto esos seres oscuros con alas? —preguntó uno de los bueon más pequeños de plumas grises.
—Por desgracia sí, hija mía. —La madre, con cuidado, acariciaba con su pico a su pequeña—. No te preocupes. No nos encontrarán y esto pronto acabará.
—¿Lo dices por ese chico de ahí? —preguntó la pequeña. Moví mis ojos en su dirección—. Es... muy raro. Su pelo verde es poco común y su vestimenta está hecha de los bosques, ¿no?
Fruncí un poco el ceño y miré mi ropa. Desgastada, llena de barro, perdiendo los colores verdes y marrones que poseía. Aun no tenía idea como tenía ropa con las peleas que me había metido, pero eso era lo de menos cuando miraba mi cabello corto.
Verde... ¿por qué si antes era negro?
—Él nos protegerá —aseguró su madre. Tragué saliva con dificultad—. Es un Vigilante. Por las noches se mantiene atento para asegurarse que ningún ser nos haga daño.
—¿Lucha contra todos ellos? —preguntó la pequeña. La madre afirmó—. ¡Qué fuerte es! ¿Cómo lo hace?
—No está solo, hija mía. Todos le ayudamos para conseguir esa paz.
Bajé la mirada en un suspiro breve. Me agarraba a la rama del árbol, sin quitarle ojo hacia los cielos. La presencia de Drasinos era una que me angustiaba. Verlos en esta selva en dirección hacia los puntos clave era algo que me preocupaba. Mi padre ya se había puesto en marcha y no le importaba cuántos perdiera en combate si con ello conseguía sus propósitos.
Y saber que se relacionaban con la Niebla eran unos que alteraba la presión de mi cuerpo.
—¿Está enfadado? —volvió a preguntas la pequeña búeon. De reojo la miré y le mostré una pequeña sonrisa—. ¡Ah!
Rápidamente se escondió en la ala de su madre. Tal gesto hizo que riera por lo bajo, mirándola con cariño. Aunque su calavera que tenía como rostro hacía de ella alguien tenebrosa, no quitaba su encanto cuando me miraba con timidez.
—No estoy enfadado, solo atento —respondí en un susurro—. Me aseguro de que estéis a salvo.
La pequeña me miró con mucho más interés. Se alejó de su madre, quería salir hacia el exterior conmigo.
—No es prudente salir si no has descansado, jovencita.
Los pasos de la búeon frenaron. Miró hacia su madre y luego a mí.
—Usted tampoco ha dormido... ¡Duerma con nosotros! ¡Es muy cómodo!
Reí por lo bajo.
—No es necesario, pero lo aprecio —contesté, viendo como la pequeña afirmaba para luego mirar a su madre. Se metió en su nido y cerró sus ojos.
Poco tardé en recibir la mirada de la búeon mayor. Su mirada oscura generaba una presión en mi pecho, una que retiraba mi sonrisa para vigilar de nuevo el exterior.
—Te conocí antes, de pequeño. —La voz de la mujer hizo que abriera los ojos en demasía, mirándola de reojo—. Estabas con dos de esos seres. El Chiuaon y el Murslon.
—Así es. —La miré con interés—. ¿Eres la búeon que nos dejó vivir en su nido?
—Esa fue mi madre, yo soy una de sus hijos —respondió, ladeando un poco la cabeza hacia la derecha—. Algo me decía que tenías de especial. No me equivoqué. Es curioso como ahora eres un Vigilante.
Afirmé, desviando la mirada.
—Recién empiezo a entender lo que soy —contesté, agarrándome bien a la rama del árbol—. Aun me queda demasiado y me aseguro que todos puedan ir al refugio a salvo, aunque también busco respuestas.
—Durante años ha surgido esta pelea, joven Vigilante —contestó. La volví a mirar de reojo—. Solo que ahora la diferencia es en que hay un Vigilante.
—¿Tanto hace la diferencia?
—No se hace una idea. Las capacidades que uno puede poseer son notorias, al menos son lo que dicen los rumores.
Suspiré, agachando la cabeza.
—Recién comprendo, pero no sé siquiera tomar propiedades de un animal. No sé que tan capaz seré si puedo encontrarme con ellos —musité.
La búeon se acercó con cuidado. La miré de reojo, viendo sus ojos vacíos en medio de esa máscara.
—Comprender a los animales es una de las claves. Usted lo ha hecho aun siendo un niño. Nunca ha hecho daño, nunca ha herido, aun con los búeon más peligrosos —explicó, ladeando una vez más la cabeza a la derecha—. Puede que entenderlo con los demás animales les dé esa opción, que pueda tomar sus propiedades y mucho más.
Afirmé por lo bajo, soltando un suspiro.
—También es energía —añadí, mirando mis manos—. Lo sé por ser un Drasino. Mi transformación real es una que debería comprender en algún momento.
—Eso es el tiempo quien lo decide, joven Vigilante, pero si soy honesta, veo muchos cambios y avances en ambos lados. Una posible paz, pero también un gran desastre.
Apreté mis paños, cerrando mis ojos con fuerza. Mantuve la calma y sonreí.
—Agradezco sus palabras. —Me puse de pie, mirando hacia el cielo—. No era necesario que me escuchara.
—Que menos ante el Vigilante por fin presente. Toda ayuda que le haga falta será ofrecida.
—Yo le debo la vida cuando me salvó ese día —murmuré sin mirarle.
—Y estás devolviendo el favor al salvar estos bosques, Vigilante. —Tragué saliva con dificultad, mirándole de reojo—. Toda ayuda será dada para que esta desgracia no siga a más.
Afirmé en silencio, mirando hacia el suelo donde los zorros estaban dormidos en grupo, aportándose el calor que necesitaban ante esta noche tan fría. Sonreí con un poco más de seguridad, alzando mi cabeza.
—Lo cumpliré. Cueste lo que cueste.
Un susurro que necesitaba decirme como promesa. Bajé del árbol para aterrizar con cuidado al lado de los zorros. Me senté a su lado, apoyando mi espalda contra el tronco para ver como descansaban. Su apariencia pequeña, pero de gran ingenio me intrigaba, en especial sus pequeñas orejas atentas a todo.
Mis ojos fueron cerrando, aun si deseaba estaratento a todo. El cansancio azotó una vez más, cayendo en las garras del suelo,pero sin darle descanso a mi mente.
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