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Capítulo 17: Recuerdos incompletos.

Algo iba mal, no comprendía porqué se adentraban en mis oídos miles de susurros. Miraba a mi alrededor y no había nada más que Ichi y yo. Me sentaba en más de una ocasión, intentando tomar aire. En una de ellas apoyé mis manos en el tronco del árbol y no fue una buena idea cuando varias visiones y susurros hicieron que cayera al suelo, escupiendo saliva.

—Kemi, tranquilo —murmuró Ichi, acariciando mi cuello—. Es... Es normal.

—¿¡Normal?! —pregunté, intentando tomar aire—. ¡¿Es normal que vea tantísimas cosas o escuche miles de susurros?!

Ichi soltó un suspiro largo.

—Piden ayuda, Kemi. Piden ayuda a nosotros.

Abrí mis ojos como nunca, girando mi cabeza con cuidado. Un cúmulo de sensaciones que hacían bombear mi corazón con fuerza, deseando que expresara mis emociones en lágrimas rebeldes, pero que controlaba ante la fuerza que ponía en mi propia mente. Eran susurros que me decían miles de palabras sueltas, pero no tenían la correlación que necesitaba.

Al menos, me daban una pista.

—Norte —susurré, levantándome del suelo con cuidado—. Ahí están los Tres Círculos de la Frialdad, y no estamos lejos.

Caminaba con lentitud para mover mis manos en los troncos de los árboles. El frío inundaba toda mi piel y cuando cerraba mis ojos, oía historias que intentaba hilar. Un bosque consciente de las historias ocultas de los Drasinos que hace años atrás vivió.

«No eran tan frecuentes las muertes —pensé, abriendo con calma mis ojos—, y luchaban contra... esas sombras. Las deformidades».

Oía el ruido desagradable que hacían, incluso podía olerlas como si estuvieran a mi alrededor, generándome esas ganas de vomitar. Eran desastrosas, seres sin alma, hechos de algo que jamás había podido sentir hasta ahora.

A mi lado, Ichi se mantenía subido en mi cabeza. Observaba mis reacciones y mostraba una clara preocupación por mí.

—Si no puedes, no sigas, Kemi —pidió en un susurro—. Es normal que aún no te acostumbres a esto y es posible que...

—Tranquilo —respondí, mostrando una leve sonrisa—. ¿Sabes? Puedo acostumbrarme en parte cuando antes podía escuchar algo, pero no hacía mucho caso.

—En ocasiones deberías —admitió Ichi, sonriendo un poco aliviado—. La naturaleza ofrece mucho más de lo que crees.

Afirmé y seguí caminando. Agudizaba mis oídos, mirando a mi alrededor con total atención. Los susurros seguían. Llantos incansables, un dolor interminable. Apretaba mis dientes y puños, respirando lo más hondo posible. Si este lugar ya me parecía deprimente, ahora me parecía insalvable, pero no me rendía.

Veía a Ichi de reojo. Su rostro decidido lo decía todo. ¿Iba a ser menos si alguien como él seguía adelante? No, y más si mi padre era el causante de esto.

—Ichi —murmuré, captando su atención—. Hace tiempo te pregunté la edad que tenías. ¿Es posible saberlo?

—Más de cien años.

Tragué saliva y abrí mis ojos como nunca. Esto hizo que Ichi se riera.

—¿Qué? ¿Creías que era un niño? Tengo muchísimos años y conocimiento encima —comentó, sonriendo con delicadeza—. Aparte, entre los Chiuaon nos transmitimos los conocimientos.

—¿Sois más?

—Con todo lo ocurrido, los de mi especie no se atreven a salir por las muertes. —Suspiró—. Soy uno de los pocos que tiene el valor de salir, y saben de mis hazañas contigo.

—Oh. M-Me conocen.

—Y puede que los conozcas pronto —comentó, soltando una leve risa al ver el pánico en mis ojos—. Tú tranquilo, verás que todo irá bien.

—Pero Ichi, yo... yo solo...

—Eres un crío a diferencia de mí, eso lo sé bien. —Apoyó sus manos sobre mi hombro—. Pero de una forma u otra te habría tocado tener un gran cargo encima. Tu padre te habría obligado a ser como él.

«Y tan pronto...»

Las nubes cada vez eran más oscuras, y con la Niebla presente, se nos dificultaba la opción de ver los grandiosos lagos circulares. Daba pasos cautelosos, caminando por el borde de los lagos. Estrechos y llenos de musgo, humedad presente que helaba mis botas.

—Acércate a uno de los árboles.

Obedecí a la petición de Ichi. Nada más hacerlo, sus diminutas manos tocaron el tronco del árbol para dejar marcas y símbolos de colores azules. Ramas y raíces eran envueltas en esa magia que pasaba de un árbol a otro, creando un ambiente místico donde la Niebla parecía perder su fuerza. En medio de la tenebrosa oscuridad, animales ocultos se mostraban interesados y asustados.

—Me haré cargo de ellos —habló Ichi con seguridad—. Mientras, encárgate de los árboles, y aunque te sea difícil, escúchalos.

Afirmé, dejando a Ichi en el suelo para mover mis manos con cuidado hacia la corteza del árbol. Cerré mis ojos y dejé que me susurraran. Regresaba ese dolor, uno que retiraba mi energía. Una fuerza que era retirada. Me era difícil mantenerme de pie y apretaba mis labios con fuerza. Era difícil respirar cuando esos susurros se volvían más claros, y por alguna razón era capaz de ver algo.

Figuras distintas presentes en los lagos circulares. En un día más esperanzador, caminaban bordeando los lagos. Ambos de la misma edad, sonreían aliviados y charlaban sin temor a nada.

El problema era que uno de ellos, no era un Drasino.

—No son justas, Crowley. No lo son —se quejó una voz que me hizo fruncir el ceño ante el nombre de mi padre.

—Cesarán de una vez, créeme que lo harán —habló mi padre con firmeza.

—¿Cuándo, Crowley? Porque el próximo podría ser cualquiera de nosotros, tú o incluso tu padre —volvió a quejarse, esta vez en un tono más demandante.

El suspiro de mi padre hizo que la tensión inundara mis hombros.

—Solo deja que Fusis hable con Sensibilidad.

Abrí mis ojos, ladeando un poco la cabeza hacia la derecha.

«Sensibilidad es la diosa de las Elinas. ¿Por qué querrían que Fusis hablara con ella?»

La visión se desvaneció como el suspiro del viento. Abrí mis ojos, mirando hacia la corteza del árbol para dejar la marca como solía hacer con Ichi. Una vez hecho, continué en los demás, pero sin quitar ojo a mi compañero.

Calmado y atento. No dejaba que el pánico les consumiera. Ofrecía su refugio como una opción que muchos de los animales veían posible. Nada inusual ocurría, lo que me hacía sentir aliviado, pero sin bajar la guardia mientras continuaba con mi trabajo.

Las visiones no eran agradables. El ambiente se volvía tenebroso, uno donde el silencio era presente ante el descanso que le daban a los Drasinos que habían muerto. Un entierro, dejando que su cuerpo fuera inundado por los lagos y que la oscuridad del mismo lugar los llevara a un mundo mejor. Cada uno de ellos mostraba el, viéndose el respeto que había en esos entierros, uno que Eilu debió haber tenido.

Apreté mis dientes con fuerza mientras seguía avanzando hasta que uno de los árboles me mostró algo muy distinto a los demás. Dos figuras, la cual una de ellas brillaba en colores blancos. La Niebla no era presente, ni el día parecía ser deprimente, sino esperanzador.

—¿Aquí es donde tu padre...? —No terminó su pregunta, solo pudo suspirar, viéndose pequeñas lágrimas en sus ojos—. Lo siento tanto, Crowley. Yo...

—No lamentes por la pérdida, cariño. Recuerda que él murió con una sonrisa tranquila al vernos juntos —interrumpió mi padre, mirando hacia la Elina que tenía a su lado—. Recuerda que esto era por lo que había luchado, y conseguirlo hizo que pudiera descansara al fin en paz.

Retiré la mano y di varios pasos hacia atrás.

—¿Cómo que... cariño? —me pregunté en un susurro—. E-Esa... es la Elina... Es era m-mi madre. C-Conoció este lugar...

—¿Kemi? —La voz de Ichi hizo que le mirara de rejo, notando las lágrimas en mis mejillas—. Tranquilo, intenta respirar y...

—¡No puedo si era mi madre, Ichi! ¡La mató una vez que ganó su confianza!

—Kemi, recuerda que...

—¡La Niebla no estaba ahí cuando ocurrió eso, Ichi! ¡Mi padre estaba consciente! ¡La mató antes de todo este desastre! ¡La...!

Que Ichi clavara una astilla en mi pie hizo que me quejara, moviendo mi pie para verle de brazos cruzados.

—No puedes asegurar nada si lo que has visto es solo una parte de la historia. Recuerda que la Niebla los hizo así, por lo que a lo mejor esa fue la causante la cual tu padre mató a tu madre. ¿¡Lo entiendes?! —preguntó Ichi, elevando su voz al final para que me calmara—. Piensa con cabeza, Kemi. No puedes dejarte llevar por ese dolor, aunque lo entiendo, pero no ahora cuando necesitamos saber todo lo que pasó. Tenemos que pasar desapercibidos, porque recuerda que los Drasinos aún buscan a las Elinas.

Afirmé con dificultad, soltando un largo suspiro sin saber dónde mirar.

—Por ahora sigue con tu tarea —continuó Ichi. Observé hacia lo que me rodeaba. Los animales estaban atentos a mis acciones—. Este sitio sigue siendo peligroso, por lo que tenemos que apurarnos.

No dije nada más que ponerme en marcha. No me centraba mucho en los recuerdos al saber que estos me afectaban cada vez más. Aun así, tenía curiosidad. ¿Una Elina en este lugar? ¿Cómo era posible? Y no solo eso. Las palabras de mi padre parecían ser más tranquilas y comprensivas.

¿Cómo era posible ese cambio? ¿Cómo había llegado esa Niebla? ¿Cuáles eran las causas?

El gañido de un zorro captó mi atención. Al parecer uno de ellos desconfiaba de las palabras de Ichi. Intentaba calmarle, pero de poco servía cuando ese animal me observaba.

—Por todas las malas hierbas. —Suspiró Ichi para mirarme de reojo—. No confía en ti.

—Me... lo temía —murmuré, mirando hacia el zorro—. Porque soy un Drasino, ¿no?

—Pide que muestres tu parte sensible.

Tragué saliva con dificultad. Hacía demasiado tiempo que no la usaba. Me había centrado en ser un Drasino que había dejado de lado lo que tenía. Era un riesgo, más por como Eilu había recalcado las palabras de que eso nos llevaría a la miseria.

Aunque nos hubiera llevado por usar mi parte insensible.

Bajé la mirada y aprete mis puños. Intenté tranquilizarme, pero no era posible. Tampoco solucionaba el problema de confianza que tenían los animales conmigo. Daban pasos hacia atrás, dudosos de la oferta que Ichi había propuesto.

—Kemi, intenta calmarte.

—¡No es tan fácil! —grité de frustración, poniendo las manos en mi cabeza—. Maldita sea. No es fácil con todo lo que recuerdo. ¡una magia u otra me lleva a lo mismo! ¿¡Por qué quieren ver mi parte sensible si eso los lleva a la ruina!? ¡Y mismo ocurre con mi parte insensible!

—Kemi...

—¡¿Qué quieren ver de mí?! ¡Seré un Drasino, pero no me hace como ellos! Sería lo primero que habría hecho si actuara como ellos. —Entre lágrimas, moví mis brazos en un gesto brusco hacia abajo. El polvo blanco que desprendía hizo que frenara mis palabras y que riera entre lágrimas—. ¡Y sigo sin comprenderlo! ¡Aparece y no sé...!

Frené mis palabras. Había un ruido inusual, uno que ponía mi piel de punta. Era difícil respirar, más cuando ese sonido desastroso y poco coherente se repetía desde la lejanía. Giraba mi cuerpo, viendo de reojo unos ojos blancos atentos a nuestras acciones, pero a la vez, cinco líneas blancas de las cuales figuras redondas venían hacia mí. Cada una de ellas emitía un sonido, un tono repetitivo y carente de sentido, pero del que a ellos les hacía sonreír como nunca.

Antes de que pudiera decir nada, vi varios de los ojos blancos salir entre lo alto de los árboles. Nada más hacerlo, se movieron a gran velocidad para atacarme. Como mejor pude me puse en posición, pero una de estas me empujó de tal manera que me tiró hacia los lagos.

El agua gélida se adentraba en mi piel y músculos. Sentía los golpes lentos de la deformidad, intentando retenerme en el sitio. Intenté moverme como mejor podía, apartándolo en un gesto brusco para luego nadar hacia el exterior.

Pero el hecho de intentarlo era imposible cuando veía la profundidad en la que me encontraba. Era... tan extraño de describir. Era verme envuelto en las garras de la oscuridad, unas que ataban mis piernas y brazos que se estiraban en busca de la luz, la poca que podía haber en el exterior.

Una presión enorme que ahogaba mis pulmones. Aun bajo el agua, la angustia caía por mis mejillas, logrando que gritara desde lo más profundo, a pesar de que la voz no sabía al estar bajo el agua.

Me consumía lentamente, pero no era tan terrorífico cuando dejaba que mis sentidos se relajaran. Cada parte de mi cuerpo agarrado era como un abrazo por parte de la oscuridad, una que me dejaba confundido. Se movía con lentitud, como un animal marino que si bien se mostraba imponente y perturbador, en verdad solo me daba una opción.

Cubrió mis ojos. Dejé de sentir mi cuerpo por unos segundos.

—Entonces vas a ser padre, ¿no, Colen?

Y volví abrirlos para verme en un lugar completamente distinto.

—Sí, eso parece. —Suspiró el hombre, cruzando sus brazos con una sonrisa amarga—. Es una pena que mi padre haya muerto en el día que tendré a mi hijo.

La luz en ese día era presente a pesar de las pocas nubes que intentaban opacar el sol. La Niebla no era tan presente y los árboles se mostraban muchísimo más bellos e imponentes. Dos Drasinos se encontraban cerca del lago donde acababa de caer, mirando hacia el reflejo del agua con una sonrisa mezclada de emociones.

—Una vida por otra, supongo que es cómo funcionan las cosas.

Colen miró de reojo a su compañero y negó.

—Es lo que Insensibilidad decide hacer después de todo, Riose.

—Aun así no me parece del todo correcto, pero es lo que tiene la Muerte —supuso, soltando un suspiro para luego mirarle—. ¿Cómo le llamarás a tu hijo?

Colen sonrió con delicadeza, mirando hacia el lago para luego suspirar.

—Crowley, ese será su nombre.

Di varios pasos hacia atrás sin fijarme en que a mis espaldas estaba el mismo lago. Caí sin remedio, siendo envuelto por esas sensaciones una vez más, pero era peor. Parecía que me tenían atado sin opción a nada, solo mirando el exterior con una clara desesperación en mis ojos. Levanté por última vez mi brazo, y a duras penas vi la figura de un Drasino que parecía querer ayudarme.

Agarró mi mano, pero esto solo hizo que las visiones impactaran como un golpe brutal en mis cuernos, haciéndome chillar de dolor bajo el agua.

«¡¿Q-Qué está pasa...?! »

En un gesto rápido, logró sacarme del agua para poder respirar una vez más. Me agarré al borde del lago, intentando recuperarme, pero no era fácil ante el frío y los temblores de mi cuerpo. Cerré mis ojos, intentando procesar todo lo vivido.

«¿Quién era...? Parecía mi abuelo. Colen, pero era tan...».

Los murmullos distantes lograron que girara mi cabeza. Aun seguían ahí, pero sin inmutarse de lo que había ocurrido. Colen mostraba facciones bastante jóvenes. Cicatrices presentes en su cuerpo, pero no eran tan graves como las de otros.

—¿Crees que podrás cuidarlo, Colen? Sé que has hablado emocionado sobre cómo piensas cuidarlo, pero ten en cuenta el peligro que hay afuera con los deformidades destructoras —comentó Riose con seriedad.

—Lo tengo muy en cuenta, por ello quería tenerlo en el Templo de los Tres Sabios, que es donde suelo estar normalmente —respondió Colen.

—¿Y dejar atrás tu hogar?

Alzó sus hombros.

—A estas alturas el templo es más mi hogar que otra cosa.

Riose miró a otro lado.

—Sí, tienes razón. Nunca te alejas de ahí, siempre estás atento a todo y sueles comunicarte mucho con Insensibilidad —recordó con una leve sonrisa—. ¿Se sabe alguna buena noticia? ¿Al menos una aunque sea pequeña?

Colen soltó un breve suspiro.

—Fusis ha hablado con Insensibilidad —habló con seriedad. Mis ojos se abrieron en asombro—. Dice que no nos dará la oportunidad de salir y conocerlas porque nuestras acciones son peligrosas.

—Como siempre —susurró, rodando los ojos a otro lado con cansancio..

—Pero —continuó Colen, alzando su dedo índice— dijo algo curioso... Que nosotros éramos parte de los devotos al desastre. —Cruzó sus brazos y suspiró—. No sé bien a qué se refiere, pero no soy ningún devoto de ese desastre, sino de Insensibilidad, y dudo que él siga órdenes de un posible loco. Aunque seamos destructivos, no es por ningún mal, sino por las deformidades destructoras que no nos dan un descanso.

—Pero no parece entender —añadió Riose.

—No, por eso quiero hablar con ella.

Riose le miró con los ojos bien abiertos.

—Estás mal de la cabeza. Te atacará si lo haces.

—Que lo haga entonces —respondió Colen, mirándole con una sonrisa confiada—. Estaré dispuesto a escuchar. Haré lo que sea para que vea que nosotros no deseamos ningún mal y que no nos merecemos estar encerrados. Que nos diga la verdad, que diga todo y se dará cuenta que esto ha sido un error y que este castigo no nos lo merecemos.

Me quedé en silencio, levantándome con cuidado para ver como Colen estiraba sus brazos, crujiendo sus huesos para luego soltar un suspiro de satisfacción.

—Por ahora, Riose, ¿te parece si nos movemos? —preguntó Colen, empezando su caminata—. Hay mucho por delante. Demasiado.

—Donde tú vayas, iré —aseguró con una sonrisa.

En el momento que se marcharon emprendiendo el vuelo, la oscuridad en los bosques regresó, dejándome solo en medio de los Tres Círculos de la Frialdad. Me alejé del borde, pero nada más hacerlo, las aguas me inundaron una vez más a las profundidades. Todo se repetía, esa presión tan grande en mi cuerpo, pero esta vez era vigilado por una figura de un Drasino, atento a mis próximos movimientos.

«¿Qué quieres? —pregunté, y mi voz parecía ser lo más débil posible—. ¿Qué quieres con esto? ¿Qué deseas de mí?»

Sus ojos blancos eran vistos desde las profundidades del mar. Estos no eran tan hostiles como los que había visto. Estos reflejaban un dolor que no podía soportar.

«N-No puede ser...»

La falta de aire estrujaba mis pulmones. El dolor crecía sin descanso, lo que se me hacía difícil moverme. Solo podía verle, desvaneciendo su figura en medio de ese profundo lago sin fondo. Estiré mi brazo, en busca de una respuesta, pero solo obtuve esa oscuridad mezclada con el agua, una que me dejó inmóvil por unos segundos.

Hasta que mi pecho ardió como nunca mientras mi cabeza se envolvía en una oscuridad mucho más profunda que el mar.

La fuerza regresó como un golpe perforando mi espalda y pecho. Chillé de forma que mi voz resonaba desde lo profundo del agua como una bestia marina lista para atacar. Me moví, aun si no sentía mis piernas y brazos. Nadé hasta que mis manos sintieron el exterior.

Y nada más hacerlo, salté con la mayor fuerza para desplegar mis alas, observando hacia las deformidades destructoras que iban atacar a los animales.

No... sé qué hice exactamente. Supuse que la mezcla de emociones moviéndose en mi cuerpo hizo que actuara como debía. Atacarlos con golpes preciosos, brutos y rápidos, asustando a las demás bestias que no dudaron en huir en cuanto me vieron.

El dolor era peor de lo que pensaba, uno que consumía mi pecho como veneno al igual que mi cabeza eran como golpes destrozando mi cráneo, pero seguía ahí, de pie en el sitio, girando mi cabeza para ver a Ichi con los ojos bien abiertos.

—Tenemos que ir a los Lagos del Cuidado —murmuré. Mi voz era una mezcla de graves y agudas, una que jamás había escuchado—. He visto a mi abuelo, hablaba de mi padre.

—Pero ese sitio...

—Me da igual que esté vigilado, Ichi —interrumpí, sintiendo la debilidad en todo mi cuerpo, siéndome difícil mantenerme de pie—. Insensibilidad no tiene ninguna culpa de esto y esa Niebla es posible que venga de los devotos del desastre. Tenemos que ir, ahora.

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