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Capítulo 14: Vigilante frío.

Cada día iba mejorando y me proponía nuevas formas de entrenar con Eilu. Salíamos hacia la selva, en busca de recursos para poder sobrevivir, y muchas veces iba solo con Ichi al ser nuestro guía. Eilu no se veía muy convencido al principio. El temor de ser descubierto o atacado como ocurrió en los lagos estaba presente, pero Ichi aseguraba, mediante gestos, que estaría en buenas manos.

Los caminos de la selva imponente seguían envueltos en la penumbra. Ya no era de extrañar, ni siquiera para Ichi, que me indicaba en todo momento donde ir. Esquivaba los obstáculos que había, generalmente ramas caídas de los árboles altos cubiertos de musgo. La luz tenue seguía presente, menos cuando nos adentrábamos en el río Ien, manteniendo el silencio y analizando todo.

No era de extrañar que cada día pudiéramos ver algo un poco más distinto en el comportamiento de los animales que se atrevían a salir. Ichi me indicaba cuales eran los amigables y cuales no, dándome la libertad de caminar a un ritmo calmado o con la tensión presente. Una gran mayoría de los animales, aparte de sus apariencias tranquilas, poseían cuernos o marcas en sus pieles en un color verdoso.

—¿Sabes que significa eso? —pregunté a Ichi en un murmullo. Vi como afirmaba con paciencia—. ¿Es algo bueno?

Ichi afirmó, lo que me dejó aun más intrigado. Lo malo era que no sabría que era exactamente a no ser que hiciera miles de preguntas de sí o no. Por el momento, decidí reservármelo al estar en los bosques. Nos centrábamos en buscar frutos, aunque Ichi había tenido un plan un poco más distinto al dirigirnos al norte del río Ien.

—¿Por qué me llevas tan lejos de casa? —pregunté a Ichi. No me dijo una respuesta clara. Su mirada era azul oscura, atenta al camino. Suspiré—. Qué remedio...

Poco a poco dejábamos atrás la selva para encontrarnos con el contraste de un vasto prado que desde la lejanía se podían ver las montañas, difuminadas por la niebla. Los pastos, envueltos en un color verde grisáceo, dejaban ese sentimiento de dolor y misterio, aunque Ichi se mostraba aliviado, incluso emocionado al bajar por mi brazo hasta llegar al suelo.

Tocaba la hierba, envolviéndola en esa magia azul que poseía. No comprendí bien sus acciones hasta que pronto, el pasto pasó a unos colores más vivos. El pasto se volvía poco a poco verdoso, pero con las malezas presentes.

—¿Qué intención tienes? —pregunté, agachándome para ver como Ichi miraba a su alrededor—. ¿Y cómo has logrado algo así?

Ichi me miró de reojo y bajó sus ojos en un gesto de angustia. Se mantuvo así durante unos segundos para luego alzar sus brazos. Curioso, acerqué mi dedo para ver que quería, pero el aleteo de varias aves acercándose a la zona hizo que nos puso alertas.

Me alcé, analizando a mi alrededor. Los vi. Búeons de plumas negras.

—Maldita sea —susurré, agarrando con cuidado a Ichi para ponerlo en mi cabello—. Tenemos que salir de aquí. No me queda otra que...

—¡Ichi! —La voz de mi compañero salió un poco más aguda de lo normal mientras bajaba de mi cabello.

—¡¿Qué estás haciendo?! ¡No debes...!

Uno de los Búeons se acercó demasiado para atacar. Logré apartarme, pero Ichi cayó de mi cabello, impactando contra un montón de hierba acumulada. Ante esto, me puse en posición, listo para cualquier ataque.

Me rodeaban tres de ellos, atentos a mis gestos, ladeando su cabeza hacia la izquierda en un gesto de curiosidad o analizando mi próximo movimiento. Me mantuve firme, sin dejarme llevar por el miedo y atento a los tres, aunque no era nada fácil.

—¡I-Ichi!

Mis ojos de distrajeron a la voz de mi compañero. Brillaba en colores azules, logrando que el pasto de su alrededor brillara en un color más vivo. Los búeons se fijaron en tal hecho, mirando hacia el pequeño y luego hacia mí.

—¿A qué estáis esperando? —murmuré, tragando saliva con dificultad—. Estoy listo para defenderme. No me vais hacer daño.

Se mantuvieron en el sitio. Analizándome por unos pocos segundos para luego ladear un poco la cabeza hacia la derecha. Uno de ellos aterrizó al suelo y tomó una decisión que me dejó con la boca entreabierta.

Se acercaba con pasos lentos, como si quisiera analizarme de cerca.

—¿Qué...? —Miré hacia Ichi—. ¿Hablas con ellos? ¿Les has dicho algo?

Ichi no pudo decir mucho más que bajar la cabeza en señal de vergüenza. Suspiré y relajé un poco mi posición, acercando un poco mi mano hacia la ave. Nada más hacer ese gesto dio unos pasos hacia atrás. Se quedó quieto unos segundos y siguió avanzando hasta que su pico tocó uno de mis dedos. Dolía ese rápido golpe, eran como piedras afiladas, pero no me quejé ni hice ningún gesto. Solo me mantuve en el sitio hasta que tomó más confianza.

Aunque no fue el único.

Las demás fueron acercándose hacia mi con cuidado. La confianza se fue forjando ante mi nula acción. Solo mirándolas con un rostro calmado, aunque cuando la dirigía a Ichi, mostraba mi clara duda hacia él.

—¿Qué querías hacer aquí? —le pregunté. Ichi no pudo darme una respuesta clara más que mover sus brazos, como si se refiriera todo el prado—. ¿Qué... quieres hacer aquí?

Señaló su barriga. Fruncí un poco el ceño.

—¿Comida? —Afirmó. Abrí un poco mis ojos—. ¿Un huerto? —Volvió afirmar, aunque señaló a los búeon—. No solo para nosotros, sino para los animales.

Afirmó con un poco más de emoción. Salió del montón de hierba y se acercó a las aves. Con cuidado, tocaba las garras a cada una de ellas, dejando una marca de colores verdes.

—Tú... dejabas esas marcas —murmuré, mirándole con atención—. ¿Acaso los estás protegiendo?

Ichi bajó un poco la cabeza y a duras penas afirmó. Puse la mano en mi cabeza.

—¿Qué eres, Ichi? No eres solo un guía en estos bosques, haces mucho más que eso... —susurré, sin quitarle ojo. Ichi me miraba con sus manos agarradas—. ¿Acaso eres un tipo de protector?

Me miró con detenimiento para luego, bajo un suspiro, afirmar. Tragué saliva con dificultad, mirando hacia las aves y recordando a cada uno de los animales. Bajé la mirada, soltando un suspiro también, pero rápidamente me recompuse con una mirada decisiva.

—Déjame ayudarte —pedí. Ichi me miró con asombro—. Solo no podrás con esto. Dime que tengo que hacer y lo haré sin problema. Comprendo porqué lo haces. Los animales no tienen forma de sobrevivir en la selva. ¿Es por los Drasinos? ¿O porque el bosque pierde sus colores o forma? —Negué rápido con mi cabeza con un gruñido de frustración—. Da igual. Sea lo que sea, déjame ayudarte y mantengamos a estos animales con vida antes de que todo se extinga.

Ichi se quedó en silencio, atento a mis palabras y acciones, para luego sonreír como nunca y señalar hacia su derecha. Era momento de trabajar con la tierra.

Los días eran realmente productivos. No solo era vigilar el grandioso huerto que habíamos creado, sino que también era entrenar. Eilu se daba cuenta de que cada día le dedicaba mucho tiempo a comprender lo que era, y eso le sacaba una sonrisa. El miedo no era tan presente cuando salía hacia la selva, más cuando descubrió los motivos de ello.

El asombro se asomaba en su rostro, y en una de las mañanas en las que volvíamos de capturar unos pocos peces, decidió hablarme con un tono más serio.

—Vamos a empezar a usar el fuego que tienes en tu interior. Ya tienes cerca de catorce años, por lo que debemos de ponernos más enserio.

—¿¡De verdad?! —pregunté, aunque rápidamente tapé mi boca.

Afirmó con una sonrisa.

—Creo que no habrá problema en intentarlo aunque se relacione a la magia de Insensibilidad, pero dudo que pase nada. Aparte, sé que han ido varias veces hacia los Tres Círculos de la Frialdad, y no son buenas noticias de ser así...

—No sé cómo te apenas —contesté sin mirarle—. Ellos no te dieron el descanso que merecías.

—Eso no me da motivo a ser igual de rencoroso, Kemi —respondió, mirándome con total seriedad—. Respeto mis tradiciones con todos. Si ellos no lo hacen, serán consecuentes de sus actos en algún momento. —Soltó un suspiro, mirando hacia arriba—. Retiré sus cuernos y solté la energía que tenía para que Insensibilidad pudiera recuperarse, ¿lo entiendes? Por ello es importante, no solo porque ayudamos a nuestro dios, sino porque es una forma de que el alma del Drasino pueda descansar como es debido.

Desvié la mirada a otro lado, soltando un suspiro largo.

—Yo no...

—No te lo enseñó, me lo imaginaba —murmuró, gruñendo por lo bajo ante el cansancio—. Y eso es lo que me extraña siendo tu padre líder de los Drasinos.

Era tan extraño todo, ¿por qué mi padre actuaba de esta forma? Comprendía el temor por las Elinas, el deseo de ser libres y fortalecerse, pero daba la sensación de que estaba haciendo justo lo contrario, ¡y más cuando se trataba de Insensibilidad! Era al que se debía de respetar y cumplir con las tradiciones que lo mantenían con vida. ¿Por qué privaba de esa necesidad? ¿Por qué limitaba el acceso a los Lagos de la Frialdad o no cumplía con esa tradición en los Tres Círculos de la Frialdad?

—¡Kemi! —me llamó con cierta fuerza, logrando que diera un salto en el sitio al estar distraído—. Te he llamado cinco veces, ¿se puede saber qué ocurre?

Abrí mi boca para al final suspirar y admitir los pensamientos y preocupaciones que tenía. Eilu cruzó sus brazos, negando suavemente su cabeza.

—Ya veo... —susurró, soltando un leve suspiro—. Hijo, está a tu opción de salir y saber la verdad, enfrentarte a tu padre y demostrar que eres un Drasino, o seguir escondiéndote junto a mi

Fruncí un poco el ceño, mirándole.

—Pero no quiero dejarte aquí solo.

—Ichi y Seiño estarán a mi lado, a no ser que quieran ir contigo. Y aun así, no estaría tan solo porque me imagino que me querrás visitar en algún momento.

—Claro que te visitaría. Todos los días si es necesario.

Eilu sonrió de la forma que siempre calmaba mis preocupaciones.

—Sea la opción que sea, Kemi, estará bien porque al final debes avanzar. No puedes quedarte estancado en un sitio. —Miró hacia enfrente, riéndose por lo bajo—. Lo poco que te queda por saber es conocer el fuego que como Drasinos podemos expulsar. Eso no será más de una noche de práctica. Luego de ahí, verás que opción tomar.

—Me dijiste que con la magia de Insensibilidad, podría transformarme —recordé, alzando la ceja.

—Pero dudo que quieras estar aquí seis u ocho años más de tu vida —supuso Eilu, mirándome con paciencia—. Y son tantos que no sabemos lo que nos puede ocurrir. Aun gracias a que en estos años nada inusual haya ocurrido.

Solté un suspiro, no era algo que deseaba, era como si me despegara de alguien que no quería perder el contacto jamás, que visitaría todos los días hasta el día de su muerte.

—Por ahora lo mejor que podemos hacer será volver a casa, enseñarte lo que te dije y descansar. La noche se acerca y hoy ha sido un día largo —comentó Eilu.

Afirmé, avanzando hacia nuestro hogar hasta subir por una escaleras que con el tiempo pudimos crear. Había que tener cuidado con estas porque no eran del todo resistentes, pero de algo servía cuando Eilu no podía volar como antes.

Al llegar, los olores a hierbas aromáticas inundaron nuestras fosas nasales. Capricho mío por no querer entrar siendo inundados por la oscuridad y la humedad. Si íbamos a vivir ahí, que fuera agradable junto la madera con la que creamos unos pocos muebles resistentes y cómodos.

Eilu caminó aliviado tras dejar los pescados en una cesta, sentándose en la cama de piedra —con cojines hechos de plumas— para estirar su espalda y gruñir con una leve sonrisa.

Organicé todo para luego acercarme a la entrada y taparla con una serie de lianas. Tras eso, encendí el fuego.

—Antes de hacerlo como siempre, te diré cómo debes crear el fuego de tu interior —me habló Eilu, frenando mis acciones—. Eso sí, tendrás que ir con cuidado porque si sacas demasiado...

—Lo comprendo —respondí con una leve risa—. Soy todo oídos.

Acomodándose y soltando un leve suspiro, señaló sus cuernos.

—Como te mencioné antes, nosotros canalizamos la energía de insensibilidad en nuestros cuernos y esta pasa a todo nuestro cuerpo. Nos da propiedades, nos transforma. ¿Comprendes? —Afirmé ante su pregunta—. Bien, con eso en cuenta, comprenderás porqué es tan importante tener dos cuernos. Es mayor energía.

Pronto vi como sus cuernos brillaban en colores grisáceos. Delimitaban la forma curva de su cuerno, una que me dejaba maravillado.

—Al principio el color que se obtiene es de colores grises, luego se hace cada vez más oscura para luego ser gris una vez te vuelves mayor —explicó, para luego ver como este color empezaba a moverse por su cuerpo, iluminando los tatuajes de su cuerpo—. Una vez se presenten en tu cuerpo, tú decides como gastar esa energía que obtienes. Más fuerza, más resistencia, crear fuego o la transformación. Cada cosa requiere su energía y en tu caso, al ser un novato, se empieza a crear fuego.

—¿No podría ir con la transformación de primeras?

Eilu soltó una leve risa.

—Bueno, si quieres que tus cuernos se rompan, puedes hacerlo. Nadie te lo impide —bromeó, viendo mi cara de asombro—. Es obvio que no debes hacerlo. Es mucha energía y tú recién estás aprendiendo. Recuerda no ser impaciente, Kemi.

—E-Entendido.

—Bien. Entonces pongamos en marcha eso —continuó, viendo como sus cuernos se volvían grises de nuevo—. Concéntrate al máximo, céntrate en tus cuernos y pidiendo ayuda a Insensibilidad, conseguirás esa energía.

Pedirle ayuda a Insensibilidad era tan extraño. Durante estos años no me había puesto en mente el hecho de pedir ayuda o creer. Eilu me lo recordaba a veces: "Como Drasino debía creer en Insensibilidad, darle su respeto." Pero no era algo que naciera.

Era difícil de explicar. Cuando pensaba en pedirle ayuda, el frío me inundaba la piel en mis brazos y subía por mi cuello hasta llegar a mi cabeza. Me dejaba sin palabras y sin respiración, como si tuviera que retirar una parte de mí. Alguien dispuesto a luchar usando el poder que se me había concedido.

Y eso me hacía sentir mal.

—Kemi, calma. Lo tienes —me murmuró Eilu con tal de no asustarme.

Abrí mis ojos para mirar mis brazos. Esos tatuajes negros, salieron de nuevo y tomaban un significado, pero me hacían sentir vulnerable. Respiraba con cierta angustia mientras veía cada símbolo grabado.

—Kemi, no pidas demasiada energía. Tus cuernos no lo tolerarán —me advirtió Eilu.

Traté de respirar profundo, intentando controlarlo, pero me era complicado. Era como si el hielo atrapara mis brazos, agarrando cada parte de mi piel para hacer un intercambio. Un hombre que se cerraría en un muro para que nadie le hiciera daño. ¿Estaba bien eso? ¿Cerrarse tanto hasta no sentir para evitar los sentimientos? ¿Para evitar un dolor tan grande?

—¡Kemi!

Eilu intentó avisarme, pero mi grito inesperado hizo que moviera mis brazos con cierta brusquedad, apartándome para sentir un ardor inusual en todo mi estómago. Quería vomitar, ¿o escupir?

Mirando rápidamente a mi alrededor, vi los troncos de madera que había dejado a un lado. Ese ardor subió a mi garganta, era insoportable, necesitaba...

—¡No tan brusco!

Lo contuve. Por Insensibilidad, qué dolor fue. Era tener un volcán dentro del cual tenía que medir la explosión, abriendo poco a poco la boca para soltar el fuego en dirección a los troncos. Tenía que ser en justa medida, pero como tenía demasiado, solté en una pequeña columna de fuego que por suerte no quemó nada más que los troncos y las rocas.

Me tiré al suelo, buscando algo que me aliviara el dolor, pero no hizo falta cuando esa sensación, fue desapareciendo gradualmente.

—¿Estás bien, chico? —me preguntó Eilu, acariciando mi cabeza.

—Me dolía toda la barriga, pero... cr-creo que estoy mejor. Se cura solo al parecer —murmuré con cierta dificultad.

—Al principio es así, luego se pasa el dolor —contestó Eilu, ayudándome a levantar del suelo—. Te dije que no pidieras tanta energía.

—Fu-Fue sin querer, lo-lo siento.

—Está bien. Para ser la primera vez no está mal —contestó Eilu con una sonrisa orgullosa.

—¿Hice el fuego? —pregunté, y Eilu señaló los troncos, viendo como estaban totalmente quemados—. Oh...

—A ver, fuego hiciste, pero te excediste —contestó Eilu con una ligera risa, aumentando mi vergüenza—. Está bien, chico. Para otra ocasión, es cuestión de práctica, pero ya te dije que es bastante fácil de conseguir.

—En-Entiendo, a-aunque una duda, ¿cómo te sientes cuando usas la energía? O bueno, ¿cómo te sentiste la primera vez que lo empleaste?

—Frío. Muy frío —respondió con sinceridad, sentándose en el suelo, cosa que también hice—. Es irónico si usas el fuego, pero te puedo decir que sientes mucho frío cuando usas la energía de Insensibilidad.

—¿T-Tanto como para sentirte...?

—Insensible, claramente. No por nada se llama así su energía. —Rio levemente, para luego seguir explicando—: Parece que te congelan, pero es normal teniendo en cuenta que venimos de Insensibilidad y su energía se basa en, principalmente, fortalecernos, en ser seres resistentes e insensibles, más si nos enfrentamos a las Elinas.

—Oh... —Miré hacia otro lado con mis ojos, apretando mis labios para suspirar—. Parece muy triste.

—Siendo mitad Drasino y mitad Elina, comprendo por qué lo dices. Has sentido con la magia Sensible, ¿no? —preguntó, viendo como afirmaba—. Claro, entonces sabes lo que es sentir cada cosa con tus sentidos, escuchar, oler, ver... Es una explosión de emociones a su vez y es demasiado por lo que procesar. En cambio esta energía no es así, te hace... de hielo, crea como un muro.

—Lo entiendo, pero sigue siendo muy triste...

—Y necesario, chico. Sin eso no seríamos lo que somos y las Elinas harían lo que les diera la gana con nosotros —añadió Eilu.

Afirmé, aunque no muy convencido. Si existía esa frialdad tan triste, entonces me quedaba muy claro por qué mi padre era así conmigo desde tan joven. Había usado siempre la energía Insensible. Se había vuelto un muro que se hacía más difícil de romper, pero ¿por qué conmigo? ¿Acaso tenía que ver con la Elina? ¿Acaso tenía que ver por la forma en como quería criarme a futuro?

—Eilu, quiero ver a mi padre, o al menos intentarlo —respondí con firmeza.

Me miró parpadeando varias veces sus ojos.

—Qué inesperadas tus palabras, chico —admitió Eilu, cruzando sus brazos—. ¿Por qué?

—Estoy... harto de esperar, de no saber nada, de estar a la expectativa, de esconderme tanto, de meterte en riesgo. Quiero salir, hacer frente a mi padre. Saber la verdad.

—¿Te ves muy seguro de esa idea, hijo?

Lo miré de reojo. Era doloroso tener que hacer frente a alguien que no apreciaba y que posiblemente me haría daño. Me destrozaba por dentro, pero no me quedaba otra opción más que presentarme ante él y demostrar que podía ser un Drasino de verdad. Complejo, más teniendo en cuenta que mi padre me pondría miles de pruebas de por medio.

—Kemi, déjame darte un consejo. —Las palabras de Eilu hicieron que le mirara con atención—. Comprendo tu impaciencia, por mucho que te diga que la calma es necesaria, tú siempre andas queriendo hacerlo todo de primeras, pero en este caso es algo muy serio. Apenas comprendes tu energía insensible y tu padre te pondrá a prueba constantemente para ver si eres un Drasino de verdad. ¿Entiendes? Un rasgo de Elina, y será tu muerte.

» Lo mejor que puedes hacer es entrenar con esa energía. Ir poco a poco, y cuando lo tengas dominado, ir frente a tu padre. Será la mejor forma para cubrirte de las peores pruebas que te pueda tener para así saber la verdad que tanto ansías.

Frustración y rabia se mezclaron en mi suspiro, afirmando con la cabeza agachada. Eilu, con cuidado, se acercó a mi para abrazarme de un lado.

—Te dije, chico. Esas ansias no son buenas. Debes aprender a calmarte un poquito más —me recordó Eilu con una leve risa.

—Lo sé, pa... —Las palabras se atascaron, sintiendo la vergüenza en mis mejillas.

Eilu no me dijo nada, solo me siguió abrazando en silencio. No sería muy largo, pronto me levantó para preparar el fuego y la comida.

—Te haré caso —respondí en un murmullo—. Tienes razón, no es bueno enfrentarse aún a él... Y a lo mejor si voy puede que me encuentre en una situación compleja.

—Exacto. Es mejor ir viendo poco a poco como están las cosas en la ciudad. Ahí sí te permitiría que fueras por la selva solo con Ichi y Seiño, pero siempre con la discreción requerida —me advirtió Eilu.

Sonreí. Me sentía motivado a pesar de no poder saber las respuestas, pero lo obtendría con el tiempo. Por ahora era mejor dar pasos lentos sin revelarnos.

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